El encuentro y la despedida. [Milmel&Anastasia]

Tema en 'Literatura experimental' iniciado por Salem, 21 Febrero 2014.

  1.  
    Salem

    Salem Vieja sabrosa

    Cáncer
    Miembro desde:
    26 Junio 2011
    Mensajes:
    963
    Pluma de
    Escritora
    Título:
    El encuentro y la despedida. [Milmel&Anastasia]
    Clasificación:
    Para adolescentes. 13 años y mayores
    Género:
    Acción/Épica
    Total de capítulos:
    2
     
    Palabras:
    983
    Two-shot escrito para el concurso: "¿Acaso te conozco?", organizado por Kai Stavros.
    En estos dos capítulos podrán vernos a nosotras, Milmel y Anastasia, atrapadas en mis ideas locas sobre cómo nos conocimos y encontramos.



    Capítulo 1



    Me sentía muy incómoda y cansada, como si hubiera estado corriendo por horas. Las piernas me dolían, al igual que la cabeza. No podía abrir mis ojos, mis párpados parecían pesar veinte kilos; todo era muy confuso, no sabía en dónde me encontraba, qué sucedía o qué había pasado con anterioridad. También me costaba respirar, el aire era espeso y tenía un horrendo olor a quemado que me intoxicaba. Comencé a desesperarme, no lograba estar tranquila, tenía miedo, mucho miedo. Jamás me había sentido de esta manera, siempre me consideré una persona fuerte, capaz de afrontar cualquier sentimiento con una mirada objetiva, pero ahora no.


    Tenía que abrir los ojos, debía ver y saber qué estaba pasando, así que le ordené a mi cuerpo que los abriera. Lentamente, lo hice; y, oh, desearía nunca haberlo hecho… Todo era como una horrible pesadilla.


    Estaba tirada en el piso, con una gran maleta aplastándome las piernas. A mi alrededor habían asientos caídos y rotos, las ventanillas estaban destrozadas y en la lejanía podía distinguir el rojo de un fuego. Miré al techo y vi cables, cadáveres y ropa colgando de un gran hueco que dejaba ver una porción de cielo. Con la ayuda de mis brazos me senté, para así obtener una mejor vista de lo que sucedía. Caos, era la única palabra para describir este desastre; a lo lejos se escuchaban llantos y gritos que me helaban completamente la sangre. Mis piernas dolían cada vez más debido al peso de la maleta; traté de retirarla pero yo estaba demasiado débil. Al final desistí de todo y volví a echarme en el suelo. Me sentía pegajosa, y supuse que se debía a la sangre. ¿Sangre de qué? Toqué mis brazos en busca de cortes, pero no había nada. Pasé las manos por mi frente y cabeza completa, pero no encontré ninguna herida.


    ¿Qué había sucedido? No recordaba absolutamente nada sobre el choque del avión, o qué había acontecido en esos momentos. Todo había comenzado como un simple viaje a Brasil, para conocer e interactuar con nuevas personas, no para terminar en un lugar completamente desconocido con conocimiento menos que básico sobre el idioma. No quería admitirlo, pero estaba asustada. Jamás en mi vida algo me había causado tanto miedo como esa situación, y eso comenzaba a desesperarme. Siempre traté de mantener mi cabeza fría ante situaciones complicadas, pero lo que me sucedía estaba fuera de los límites. La objetividad me había abandonado, dejando sólo a una débil y miedosa Anastasia, incapaz de pensar con claridad.


    Mi estómago comenzaba a rugir, tenía hambre, no sabía cuándo había sido la última vez que comí. ¿Había pasado días tirada en el suelo del avión?, ¿horas o minutos? Todo pasó con demasiada rapidez. Mis labios se resecaban, y me di cuenta que también la sed comenzaba a invadirme; el dolor de las piernas se hacía cada vez más intenso y mi cabeza daba vueltas. Lo sabía: estaba acabada. No había esperanza para mí, en el estado en que me encontraba, llevaba todas perder. Sólo podía esperar a que algún milagro me salvara, pero eso ocurría en las películas, no en la jodida realidad. Las lágrimas afluyeron, todo mi cuerpo tiritaba y una gran tristeza me invadió. Pensar que jamás volvería a ver a mi familia, que no cumpliría mis sueños y que mi vida acabaría me volvía completamente loca, desquiciada.


