Romántico El Último Día de la Tierra

Tema en 'Relatos' iniciado por Yoko Higurashi, 18 Marzo 2018.

  1.  
    Yoko Higurashi

    Yoko Higurashi Usuario común

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    Escritor
    Título:
    El Último Día de la Tierra
    Clasificación:
    Para todas las edades
    Género:
    Ciencia Ficción
    Total de capítulos:
    1
     
    Palabras:
    7625
    El Último Día de la Tierra.


    I

    00:00


    Mantengo mis ojos abiertos ante la ansiedad, siento mis manos temblar y mi boca seca. ¿Qué hago? ¿Cómo hacerlo? Hoy daría comienzo el día que había pospuesto tantas veces, y mi corazón aún se aceleraba ante la idea de lo que iba a hacer.


    Quería escapar, quería quedarme en casa, y seguir posponiendo este absurdo deseo.


    II

    01:00


    Su nombre es Abigail, ella es hermosa: cabello castaño, piel lampiña y clara, con ese sonrojo peculiar en sus mejillas que adornan aún más esos hoyuelos cuando sonríe. Es más baja que yo, por unos cuantos centímetros, y de complexión delgada. Me ha gustado desde siempre, y pensar en ella hace que mi cuerpo se paralice y acelere a la vez.


    Pensar en ella me quita el sueño, me hace ansiar todavía más este día, ¿¡Qué debería hacer!?


    III

    02:00


    Bajo por un vaso de agua, me sorprende lo sediento que estoy. La cocina se encuentra junto a la sala— quizá debería ver un poco de televisión… —y con ese pensamiento en mente, me siento en el sillón rojo que se encuentra junto al televisor, lo enciendo.


    Este programa es presentado por inoVA, productos fuera de lo ordinario…


    — Oh, acaba de empezar un infomercial —digo eso mientras me recargo en el brazo del sofá y bostezo. No quiero quedarme dormido.


    IV

    03:00


    — ¡Ah! —bostezo— ¿Qué hora es? —miro el reloj que se encuentra puesto en la pared. Parece que he dormido aproximadamente una hora. Me hace sentir extraño, me hace sentir triste, quisiera no perder ni un segundo de este día, ni un momento más.


    La televisión sigue transmitiendo el mismo infomercial.


    Wow, John, ¡Esto es increíble! —dice la invitada en turno.


    Y no sólo eso Marci —le responde el anunciante— nuestra máquina H2OPlus, asegura limpiar el ambiente de su hogar. Usted la instala en las tuberías de su casa, ingresando, de forma sencilla, los parámetros para purificar el ambiente y… ¡Taran! Su casa estará…


    — Televisión, apagar —digo en voz alta y firme. La televisión se apaga.


    Me recargo completamente en el sofá, viendo el techo, en medio de la obscuridad. Empiezo a reír sólo, ante lo absurda que es la situación; todo es tan ordinario que da miedo, pareciera como si el mundo quisiera burlarse de mí.


    Pero hoy es el día, el gran día, no quiero perder un segundo, quiero recordarlo siempre, ya después tendré tiempo para dormir.


    V

    04:00


    Decido ir al baño, y abro la llave de agua caliente. Mi cuerpo se siente entumecido y mi cabeza me duele un poco, siento como mi mente está a punto de irse, pero no… ¡No debo dormir!


    Siento el agua caliente fluir por el largo de mi espalda, llenando mis dedos de calor, mi corazón se detiene unos segundos mientras cierro mis ojos y el resto del mundo se me va. En ese momento me apoyo a la pared con firmeza, pongo mi mano en la llave de agua fría y la abro de golpe mientras cierro el agua caliente.


    Una corriente recorre mi cuerpo, mis ojos se abren de golpe y mi corazón se vuelve a acelerar. El frío me despierta casi por completo, y uso mi fuerza de voluntad para mantenerme ahí.


    VI

    05:00


    Estaba a unas cuantas horas de amanecer, así que decidí calentar un poco de agua para tomar café. Mientras el agua hervía, decidí sentarme a lado de la ventana de la sala y ver hacia afuera, admirar el silencio de las calles, del mundo entero.


    Todo se veía tan tranquilo, tan hermético, como si se tratara de la imagen de alguna novela de misterio, o la escena de una película romántica. Una sonrisa se forma en mis labios.


    La tetera está sonando, es hora de preparar el café.


    VII

    06:00


    Decido ir a mi habitación, me quedo parado frente al espejo, me quito el pijama y quedo en ropa interior. Al abrir el closet, empiezo a mirar los pantalones.


    — ¿Formal? No, la podría espantar —me digo a mí mismo— quizá pana sea más adecuado, o la tradicional mezclilla que no falla —empiezo a sacar los pantalones que más me convencen, y los pongo sobre la cama.


    Posteriormente, empiezo a mirar las camisas y camisetas: blancas, azules, rayadas, rosadas, con estampado o sin él. Nuevamente saco las que más me convencen, y las acomodo junto a los pantalones.


    — Bien, es hora de armar conjuntos… —esto se siente raro. Nunca me había importado tanto mi apariencia, normalmente tomo lo primero que encuentro limpio en el closet y salgo camino a mi escuela. Pero siento que esta vez no me lo debo tomar a la ligera, yo realmente quiero hacer algo para impresionarla, para marcar este día.


    Pero al enfocarme tanto en esto, probarme cada conjunto para ver cual mejor me queda, empiezo a sentirme un poco como una chica. Es una sensación algo desagradable.


    VIII

    07:00


    He terminado de vestirme: pantalones de mezclilla, una camiseta de rayas horizontales; respiro hondo mientras voy a la cocina y enciendo la estufa una vez más. Necesito una nueva taza de café y preparar un buen desayuno.


    — Quiero estar preparado, para decirle como me siento —tomo un huevo y lo rompo sobre la sartén caliente.


    IX

    08:00


    Voy al baño a lavarme los dientes, para después enjuagar mi cara. Mis ojos se ven ojerosos, y mi cabello está completamente alborotado; empiezo a lavar mi cara a conciencia mientras tomo un peine y peino mi pelo hacia atrás.


