Romántico [Días de abecedario] E de Enrique

Tema en 'Relatos' iniciado por Angelivi, 6 Mayo 2017.

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    Angelivi

    Angelivi Bruja ordinaria

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    Escritor
    Título:
    [Días de abecedario] E de Enrique
    Clasificación:
    Para adolescentes maduros. 16 años y mayores
    Género:
    Romance/Amor
    Total de capítulos:
    1
     
    Palabras:
    1402
    El autobús al fin llegó a la estación. Habían sido muchas horas de viaje desde Galicia hasta aquí, pero valdría la pena. ¡Hacía tanto tiempo que no veía a mi madre! ¿Cómo le irá? No sabía que había venido, quería ver qué cara pondría cuando me viese. Por lo que tenía entendido, trabajaba como secretaria para una importante empresa. Todos los meses me iba pasando parte de su sueldo para ayudarme con los estudios. Para que pueda permitirse darme toda esa cantidad de dinero debía de estar cobrando bastante, pues tenía en cuenta que tendría sus propios gastos.

    Sin embargo tenía un problema: no sabía donde vivía. Nunca llegó a darme una dirección, solo me dijo una vez por Whatsapp el nombre de este pueblo, comentándome lo bonito y tranquilo que era; pero nada más. No quería llamarla para preguntar dónde vivía, se perdería toda la sorpresa. Pensé que lo mejor sería preguntar a alguien a ver si por suerte la conocen.

    Me encontré con una señora de avanzada edad, probé suerte con ella.

    — ¡Hola, buenas tardes señora! ¿Sabe dónde vive Inés Nogueira?

    La mujer me escrutó con la mirada, al principio me puso cara rara, pero luego retomó la compostura y sonrió como si hubiese hecho un sorprendente hallazgo.

    — Eres su hijo, ¿verdad?

    — Así es. ¿Cómo lo ha sabido?

    — Os parecéis muchísimo. Claramente sois familiares.

    ¡Qué buen ojo! Y eso que la gente suele decir que apenas nos parecemos mi madre y yo.

    — ¿Conoce usted a mi madre?

    — ¡Claro que sí! Sería una deshonra para mí desconocer a cualquiera de los que residen en nuestra humilde comunidad. Pero cuéntame, ¿a qué se debe tu visita?

    — He venido a visitar a mi madre, aunque no sé dónde vive.

    — Entonces has ido a preguntar a la persona indicada. Tu madre vive con los Carrasco.

    — ¿Los Carrasco?

    — Sí, una pareja de ancianos. Ya superan los ochenta años de edad y los pobres necesitaban a alguien para que los cuidasen. Ella se ofreció para cuidarles.

    ¿Además de su trabajo también se encargaba de cuidar a dos ancianos? ¡Qué gran corazón tiene mi madre!

    — ¡Qué alegría saber eso! ¿Me puede decir dónde está la casa de los Carrasco?

    — Sí, claro. Mira, sigue recto por esta calle y gira en el segundo cruce a la izquierda. Es el número 23, no tiene pérdida.

    — Muchas gracias, es usted muy amable.

    — No las des, muchacho. Es un placer ayudar a los convecinos, e incluso a sus familiares. Saluda a tu madre de mi parte.

    Me despedí de esa señora tan amable. No sabía que en este pueblo eran tan hospitalarios. Quizás por eso mi madre decidió quedarse aquí, era un lugar agradable. Seguí las indicaciones y, efectivamente, llegué hasta la casa de los Carrasco. Era la típica casa de campo, con su pequeño jardín con sus flores, sus rosales, su fuentecita y con los clásicos azulejos con frases. Llamé al timbre.

    — ¡Voooy! —dijo una voz femenina muy familiar.

    Se abrió la puerta y salió una mujer de 38 años de edad, pelo moreno recogido en un moño y ojos avellana: era mi madre. Cuando me vio abrió los ojos como platos, su reacción fue una mezcla de sorpresa, alegría y preocupación. Corrió hasta la verja y me dio la bienvenida con un fuerte abrazo.

    — ¡Enrique, hijo mío! ¿Qué haces aquí?

    — ¿No es evidente? ¡Visita sorpresa! ¿Qué tal todo? Hace mucho que no nos vemos, seguro que hay mucho que contar. Te he traído unas filloas, que sé que te gustan mucho.

    — Eh... Sí, claro. Gracias —respondió con nervios. Mi madre estaba rara.

    — Aunque realmente no creí que te encontraría en casa a estas horas, pensé que estarías en el trabajo. ¿Y qué es ese extraño uniforme que llevas?

    Señalé a su camisa de cuadros rosas, no es algo que te pondrías para andar a casa ni algo que llevarías al trabajo. Me recordaba a los babys que se llevaban en la guardería.

    — Verás, es difícil de explicar...

    De pronto sonó un silbato.

    — ¡Inés! ¡Ven ahora mismo! ¡Tengo que ir al baño!

    — Luego hablamos y te lo explico todo. Espérame a las siete en un bar que se llama "La Ventura", está en la plaza. Si no lo encuentras pregunta a alguien.

