Había tenido suficiente y el universo entero lo pagaría, todo había comenzado por un absurdo y simple capricho como la enorme mayoría de las ocasiones, no tenían donas con topping de trozos de chocolate en aquella tienda, pero que importaba al fin de al cabo, él era el imponente dios de la destrucción si quería disfrutar una dona, dicha dona debería de ser entregada. Ahora era tarde, el cielo mismo se obscurecía ante sus inmensos poderes que afectaban al espacio- tiempo mismo, media ciudad estaba destruida, los defensores de la tierra derrotados, hasta el más fuerte de ellos, el hombre más fuerte del universo, había dado todo de sí, había aplicado toda su fuerza y la que le habían brindado todos, pero al fin de al cabo el saiyajin llamado Goku, aunque luciera como un dios le faltaba mucho para poder transformarse en uno. Ya no había esperanza, cuando sus amigos lo vieron quedarse sin energía para poder luchar, fueron al encuentro del señor de la destrucción, pero bastó una ráfaga del mismo para hacerlos caer. Quedaba una sola persona de pie, aunque una demasiado inocente para poder hacerle frente. Los ojos de todos la vieron a avanzar a paso decidido, muchos pensaron en ir y detenerla, aunque al final poco importaba, no tenían ki para levantarse, estaban demasiado heridos para seguir peleando y todo el universo desaparecería en unos segundos. Ambas coletas rubias se movieron con el viento de la ráfaga de vendavales de Beerus que la observó despectivo, pero algo intrigado, algo tenía entre sus manos. La niña estaba molesta, Marron estaba molesta, ese ser había lastimado a sus padres, así como la mayoría de sus amigos, sin embargo ella sabía que hacer. Extendió lo que parecía un cilindro en sus manos y lo tomó con ambas manos. — El saiyajin dios no pudo determe niña tonta ¿qué harás tu que?.... Los ojos de Beruus se hicieron gigantescos, sus pupilas se dilataron observando fijamente hacia la pared, bajo la mano como hipnotizado y se agachó acechando moviendo la cola serpenteando. Su poder dejó de emanarse su poder se desechó y giró la cabeza ladeandola curioso. Del cilindro emana una luz roja, un laser simple que funcionaba con dos pares de pilas de reloj que la niña sostenía con fuerza. En la sonrisa de Marron se dibujó una pequeña sonrisa de victoria, moviendolo de nuevo, Beruus fue tras él, lo movió a otro lugar y el dios de la destrucción lo siguió ronroneando. Goku logró ponerse de pie apenas y miro a Vegeta boquiabierto ante la escena de la pequeña terrícola rubia guiando al fiero dios de la destrucción como un tierno minino saltando suavemente acechando la luz roja que dirigía. — Deberían verlo como se pone con la leche y el atún— agregó con una risilla Whis.
¡Tiene más de gato que de señor de la destrucción! Jajajaja, son instintos básicos que aunque lo intente no logra suprimir. Me da risa que justo la pequeña terrícola fuese la que haya tenido la idea y haya jugado así con el gran dios. Un toque de comedia estupendo en ambos escritos, me has entretenido. :3 Gracias por participar en la actividad.
Y también quería poner "Fangril"! Ha sido tan hilarante el final, ¿quién pensaría en el dios de la destrucción actuando como un minino domesticado por una nenita? Pero en Dragon Ball hay casos así de inverosímiles, porque indudablemente las mejores armas para enfrentar los peligros están en la Tierra del Universo 7. Fino escrito como siempre, con un humor delicioso.