    — Hoy es el día, recuerda… —trago saliva, nervioso, mientras me veo al espejo— ¡No existe el mañana! —me mojo una vez más la cara y me doy palmadas en las mejillas.


    X

    09:00


    Salgo de la casa, guardo las llaves en mi bolsillo, y decido pasar a una tienda de flores. ¿Qué tipo de flores le gustarán a Abigail? ¿Rosas? No, son muy comerciales, quizá petunias o margaritas sean una mejor opción.


    — ¿Vas a salir con tu novia? —pregunta la dueña del local, una mujer de unos cuarenta años.


    — Algo así… —me sonrojo y miro al suelo— …es la primera vez que la voy a invitar a salir. Espero que esté en casa.


    — ¡Oh! —la señora ríe— Que día tan peculiar has escogido para hacerlo —nos miramos y sonreímos.


    — Si no era hoy, ¿Cuándo? —nos volvemos a reír.


    — Tienes razón… —ella suspira.


    — ¿Y usted está bien? —le pregunto.


    — ¿Con? —me mira confundida.


    — ¿Con estar aquí hoy? Digo, es un hermoso día y una única oportunidad para disfrutar el mundo de allá afuera, ¿No cree? —ella me mira una vez más y una sonrisa triste se escapa de sus labios.


    — Tal vez —suspira, nuevamente— pero este local lo abrimos mi esposo y yo hace muchos años, teníamos tanta ilusión de tener una familia, y llenarla de cientos de flores —se encoje de hombros mientras toca las rosas— por eso, aún cuando ni él ni mi hija están conmigo, quiero permanecer aquí… hasta el final —ella sonríe.


    — Entiendo —le devuelvo la sonrisa.


    — Pero tú eres joven y tienes aún tantas cosas pendientes —ella se mueve del aparador y se mueve entre las distintas flores de la tienda, recogiendo varias flores para hacer un hermoso arreglo— por eso, me gustaría regalarte esto.


    — Es hermoso… —le digo.


    — Espero tu chica piense lo mismo —me lo da en las manos y acaricia mi mejilla.


    — ¡Son flores reales! —abro los ojos sorprendido. Palpando los pétalos de las flores, es fácil distinguir que no se tratan de flores artificiales, y que las flores están en perfecto estado— ¡No puedo pagar esto!


    — ¿Acaso mencione que me pagaras? —la señora sonríe, recargada en la mesa del aparador.


    — Debería, después de todo yo… —me interrumpe.


    — A estas alturas, ¿De qué me sirve el dinero? —se encoge de hombros— sólo por hoy, no pienso cobrar.


    XI

    10:00


    Ya casi llego a su casa, mis piernas empiezan a temblar cada vez más, siento como cada paso me cuesta más que el anterior, que mi corazón va tan rápido que podría detenerse en cualquier momento. No sé qué hacer, ¿Qué hago si me dice que no? ¿Qué hago si se ríe de mí? ¿Qué hago si no está en casa? ¿Si prefiere salir con sus amigos, o con su familia, o con su novio? ¿¡Y si ella tiene novio!?


    — Demonios… —mi cara empieza a llenarse de sudor— …después de todo, sigo siendo un cobarde, ni porque hoy es el día.


    Tomo aire, lo sostengo en mi pecho y empiezo a caminar rápidamente hasta la puerta de su casa, sin soltar el aire en mi pecho. Siento que me ahogo, siento que me desespero, y eso mueve mis piernas aún más rápido, hasta que llego al umbral de su casa y es ahí cuando suelto todo lo que llevo dentro, en un fuerte y claro suspiro.


    Toco el timbre, espero unos segundos, ella abre.


    — Ah… ¿Hola? —su cara se encuentra pálida, sus ojos se ven cansados, y las ojeras que tiene se extienden por gran parte de sus ojos, como si no hubiera dormido, como si hubiera llorado.


    — Hola… Abigail Torres… —las palabras se atoran en mi garganta.


    — ¿Sí? —ella me mira, de pies a cabeza, manteniendo silencio por unos segundos— espera… ¡Te conozco! Eres Luis… Luis… Amm… —se queda mirando al techo, como tratando de recordar mi nombre completo.


    — Luis Abradelo —me apresuro a decir.


    — ¡Eso! Eres compañero mío en la materia de redacción —ella se ríe— ¿Qué te trae por aquí?


    — Esto… —le extiendo el ramo de flores que llevo en la mano, poniéndolo en su cara.


    — Mmm… —ella me mira fijamente, esperando mi pregunta.


    — ¿¡Quieres salir conmigo!? —digo casi en un grito.


    XII

    11:00


    La casa de Abigail era más grande de lo que pensaba, pintada de blanco, con una fina mesa de cristal en el centro de la sala, que consistía en tres sofás de color café claro. Ella estaba en la cocina, preparando una taza de café; parecía como si ella tampoco hubiera podido conciliar el sueño la noche anterior.


    — Este… —mis manos se mueven nerviosamente sobre mis piernas, sin saber que hacer. Miro el ramo de flores que fue puesto en un florero azul, sobre la mesa de cristal de la sala— … ¿Y tus padres? ¿No están contigo?


    — Mis padres están en la capital —me mira mientras pone una charola con: dos tazas llenas de agua caliente, una azucarera, un frasco con café y un par de cucharas, frente a mí— y bueno, el viaje es de aproximadamente de diez horas, o más, así que no salía muy rentable ir hoy —ella se encoge de hombros y baja la mirada con tristeza mientras se sienta a mi lado— iba a pasar la mayor parte de este día en el autobús, o eso pensé, aunque una parte de mí empieza a arrepentirse —sonríe y ríe para sí misma.


    — Entonces… ¿Vives sola? —le pregunto, ella niega con la cabeza.


    — No, este es un dormitorio de mujeres —me comenta— pero la mayoría de las chicas sí decidieron viajar a ver a sus parientes, no les quedaban tan lejos —empieza a preparar su taza de café— y las demás decidieron ir a la playa a pasar el resto del día.


