Dulce Obsesión.

Tema en 'Historias Abandonadas Originales' iniciado por VocaloidFanGirl, 7 Enero 2013.

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    Clasificación:
    Para adolescentes. 13 años y mayores
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    Misterio/Suspenso
    Total de capítulos:
    2
     
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    1428
    Vacía.​
    Sola.​
    Sin vida.​

    Así me describía antes. Esas tres palabras, eran todo lo que era. No tenía ninguna razón por la cual cambiar, a nadie le importaba. ¿Para qué hacerlo?
    Era la muñeca de la vida; me manejaban a su placer, y yo obedecía. Mis padres, mis amigos, todos. ¿Para qué negarme? Sin aquellas acciones, no era nada.
    Porque mis acciones, eran todo lo que tenía. Tenía que ser perfecta para todos, para hacerlos felices. Así como ser bonita, mantenerme en un peso adecuado, hablar con ciertas personas, sonreír; para que todos crean que mi vida, era la 'vida modelo'. Sí tenía la vida modelo, también era mi obligación ser la 'chica modelo'. ¿Verdad?
    No sentía como si tuviese amigos; ellos conocían a la chica modelo, no a mí. Ellos me llenaban de alabanzas, reían junto a mí, de la misma manera que los adultos. Los adultos eran los amigos de mis padres, los cuales sólo se preocupaban porque mantenga ese carácter ejemplar.
    No podía hablar con nadie, ya que nadie comprendería; me pasaba los días sola. No me aburría, ya que contaba con algo que me permitía escapar de ese mundo podrido que crearon a mi alrededor. Esos maravillosos objetos, lápiz y papel; que nos permiten expresar ideas, opiniones, y transmitir sentimientos. Maravillosas personas emplearon aquellos objetos para crear mundos llenos de fantasías, para expresar cuanto amaban u odiaban su realidad. Yo los usaba para descargarme.
    Todo lo que les cuento, les parecerá muy triste y falso; pero era así.​
    Era. Porque, esto fue mi pasado.​
    Aunque mi mundo podrido me mantenía sin vida,​
    hubo algo que me sacó de allí. Alguien.​
    Aquella mañana, la recuerdo tan nítida como si la estuviese viviendo ahora mismo. Yo caminaba por el sendero que conducía a la secundaria a la que asisto; con mi uniforme perfectamente acomodado sobre mi cuerpo, con mi maletín perfectamente alistado para el día, con mi cabello castaño perfectamente cepillado suelto, y una trenza al costado derecho adornada con una cinta roja, cuál moño estaba perfecta y simétricamente atado. Por supuesto, con una sonrisa, algo infaltable en mi rostro. La mañana cálida, con nubes rosadas flotando sobre el cielo azul; lindos pájaros cantando en un orden acústico hermoso; árboles florecidos meciendo sus hojas con suavidad; mis compañeras a mi encuentro con sus finas voces y sus risas. Irritablemente lindo.​
    Todo transcurría normal. Mi día estaba siendo imperturbable, como siempre. Risas, halagos, comentarios de chismes; y cómo no, algún chico diciéndome lo enamorado que estaba de mí. Enamorado de aquella muñeca a cuerda, que escupía tonterías una y otra vez; que sonreía aunque estuviese presenciando una masacre. Pero, era lo que debía demostrar ¿Verdad?​
    El timbre; el momento en el que se me quitaba parte de mis tareas de actuación. Yo caminaba fuera del salón, mientras mis compañeras se despedían de mí con sus manos. Salí de el edificio, yendo al patio de cemento. Ahí fue cuando volteé, y entonces... lo conocí a él.​
    Su cabello castaño oscuro meciéndose con la brisa, sus ojos grises profundos, su sonrisa. Y aquella, no era como mi sonrisa; obligada, prestando atención a que los demás la vean. Su sonrisa era... sincera; como si en realidad estuviese feliz de estar allí. Él tomó su maletín, y caminó hasta la puerta de salida como si nada. Era obvio que no había notado mi presencia, y éso me alegraba. Así fue, como caminé en silencio detrás de él todo el camino. Lo acompañé sin que lo notara, hasta la puerta de su casa; incluso me quedé unos minutos observándolo desde la ventana. No podía irme, no quería irme, y dejar de verlo. Pero recordé que podría volver a verlo el día siguiente en la escuela. Así que caminé a mi casa, pensando en su bello rostro.​
    Al día siguiente en la escuela, tomé un camino diferente para no encontrarme con mis fastidiosas compañeras. Esperé a que él llegara, detrás de una pared; hasta que lo escuché.​
    "Tienes una hermosa voz" pensé en ése momento. Luego, escuché algo mejor; su risa... Era tan linda, tan limpia, tan graciosa y llena de alegría, que hizo que se me escapara una risa a mi también.​
    De nuevo el timbre sonó; y aquella vez corrí detrás de una pared, y esperé. Esperé, hasta que lo volví a escuchar, y me asomé a verlo. Era perfecto. Pero su perfección era completamente natural. También lo seguí a su casa aquel día. Y el siguiente. Y el siguiente a ése. Y el que le sigue a ése. Y el siguiente.​
    Sucedió así durante dos meses enteros.​
    Meses en los cuales despertaba feliz, dormía feliz, reía feliz.​
    Porque pensaba en él y era feliz.​
    Sabía que cada día podría verlo una y otra vez, y me ponía feliz.​
    Ya había memorizado y escrito su horario. Incluidos fines de semana. También había escrito todo lo que sabía de él, -escuchando sus conversaciones, por supuesto- su color favorito, su comida favorita, qué deporte practicaba, cuándo cumplía años; todo a lo que tenía acceso, lo escribía. Compré una cámara de fotos. Tomé fotos de él, muchas fotos de él. En todas salía hermoso ¿Cómo lo hacía? Me preguntaba riendo con ternura mientras las veía. Nunca lo notaba.​
    Cierto día, escuché una conversación que tenía con sus amigos. Ellos le decían que había una chica que le gustaba. Mi corazón latía muy fuerte, estaba llena de rabia; porque yo quería ser aquella chica. Tenía que ser aquella chica. Pero, me calmé al escucharlo decir que eso no era verdad. ¿No era verdad? Tenía que creerle, porque él era sincero.​
    Nunca me notaba, y éso era bueno. Pero comencé a querer que me note. Quería que sus palabras estén dirigidas a mí, que me dedique una de sus hermosas sonrisas.​
    Un día, que salíamos de clases, me tropecé con algo. Caí al suelo, y me raspé el brazo. Fue entonces, cuando lo escuché de nuevo.​
    - ¿Te encuentras bien? Ésa fue una caída fuerte- me dijo. Su rostro lucía un tanto preocupado, y su mirada era sólo para mí en aquel instante. Una de sus manos estaba sobre mi hombro. Estaba tan feliz; la felicidad me invadía en ese momento, porque me había notado ¡Incluso se había preocupado por mí! Era demasiado. Quería lanzarme a sus brazos y decirle lo enamorada que estaba de él. Sin embargo, cometería un error si lo hubiese hecho.​
    Sólo dí una respuesta afirmativa, y le sonreí.​
    - Qué suerte. Bueno, disculpa, pero debo irme. Nos vemos- pronunció, con una sonrisa en su rostro. "Nos vemos"... Eso quería decir que existiría la posibilidad de que nos encontráramos así de nuevo. La felicidad me invadió.​
    Cada vez, al llegar a mi casa, después de hacer alguna última actuación, me encerraba en mi habitación. Escribía lo que había hecho ese día. Imprimía las fotos que había tomado ese día. Memorizaba sus calificaciones, para ayudarlo si hacía falta. Todo lo hacía para él.​
    Aquí, una nota que escribí un día al llegar a casa.​
    "Miércoles. Otoño.​
    Sus bellos ojos miraban contentos la hoja de calificaciones. En aquel exámen le había ido mal; pero yo entre en la sala de profesores, y sin que se den cuenta cambié el resultado. De nada, Amor mío. Sé que alguna vez me lo agradecerás.​
    Hoy lo seguí hasta el campo de fútbol. Juega muy bien. Grité su nombre para alentarlo, y aunque no supo que era yo, sonrió dulcemente. Luego fuimos a su casa. Sus padres no estaban, así que cenó algo liviano y fue a ducharse. Se veía tan lindo su cabello mojado..."​
    Mi habitación estaba llena de aquellas notas, pegadas a las pared. Tenía fácilmente 4 álbunes de fotos de él. Todo era sobre él.​
    Él me rescató de mi mundo podrido.​
    Me hizo muy feliz.​
    Pero sin embargo... Me dí cuenta de algo.​
    Yo vivía por y para él.​
    Y necesitaba tenerlo a mí lado. Para que él viva conmigo.​
    Nosotros teníamos que tener el nuestro.​
    Nuestro Final de Cuentos. Juntos por Siempre.​
     
