El ascenso de Rujel

PRÓLOGO​

Era un día como cualquier otro en la vida de Rujel, se pasaba el día subida a las alturas y cabeceando ahí, le gustaba dormir más que nada y cada vez que olisqueaba algo que le resultaba tentador corría hacia la fuente de aquel olor. Hacía tiempo que había dejado de querer jugar a todas horas y si tenía algún contacto con seres humanos era para subirse encima de ellos e intentar hostigarlos.

No le gustaban demasiado los seres humanos y en realidad tampoco le gustaban demasiado los otros gatos. Había sido abandonada por su madre junto a su hermana gemela cuando no tenían más que unos días y habían acabado en una protectora de animales. Soñaba con escaparse de allí, pero era francamente difícil. Allí había muchos otros gatos que como ella, ya no le encontraban mucho sentido a lo que era la vida.

Aunque Rujel todavía no se había dado cuenta de ello, su vida estaba a punto de dar un giro de ciento ochenta grados.

— Ey tú, ¿Eres Rujel? —escuchó una voz aterciopelada a su espalda.

La verdad es que no sabía si girarse por dos motivos, porque estaba subida a un poste y no confiaba del todo en su equilibrio y también porque el hecho de que una voz desconocida le estuviese preguntando por su identidad le aterraba un poco. Finalmente lo hizo.

— ¿Quién lo pregunta? —preguntó con desconfianza la gata.

Aquel que se estaba dirigiendo a ella estaba al otro lado de la valla, era un gato negro, al cual le faltaba un ojo y que parecía no haberse alimentado por una buena temporada. Aquello no le daba buena espina a Rujel.

— Me han enviado para ofrecerle algo muy importante a Rujel, pero si no eres tú, pues tendré que buscarla.

Sí, es cierto, la curiosidad mató al gato y posiblemente aquella vez Rujel se fuese a ver metida en algo muy chungo, pero es que la curiosidad era tan potente.

— Sí, soy Rujel, desembucha.

— Hemos sabido de los crímenes que se han ido cometiendo en esta protectora de animales durante la noche. Estamos francamente admirados con ellos y… conocemos su origen.

Rujel tragó saliva pesadamente. ¿Qué significaba que sabían su origen? Aquello le estaba oliendo mal. Se le pasó por la cabeza que aquel gato pudiese ser de la policía secreta, pero al recordar sus pintas de vagabundo descartó eso de inmediato.

— ¿Y bien? ¿Qué puedo hacer yo por ti? —dijo Rujel impaciente.

El gato se rió socarronamente.

— Rujel, sabemos de sobra que esos crímenes nocturnos los cometes tú, así que no hace falta que disimules con nosotros, porque nos fascinan.

— ¿Qué quieres decir con que os fascinan? ¿A dónde quieres llegar?

— Pues que prometemos sacarte de aquí, de esta prisión, si te unes a nosotros. A los Gatuza. ¿Qué me dices?

Rujel se sorprendió a si misma sopesando aquella invitación seriamente. Era cierto, ella cometía esos crímenes y por alguna razón se martirizaba por ello, pero podía aprovecharlo para salir de allí y buscar una vida mejor que la de esperar a ser adoptada hasta el día de su muerte o peor aún, que la policía se encargase de ella. Así que no, no era mala idea.

— Está bien –dijo finalmente Rujel- pero yo solamente trabajo de noche, esa es mi regla.

— Tranquila, en nuestra organización mayoritariamente todos tenemos horarios nocturnos, así que no habrá problema.

— Es imperativo, espero que después no haya cambio de planes, porque yo no puedo trabajar de día.

— De acuerdo, así lo deseas y así será.

— Vale. Y dime, ¿Cómo me vas a sacar de aquí?

El gato se volvió a reír, pero aquella vez asustó un poco a Rujel. Vio como el miembro de la Gatuza sacó una de sus uñas, que parecía hecha de un material desconocido para ella y empezó a hacer un agujero en la verja.

— Ala, listo, ya puedes salir. Ten cuidado, puede que todavía estén calientes los bordes.

Rujel acató las órdenes de aquel gato y salió, una vez estuvieron fuera avanzaron rápidamente, saliendo de allí para que nadie se diese cuenta de la fuga.

— Esto, ¿Cuál es tu nombre?

— Entre los Gatuza soy conocido como Miquis, así que ese es el nombre que tú conocerás.

— Está bien, yo tampoco me llamo Rujel en verdad.

— Ya, ya sabemos que eres María Rujelia, eso no nos lo puedes ocultar. Hemos accedido a los archivos de la protectora para borrarlos y hacer como si nunca hubieses estado ahí, así que no tienes que preocuparte por tu pasado. Ahora solamente tienes que pensar en el futuro que te espera, un futuro de riesgos pero también de satisfacciones, tendrás todo lo que desees, los Gatuza somos muy poderosos. Y además, podrás tener la opción de ir escalando en nuestra organización, quién sabe, a lo mejor terminas en lo alto.

Aquello de que los Gatuza tenían todo lo que querían, le resultó un poco raro a Rujel, dado que Miquis tenía pinta de estar pasando bastante hambre, pero bueno, no le dio más importancia a aquel asunto.

— ¿En lo alto? ¿Cómo se puede conseguir eso? —preguntó Rujel interesada y un poco fascinada.

— Hay que hacer cosas realmente horribles para conseguirlo, no se lo deseo a nadie por lo que hay que pasar, pero a veces, para disfrutar de todo el poder del mundo, hay que sacrificar cosas, cosas que verdaderamente importan.

— Una cosa, hasta ahora no había oído más que leyendas sobre los Gatuza, muchos gatos afirman que en realidad no existís, ¿Por qué os ocultáis?

— Muy sencillo, mientras sean solamente rumores no tendremos a esos bigotudos de los policías clavándonos los ojos en nuestras peludas nucas, así que mantenernos en el anonimato es una prioridad. Lo que me recuerda a que no te dije la regla más importante para entrar en nuestra organización.

— ¿Cuál es?

— No debes hablarle a nadie sobre los Gatuza, si lo haces, no solo serás expulsada, si no que serás exterminada. Sé que es una forma drástica de solucionar las cosas, pero hasta ahora nos ha ido bien poniendo esa regla, así que esperamos que tú no la incumplas.

— Siempre he sido una felina muy reservada, no sé por qué ahora me voy a poner a contarle a todo el mundo cosas que pueden poner en riesgo mi vida.

— Veo que eres una gata lista, vas a encajar bien. Pero una cosa Rujel, ten cuidado, porque en la escalada hacia la cima muchos intentarán acabar contigo, pero tú tienes que ser más fuerte.

Rujel asintió firmemente. Estaba decidida, nadie iba a pisarla, tenía que conseguirlo. Iba a ser la mejor sicario de la Gatuza, aunque le costase, esa era su meta, convertirse en la líder. Lo veía, tenía gancho, “Rujel, la mejor sicario”. Aquello sí que era a lo que quería dedicarse en la vida. Aunque… tenía miedo de lo que su lado oscuro pudiese hacer por las noches. Tenía que controlarse, tenía una misión y no podía perderla por aquello.