Three-shot El sueño de un caballo, la pesadilla tejida en un manto [Mao|SamuraiSenso]

Tema en 'Mesa de Fanfics' iniciado por Kaisa Morinachi, 26 Julio 2020.

Tags:
  1.  
    Kaisa Morinachi

    Kaisa Morinachi Crazy goat

    Tauro
    Miembro desde:
    20 Julio 2015
    Mensajes:
    6,296
    Pluma de

    Inventory:

    Escritora
    Título:
    El sueño de un caballo, la pesadilla tejida en un manto [Mao|SamuraiSenso]
    Clasificación:
    Para adolescentes maduros. 16 años y mayores
    Género:
    Drama
    Total de capítulos:
    3
     
    Palabras:
    942
    Aquí estoy yo, escribiendo cosas de la niña mientras extraño rolear con rapuma , el cual es dueño del personaje de Kenzaburo.

    El único personaje que me pertenece a mi es Mao y sus familiares; cualquier otro mencionado, es de Amelie u otros roleros. O bien, uno inventado de la nada e irrelevante (???)


    カメ

    La primera pesadilla tras lo ocurrido fue espantosa, como sí toda mi futura ansiedad hubiera sido reunida en un solo mensaje; los abandonaste, huiste de tu destino, se lo arrebataste a otro: Deberías estar muerta.

    Todo estaba oscuro, en un profundo bosque, totalmente acorde a mi lugar de nacimiento. Una turbulenta montaña, un pueblo escondido entre piedras y árboles; al lado de un gran río, que descendía de la laguna pura más cercana. Llegar a él era tan difícil como salir, y por eso mismo vivía en una constante paz, no había invasores.

    Escuchaba aves de garras grandes dar sus gritos al cielo, los pasos de los ciervos y roedores huir con sigilo, la risa de los zorros carroñeros y el gruñir de los lobos hambrientos. Todo eso era capaz de percibir, pero mis ojos veían una única luz, la cuál emanaba de Hiro. Mi hermano pequeño tenía una mirada de odio en sus ojos, dirigidos a mi persona. Tenía el cabello azabache, igual que mi madre y yo, pero sus orbes... eran como la caoba, pero mucho, mucho más oscuros. Hiro nunca fue alguien sombrío, mucho menos melancólico; era un rayo de energía, carcajadas y gritos, pero en ese momento me miraba como todo lo que nunca llegó a ser... Poseía la mirada de indiferente rabia que era característica de Kimura, no de él.

    Estaba confundida, mucho, porque ellos nunca me odiaron... ¿Por qué me miraban así entonces? Intenté acercarme, pero mi cuerpo no respondía, se sentía demasiado pesado; intenté hablarle, pero lo único que escuchaba eran mis propios pensamientos, y aunque modulara nada parecía salir de mis labios. Sentía que me ahogaba.

    —Nos abandonaste —susurró entonces, tosco y filoso como una ladera de piedras. Sellé mis labios, sintiendo como las lágrimas candentes empezaban a recorrer mis mejillas, mientras mi corazón se contorsionaba dentro. El rostro de Hiro también empezó a enrojecer, como un pez rojo inflándose como una bola.
    Y explotó, con el vozarrón característico de él, pero las palabras precisas y devastadoras de Kimura. Solo por eso sabía que soñaba, pero todo se sentía tan real... ¿Y qué importaba si era un sueño? Aún en las peores noches estaba dispuesta a dar todo por ellos... aunque ahora simplemente... simplemente...

    —¡Nos dejaste, Masuyo! ¡Te fuiste cuando más te necesitábamos! —El niño rompió en llanto, totalmente histérico. Demasiada rabia contenida en un pequeño cuerpo de seis años— ¡Estábamos aterrorizados! ¡No podíamos hacer nada, Masuyo! No podíamos... Sin ti... ¡Y Mamá!... Ella, el resto....

    Hice el ademan de ir hacia él con desespero, pero algo parecía aferrarse a mí e impedirme avanzar. Algo a mis espaldas, algo que venía del bosque ensombrecido. Mi hermano seguía gritando cosas, cosas que se sentían peor que cualquier herida que hubiera tenido.

    Y se volteó; Hiro iba a huir de mi presencia, dolido, y recién ahí pude correr. Corrí tras él, tras su figura media cabeza más baja. Era rápido, mucho más rápido de lo que realmente era, corriendo entre la maleza con una habilidad inhumana. Parecía un conejo huyendo de su devorador, y yo era una simple humana que no lograba alcanzarlo.

