Harry Potter El decreto del secreto (Remake)

«Tras la firma del Estatuto Internacional del Secreto en 1689, los magos tuvieron que esconderse para siempre. Era natural, tal vez, que formaran sus propias pequeñas comunidades dentro de una comunidad. Muchos pueblos pequeños y aldeas atrajeron a varias familias mágicas, que se unieron para el apoyo y la protección mutua.»
—Bathilda Bagshot, Una Historia de Magia.-​

Handicam Rigby era el nuevo secretario personal del ministro Kingsley, era una de las tareas más importante que había obtenido hasta el momento y quería hacerlo perfecto, sin embargo no había comenzando de manera negativa, apenas era el primer día y estaba retrasado dos horas entre un pasillo desconocido, hace largo tiempo había dejado de ver a personas a su alrededor y por ambos extremos solo se habría un largo pasillo frío y tenebroso, era como la boca de un dementor abriéndose para engullir su alma, sensación que había aprendido una fatídica noche en los días oscuros.

Los labios se le había secado y sus pies parecían débiles, días de confinamiento cuando el señor tenebroso había resurgido le habían generado lo que en el mundo de los muggles se le llama claustrofobia, así con su mano temblorosa y llena de sudor sostenía su varita iluminada gracias a un débil hechizo lomus, girándose con nerviosismo ante cada ruido eco que se transmitían esas paredes sin poder olvidar al mismo tiempo aquel muro rodeado por esa fantasmal neblina que con el que se había topado hace unos minutos y parecía hablarle.

Sus pulmones parecían comprimirse más mientras que el oxigeno cada vez más le parecía escaso, parpadeaba sintiendo un ligero ardor en los ojos cuando las gotas saladas que descendían de su frente los golpeaban, entonces de pronto divisó una puerta, era pequeña como la de una bodega pero tal vez allí hubiera alguien, tal vez alguna red flu que le ayudara a salir de ese sitio que lo aprisionaba, así giro el picaporte y este giró, la puerta crujió y un aire frío con olor a moho le provocó arcadas.

Todo ese sitio estaba a media luz y en un silencio casi sepulcral, lo único que parecía divisarse en el las paredes eran unas extrañas pinturas torcidas mostrando algunas figuras retorcidas que al instante le causaron a Rigby repulsión, sin embargo siguió avanzando.

Al llegar a la primera de ellas se dio cuenta de que no era ninguna pintura, era un retrato, era uno de los retratos mágicos que posé cada persona en su mundo aunque no conocía a nadie que estuviese tan trastornado para sentir gusto por un espectáculo tan horrible y tener colgado algo así.

Se cubrió la mano temblosa y fría, observaba en la ilustración a un mago en una posición anormal dos hombres lo giraban y este sin vida cedía cayendo como peso muerto hacia adelante expidiendo de la boca una especie de gas, la siguiente figura mostraba una pila de cuerpos apilados o al menos eso parecían, otra más haya unos horribles orificios en la piel de otro, él estaba seguro no conocía ningún hechizo que provocase efectos así no entendía que eran armas de fuego, la ultima era la peor de todas, había al menos treinta figuras en el piso corriendo tenían rasgos asiáticos y ropa oriental aquella como la que se puede más ver en la rama japonesa de magia, parecían huir de algo desesperadamente, algunos alcanzaban sus escobas, otros desaparecían, todo antes de que una enorme y mortal bocanada de fuego arrasara con los restantes volviéndolos nada, formando una monstruosa nube en forma de hongo de un poder destructivo inimaginable.

Handicam Rigby lloraba temblando sin dar crédito a esto, se acercó mientras sentía nauseas a ver la inscripción debajo del cuadro.

-Hiroshima y Nagasaki 6 de Agosto 1945-

Sintió una mano en su hombro y estuvo apunto de desmayarse y al mismo tiempo golpear con todas sus fuerzas a quien sea que lo hubiera tocado, Kingsley lo tomó de los hombros con un semblante serio y no le permitió moverse hasta que dejó de forcejear.

— Los muggles…no, no puede ser…. —balbuceaba tartamuedando.

—Si, ellos, aunque no todos, pero si, en sus libros aparece como la segunda guerra mundial, habían tenido ya una unos años atrás, pero en esta nos persiguieron también, tenían la capacidad para acabar con nosotros...

—No puede ser...pero ¿cómo?...sus creaciones no cesamos de burlarnos de ellas...

—Es mejor que todo mundo lo crea así.

Lo obligó a salir de la habitación y con un giro de su varita desvaneció la puerta en la pared.

— No debiste de haber visto algo así, ahora sabes la razón del decreto del secreto, piensa, si nosotros fuéramos los fuertes, ¿por qué nos ocultamos?...olvidalo, es mejor así.

Los gestos del ministro se relajaron un poco y con una mirada de piedad esbozando una sonrisa pasiva pronunció.

— Obliviate…