El regalo de Navidad de Chii [Chobits] (Hideki x Chii)

Tema en 'CLAMP' iniciado por Coraline Rosée, 11 Septiembre 2010.

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    Coraline Rosée

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    El regalo de Navidad de Chii [Chobits] (Hideki x Chii)
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    El regalo de Navidad de Chii [Chobits] (Hideki x Chii)

    Este fue mi fic para el concurso ''Amor a la CLAMP''.

    Título: El regalo de Navidad de Chii

    Fandom:
    Chobits
    Pareja: Chii x Hideki
    Tipo: One-shot
    Clasificación: ?

    EL REGALO DE NAVIDAD DE CHII


    — ¡Mira, Hideki! ¡Nieva!— exclamó la persocon emocionada.

    — ¿A ver?— contestó el joven.

    Hideki asomó la cabeza por la ventana de la casa para poder ver claramente la nieve que había comenzado a caer.
    Era emocionante, la primera nieve de aquel invierno.
    Chii estaba totalmente entusiasmada ante tal acontecimiento.
    Hideki la miró con ternura por varios instantes. La persocon miraba con sus ojos que parecían brillar con el resplandor de la blanca nieve.

    — ¿Quieres que salgamos a verla?—preguntó él con una sonrisa.

    — ¿En serio, Hideki?—preguntó Chii incrédula.

    — ¡Claro! ¿Vamos?—respondió Hideki.

    — ¡Sí!—exclamó la persocon.

    Y justo después, Hideki fue a ponerse su abrigo y su gorro. Chii por su parte decidió ponerse un jersey de lana rosado, con una minifalda negra que llevaba medias rosadas. Luego fue hasta el armario. Lo abrió para ponerse el último regalo de la vecina, unas espléndidas botas de color negro, tan perfectas, nuevas completamente.
    Se reunió con su dueño, el cual se la quedó mirando completamente absorto en la belleza de ella.
    — ¿Chii?—preguntó ella.

    — Estás preciosa—le sonrió el joven.

    — ¿Qué es preciosa, Hideki?

    — Significa hermosa, bella.

    — ¿En serio Chii es preciosa?

    — Más que preciosa…

    Cuando Chii logró comprender aquel cumplido, se lanzó hacia Hideki para derribarlo de un abrazo. Él simplemente rió y la abrazó con un poco de fuerza, pasando delicadamente sus dedos entre los cabellos rubios de la persocon.
    Así solía ser su día a día, recibiendo los efusivos abrazos de su amada.
    Viendo así, se diría que no le importaba en absoluto ser virgen mientras pudiera estar con ella. No le importaba que no pudiera desearla, solo le importaba protegerla y cuidarla de los mil peligros que acechaban en aquellos tiempos.

    Tras aquel tierno episodio, el chico cogió un abrigo y se lo puso a Chii. Obvio no se resfriaría, pero se veía tan linda con esa larga chaqueta suave de color tan blanco como la nieve… En fin, cualquier prenda, aunque fuera vieja y horrible, se veía espléndida en Chii.

    La tomó tímidamente de una mano para guiarla.
    Comenzaron a caminar por las calles de Tokyo, pisando la nieve que lentamente comenzaba a cubrir el suelo.

    Tras saludar a la vecina con el típico ‘Ohayo’ japonés, prosiguieron su paseo.

    — ¿Dónde vamos, Hideki?

    — Iremos primero al parque a jugar con la nieve, luego ya debemos hacer las compras. Si tú quieres, aprovecharemos que nieva para dar un paseo—respondió el mencionado.

    — ¡Sí!

    — Está bien, Chii.

    No tuvieron que caminar mucho entre edificios hasta conseguir llegar a uno de los mejores parques que poseía Tokyo.
    Lo rodeaba un gran muro, rematado con unas verjas de color negro brillante. Se podía divisar cómo los árboles más altos sobresalían por encima del muro, aunque estaban desnudos, sin sus hojas y con hielo adornándolos en lugar de flores.
    Simplemente espectacular, eso le parecía a Chii el paisaje invernal de Tokyo.