    Hasta que quedó acorralado, de espaldas a un risco, observándome con furia cuando me acerqué jadeante.

    —¡Aléjate, no quiero verte más!

    —¡Hi-hiro!

    Intenté tomarlo entre mis brazos, pero el los abofeteó con la fuerza que tuvo Kimura. Lo intenté de nuevo, pero me empujó forcejeando, entre gritos y lágrimas.

    Y calló; al empujarme trastabilló cayendo por un risco piedroso. Lo pude visualizar bien gracias a que ahora los rayos de luna si llegaban, pues no había ningún árbol sobre mi cabeza; pero no logré ver dónde calló su cuerpo, pues él si quedó bajo las frondosas hojas oscuras del extenso bosque, que se extendía bajo el risco.



    Desperté gritando, y estaba rodeada por sus brazos, demasiado fuertes. Mi cara estaba mojada por las lágrimas, e hirviendo por la impotencia y furia que la pesadilla ocasionó.

    —¿Ya despertaste? —fue la voz calmada de Kenzaburo, aunque percibía con facilidad toda su preocupación... Un mal sueño, solo fue un mal sueño.

    —Si —musité mientras agarraba con fuerza el haori de él, enterrando mi cara en su pecho cubierto por el kimono. El solo me abrazó más fuerte.

    —Estabas gritando y pataleando mucho, temí que te fueras a golpear la cabeza fuerte contra el suelo —explicó el por qué me estaba sosteniendo.

    —Entiendo.

    —... ¿Estas bien?

    No pude responder, pensando en todo lo que había ocurrido últimamente, no tan solo en el ataque de los Taira a mi hogar. Pero de a poco me fui calmando, y los detalles del sueño se fueron esfumando más rápido de lo que la angustia perduró. Hace un par de años había dejado de soñar con frecuencia, era una lástima que volviera hacerlo con sentimientos tan feos; pero no me podía quejar, no estaba sola.

    —Si... algo mejor —lo logré al final.

    Aquella noche había una gran luna al igual que en mi sueño, también se escuchaban animales salvajes, pero sonaban distantes... El arrullo del río que usábamos como guía era relajante. No era un lugar idílico para descansar, pero era algo; podía hacer algo, gracias a él, gracia a quienes se arriesgaron...

    Aun podía hacer algo.



    耐​
     
    Última edición: 18 Enero 2021
    • Me gusta Me gusta x 1
    • Adorable Adorable x 1
    • Sad Sad x 1
  2.  
    Kaisa Morinachi

    Kaisa Morinachi Crazy goat

    Tauro
    Miembro desde:
    20 Julio 2015
    Mensajes:
    6,296
    Pluma de

    Inventory:

    Escritora
    Título:
    El sueño de un caballo, la pesadilla tejida en un manto [Mao|SamuraiSenso]
    Clasificación:
    Para adolescentes maduros. 16 años y mayores
    Género:
    Drama
    Total de capítulos:
    3
     
    Palabras:
    1807




    Mitos, leyendas; yokais, humanos; vida y muerte, ficción y realidad, todo mezclado en lo que era nuestro mundo. Mentí muchas veces, pero las únicas de peso fueron dos; "Hay un gran Oni en el bosque" y "Yo lo he visto". Tenía el poder de la narración, instruida por los mejores poetas, por mi madre y las señoras que me enseñaron el arte de cantar. Más que una habilidad, más que una herramienta, todos mis conocimientos debía integrarlos con mi ser; solo así les sacaría el mayor provecho, y por eso mismo me iba fatal con la katana de madera, igual que Kimura.

    A él le empezaron a enseñar a sus seis años, pero a mi a los nueve, pues mi horario era mucho más ocupado que el de mi hermano. Canto, danza, instrumentos; poesía, escritura; maquillaje, cocina y medicina, era lo básico y esencial. Lo ideal, es que lo tuviera todo lo suficientemente controlado para cuando llegara a mi mayoría de edad, para que pudiera valerme por mi misma. A diferencia de Kimura, me enseñaban a usar arco y flecha junto a la kataba para defensa personal, para ser útil protegiendo el pueblo cuando estuviera capacitada; pero para mi hermano era distinto, él tenía que aprender para matar.

