[Testimonio] El ojo del Demonio (Peur)

Tema en 'Relatos' iniciado por Sonia de Arnau, 29 Noviembre 2014.

  1.  
    Sonia de Arnau

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    Escritor
    Título:
    [Testimonio] El ojo del Demonio (Peur)
    Clasificación:
    Para todas las edades
    Género:
    Drama
    Total de capítulos:
    1
     
    Palabras:
    1760
    Bien, éste es un escrito que escribí para un concurso, el cual, a pesar de esperar, no tuve la paciencia para no publicarlo, así que he cometido el pecado de publicarlo. No importa realmente si me descalifican. Ya no me importa :D Pero disfrute entrar e intentar algo nuevo, lo único que no disfruté fue esperar tanto, jejeje.
    Es un one-shot es dedicado a un personaje de mi historia Peur. Espero les guste o por lo menos disfruten este intento de "testimonio".

    El Ojo del Demonio

    Todos y cada uno de nosotros como seres humanos, disfrutan hacer algo que los llena de felicidad y mi caso no es la excepción, aunque no es exactamente algo que alguien “normal” consideraría como un hobbie. Mi “diversión” —lo digo de esa forma ya que no lo consideraría como uno, pues lo hacía porque ya era parte de mí hacerlo, como el respirar; no es un placer, pero no puedes vivir si no lo haces— era matar a personas.

    Les contaré mi peculiar manera de elaborar aquello y también cómo es que desarrolle tal tendencia. Yo nací en Inglaterra en el siglo XIX en un insignificante y pequeño pueblo, me nombraron cómo a mi abuelo; Damián y el apellido de mi familia era Marrett, aunque ahora que lo pienso fue innecesario, ya que mayormente me conocían por un sobre-nombre. Prácticamente tuve una infancia normal, nunca fui a la escuela, mi padre no veía la necesidad de mandarme. Cuando cumplí los 6 años, recuerdo que él constantemente me decía “que no la necesitaba”, lo extraño era que todos los sábados iba un instructor a darme clases. Fue de esa manera que aprendí a leer; tal vez ese hombre no quería que fuera un iletrado sin más. También aprendí a tener buenos modales. Siempre fui una persona seria, me gustaba quedarme en casa, en mi habitación, sentado, mirando por la ventana y me consideraba feliz por ello.


    Cualquiera pensaría que crecería como cualquier joven talentoso de aquel tiempo, pero no fue así, todo cambió cuando cumplí los 9 años y la pequeña fábrica de mi padre quebró y estuvimos en la necesidad de irnos a vivir a Londres. No me fue difícil mudarme pues realmente nunca tuve lo que muchos llamaban “amistades”, así que me acostumbré a la nueva vida. Al mes de mudarnos, hubo una noche que para mí fue significativa en mi vida. Me acuerdo que me fui a dormir y no sé cuánto tiempo pasó, pero abrí los ojos exaltado al escuchar un ruido irreconocible a mis oídos. ¿Cómo explicarlo? Fue una especie de grito ahogado y golpes a lo que parecía la mesa que había en la pequeña sala. Me levanté con la intención de asomarme, pero antes de salir de la habitación que compartía con mis padres, me acerqué a una caja de madera que mi padre insistió en dejarla allí. Sabía que dentro había un arma de fuego, así que tomándola en mis manos y temblando salí del cuarto, y poco a poco sentí como mi pecho comenzaba a dolerme; la ansiedad de no saber qué es lo que me iba a encontrar me estaba carcomiendo por dentro, pero aun así, armándome de valor, continué hasta detenerme en la entrada de la sala. Me impresioné de gran manera; abrí mis ojos tan grandes como pude y no sé qué expresión reflejé en mi rostro, pero lo que sentí en ese momento al ver a mis progenitores tirados en el suelo desangrándose, fue impresión combinada con incredulidad, distinguí que mis ojos se cristalizaban llenándose de lágrimas.


