Para la mayoría de los niños estudiar es la cosa más aburrida y fastidiosa del mundo. Ir al colegio se convierte en una rutina obligada, una rutina de la que quieren desprenderse para pasarse el día jugando a la consola, en el ordenador o simplemente al fútbol en la calle. Matemáticas, ¿Para qué sirven? Se pasan el día haciendo cálculos, contando aquello, y eso otro. Problemas que no tienen sentido. Dictados en los que algunos descontarán faltas. Redacciones, estudiar los animales y los mapas de España y de otros lugares más lejanos. Pero no todo en la escuela es aburrido. Un equipo en gimnasia para jugar a algún juego. El patio: risas, bromas y hacer esa media hora eterna. El momento de comer el bocadillo es el más esperado y maravilloso de todos. Momentos felices dentro de la rutina, inmersos en un compañerismo único. Por eso cuando han pasado unas vacaciones, en el fondo de sus corazones están deseando volver. Volver a ver a sus amigos. Los alumnos disfrutan los unos con los otros sin darse cuenta que tanto con su propia felicidad o con el momento más triste de todos, convierten el día a día de alguien como ellos en un infierno. Alguien que se convierte en una persona afligida y distante. Serio como un adulto con una coraza que le separa de ellos. El marginado. Así le llaman. O quizás le llaman raro, ¿Será tal vez el caramono? O quizás el niñato de mierda. Ellos olvidarán los insultos pero él los recordará por el resto de su vida. Ellos se preguntarán: ¿Por qué tenemos que hacer los ejercicios solos? ¿Podemos hacerlo juntos? A veces el profesor accederá y entonces se emparejarán e intentarán solucionar los problemas unidos. El intentará que no se fijen en que está allí, como un mueble más e intentará seguir solo con sus deberes. El profesor le juntará con alguien y entonces el bajará la cabeza deseando que los trabajos en grupo desaparezcan para siempre. Los mismos que le ignoran son los que le han hecho así. Ellos se preguntan, ¿Por qué no habla? Y cuando lo hace se sorprenden y vuelven a decirse que es tonto. Nada más dice tonterías, o deja una frase a medias y vuelve a bajar la cabeza. A veces nada más que hacen bromas y él como una víctima empieza a llorar. Le piden que no se lo diga al profe, ellos no han hecho nada al fin y al cabo. El se pregunta: ¿Por qué no les hablo más? ¿Por qué no soy como ellos? ¿Por qué no me miran? Es débil y diferente. Tienen razón cuando le dicen que es un llorón. Notas: Bueno un escrito corto, en realidad no tenía título hasta ahora y lo puse muy sobre la marcha. Si se os ocurre uno mejor, no dudéis en decírmelo. Y no dudeis tampoco en decirme fallos.