    — ¿Por qué no fuiste? —le pregunto, mientras empiezo también a preparar mi taza de café.


    — ¿Qué sentido tiene? —ella me mira fijamente— realmente no me siento de ganas.


    — ¡Podrías distraerte! —le digo para animarla.


    — Pero ya se fueron sin mí, y no creo alcanzarlas —ella sonríe— aparte, si hubiera ido no estaría hablando contigo —me sonrojo.


    — ¿Y tu novio…? Digo… —agito la cabeza— ¿Tienes novio? —ella se suelta a reír apenas escucha la pregunta.


    — Hasta la semana pasada tenía uno —ella empieza a beber su taza, en pequeños sorbos, y la deja encima de la charola— pero debido a las circunstancias actuales, decidió dejarme: “La vida es demasiado joven como para estar con una apretada como tú; necesito más emoción en mi vida. No quiero morir sin experimentarlo todo”. —ella vuelve a reír, recarga su cuerpo sobre el sofá y se queda mirando al techo— eso me dijo antes de dejarme —una lágrima escapa de sus ojos, ella se apresura a secarla, se reincorpora y vuelve a beber de su café. Al ver eso, no puedo evitar apretar el puño y los dientes, ¿¡Quién le haría algo así!?


    — Yo… —trato de formular las palabras correctas— …pienso que era un cobarde.


    — Sí… —ella comienza a reír— ¡Yo también lo pensé! —la miro, quiero llorar cuando veo sus manos temblar mientras sostiene el café, pero opto por comenzar a reír con ella.


    — Y tú… ¿Estás bien con eso? —le pregunto de un momento a otro.


    — No lo sé… —ella recarga su codo sobre el brazo del sofá, y su cara sobre la palma de su mano— … ¿No debería?


    — Digo… ¿Tú no… —ella sorbe su café con fuerza, haciendo un ruido que me interrumpe.


    — ¡Ah! ¡Basta de charlas! —me dice con un fingido tono de emoción— ¿Acaso no me invitaste a salir? ¡Pues salgamos!


    XIII

    12:00


    Ya es medio día y estamos caminando en la plaza, ella está a una distancia prudente de mí, tiene sus manos cruzadas a la altura de su cadera, su mirada se encuentra distante, y sus pasos son suaves y pausados. Ella lleva un blusón rosa con medias azules, y unas botas cafés; ella se veía adorable.


    Me sonrojo con sólo verla, trato de desviar la mirada, pero es casi imposible, este día parece un sueño para mí. Es el día que tantas veces imagine, y no pensé que sucedería; tengo que hacer algo para que funcione, para que sea un bello momento para los dos, quiero borrar ese semblante de preocupación que tiene desde la mañana, sólo por hoy quiero ser yo quien la haga sonreír.


    — Abigail… —le llamo con timidez— … ¿Qué quieres hacer? —por un momento parece no escucharme, luego agita un poco la cabeza y me mira.


    — Tal vez ir a comer —sonríe.


    — ¡Oh! Conozco un lugar por aquí, que vende una serie de menús deliciosos —digo emocionado, la tomo del ante brazo y empiezo a caminar.


    Ella se queda callada y me dirige una cálida sonrisa, sus pasos se aceleran a la par con los míos y nos apresuramos a ir a aquel restaurant. Sólo por hoy, somos dos simples estudiantes de universidad, en una cita, en medio de una plaza comercial, disfrutando un hermoso día que podría ser el recuerdo más hermoso y nostálgico de nuestros corazones.


    — Gracias… —ella susurra, pero prefiero no prestarle atención a esa palabra.


    XIV

    13:00


    — Aquí tienen su comida, la casa invita —dice un hombre mayor, que parece ser el dueño del local, es la primera vez que lo veo.


    — ¿Hoy está trabajando solo? —pregunta Abigail, viendo el restaurante casi lleno.


    — Sí —el señor sonríe y se encoge de hombros— decidí darles el día libre a todos. Bueno, tampoco creo que hubieran venido, aunque se los hubiera pedido —se ríe.


    — ¿Y por qué está usted aquí? —ella pregunta.


    — Bueno, al ser un día tan especial… ¡Quiero hacer a la gente sonreír! —dice con optimismo. Abigail parece querer preguntar más, pero antes de que se dé la oportunidad, otro cliente llama al dueño y este corre de inmediato a su llamado.


    — No lo entiendo… —ella suspira, baja la mirada, y comienza a sorber de su malteada de fresa.


    — Me pasó lo mismo cuando compré las flores —me recargo en la silla, balanceándome un poco— pero trato de no pensarlo mucho —ella me mira, con sus ojos casi llorosos.


    — Hoy parece un día como cualquier otro —me dice.


    — Es un día como cualquier otro —le digo.


    — No, hoy todos son especialmente amables —ella empieza a llorar— y eso… hace que me dé miedo.


    — ¿Eh? No… —le tomo la mano con delicadeza— no te asustes.


    — No quiero, pero… —ella toma aire, lo contiende unos segundos y lo suelta— quizá sólo estoy así por la falta de sueño.


    — Tú tampoco dormiste nada anoche —afirmo con una sonrisa jocosa, tratando de animarla.


    — No… —ella me devuelve la sonrisa— …temía pasar el resto del día sola, por eso, me alegré mucho cuando dijiste que me invitarías a salir.


    — ¿En serio? —pregunto incrédulo— digo, pensé que ignorabas mi existencia.


    — Bueno, es cierto que hablamos rara vez, pero… —ella se encoge de hombros— …no puedo decir que no te hubiera notado antes. Hemos compartido algunas materias en este tiempo, incluso recuerdo una vez que te quedaste dormido en clase de cálculo —ella comienza a reír y yo me sonrojo al ver que ella es capaz de recordarme— e incluso puedo recordar cuando la profesora de redacción te pasó a leer tu ensayo sobre el libro de 1984.


    — Era un buen libro, algo viejo, pero bueno… —me sonrojo.


