EDOM: El Humano Perfecto

Tema en 'Historias Abandonadas Originales' iniciado por We R Gifted, 15 Septiembre 2014.

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    We R Gifted

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    EDOM: El Humano Perfecto
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    EDOM

    La vida como la conocemos se encuentra en cambio. Siempre está cambiando, en todo momento se altera por las decisiones que se toman a lo largo del globo, el sol saldrá del este casi tan seguro como que el mañana es un misterio. Excepto para la ciencia, para la ciencia nada será jamás y nunca un misterio, todo está planeado, todo tiene una explicación. Eso pensaba el científico Norbert Müller, eso era lo que su padre le había dicho, lo que sus libros de estudios le habían certificado y sus años de experiencia en el campo le habían confirmado.

    La genética le apasionaba sobre todas las cosas y le demostraba su amor experimentando hasta las más largas horas de la madrugada cuando el silencio en el laboratorio es tan grande que el mínimo sonido de unas pinzas al rosarse ocasionaban un estruendo. Aquel día no había sido la excepción, desde la muerte de su esposa al Doctor Müller no le quedaba nada más que su querida carrera científica para acogerse en las noches largas donde el insomnio venía acompañado de recuerdos de su esposa.

    Ahora ese era su amor. Esa era su vida. Todo lo que estaba frente a sus ojos era lo único a lo que podía aferrarse y lo había llevado bastante bien en lo que llevaba. Sin tomar en cuenta su deteriorado estado físico y los grandes círculos bajo sus ojos, puede decirse fácilmente que es una persona feliz, un joven científico de treinta y seis años que es feliz rodeado de paredes frías, mesas metálicas y una bata blanca encima.

    Esa noche se encontraba haciendo revisión a los últimos detalles de su última investigación, aquella en la que su compañero había estado aportando tanto con sus conocimientos de ingeniería genética. No era la primera vez que trabajaba con genética humana pero siempre lo hacía en las horas más tardes, esas donde no tenía nadie viendo su trabajo y susurrando a sus espaldas que era un loco por intentar encontrar algo en el genotipo de un individuo. Muchos ya lo habían intentado con un inminente fracaso. «Pero yo no soy como muchos» se repetía constantemente mientras envolvía y jugaba con sus dedos en el bolsillo de su bata, como un niño pequeño que juega a ser doctor.

    Una voz en su cabeza que se le pareció extrañamente familiar a la de su esposa le hizo una pregunta. Una que llevaba haciéndose desde un tiempo atrás pero que no había logrado enfrentar hasta ese momento. ¿En verdad era capaz de hacer la diferencia? De solo pensarlo comenzaba a sudar frío, las manos le temblaban sobre el teclado. Crear una vida era algo que los científicos habían logrado tiempo atrás, lo que él pensaba rebasaba incluso las ideas más locas que sus compañeros comentan entre risas cada vez que se toman un descanso para tomar agua.

    Un humano perfecto. Uno que no enfermase. Uno inmune a las enfermedades. Inteligente y con una capacidad mucho mayor a la que cualquier otro humano haya registrado en su vida. Un humano capaz de desarrollar habilidades que nadie imaginaría. Ni siquiera su fantástico diario de ciencia había registrado esta tremenda aspiración, una que había comenzado desde el momento que el oncólogo le había dado la noticia de su esposa y que se había solidificado cuando el doctor internista le dijo que ella había muerto en medio de la operación.

    Ahora él veía la perfección. La veía en el futuro como una nueva raza, un cambio en el fenotipo que alteraría todo lo que conocemos como el homo sapiens y lo haría dar un nuevo paso a la evolución.

    El Doctor Müller sonrió y se retorció en su silla.

    Jamás se había emocionado tanto como en ese momento. Echó un vistazo alrededor como si alguien estuviese cerca oyendo todo lo que pensaba y dispuesto a arrancarle los pensamientos para hacerlos propios y ganar toda la fama que obtendría de lograr lo que se disponía. Se levantó para buscar algo de agua y finalmente calmó su ansiedad con algo de frío en su garganta, como si se la tragara junto con el líquido. «En otro momento funcionará la emoción —pensó—. En otro momento como mi victoria».

