One-shot El Artista Maldito [Ib]

Tema en 'Fanfics sobre Videojuegos y Visual Novels' iniciado por Luncheon Ticket, 14 Junio 2020.

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    Luncheon Ticket

    Luncheon Ticket THE BE(a)ST

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    El Artista Maldito [Ib]
    Clasificación:
    Para todas las edades
    Género:
    Misterio/Suspenso
    Total de capítulos:
    1
     
    Palabras:
    1455
    Era alguien demasiado talentoso, no hay duda alguna. Nunca en mis sesenta y cinco años de vida he conocido un hombre como él. Alguien con una personalidad tan peculiar. Alguien con una vida tan, a falta de una mejor palabra, oscura. Creo, en lo más profundo de mi ser, que él no merecía ese final. Siempre ha sido así, desde que lo viera por primera vez en la universidad. Recuerdo que lo encontré taciturno, en medio del campus, contemplando cómo el follaje de los árboles, antes frondosos y lozanos, iba muriendo por la fuerza del clima otoñal. Casi nadie se atrevía a acercársele, se decía por lo bajo entre los demás estudiantes que, al parecer, padecía una especie de trastorno mental, que era un demente. Yo percibía su extremo silencio y su actitud errática como el remanente de una solemne introversión, de una timidez alimentada por los prejuicios y la incomprensión. Esa tarde en que el sol se ocultaba entre los rústicos tejados del pueblo, decidí despojarme de todo aspecto negativo infundado por las comidillas de las malas lenguas y vencer la barrera que él, quizá involuntariamente, y el resto del alumnado había levantado para promover aquella dicotomía, aquella injusta exclusión. Me senté a su lado sólo para comprobar, en efecto, que era un hombre de pocas palabras, pero precisas y certeras. Era, más que nada, un bohemio. Supe, al principio por encuentros casuales, que adoraba el arte en todas sus expresiones.

    Casi no salía de su casa, solo lo hacía para desperdiciar algunas horas de estudios en la universidad y nada más que eso. Sí, el arte era lo que más le apasionaba por sobre todo. Una vez me confesó que él vivía por y para el arte. Le respondí que no me sorprendería que, por tantas horas de dedicación y actividad, él muriera también por esa corriente. Evidentemente, no me equivoqué. En un principio hablábamos muy poco, la charla consistía en que yo le hiciera algunas preguntas y él las respondiera mediante algunos monosílabos o gesticulaciones reforzadas por un mutismo natural. Pero bastaron unas pocas semanas para que nos consideráramos buenos amigos. Los primeros años pasaron normalmente, pero al tiempo él dejó de asistir a las cátedras. Ni siquiera se dignó a terminar la carrera que estaba siguiendo. Era por el arte, esa era su obsesión. Fue así como visité su estudio por vez primera. Él vivía en una mansión bastante amplia y acogedora. Pude comprobar que no tenía parientes, nunca supo decirme bien qué fue de sus padres. Cada vez que le preguntaba sobre el paradero de sus progenitores, él prefería permanecer en silencio o eludía la interpelación dispensando algún detalle de la obra que en ese momento pintara o moldeara. En cambio, su única compañía era una ama de llaves y algunos criados, lo que admitía la certeza de que provenía de una familia con una considerable fortuna, al menos no pasaba por ninguna necesidad.

    Su lugar de trabajo, por esas épocas, era un recinto bastante extenso, atiborrado de cuadros y esculturas, elementos que él consideraba un medio para perfeccionar sus habilidades. Cuanto más pasaba el tiempo, más crecía la cantidad de lienzos, figuras, murales y caballetes que él iba adquiriendo y utilizando. Fue así que me di cuenta que su pasión no conocía límites. Tanta era su abstracción, la determinación que demostraba por esa doctrina, que terminó por volcarse a una vida de soltería y desidia personal. Siguieron pasando los años y su destierro autoimpuesto no cedía. Las visitas que yo le hiciera fueron disminuyendo. En aquellos años había decidido casarme, teniendo luego dos hijos, por lo que el alejamiento y el consecuente estancamiento de nuestra amistad era algo inevitable. Sin embargo, supe que su esfuerzo había rendido frutos, puesto que los periódicos locales solían publicar algunas excelentes consideraciones sobre sus obras, especialmente por el tono siniestro que algunas de ellas pudieran exhibir. Fue luego de la lectura de uno de aquellos artículos que decidí visitarlo de nuevo, para revivir buenos momentos, para reencontrarme con la nostalgia. Preparé algunos obsequios y partí hacia su hogar, que quedaba en aquel pueblo alejado donde pasara los primeros años de mi vida. Tardé muchas horas en llegar, y el impacto que me ocasionara el ver otra vez la fachada de aquella mansión y el significativo cambio que el paso del tiempo le había otorgado fue, cuanto menos, estremecedor.

