El juego.

Tema en 'Relatos' iniciado por Cygnus, 26 Junio 2011.

  1.  
    Cygnus

    Cygnus Maestre Usuario VIP Comentarista destacado

    Libra
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    Escritor
    Título:
    El juego.
    Clasificación:
    Para adolescentes maduros. 16 años y mayores
    Género:
    Drama
    Total de capítulos:
    1
     
    Palabras:
    1438
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    El Juego.



    La pequeña no los escuchaba realmente. Odiaba cuando algún altercado estúpido eliminaba el espíritu pacífico y mágico de la casa. ¡Pero era tan difícil concentrarse en su juego con aquellos gritos!
    —¡Cállate, mujer! ¡No tienes ningún derecho a hablar, y bajo ningún motivo voy a perdonarte jamás! ¡Eres una vergüenza!
    —¡Yo hago lo que se me plazca en esta casa! —replicaba a todo pulmón la madre de la niña, desde el comedor—. Bastante bien merecido lo tienes por abandonarme de este modo.
    La pequeñita, de apenas siete años de edad, centraba sus atenciones en el par de muñecas de trapo que tenía en las manos, o al menos ésa era su intención. Eran de baja calidad y ya muy viejas; a su padre nunca le importó su recreación con juguetes.
    —¡Maldita mujerzuela, adúltera! —exclamaba el hombre, añadiendo otros adjetivos despectivos que los oídos inocentes de la niña no alcanzaban a comprender.
    “Bienvenida, señorita, ¿qué se le ofrece?”, murmuraba la niña para sí misma, moviendo la cabecita de una de sus muñecas, que tenía dos cruces por ojos. Le dolían hasta el alma los insultos lejanos que le lanzaban a su madre, a su querida madre. “Buenos días, señora. Vengo a comprar”, simulaba que hablaba su otra muñequita.
    —¿Te parece correcto que pasen hasta tres noches sin que vengas a dormir a tu casa? ¡Eres un desvergonzado! —gritaba la madre al fondo de la sala.
    —Yo soy el hombre aquí y puedo hacerlo sin problemas —alegaba él.
    La niña no disfrutaba de su juego. La angustia taladraba su estómago. Les estaba dando la espalda a sus padres, en la misma sala, acomodando sus muñecas sobre una mesita en la esquina. Generalmente a su madre le preocupaba que la niña presenciara la violencia, pero ahora las cosas sonaban distintas. La pobre mujer estaba aplicada totalmente con la discusión de su marido y no atendía a nada más. Parecía tener serios problemas esta vez. ¿Se había olvidado de ella?
    —Es una vergüenza que hayas metido a otro hombre en mi cama. ¿Sabes lo que eres? Eres una…
    La niña se tapó los oídos. Con semejantes barbaridades de fondo, hasta el mismo juego inocente se tornaba agresivo.
    “Quiero comprar un vestido rosa”, decía una muñeca a la de los ojos de cruz con la voz sumamente temblorosa. Las manos no podían sostener a las muñecas, perdían fuerza, su vigor se esfumaba. A juzgar por el movimiento trepidante de las figuritas, parecían tener alguna crisis de epilepsia.
    —¿Ah, sí? ¿Y con cuántas mujeres te habrás metido tú durante tus noches de ausencia? —le retó la madre con vehemencia.
    —¡Con ninguna! ¡Con ninguna porque no soy como tú! Pero de haberlo hecho, ¿qué tiene? Soy un macho y tengo derecho a hacerlo.
    “Tengo un modelito… que le va… que le va a gustar…”, se esforzaba la niña en continuar con su juego, pero su corazón estaba a punto de escapársele por la garganta. ¿A qué se refería su madre? ¿Qué significaban aquellas palabras?
    Los gritos volaban de un lado a otro. ¡Cómo deseaba ver a sus padres en paz, queriéndose, dándose muestras de cariño, y ella sintiéndose tranquila, segura y protegida bajo su compañía!
    —¡Ya me tienes harta! —exclamaba la madre.
    —¡Tú más! —respondió él en un tono más grave, y acercándosele.
    La pobre niña no pudo evitar volver el rostro para mirar lo que sucedía entre sus padres. No le gustaba que gritaran así, se aterraba. La atención en sus muñecas la tenía ya completamente desenfocada.
    —¡Aléjate de mí! ¡Quítate!
    —Yo hago lo que quiero contigo. A mí no vengas a darme órdenes.
    La madre sintió un impulso repentino, y empujándola con todas sus fuerzas, le repitió:
    —¡He dicho que me sueltes, bestia, animal!
    Él trastabilló un segundo hacia atrás, pero se recuperó pronto, y ante los ojos pasmados de su hijita, hizo acopio de su supuesta aunque fallida hombría.
    —¡Estúpida!
    Tras el chasquido sonoro de una gran bofetada, una muñeca resbaló de una manita y cayó al suelo silenciosa.
    La madre tenía el rostro vuelto por el golpe, y mantenía ambos ojos cerrados. La pequeñita, con la sombra del miedo bajo sus párpados, tuvo el instinto de correr hacia ella sin saber por qué, o en qué podría ser de utilidad. Parecía como si, con ello, el mundo se viniera abajo, una terrible catástrofe. ¿Qué era lo que le decía que las cosas jamás volverían a ser como antes? Era el inicio del fin. Sus padres se odiaban.
    —¿Mamá? —susurró, tomando su mano.
    —Criatura apestosa, ¿quién te ha llamado en esto? —espetó el padre con su furia arrebatada—. ¡Lárgate ahora mismo!
    —Hija… vete a tu recámara, por favor —murmuró la madre, apenas moviendo los labios evidentemente partidos.
    —Mamá… no, por favor… no peleen… me da miedo, por favor, no peleen… por favor… —decía la pequeña con lágrimas incipientes.
    Antes de que su madre pudiera responder algo ante estas súplicas, un brazo poderoso la atenazó y la arrastró por la sala.
    —¡Te he dicho que te quites de en medio! ¡Voy a terminar con esta sinvergüenza! ¡Largo!
    La niña se mordió la lengua hasta hacerse sangre. Cayó de rodillas frente a sus muñecas viejas y un temblor la sacudió profundamente. Tenía los ojos desorbitados y fijos en el suelo: le destilaban lágrimas redondas y gruesas, que se escapaban fácilmente porque no había ni esfuerzo ni voluntad en contenerlas.
    Más golpes volvieron a escucharse: los gritos eran de ambos. Aparentemente su madre trataba de defenderla.
    —¡Salvaje! —se escuchaba.