    Matar humanos, porque sería el próximo líder del Clan... Los Kobayashi eran en extremo rigurosos con el arte de la katana, por poco y prohibida. Bueno, el pueblo no tenía tantos recursos para crear armas de guerra, por lo que era lógico que no hubiera tantos alumnos que aprendieran esta arte, pues resultaba contraproducente. Solo los guerreros que dejaban el pueblo eran quienes debían saber portar una katana, y estos guerreros siempre eran liderados por mi padre.

    "No es solo matar", resonaba en mi memoria, distintas voces; cantantes, poetas, samurais, ancianas, viejos... La de mi madre era la que recordaba más vividamente; "Es hacerte cargo de la vida que has tomado. Si eres capaz de matar a alguien, también debes ser capaz de cargar con los pecados de quién has matado; y si esa persona no ha pecado, significa que tú eres quien lo ha echo" Escalofriante, así se sentía su voz normalmente alegre y vivida, cuando pronunciaba con seriedad cosas relacionadas a la guerra. Me entumecía, porque sentía que perdía de vista a la mujer que había cuidado de mí toda la vida; como si estuviera, de la nada, ante una desconocida. De seguro eso era, solo conocía 14 años sobre mi madre, y yo cambié mucho en tan solo un par de meses... ¿Con cuanto cargarían aquellas personas, que parecían avanzar; livianas, como hojas danzando en el viento?


    Yokai... Aquello inhumano, que no era animal, pero que convive con nosotros. Nunca vi uno, o tal vez... ¿nunca se atrevieron a mostrarse ante mí? No, de seguro yo no era el motivo: Si no se mostraban frente a mí, es porque temían a lo que estaba tras de mí; y una madre siempre cuida los pasos de sus hijos, van tras ellos, cubriéndoles las espaldas.

    Si los seres endemoniados temían a alguien, esa era mi madre, no necesitaba pruebas para saberlo... porque yo misma sentí el escalofrío de la muerte tras mi espalda cuando la vi cometiendo harakiri. Fue un miedo distinto a cuando vi los cuerpos inertes de los pequeños, pues este último se sentía como una parálisis, la sangre endureciéndose en tus venas, petrificandote en furia o impotencia. El escalofrío al ver a mi madre, se sintió como un abismo entre ella y yo. Una gran y profunda zanja, que no se podía rodear por lo larga y ancha que era, no se podía... no siendo yo tan pequeña.

    Y ella estaba al otro lado, estoica y sonriente, alegre y orgullosa... Oni.


    Kenzaburo era valiente en mucho aspectos, pero la cobardía le ganaba en varios más. Al hablar con mujeres confianzudas, por ejemplo... o con los fantasmas. Lo entendía, en cierto modo, teniendo esa vibra de asesino serial... ¿Cuantas almas irían tras su espalda?, ¿atormentarían sus sueños? Era sin dudar un hombre muy resistente.

    Recuerdo difusamente lo que soñé en lo que seguro fue mi noche más larga. Desperté jadeante, sintiendo todo mi cuerpo arder, con los ojos completamente nublados en lágrimas. Escuchaba la voz de Kenzaburo a mi lado, que hablaba con más rapidez de lo normal, explicándome lo ocurrido. Su versión era, básicamente, que cuando caminábamos por el bosque me desplomé sin más; cuando me sujeto para que no me estampara contra el suelo, notó mi rostro rojo y mi boca respirar con dificultad. Las últimas noches habían sido más frías de lo normal, y nosotros habíamos caminado más que de costumbre, ansiosos de encontrar un pueblo, pues la comida y las fuentes de agua parecían haberse esfumado. Pareciera que por milagro solo en un par de minutos, que se sintieron como horas, Kenzaburo logró llegar a un pueblo conmigo a cuestas. Ahí se metió en el primer lugar que aceptó ayudarlo, y nos quedamos en la residencia de una herborista de la zona, una aparente novata. Era la nieta del experto del pueblo, y parecía estar en mitad de su aprendizaje, por lo que no cobró a Kenzaburo por su trabajo... O tal vez se compadeció de ambos; un viejo sin dinero cargando a una niña enferma.

    ¿Resfriado?, ¿pulmonía?, ¿estrés?... ¿Una maldición? Muchas cosas los preocuparon, a ratos parecía que no mejoraría, y que solo empeoraba. Y aun así desperté, solo fueron necesarios cuatro días para quedar como nueva... Bueno, en realidad seguía igual de fatal que siempre, pero mi cuerpo estaba vitalizado.


