Long-fic El amor es nuestra resistencia (Roy M. x Riza H.)[Finalizado]

Tema en 'FullMetal Alchemist' iniciado por InunoTaisho, 26 Marzo 2020.

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    InunoTaisho

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    El amor es nuestra resistencia (Roy M. x Riza H.)[Finalizado]
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    Comedia Romántica
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    El amor es nuestra resistencia. (Roy x Riza)



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    Nota: esto sólo se me ocurrió por diversión en un arranque de inspiración y después de ver un AMV muy chulo de esta parejita, con imágenes muy bien coordinadas con la canción que da título a mi historia, aunque nada que ver con ello; ojalá sea de su agrado. Ya saben, nada es con fines de lucro de mi parte respetando los derechos de autor de Arakawa y asociados en el proyecto FMA.


    ****** Parte 1 ******



    ─ Después de tanto tiempo, ¿piensa usted que voy a creerle así de fácil? ─le dijo Riza Hawkeye al general Grumman, el Führer de Amestris, tras unos segundos de estupefacción luego de escuchar la noticia que le había dado sobre su relación familiar hasta ahora desconocida para la doncella.


    ─ Comprendo que es difícil para ti considerando todo lo que has pasado en tu vida, y de verdad me gustaría compensártelo de algún modo ─respondió el anciano y sacó un par de fotografías algo antiguas para que no quedara duda de lo que le había contado, señalándole a una muchacha bastante parecida a ella─. Mira esto y dime si te estoy mintiendo… tu madre era tan hermosa como tú, y es una lástima que no pudiera despedirme de ella al morir tan joven ─adicionó, soltando un suspiro de tristeza.


    ─ De verdad lo lamento mucho ─la expresión y el tono de voz de la rubia se dulcificaron, tomándose el atrevimiento de darle al hombre mayor unas suaves palmaditas en el hombro como un gesto de apoyo─. También a mí me hubiera gustado que estuviera más tiempo conmigo, así quizá mi padre no se habría amargado tanto ─añadió con leve melancolía.


    ─ Bueno, querida Riza (me permites llamarte así, ¿verdad?), por el momento nadie puede enterarse de esto; y cuando digo nadie me refiero a nadie, ni siquiera el general Mustang, ¿me explico? ─el Führer recobró la mesura castrense poniéndose serio, mirándola fijamente con atención─. Hasta que la ley de Antifraternización sea modificada o quede abolida por completo es mejor continuar guardando las formas militares, ya que no quiero causarte problemas por tu posición ─agregó en tono más calmado.


    ─ Pierda cuidado por ello, señor, nadie se enterara de este secreto ─respondió la aludida con serenidad y aplomo dedicándole el saludo marcial.


    ─ No lo dudó, capitán Hawkeye, por eso y más es que el general Mustang confía plenamente en usted ─observó el hombre mayor guardando las fotografías en el fondo de la gabardina. Al levantarse de su asiento la joven le imitó sin dejar de saludarle de acuerdo al protocolo militar─. Sé perfectamente que su trabajo en Ishval será de mucha ayuda para llevar la paz a la región del Este. Con su permiso me retiro ─y salió con paso lento del pequeño comedor en el que se habían citado aprovechando el día libre de ella, ajustándose el peluquín y el enorme bigote negro con el que se había disfrazado para pasar desapercibido y no llamar mucho la atención.



    Un poco tiempo después el equipo de Mustang fue asignado oficialmente a trasladarse al Comando del Este para ejecutar misiones de paz en la región de Ishval, y así también iniciar contactos comerciales con el enorme país de Xing. Ello requeriría de por lo menos tres a cuatro meses para tener en orden la documentación útil y necesaria sobre todo lo ocurrido antes, durante y posteriormente a la guerra de Ishval.



    ─ Bien, caballeros, tenemos que dar lo mejor de nosotros mismos y estar al nivel requerido para cumplir las expectativas trazadas por la capitán ─les dijo Roy Mustang a sus compañeros de escuadrón cuando se encontraban en la oficina esperando a que Riza Hawkeye llegara con los primeros paquetes de documentos para empezar el día, hablándoles con voz clara y firme de mando militar muy característico de su rango y de la seriedad del asunto que tenían enfrente─. ¿Están conmigo? ─adicionó con resolución.


    ─ ¡Estamos con usted, señor! ─respondieron los hombres en posición de firmes, al unísono y con voz decidida.


    ─ Perfecto ─masculló el alquimista con gesto de satisfacción y sonrisa decidida.



    Justo entonces entró la joven convocada, y todos dirigieron la vista hacia ella manteniendo el saludo en alto dado su grado superior. Y para su sorpresa detrás de ella apareció nada más y nada menos que el Führer, lo que hizo que Roy también se cuadrara con respeto.



    ─ Es un honor recibirle en nuestra oficina, excelencia ─le dijo cortésmente a modo de saludo, evitando sonar extrañado por la inesperada visita.


    ─ Descansen, caballeros, descansen ─contestó el anciano con total tranquilidad, y se tomó el atrevimiento de sentarse en la silla principal detrás del escritorio para contemplarlos a todos desde la privilegiada posición─. Tengo que tratar un asunto de suma importancia con usted, general, pero es mi deseo que sus hombres estén también al tanto de esta decisión ─agregó tras acomodarse a sus anchas, apoyándose en el respaldo.


    ─ Usted dirá, señor ─respondió el aludido manteniéndose al frente del escritorio en pose de firmes.



    Por su parte Riza le indicó a su compañeros, con un sutil gesto de la mano, que tomaran sus lugares para empezar con sus labores de la mañana, entregándole a cada uno de ellos su correspondiente papeleo para posteriormente ocupar ella misma su asiento, sin dejar de estar pendiente de la charla entre su general y el Führer. Por cierto que éste último se tomó algo de tiempo para hablar, admirando una pluma fuente de plata que se encontraba en el escritorio, una pluma única.



    ─ ¡Vaya, qué gran trabajo!, ¿usted la hizo, general? ─le preguntó con curiosidad mirándola detenidamente por ambos lados.


    ─ Sólo le di unos detalles para personalizarla, eso es todo ─admitió el moreno un poco avergonzado, esperando que el viejo Grumman no se tomara más tiempo del necesario para que pudieran avanzar en su cometido.


    ─ Oh… siempre he dicho que la alquimia bien utilizada es fabulosa, en serio que sí ─por supuesto que el anciano no tenía nada de prisa, así que se tomó por lo menos otro minuto para contemplar y examinar los detalles.



    Ni hablar, Roy tuvo que contener un suspiro de pesadez mal disimulando un gesto de contrariedad, y los demás no podían hacer nada para ayudarle que sólo darle su apoyo moral avanzando en lo suyo. Y la joven le lanzó una fugaz mirada de pena porque suponía, sin temor a equivocarse, que el general ya tenía ganas de holgazanear por lo menos una hora leyendo el periódico mientras saboreaba su dosis de cafeína de la mañana.



    ─ Bueno, bueno, general Mustang, como la carga de trabajo burocrático será demasiada para la capitán Hawkeye me tomé la libertad de contratarle una asistente ─cuando al fin Grumman se animó a hablar lo hizo con seriedad profesional como si no hubiera pasado otra cosa desde su llegada, dejando la pluma en su lugar y apoyándose una vez más en el respaldo─. Así ella podrá dedicarse a otras actividades más propias de su cargo ─detalló a modo de explicación sonando muy convencido de su actuar.


    ─… eto… ─obviamente que el pobre no supo ni qué contestar, agarrado totalmente desprevenido ante ese movimiento inesperado.


    ─ Disculpe mi atrevimiento, excelencia, pero considero que no me es necesaria otra persona aquí para hacer algo a lo que ya estoy acostumbrada ─pero la dama se levantó de su lugar y, dirigiéndole al hombre mayor el saludo correspondiente, le expresó su sentir sin querer ser grosera.


    ─ No se sienta desplazada, capitán Hawkeye, sólo quiero que entrene usted a esa linda señorita para hacerla mi asistente personal a su debido tiempo, pues en verdad necesito una secretaria por todo el trabajo que se ha acumulado ─el aludido soltó una leve carcajada sin mostrarse alterado por la negativa, reacomodándose una vez más en la silla─. Siendo sinceros el general Mustang no va a querer prestármela ya que no puede hacer nada sin usted, por ello me he visto en la necesidad de contratar personal femenino para embellecer mi oficina ─puntualizó en tono picaresco lanzándole al alquimista una fugaz miradita burlona, lo que le hizo enrojecer un poco de las orejas. Y aunque sus compañeros no le veían de frente se imaginaron cómo debía sentirse ante esa declaración tan precisa, así que disimularon las risitas tapándose la boca.


    ─ Señor, qué cosas dice… ─porque efectivamente, Roy Mustang no encontró ningún argumento con el cual defenderse de esa afirmación. De hecho no podía admitir abiertamente que ciertamente necesitaba a su capitán Riza Hawkeye junto a él para trabajar eficientemente. Riza, por su parte, también mostró un leve enrojecimiento de sólo pensar en ello, pero nadie le prestó más atención de la necesaria pues al ser dama era algo más normal el ver sus pómulos coloraditos.