    — ¿Verdad? Es un libro muy adelantado a su época —ella comenta— aunque algo lejos de la realidad.


    — La realidad es más como un mundo feliz —le digo, ella me mira, y nos reímos.


    — Recuerdo que algo así escribiste en tu ensayo, me quedé impresionada por la critica que hiciste del libro, y pensé: “Este chico es interesante”, aunque nunca me tomé el tiempo de hablar contigo —ella calla por unos segundos y baja la mirada a su plato, mueve el tenedor y corta su omelette.


    — ¿Qué pasa? —la miro extrañado. Parecía que por fin estábamos rompiendo el hielo, pero de un momento a otro empezó a verse, nuevamente, desanimada.


    — Me pregunto si es hipócrita que esté saliendo contigo hasta ahora —ella me mira y sonríe con tristeza— hace apenas una semana estaba a punto de cumplir dos años con mi exnovio: Cristian.


    — Bueno, eso no lo sé… —empiezo a tomar mi jugo— digo, a mí me has gustado desde que te vi con ese lindo vestido rosa el año pasado. Luego pensé que eras una persona interesante cuando escuchaba ocasionalmente alguna de tus opiniones en clase, y aún así, jamás me atreví a decirte nada, ni si quiera a hablarte, hasta ahora. Eso, ¿No me hace igual a ti? —ella me mira fijamente.


    — Supongo que es lo mismo que esta amabilidad —ella sonríe.


    — Yo creo —comienzo a reír, nerviosamente, mientras comienzo a cortar mi plato de enchiladas.


    — ¿Sabes? No puedo decir que me gustes o no —ella me mira con dulzura— pero estoy contenta de pasar el día de hoy con una persona tan agradable como tú.


    XV

    14:00


    Después de comer, decidimos ir a un parque y sentarnos en el pasto. Hay varias familias y parejas en el lugar, todos parecen felices: jugando, pidiendo un bote para navegar en el lago, corriendo, abrazados, disfrutando. Abigail se recarga sobre sus brazos y extiende su cuerpo para que le dé el sol, yo me sonrojo un poco, viéndola de cerca se ve incluso más bonita.


    — Yo solía venir muy seguido aquí con Criss —ella de pronto empieza a hablar.


    — ¿Ah sí? —mi voz sale un poco ronca, mientras aprieto un poco los puños, arrancando el poco pasto que logro atrapar entre mis manos. Si mal no recuerdo, Criss es el novio de Abigail que la dejó una semana atrás.


    — Perdón… —ella se disculpa apenas nota mi molestia— sé que no debería hablar de esto ahora, y menos contigo, pero quiero hacerlo, ¿Me dejarías hacerlo? —apenas dice eso, mi semblante se suaviza y se vuelve ansioso de lo que ella me pudiera contar.


    — Claro… —trago saliva y la miro— …quiero escuchar —ella sonríe y exhala aire.


    — Verás, al inicio, él no me gustaba para nada —ella miraba fijamente al cielo— me parecía una persona completamente engreída, digo… ¿Quién se creía? Cambiaba de novia constantemente, e incluso hizo sufrir mucho a una de mis amigas: Amelia; así que yo lo odiaba mucho, realmente me repugnaba su sola presencia, aún sin conocerle. Siempre pensé que yo sería incapaz de salir con un hombre así.


    — ¿Y qué pasó? —le pregunto— ¿Cómo cambiaste de opinión?


    — Bueno, recuerdo que estaba estudiando en la biblioteca cuando él llegó y se sentó a mi lado. Empezó a preguntarme cosas casuales como cuál era mi nombre, qué edad tenía, si lo recordaba de alguna materia que hubiéramos tomado juntos; cosas así, al inicio le respondí muy secamente —ella cierra sus ojos— realmente no quería nada que ver con aquel hombre. Pero de alguna forma, el empezó a sacarme algunas sonrisas, empezó a hacerme sentir bienvenida.


    — ¿Bienvenida? —le pregunto, ella ríe de forma amarga.


    — Sí; no pensé que fuera a pasar algo entre nosotros, sólo habíamos charlado. Pero eventualmente, él empezó a buscarme más, me pidió mi número telefónico, me agregó a Facebook, y empezó a enviarme mensajes. Llego un punto en que estaba como tonta, todos los días, esperando sus llamadas o sus mensajes —sus ojos, aún cerrados, empezaron a soltar ligeras lágrimas— y antes de darme cuenta, ya estábamos saliendo —su historia parecía ser una cotidiana historia de amor, pero parecía que la llenaba de tristeza.


    — ¿Estás bien? —le pregunto mientras toco su hombro.


    — Sí… —ella se acomoda, me mira y seca sus lágrimas— sólo que duele; a veces pasa que cuando pasas tanto tiempo con una persona y la relación termina de una mala forma, hasta los buenos recuerdos se vuelven dolorosos.


    — Entiendo —le digo y miro al cielo.


    — Al final, cuando él y yo nos emparejamos y mis amigas se enteraron, Amelia se enojó mucho conmigo —ella se encorva, apoyando su pecho sobre sus rodillas y rodeando sus piernas con sus brazos— me dijo muchas veces: “Ese hombre no es bueno, no es para ti; es un mujeriego infiel, cínico, que le divierte presumir sus <<trofeos>> con sus amigos, ya te advierto que te va a hacer llorar”, pero no le creí, creí que exageraba, creí que Criss realmente me quería —ella hunde su rostro en el hueco que hay entre sus brazos y sus piernas.


    — … —sin saber que decir, me quedo mirando fijamente sus orejas, que se ven por debajo de su lacio cabello, están completamente rojas.


    — Cuando le conté esa discusión que tuve con ella a Criss, él dijo que estaba celosa, que ellos habían roto porque Amelia tenía celos compulsivos —se escuchaba como su voz se quebraba, yo me acerqué más y la abracé— a pesar de conocer a Amelia de más tiempo que a él, le creí a él.


    — ¿Y después? —la aliento a terminar su historia.