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    Para adolescentes. 13 años y mayores
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    Misterio/Suspenso
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    2
     
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    Pensar en cómo transcurría mi vida a su lado, era simplemente perfecto. Cada día sería espléndido. Escuchar su voz dirigida a mí. Sentir su piel sobre la mía. Reír junto a él. Yo quería eso con toda mi alma. Y tenía que lograrlo. Él debía enamorarse de mí.
    Pero ¿Acaso éso era sencillo? Para mí lo fue. Simplemente con verlo me enamoré; y al conocerlo supe que quería estar con él para siempre. Sería muy sencillo entonces. Sólo tenía que lograr que me vea; que me conozca. Que me ame.
    Un pensamiento vino a mi cabeza de repente. Que pasaría si... ¿se enamorara de otra persona? Podría amarla. Sí eso ocurría, mi vida se desmoronaría. Ya no sería mío. Pero... ¡eso nunca ocurriría! Era totalmente imposible el hecho de que no sea mío. Él me pertenecía. Yo sabía todo sobre él. Lo amaba con toda mi alma. No permitiría que un hecho tan horrible sucediera. No dejaría que pase. Lo evitaría aunque sea lo último que haga. Porque, él, era mi vida. No me arrebatarían mi vida. Eso sería ilógico. Porque, acabaría con aquel que me quisiera arrebatar mi vida.