    ─ Siendo para ayudarle, señor, entrenaré a la señorita en todo lo necesario ─respondió la joven casi de inmediato con total educación y tono sereno recobrando el aplomo de soldado. Aunque en el fondo sólo pudo pensar, de acuerdo a los comentarios de su amiga Rebecca, que el general Grumman, su ahora abuelo, no era más que un viejo verde y casanova buscando doncellas para acosar.


    ─ Bien, les agradezco su apoyo y mañana a primera hora vendré con ella para presentárselas ─satisfecho de su logro el Führer se levantó de la silla, y todos los demás el imitaron dirigiéndole al saludo correspondiente a modo de respetuosa despedida─. Cualquier queja que tengan no duden en avisarme para tomar las medidas correspondientes ─agregó y caminó con paso ligero silbando una melodía alegre, cerrando la puerta al salir.


    ─… Capitán, necesito un café bien cargado para empezar el día ─le dijo Roy a Riza antes de animarse a tomar su asiento, quizá procesando al información de lo ocurrido.


    ─ En seguida, señor ─respondió ella mirándole fugazmente de reojo, y de inmediato se retiró para cumplir la orden.


    ─ Señor… ─Havoc y los demás querían decirle algo para animarle.


    ─ ¿Qué diablos están esperando para trabajar, teniente Havoc? ─sin embargo el alquimista no parecía estar de humor para hablar de lo sucedido así que les dirigió un bufido dejándose caer en la silla, tomando prontamente el periódico para ocultar su rostro tras de él.





    Nota: bueno, espero les haya gustado. Ya voy desarrollando las dos (o tres, aún no lo defino) partes restantes pues no será un fic largo, así que no se desesperen.

    ¿Qué creen que pase con la señorita en cuestión? ¿Será Roy Mustang capaz de superarse a sí mismo ante Riza Hawkeye? Bueno, creo que ya han de saber mi postura sobre esta pareja pero por favor sigan leyendo mis locuras y no me maten por ser tan simple. Saludos.
     
    Última edición: 15 Agosto 2020
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    ****** Parte 2 ******




    Al día siguiente el Führer se presentó, ni bien iniciaron las labores, acompañado por una señorita de larga cabellera oscura ondulada y suaves rasgos femeninos, los cuales resaltaban con el sutil maquillaje que traía puesto. Y ni que decir de su vestuario, demasiado revelador y nada usual ni práctico para el Ejército. Por supuesto que todos los caballeros presentes pudieron recrearse la vista ante eso, aunque intentaron disimular un poco su desliz ante la mirada seria de la capitán Riza Hawkeye.



    ─ Bien, bien ─dijo Grumman complacido tras permitirles descansar del saludo marcial, intentando sonar serio tras carraspear para ocultar una risita─. Caballeros, capitán Hawkeye, permítanme presentarles a la señorita Brown.


    ─ Bienvenida, señorita Brown, para nosotros es un gusto recibirle y esperamos que su estancia en esta oficina sea provechosa ─Mustang, como el mayor al mando en esa oficina, tuvo que ser el encargado de darle la bienvenida haciéndolo de la forma más educada que conocía para escucharse como un profesional y no como un coqueto. Claro que en realidad no estaba de ánimo para lanzarle un piropo a la señorita considerando que el Führer, y sobre todo Riza, se encontraban presentes, y lo que menos quería era causarle un disgusto a su capitán por andar galanteando a otra.


    ─ Muchas gracias, general Mustang… indudablemente es usted más apuesto de lo que me habían dicho, y ya sabe cómo son los chismes de mercado que exageran todo ─respondió la aludida señorita sin ningún pudor dedicándole una caída de pestañas─. ¿Y tiene novia o no?, porque yo estoy soltera y sin ningún compromiso ─le preguntó como si estuvieran charlando en otro lugar y no en una oficina de trabajo.



    Los demás hicieron discretos gestos de frustración ante la ocasión perdida de tener una cita con la señorita, y, aunque el gesto de la capitán permaneció en apariencia inmutable, sus ojos se afilaron un poco más en tanto una sutil aura oscurecida la rodeaba como si tuviera ganas de asesinar a alguien en específico.



    ─ Por favor, señorita Brown, ese comentario está fuera de lugar ─le respondió el alquimista haciendo un esfuerzo por sonar serio y ofendido, intentando ignorar el escalofrío que recorrió su espalda al sentir las malas vibras de su escuadrón hacia su persona.


    ─ Lo lamento, es sólo que no pude evitarlo porque me gustaría tanto tener un novio como usted, un hombre valiente y decidido, héroe de guerra y todo lo demás ─se excusó la dama con voz bajita y chillona dedicándole una respetuosa y breve reverencia. Y Grumman carraspeó brevemente una vez más para llamar la atención, y para ocultar la risita traviesa que se dibujaba en sus labios.


    ─ Señorita Brown, usted será la asistente de la capitán Hawkeye, por favor procure aprender todo lo que pueda para que así su contrato sea permanente ─le dijo calmadamente al tiempo que le hacía una seña a la joven rubia para que diera un paso al frente─. Espero que no sea mucha molestia para usted el capacitar a la señorita Brown durante un mes, capitán Hawkeye ─añadió volviéndose a la aludida.


    ─ Descuide, señor, de mi cuenta corre el que la señorita Brown esté perfectamente capacitada para ser su asistente ─le respondió ella con todo el profesionalismo que era capaz de mostrar cuadrándose con respeto; aunque por dentro sintiera que las tripas se le retorcían de contrariedad pues no alcanzaba a comprender lo que pretendía su abuelo con esa mujercita tan insulsa y atrevida, incluso pensando en qué lugar la había levantado.


    ─ Pondré todo mi esfuerzo en aprender, capitán Hawkeye… creo que nos vamos a entender muy bien pues ambas somos mujeres y hasta podemos ser amigas, así que hablaremos de nuestros galanes sin ningún problema, ¿no cree? ─le dijo la mencionada modificando el tono de voz para sonar más sensata, como si quisiera compensar algo, y le sonrió con amabilidad.


    ─ Tal vez en algún momento… ─Riza se guardó un suspiro de pesadez al considerar que ese tiempo sería todo un reto para su paciencia.



    Los otros permanecían en silencio porque para ellos era obvio, con todos los años que ya tenían trabajando juntos como equipo, que la capitán estaba echando más chispas que la alquimia personal del general, lo que significaba que no estaba para nada contenta con la presencia de la damita recién llegada. Y por su parte el alquimista tenía la sensación de haber cometido una canallada para con su capitán aún y cuando no la había buscado, y en su gesto se reflejaba leve contrariedad por lo absurdo de la situación intentando adivinar qué diablos tramaba el viejo zorro de Grumman metiendo a esa señorita en su oficina. Eso sin duda le causaría algún conflicto, y no podía hacer nada para negarle el favor al anciano dado que Riza ya había aceptado ayudarle.



    ─ Bien, bien, entonces me retiro y les dejo trabajar ─dicho eso el Führer consideró que ya había sido suficiente y volvió sus pasos hacia la puerta. Los militares se cuadraron una vez más para despedirle─. Nos vemos más tarde, señorita Brown ─añadió alegremente antes de salir.


    ─ Hasta luego, señor Führer, voy a aprender mucho y después le cuento como me fue ─y ella le dijo adiós con la mano dibujando una sonrisa en su rostro.



    En cuanto Grumman se perdió de vista todos los hombres se relajaron ─menos Mustang, quien indudablemente veía una encrucijada en todo eso pero no alcanzaba a comprender el motivo─ y fueron a presentarse con la damita esperando tener una oportunidad para salir juntos en una esporádica cita.



    ─ Muy buenos días, señorita Brown, es un placer conocerle… mi nombre es Jean Havoc y soy uno de los mejores en esta oficina ─el rubio teniente fue el primero en acercarse a ella, empleando un tono donjuanesco al hablar para sonar más interesante.


    ─ ¿Y en qué se supone eres el mejor de la oficina, Havoc? ─le replicó Breda socarronamente al tomarlo por un hombro, jalándolo un poco para atrás.


    ─ Yo me llamo Kain Fuery y soy especialista en comunicaciones… ─lo que fue aprovechado por Fuery para meterse delante de su compañero, dándole la mano a la dama como un gesto amable de saludo.


    ─ El gusto es mío ─respondió la señorita un poco abrumada sin dejar de sonreír coquetamente.



    Falman, y también Breda, consideraron buscar una oportunidad más adecuada para presentarse con la doncella porque en ese momento sintieron la dura mirada de Riza Hawkeye sobre ellos, quien les habló con severidad y algo de molestia para recordarles sus deberes.



    ─ Si no mal recuerdo tienen trabajo que hacer, caballeros, y van atrasados.


    ─ Si, capitán, a la orden ─respondieron los cuatro al unísono cuadrándose de inmediato, y más rápidos que un rayo empezaron a trabajar en su documentación.


    ─ Señorita Brown, si me hace el favor acompáñeme por aquí para mostrarle cuáles serán sus primeros deberes ─por lo que Riza se llevó a la otra caminando con paso firme hacia la salida, olvidándose por completo de Roy.


    ─ Ya voy, capitán, sólo deje despedirme del general… Descuide, general, no tardaré en volver ─la mencionada le siguió sin chistar pero antes se tomó el atrevimiento de dirigirle una sonrisa coqueta al moreno alquimista, cerrando la puerta al salir.