    Por dios, no quería morir así.


    Volví a sentarme y respiré hondo, mientras quitaba el sudor de mi frente y limpiaba mis lágrimas. Reuní fuerzas y comencé a empujar la maleta, pero por más que lo hacía no se movía. Seguí empujando, mientras movía los pies para facilitar el proceso. Poco a poco la maleta fue cediendo; fue lento, pero al fin conseguí liberarme. Tenía las piernas entumecidas y llenas de moretones, pero por suerte quebrada no me encontraba. No podía moverlas, así que comencé a masajearlas para que la circulación volviera y… lo escuché.


    Eran pasos, alguien venía hacia mí. Iba a ser salvada, el equipo de rescate había llegado, todos estaríamos bien. No moriría, podría seguir con mi vida, todo sería perfecto; mi mente estaba llena de felicidad, y comencé a llorar. Por minutos o tal vez horas, había estado sumida en una profunda desesperación, muerta de miedo, pero ahora un rayo de esperanza iba a salvarme, iba a salir de este lugar.


    —¡Ayuda! —Grité, y los pasos se detuvieron —. ¡En el fondo estoy, por favor! ¡Por favor… no puedo moverme!


    Alguien llegó corriendo a mi lado. Era una chica, no pude ver su rostro porque iba cubierto con un pañuelo pero me tendió una mano para poder levantarme. Traté, pero las piernas me temblaban y me costaba muchísimo mantenerme de pie. Miré a la joven y le negué con la cabeza, esperando que entendiera mi condición. Ella asintió y, con una fuerza sorprendente, me levantó y cargó conmigo hasta la salida del avión en ruinas. Afuera, encontré la respuesta a una de las tantas preguntas que me rondaban la cabeza: ¿dónde estaba? Y ¡ding, ding! La respuesta era que me encontraba en una espesa selva, en medio de la nada.


    Pedazos de avión estaban en el suelo, totalmente carbonizados; maletas habían volado por los aires, cayendo en los árboles, que también habían sucumbido al impacto. El aire estaba impregnado de un olor dulzón, el olor a carne quemada; el suelo estaba cubierto de manchas rojas, que eran sangre seca, y en algunas partes el fuego consumía todo: cadáveres, vegetación y partes del avión. Un escenario que no querrías mirar, o que no querrías vivir.


    Si pensaba que dentro del avión estaba jodida, imagínense afuera. ¿Cómo íbamos a sobrevivir?
     
    Última edición: 21 Febrero 2014
  2.  
    Salem

    Salem Vieja sabrosa

    Cáncer
    Miembro desde:
    26 Junio 2011
    Mensajes:
    963
    Pluma de
    Escritora
    Título:
    El encuentro y la despedida. [Milmel&Anastasia]
    Clasificación:
    Para adolescentes. 13 años y mayores
    Género:
    Acción/Épica
    Total de capítulos:
    2
     
    Palabras:
    1204
    Capítulo Final



    La chica me había dejado sentada bajo un árbol, lejos del desastre. No sabía su nombre, todavía no habíamos hablado, simplemente nos limitamos a comunicarnos a través de señas, dado que el humo que nos rodeaba nos impedía hablar sin conseguir que tosiéramos como condenadas. Mi salvadora me tendió un pañuelo mojado al dejarme sentada, y con un gesto me indicó que lo colocara sobre mi boca y nariz. Luego se alejó y por un momento temí que me hubiera abandonado, pero volvió, cargando con ella unas frutas.


    —Ten—me dijo—. Necesitas recuperar fuerzas, dentro de poco tendrás que empezar a caminar; sabes que no puedo cargar contigo.