    Con una inusitada prisa cerró la verja y entró de nuevo a casa. No entendí muy bien qué estaba pasando, decidí que lo mejor era esperar en ese bar y dejar que mi madre me aclarase todo. No tuve problemas en encontrar el sitio, comparado con Vigo era un pueblo diminuto. Estuve esperando hasta que llegó la hora acordada, pero mi madre aún no llegaba. Media hora después llegó con ropa distinta. Ésa sí era la ropa que ella acostumbraba llevar. Pedimos una Fanta y una cerveza, mi madre no parecía atreverse a hablar, fui yo quien comenzó la conversación.

    — Bueno... ¿Y qué tal por aquí? Ya llevas un año. ¿Te están yendo bien las cosas?

    — Sí, más o menos...

    — ¿Más o menos?

    — No he tenido ningún problema, pero las cosas no han sido como piensas.

    — ¿A qué te refieres?

    Nos trajeron lo que pedimos. A mí me sirvieron la cerveza y a mi madre la Fanta, ya estábamos acostumbrados a que se equivocasen. Intercambiamos las bebidas y continuamos la conversación.

    — Verás... Sobre lo que te dije de que trabajaba de secretaria en una empresa... era mentira. Nunca tuve ese trabajo —dio un sorbo a su cerveza—. En realidad soy criada, cuando llegué aquí no encontré el trabajo que me prometieron, resultó ser una estafa. Me encontré con que no tenía trabajo ni dinero con el que pagar un alojamiento, pero por suerte oí el rumor de que una pareja de ancianos buscaban a alguien que se encargase de su cuidado. Viéndome en una situación tan desesperada fui allí para que me contratasen, y aquí estoy.

    — No me parece nada malo. ¿Por qué me lo ocultaste?

    — No quería que pensases que tenías a una madre fracasada que había acabado de chacha para dos viejos. Quería que estuvieses orgulloso de tu madre, pero... no he podido cumplir tus espectativas. Lo siento.

    Me enfadé tanto que di un golpe en la mesa con la palma de mi mano. Mi madre me miró entristecida, seguramente estaría pensando que era la reacción que esperaba.

    — ¡Mamá! ¿Cómo puedes decir eso? ¡Nunca, y repito, nunca habría pensado algo así! Tengas el trabajo que tengas, seguirás siendo mi madre. Jamás podría dejar de estar orgulloso de una mujer tan trabajadora que tanto se ha preocupado por mí. No puedo estar más orgulloso de tener una madre como tú. Te quiero trabajes de secretaría, de criada o de lo que sea. No lo olvides.

    En ese momento mi madre se puso a llorar. Algunos de los clientes nos miraron y me entró un poco de vergüenza. ¿Había sido demasiado duro con ella? Cuando se le pasó el llanto, volvió a hablar.

    — Gracias hijo, eres un cielo. Perdón por no haber sido sincera contigo desde el principio. ¿Probamos esas filloas?

    Ambos nos dedicamos una cálida sonrisa y abrí la bolsa con los dulces. A partir de ahí, la charla fue mucho más animada y las tensiones desaparecieron. Nos pusimos al día con todo lo que nos había pasado durante este año, contamos anécdotas, algún que otro cotilleo y varias cosas en general. Me habló de una chica que había conocido aquí, era mucho más joven que ella pero se habían hecho muy buenas amigas.

    — Un día te la presentaré, te caería muy bien. Por cierto, ¿ya tienes novia?

    — Eh... No, no tengo ninguna —contesté sonrojado.

    Me acordé de una chica que conocí en la universidad. Conectamos muy bien y creo que podría haber algo entre nosotros, pero nunca me atreví a dar el siguiente paso. A día de hoy sigo arrepintiéndome de no haber sido un poco más valiente.

    La campanilla de la puerta del bar sonó. Mi madre se giró y se alegró al ver a la chica que acababa de entrar.

    — ¡Anda, mira! ¡Hola Ximena! ¡Estábamos hablando de ti! ¡Ven que te presento a mi hijo!

    La chica se acercó hasta nuestra mesa. Tenía el pelo largo con una tonalidad ligéramente anaranjada. Llevaba unas gafas que pasaban desapercibidas por su fina montura y su rostro estaba adornado por unas pecas. Me recordaba a cierta chica que... Me levanté abruptamente y solté una exclamación. Ella estaba igual.

    — ¡No puede ser! ¿De verdad eres tú? —dijimos a la vez.
     
    Última edición: 6 Mayo 2017
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    Borealis Spiral

    Borealis Spiral Fanático Comentarista destacado

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    Por eso a mí no me gustan las visitas sorpresas xD Okno. Bueno sí, en realidad no me gustan, pero al menos a Enrique y su madre no les fue tan peor. Digo, sí, no fue lindo que ella le mintiera de esa manera a su hijo, pero me alegra que él le dejara claro que a él no le importaba el trabajo que tuviera, porque siempre la iba a querer por ser la clase de mujer que era. Al final resultó un reencuentro entre madre e hijo de lo más bello.
    Y bueno, parece que esta Ximena y Enrique se conocen de algo. Me pregunto si nos enteraremos de eso hasta el día de la X xD Tal vez, me toca aguantar. Y nada, como siempre, muy amena la lectura. Sigo pendiente de los que siguen. Saludos.
     
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