    Ella no volteaba más. Recogió sus muñecas con precipitación y se encerró en su recámara sin volver a mirar la escena. Era suficiente para ella. El brazo continuaba doliéndole, porque su padre le aplicó toda su fuerza en él.
    Cerró la puerta con seguro y se sentó recargándose en ella. Sus dos muñequitas estaban en sus manos, pero ahora tenían menos vida que nunca. Sus cabezas caían debido a sus cuellitos flácidos.
    Agitó su cabeza un par de veces, quería alejar los recuerdos de la tristeza. Detrás de la puerta, aún se escuchaban gritos y golpes, cada vez más furibundos.
    “Quisiera que me mostrara el vestido rosa”, dijo la niña, intentando colocar en el suelo a las muñecas, para concentrarse en otra cosa. No tenía ánimos, pero quería olvidar. “¡Por supuesto! Mire este modelito”.
    Afuera las cosas parecían empeorar. La madre lloraba a gritos, lo insultaba de forma bárbara y el padre no aflojaba en sus pretensiones.
    “¡Quiero comprarlo!” exclamó la niña más animada, dispuesta a ahogar los gritos de sus padres con su juego. “¿Cuánto vale?”, gritaba la misma.
    —¡No, no! ¡Piensa en nuestra hija! ¡No, no, por favor, no! —escuchó de pronto la niña detrás de la puerta de su recámara, y sus pupilas se contrajeron.
    “¡Cincuenta dólares!” gritó con todas sus fuerzas, para que su voz predominara entre el horror de afuera, y como no bastaba, continuó. “¿Cuánto dice usted?” “¡Cincuenta dólares! ¡Cincuenta dólares, cincuenta dólares, cincuenta dólares!”.
    Y continuó repitiendo la frase en su juego con las lágrimas escurriéndole por sus pálidas mejillas, al saber que seguramente estaban golpeando brutalmente a su madre.
    —¡No, por favor! —se escuchó al final, tras un gemido gutural del padre.
    “¡Me lo llevo!”, gritó la niña. Eso era todo.
    Soltó sus muñecas. El juego había terminado.
    Un ruido metálico en el exterior, eco de zapatos. Jadeos increíbles propios de un loco. ¿Qué estaba pasando? De forma subconsciente lo sabía, pero su ingenuidad no le permitía comprenderlo, deshilacharlo en su mente.
    Alguien tomó la puerta de escape de la sala, alguien corrió hacia la calle, alguien nunca volvería.


    La pequeña abrió la puerta de su recámara lentamente. ¿Cómo lo hizo? ¿De dónde adquirió el valor? Lo ignoraba. Pero algo la impulsó a abrirla y descubrir lo que había pasado. Ya estaba oscura la sala. El padre había apagado la luz y dejado la puerta abierta en su huida. Los labios le temblaban a la niña, no sabía lo que debía hacer. Las muñecas en sus manos vacilaban, amenazaban con resbalarse por descuido.
    —¿Mamá? —llamó débilmente.
    A tientas, buscó la pared opuesta, en donde estaba el interruptor de luz. Caminaba lento, prolongando el tiempo para llegar, para saber la verdad.
    La encendió.
    —¿Mamá? —preguntó con un hilo de voz. ¿Por qué su madre estaba tirada en medio de la estancia?
    Caminó lentamente hasta donde ella se encontraba.
    —¡Mamá! —gritó entonces, tan fuerte como hasta hace un momento lo había hecho.
    Y arrodillada sobre el piso, lloró como nunca.
    Las muñecas también cayeron al piso. Ya no había lugar para más juegos fingidos.

