Efímera Se deshizo en sus brazos de la misma manera en que el agua se escapa entre los dedos del sediento. Su ausencia repentina llenó el lugar con el calor de un sentimiento sublime, iluminando con su esencia la lóbrega noche. La vio extinguirse; se hizo luz, y lo dejó a oscuras. Un eterno crepúsculo negro, como el adiós. Tiniebla silenciosa, como su despedida. Se puso de pie como símbolo de solemnidad, y decidió hacerse ajeno a los murmullos detrás de sí. Con la mirada perdida en el infinito, parecía observar algo a la lejanía. Un universo distante, y distinto, donde Kikyou permanecía a su lado. Su mente recorrió inclemente los recuerdos de su historia, desde el principio. Un nudo se apoderó de su garganta, y sopesó con amargura cuán satírico había sido el destino con ellos. Condenados a perderse, destinados a no ser. Absorto en su memoria, se preguntó si las cosas hubieran podido haber sido distintas. Quizás, si ella hubiera nacido una hora antes, y él una hora después, los astros hubieran estado a favor suyo. Si él hubiera sido humano, o si ella no hubiera sido una sacerdotisa. Quizás, y sólo tal vez, un insignificante detalle hubiera podido cambiar toda su historia. Sus mejillas aún seguían húmedas, por las lágrimas que habían muerto con ella al termino de su barbilla, al comienzo de aquel beso que había sellado el inicio del final. Se habían ido con ella, y no volverían jamás. Serían suyas por siempre, con la misma intensidad con la que su recuerdo permanecería eternamente en él. La calidez de su aún latente presencia le hizo cerrar los ojos, quizás con la esperanza de verla una vez más sin que la posibilidad se asemejara a una utopía. Desesperado, deseó mantener en su mente intacta la imagen de su rostro níveo, la sensación inverosímil y bendita de su cuerpo entre sus brazos. Se sintió afortunado y maldito, por haber tenido el corazón lleno y de repente, vacío. —Inuyasha... —susurró Kagome detrás de él. Más atrás, el resto del grupo permanecía en un respetuoso silencio. Él no volteó a mirarla. Se mantuvo mirando al frente, por donde Kikyou había partido, aún deseando seguirla. —No quería que Kikyou soportara más dolor —dijo al fin, aún ausente—. Quería protegerla para siempre. La sacerdotisa guardó silencio, aún con lágrimas brotando de sus ojos cafés. No vaciló al decir aquellas palabras, demasiado lleno de su propio dolor. Volvió a sumirse en el infinito, y en los Universos distantes y distintos. Decidido a mantenerla viva en su mente, se perdió en el recuerdo de sus frágiles labios. Sería eterna, en su pensamiento, a pesar de haber sido efímera, como su amor. ________________________________________________________________ Este escrito aún no ha sido editado, así que puede tener ciertos errores. De antemano, muchas gracias por su colaboración.
Oh, mujer. Hacía mucho que no leía de ti. Me encantó, porque si bien el InuxKag me gusta es bien sabido que le tengo especial cariño a Kikyôu quien, dolorosamente, vivió de malas circunstancias. Habrá personas quien aún, ignorantes, pueden odiarla pero no conmigo que al entender su pasado y sentir llegué a amarla, tanto como esta historia en donde se demuestra un verdadero dolor del hanyôu para con su primera miko. Me encantó, Andreína. Grandiosa historia como siempre <3 Saludos!