    Tengo un recuerdo nubloso; entre la madrugada cuando me desplomé, cosa que no recordaba, y el día que desperté afiebrada; aunque como siempre, cualquier cosa que me ocurre con mis sentidos nublados, lo suelo tomar por sueño. Este no fue la excepción, y nunca le comenté nada al maestro, pues ya se había preocupado lo suficiente lidiando conmigo enferma.

    Estaba en un bosque, no había neblina de madrugada, más bien parecía recibir una luz vidriosa por todos lados... Un atardecer, seguramente. Estaba buscando algo, caminando con sigilo entre la maleza, cortado las ramas necesarias con el filo de mi katana. Me había separado de Kenzaburo; No tenía idea dónde estaba él, o dónde me encontraba yo, pero entendí con qué agallas me separé del viejo en cuanto vi...

    La silueta de Kimura, entre los arbustos de bayas venenosas, de color rojo vino. Me volteó a ver por sobre el hombro, con su ensimismamiento normal... Me sonrió, y yo solo le devolví la mirada desconfiada.

    —Hola Onee-san —dijo volteando por completo, quedando de frente; los rayos solares contorneaban su silueta... Su cuerpo era exactamente como lo recordaba, si es que lo recordaba bien. Levemente más alto que yo, tenía la silueta natural del kimono para hombres, el cual era azul oscuro. Se veía frágil, pero era consciente que sus músculos estaban ejercitados, no en exceso; lo natural y saludable para un niño de diez años. Kimura tenía más fuerza que yo, y tal vez, había tenido mucha mejor salud—. A pasado un tiempo, ¿no crees?

    Algo no cuadraba. Era él, pero... no podía ser él; estaba muerto, al fin y al cabo...

    >>¿Pasa algo? —cuestionó a mi silencio. Una voz jocosa, bromista... casi altanera, aunque aquellos tonos eran imperceptibles, pero yo conocía a Kimura de toda la vida; definitivamente no era él.

    —¿Qué quieres? —respondí, con clara rabia en mi voz. Él se volteó, y me miró con una sonrisa entristecida.

    —Solo quiero que me acompañes —dijo extendiéndome su mano... Estaba llena de callos a medio cicatrizar, concordaba con sus últimos días de entrenamiento que tuvo.

    —¿Puedo saber a dónde? —Me acerqué un solo paso, manteniendo la distancia de unos tres metros. Sin saberlo, mi mano derecha ya estaba en el mango de la katana. El bosque era totalmente silencioso, con suerte y corría una leve brisa. Onírico.

    —¡A casa, Masuyo! ¿A dónde más? —Aquella sonrisa... socarrona, no era natural de mi hermano. Lo conocía casi tan bien como lo hacía mi madre, y el asunto me empezaba a calentar demasiado la cabeza; estaba enfurecida.

    —Entendido; basta de bromas, ¿quién eres y qué diablos quieres? —cuestioné, sonora y en posición de batalla. ¿En serio creían que me iban a engañar tan fácil? Podría ser todo igual a Kimura posible, pero él era único...

    Y yo, mientras viviera, era imposible que encontrara a ese Kimura, a mi hermano.

    —Vaya lengua, Onee-san; ¿cuándo te volviste tan descortés?, ¿y ese tono? ¡Pareces un niño con catarro! —Ahora carcajeaba ante mi cara, cruzando los brazos sobre su pecho... ¿Nervioso? No lo parecía, pero tampoco se veía confiado... Entonces, ¿iba ganando yo?

    >>¿No quieres volver a ver al resto?

    Un golpe bajo, se notó en el tic en mi ojo, el parpado tiritó de pura rabia. Desvainé mi espada y remetí contra él; con velocidad, logró detener mi corte con su propia katana desenfundada... Kimura no tenía katana propia, a menos que fuera de madera... ¿Por qué ningún filo cedió ante el otro?

    —¡Ja! Idiota absurdo; deja de mentir, ¿quieres? —respondí dando un salto hacía atrás, con mi voz repleta de odio cargado de ira, volviendo a ponerme en posición, pensando en mi próxima acción.

    —¿Mentir?, ¿no serás tú la que miente, Onee-chan? —dijo casi con dulzura, sin dejar de ser jocoso. Onee-chan.