    Mi impactado rostro se desvió al hombre que los había asesinado. Lo recuerdo muy bien; con su desagradable aroma a calles, su barba de tres días sin afeitar y sus ojos negros como la misma oscuridad miraron mis ojos azules mientras su rostro dibujaba una sonrisa distorsionada. Y con una voz jactanciosa, su sonrisa se amplió más cuando yo, como mero acto de reflejo, levanté el arma y le apunté. “¿Vas a disparar?”, me dijo mientras movía la cabeza de un lado a otro “Anda, hazlo.” Me invitaba a hacerlo, pero a decir verdad yo ni siquiera sabía cómo usar un arma, ni siquiera mi padre la utilizó, tan solo la tenía por si acaso, ¿era que ese acaso había llegado? No lo sé, pero en aquel momento sentí que un sudor frío escurría por toda mi espalda. Por un momento me paralicé mirando la burla de aquel hombre, mientras con mis grandes ojos lo miraba con... ¿qué era? ¿Miedo? Nunca había experimentado aquel sentimiento, pero al ver que se acercaba a mí mientras seguía diciendo que no me atrevería a disparar y aunque mis manos temblaban como nunca, sucedió; apreté el gatillo y la bala impactó en plena pierna del asesino. El hombre dio un escalofriante grito de dolor mientras se arrodillaba tomándose con desesperación la pierna y después, sin darle la ventaja de mirarme, volví a disparar, pero esta vez atravesé su costado, lo que lo obligó a gritar nuevamente.

    Fue precisamente en ese momento en que algo dentro de mí cambió. Mis manos ya no temblaban más y aun seguía apuntando, pero lo que me gustó, por decirlo así, fue ver el rostro lleno de terror del hombre, aquella mirada de jactancia fue cambiada por una verdaderamente “agradable” a mis ojos ante el miedo que reflejaban sus ojos. Suplicas no se hicieron esperar de él, me pedían una y otra vez que no disparara. ¿Qué no podía disparar? Una sonrisa se dibujo en mis labios al escuchar aquellas palabras. “No dispares” rogaba, pero yo, apunté en su cabeza y otra bala más quedo en su cuerpo, esta vez matándolo.

    Miré mis manos para después mirar los cadáveres de mis padres. Tan solo los miré sin sentir nada, en ese momento dude si tenía sentimientos. Mis padres; ninguna lágrima se derramó por ellos aquel día, yo tan solo me sentía extasiado de aquel sentimiento nacido en mí. La gente; el reflejo del miedo en las personas, el destello del miedo en sus rostros cuando piensan que no les puede pasar nada, ver en persona el cambio repentino de ellas era lo que de verdad me gustaba.

    Después de ese día, salí de casa y comencé lo que sería mi trabajo. Mataba a las personas al azar, pobres, ricos, viudos, niños, todo al que quisiera. Mi método era usar tres balas, disparaba una en la pierna para que no consiguieran moverse, otra en el estomago o cerca como la compensación de ver sus rostro lleno de horror y súplica mientras veían venir su descanso eterno con la bala final en la cabeza.

    La gente me llegó a nombrar “El ojo del demonio”, aquel asesino serial que llevaba la cicatriz en forma de un ojo en su mano izquierda. Me hice uno, pues llegué a creer que la mano con la que arrebataba la vida de las personas tenía el derecho de ver como lo hacía. La gente llegó a un punto en que temía hasta salir de casa y de que "el ojo" lo tuviera en su mira. Cualquier persona de cualquier clase de vida social temía en ser la siguiente víctima del ojo del demonio; me gustaba ver sus rostros llenos de aquel sentimiento, los padres ni siquiera dejaban salir a sus hijos a las calles, con temor de que los mirara y se convirtieran en su punto de mira.