    Estuvo a punto de escupir el agua cuando entre sus apuntes encontró una gran anotación subrayada con un resaltador. Una cadena de ácido desoxirribonucleico adornaba la esquina del recuadro donde estaban escritas las palabras hechas por su increíble asesor. El Fenotipo Edom. Ya había escuchado ese nombre antes, chasqueó la lengua cuando no pudo localizar el sitio donde lo había escuchado y se lamentó un instante no tener la buena memoria que su pareja poseía en sus tiempos de vida.

    Rebuscó entre sus apuntes, sus ojos azules se abrieron como platos al encontrarse con otra línea subrayada por él mismo. ‘’El fenómeno Edom’’, un fenotipo completamente nuevo, creado a manos de la ciencia gracias a una mutación de una Adenina a la que se le había otorgado el nombre de Edom. La simple modificación permitía una especie de decodificación completa en el ADN, era la llave para abrir la puerta a todas las ramificaciones de la genética de un ser vivo. «Una llave que ahora es mía»

    Sus ojos parecieron apagarse, perdieron el color pálido azul y se descolocaron de sus apuntes a un espacio intermedio entre su cara y el papel. De pronto vio el rostro sonriente de su esposa, ese mismo rostro que ponía cuando le decía que era un despistado por olvidar las llaves del auto dentro de la casa antes de bajar todo el edificio hasta el garaje.

    Tenía la llave todo ese tiempo y jamás la había utilizado.

    No tuvo tiempo de sentirse estúpido, rápidamente tecleó unas cosas en la computadora más cercana. Abrió un documento y finalmente escribió en él.

    ‘’Homo Sapiens Edom: El ser humano perfecto’’
     
    Última edición: 12 Junio 2015
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    Sonia de Arnau

    Sonia de Arnau Let's go home Comentarista empedernido

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    Primero: ¡Bienvenido a FFL! Segundo: ¿Qué comen los venezolanos para escribir buenas historias? :D Leer e imaginar xD *ya me respondí :P*
    La verdad no estoy con ganas de empezar a leer historias nuevas, y menos ahora que estoy atareada por el regreso a clases. Aun así, me llamó la atención tu titulo y me vi obligada a dar click para saber de que va, mmm, ciencia-ficción, eso ya ganó mi atención, me encanta ese genero, por ello comencé a leer y, ¿qué me encontré? ¡Con una buena trama! El deseo de poder crear algo nuevo o algo que el ser humano no ha intentado es genial, además la triste historia de su querida esposa es trágica; pero se valió de esta para poder encontrar el fenómeno, que al parecer ya lo había descubierto. Bueno, me gustaría saber como evolucionara la historia.

    Pues nada, estaré al pendiente de la actualización.
     
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    We R Gifted

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    Comentario del autor: Primero que nada, me disculpo con los que se engancharon con la historia y los hice esperar tantísimo. No estaba en mis planes pero comencé los estudios, una cosa llevó a la otra y al final no tuve tiempo para publicar ni escribir nada. En otras noticias paso a decirles que he retomado el proyecto y actualmente lleva más de cincuenta páginas y doce capítulos de los cuales sólo he publicado dos (incluyendo éste). Intentaré subir al menos uno semanal pero todo depende de lo que haya adelantado y lo receptivo que sea el proyecto. Aprecio los comentarios y críticas. Entre otras cosas, paso a decir que no se desmotiven porque este capítulo sea muy ''trama adolescente complicada'' o al estilo Wattpad como me comentó una amiga, tiene todo tipo de escenarios y pido que no se pierdan el hilo de lo que está por venir. ¡Gracias por leer!

    Darcey

    El sonido de la música abarrotaba todas las calles del campus, incluso los estudiosos en la biblioteca tenían la desdicha de tener que lidiar con el eco del bajo y notas altas desde su posición. Todo el mundo andaba por las aceras bien vestidas dirigiéndose a un mismo lugar, la famosa casa de la fraternidad Kappa Sigma. Con solo saber eso hasta los más despistados podían saber de qué se trataba todo, era viernes en la noche luego de una fuerte semana de exámenes parciales en la prestigiosa universidad de Columbia.

