Song-fic El brujo de la profecía

Tema en 'Relatos' iniciado por Ichiinou, 20 Agosto 2017.

  1.  
    Ichiinou

    Ichiinou Amo de FFL Comentarista destacado

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    Escritora
    Título:
    El brujo de la profecía
    Clasificación:
    Para niños. 9 años y mayores
    Género:
    Fantasía
    Total de capítulos:
    1
     
    Palabras:
    1192
    Este song-fic participa en la actividad "¡Agosto te desafía!" de SweetSorrow y trata de encajar en el reto número 9 que dice así: "Escribe un song-fic trágico en el foro que quieras.". Espero que os guste. Ha sido algo que de repente se me ha ocurrido cuando alguien me pasó esa canción.

    El brujo de la profecía


    Entre los árboles, la hierba mojada, las hojas caídas, las hiedras y el musgo, siempre había estado su hogar. Farinelia vivía en el tronco de un gran arbol, donde tenía su hermosa casa. No era demasiado grande, pero sí lo suficiente como para llevar una vida bastante cómoda. A ella nunca le había gustado ser ostentosa, pese a que con su magia podría lograr grandes proezas, podría hacer que su hogar se viese maravillosamente más hermoso, pero ella no necesitaba eso, aunque alguna que otra hada no lo viese del todo bien.
    Un día, Farinelia se encontraba entre el sueño y la vigilia, soñando con muchos dulces, le encantaban los dulces y aquellos eran los mejores sueños para ella. Pero de pronto, unos golpes en la puerta de entrada de su casa le alertaron y al despertarse, olfateó lo que parecía ser chamusquina.
    ¿Qué se estará quemando? —pensó de inmediato.
    Saltó de su cama hecha con hojas y hiedras y se dirigió a la puerta de inmediato. Allí se encontró con Agnelia, a la cual le corrían lágrimas por la cara.
    —¡Farinelia! ¡Ha pasado algo terrible! ¡Terrible! ¡No lo puedo creer! Y... se han vuelto locas. ¡Farinelia! ¡Tienes que hacer algo! ¡Tienes que hacerlo! Por favor... no permitas que... oh, si la madre tierra lo supiese, si supiese lo que están haciendo...
    La joven hada estaba desconcertada. ¿A qué se refería su reciente visitante? Le posó la mano sobre la cara, tratando de calmarla.
    —¿Qué y dónde está ocurriendo eso? Explícate...
    —Un humano, un humano ha entrado en el bosque. Sabes que los humanos no pueden vernos... pero ese humano, ese humano nos vio... ¡Nos vio! Y las demás están furiosas... bueno, Serenelia y Telonia sobretodo, han hecho una hoguera. Dicen que debe ser un brujo, un brujo que viene a destruir nuestro bosque... Que es el brujo de la profecía...
    —Disparates... ya veo. ¿Están en el núcleo?
    Su amiga asintió con la cabeza, sorbiéndose los mocos y secándose las lágrimas. Entonces, decidió alzar el vuelo para llegar antes. Debía parar aquel disparate. Querrían quemar al pobre humano.
    Al llegar, pudo ver un joven de cabello caoba y piel morena atado en la columna central del núcleo.
    —¡Pero qué disparate es este! —dijo Farinelia aterrizando— ¡Es un ser humano! ¡La madre tierra se volverá contra vosotras si le hacéis daño!
    —¡Es el brujo! ¡El brujo de la profecía! ¡Puede vernos! —dijo Telonia con su mirada perdida tratando de clavársela a la recién llegada y con su pelo enmarañado lleno de ramas algo rotas, se notaba que había forcejeado con alguien.
    —Las brujas locas sois vosotras, ¿desde cuándo se condena antes de investigar? ¿Quién lo hace? ¿Vosotras? Es un ser humano normal y corriente —dijo mirándole, fijándose en sus verdes ojos que brillaban como esmeraldas.
    Se quedó mirándolo, parecía bastante tranquilo para estar a punto de ser quemado por unas hadas locas.
    —¿Qué te hace estar tan tranquilo, humano?
    —Elfian, me llamo Elfian —dijo el joven.
    —Está bien, ¿qué te hace estar tan tranquilo, Elfian?
    —Vos, vos me hacéis estar tranquilo.