    — Bueno, yo me puse como una fiera y le reclamé a Amelia sus acusaciones hacia él, ella se enojó aún más, después de eso dejamos de hablar —ella calla unos segundos, yo la abrazo con fuerza al sentir como su cuerpo tiembla— ahora que lo pienso, ella quería ayudarme, y yo había sido una traidora al darle la espalda.


    XVI

    15:00


    Ella se quedó unos minutos en silencio, sus mejillas estaban empapadas y le costaba articular las palabras; le ofrecí un poco de papel para que se limpiara y se sonara la nariz, yo me quedé a su lado, en silencio, esperando que recuperara la compostura y pudiera terminar su historia.


    — Él me dejó la semana pasada, con esa excusa tan pobre… —dijo entre llanto.


    — ¿¡Y tú no le dijiste nada!? —dije un poco molesto, no con ella, sino con él.


    — ¿¡Qué le podía decir!? —ella gritó— había soportado dos años con él, algunas cosas felices y varios tragos amargos. La mayor parte de las veces, él me hacía pensar que era mi culpa… aún me pregunto si es así.


    — No era tu culpa, una relación es cosa de dos —acaricio su cabeza, y siento su suave cabello pasar por los dedos de mis manos.


    — Por eso, cuando el rompió conmigo, lo que menos quería era reclamar, yo sólo quería sentirme bien —ella ríe— pensaba que estaría mejor sin él, pero hoy me encontraba sola, asustada, sin saber qué hacer conmigo.


    — Pero no estás sola —le digo mientras acaricio su espalda— hoy quiero estar contigo —ella me mira y sonríe.


    — ¿Y tú? ¿No tenías nada mejor que hacer hoy? —apoya su mejilla sobre sus rodillas y me mira con una tierna sonrisa, aún con sus ojos rojos.


    — Bueno… —me rasco la cabeza— …veamos, logré rentar un departamento solo, así que no tengo compañeros de cuarto; tampoco tengo muchos amigos, y mis padres… hace años que se divorciaron, y aunque ahora me estuvieran buscando, la mayor parte del tiempo se la pasan en un pleito eterno entre ellos, así que no tendría mucho sentido ir con cualquiera de ellos dos.


    — Eso suena triste —me dice.


    — No tanto —me encojo de hombros y sonrío— uno se acostumbra. Cuando era pequeño era algo que turbaba mi espíritu, pero conforme empecé a crecer empecé a sentir menos necesidad de estar con ellos. No sé si es bueno, pero no me siento mal al respecto.


    — Ya veo… —ella me toma de la mano— …supongo que no es malo, si no fuera así no estarías aquí —empiezo a sonrojarme por un momento para después empezar a reír.


    — ¡Dios! —sigo riendo— bueno… ¿Estás diciendo que te alegras de que este acostumbrado a estar sólo porque gracias a eso estoy contigo? No sé si enojarme, ofenderme o sentirme conmovido —ella suelta mi mano de golpe y me mira confundida.


    — Perdón… este… yo… —ella empieza a tartamudear y yo le doy unas palmaditas en la cabeza.


    — No te preocupes, a decir verdad, sólo me pareció gracioso, no estoy ofendido ni nada por el estilo —le miro, completamente relajado— yo… estoy feliz.


    — ¿En serio? —ella empieza a reír.


    — Siempre pensé en este momento como un sueño: estar contigo, hablando como si nada, siendo pareja o amigos, pero conocerte; —la miro— y ahora que está sucediendo, siento que no me arrepiento, y que eres aún más maravillosa de lo que hubiera pensado nunca. Realmente me agradas Abigail, y agradezco que hayas aceptado pasar este día conmigo.


    XVII

    16:00


    Decidimos ir a un puesto a rentar unos patines gravitacionales; ella se veía de mejor humor, sus mejillas se sonrojaban y se mostraba hiperactiva, lo cual me alegro mucho. Parecía una persona completamente diferente a la que me encontré en la mañana, y yo me sentía diferente.


    Esto no era como había soñado, pero era fabuloso. Sentir como su mano agarra la mía y la jala, como ella sonríe y se divierte a mi lado, no lo sé, quizás esto hace que ella me guste más, que mi imaginación se eleve a las nubes y caiga de golpe.


    — Ah… ¡Es la primera vez que hago esto! —digo eso mientras me cuesta mantener el equilibrio. Literalmente es como estar flotando en el aire.


    — Sólo pon un pie delante de tu cuerpo y con el otro empuja el aire hacia atrás —ella lo hace y se desliza maravillosamente en el aire.


    — A ver… —trato de imitarla, pero mis piernas se doblan y termino con la cara en el suelo.


    — ¡Oh, por Dios! ¿¡Estás bien!? —ella retrocede para acercase a mí.


    — Sí, sólo no soy buen equilibrista —le digo eso con la nariz sangrando.


    — Creo ya lo note —ella busca en sus bolsillos unos pañuelos, y con ellos empieza a limpiar mi nariz— sostén esto y mantén la cabeza inclinada hacia atrás, ¿Vale?


    — Sí… —le respondo mientras la obedezco.


    Puedo ver sus hermosos ojos color miel mirándome fijamente, veo sus labios temblar mientras sostiene mi mano para que la nariz me deje de sangrar. Y a pesar del dolor, no puedo evitar pensar que es divertido, es agradable, y empiezo a sonreír y reír.


    — Creo jamás hubiera hecho esto, si no fuera por ti —le digo.


    — En serio lo siento —ella acaricia mi frente.


    — No te preocupes, este día quería probar cosas nuevas —le digo mientras quito las manos de la nariz— creo ya paró el sangrado.


    — Bueno, a mí siempre me ha gustado patinar, y hace mucho no venía con alguien aquí —me dice.


    — Dios, es que es literalmente caminar en el aire —digo eso mientras intento levantarme con los patines puestos— ¿¡Cómo le haces!?


    — Es como andar en bicicleta, es simplemente aprender a mantener el equilibrio —se encoge de hombros— ¿O acaso prefieres unos patines de rueditas? —ella se ríe.


    — ¡No te burles de mí! —le digo con un tono juguetón— que hasta para esos soy demasiado torpe.