    Usualmente todo el mundo asistía a ese tipo de reuniones, todos excepto los que tenían que repetir algún parcial o sencillamente no les apetecía acercarse a ese tipo de lugares. Darcey Montgomery estaba incluida en el segundo grupo, ella prefería las reuniones calladas, quizás unas tres amigas, un montón de dulces y alguna bebida caliente para acompañar los rumores y barbaridades que habían escuchado en lo largo de la semana por el campus. Siempre hablando de las acciones de otras personas pues sus vidas carecían de demasiada faena.

    Sin embargo, aquella noche llevaba un buen vestido que acentuaba su poca figura, con veinte años recién cumplidos apenas tenía buen cuerpo, a comparación de sus amigas ella era siempre la que la pubertad no le había jugado demasiado a favor. A veces envidiaba a Emily, la chica guapa de su clase de Histología que todo el mundo quiere en sus brazos, de un cabello dorado, unos ojos saltones verdes y una figura llena de curvas.

    En ese momento, viéndose al espejo, deseaba tener ese físico. En cambio la vida le había otorgado un cabello rubio más pálido, una piel con falta de pigmentación y unos ojos grises sin demasiada magia como los de su compañera de clase que siempre se llevaba todas las miradas. Su cuerpo tampoco era algo fuera de este mundo, sin embargo, le gustaba cómo se veía bajo ese vestido rojo pastel, sus piernas estaban un poco descubiertas pero no le preocupó sabiendo que era casi verano.

    Antes de darle tiempo para destruir más su autoestima, el teléfono vibró en el borde de su cama y ella no tardó mucho en lanzarse encima de él. Sus amigas le decían que ya estaban frente al dormitorio, y ella no tardó en colocarse unos tacones medianos para terminar su aspecto. Tomando una actitud un tanto estricta se saltó la última mirada al espejo antes de salir, ya se había visto lo suficiente. «Ahora diviértete» pensó mientras guardaba su móvil en su bolso y salía de su habitación.





    El ensordecedor sonido del bajo absorbía todas las voces del grupo de cuatro amigas a medida que se acercaban a la prestigiosa fraternidad de los chicos ricos y excelentes deportistas de la universidad. Esos que siempre tenían su foto detrás de algún trofeo en la vitrina del salón común de todas las facultades, a Darcey nunca le había atraído alguno de esos chicos, claro que le parecían guapos pero sabía que su personalidad arrogante siempre terminaba arruinando todo. Incluso este había sido un tema de conversación en camino al lugar donde sería la fiesta.

    Se distrajo lo suficiente con la música como para darse cuenta que no reconocía ninguna de las canciones que ponían. No era el tipo de música que le agradase demasiado, la electrónica siempre la había catalogado de repetitiva y sin sentido, sus gustos iban más a lo alternativo y su playlist estaba lleno de Of Monsters and Men y quizá algo de OneRepublic. Nunca algo como lo que escuchaba en esos instantes.

    — ¿Estás bien, Dar?

    Volteó la mirada a su amiga, unos cabellos castaños le dijeron que era Emma, la única del grupo que consideraba como su hermana. Pensó que quizás esa rara conexión que tenían le había dicho que estaba algo mal en ella pero sus pensamientos rosaron el terror cuando recapacitó que quizás el nerviosismo se le mostraba en toda la cara.

    — Todo bien —respondió fingiendo una sonrisa.

    «Ella lo sabe» pensó justo en el momento que su amiga le rodeaba con un brazo el cuello y le decía que solo era una buena fiesta. La verdad era que esas cosas no le hacían demasiada gracia a Darcey, ella siempre había sido la chica sometida por sus padres, estudió en una secundaria privada para chicas y compartió dormitorio con ellas hasta que fue a la universidad. Pensó que era su momento de libertad pero las cosas no cambiaron demasiado, la única diferencia: ahora veía chicos en su salón de clases. Era una buena distracción en esos momentos que el profesor no te ve pero a su parecer era bastante decepcionante para lo que había pensado que sería.