    Sin embargo éste se encontraba tan perdido en sus pensamientos que ni la tomó en cuenta, y para cuando recobró el sentido de la realidad habían trascurrido un par de minutos.



    ─ ¿Eh? ¿Dónde está la capitán Hawkeye… y la señorita Brown? ─preguntó tras parpadear azorado mirando hacia los demás.


    ─ La capitán llevó a la señorita Brown hacia el archivo para indicarle sus tareas iniciales ─le dijo Breda con total tranquilidad mientras lo observaba con curiosidad. De hecho todos le miraban algo intrigados esperando una reacción de su parte.


    ─ ¿Ah, sí? ─dijo el general y después sacudió un poco la cabeza a modo de despejar sus pensamientos─. Espero no olvide traer el café de la mañana ─agregó y, soltando un suspiro de rendición se dejó caer en su sillón, tomando el periódico para leer mientras meditaba una vez más en lo sucedido.



    Sus compañeros, por su parte, aprovechando que no les prestaría atención en por lo menos media hora, continuaron sus labores cuchicheando entre ellos.



    ─ Creo que el general va a tener días muy, muy malos ─dijo Havoc tras encender su primer cigarrillo del día.


    ─ Ciertamente pues la capitán no parecía muy contenta ─añadió Fuery un tanto apenado por tan mal augurio.


    ─ Bueno, tenemos que admitir que la señorita Brown es todo un bomboncito… ─reconoció Havoc poniendo gesto de bobo.


    ─ Y sin lugar a dudas hará cualquier cosa por conseguir una cita romántica con el general… al menos si yo fuera mujer lo preferiría sin ninguna duda ─comentó Breda un tanto burlón dedicándole a su rubio compañero una sonrisita, acercándole un cenicero.


    ─ Oye, yo también tengo potencial para pedirle una cita, y sin ningún problema ─replicó el teniente echándole el humo en la cara, mirándolo con gesto enfurruñado.


    ─ Indudablemente el Führer es un hombre de buenos gustos, pero esa fue una jugada muy sucia ─suspiró Falman con seriedad cruzándose un momento de brazos─. Si el general no se anda con cuidado es seguro que la capitán se enoje mucho, mucho, mucho ─explicó apoyándose un poco en el respaldo, con la cabeza echada para atrás─. Y nadie nos garantiza que nos irá mejor que a él ─adicionó con voz algo temblorosa.


    ─ Pobre general… y pobres de nosotros ─Fuery tragó un poco de saliva de sólo pensar en ello.


    ─ Por eso, y en solidaridad con el general, le pediré a la señorita Brown una cita ─dijo Havoc con convicción.


    ─ Pues por tu bien lo mejor es que Rebecca Catalina no se entere de eso… no creo que hayas olvidado que ella y la capitán son muy amigas ─le comentó Breda en tono sombrío recordándole ese pequeño detalle.


    ─ ¡Diablos! ─lo que hizo que el rubio casi se tragara el humo de la fumada.



    Cerca del mediodía, como ni Riza ni la señorita Brown regresaban a la oficina, Fuery fue el encargado de prepararle el café a su jefe para que pudiera empezar a trabajar en su papeleo.



    ─ No se ofenda, sargento Fuery, pero este café es intomable ─le dijo tras darle un sorbo, poniendo gesto de asco al alejar la taza de su alcance.


    ─ Lo lamento, señor, como no soy adicto al café no sé prepararlo como le gusta ─se disculpó el muchacho con una sonrisita tonta, tomando la taza para llevársela a otro lado.


    ─ Descuide, es mejor que sigamos trabajando en lo nuestro ─suspiró Roy para armarse de valor antes de tomar la primera hoja del informe a revisar.



    Ya más tarde, pasada la hora de comer, y mientras la señorita Brown se llevaba la documentación ya revisada al archivo correspondiente, Roy se dirigió a Riza con estas palabras:



    ─ Capitán, tengo la ligera impresión de que algo le ha molestado que hasta olvidó prepararme el café.


    ─ Lamento decirle que está equivocado, señor, pero como recordará y comprenderá hay muchas cosas que enseñarle a la señorita Brown, así que su café podía esperar ─le respondió ella con leve frialdad en tanto acomodaba un segundo montón de papeles, sin dignarse a mirarle de frente─. Y no hay nada que pueda molestarme ya que todos terminaron su papeleo a tiempo ─adicionó con profesionalismo.


    ─ Es bueno saber que podemos ser eficientes ─comentó el alquimista con una sonrisita tímida, deseando que lo mirara por lo menos una vez.


    ─ Si no se le ofrece algo más necesito llevar estos papeles al archivo y ayudar a la señorita Brown ─agregó la joven dispuesta a retirarse─. Regresaremos más tarde para complementar las lecciones de hoy aquí en la oficina ya que ella quiere aprender a prepararle el café ─le informó a continuación sin poder disimular un tono de voz ligeramente ofendido.


    ─ Pues que remedio ─Mustang soltó un suspiro bajo de rendición ante lo que se venía─. Aunque déjeme decirle que usted se vería perfecta usando una minifalda como la de la señorita Brown ─adicionó como quien no quiere la cosa, intentando que Riza le sonriera un poco aunque lo regañara por decir tonterías. Pero el efecto no fue lo que esperaba ya que, si bien ella volteó a verle, le lanzó una mirada bastante gélida como si le deseara lo peor.


    ─… con su permiso, señor ─remató dándole la espalda con brusquedad, caminado con paso firme hacia la salida.


    ─… aaa… capitán… ─así que el alquimista se quedó con un palmo de narices ante la inefectividad de su acción, y tragó saliva con dificultad al comprender que la había regado más que arreglado.


    ─ Ese no fue un buen movimiento, señor ─le dijo Havoc después de darle una fumada al cigarrillo correspondiente de la tarde, dejando caer las cenizas en el cenicero.


    ─ Pésima jugada diría yo… ─comentó Breda a su vez tras responder parte del crucigrama que venía en el periódico.


    ─ Tendrá que replantear su estrategia o la capitán no volverá a hacerle café por lo menos en un mes ─observó Falman tras levantar la vista de su revista deportiva.


    ─ No creo aprender a hacer café en menos de un mes, señor ─afirmó Fuery apenado sonriendo tontamente.


    ─ El café es lo de menos, sargento Fuery… ─le contestó Roy modificando el gesto de abatimiento por uno más serio─… lo primordial es que la capitán no descuide del todo sus deberes por nimiedades sin importancia como enseñarle a esa señorita a preparar café ─remató, dándose sus aires de que no le afectaba mucho tratando de mostrarse ecuánime.


    ─ Si usted lo dice, señor… ─dijo Breda poniendo los ojos brevemente en blanco.



    Ese fue el inicio de un largo y pesado mes para el escuadrón de Roy Mustang, y justo cuando iniciaban los preparativos de partida hacia el Este.




    Nota: tal vez me lleve otra parte más de lo planeado, pero no se preocupen porque no serán más de diez capítulos… ☺☺☺☺☺☺. Esperen la continuación de este lío amoroso por falta de tacto entre ambas partes, y todo por intentar y tener que ocultar sus sentimientos a los demás.
     
    Última edición: 25 Junio 2020
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    ****** Parte 3 ******



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    Nota: ¿Tan mala es la historia que no se merece ningún comentario?... ToT



    Tras quince días sobrellevando la situación, todo parecía indicar que el eje Mustang-Hawkeye que mantenía al equipo funcionando había sido un poco afectado en su relación de trabajo, ante la insistencia de la señorita Brown por querer servir al general en todo y la poca firmeza de él en negarse porque no quería pasar como un patán maleducado con la damita, no fuera ella a quejarse con el Führer; eso molestaba a la capitán en grado máximo aunque intentara disimular que no le importaba para nada, pero el hecho de no prepararle el café de las mañanas ni dirigirle la mirada más que sólo lo necesario, aunado a cargarle de papeleo, indicaba otra cosa. Fue así como los hermanos Elric encontraron a Roy Mustang abatido, embarrado sobre el escritorio con apariencia de un moribundo esperando su triste final.



    ─ ¿Y qué le pasa al general bastardo? ─preguntó Edward a Havoc tras entrar en la oficina y ver esa imagen real de la derrota, poniendo gesto de asombro y preocupación ante lo inusual de la situación.


    ─ Bueno, hace quince días llegó una guapa señorita recomendada por el Führer… ─respondió el fumador dándole una fumada al cigarrillo, exhalando el humo en graciosas nubecillas.


    ─… y la capitán ha estado molesta con él por… bueno, creo que ustedes ya sabrán el por qué ─intervino Breda alcanzándole un cenicero a su compañero, dándole un suave golpe en la cabeza─. Fíjate en lo que haces, Havoc, o podrías ocasionar una quemadura ahí ─le señaló un tanto serio.


    ─ ¿O sea que hay otra mujer aquí? ¿Y el general ha estado coqueteando con ella enfrente de la capitán? ─exclamó Alphonse con extrañeza y gesto levemente horrorizado, mirándole como si fuera un monstruo.


    ─ Con razón, si yo fuera la capitán ya lo hubiera mandado muy lejos por mam… ─observó Ed con voz socarrona y gesto de asco.