    ___

    Saludos.
     
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  2.  
    Sere

    Sere Silent

    Libra
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    Pluma de
    Escritora
    Saludos ^^.

    Había leído otros escritos tuyos, pero este es el que me ha obligado a comentar sin esperar al más tarde que no cumplo ¬¬... sabes, se me nublaron los ojos sólo de leerlo, soy demasiado sensible con los niños, o al menos eso creo...

    Imaginé a la niña sola, tratando de evadir la realidad, como si silenciara las voces de su padre con tan sólo mover las muñecas, una forma en qué al verla cualquiera pensaría que esta bien, cuando en realidad se está muriendo por dentro.

    Luego esta ese momento de intervención, cuando se detiene para encontrarse con su padre iracundo y su madre sufriendo, esto último por extraño que parezca -hablando de su madre -con un poco de su esencia con un murmuro, por eso la defendió a gritos y lamentablemente murió.

    Él padre me gustaría llamarlo "desgraciado", pero me temo que es poco, en especial después de dejar huerfana a su propia hija por que dudo que se encargué de ella, aunque también sería lo mejor si consideramos que en un arranque la maté también a la pequeña.

    Gracias por la historia
    Editado. Disculpa creo que no se entendía lo de la madre U-.-
     
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  3.  
    Erzabeth

    Erzabeth Fanático

    Tauro
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    Muy linda historia (Fui la primera en leer, si, estoy presumiendo -.-), Es un caso tan… real, que da tanta tristeza leerlo
    Cygnus, de nuevo me han ganado en comentar, lo siento, no fue mi culpa que no me hayas avisado.
    Este escrito va a mis favoritos de tristeza, espero leer mucho más ^^
     
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  4.  
    raindragon

    raindragon Iniciado

    Cáncer
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    aunque es una historia no puedo creer que cosas asi sucedan en la realidad, se necesita ser muy poco hombre para tratar a una mujer asi y lo que es peor enfrente de una niña, se me hizo muy completa y muy buena historia.
     
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  5.  
    OnixTymime

    OnixTymime Made of stone

    Piscis
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    ¡Hola Cyg! ^^
    ¿Qué te puedo decir que no te haya dicho sobre este corto?
    Me pareció bastante interesante los intentos de la niña de omitir la discusión de los padres. Creo que cuando esas cosas suceden uno hace lo posible por ignorarlo. Podría decirse que me sentí identificada con lo que hacía la niña.
    Me dio rabia con el padre, que tuvo las agallas de matar a su esposo y salir corriendo, sin pensar en su hija. Para colmo de los colmo, la deja a ella sola, con el cadáver de su madre. Si la niña fuera real, estoy segura de que quedaría con un trauma y en adelante pasaría por un momento extramadamente difícil. Que una niña esté sola es fuerte.
    Te felicito una vez más Cyg, es una lástima que nuestro duelo de fic no haya tenido éxito ;A;

    Pokiu!
     
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  6.  
    Accelerator

    Accelerator Shadow Paladin elf

    Piscis
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    Pluma de
    Escritor
    Pensar que algo tan macabro puede pasar en la realidad, ya que ese tipo de violencia a veces es más común de lo que uno piensa. Sólo digo una cosa sobre el padre, es un maldito hdp que ni siquiera midió las consecuencias de sus actos, dejando a su hija con un trauma de por vida al ver muerta a su madre por una pelea.
     
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  7.  
    CarlosCF

    CarlosCF Usuario común

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    Pluma de
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    A ver, creo que responder al “¿cómo me siento?” es la mejor forma de comentar este cuento, mmmm, después de leerlo todo, y de volverlo a pensar en mi mente para comprender algo más que lo obvio, hubo un corto momento en que hizo que mi corazón se sintiera oprimido, y mi pecho un poco parestésico; luego realmente me dio lástima porque me hizo recordar a todos los niños huérfanos en la tierra que se quedan sólo y sin nadie que los quiera, también pensé en como podría continuar una historia como esa, hipotetizando, claro está, que esta fuera un caso real, ¿qué haría la niña?, ¿se quedaría llorando ahí toda la noche y días?, ¿llamaría a alguien?, definitivamente el final más seguro era evidente, ella terminaría en un orfanato, o viviendo con algún pariente que la quiera recibir.

    Linda historia, un poco triste además, y estaba pensando en tu persona mientras leía la parte media del texto, pero ya luego detesté mis insinuaciones y recordé que yo también suelo crear dramas, así que concluí que es como todo, que tiene pro y contra.
     
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