Drama El fin de la guerra

Tema en 'Relatos' iniciado por Brendiux, 4 Marzo 2017.

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    Brendiux

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    Título:
    El fin de la guerra
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    Para adolescentes maduros. 16 años y mayores
    Género:
    Drama
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    1
     
    Palabras:
    888
    El fin de la guerra
    Brenda LoSa

    Raúl, el soldado de mirada de fuego extinto, había perdido la noción de los días que llevaba en ese pedazo de infierno en la Tierra. Cuando recién llegó, todavía le preocupaba el tiempo transcurrido. Cada amanecer tallaba con su chapa de identificación una raya en su casco. Era joven e ingenuo, creía que luchaba por una bandera. La única bandera por la que había luchado era por la codicia del hombre y, bajo ella, incontable gente había muerto. Era un milagro que siguiera vivo, la mitad de su batallón había perecido desde días atrás. No atribuía su supervivencia a habilidades extraordinarias, pues no era el más adepto en el uso del arma. Simplemente aún no llegaba la hora para que su reloj se detuviera.

    Raúl perdió el equilibrio cundo el suelo retumbó. Otra explosión. Entre la cortina de polvo que se había formado, distinguió un par de siluetas esparcidas por el suelo. El sonido de estática combinado con una voz, rasposa y masculina, lo sacó de su estupor.

    —Batallón dos, cinco, dos —la transmisión se interrumpió por un breve instante—, repórtense. Cambio.

    Con manos temblorosas presionó el botón de su radio y se reportó con su número asignado. En su batallón, habían llegado al unánime acuerdo de nombrarse tras números, así las cicatrices de las pérdidas no serían tan profundas. Uno a uno, el resto de su batallón se fue reportando. Contó sólo tres hasta que no contestaron más. Tras el último reporte, eran ocho miembros. Cuatro bajas, cuatro oportunidades menos de sobrevivir, cuatro cadáveres que recoger, cuatro familias incompletas. Cuando regresaran al campo militar, si es que lo hacían, serían cuatro hombres y su general cargando los cadáveres de sus compañeros y amigos, al igual que el resto de los batallones. Sacudió su cabeza como si de ese modo saliesen esos pensamientos de su mente.

    —¡Ayuda! —el grito le heló la sangre. Salió de su mórbida fantasía sólo para despertar en una realidad peor. Era la voz de su hermano.

    No era posible. Seguramente estaba alucinando, su hermano estaba en casa con sus padres, a salvo de todo el sufrimiento y muerte. Se posicionó boca abajo y se arrastró hasta donde provenían los gritos. El sudor en su rostro se mezclaba con el polvo y sangre en el suelo. Un tumulto de pensamientos incoherentes se arremolinó en su mente. El rítmico sonido de casquillos disparados, explosiones, quejidos y plegarias pasaron a segundo plano, sólo se concentró en la voz de su hermano.

    Cuando llegó la escena que tenía ante él no era nada que no hubiera visto antes. Sin embargo, no había ningún un rostro desconocido, tan sólo el de su hermano. Estaba lleno de tierra, las líneas que decoraban su rostro agonizante eran una mezcla de sangre, sudor y lágrimas. Sangraba de la cabeza, pero no identificaba dónde estaba la herida. Su casco se le había caído, seguramente producto del golpe. Su pierna, la que aún le quedaba, estaba bajo un pesado bloque de cemento.

    Raúl cerró los ojos y escondió su rostro entre sus brazos. Temblaba mientras cálidas lágrimas brotaban sin cesar. Sollozó externando su agonía e impotencia. Sabía que su hermano no tenía salvación, si retiraba el bloque que lo aplastaba moriría desangrado. No había soldados a su alrededor que lo auxiliaran. El batallón de su hermano posiblemente lo había dado por muerto, si es que aún seguían con vida. Tomó una bocanada de aire y cruzó la poca distancia que lo separaba de su hermano.

    —Fernando, hermano —lo sacudió levemente del hombro. Fernando entreabrió sus ojos. Su rostro, pálido por la pérdida de sangre, mostró un atisbo de asombro al ver a Raúl.

    —Raúl… —Fernando tosió sangre— Mi bolsillo… La carta.