    ─ No se confundan, jóvenes, no se confundan ─el alquimista de las llamas pareció reaccionar a los comentarios y se enderezó sobre la silla, mirando a los hermanos con el ceño fruncido─. Aunque les parezca difícil de creer ni siquiera le he dedicado un piropo a la señorita Brown, por lo que me gustaría que dejará de inventar chismes sobre mi persona, subteniente Breda ─afirmó con seguridad lanzándole a su compañero una breve mirada de reconvención.


    ─ Pues no sé porque pero no le creo nada ─dijo el mayor de los Elric un poco más burlón y retador.


    ─ Puede ser difícil de creer pero es cierto ─intervino Falman con su característica ecuanimidad─. Nosotros somos testigos de que el general ha hecho todo lo posible por evitar el acoso de la señorita Brown, lo cual es una tarea complicada dado que realmente es… linda ─explicó seriamente con mesura. Y si el subteniente Falman lo aseguraba es porque era verdad, por lo que el chico de la trenza modificó la expresión por una más preocupada.


    ─ No es mi culpa el ser tan irresistible para las mujeres ─Mustang trató de sonar humilde haciendo una mueca de consternación, acariciándose un poco el cabello. Con eso sólo consiguió que sus compañeros y Edward le miraran con algo de fastidio ante esa muestra de presunción.


    ─ Pero, entonces, si no ha hecho nada malo, ¿por qué la capitán se enojaría con usted? ─le cuestionó Al inocentemente tratando de encontrar una explicación coherente.


    ─ Ojalá lo supiera, Alphonse… hasta le hablé por teléfono a su casa pero sólo me da evasivas, y así no puedo hacer nada ─respondió el general volviendo a dejarse caer sobre el escritorio con una mueca de dolor.


    ─ Vamos, con esa actitud de perdedor es de entender que la capitán no quiera sincerarse con usted; lo que ella necesita es un hombre de verdad y no un pelele que se engancha con cualquiera ─observó el mayor de los muchachos volviendo a fruncir el ceño con seriedad. Aunque nunca lo admitiría admiraba a ese sujeto y por ello se sentía incómodo al verlo así, y lo mejor que se le ocurrió para ayudarle era enfrentarlo a sí mismo.


    ─ Y bien, Acero, por lo que estoy entendiendo te has vuelto todo un experto en mujeres, así que dame algún tip sobre la manera adecuada de contentar a una doncella enfadada sin razón aparente ─y claro que Roy Mustang no consentiría que un jovenzuelo de escasos diecisiete años le diera lecciones de hombría, así que volvió a recuperar el aplomo mirándole de forma retadora─. He de suponer, sin temor a equivocarme, que la señorita Rockbell tuvo que disculparte muchas veces por ser tan idiota ─señaló.


    ─ Oiga, no meta a Winry en esto… además no soy tan idiota porque al menos yo ya le dije que la amo cuando le pedí… ─esos comentarios hicieron que Ed enrojeciera hasta las orejas y hablara atropelladamente mientras su gesto cambiaba a uno cómicamente amenazador mostrando unos filosos dientes de cocodrilo.


    ─ ¡Ah, al fin te armaste de valor para pedirle matrimonio a la señorita Rockbell! ¿Por qué no nos lo dijiste antes? ─apreció el alquimista estatal con un tono de voz algo mordaz, soltando una pequeña risita burlona.


    ─ ¿En serio, jefe Acero? ¿Ya le declaró su amor a la señorita Rockbell y le pidió matrimonio? ─dijeron los demás mirando al mayor Elric con algo de envidia contenida. O sea, ya ni ellos, hombres maduros, soldados de categoría, participantes en muchas batallas, habían conseguido una dama para enamorar, y el chico ya hasta pensaba en casarse.


    ─ Y qué declaración más oportuna y precisa ─intervino el menor Elric muy sonriente.


    ─ Por favor, Al, no digas mis secretos que me avergüenzas ─y claro, el pobre Ed enrojeció más hasta ponerse casi morado, así que se atragantó un poco con sus palabras al volverse a su hermano menor para regañarle.


    ─ Permíteme felicitarte, Acero, eso en verdad habla bien de ti como un hombre que asume sus sentimientos sin temor ─le dijo Roy hablándole esta vez con sinceridad, regalándole un gesto de aprobación.


    ─ Pues usted debería hacer lo mismo por la capitán y dejarse de tonterías, bastardo ─le reprochó el aludido sin modificar el tono de enfado.


    ─ Si fuera así tan fácil como piensas hace tiempo que lo hubiera hecho, créeme ─respondió el moreno poniéndose serio otra vez─. Pero bueno, por lo menos me gustaría escuchar alguna sugerencia de tu parte para que yo pueda hacer la mía ─adicionó más amable.


    ─ Recuerdo que cuando mi hermano rompía el automail de su brazo siempre le compraba a Winry un regalo ─Alphonse volvió a hablar con total tranquilidad, queriendo ser de ayuda─. Así, cuando llegábamos a casa, ella no lo regañaba tanto y se sentía muy feliz de que él la recordara todo el tiempo y en cualquier lugar.


    ─ Al, si lo dices de esa forma suena que soy un convenenciero hipócrita con Winry ─le dijo Edward en voz baja y gesto de contrariedad, sintiéndose como una basura despreciable.


    ─ Bueno, tal vez si eras un poco hipócrita, hermano, aunque ciertamente siempre pensabas en Winry en todos lados ─el menor ni se inmutó por ello.


    ─ Y cómo no pensar en ella si el automail me la recordaba a cada instante que fallaba… ─confesó el aludido soltando un suspiro de leve pesadez, sintiendo la mirada de todos sobre su persona─. Aunque fuiste tú el que me dijo que lo hiciera la primera vez que se rompió esa cosa ─añadió a la defensiva.


    ─ Oye, yo tampoco quería que Winry te matara de una forma lenta y dolorosa después de lo que le hiciste a ese brazo ─le explicó su hermanito con simpleza encogiéndose de hombros.


    ─ Seguramente la señorita Rockbell ha de dar miedo cuando se enoja ─le dijo Havoc a Breda en voz muy baja sin dejar de mirar a los muchachos con gesto de admiración por ser tan valientes.


    ─ Las mujeres que valen la pena saben ponerte en tu lugar ─comentó éste igual de bajo, asintiendo con un discreto movimiento de cabeza.


    ─ Bien, un regalo suena perfecto… ─y Mustang tomó nota de esas palabras escribiéndolas en su agenda personal─. Tendrá que ser algo muy especial ─adicionó pensativo.


    ─ ¿Cómo un anillo? ─le preguntó Fuery en un intento de ayudarle.


    ─ Cálmese, sargento Fuery, y no haga conjeturas precipitadas ─observó su jefe cerrando la libreta, mirándoles a todos con gesto serio y decidido─. Para casos desesperados lo mejor es tomar medidas bien pensadas sin caer en la impaciencia.



    Justo en ese momento llegaron Riza y la señorita Brown trayendo más documentos.



    ─ ¿Pero qué tenemos aquí? ─preguntó la señorita en tono dulzón escaneando con la mirada a los jóvenes rubios, quienes la observaron confundidos sin saber que decir en ese momento.


    ─ Ellos son los hermanos Elric, señorita Brown, los más jóvenes alquimistas estatales en todo Amestris ─le dijo Riza en tono serio y formal presentándole a los chicos, dirigiéndoles una mirada un poco seria para disimular su incomodidad.


    ─ ¡Oh, los famosísimos hermanos Elric! ¡Qué gusto! ─la damita abrió exageradamente la boca en señal de asombro y, dejando los documentos en el cercano escritorio de Breda, se les acercó muy sonriente y coqueta─. Vaya, son más jóvenes de lo que creí, ¿pues cuántos años tienen? ─les preguntó con visible curiosidad.


    ─… aaa… ─el mayor se sintió cohibido ante la cercanía de la mujer, comprendiendo un poco a lo que se referían los demás con el lío en la oficina.


    ─ Es un gusto conocerla, señorita Brown, yo soy Alphonse Elric y él es mi hermano mayor Edward ─el menor, por su parte, consideró que lo más adecuado era ser educado, así que correspondió el saludo aunque no se animó a darle la mano─. Tenemos dieciséis y diecisiete años respectivamente ─agregó dando un discreto paso atrás para alejarse.


    ─ Oh, sí que son tiernos… y muy guapos. Seguramente ya han de tener una noviecita o dos por ahí, ¿verdad? ─observó la dama como si quisiera comérselos a besos.


    ─… no, no, en realidad no creo que podríamos tener más de una novia, eso no estaría nada bien… ─dijo Al con una sonrisita tonta escondiéndose detrás de Ed, el cual tenía un gesto entre asustado y molesto por la actitud de la señorita.


    ─ Señorita Brown, le recuerdo que está aquí para apoyar a la capitán en el trabajo, así que, si no es mucha molestia, ¿podría continuar con sus deberes? ─bien, Roy Mustang consideró adecuado el no permitir que la acosadora mujer perturbara también a sus jóvenes protegidos; por lo que, dirigiéndose a ella en tono más formal y serio, le pidió indirectamente que se alejara de ellos─. Los hermanos Elric han cumplido con su reporte bimestral y ya tienen que retirarse para que no se les haga tarde ─explicó cortante.