    La observé y asentí—. Está bien… De verdad, yo no sé cómo agradecerte. Salvaste mi vida, te debo todo. Por favor, dime tu nombre—. Ella se sentó a mi lado y tomó una de las frutas mientras observaba el entorno. Giró su cabeza hacia mí y sonrió.


    —Yo soy Milmel, ¿y tú?—preguntó acercándose hacia mí y examinando mis piernas—. Uuuh… esto se ve mal, pero te recuperarás; demoraremos en salir de aquí con tu estado.


    —Eh, mi nombre es Anastasia, pero puedes decirme Ana—. Toqué mis piernas y suspiré. Sí, demoraríamos mucho. Yo todavía no podía caminar y estaba débil, odiaba ser un estorbo; no quería parecer inútil—. Tal vez, si yo trato podría… levantarme—. Hice un ademán para levantarme y ella se colocó al lado mío con rapidez, sosteniéndome. Mis extremidades dolían mucho, pero podía soportarlo; hice fuerza y conseguí mover los pies. Con lentitud fui dando pequeños pasos, como una niña pequeña que aprende a caminar.


    En silencio, Milmel me ayudó a caminar otra vez. Iba despacio, pero por lo menos podía desplazarme sin muchos problemas. Al cabo de una hora ya podía caminar con normalidad, sin cansarme; correr todavía no, pero había progresado. Cuando estuve lista, volvimos a lugar en donde el avión había caído. Todo seguía igual. Buscamos sobrevivientes, pero estaban todos calcinados; era un espectáculo macabro. Conseguimos ropa que no estaba rota y algunas botellas de agua; los celulares que encontramos no tenían batería, estaban rotos o no captaban señal alguna. Estábamos por nuestra cuenta. Luego de deambular un rato decidimos alejarnos de la catástrofe, por las dudas; nunca se sabía si algún motor podía estallar.

    —Creo que deberíamos ir conseguir más comida—dije yo mientras guardaba ropa en una maleta que había encontrado. Habíamos sacado mantas y cortinas del avión, para así establecer un pequeño refugio entre dos grandes árboles, donde escondernos de la lluvia y de posibles depredadores—. Nos estamos quedando sin provisiones: siete bananas, algunas setas y nos quedan cuatro botellas de agua. Estaremos en problemas si no conseguimos nada.


    —Tienes razón—. Milmel ató unas lianas para usarlas de cuerda y las pasó por unas grandes ramas entre los árboles—. Deberías ir tú, ahora que puedes caminar; yo debería quedarme aquí terminando el refugio y cuidando lo que tenemos.


    —No lo sé… No estoy muy segura. ¿Y si me pierdo? Sería mejor ir las dos juntas y llevarnos las cosas que tenemos—expuse con nerviosismo. Yo sabía que dependía de Milmel, por lo que trataba de no llevarle la contra en muchas cosas. Seguía con miedo, mucho miedo.


    —No, Anastasia, es mejor establecernos en un punto fijo y guiarnos por el entorno. Ve, por favor, no pierdas tiempo—y así cortó nuestra conversación. Se dio media vuelta y se alejó a buscar más tela para el refugio.


    No tenía otra opción que obedecer, dado que las circunstancias en las que nos encontrábamos no eran tan ventajosas que digamos. Me encogí de hombros y caminé hacia la espesa vegetación. Con unas piedras que habíamos afilado cortada las malezas que me impedían seguir con mi camino. En esa parte de la selva los árboles y plantas crecían con más fuerza que en otras áreas, por lo que supuse que tendrían que tener una fuente de agua mayor a las demás de la cual alimentarse. Comencé a tocar el suelo, buscando tierra húmeda y llegué a un pequeño acantilado con una cascada. Sonreí, ¡teníamos agua!, aunque todavía debía saber si se podía beber. Miré hacia abajo y vi que el descenso no era tan complicado, tenía piedras y plantas para sostenerme, ¿por qué no intentarlo? Con cuidado, me senté en el suelo y fui arrastrándome lentamente, sosteniéndome con lo que tenía a mano. Casi estaba llegando al final, cuando sentí que perdía agarre: la piedra que me sostenía se salió de su lugar y resbalé.