    En cuanto a las fiestas, ya le habían invitado a un par y siempre ponía excusas para no ir. Había decidido asistir a esta luego de que Emma le había prometido no molestarla más con ir a alguna reunión en la universidad si iba a esta gran fiesta. Y vaya fiesta había escogido… Sabía que las mejores celebraciones se hacían entrando al verano, cuando todo el mundo está por salir de vacaciones e irse del campus, es una despedida para algunos que viven lejos de Columbia y para otros sencillamente una manera de decir ‘’Por fin soy libre de estos libros’’. Por lo que los rumores habían dicho, el año pasado hasta la policía se había unido a la celebración llevándose a unos cuantos estudiantes por tener drogas.

    Un escalofrío le rozó la columna y llegó hasta su nuca. Ella despejó todos los pensamientos agitando la cabeza y mirando al frente, distrayéndose con la música como podía.

    Para cuando se encontró frente a la puerta de dos alas se preguntó si había hecho la decisión correcta. Casi observaba la imagen de su madre al otro lado de la puerta negando con la cabeza con desaprobación. Los pensamientos de su madre siempre venían con lo mismo, desaprobación, ella jamás había sido la chica perfecta ni lo sería en lo largo de su vida, toda la atención se desviaba a su hermana pequeña y de alguna manera u otra ella siempre ganaba todo.

    La sangre le ardió un momento, no soportaba a su madre. Por eso se había mudado tan lejos de ese lugar como le fue posible. «Al diablo». Volvió a esconder esos recuerdos en una archivadora imaginaria de su mente y finalmente puso una mano sobre la manilla de la puerta, el frío tacto se eliminó en el momento que alguien al otro lado la haló antes de que ella pudiera abrirla por su cuenta. Pensó que ni siquiera con la furia encendida en sus ojos las cosas le salían bien sin una pizca de torpeza.

    — Eh, no te había visto. Lo siento.

    Un joven de cabello castaño, rostro pulcro y unos ojos verdes apareció frente a ella reemplazando el ala derecha de la puerta. A Darcey se le hacía vagamente familiar, quizá lo había visto en esas vitrinas llenas de trofeos, después de todo, era un Kappa Sigma.

    — No es problema —respondió ella mirándose la punta de los tacones.

    Si no tenía la mínima experiencia en fiestas mucho menos la tendría hablando con chicos. Era otra de las cosas que su familia no le permitía ni en el más mínimo aspecto y su vida en la secundaria no le había permitido por haber estado acompañada de chicas todo el tiempo.

    Él la miró comprensivo y le esbozó una sonrisa justo antes de pasarle a un lado en dirección a un automóvil que estaba en la calzada.

    — Espero que disfrutes la fiesta. Nos vemos dentro —alcanzó a decir justo antes de retirarse a toda velocidad por la calle.

    Sus amigas compartieron unas miradas a sus espaldas como si pudieran comunicarse todas al mismo tiempo para decirse que Darcey, la más tímida y delicada del grupo, parecía haberse conseguido una pareja en la fiesta inclusive antes de entrar a ésta.

    Ella volteó esperando ver todas las reacciones como de costumbre, verlas sonriendo fantasiosas le hizo sonrojar. No había pensado en algo romántico en años y la idea de tener algo en la universidad se había reducido con el tiempo junto con el contacto con su familia que se había reducido a simples depósitos a su cuenta bancaria para mantenerse en la universidad.

    — Ni lo sueñen —dijo negando con la cabeza.

    — Ya veremos cómo resulta todo —replicó Emma con picardía.