    ─ Es cierto, nosotros ya nos íbamos de todos modos… anda, Al, camina ─así que el mayor de los rubios, guardándose un suspiro de alivio, aprovecho la indicación del general y rápidamente tomó a su hermano del brazo para llevárselo con él, dirigiéndose con paso apurado hacia la puerta─. Fue un gusto verla, capitán ─añadió tímidamente con cortesía despidiéndose de Riza al pasar a su lado.


    ─ Otro día podemos vernos, capitán ─fue la despedida del menor dedicándole una sonrisita apocada.


    ─ Que les vaya bien, muchachos ─dijo ella con tranquilidad y en voz baja correspondiendo el gesto, inclinando un poco la cabeza a modo de decirles adiós.



    Ambos adolescentes se lanzaron a correr ni bien se perdieron tras la pared que separaba la oficina del pasillo, y no se detuvieron hasta que estuvieron un poco lejos.



    ─ ¡Con razón, esa mujer está loca! ¡Pobre de la capitán! ─dijo Alphonse con voz entrecortada jalando el aire.


    ─ Más le vale al bastardo de Mustang hacer las cosas bien, o yo me encargaré personalmente de romperle la cara si hace llorar a la capitán por ser tan estúpido ─masculló Edward por su parte secándose el sudor de la frente con un pañuelo.


    ─ ¡Ah, los hermanos Elric, hace mucho que no los veo! ─para su mala suerte fueron vistos por el coronel Armstrong, quien se les acercó decidido y, sin darles oportunidad de escapar, los atrapó en un abrazo apretado.


    ─ ¡Vamos a morir! ─gritaron los dos al unísono sintiendo que sus pulmones estallaban por dentro.



    Mientras, en la oficina:



    ─ ¡Qué chicos tan lindos! ─dijo la señorita Brown con una sonrisa alegre.


    ─ Hagamos lo que nos dijo el general, señorita Brown, y no perdamos más el tiempo pues aún falta ordenar el informe de los hermanos Elric ─le recordó Riza con total seriedad indicándole que se sentara junto a ella, disimulando su molestia de forma perfecta.


    ─ Como usted diga, capitán ─le respondió la aludida acomodándose en la silla─. Entonces, ¿me dijo que tenemos que empezar por aquí? ─preguntó dudosa mirando la pequeña torre de documentos frente a ella, tomando la primera hoja.


    ─ Tiene que separarlos por fechas para incluirlos en el archivo correspondiente ─le especificó calmadamente la rubia guardándose el suspiro de pesadez─. Recuerde que se lo describí el día de ayer cuando acomodamos los informes del primer mes ─adicionó.


    ─ Discúlpeme, es que estaba un poco distraída pensando en ese hombre que me habló ayer para pedirme una cita, ¿se acuerda que se lo conté? Aún no sé si aceptar salir con él pues no es mi tipo ─se excusó la damita con voz un poco apenada, sin embargo no fue discreta para contar el detalle muy personal sin considerar que todos los demás las escuchaban.


    ─ Le sugiero que ponga más atención en lo que le digo para no atrasarnos con el trabajo ─Riza modificó brevemente el gesto a modo de contrariedad, volviendo a explicarle con paciencia lo que tenía que hacer con esa documentación.



    Todos los demás se guardaron también sus respectivas exhalaciones de abatimiento y, sin decir nada más retomaron sus deberes. Al cabo de una hora Roy decidió que ya era suficiente así que, levantándose de su lugar, fue a tomar su gabardina para retirarse con prontitud.



    ─ Capitán, caballeros, señorita Brown… tengo que atender un asunto que he venido retrasando hasta ahora ─les dijo seriamente sin dirigirse a nadie en particular, acomodándose la gabardina y el sombrero de general. Con paso firme se encaminó a la salida─. Confío plenamente en que mantendrán el orden de la oficina, incluyendo el día de mañana que es mi día libre ─añadió antes de salir, cerrando la puerta tras de sí.


    ─ ¡A la orden, señor! ─respondieron los militares levantándose de sus asientos para dedicarle el saludo marcial, sin importar que el hombre hubiera abandonado ya la oficina.


    ─ Pues que le vaya muy bien, general, acá le espero ─dijo por su parte la señorita Brown diciéndole adiós con la mano.



    Esa noche, en el nuevo bar de Madame Christmas, Roy parecía nuevamente deprimido sentado a la barra muy cerca de la señora.



    ─ Vamos, Roy-boy, alegra esa cara y cuéntame lo que te pasa ─le dijo ella con algo de seriedad, mirándole con suspicacia al entregarle un pequeño vaso con un líquido dorado en su interior─. ¿Acaso Elizabeth ya no quiere jugar contigo y por eso estás tan melancólico? ─le preguntó sin reserva.


    ─ Ah, Madame, hace quince días que Elizabeth no me habla ni me mira, y ni siquiera sé por qué… ─respondió el joven tras soltar un suspiro profundo de pena, enderezándose en su asiento para beberse el fuerte de un solo trago─. ¡Ah, ya me hacía falta un levantamuertos para el ánimo! ─dijo tras pasarse el líquido por la garganta, sacudiendo un poco la cabeza como si se despertara de un sueño.


    ─ Por tu bien espero que no hayas buscado una nueva amiga para jugar sólo para consolarte de tu abandono ─le dijo la mujer mirándole con leve severidad, usando un tono de regaño maternal─. Estoy enterada de tus andadas, galanteando con unas jovencitas pueblerinas el mes pasado ─agregó con reconvención.


    ─ Sólo fui amable con esas señoritas que visitaban Central por primera vez en su joven vida, y necesitaban un guía para conocer los mejores lugares de la ciudad ─se defendió el alquimista con una sonrisita tímida, encogiéndose un poco en su lugar─. De hecho me hicieron recordar a la pequeña Elizabeth cuando la invité por primera y única vez a Central, se veía tan emocionada porque nunca había salido de su pueblo… y tan bonita con ese vestido azul y sus zapatitos rojos… ─añadió, soltando un suspiro de enamorado recordando aquella lejana escena.


    ─ Bueno, bueno, ¿y qué tienes pensado hacer para contentar a nuestra Elizabeth? Porque me imagino que ya has pensado en algo ─le cuestionó Madame tras concederle medio minuto de nostalgia, sonriendo complacida.


    ─ Por supuesto que sí, Madame, no debe dudar de mis capacidades; aunque he de admitir que recibí una pequeña ayuda de los hermanos Elric para despejar mi mente ─se explicó Roy un poco más alegre sacando del interior de su saco una cajita dorada, mostrándole el contenido─. Sé que esto no es suficiente para compensar cualquier cosa pero por algo se empieza ─adicionó con total seguridad.


    ─ Oh, la hermosa Elizabeth lucirá más encantadora ─admitió la dama complacida.


    ─ ¿Verdad que sí? ─respondió el general muy sonriente volviendo a guardar la cajita con todo cuidado─. Pero por ahora, y si no es mucha molestia, deseo tanto beber uno de sus maravillosos cocteles mientras saludo a las chicas más guapas de todo Amestris… claro que no tan guapas como mi Elizabeth, pero de que son guapas son guapas ─se explicó guiñándole un ojo travieso y, levantándose de su lugar, fue a saludar a todas y cada una de las doncellas que trabajaban en el bar, las cuales iban llegando por ser la hora de apertura al público─. ¡Muchachas, adivinen quien vino a saludarles! ─les dijo alegremente recibiéndolas con los brazos abiertos.


    ─ ¡Es Roy-boy! ¡Qué lindo! ─dijeron al unísono, acercándose a él para darle un abrazo grupal apretado.


    ─ Muchachas, muchachas, por favor, no vayan a maltratar a Roy-boy porque Elizabeth lo estará esperando mañana, y si no llega temprano va a regañarlo ─dijo Madame soltando una risita.


    ─ No hay de qué preocuparse, Madame, ya que mañana es mi día libre ─observó el alquimista sin dejar de sonreír, dejándose querer por las mujercitas─. Así tengo tiempo de pensar en la mejor forma de darle su regalo a Elizabeth para que vuelva a hablarme y estemos contentos ─puntualizó volviendo a guiñar un ojo cómplice.


    ─ Bien, pero si te emborrachas no pagaré un taxi para que te lleve a tu casa, así que tendrás que dormir en el sofá de la sala ─le dijo la dama mayor mirándole con leve severidad, preparándole uno de sus mejores cocteles.


    ─ Como usted diga, Madame ─respondió el moreno en forma resignada y obediente.



    Antes de la una de la mañana Roy Mustang roncaba agitadamente en el sofá de la sala de estar buscando como acomodarse para dormir mejor, murmurando con voz entrecortada:



    ─… Mmm… Riza… ¿podría verte nuevamente en minifalda?... por favor… ─y, dando la vuelta sobre su costado izquierdo, sonrió levemente perdiéndose en su mundo de ensueño.








    Nota: Pues me fui de largo pero ahora sí, la siguiente es el final. ¿Creen que Roy Mustang le compró un anillo a Riza Hawkeye? ¿Y cómo van a librarse de la señorita Brown?
     