    Al estar mis piernas tan débiles y no en óptimas condiciones, la gravedad me jugó en contra. Caí estrepitosamente, girando sobre mí misma y lastimándome completamente. Trataba de sostenerme a algo, pero todas las plantas que conseguía se rompían, y las piedras se soltaban, por lo que iba directo a mi perdición. Sentí como algo pesado me caía en una de las piernas y chillé. El dolor me atravesó el cuerpo, casi me desgarraba entera. Por fin paré de caer, y me quedé tendida en el suelo.

    Algo había pasado, algo estaba mal. La sangre me corría por la cara y los brazos, la ropa se había desgarrado y… tenía una pierna rota. Podía ver el hueso salir de mi piel, y me provocó náuseas. Vomité en un costado, y volví a gritar. Estaba asustada, ahora sí que era inútil, totalmente inútil. ¿En qué podría ayudar si me encontraba en este estado? Una punzada de dolor volvió a atravesarme y mordí mis labios. Genial, más sangre. Era un pedazo de carne cortado en pedazos, básicamente; destruida completamente me encontraba.


    —¡Ana! ¡Ana! —escuché a lo lejos. Por dios, era Milmel, me había venido a buscar.


    —¡Milmel, estoy aquí, en la cascada! —. Mi garganta dolía de tanto gritar, pero debía seguir intentando—. ¡Sigue mis huellas o la tierra húmeda, pero por favor, sólo ven!


    Y en ese instante, vi que Mil me miraba desde el acantilado. Podía ver su expresión de decepción, ¿qué sucedía? No estaba intentando bajar a rescatarme, ¿por qué? La observé bien y vi que retrocedía. ¿Qué rayos le pasaba a esta mujer? Entonces lo vi: un helicóptero sobrevoló el lugar en el que estábamos. No tenía ningún color que lo identificara como uno de la cruz roja o del cuerpo de bomberos, era totalmente negro. Desvié la mirada hacia la chica, y me encontré que estaba preparada para correr. ¡No! ¡No podía abandonarme, no!


    —¡Por favor! —grité con desesperación. Mi pierna ardía como el infierno, y no podía soportar el dolor—. ¡Por favor, ayúdame! ¡Por favor! ¡Joder, sácame de aquí, ya, ya!


    Ella me miró y se dio media vuelta. La vi alejarse y chillé como condenada; me habían abandonado, o al menos eso creía. Quizá se fue por ayuda, pensé, pero no volvió. Se hizo de noche y yo seguía tirada en el mismo lugar, con la pierna rota y perdiendo sangre como si no hubiese mañana. No tenía oportunidad, esta vez no podía esperar milagro alguno.


    Ella no volvería, lo comprendí. Agotada, decidí que era tiempo para descansar. Había estado gritando por horas, y estaba débil; entonces cerré mis ojos, quizá para siempre, y me preparé para dormir.


    No esperaba morir en un lugar como ese.
     
    Última edición: 21 Febrero 2014
  3.  
    Delirium

    Delirium Entusiasta

    Aries
    Miembro desde:
    2 Abril 2012
    Mensajes:
    56
    Pluma de
    Escritor
    Ufff. Te luciste.

    La facilidad con la que se leía, la narración prolija y los términos apropiados. Me enamoré, especialmente, del final. Sé que habrías preferido una continuación distinta; de todas maneras, lograste darle un sentido diferente: descorazonador y bello.

    Desearía haber podido surgir de entre las copas de los árboles y alcanzar tu mano. Pero todavía no acaba, seguro Milmel se tardó más de lo que pensó en conseguir el helicóptero, y en a oscuridad fue más difícil encontrarte. Mientras dormías, pensando que sería la última vez, llegó y te llevó muy lejos de allí, acunando tu cabeza durante todo el camino.

    Gracias por la historia.

    nico
     
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