    Farinelia le miró extrañada, frunciendo el ceño. Sí había algo raro con ese ser humano, era cierto, pero no parecía un brujo, al menos no uno capaz de hacer lo que decía la profecía...
    —¿Por qué? —preguntó la joven hada de cabellos verdes, enhebrados con sumo cuidado.
    —Porque por vos estoy aqui, Farinelia.
    —¡Es un brujo! ¡Sabe tu nombre! ¡Lo sabe! ¡Farinelia! ¡Debemos quemarle antes de que te seduzca con sus encantos de brujo y al final... al final...!
    —Nunca he sabido el final de esa estúpida profecía.
    —Nadie sabe el final —afirmó Telonia.
    —¿Eres un brujo, Elfian?
    —No soy un brujo, Farinelia. Solamente soy alguien que ha venido a por ti.
    —¿Alguien que ha venido a por mí? —Farinelia se quedó pensando unos instantes. Por alguna sensación aquellas palabras habían provocado una punzada de dolor en su corazón.
    —Farinelia, me conoces.
    —¡Basta! ¡¿Por qué hablas con el brujo?! ¡Farinelia! ¡Hay que quemarle! ¡Quemémosle ahora! —gritó Serenelia alzando una antorcha, dispuesta a lanzarla a la pira que daría muerte al forastero.
    —¡Cállate Serenelia! Cállate. Deja que hable —esta vez la que habló fue Agnelia, que dejó un poco sorprendida a todos. Aquella jovencita nunca alzaba la voz y menos en contra de nadie.
    —Farinelia, recuérdame.
    —No... ¡No le escuches!
    —¡Que te calles! —volvió a repetir Agnelia, esta vez lanzándole un hechizo a Serenelia con su varita para que cerrase la boca.
    —Farinelia, hace mucho que estás aquí. Debes volver.
    —No lo entiendo, no lo entiendo, Elfian. ¿Quién eres?
    —Recuérdame. Mírame a los ojos y recuerda los ojos de ella. De ella, Farinelia.
    Ella... —dijo Farinelia, sintiendo un terrible sentimiento de dolor y culpa en el estómago— Elfian, tú eres... mi...
    Elfian asintió.
    —¡Es el brujo de la profecía! Lo es... ¡ya recuerdo el final! —dijo Telonia— el hada que le bese, el hada que le bese perderá su polvo de hadas, para siempre... para siempre. Y sumirá el bosque en la oscuridad. En una eterna oscuridad.
    —Bésame Farinelia. Hazlo. Sabes quién soy. Y ella te está esperando. Te estamos esperando. Desde hace mucho tiempo.
    —Y el polvo de hadas...
    —¿Crees que la magia solamente existe por el polvo de hadas? Hay más hermosas formas en las que se materializa la magia, Farinelia —dijo Elfian.
    —Pero Agnelia... ella, ¿qué ocurrirá con ella? —dijo cubriendo de pena sus ojos.
    —Deseas besarle, Farinelia, es tu destino, hazlo —dijo Agnelia sonriendo— seré feliz, si tú lo eres.
    Farinelia le sonrió con tristeza. Se acercó, lentamente a Elfian, ignorando los vociferios de varias de las hadas de aquel bosque, el que había sido su hogar. Antes de besarle, se despidió de su polvo de hadas, de aquella magia que le había acompañado durante tanto tiempo. Cerró los ojos y simplemente, posó sus labios sobre los de Elfian. Al hacerlo, se sintió diferente, sintió todo realmente diferente y sintió, como si hubiese besado aquellos labios millones de veces y hubiese echado mucho sin hacerlo.
    Y abrió los ojos. Y vio a su esposo. Mirándole, mientras ella estaba tumbada.
    —Era hora de volver, mi dulce Farinelia.
    —¡Mamá! —dijo la niña corriendo hacia la cama en la que se encontraba su madre, emocionada.
    Había pasado mucho tiempo, había sido un largo sueño. Un muy largo sueño. Pero había vuelto al lugar al que pertenecía, en el cual la magia no se podía palpar, ni ver, pero existía, en sus corazones.
    Besó a su hija, miró a su esposo y recordó todo lo que había pasado. Simplemente, una lágrima rodó por su mejilla, dejando que el último hálito del polvo de hadas que le quedaba, cayese en las sábanas de aquella cama del hospital.
    —Había vuelto.
     

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