    Última edición: 25 Junio 2020
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    Título:
    El amor es nuestra resistencia (Roy M. x Riza H.)[Finalizado]
    Clasificación:
    Para adolescentes. 13 años y mayores
    Género:
    Comedia Romántica
    Total de capítulos:
    4
     
    Palabras:
    4380

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    ****** Parte 4 ******



    Una semana más pasó en el cuartel Central y Roy Mustang no pudo encontrar un mejor momento para darle a Riza Hawkeye el regalo que le había comprado con tanto empeño; entre reuniones con el Führer para ir revisando algunos de los avances del traslado, el que ella le sacara la vuelta cargándole con más trabajo del habitual, y el que la señorita Brown insistiera en atenderle llevándole el café que no había aprendido a preparar, acosándole con preguntas fuera de lugar y comentarios subidos de tono, y una que otra coquetería poco agradable. Porque a él podían tacharlo de mujeriego pervertido y no lo negaba, mostrando una sonrisa burlona cada que alguien se lo decía, si bien la realidad es que le gustaba ser cortés con las damas cuando se presentaba la ocasión pero sin llegar a nada más que no fuera adecuado en su trato de caballero; de ahí a que la actitud de la señorita Brown le era molesta en sumo grado, aunado a que, indudablemente, era ese detalle lo que tenía a su Riza enfadada con él.



    ─ Pero que mujer tan pesada e insufrible… ─masculló tras volver a la oficina solo, antes del término de la hora de comer. Prácticamente escapó del comedor cuando la damita se le acercaba para ofrecerle café, excusándose con los pendientes aún por hacer─. Lo peor de todo es que ya no pude hablar con la capitán ni saborear el delicioso postre que han preparado ─se lamentó al final poniendo gesto de frustración.


    Los ladridos de Black Hayate, la mascota de Riza que ya formaba parte del escuadrón, llamaron su atención. Y es que el animalito había sido amarrado a una silla dado que no podían llevarlo al comedor ni dejarlo suelto para evitar que hiciera alguna travesura perruna. El alquimista se le acercó un momento para acariciarle las orejas, sonriéndole de forma amable.



    ─ Lo lamento, compañero, pero tendrás que esperar a tu dueña para comer… ─le dijo dándole cariño, recibiendo de parte del can unos lengüetazos efusivos en las manos─. Y ojalá tú pudieras ayudarme con ella, pero yo tengo que resolver mis problemas personales o no puedo ser el hombre que merece estar a su lado ─añadió antes de dejarle, soltando un suspiro bajo de rendición para dirigirse a su escritorio.



    Estuvo tranquilo como quince minutos encargándose seriamente de su trabajo, cuando la puerta de la oficina se abrió sin ningún cuidado dándole paso a la señorita Brown, lo que hizo que Black Hayate ladrara y gimiera con algo de impotencia deseando soltarse de su amarre.



    ─ ¡Oh, general Mustang!, le traje su cafecito bien cargado ─ella ni le prestó atención al pequeño perro y se dirigió hacia el escritorio principal caminando muy sensual, sonriéndole al alquimista.


    ─ Se lo agradezco pero en verdad no tenía que molestarse por un café que ya no necesito ─respondió el hombre sin ocultar el gesto de contrariedad, pues prácticamente estaba atrapado tras el mobiliario.


    ─ No es molestia, general, ya sabe que me gusta consentirlo como se merece ─dijo la damita colocando encima del mueble una charola con el café y las galletas─. Por cierto tengo curiosidad por saber cómo funciona su famosa alquimia; dicen que usted es un hombre ardiente que expulsa el fuego a su voluntad ─observó, sentándose descaradamente sobre la mesa para inclinar su rostro a él ─. ¿Podría mostrarme como lo hace? ─le preguntó en tanto le dedicaba una caída de pestañas.


    ─ En serio, señorita Brown, no debería andar creyendo en todo lo que escucha por los pasillos ─respondió Roy tratando de llevar su silla más atrás para evitar el contacto, lamentando en ese momento no haber soltado al pobre can que gemía consternado. Por lo menos le hubiera sido de mucha ayuda para mantener a la señorita a raya─. Generalmente la gente tiende a exagerar las cosas que no entiende ─agregó.


    ─ ¿Pero es verdad o no que puede producir chispas con los dedos? ─ella insistió en lo suyo sin mostrar la más mínima vergüenza─. Sólo me gustaría saber el proceso ya que todo eso de la alquimia me parece cosa del mismísimo demonio ─añadió tras persignarse brevemente.


    ─ La alquimia es una ciencia seria basada en el intercambio equivalente de materia y energía para crear algo ─le dijo el hombre empleando un tono profesional mientras su mente analizaba cuáles eran sus posibilidades de escape, esperando que nadie (y ese nadie se refería más que nada a Riza) se presentara en la oficina encontrándolos en esa situación embarazosa que no había buscado. Y, desgraciadamente, los ladridos de Black Hayate no ayudaban en mucho para concentrarse.


    ─ ¿Y cómo funciona eso?... disculpe mi ignorancia pero nunca fui muy buena en la escuela para aprender ciencias elementales ─se excusó la damita poniendo fingido gesto de interés.


    ─ Una forma simple de compararlo es la preparación del café… agua caliente en la cual agregas café para hacer una mezcla, hasta conseguir la infusión adecuada y equilibrada en consistencia, sabor y temperatura ─se explicó el moreno de la forma más sencilla que se le vino a la mente, y consideró que era suficiente el seguirle el juego a la señorita así que modificó su gesto por uno más serio y, dándole un tono más grave a su voz, agregó a continuación─. Ahora, si no es mucho pedirle de verdad necesito avanzar con mi trabajo y no tengo tiempo para más distracciones ─esperando que entendiera la indirecta más que directa de que le estaba incomodando.


    ─ Mire nada más que interesante… ─pero ella siguió en su lugar sin comprender nada en apariencia─… Y dígame una cosa más, general, ¿no le gustaría intercambiar algo de materia y energía conmigo? ─y mudó su gesto intentando parecer más sensual relamiéndose los labios pintados de rojo encendido─. Puede darme un beso y después vamos al cine, al teatro, a cenar o a dónde usted guste, ¿sí? ─añadió para abalanzarse sobre él, buscando atraparlo en un abrazo para robarle un beso.


    ─ ¡Oiga, no abuse de que soy un caballero! ─por lo que el alquimista tuvo que emplearse a fondo para evitar que tan siquiera le plantase el dichoso beso en la mejilla, intentando alejarla al tiempo que evitaba tocarla en sitios comprometedores─. ¡Se lo advierto, o me veré en la necesidad de reportarla con el Führer! ─agregó muy molesto tras poder dar unos pasos atrás, mirándola con desagrado absoluto.


    ─ Pues la verdad no me importa lo que diga el viejo verde, total que yo sólo quiero una cita con usted ─respondió la mujercita soltando una carcajada─. Ande, no se haga del rogar que podemos ser felices juntos como amantes… ¿o acaso no le parezco atractiva? ─añadió, dando unos pasos atrás en un intento de provocarle con su cuerpo.


    ─ Por favor, conozco a una verdadera dama digna de ser mi reina que no anda de ofrecida como usted ─le espetó Roy después de torcer el gesto en una mueca de asco.


    ─ Uy, seguramente no es militar porque todas acá son bastante feítas ya que ni siquiera se maquillan un poco ─dijo ella minimizando el hecho con un gesto insolente de la mano.


    ─ Bien, no me deja de otra que mostrarle la alquimia que me ha hecho famoso ─ante esa palabras Roy se decidió a actuar de una vez por todas, retomando el gesto serio de estar enfadado.



    A todo esto Black Hayate lloriqueaba con frustración intentando derribar la silla que lo tenía atado, en un esfuerzo desesperado de soltarse para socorrer al general y evitarle una locura.



    ─ ¡Uy!, ¿va a quemarme con su fuego? ¡Pero qué emoción! ─la damita gritó agudamente con entusiasmo contenido─. Mire que pueden mandarle al paredón por asesinar a un civil inocente en pleno trabajo ─adicionó con una risita tonta.


    ─ No son sólo llamas las que puedo hacer con mi alquimia ─respondió Roy Mustang mordazmente observando a la señorita Brown con desprecio, y con un rápido movimiento de los dedos en alto disminuyó el oxígeno alrededor de ella.


    ─… Oh… me falta el aire… no puedo respirar… ─dijo sintiéndose mareada y al instante cayó de rodillas─. ¿Qué fue lo que hizo? ─le preguntó con voz entrecortada antes de desvanecerse sin sentido.


    ─ No hay tiempo para explicaciones, sólo le diré que va a dejar de molestar por un buen rato ─dijo él sin variar el gesto serio.



    Pero por más que la señorita Brown fuera una de esas pocas mujerzuelas ofrecidas y despreciables, Roy Mustang no es ningún canalla sin corazón, por lo que obviamente no iba a dejarla tirada en el piso, así que la levantó con la mejor intención del mundo para acomodarla en uno de los asientos. Para su mala suerte justo fue Riza la que llegó primero a la oficina, atraída por los ladridos de su mascota.



    ─ Tranquilo, Black Hayate, que te traje algo de pollo, aquí tien… ─le dijo dulcemente al pequeño can levantando la vista, topándose con la imagen de su general llevando en brazos esa dama entrometida.


    ─ ¡Diablos!... ─masculló el alquimista a la desesperada sin saber qué hacer─… capitán, no es lo que usted piensa… ─le dijo con angustiada voz.