    Raúl acató la orden de su moribundo hermano. Guardó el pedazo arrugado de papel en su propio bolsillo. Tomó la mano de Fernando y juntó sus frentes. No contuvo el llanto cuando sacó su arma y le disparó en el pecho a Fernando. Lo último que susurró Fernando fue un “gracias” a su oído. Raúl cerró los ojos de su hermano, tomó sus dos chapas de identificación de la cadena que colgaba de su cuello. Una se la quedó él, la otra la depositó dentro de la boca de Fernando. Era el único ritual que un soldado hacía por un caído en el campo de batalla. No habían flores ni elogios de despedida, sólo un trozo de metal en honor a los muertos.

    Se levantó con su rifle en mano y caminó entre un mar de cadáveres. A lo lejos se escuchaban gritos que ordenaban una retirada inmediata. Su orden por el radio llegó al poco tiempo. Corrió hacia el punto de encuentro, corrió del tormento de la muerte de Fernando.


    No supo cómo llegó al camión ni en qué momento se quedó leyendo la carta de su hermano en la soledad de las barracas militares. En su mente aún se repetía la última frase que Fernando había escrito.

    Sólo los muertos han visto el final de la guerra.

    Ya era tiempo de darle fin a la guerra. Raúl soltó el gatillo del arma que apuntaba a su cabeza.
     
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    Sonia de Arnau

    Sonia de Arnau Let's go home Comentarista empedernido

    Leo
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    Pero que fuerte relato he leído.

    Me dio mucho sentimiento mientras lo leía. Es muy triste pero verdadero el hecho de que las guerras solo traen desdicha, tristeza, odio, rencor, locura, depresión y todo sentimiento negativo. Haciéndose creer que se lucha por una paz; ambos bandos, luchan por algo, habiendo al final un ganador, pero todos los soldados se llevaran consigo secuelas.

    Mira que Raúl, pensando que su familia estaba bien, alejada de ese infierno, se viene a dar cuenta que su hermano, por quien luchaba para que pudiera vivir en "paz", estaba en el campo de batalla, debió serle doloroso; ¿por qué luchaba entonces si tuvo que hace descansar a su hermano?

    Y todavía más triste leer lo que escribió Fernando, dando a entender que solo con la muerte es cuando se encuentra paz, instalando a darle final a la guerra.


    Triste pero hermoso relato. Me fascinó haberlo encontrado. Fue grato leerte.
     
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  3.  
    Lazhar

    Lazhar Iniciado

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    Buenas, espero tengas un buen día.

    No hay errores de ortografía o al menos que se hagan notar, la acentuación, la narración fue casi perfecta excepto por algunas párrafos escritos de forma que podrían confundir a los lectores, no porque no se entiendan si no por una pequeña palabra que se pudo considerar innecesaria en el escrito.

    Algunas partes pudieron haber quedado mejor de lo que lo están, con una descripción mas detallada de lo que estaba sucediendo aumentando aun mas el drama.

    La no descripción de las características de los personajes, y apenas una pequeña vista a los pensamientos es algo que me gustaría destacar. No porque la vea como un fallo, sino como un mensaje oculto dejado a la imaginación de cada cual, el hecho de que en la Guerra ningún soldado es visto diferente de otro pues la mayoría terminan siendo carne de cañón y aunque quienes mueran serán glorificados, el recuerdo de ellos en quienes siguen vivos jamas desaparecerá, cosa que para muchos puede resultar muy doloroso al punto de parecer que jamas termino llevando al suicidio.

    Lo veo como un relato que mantiene el drama, suspenso y aquella esencia de pésame que quiere trasmitir al lector durante toda la lectura. Cuenta acerca de la verdad aterradora que viven los soldados en el campo de batalla, aun mas, la impotencia y desesperación de saber que su lucha a sido en vano, viendo como único escape el fin de su dura y miserable vida.

    Cosa que me dejo muy estupefacto. Al final se dice que en la mente de el resuena aquella frase en la carta de su hermano, solo los muertos han visto el final de la guerra con lo que se espera que se suicide, pero no es así, él no es capaz y suelta el gatillo del arma con el que apuntaba su cabeza antes de accionarlo para acabar con lo que fue un triste desenlace. Entonces me entra la duda, realmente querías ese final gran final o fue un pequeño error.

    Fue un hermoso relato, gracias por publicarlo.
     

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