    Si algo había aprendido Darcey escuchando rumores y conversaciones ajenas era que ella era completamente invisible para las personas espidasa. La experiencia le había enseñado que ser baja y tener un cuerpo delgado y no demasiado llamativo era perfecto para andar por ahí husmeando sin ser detectada en lo mínimo, ni siquiera su cabello rubio pálido conseguía resaltar. Sin embargo, aquella noche no tenía demasiadas ganas de desgastar sus sentido del oído intentando descifrar palabras sobre el sonido de la música, no es que no le interesara, es que sabía qué era lo que escucharía. Alguien ligando, otro ofreciendo hierba, una que otra persona gritando lo fantástica que era la fiesta.

    Era tan predecible que casi hacía que le doliera la cabeza. Extrañó un momento el olor fresco de su almohada y la sábana en su dormitorio.

    — ¡Darcey, ven a la pista!

    El grito de su amiga le despegó del vaso con refresco, lo dejó en una mesa y casi fue arrastrada hasta la alfombra gigantesca donde todo el mundo recostaba sus cuerpos y se sometía al bajo de la música. «No sé bailar» le dieron ganas de gritar pero con ver a una chica no muy lejos de ella supo que no sería muy difícil. Solo movería los brazos y un poco la cintura, se dijo.

    Así lo hizo, bailó con su amiga, con el trasero de algún desconocido y con el brazo sudado de alguien que pasaba justo al lado de ella, además de casi romperle la quijada a un chico mientras una canción gritaba ‘’BOUNCE’’ y ella brincaba como una desquiciada. No pensó jamás que reiría tanto por el simple hecho de estar bailando con unas amigas en la pista. Quizá porque siempre había pensado que ese sitio era para hacer asuntos que muy fácilmente podrían trasladarse a la cama.

    No pensó que su sangre podría arder más de emoción que en ese momento hasta que Alice le puso en la mano un vaso con líquido transparente dentro. No tenía que preguntar para saber lo que era, nunca había bebido, jamás se había alegrado siquiera pero el hecho de hacerlo siempre le había resultado tentador. La única vez que se había mareado con alcohol había sido la navidad de hace dos años en casa de su abuela, recordaba ese día a la perfección por ser el día en que su madre le regañó frente a todo el mundo y el mismo momento en el que decidió que no podía seguir soportando todo eso.

    Sabía que no debía pensárselo demasiado, vio cómo sus amigas bebían y ella aún tenía el contenido en su vaso. Fue ese el único momento en el que prefirió estar allí, disfrutando el momento y bailando, que en su habitación. El pensamiento se le escapó de la mente y se coló por sus labios hasta que gritó sobre la música.

    — Al diablo.

    Todas sus amigas soltaron una carcajada y gritaron a la vez que ella bebía su trago y arrugaba la cara como si pusieran zumo de limón recién exprimido en su lengua y además le agregaran ají picante. Sentía las venas de su muñeca calentando y su garganta le ardía como si en cualquier momento el mismo Satanás estuviese pensando en dejar el infierno y mudarse a su laringe.

    Pensó que quizá había estado mal negar todas las invitaciones a las fiestas. Todos estos pensamientos se disiparon cuando vio al chico que había encontrado en la entrada justo a su lado. El corazón se le volcó e incluso olvidó cómo respirar. Agradeció haber bebido algo antes de verlo, de no ser por eso ya habría llevado su mirada a la punta de sus dedos de nuevo.

    — Nunca escuché tu nombre —se incorporó el chico andando al ritmo de la música.

    — Darcey —respondió ella sonriente. Sus mejillas brillaban de rojo y relamía sus labios—. ¿Y tú eres…?

    — Jamie.

    La sonrisa consiguió hechizarla, jamás había tenido esa sensación en su vida. Estaba clara que no la causaba la bebida, era esa sensación de que su estómago se encogía y encogía hasta que se convertía en un nido de mariposas que volaban por todo su interior.

    Le devolvió la sonrisa y con una mano arregló su cabello hacia detrás de la oreja. Dio un pequeño salto cuando se dio cuenta de que ya no se estaba moviendo, en lugar de eso, sus pies se habían quedado quietos como si el tacón hubiese traspasado la alfombra que pisaba. Jamie no había tardado en darse cuenta, le tomó la mano y se acercó a ella lentamente para cubrirla un poco de las miradas del público, en especial de sus amigas quienes llevaban soltando grititos de alegría desde minutos atrás.