    ─… Yo… lamento interrumpirle, señor, con permiso… ─pero la joven considero adecuado retirarse para evitarse la pena de ver más, dejando caer el platito donde llevaba la pieza de pollo. Y el pobre can ladró descorazonado por no haber recibido su ración y haber sido ignorado al final.


    ─ ¡Capitán, espere por favor! ¡Capitán! ─la llamó Roy queriendo ir tras ella. Sin embargo el peso muerto de la señorita Brown le impidió siquiera arrancar (tampoco es que quisiera azotar a la damita esa contra el duro suelo, no fuera a matarla del golpe).



    Afortunadamente Havoc entró en el momento adecuado para salvarle el pellejo, haciendo el siguiente comentario mientras prendía su cigarrillo:



    ─ Oiga, señor, acabo de ver a la capitán salir de aquí muy aprisa y molesta, ¿pues qué…?


    ─ ¡No hay tiempo que perder, teniente Havoc, así que encárguese de esto para que yo pueda ocuparme de lo importante! ─le interrumpió su jefe entregándole a la desmayada señorita Brown en sus brazos, casi arrojándosela encima. Prontamente echó a correr saliendo de la oficina─. ¡Capitán, déjeme que le explique todo! ─dijo dando voces por el pasillo.


    ─ Mucha suerte, jefe… ─murmuró Havoc con una sonrisita traviesa, y después volvió la vista hacia la chica desmayada─. No estuvo nada bien de su parte el querer meterse en una relación tan sólida aunque no lo parezca, señorita Brown… es una lástima ─le dijo tras acomodarla lo mejor que pudo en una silla.



    Después se volvió al lloroso Black Hayate para soltarlo de su amarre, y el perrito se asomó a la puerta gimiendo lastimeramente con la cola mustia de la desilusión, como si quisiera hacer algo para ayudar a su ama.



    ─ No te preocupes, amigo, que ellos sabrán arreglarse muy bien y pronto todo volverá a la normalidad ─le dijo el rubio fumador con una sonrisa amable, acercándole el contenido derramado del platito para que pudiera comer.



    Por supuesto que Riza había salido bastante enfadada, pero sobre todo consigo misma por no ponerle un alto a la atrevida señorita Brown permitiéndole esas libertades de acosar a su general, lo que la hacía quedar muy mal como guardaespaldas.



    ─ Soy una tonta sin remedio… ─se dijo en voz baja secándose discretamente las pequeñas lágrimas que amenazaba con salir de sus ojos, apretando los párpados─. Seguramente el general ha de pensar que estoy… que estoy celosa por él… tendré que pedirle una disculpa por mi comportamiento inadecuado ─agregó en un susurro ahogado para evitar sollozar.



    Si por lo menos hubiera tenido el valor de decirle las cosas claras o de haber hablado con su abuelo sobre el inadecuado comportamiento de la dichosa mujercita… bueno, no quería abusar de su postura como la nieta desconocida del Führer, quitándole a la gente la oportunidad de conseguir un trabajo estable con el cual ganarse la vida honradamente. Suspiró tres veces con frustración para aclarar sus ideas y encaminó sus pasos al área de tiro para poder liberar la tensión acumulada de esos días. Fue saludada por unos pocos cadetes que se retiraban después de sus prácticas, los cuales iniciaban su vida militar pero conocían de su excelente puntería y de su heroísmo en la guerra de Ishval el cual le habían conferido su alto rango, así que la dejaron pasar cuadrándose con respeto y mirándola con admiración. Prontamente consiguió un rifle de prueba y, con paso firme, tras despojarse del saco del uniforme, ingresó en el lugar de tiro y vació toda la carga en los diversos blancos de la zona. Hecho esto se sintió mejor para afrontar lo que fuera.



    ─ Bueno, ahora ha llegado el momento ─dijo enderezándose al ponerse de pie.


    ─ ¡Capitán!... uf, menos mal que aún pude alcanzarla ─Roy Mustang se presentó en el área respirando entrecortadamente, sonriéndole con timidez al verla.


    ─ ¡General! ─ella se sorprendió al escucharle y no pudo evitar sentir que su corazón latía de emoción al oír su voz, volviéndose rápidamente para mirarle de frente por primera vez en días.


    ─ Fue una suerte que el coronel Armstrong la viera venir para acá ─añadió él secándose el sudor de la frente con el dorso de la mano.


    ─ Señor, le pido una disculpa por mis acciones de los últimos días, y recibiré el castigo que usted considere adecuado a mi falta ─la joven se cuadró respetuosamente hablándole con total formalidad, disimulando muy bien el cúmulo de emociones agolpadas en su pecho.


    ─ No diga tonterías, capitán… soy yo quien te debe una disculpa por portarme como un idiota ─Roy se le acercó un poco mirándole con gesto avergonzado, hablándole con un poco de familiaridad sabiendo que estaban solos─. Soy el más grande de los idiotas en opinión de Acero ─adicionó.



    Riza relajó el saludo marcial mirándole con sentimientos encontrados. Porque no podía engañarse a sí misma ya que amaba a ese hombre con todo su corazón y estaba decidida a ayudarle a cumplir sus sueños de llegar a lo más alto, así que, la sola idea de perderlo o alejarse de su lado le dolía hasta el alma. Sin embargo sólo podía amarlo en silencio ─incluso él no tenía por qué saberlo─ para no afectar su carrera, tanto la suya como la de él, y por ello estaba dispuesta a soportar el hecho de que, al ser un hombre tan fascinante, muchas mujeres quisieran llamar su atención.



    ─ No tiene que disculparse por nada, señor ─le dijo en voz suave sonriendo un poco al dulcificar el gesto, para evitar soltar alguna lágrima de alegría que la delatara─. La verdad tendría que haber sido yo quien le leyera la cartilla a la señorita Brown sobre lo que no podía hacer ─detalló, dedicándole una breve reverencia.



    El solo hecho de ver sonreír a Riza una vez más, así fuera una pequeña sonrisa, le bastó a Roy para volver a sentirse dichoso, como si la primavera hubiera vuelto a su vida a través de esa sonrisa.



    ─ Creo que lo mejor será ir con el Führer para reportar la situación, ¿no le parece, capitán? ─le dijo guardándose el correspondiente suspiro de alivio y las ganas de tomarla entre sus brazos para girar con ella, indicándole con un movimiento de cabeza que lo siguiera. Porque podían estar solos en ese momento, pero lo mejor era no mostrar conductas que pudieran hacer pensar a los demás en cosas indebidas sobre ellos.


    ─ Como usted diga, señor ─la joven fue tras él volviendo a mirarle con confianza, retomando el gesto serio de soldado.



    Después de explicare a Grumman la situación éste consideró adecuado prescindir de los servicios de la señorita Brown, pues realmente nunca fue su intención el causarle incomodidades a su nieta. Además las cosas habían salido mejor de lo que pensaba para poder continuar velando por su felicidad, aunque fuera desde las sombras mientras la verdad no pudiera salir a la luz. Por lo tanto la señorita Brown recibió su correspondiente liquidación siendo invitada a retirarse del lugar, y la calma regresó a la oficina del equipo Mustang. Y, en compensación por aguantar la incómoda situación durante casi un mes, Roy les dio a sus subordinados las dos últimas horas libres para que pudieran salir temprano a hacer lo que quisieran.



    ─ ¡Uf, menos mal que ya terminamos por hoy! ─dijo Havoc, estirándose perezosamente en su lugar antes de apagar el cigarrillo.


    ─ Por cierto, teniente, déjeme agradecerle por atender a Black Hayate en mi ausencia ─le dijo Riza en tono amable y educado recogiendo la documentación del día.


    ─ No se preocupe, capitán, siempre estamos para apoyarnos el uno al otro como un equipo ─dijo el rubio con una sonrisa levantándose de su asiento para no estorbarle.


    ─ ¿En verdad está bien con todo esto, capitán? ─le preguntó Fuery dudoso sin animarse a entregarle su papeleo.


    ─ Es mi trabajo, sargento, y me complace hacerlo cuando recibo la ayuda de mis compañeros ─le respondió la joven con total tranquilidad, dedicándoles un pequeña sonrisa amable.



    A todo esto Roy Mustang parecía muy ocupado trapeando el piso con aromatizante de ambiente, específicamente el área donde Black Hayate había saboreado su ración de pollo, en tanto el can, libre ya de su atadura, se paseaba atrás de él moviendo la cola de contento.



    ─ Vamos, Havoc y Fuery, que Falman ya está armando las apuestas para ir a enfrentar a los del escuadrón del coronel Armstrong ─Breda les llamó desde la puerta lanzándoles una mirada de urgencia─. Que tenga una buena tarde, capitán ─puntualizó al despedirse de la dama.


    ─ Y ustedes diviértanse sanamente, no olviden que mañana tenemos trabajo pendiente ─les dijo ella indicándoles que podían retirarse.


    ─ Descuide, capitán, estaremos aquí a primera hora… con su permiso, general ─así que los dos hombres se cuadraron respetuosamente a modo de despedida, dedicándoles a sus superiores el saludo marcial antes de irse con su camarada.



    Caminaron algunos cuantos metros en silencio hasta que Fuery soltó el primer suspiro de alivio.



