El cielo en las velas.

Tema en 'Relatos' iniciado por Nahi Shite, 10 Enero 2012.

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    Nahi Shite

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    Escritora
    Título:
    El cielo en las velas.
    Clasificación:
    Para niños. 9 años y mayores
    Género:
    Fantasía
    Total de capítulos:
    1
     
    Palabras:
    902
    Titulo: EL cielo en las velas.
    Tipo: One-shot
    Palabras: 688 (Con título)
    Autora: Nahi Shite/ Black Hime/ Benihime.
    Nota:

    Algo a destiempo les traigo un pequeño escrito del Janucá. Quizás no sea para todo el mundo, pero espero que al menos una persona sepa entenderlo…o, al menos, que le guste.
    Creo que no es mi mejor escrito, pero es uno de los que más me enorgullezco.
    Sin más, los dejo.



    El cielo en las velas.

    Hace un momento sus hermanos y hermanas se habían alejado para jugar con el sevivón, pero a él no le causaba mucho interés esta actividad. Sus padres le habían regalado monedas –como es costumbre en Janucá-, pero no sabía en qué gastarlas, había comido ya demasiados dulces.

    Ahora, la janukía estaba encendida y completamente abandonada a su suerte. Él era el único que observaba sus vivaces luces brillando.

    “Una de las cosas que nos enseña Janucá es la importancia de compartir… Iakov, no seas egoísta y comparte tus juguetes. Sé amable y bondadoso con los demás y ellos te tratarán bien, si no lo haces, hijo mío, siempre te irá mal y estarás triste y solo”, recordó las palabras que su madre le había dicho al primer día de la celebración. Los niños judíos de su casa habían recibido en aquella fecha un muñequito de cuerda bellamente adornado, y él salió a alardearlo ante sus amigos no judíos… Yesid le pidió que se lo prestase, pero se negó, entonces su joven madre le había reprochado con ternura, evocando las enseñanzas de la fiesta.

    El concepto le había llegado, y con gusto, prestó su pequeño juguete a todos sus amigos.
    Ahora, Iakov estaba solo, admirando las bellas luces que desprendían las velitas de colores acomodadas lindamente en los brazos de la janukía. Le parecía ver dentro de cada flamita un paisaje diferente, cada luz proyectaba a sus ojos una visión totalmente nueva y espléndida de un mundo desconocido, lleno de paz y armonía. Cada vela susurraba una melodía a su oído.

    Sintió tristeza al pensar en que sus amigos no disfrutaban de esas cálidas luces, y se sintió totalmente egoísta por ser el único que se llenaba de aquél infinito placer.

    El rostro de Iakov se alumbró aún más y una sonrisita curvó sus labios.

    Inmediatamente salió en carrera y, casa por casa, llamó a sus amigos, invitándolos a ver “la cosa más maravillosa del mundo”

    Al llegar de nuevo a su hogar, acompañado con aquellos niños, sus padres se sorprendieron notablemente, pero con una sonrisa, los invitaron a seguir a todos.

    Iakov, presa de la emoción, les mostró las nueve luces encendidas en la última noche del janucá, pero para su desagradable sorpresa, ninguno de sus amigos se mostró entusiasmado en lo más mínimo.

    —¿Qué tiene eso de especial? —preguntó con desdén Julio, uno de los niños mayores—solamente son unas feas luces.

    Iakov parpadeó, infinitamente decepcionado y, a la vez, sorprendido.

    —¿Acaso no ven? —miró nuevamente las luces—son hermosas… Puedo ver el cielo dentro de ellas…

    —¿El cielo? —Andreína levantó una ceja, mirándolo divertida—verdaderamente estás loco.

    —Judío tenías que ser —dijo otro.

    —¿Judío?, no, será “jodido” —agregó Laura, provocando las risas del grupo.

    La sangre le hirvió, y sintió las lágrimas acumularse en sus grandes ojos cafés, pero no quiso darles el gusto de ver que sus palabras le afectaban.

    Les dio la espalda, atesorando con la mirada sus preciadas lucecitas.

    —No se les dan perlas a los marranos… —susurró para sí mismo, y luego los despidió a cada uno rápidamente.

    Apenas pudo, volvió a observar como las velas le regalaban los últimos destellos de luz, y sonrió con la alegría pintada en el rostro. Sentía paz y tranquilidad…

    No le importó que sus amigos se hubiesen reído de su fé, no, sintió pena porque ellos no pudieron ver lo que mostraban las luces.

    Allí, mirando las velas, se quedó profundamente dormido.

    Quizá no debió compartir con aquellos niños lo que significaban para él las luces…, quizá el janucá era una fiesta que sólo le competía a su pueblo, y las personas ajenas no podían ver las luces hermosas.

    Sintió pena, mucha pena… Y soñó con un mundo en el que todos podían ver el cielo en las velas.
     

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