    Todas las ventanas estaban cerradas, el césped y la vegetación invadían gran parte del exterior, a causa de un evidente descuido. Los muros del caserón estaban descascarados y ruinosos. El lugar estaba sumido en un silencio funesto. Llamé a la puerta muchas veces, pero nadie respondía. Preocupado, rodeé parte de la casa, para detectar alguna señal de vida, algún movimiento o ruido que me anunciara la presencia de un huésped. Nada. En el ambiente solo imperaba un mutismo casi alarmante, exasperante. Volví a la entrada. Esta vez, con cierta sorpresa, descubro que la puerta de la entrada principal se hallaba entreabierta. Bastó solo un segundo para que me decidiera a ingresar. Una vez en el interior de la oscura mansión, contemplé el resultado de tantos años de soledad y ofuscación. Mi vista se posaba sobre lo indescriptible, sobre las refinadas calamidades de una mente retorcida a causa del abandono y el desamparo. Escudriñaba formas extrañas e indefinidas ocultas en el frío de la penumbra, cabezas carentes de cuerpo que parecían observarme, cuadros de colores vibrantes y perversos, figuras mortecinas sin ningún propósito más que el de ocasionarme una inquietud vivaz ante su sola presencia, pinturas y efigies que poseían un encanto atroz, aborrecible, ominoso. Los pasillos de la casa estaban llenos de inscripciones, óleos, manchas y garabatos azarosos e intrigantes.

    Cuanto más avanzaba por esos corredores, más me sobresaltaba frente a cada visión. No tardé, por fortuna, en llegar a la entrada de la alcoba de quien en otros tiempos fuera mi mejor amigo. Lo que hallé allí dentro me dejó sin aliento. Él estaba delante de un lienzo, definiendo algunos trazos. Ni siquiera se percató de mi presencia. Lo vi de espaldas, era como otra persona. Todo su talento era consumido por cada obra de su autoría. Recordé sus exactas palabras al respecto, a las cuales en su momento no les presté la debida atención:

    «el arte no consiste en plasmar las emociones o los sentimientos que nos invaden, consiste en dejar un pedazo de nuestro ser sobre cada obra, una parte de nuestro espíritu, de nuestra personalidad…, de nuestros sueños y deseos más íntimos.»

    Comprendí entonces, al verlo sentado allí, temblando y murmurando palabras difusas a cada pincelada, que él volcaba parte de su alma en cada nuevo producto que su ingenio concibiera. No era magia ni ciencia, posiblemente era una variante de la alquimia. Una alquimia artística. En ese instante, me conmocionó sobradamente lo que vi delante de él. Era la imagen de una muchacha de cabellos dorados, que lucía un elegante vestido de color verde. Más que su figura, me incomodaba su actitud. Vi en ella, la niña del cuadro, una mirada que bien podría denotar vitalidad, como si tuviera vida propia. Sacudí mi cabeza para abandonar esa idea, no podía ser.

    No llegaba a entender la capacidad, el talento que él pudiera ostentar para lograr un efecto como ese, y una vez pensado esto, pude vislumbrar una posibilidad. Mi compañero fue debilitándose, estaba cayendo en una especie de trance que consumía todo su aliento. De repente, se desplomó sobre el cuadro, donde la jovencita permanecía sonriente, como si finalmente estuviera completa, finiquitada. Me acerqué al cuerpo de mi amigo y lo sacudí ligeramente. No respondía. Por más que insistiera, la respuesta era nula. El cuerpo estaba inerte, sin vida. Empecé a entregarme a la desesperación, cuando noté que la mirada de la muchacha del cuadro contenía una poca de malicia. Mi vista se posó sobre su rostro, hasta percibir un tenue parpadeo en sus ojos. Fue un hito de lo más aterrador, espantoso. Ya no podía negarlo, no fue simplemente una impresión mía. Sobresaltado, salí de allí a la carrera, sin preocuparme en lo más mínimo qué sería de mi mejor amigo. La poca cordura que me quedaba en aquel momento me pedía a gritos que abandonara aquél tétrico lugar de inmediato. Nunca jamás supe nada más de él. Nunca jamás me llegó novedad alguna sobre el desgraciado Weiss Guertena, salvo que todas sus obras habían sido adquiridas por el dueño de un museo que pensaba dedicarle una exposición exclusiva en su memoria. No necesité saber más.



    Vincent Rozenkreuz



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    ¡Qué relato más interesante!

    Una de las cosas que más me gusta de tus historias, además de la narración que siempre es excelente, es el amplio vocabulario que usas. Un montón de adjetivos, sinónimos... en éste especialmente ha habido varias palabras que ni conocía, así que he aprendido algo y todo.