    — No te ves muy cómoda —comentó—. ¿Quieres ir a otro sitio?

    «Otro sitio» no sabía si sentirse ofendida o halagada. La distracción de sus pensamientos le hizo olvidarse por completo de su acción principal de responder a la pregunta. En lugar de esperar a una respuesta, él casi la arrastró hasta afuera de la pista.





    En la zona detrás de la piscina la música aún se escuchaba, la luz se había reducido a lo poco que salía de los focos del agua y alcanzaba a iluminarlos. Aun con poca luz, sus ojos grises reflejaban la cara del joven frente de ella, estaban en silencio, llevaban al menos una hora hablando de tonterías y finalmente habían callado para mirarse el uno al otro.

    Algo muy dentro de ella le decía que estaba mal, que debía detenerse. La actitud de ‘’Al diablo’’ no le funcionaba demasiado bien para silencios tan tensos como esos, ni siquiera sentirse iracunda con algún recuerdo de su madre parecía arreglarla un poco. Frunció los labios y bajó la mirada a las manos del chico que esta vez se acercaban de a poco a sus pequeñas manos pálidas.

    Incluso en la oscuridad sabía que no se parecía nada a las chicas que estaban en esa fiesta, incluso viéndose las manos, con uñas bien cuidadas pero nada realmente llamativo, tenía el presentimiento de que él prefería a otro tipo de chica que a ella. Nunca era segura de sí misma, era uno de los defectos que había anotado en una extensa lista que archivaba en su mente.

    — No debemos hacer algo que no quieres.

    Casi pegaba un salto cuando escuchó su voz romper el silencio. El corazón tentaba con romperle las costillas pero se tranquilizó tomando aire.

    — No —negó—. Es lo que quiero.

    Su subconsciente negó con la cabeza con una cara estupefacta, «¿Qué Darcey es esta y qué hizo con la original» se preguntaba, la chica que a veces no alzaba la mano en clases por timidez incluso cuando estaba completamente segura de que su respuesta era la correcta. La misma que había estado lamentándose por la fiesta desde el momento que había aceptado.

    La mano de su acompañante continuó el trayecto y sus dedos se entrelazaron con los de Darcey. Sentir el tacto de otra persona era fantástico, pensó ella. Siempre había respetado espacios personales, incluso con sus amigas el tacto era casi mínimo pero en esa ocasión fue todo tan distinto. Era otra persona, una que vivía, amaba el momento y no se arrepentía. Deseó ser así por siempre, deseó ser vulnerable.

    Sintió la calidez de unos labios sobre los suyos, fue un momento antes de que una risa rompiera el silencio y ella abriera los ojos como platos para ver quién había arruinado el momento más perfecto de su vida. Miró a un lado, vio a unas personas saliendo por la puerta trasera de la casa, a una piscina mediana de distancia en medio separándola. Ninguno de ellos se reía.

    Rápidamente corrió la mirada a la derecha, la carcajada seguía y ella solo veía un montón de vegetación y al final el muro rojizo que separaba la avenida principal del campus de la universidad. «Ninguna risa». Su miedo había crecido tanto que pensó que se había quedado sorda, de no ser por el sonido de la carcajada no se habría dado cuenta que la música había parado, su sentido del oído seguía intacto.

    Entonces lo vio.

    — Jamie…

    Sus ojos se llenaron de lágrimas, su rostro se ruborizó tanto que un tomate podría adoptarla. Él también tenía lágrimas en sus ojos, lágrimas de tanto reír. Sus dos manos estaban al nivel de su abdomen como si no aguantara el dolor que le causaba reír tan fuerte por tanto tiempo seguido.

    Un gran reflector iluminó todo el camino desde la casa hasta donde se encontraba la pareja, otro chico de la fraternidad parecía arrastrarla junto con unos cuantos cables, entre ellos un micrófono que llevó a su boca. A Darcey se le hacía imposible ver lo que sucedía, la luz le había cegado demasiado pero ya sentía las lágrimas de sus ojos cayendo por sus mejillas. Una oleada de emociones le cubrió, no sabía qué hacer o quizá sí lo sabía: quería dejar de existir.

