Colección El resplandor de la siembra [Vite Horiazana|Aventuras en el reino de la huella]

Tema en 'Mesa de Fanfics' iniciado por Kaisa Morinachi, 22 Enero 2022.

  1.  
    Kaisa Morinachi

    Kaisa Morinachi Crazy goat

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    Escritora
    Título:
    El resplandor de la siembra [Vite Horiazana|Aventuras en el reino de la huella]
    Clasificación:
    Para adolescentes. 13 años y mayores
    Género:
    Amistad
    Total de capítulos:
    1
     
    Palabras:
    885
    El valor de una zanahoria


    Era un día soleado de primavera, donde la cosecha de zanahorias parecía resplandecer y todo el mundo parecía muy ajetreado, pero a nosotros poco nos importaba en ese momento. Estábamos con los chicos en la colina tobogán, no todos vinieron, porque algunos ya estaban cansados, otros satisfechos por el almuerzo y muchos ni siquiera querían caminar hasta este lugar.

    Por eso solíamos estar los más enérgicos ahí, una que otra vez venía alguna conejilla, pero esta vez éramos puros tipos.
    —¡A que llego más rápido!— Me gritó uno apenas dándome tiempo a reaccionar, lo miré con sorpresa y ni un segundo me di para siquiera quejarme. Me abalancé sin miedo por la pendiente, mientras el corría y tratada de no golpearse yo fui raudo hecho una bolita.

    Justo antes de llegar al final, digno de la agilidad de un gato, moví mi cuerpo para deshacer la bola y terminar de pie, extendiendo los brazos a los costados para darle dramatismo. Volteé a ver sobre mi espalda, con la sonrisa burlesca y maldadosa cubriéndome el rostro.

    —¿Qué pasó, Jacinto?— La burla era clara, regodeándome en mi victoria. El conejo de colores blancos y madera se acercó con claro mal humor. Puso su almohadilla sobre mi pecho apenas viré el cuerpo hacia él. Yo seguía sonriéndole con clara altanería, queriendo picarle el nervio.

    Lo conocía de toda la vida, era claro que le gustaba el revuelo, me lo confirmó al sonreírme con la misma picardía, lo que solo logró que sonriera con aún más satisfacción orgullosa.

    —Esta vez tuviste suerte, loco—. Luego volteó a ver a los que se mantenían arriba, un par ya empezaba a correr cuesta a bajo—. ¡Vamos! ¡¿Qué esperan ustedes?! ¡Tirense! —soltó con un vozarrón exigente que por poco parecía reprimenda, para luego volver a la sonrisa socarrona.

    Yo solté el aire con la nariz algo rendido, pero sin perder mi sonrisa, a veces era un poco bruto sin tener en consideración las diferencias de los otros. Miré al par que quedaba arriba, sonriendo con confianza y entrecerrando los ojos por el sol. Sabía que el uno era muy tímido y al otro no lo conocía bien, parecían debatirse entre ellos sí hacerlo o no.

    —¡No es peligroso, pueden tirarse! —exclamé con las patas al lado de mi hocico en un intento de ampliar la voz, confiado y tratando de incentivarlos de buena manera.

    —¡Eso, no sean cobardes! —secuenció Jacinto, por mi parte le cayó un puñetazo en toda la coronilla, uno muy fuerte. No borré mi sonrisa a pesar de eso, aunque sí mantenía mi ceño fruncido— ¿Qué diablos te pasa, maldito Horiazana? —atacó sobándose la cabeza encorvado, mirándome incrédulo. Yo mantuve mi pata empuñada a la altura de mi hombro.

    —Así no lograrás que bajen —resolví sencillo. Osea, talvez servía, a mi con esas palabras lograron hacerme bajar, pero el sentimiento no era grato y no quería que esos conejillos más pequeños sufrieran lo mismo—. ¡El que baja tiene premio! —grité entonces otra vez hacía el par.

    —¿Y nosotros también? —preguntó otro de los presentes, a lo que lo miré con sorpresa, pero no demoré en sonreírle.

    —¡Pues claro! ¡Todos los que se atrevan bajar tienen premio, y el que baje mejor gana doble! —vociferé otra vez con las patas al costado de mi boca. ¿Tenía algo en mente en realidad? ¡No, pero ya se me ocurriría!

    La cosa es que lo logré, el par hizo un último intercambio de dudas y seguridades y bajaron corriendo. El susto se los notaba desde lejos, pero cuando empezaron a gritar con entusiasmo y luego la risas se hicieron presentes los más grandes no pudimos hacer otra cosa que vociferarles por la victoria.

    Me reí al final, alegre como yo mismo, pero... Las miradas se posaron todas en mí, como siete pares de ojos casi parecían rodearme.

    —¿Y cuál es nuestro premio, Horiazana?

    Los miré casi con un sudor frío, sonriendo desorbitado, vaya recompensas rápidas querían. Alcé un dedo de mi pata y extendí amplio los de las otras, alzando las patitas a la altura de mis hombre. La orejas caídas y la sonrisa nerviosa me delataban por completo la pseudo-mentira

    —... ¿Za... zanahorias?— Algunos me miraron con extrañeza genuina y a otros no se les demoró en aparecer la cólera.

    —Horiazanaaa —bramó grave Jacinto y con los dos pasos que se acercó sabía que de no reaccionar rápido ahora el apaleado sería yo.

    —¡E-era broma, broma!— Me alejé la cantidad de pasos que se acercó, aun con esa sonrisa nerviosa en cara, negando con mis patas extendida hacia adelante y también con la cabeza, esperaron en silencio y exigente a que me diera a explicar...— ¿O tal vez no? —rasqué mi mejilla con duda y mirando hacia otro lado, para que luego se escuchara una ola de suspiros y quejas de hastío.

    Al fin y al cabo, todo querían una recompensa por sus acciones, ¿no? Y yo tenía que cumplir mi palabra: Mi familia perdió como cinco zanahorias por niño y yo me gané una paliza por zanahoria por parte de la gentil mano de mi madre...

    O puede que tan solo tuviera el recuerdo de los golpes algo exagerado.
     
    Última edición: 22 Enero 2022
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