    — Suenas como un abuelo —me dice riendo.


    — ¡Oh! Puedo decirte que a veces lo soy —le comento mientras empiezo a patinar con cuidado— hoy pase parte de la mañana viendo infomerciales.


    — Bueno, eso no es de ancianos precisamente —ella ríe mientras me da la mano para ayudarme a mantener el equilibrio— yo a veces los veo, son hipnóticos. Sobre todo, ese del H2OPlus.


    — Ese fue el que pasaron en la mañana —le respondo.


    — Ya, es bastante interesante —por un momento su semblante cambia a un nostálgico.


    — ¿Qué pasa? —le pregunto preocupado.


    — Nada, sólo me estaba preguntando si más productos como esos podrían hacer una diferencia —ella baja la mirada y realiza una curva cerrada con los pies


    — Creo es algo que nunca podremos saber —le digo eso mientras veo las nubes del cielo: nebulosas y obscuras, pero no precisamente porque vaya a llover.


    XVIII

    17:00


    Mis piernas me duelen, las siento pesadas, patinar es mucho más difícil de lo que pensaba. Me encuentro sentado en una mesa que hay en un puesto de helados en el parque; parece que a Abigail aún le queda mucha energía, está sonriendo y mirando a su alrededor, buscando algo más qué hacer.


    — ¿De qué quieres tu helado? —le pregunto.


    — No sé —se encoge de hombros— quizá de vainilla —me dice.


    — ¿No piensas que ese sabor es aburrido? —le pregunto.


    — No, ¿Por qué lo dices? —ella me mira.


    — No lo sé, los sabores clásicos son: chocolate, fresa y vainilla; el chocolate es uno de mis favoritos, creo jamás he conocido a alguien que no le guste el sabor a chocolate, es un sabor elegante y duradero. En cambio, la fresa es más un sabor empalagoso y coqueto, que te hace sentir como un niño pequeño. Pero… ¿La vainilla? ¿Qué te ofrece la vainilla? Para mí es un sabor insípido e incluso artificial.


    — No sé, a mi no me gusta el chocolate —dice de forma directa y yo hago un ademán, fingido, de que me acaba de atravesar el corazón. Ella ríe— pienso que, aunque es un sabor tan… “elegante” y “duradero”, es un sabor nada fresco. Cuando hace calor creo el chocolate es el sabor que menos quiero saborear, en lugar de refrescar mi lengua creo que la deja con una sensación de incomodidad. La fresa, tú lo has dicho, es empalagosa y causa el mismo efecto, para mí, que el chocolate y me hace volverme más desesperada por tomar agua. Sin embargo, la vainilla es un sabor discreto y fresco, que hace que sea refrescante de probar en un caluroso día.


    — Nunca lo había visto así —digo eso mientras le pico la mejilla.


    — Bueno, ¿Cuántas veces le has dado oportunidad a la vainilla? —pregunta.


    — No sé, me gusta tanto el chocolate que lo único que pienso cuando compro helado es en chocolate —me encojo de hombros, nuevamente— cuando algo me gusta mucho, es difícil para mí salir de ese patrón, porque al final… ¿Por qué arreglar lo que no está roto? Si me gusta el chocolate, comeré chocolate, así de simple y sencillo —ella calla unos segundos para posteriormente sonreír de forma pícara.


    — ¡Hagamos un trato! —me agarra del brazo.


    — Te escucho… —le respondo.


    — Sólo por hoy, vamos a pedir el sabor del helado que menos nos guste. Tú pedirás vainilla y yo pediré chocolate; si nos hartamos del sabor intercambiaremos helados.


    — Suena bien, pero… ¿Qué pasa con la fresa? —le pregunto en broma.


    — ¡Que se joda la fresa! —dice entre risas, no puedo evitar seguirle la corriente; jamás la imaginé diciendo palabras groseras— ¿Trato? —ella me ofrece su mano.


    — ¡Trato! —yo la estrecho con ella; y así empezamos nuestra aventura de sabores.


    XIX

    18:00


    Sabes que estás en buena compañía cuando con esa persona puedes hablar de cualquier tontería; creo siempre he pensado que yo no busco una conversación existencial, o una persona que intente analizar todo lo que pienso. Las mejores charlas no nacen de la profundidad de estas, sino de lo divagantes que puedan ser.


    Sabes que estás teniendo una buena charla cuando te sientes bien hablando hasta del tema más sencillo, sea de la ropa, de la escuela, del clima e incluso de algo tan trivial como el sabor del helado que comes. Y es por eso que sé que lo que estoy pasando en estos momentos con Abigail, es algo que no cambiaría por nada.


    Siempre me pregunté cómo sería salir con ella, o si quiera platicar con ella, siempre tuve esa duda. Siempre sentí miedo, porque pensé que no le agradaría, porque pensé que le aburriría y ella preferiría estar lejos de alguien como yo; oh, pero me alegro de haber estado tan equivocado.


    Ella era una persona completamente diferente a la chica de mis fantasías, ella era una chica sencilla y ordinaria, que disfrutaba de ver los pájaros del cielo, ver el pasto, hablar de sus inquietudes, comer comida chatarra. Ella no era un ser perfecto, y mucho menos un inalcanzable, y eso me hacía sentir mejor, eso me hacía pensar que ella era alguien vulnerable, alguien como yo, y eso me hacía sentir más cercano a ella.


    Ella me gusta, ahora más que nunca. No me importa si ella no siente lo mismo, tampoco tendría mucho sentido si eso sucediera en este momento; pero ahora sé que ella me agrada, y tener su compañía por hoy y para hoy, es todo lo que necesito, es todo lo que me hace feliz.


    — La vainilla no estuvo tan mal… —le comento.


    — El chocolate tampoco… —nos reímos.


    Ella toma mi mano en silencio y comenzamos a caminar por todo el parque; vemos el lago desde la lejanía: verde, mohoso, con musgo, y los patos comiendo renacuajos que flotan en él; vemos los pocos árboles que se encuentran plantados y checamos las heridas que tienen en sus troncos, hechas por parejas anteriores. El cielo se obscurece aún más, la noche se acerca y mi corazón se detiene, siento la mano de Abigail apretar más fuerte la mía.


