One-shot El Regreso del Lobo Solitario [Fatal Fury / KoF]

El sol veraniego calentaba la superficie del asfalto, transmitiendo el calor a cada alma que transitaba entre las calles y los edificios de la populosa ciudad. Todos los ciudadanos se encontraban abstraídos en sus labores y quehaceres, como hormigas que han de trabajar diariamente para cumplir con sus designios. Excepto por un grupo de malvivientes, que pasaban la tarde disfrutando de su ociosidad, entre alcohol barato, tabaco y el olor a nafta que producían sus motocicletas.

La piel sudorosa, las barbas descuidadas, tatuajes en sus brazos y cicatrices de viejas trifulcas eran el orgullo de aquellos hombres, cuyo comportamiento obedecía más la naturaleza de las bestias que de las personas civilizadas. El líder, cansado de estarse quieto, siente ganas de tener un poco de acción, por lo que golpea con el codo a su compañero más cercano, como quien quiere llamar la atención. Luego señala con la quijada a un joven que casualmente pasa cerca de ellos. El aludido comprende muy bien qué ha de hacer a continuación.

—Oye tú, idiota: este es nuestro territorio, ¿sabes? —afirma, mientras se planta frente al caminante—. Si quieres pasar por aquí, tienes que pagar.

El muchacho se para en seco luego de oír tales palabras. Aunque parece ser más alto que el maleante, este último no se siente intimidado, obviamente por la ventaja numérica. El delincuente le exige nuevamente que ha de abonar una tarifa, a la vez que extiende su mano para recibir el dinero. A cambio, un golpe contundente le deforma la cara, provocando que su cuerpo se estrelle contra el cordón, quedando inconsciente y con la nariz ensangrentada. Los demás se ponen en guardia, demostrando su furia y, en parte, su incredulidad ante lo sucedido.

—¿Acaso eres un demente? Vas a recibir tu merecido, maldito imbécil —grita uno de ellos, con el rostro enrojecido a causa de la cerveza y la rabia.

—Me temo que ustedes serán quienes recibirán su merecido —musita el extraño, a la vez que acomoda un poco su visera.

Los cinco motoqueros restantes atacan a la vez, solo para darse cuenta de la increíble habilidad y destreza con la que su oponente esquiva los golpes y responde utilizando un solo puño, puesto que con el otro sostiene la bolsa que lleva en su hombro. El primero queda imposibilitado por un puñetazo certero en el abdomen. El segundo se desmaya por un fuerte codazo en la nuca. El tercero recibe un cabezazo que le hace perder la razón y el cuarto, es derrotado por un gancho cuya potencia le quiebra el mentón. Todo ello en un lapso de escasos segundos.
El único de ellos en pie resulta ser el líder. Atenazado por la posibilidad de sufrir el mismo destino que sus colegas, lleva su mano detrás de su cintura para extraer una navaja.

—A ver si ahora eres tan valiente —dice, y mueve el filo con desdén—. ¿Te crees muy listo al pelear con un solo brazo para alardear? De esta no te salvas, desgraciado.

Dicho esto, se abalanza contra su rival, sin demostrar piedad alguna. Quien permanece en el otro extremo, solo atina a sonreír. Eleva el puño que está libre con suma determinación. Ya sabe de antemano que ha ganado, porque confía en sí mismo.

«POWER GEYSER!!»

La toma resulta ser fulminante. El bribón es enviado contra una pared cercana, envuelto su cuerpo en un manto de energía ígnea. Al disiparse, se nota que su atuendo ha quedado chamuscado. A continuación, solo se oye el golpe seco de un cuerpo que da de bruces contra el suelo y el sonido de una navaja que cae muy cerca. De repente, una voz familiar comenta algo a sus espaldas.

—Un gusto verte por aquí otra vez, Terry.

Él se voltea de inmediato, aunque reconoce de antemano de quién se trata. Por supuesto, esa cabellera rubia, el porte tan atractivo y aquella encantadora anatomía. Era ella, indudablemente.

—Puedo decir lo mismo, Mary —él se quita la visera para mostrársela, a modo de saludo—. Supongo que sabes mejor que nadie por qué he vuelto.

La fémina asiente y como respuesta, extrae un sobre blanco de su chaqueta. Este contiene un sello muy peculiar. Terry hace exactamente lo mismo, revelando otro sobre que estaba guardado en el bolsillo derecho de su pantalón vaquero. Ambos se miraron detenidamente, era momento de prepararse. Un nuevo torneo estaba por comenzar.