    Escúchame, embustero; tendrás un buen traje y todo, pero Kimura nunca me dijo Onee-chan

    —Ahhh, Masuyo; ¿en verdad estás dudando de mí? —exclamó, realmente decepcionado. Mi estoicismo se volvió sombrío.

    —De ti si; de Kimura jamás.

    Y tras eso, intentó cortarme con su espada; atacó mi vientre, mi cuello y espalda. Logré esquivar todo casi por fortuna, su velocidad y fuerza... eran mucho demasiado superiores a las de Kimura; pues, a pesar de que el chico igualaba mi fuerza y altura, yo tenía más maestría en la lucha. Por la danza y la caza... Y bueno, Kenzaburo me había estado entrenando. Era ilógico que Kimura fuera más habilidoso que yo.


    Para mi suerte, o eso creo yo; no recuerdo mucho más con exactitud, solo que quién fuera el impostor, nunca dijo su nombre; ni dejó de fingir ser Kimura... Tampoco recuerdo como terminó la batalla, el inicio de todo era confuso, y el final lo olvidé por completo. Igual que un sueño.

    Por lo que, para mí, eso fue; un simple y extraño sueño, una semana que enfermé gravemente, pero logré recuperarme. "Un milagro", recuerdo que dijo la herborista.

    ¿Qué aprendí? Bueno, que no tenía que sobre-exigirme demasiado, terminaría muerta si era el caso. Debía encontrar un balance, para no volver a enfermarme tan gravemente otro vez. Cambiar mis prioridades; salud por sobre sentimientos... Aunque me costaba bastante.

    Me pregunto por qué.


    抵抗​
     
    Última edición: 26 Julio 2020
    • Reflexivo Reflexivo x 1
  3.  
    Kaisa Morinachi

    Kaisa Morinachi Crazy goat

    Tauro
    Miembro desde:
    20 Julio 2015
    Mensajes:
    6,296
    Pluma de

    Inventory:

    Escritora
    Título:
    El sueño de un caballo, la pesadilla tejida en un manto [Mao|SamuraiSenso]
    Clasificación:
    Para adolescentes maduros. 16 años y mayores
    Género:
    Drama
    Total de capítulos:
    3
     
    Palabras:
    1015



    Al abrir los ojos podía ver los nubarrones grises del cielo; una tormenta parecía acercarse, o tal vez solo era el crudo invierno llegando. No se veía ningún rastro del sol dorado, pero toda la pradera parecía ser iluminada por un blanco cegador. El pasto parecía recubierto de cenizas, y a pesar del fuerte olor a sangre, no se escuchaba ningún solo sonido a metros; solo el murmullo de una gélida brisa constante.

    Cuando intenté erguirme, sentí que cada extremidad pesaba toneladas; no pude evitar soltar un quejido, que casi parecía un gruñido. Tuve que enterrar mi katana enfundada contra la tierra, tal bastón, jadeante para poder observar lo que se cernía ante mí. Con mi vista nublada identifiqué un gran, fornido y alto hombre samurai; aunque bajo su armadura, y viendo como un manchón oscuro su rostro, ni siquiera podía asegurar si era hombre o mujer; los giros inesperados existen, al fin y al cabo.

    —Dime tu nombre —pregunta estoico, su voz era potente; enfurecida, pero controlada, como un general ante su primer enemigo... o juzgando al último.

    —Ry... —jadeo, sintiendo como el aire escapa de mis pulmones. De repente, siento cálidas gotas recorrer distintas zonas de mi cuerpo... estaba sangrando, totalmente magullada. Dolía, vaya que dolía. Tragué grueso, y con las piernas temblando, me erguí por completo; encarando a mi contrincante. Sentía mi ojo derecho hinchado, quitándome casi toda su visión— ¡Soy Ryouma, del Clan Minamoto! —grito con esa voz masculina, con la voz de Ryouma.

    Un silencio sepulcral, y me sostengo al mango de mi katana, como si tan solo con eso bastara para sobrevivir.
    Él se acerca, y cada paso que da suena como una campana, sentenciadora.
    Tenso mi cuello, al alzar la mirada, para lograr ver su rostro... Ni al pecho le llego, y no distingo ninguna expresión en él...
    Negro, solo veo la sombra oscura que genera su casco, no soy capaz de ver quién es la persona bajo aquella armadura.