    La historia en sí me ha gustado mucho. La introducción de los personajes enseguida ha despertado mi curiosidad por saber más de esa persona tan singular. De primeras me he alegrado viendo como la relación de ambos mejoraba favorablemente. Me ha sorprendido ligeramente que se alejaran, porque pensé que la historia tomaría otro rumbo, pero todo ha pasado de manera natural y real. Después, cuando se adentra en el hogar de quien fue su mejor amigo... ufff la ambientación me ha parecido fantástica. Me he sentido intranquila, temerosa y me he acelerado en la lectura, verdaderamente sentía que algo malo se avecinaba y me estaba adentrando en un lugar muy lúgubre. Cuando la niña parece que cobra vida y queda claro que no ha sido su imaginación ¡los pelos de punta! El final muy impactante.

    Una gran historia, ¡felicidades!
     
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    Luncheon Ticket

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    Virgo
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    Y una de las cosas que más me entusiasman es poder leer tus oportunos y encantadores comentarios, referentes a mis estrafalarios escritos (felicitaciones, ya estarías a la altura de las geniales Wababy e InunoSaikyo).

    Qué bueno que te haya gustado la ambientación lúgubre de la casona de Weiss Guertena, porque precisamente de eso se trata el juego, pero ubicado en un museo con una exhibición en su nombre. La niña del cuadro, Mary, juega un papel muy importante en la trama... pero sabiendo ya que en realidad ella es el resultado de una obra mística y no una niña real, pues otra vez toqué el infame tema de los spoilers (se supone que el jugador no debe saber su verdadero origen hasta casi el final de la aventura, caray).

    Este título me gustó mucho en su momento precisamente por su trasfondo, el cual es muy atractivo.
    Te agradezco tu apreciación y de nuevo te invito a seguir pasándote por este subforo, el cual se ha vuelto mi favorito a la hora de publicar mis inquietudes literarias.
    Un saludo, señorita It's.
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    InunoTaisho

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    Ya te dije que de videojuegos no sé casi nada, así que sobre la trama en sí pues... bueno, mis comentarios son en relación a como manejas la atmósfera de suspenso terminando con un leve tono de pánico por lo sucedido entre la pintura y el artista (me recordó al retrato de Dorian Grey, quien envejecía por su contraparte y he ahí la razón de mantenerlo oculto... su final fue un poco rebuscado pero perfecto para lo narrado por Wilde); y como dice Its te llama la atención la forma en la que presentas a los personajes, sobre todo al artista con el aura de misterio que lo envuelve. En fin, lo único que me detuvo a comentar la primera vez que lo leí fue el desconocimiento del juego. Tal vez el corto debería llamarse "El arte maldito que te devora de a poco"... ☺☺☺

    Gracias por escribir, amigo
     
    Última edición: 17 Junio 2020
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    Luncheon Ticket

    Luncheon Ticket THE BE(a)ST

    Virgo
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    Ah, El Retrato de Dorian Gray... leí ese relato en mi adolescencia. Recuerdo cómo los personajes exudaban ese intelecto que pertenecía al admirable Oscar Wilde (lo conocí en la primaria por El Fantasma de Canterville, gran libro). ¿Si usé una parte de esa obra para dotar de misterio y misticismo este escrito? No lo descartaría, claro que no. Es más, hasta me siento orgulloso, con cierta modestia también, por la relación que hiciste. Creo que los pintores, al igual que los escritores, pueden llegar a vender su alma por una obsesión, no importando la forma que ésta posea.
    Muchísimas gracias por tu comentario, InunoTaiyo. A pesar de que los videojuegos no sean tu fuerte, te puedo decir que si llegas a pasarte por aquí más adelante, puede que igual encuentres algo que te sea de interés, o al menos quisiera garantizarte que al menos te dejará satisfecha.
    Saludos.
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    wasabi

    wasabi Flamer Comentarista empedernido

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    Es increíble que desarrolles tan bien al pintor a través de los ojos de una persona "cuerda" que le tomó cariño y admiraba su trabajo, seguramente no imaginaba nada de lo que pasaría. Sobre el pintor, más que estar loco o ser introvertido, me parece que veía el mundo de otra manera y tenía un enorme don (o maldición) que le ayudó a conseguir lo imposible como crear una obra que tuviera un pedazo de él.

    Me parece que su último cuadro tiene algo más profundo que decir simplemente "le dio vida", porque no parece que haya pasado eso. Más bien, le dio un pedazo de su alma para hacer la obra perfecta que transmitiera tremenda inquietud a aquellos que la miraran.

    Un ritmo perturbador el final y hasta me provocó algo de ansiedad imaginar a ese pintor ir dejando su vitalidad en cada detalle que le daba a su última obra. Tal vez algo incomprendido pudo ser el mejor final para él, pues seguro eso estaba buscando y no tenía lugar en este mundo como un artista convencional.


    Me encantó, ya lo sabes <3
     
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  1. dilan Advance
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