    — Y el premio al Chico de Ñoñas es para nuestro grandioso amigo —hizo una pausa—. ¡JAMIE HARMINGTON!

    Chico de Ñoñas. De todos los rumores que había escuchado ese era el que más le espantaba y quizá la razón por la que había rechazado tantas invitaciones a fiestas. Era la competencia que se hacían los chicos de una misma fraternidad para ver quién besaba a la más crédula e ingenua de toda la fiesta haciéndola pensar que en verdad existía algo de interés o amor de por medio.

    Las risas aumentaron. Escuchó unos gritos, vio en medio de su cegadora vista el rostro de Jamie y a unas cuantas sombras detrás de él felicitándolo por el logro, dándole palmadas en el hombro y en la espalda, uno de sus compañeros le agitó el pelo. Para ella solo había miradas, risas variadas y algunos comentarios de lástima llenos de sarcasmo.

    No supo cuánto tiempo había pasado sentada en la silla plegada a un lado de la piscina. Solo sabía que ya sus lágrimas caían en sus rodillas, sentía vergüenza a unos niveles que jamás pensó poder experimentar. Sus manos le temblaron cuando buscó un impulso para escapar de la luz del reflector. Algunas personas las llamaban, reconoció la voz de Emma entre ellas pero no se dignó a mostrar su cara volteando hacia atrás.

    Se escondió en la oscuridad de los árboles hasta que llegó al muro rojo, entonces corrió guiándose por los ladrillos, en su mente aún escuchaba las risas de los Kappa Sigma, de las pijas de la fraternidad femenina y de Jamie. La voz de Jamie riéndose le desgarraba por dentro de la misma manera que se había deslizado para hacerla sentir cosas que nunca había sentido.

    Aunque lo intentara, Darcey siempre sería tan delicada y sensible como un niño pequeño, no había manera de cubrir esa personalidad ni sobre capas de frialdad. Por eso se había distanciado de las personas, no le gustaba resultar herida.

    Un traspié le hizo caer, no había notado el dolor de sus pies hasta que los sintió palpitando sobre sus tacones. Los quitó con rapidez y recogió las rodillas para tener un apoyo donde su cabeza pudiese reposar y sus lágrimas fluir.

    Las risas seguían allí. Se preguntó si era posible pasar del éxtasis a la depresión tan rápido y si esto sería bueno para su salud mental. Como una montaña rusa.

    No lo había visto. Un chico cualquiera no se acerca tanto a ti, no juega tanto con tus sentimientos si no tiene la intención de herirlos.

    — Estúpida, estúpida, estúpida —repitió.

    Dibujó una sonrisa y limpió sus lágrimas con el reverso de la mano. Era tan evidente que ahora le parecía hasta cómico, soltó una risa y volvió a limpiar las lágrimas que se le habían escapado. Lo más gracioso de todo, pensó, era que ella nunca iba a fiestas y cuando fue a una le sucedía todo aquello. Era cómico, a su parecer era lo más gracioso e hilarante de todo el asunto, su mala suerte y su desgracia.

    El sonido de un relámpago le cortó la carcajada, no debía haber caído demasiado lejos de su posición. Todo el cuerpo se le estremeció y se paralizó recostando la espalda en el ladrillo frío, como si el cielo hubiese gritado la orden de que callara su llanto. Lo siguiente que sintió fue la lluvia caer sobre ella, nadie esperaba una lluvia en medio del verano pero para Darcey fue el camuflaje perfecto para sus lágrimas. No se movió ni un poco, dejó que todas las lluvias cayeran sobre ella como gotas de rocío sobre una flor en pleno crecimiento, una flor que dentro de muy poco florecería para ser algo hermoso.

    Así se sentía, algo roto, destrozado, pero hermoso.
     
    Última edición: 11 Junio 2015

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