    Cuando una de mis víctimas tenía hijos, era mucho mejor para mí, ya que primero mataba a los hijos frente a sus padres para disfrutar de los alaridos de súplica de los progenitores y después me encargaba de ellos; disparar tres veces. Por mi habilidad de esconderme entre las sombras y escabullirme a las moradas, me fue fácil ocultarme para las autoridades. Mi fama había crecido tanto, que tiempo después, algunos jefes de organizaciones o empresas me buscaban para encargarme de trabajos sucios. Yo no veía el problema, así que los aceptaba, ya para ese tiempo lo que hacía no era para siquiera satisfacer mis deseo, ya lo hacía porque eso se había convertido en algo rutinario para mí. Aquellos magnates de negocio, poco a poco fueron desapareciendo, y los días de su vida se acortaban cuando mandaban a otros a matarme.

    Seguiría de esa manera si no fuera porque una noche cometí un error, el ojo del demonio quedó ciego en ese momento; no apunté bien y en vez de perforar el estómago de aquel joven maestro, tan solo le rozó la costilla y eso dio oportunidad para que se levantara y luchara contra mí para arrebatarme el arma de fuego. No le fue fácil, ya que yo golpeaba fuertemente la herida del maestro. El error fue cuando logró escapar; la primera persona que pudo hacerlo. Decidí buscarlo para terminar con el trabajo, pero no logré encontrarlo; tal vez los policías lo mantuvieron protegido, ignoro lo sucedido, así que decidí pasarlo por alto y seguí con mi rutina. Tres semanas después del suceso, él me encontró; el odio hacia mí no solo por querer matarlo, también su mirada reflejaba rencor por haber aniquilado a siete de sus estudiantes.

    "Voy a detenerte" fueron sus palabras llenas de odio mientras las arrastraba por esa aberración. Yo no reaccioné, no me importaba, tan solo lo miraba sin expresión alguna mientras sostenía el arma.

    "Has venido a tu propio infierno" recuerdo que pensé.

    Nadie es perfecto, ¿por qué yo lo sería? Esa noche fui yo quien recibió dos disparos y mi mente formulo una pregunta; esa cuestión que me hizo pensar y cambiar; "¿mis víctimas sentían esto?" Así era, ese día fui yo quien estuvo en el lugar de aquellas tantas personas que asesiné, sentí el mismísimo pavor dentro de mi ser. "No quiero morir", pensé al final al estar frente al arma que por poco me aniquilaba. Ese mismo miedo que disfrutaba tanto ver en las personas; me hizo darme cuenta que realmente no deseaba la muerte, que nunca hice nada en la vida, nunca la disfruté como debía ser.

    Por esa misma razón, cuando salí de las garras de la misma muerte, salvándome el mismo miedo del maestro de matar a alguien, prometí cambiar. Por esa misma razón trato de vivir una vida relativamente normal, mudándome a un país distinto, y tomando la identidad de mi última víctima; Ian Flint.


    "Nunca es demasiado tarde para arrepentirse y volver a vivir."
     
    Última edición: 29 Diciembre 2015
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    Marina

    Marina Usuario VIP Comentarista Top

    Tauro
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    Wow, así fue como se formó Ian. Jamás hubiera pensado que su carrera como asesino comenzara desde muy jovencito, desde que perdiera a sus padres de esa forma tan trágica, con razón perdió esas emociones que caracterizan al ser humano y no fue sino hasta que pasó por la misma situación que la que pasaban sus víctimas, que pudo recuperar lo que había perdido. Verse al borde de la muerte lo hizo desear cambiar su vida. Ahora comprendo más su papel en la historia de Peur, por qué razón sintió ese deseo de hacer todo lo posible por salvar a Ade, por qué incluso pudo sentir amor romántico por Zuleme.

    Y esa frase al final es muy cierta. Jamás es tarde para rectificar los pasos. Si bien es verdad que lo hecho, hecho está, el presente puede manejarse de manera correcta para hacer un futuro mejor. Flint aprendió eso y trató de rectificar.

    Su personaje es mi favorito en la historia. El mejor, para mí. Me encantó conocer más sobre su vida, pues con esto me he formado un cuadro completo de él, del por qué, el como y cuando. Gracias por el escrito.

    TKM, nos vemos en la próxima.
     
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