El niño cayó de su bicicleta, su rodilla sangra horrores. El niño se levanta, sacude su ropa y toma su bicicleta para volver a montarla. El niño no llora. El niño no siente dolor. Pero su silencio, su silencio dice más que mil palabras. Su silencio refleja otros dolores en sus ojos hundidos. Un raspón sana. Un moretón desaparece. Pero la tristeza en el corazón, sin duda tardaba en cauterizar y el niño estaba más que convencido de que esta lo acompañaría por un largo tiempo, hasta que decidiera finalmente dejarla ir para siempre...