    — ¿Qué pasa? —le pregunto, mientras veo como ella baja su mirada al suelo.


    — ¿Puedo seguir contigo un rato más? —pregunta con timidez.


    — El resto del día, si así lo quieres —le respondo. Ella sonríe.


    XX

    19:00


    La noche ha llegado y nos encontramos caminando en las calles. Ella sigue sosteniendo mi mano, cada vez más fuerte, quizá le tiene miedo a la noche, no la culpo, yo también le tendría miedo. Ella mira al cielo, yo la miro a ella, y me quedo pensando que si hoy muriera no podría arrepentirme de lo que estamos haciendo ahora.


    — ¿Estás bien? —le pregunto.


    — A decir verdad, sí —ella hace una sonrisa triste— pensaba pasar este día sola, y eso me había puesto triste. Me sentía muy sola, como alguien abandonada, y me había resignado a esa soledad; pero estar aquí, contigo, pasando este día tan bonito me hace pensar que no lo merezco.


    — ¿Realmente sientes eso? —levanto su mentón— creo que quien no lo merece, en todo caso, soy yo.


    — ¿Por qué? —ella me mira.


    — Por no haberme atrevido a hablarte antes, a saber, más de ti. Pienso que me estoy aprovechando de las circunstancias para pasar el tiempo contigo. Tomando en cuenta tu situación emocional.


    — ¡No lo creo así! —ella grita— yo soy la que jamás se dio la oportunidad de conocerte, que está contigo como una excusa para no sentirse sola —ella empieza a llorar— e incluso… me he desahogado contigo.


    — Entonces creo somos un par de tontos en este momento —digo para animarla— aún así, creo no hay nada de malo con que los dos la estemos pasando bien —le sonrío y ella me corresponde.


    Por un momento nos miramos, pero antes de que alguno pueda decir algo, escuchamos el sonido de unos fuegos artificiales; giramos la cabeza y la vemos, en la lejanía se encuentra una enorme noria iluminada con luces de colores. Podemos ver algunas personas, a nuestro alrededor, caminar hacia esa dirección, con sonrisas en sus rostros.


    — ¿Quieres ir? —pregunta.


    — ¡Vamos! —le tomo de la mano y la jalo a esa dirección.


    XXI

    20:00


    La feria está a reventar, mucha gente se ha reunido en ese lugar. Hay muchos tipos de atracciones, desde una noria hasta una caseta de tiro al blanco. También hay puestos de comida por todas partes y todas las personas parecen estar contentas.


    — ¿A qué quieres jugar primero? —le pregunto.


    — ¿Qué te parece si jugamos a derribar las botellas? —ella señala uno de los puestos en que te dan tres pelotas para derribar un objetivo.


    — No soy bueno en esas cosas.


    — Osh, vamos —dice con una sonrisa mientras me toma del brazo.


    La dueña del local nos da tres pelotas, yo lanzo primero. La primera pelota tira una de las ocho botellas que debo derribar, la segunda choca contra la pared y me pega en la cabeza, lo cual hace a Abigail reír, y la tercera pelota tira todas las botellas, de la otra mesa.


    — Vaya que no mentías cuando decías que eras malo en esto —dice Abigail, antes de comenzar su turno.


    Ella toma impulso y lanza la primera pelota que pega contra la pared y rebota con la cabeza de la dueña del local, la segunda pelota le pega a la orilla de la mesa y cae por lo bajo del suelo, y la tercera pelota ni si quiera llega a las botellas.


    — Tampoco eres buena en esto —le digo.


    — Bueno, hay habilidades para todo, pero me gusta intentar en todas las posibilidades —sus mejillas se sonrojan y me abraza.


    — ¿No quieres ir por una banderilla? —le digo, mientras señalo uno de los puestos de al lado.


    — ¿No se puede el puesto entero? —comenzamos a reír.


    — Creo debemos dejar algo para los demás, aparte aún queda mucha comida por probar.


    XXII

    21:00


    Comimos una banderilla, estaba deliciosa, después de eso decidimos subir a una de las atracciones: el dragón; debo admitir que siempre he sufrido de vértigo, pero fue divertido. Empezamos a gritar cada vez que la atracción se alzaba en el aire, yo tenía que cerrar los ojos para no asustarme más.


    — ¡Me encanta esto! —ella grito mientras levantaba sus manos— me hace recordar cuando era niña.


    — ¡Vaya que eres extrema! —mis ojos siguen cerrados mientras siento el aire golpear mis mejillas. El sueño me empieza a alcanzar de nuevo porque por momento pierdo el conocimiento.


    Al terminar el juego, siento que mis piernas apenas me sostienen y mi cuerpo tiembla un poco. Abigail también se ve cansada, pero sigue sonriendo y brincando de un lugar a otro.


    — Necesito café —comento.


    — Yo también, eso de no dormir en la noche me va a matar —dice a modo de broma y no puedo evitar reír.


    — Bueno, creo vi café un par de tiendas atrás —le digo mientras la tomo del brazo.


    — Pues vamos —ella toma mi ritmo y se pega a mi costado, yo no puedo evitar sonrojarme.


    Las luces de la feria se hacen cada vez más luminosas conforme la noche avanza, todas las personas parecen no tener ganas de irse, al igual que Abigail y yo, y eso me reconforta. Puedo sentir una calidez en mi pecho, mientras mi corazón empieza a sufrir taquicardia.


    Todo a mi alrededor empieza a moverse en cámara lenta, aunque no me molesta del todo, siento que es porque mi ser no quiere que el tiempo avance, tiene miedo del futuro y de lo que le aguarda. Porque ahorita lo único que importa es pasar el tiempo juntos, es disfrutar este momento.