    Seguidamente, entraron al interior del parque por la amplia puerta de hierro forjado negro, que estaba abierta al público.
    La verdad, se veía un tanto triste el parque, con la mayoría de sus árboles sin hojas, no había flores, ni los rosales tenían sus maravillosas rosas.
    Pero la blanca nieve sustituía a esa amplia gama de colores. Adornaba cada milímetro del parque con su helada pureza, como si cuidara a la naturaleza hasta que le tocara su turno a la primavera.
    — Maravilloso…—murmuró el joven con una sonrisa.
    — La nieve es muy hermosa, Hideki—sonrió ella.
    — Sí lo es, Chii, lo es…—suspiró su compañero sonriéndole con dulzura.
    La persocon le regresó la sonrisa. Acto seguido, salió corriendo para poder tocar la pureza blanca hecha materia. Se retiró un guante y acercó sus delicados dedos hasta alcanzar a rozar la nieve con ellos. Al instante retiró la mano. Estaba fría. ¡Menuda sorpresa! Para Hideki, obvio no le sorprendía que fuera fría, sin embargo le causó bastante gracia el hecho de que Chii se sorprendiera tanto al notar lo gélida que era. Dejó escapar una leve risita, para luego observar con atención las investigaciones de su amada por las posibilidades que tenía aquella materia helada.
    La pequeña Chii cogía la nieve, la aplastaba, deshacía, amontonaba, toqueteaba para volverla figuras… Iba explorando cada pequeña cosa que podía hacer con ella, cualquier mínima acción, por muy insignificante que fuera.
    El chico desvió por un instante la vista hacia los pequeños mirlos que buscaban un lugar para refugiarse de la glacial temperatura que se había establecido en la mayor parte de la prefectura desde varios días atrás, aunque aquella era la primera nevada del invierno. La navidad se estaba acercando.
    ‘¿Qué podría regalarle a Chii por navidad?’ pensó.
    Obvio no tenía ni la más mínima idea de qué comprarle a ella, pues iba a ser la primera navidad que pasaba con Chii y no solo en su casa. Tampoco tenía muchos conocimientos acerca de lo que le podría gustar…
    Sin poder parar de darle vueltas al asunto, no se fijó en que la persocon se iba aproximando poco a poco, sin hacer el más mínimo ruido. Cuando llegó a una distancia prudencial, Hideki recibió el impacto de una masa fría y húmeda, en forma de bola que se aplastó y deformó al contacto con su cuerpo.
    Una risita leve, juguetona y femenina. Y unos pasos alejándose rápida y graciosamente sin casi pisar el suelo. Al joven se le escapó una sonrisa. Se volteó y comenzó a perseguir a Chii sin dejar de reír.
    A cada paso estaba más cerca de ella, la cual se limitaba a reír sin parar. Tenía motivos, ya que estaba jugando con Hideki en la nieve, algo totalmente nuevo para la pequeña Chii.
    Sin casi darse cuenta, pasaron horas en aquel parque. No querían terminar la diversión. Pero tuvieron que hacerlo.
    Regresaron a la casa a pesar de que ambos querían quedarse aún jugando con la nieve.
    — Chii, he de salir —dijo Hideki
    — Entendido —sonrió ella.
    — Cuida la casa y ten mucho cuidado. No tardaré.
    — ¡Sí!
    Acto seguido, el joven desapareció por la puerta principal.
    Bajando las escaleras, encontró a la vecina.
    — Buenas tardes, Hideki—lo saludó la buena mujer.
    — Buenas tardes, señora—respondió el joven.
    — ¿Todo bien?
    — Por supuesto. Chii está muy emocionada con la nieve.
    — Claro que lo estará. Incluso para una persocon es algo increíble.
    — Eso creo… Un momento… ¿podría hacerme un favor?
    — Claro, dime.
    — ¿Puede quedarse con Chii unas horas? Debo salir.
    — Claro que sí, Hideki, ya mismo voy hacia tu casa—sonrió ella.
    Después de agradecérselo una y mil veces, Hideki salió de la calle mucho más tranquilo. Confiaba en que su vecina la cuidara tanto cómo él.
    Mientras que Hideki caminaba entre tiendas buscando lo más perfecto para Chii…
    En la casa del joven, la buena mujer ayudaba a Chii el arte de las agujas de tejer.
    La persocon parecía entusiasmada con tal cosa, y ponía todo su empeño en aprenderlo.


    CCon práctica lo lograrás, Chii—sonrió ella.


    Sí—asintió la pequeña concentrada en el trabajo.


    Una vez que por fin Chii logró cogerle el método, sonrió muy satisfecha con lo que había aprendido.


    Justo entonces se fijó. Sobre una silla reposaba la bufanda de Hideki, de color negro. ¡Estaba rota! Pero… si Hideki no tenía bufanda se iría a resfriar. Y eso alarmaba mucho a Chii.
    ¡Tenía una idea! Y al momento se puso a trabajar.
    Cuando Hideki regresó con una caja bastante grande que fue a esconder en el armario, vio a Chii muy concentrada tejiendo algo.

    — ¿Qué haces, Chii?—cuestionó.
    — Tejer, Hideki—le respondió la mencionada sin apartar los ojos de la lana.
    Realmente extraño… Una y otra vez, el joven se preguntaba qué estaba haciendo con tanta lana.

    Y el misterio crecía cuando Chii pasaba las noches despierta tejiendo. Noches enteras en vela. Acabaría por caer enferma, si pudiera.

    Por fin, el día 24.
    Esa noche tuvieron una cena especial.
    Cuando Chii ya dormía, Hideki fue cuidadosamente hasta el pequeño árbol de navidad y fue a dejar su regalo.


    Pero se percató: otro paquete más había.
    Se podía leer: ‘’Hideki’’. ¿Acaso Chii le había hecho un regalo?
    Estaba impaciente, no podía esperar a abrirlo.


    Comenzó a coger con delicadeza el paquete.
    Pero hizo uso de la torpeza cuando tropezó con el mando a distancia del televisor y fue a caer sobre Chii, despertándola.
    Ella simplemente le sonrió y le dijo que ya lo podía abrir si eso deseaba.
    Hideki rompió con cuidado el papel. ¡Una bufanda! Negra, con el nombre de Hideki bordado en blanco. Un trabajo increíble hecho por Chii especialmente para él.
    No pudo contener las ganas de abrazarla fuertemente.

    Y si, ya era bien tarde. Tal vez en aquel barrio fueran los únicos que no dormían aquella noche del 24 de diciembre. Pero no les importó nada para salir a dar juntos un paseo entre la blanca nieve que no cesaba de caer, mientras las nubes le daban un respiro a la luna, que presenciaba aquel paseo nocturno de la pareja.

    Porque ese regalo, el regalo de Chii, nunca lo olvidaría.
     
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