    —Mientes —dijo sin más, y mis pupilas se contrae, los ojos casi se salen de mis parpados; pero el asombro rápidamente se transforma en furia, y mi expresión es peor que la de un perro rabioso.

    —¡¿Y qué sabrás tú?! —grito sin pensar en las consecuencias, segura de que es solo un estúpido más.

    Y me abofetea, con su enorme mano, que también está protegida por su armadura.

    —No me faltes el respeto, Masuyo —dice solemne.

    Una bofetada que, a pesar de se que no es ella, se sienten como las pocas que me dio mamá. Y mis ojos lagrimean, sueltan y sueltan agua; como si fueran una herida abierta, que solo puede derramar más y más sangre.

    ¿Qué hago yo ahí, sola?, ¿a quien me enfrento, y por qué me duele tanto?... ¿Por qué conoce mi nombre, y me recuerda a mi madre? Todo mi cuerpo tiembla, como si estuviera en invierno, en lo más alto, en el monte más frío. Caeré, voy a caer



    竜​



    Y justo cuando siento que no puedo sostenerme más por mi misma, haciéndome a la idea de que mi camino a finalizado, una voz me despierta.
    ¡¿PERO QUÉ ES ESO?!—​
    Matsuda, el prometido de Fuji

    En un grito ahogado, despierto sobresaltada.



    ...un bandido quiso sorprendernos por la espalda. Al primer golpe salió huyendo; —
    así que decidimos entrenar un poco antes de tomar un baño... ​
    Ukita, quién dijo que tenía cosas que resolver.
    Mis pupilas viajaron con rapidez, y mi calma no se enturbió por haber visualizado a quien buscaba.



    Misato; Ryouma; Natsu y yo fuimos al Shukusha;—
    Misato y Natsu siguen allá. Allí nos encontramos a este par. ​
    Fuji, quién había reparado el arma de un asesino traicionado.
    Me siento a su lado, y dejo reposar todo mi costado en el de él. Cierro los ojos, agotada, intentando olvidar el desagradable sentimiento de aquel sueño.



    Aunque asumo la culpa; si no estuviera tan cansado pude haberlos detenido
    Takeda, quien nos acogió a ambos; a todos los presentes.
    Era cálido, su piel era cálida... A diferencia de la mía, que tendía a enfriarse con facilidad, aunque lo mío podía deberse a que bajé de peso...
    No era solo su piel; toda su presencia me brindaba calidez, energía... Como la sangre...




    No sabía dónde estaba mi padre, si habría muerto, o nos había vendido a los Taira por su propia vida... Ni si sus intenciones alguna vez fueron justas y buenas, o solo era un fachada para devolver el odio de manera despiadada...


    No sabía si el me quería ver viva, o si deseaba que hubiera muerto con el resto de su familia...

    No sabía si lo quería volver a ver, o si sería capaz de enfrentarlo nuevamente; vivo o muerto.​


    Solo sabía que Masuyo estaba endurecida en mi corazón, durmiendo en lo más recóndito de mi mente...


    Que Mao era hija de Kenzaburo, y Ryouma un niño más de Takeda.
    Y mi padre tendría que aceptar eso, o yo no aceptaría que siguiera viviendo.​


    Ma... suyo... Ma... o... ryou... Ma.





    U
    M
    A​

    Si ya no podía ser un beneficio para mi familia;
    ni podía seguir la linea de mis verdaderos anhelos, como deseaba Kenzo:

    Solo me quedaba avanzar hacia lo que los Taira desearon para mí; la muerte.
    Firme como el galopar de un caballo.

    Pero no les daría el gusto de matarme, claro que no:

    Algún día haría honor al Dragón en mi nombre.
    Por mí, por Takeda,
    y todos los que se desvivieran para traer un poco de paz a este mundo.




    "Soy Ryuma,
    pero puedes llamarme Mao,
    aunque nunca deje de ser Masuyo."

    —Mi nombre es Ryouma, que te quede claro —; porque soy del Clan Minamoto, y ese es el titulo que deseo portar hasta que todos los Taira desaparezcan, siendo redimidos más allá de la muerte.
     
    Última edición: 27 Julio 2020
    • Ganador Ganador x 1
Cargando...

Comparte esta página

  1. This site uses cookies to help personalise content, tailor your experience and to keep you logged in if you register.
    By continuing to use this site, you are consenting to our use of cookies.
    Descartar aviso