    Por eso, no sé qué acelera mi corazón: no sé si es el miedo o los nervios, no sé si es Abigail o la falta de sueño, y francamente no me importa. Ella y yo nos detenemos frente a un puesto a aspirar el aroma a café, sentimos su esencia y nos deleitamos en ella, nos sentimos vivos una vez más y nos sonreímos.


    La noche ya casi acaba y el mañana pronto llegará. No quiero dormir aún, aún quiero disfrutar de este sueño, porque ya tendremos tiempo para dormir.


    XXIII

    22:00


    Hemos probado casi todas las comidas de la feria: banderillas, tamales, hamburguesas, perros calientes, café, atole, palomitas, hot cakes, étc. Así mismo como hemos subido a una gran parte de las atracciones: el dragón, las tazas giratorias, los carros chocones, la montaña rusa, étc.


    Nos hemos reído como nunca, y siento la necesidad de que este día jamás acabe, de poder tener más días así junto a ella. Seguimos caminando entre los puestos, ella se cuelga de mi brazo casi dormida, mientras yo le acaricio su cabeza, también estoy cayendo de sueño.


    — Hace frío… —susurra.


    — Quieres mi bufanda —le digo mientras abro mi mochila, ella asiente y se la pongo.


    — ¿Y si vamos a la noria? —ella pregunta— quisiera que fuera el último lugar que visitemos —yo la miro y sonrío.


    — Supongo que sería un buen final y ahí podríamos descansar un rato —acaricio su mejilla y la tomo nuevamente de la mano.


    — Está por allá —ella señala con dificultad, cayendo del sueño.


    — Vamos… —empezamos a caminar despacio.


    — Oye, Luis… —ella me llama.


    — Dime —la miro.


    — Sé que ya lo dije muchas veces hoy, pero en serio… gracias. Realmente me alegro de estar pasando este lindo recuerdo contigo.


    — No tienes de que agradecer —le reitero— creo ambos hemos dicho lo felices que estamos hoy.


    — Sólo quería repetirlo, para que no lo olvidaras —ella sonríe, con los ojos cerrados, y su mejilla apoyada en mi brazo— ya que las flores, la comida, la plática, los patines, la feria, ¡Todo! Se ha vuelto algo inolvidable para mí.


    — Para mí también, Abigail —le tomo de la cintura y le beso la mejilla.


    — Por favor, dime Abi… —me susurra.


    XXIV

    23:00


    Así empieza la última hora del día; después de estar formados un buen rato por fin logramos subir a una de las cabinas de la noria. Al subir y sentarnos, nos dimos cuenta de que estábamos más cansados de lo que parecía y el sueño empezó a invadir, casi por completos nuestros cuerpos.


    Abigail se recargo cobre la ventana de la cabina, viendo hacia afuera, su rostro se notaba lleno de tranquilidad mientras veía, vagamente, hacia abajo. Yo sostenía su mano mientras recargaba mi espalda contra el asiento, sintiendo como al aire le costaba entrar a mi cuerpo.


    — ¿Sabes? —ella comienza a hablar— al inicio de este día, tenía mucho miedo…


    — Yo también… —le confieso.


    — Pensé que estaría sola, pensé que no quería que todo terminara así, yo quería más… —ella comienza a llorar débilmente mientras sostiene mi mano— …pero estoy tan feliz.


    — Yo también… —le digo con dificultad, mis ojos se encuentran completamente cerrados.


    — Luis, creo que me gustas… —confiesa— …este día ha sido tan lindo, que me hubiera gustado tener la oportunidad de poder pasar más días así, a tu lado.


    — A mí también… —en cuanto dice eso, las lágrimas también empiezan a escapar de mis ojos.


    — Pero creo que eso hace especial este momento… —su voz se vuelve cada vez más quedita.


    — Me gustas Abi —susurro.


    — Me gustas Luis —me corresponde.


    — Gracias por hoy —apenas digo eso, mi cuerpo se empieza a sumergir en un profundo sueño.


    No escuché lo último que Abi me dijo, pero sentía con nitidez el calor de su mano entrelazada con la mía.


    Epílogo.

    Planeta: Tierra.

    Fecha: 18 de Marzo.

    Año: 3006


    En el avanzar de los tiempos, la tierra ha sido victima de una serie de cambios, producto de la humanidad, que paulatinamente han ido afectando a la integridad de la misma; algunos cambios han sido más positivos que otros, pero todos han llevado eventualmente a la degradación del planeta.


    Se ha sobrepuesto la tecnología, la contaminación, y la comodidad del hombre sobre las necesidades de la tierra, las cuales mantenían con vida la existencia de todo ser vivo que habitaba en ella, incluido el hombre.


    Todos estos cambios abruptos causaron un caos atmosférico que anunciaba, de forma inevitable, el fin de toda vida en el planeta terrestre. El gobierno al ver que el final iba a ser lento y doloroso; optó por buscar una muerte más misericordiosa para la humanidad, haciendo posible uno de los suicidios colectivos más grandes en la historia; por no decir que el más grande y el último.


    Todos los países se pusieron de acuerdo para implementar un sistema de envenenamiento a través de un gas inodoro, que hiciera colapsar el sistema nervioso de todo ser viviente de forma indolora, sumergiendo a todos en un profundo y placentero sueño.


    El gobierno anuncia esa decisión, sin posibilidad de objeción por parte de ninguna persona, determinando como fecha para el evento: 18 de Marzo del año 3006; avisando a todas las familias de cada país del mundo.


    Esta decisión no fue más que la consecuencia de los actos de la humanidad contra el planeta tierra: su hogar. Porque todo principio tiene un fin, y el final del ser humano resulto ser él mismo.
     
    Última edición: 20 Marzo 2018
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    Fénix Kazeblade

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    Tu forma de narrar hizo que un texto tan extenso pasara de forma ligera y amena, cosa un tanto complicado para mi en estos formatos. El desarrollo de la historia, su estructura, están más que perfectos para la actividad, transmiten los sentimientos de los personajes y cada sentir, esa alegria melancolica que transmiten, como se van nutriendo en la historia.

    Gracias por participar en The Last Days
     
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  3.  
    Gerli

    Gerli Entusiasta

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