    ─ Menos mal que ya terminó el suplicio con la señorita Brown.


    ─ Si… pero fue una lástima el que no pudiera salir conmigo, ya que la hubiera llevado a un buen lugar acá en Central ─dijo Havoc presuntuoso peinándose un mechón de rubio cabello con los dedos.


    ─ Mejor para ti, porque si Rebecca Catalina se enteraba de tus andadas te hubiera dado calabazas sin siquiera pensarlo mucho ─le dijo Breda un tanto burlón, recordándole sus vagos intentos de conquista con su mencionada compañera de academia.


    ─ Vamos, vamos, era sólo una broma inocente… ─respondió el rubio a la defensiva─… jamás cambiaría a mi Rebequita por nadie ─agregó haciendo un puchero enfurruñado.


    ─ ¿Ustedes creen que el general le pida una cita a la capitán? ─les preguntó Fuery con curiosidad interrumpiendo su perorata.


    ─ Sí que eres lento, Fuery… el jefe prácticamente nos corrió de la oficina con toda la intención de hacerlo ─admitió Breda encogiéndose de hombros─. Y se vería muy mal si no lo hiciera ya que, después de todo, la capitán es muy paciente con él porque le tiene gran estima ─agregó.


    ─ Bueno, podríamos apostar sobre el regalo que el jefe le compró a la capitán, ¿lo recuerdan? ─mencionó Havoc con interés haciendo memoria del suceso─. Tal vez si le va a regalar un anillo, o un dije, o un pulso… ─adicionó algo emocionado.


    ─ Deja lo de las apuestas para Falman y mejor démonos prisa para no perder por de foul con los de Armstrong ─le apuró Breda después de resoplar un poco.



    Efectivamente, una hora más tarde, después de dejar la oficina lo suficientemente limpia y ordenada, Riza y Roy, en compañía de Black Hayate, salieron juntos encaminándose a la salida principal del cuartel.



    ─ Tengo una invitación que hacerle, capitán, espero no me desprecie y disculpe mi atrevimiento por pedírselo ahora ─le dijo él con voz calmada y serena caminando unos pasos por delante, mirándola discretamente.


    ─ Usted dirá, señor ─respondió ella educadamente sin perder el ritmo, llevando a su mascota a su paso.


    ─ Hace una semana la señora Grecia me invitó a su departamento para cenar, e hizo extensiva la invitación a usted ya que la pequeña Elicia también quiere verla ─se explicó pausadamente el alquimista dedicándole una sonrisita─. Como le dije que estábamos algo ocupados pospusimos la invitación para otra ocasión, y creo que hoy sería un buen día para visitarles. Entonces, ¿qué dice, me concedería el honor de ser acompañado por usted? ─le preguntó cuándo llegaron a la avenida que pasaba frente al cuartel, deteniéndose a su lado.


    ─ Con todo gusto, señor, para mí será un placer saludar a la pequeña Elicia ─respondió ella encubriendo su felicidad tras una sutil y dulce sonrisa.


    ─ Entonces pasaré por usted en punto de las siete y media, así se pone más guapa ─le dijo Roy caballerosamente y al momento paró un taxi, cediéndole el lugar a la joven y ayudándole a subir al perro.


    ─ Allá lo espero, señor ─Riza se despidió amablemente disimulando una risita tras dedicarle el saludo marcial antes de que el vehículo arrancara, sabiendo que su general a veces podía actuar de forma atolondrada.



    Ya en la noche, un muy galán Roy Mustang se presentó ante la puerta del departamento de Riza Hawkeye llevando una pequeña caja dorada en la mano, tocando el timbre para hacer notar su presencia. Los ladridos de Black Hayate se impusieron al sonido de la campana.



    ─ Guarda silencio, Black Hayate, que casi no puedo escuchar el timbre… ─se escuchó la voz de la joven antes de abrir la puerta, presentándose ante él luciendo un sencillo atuendo de blusa y falda larga─. Disculpe a Black Hayate, señor, es que no quiere quedarse solo y ha estado muy sensible desde que llegamos del cuartel ─se excusó sonriéndole con timidez.


    ─ No te preocupes, hay espacio en el auto para llevarlo y de seguro a Elicia le gustará jugar con él ─respondió el moreno en tono despreocupado y después, mostrándole la cajita, agregó en voz más baja─. Mira, espero que este regalo sea de tu agrado… te mereces más que esto por aguantar a un idiota como yo ─añadió, y la mirada de sus oscuros ojos se perdió un momento admirándola.


    ─… general... no tenías que tomarte la molestia de darme nada… ─observó ella enrojeciendo un poco de las mejillas, sin animarse a tomar el obsequio. Y sintió como su corazón latía desbordado pero no estaría nada bien llorar de alegría sólo porque él le regalaba algo.


    ─ Claro que tenía que hacerlo, faltaba más… tú siempre has estado conmigo y yo no hago más que causarte problemas y disgustos portándome como un patán sin cerebro ─replicó el alquimista y, tomándole suavemente una mano, se lo entregó con delicadeza─. Por favor, acéptalo aunque sé que es una forma superficial de pedirte que me perdones, pero me sentiré mucho mejor al saber que pude compensar mi error.


    ─… está bien, pero no tienes que ser tan duro contigo mismo ─dijo Riza abriendo cuidadosamente la cajita─. Son tan lindos… ─añadió a continuación y volvió a dirigirle una mirada dulce y enamorada.


    ─ Y se verán más bonitos en tus orejas, adornando tu rostro enmarcado con tu suave cabellera… ─dijo Roy tomándole delicadamente un mechón suelto de cabello, acomodándolo tiernamente detrás de la oreja.



    Por unos segundos se quedaron así en silencio diciéndose muchas palabras con la mirada, esas palabras que no podían expresar abiertamente aunque quisieran puesto que el mundo de la milicia no estaba listo para entender de amor. Black Hayate ladró un poco en ese momento rompiendo la atmosfera, con lo que Roy dio unos pasos atrás para apartarse un poco de Riza y así evitar caer en la tentación de hacer algo indebido que pudiera perturbar su cercana relación; porque ciertamente ya no podía negarse el sentimiento de atracción y algo más que le provocaba la doncella, pero no quería y no estaría bien de su parte el enamorarla sin darle ninguna esperanza de formalidad en un futuro cercano.




    ─ Combinarán muy bien con tu vestuario ─añadió al final con una sonrisa traviesa para disimular la leve agitación que sentía en ese momento.


    ─ Me los pondré enseguida, no tardo… ─también la joven lo tomó como una señal de que se estaba haciendo tarde y los estaban esperando, retirándose presurosa a su habitación.


    ─ ¡Vamos, amigo, es hora de irnos! ─lo que el alquimista aprovechó para tomar la correa de Black Hayate y ponérsela en el collar, a lo que el perro ladró agradecido moviendo la cola y dándole varios lengüetazos en las manos.



    Por lo menos la desventura había terminado bien para todos, y los compañeros sonrieron aliviados al día siguiente cuando la capitán se presentó estrenando aretes, con un tenue gesto de felicidad dibujado en su bello rostro, y el general lucía más que dichoso cuando ella le preparó café aunque le haya dejado mucho papeleo sobre el escritorio. Volvían a la normalidad habitual como equipo y eso era lo mejor para seguir adelante.







    Nota final: bueno, bueno, bueno, ya les dije y ya vieron que yo soy muy simple en describir estas cosas sobre el amor romántico, porque no soy una asidua al tema como pudiera pensarse; sin embargo me he encandilado con esta parejita viendo AMV’s y leyendo muchos fics que indudablemente decidí hacer los míos, con una temática más suave obviamente (porque muchos a los que he echado un vistazo son bastante subidos de tono, así que me he visto en la necesidad de cortar la lectura para no leer esas cosas). No voy a negar que también los hay bastante locos que sacan mucho a los personajes de su carácter y otros surrealistas manejándolos en diversidad de universos que nada más nada que ver con el mundo de FMA como tal.



    Espero que les haya gustado y ojalá la inspiración me dé para más sobre el ship Royai antes de que el mundo gire otra vez. Nos vemos.
     
    Última edición: 27 Abril 2020
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    Mira, ya te dije que no soy partidaria de este Edwin, ¡pero ni yo conseguí evitar emocionarme con su pequeño desliz! Me resultó súper tierno por parte de Edward entusiasmarse tanto al hablar y olvidarse por un segundo lo que estaba contando sobre su cambio de relación con Winry. De verdad quisiera que reaccionara así cuando Mustang y los demás se enteraran sobre ellos :<3:

    Y aquí me morí de amor nuevamente con Al. ¿Acaso este niño no puede actuar más adorable? Me encanta que su forma tan educada para expresarse y cómo aún busca refugio en su hermano mayor. Amo la manera en que lo interpretras :muffin:

    En cuanto al fic, ¡lo disfruté mucho! Esa mujer Brown era horrible y me alegró mucho cuando Mustang dejó de ocultar la aversión que sentía por ella. ¡Y más aún cuando se enfadó por el honor de su reina! Nadie en su sano juicio debería atreverse a ofenderla en presencia del coronel y sería grandioso saber cómo actuaría Brown si llegara a cruzarse con alguno de ellos por Central!
     
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    Eres adorable y no dejo de agradecerte el tiempo que te tomaste para leer.
     
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