    Algo así sería imposible.​
    Sólo yo, lo amaba. Nadie podía hacerlo como yo.​
    Mi amor, era increíble.​
    Tanto, que lograba que haga cosas por él. Me controlaba.​
    Los días transcurrían, y yo seguía a todas partes a mi amor. Ya había logrado conocerlo mucho. También había logrado conocer a sus amistades. Había conocido muchos lugares que no sabía que él frecuentaba. Había escuchado su dulce risa miles de veces. Era tan feliz.
    El invierno estaba comenzando, y el frío cruel azotaba nuestra cuidad. Me despertaba muy temprano, para esperarlo. Iba a su casa, y veía cómo se preparaba para el colegio. Su cuerpo tiritaba al sacarse aquella camisa azul de dormir; mientras buscaba la del uniforme. Era tan bello mirarlo así. Desayunaba café caliente y salía de su casa con migas de galletas en su pecho. Se veía gracioso, y siempre se me escapaba una risa al verlo. Todo el día pasaba lento, y podía ver cómo se divertía.
    "Estoy orgullosa de tí, Amor. Prácticamente ya no necesitas mi ayuda." pensaba yo, mientras leía sus calificaciones. Había mejorado muchísimo en la escuela. Tal vez, se debía a que cada día, yo dejaba en su asiento una fotocopia del tema que veríamos ése día. Las sacaba de la sala de profesores. Ellos jamás notaban nada.
    Mis padres tampoco. No habían notado mi amor por él. Era posible que se debiera a que yo continuaba actuando de la misma manera con ellos y mis compañeras. Además, que no permitía que nadie entrase a mi habitación. Tenía seguro, y sólo yo poseía la llave para abrirlo. Era mi secreto. Sólo mío. Nosotros éramos un secreto. Yo sabía que los demás no comprenderían mi amor por él. Yo lo sabía perfectamente. Y sabía que él tampoco estaba seguro de lo que éramos. Pero, para mí, él y yo éramos una pareja. ¿Acaso las parejas no van juntas a todas partes? Nosotros íbamos juntos. Él tal vez no estaba seguro, pero en todas partes donde iba, yo estaba junto a él. Cuidándolo y acompañándolo.

    Cierto día, él demoraba en salir de su salón. Yo me preocupé mucho. Así que sigilosamente abrí un poco la puerta para verlo. Había una chica. Una chica de cabello marrón claro, con dos coletas hacia atrás recogidas simétricamente. La chica estaba sonrojada, parada frente a él, balbuceando algo. Yo intenté con todas mis fuerzas escuchar lo que estaba diciendo.
    - Me gustas. - Eso fue lo que dijo. Dijo aquello. Una fuerza recorrió mi cuerpo, y mis manos comenzaron a temblar frenéticamente. En el reflejo del vidrio de la puerta, noté que mis ojos estaban raros. Mi pupila se había achicado más de lo normal. Mi mente me habló. "Mátala" fue lo primero que dijo. "No tendremos final de cuentos si se empromete. Lo arruinará todo. Hará que se aleje de ti. No lo permitas. Mátala." fueron las frases que repitió luego. Él se quedó en silencio por unos segundos. Segundos eternos, en los que reprimía ese extraño sentimiento que tenía. Segundos en los que me contenía con todas mis fuerzas para no abalanzarme sobre aquella mujerzuela.
    - Lo siento. Pero yo no puedo corresponderte... Realmente, lo siento. - fue lo que contestó él. Mi corazón se calmó. Lo había dicho tan tiernamente. Incluso trataba bien a personas como ella. Era como un ángel. La chica se quedó parada atónita. Él salió y yo lo seguí hasta la esquina de la escuela. No caminé más. Tenía que terminar algo...
    Ella casi lo arruinaba todo. Podía seguir insistiendo. Y él era tan amable, que podría darle una oportunidad. No podía pasar eso. Así que, decidí encargarme de ella. Tenía que desaparecer. No podía ocurrir el mismo error.
    Me quedé detrás de ella hasta que bajó la guarda. Fué sencillo. Sólo un golpe certero en la cabeza y cayó desmayada. La llevé a mi casa, entrando por atrás. Seguía desmayada, cuando puse la bolsa plástica en su cabeza. De pronto, despertó. Estaba desesperada, y no entendía nada. Una risa se me escapó al verla en tal situación. Me acerqué a ella, y le susurré en el oído:
    "No puedes escaparte de mí. Yo tendré mi final con él, y nadie lo impedirá.Ya no quiero que nadie más esté en el medio." concluí. Nunca olvidaré su cara. Tenía los ojos gigantes, llenos de lágrimas. Me miraba con terror. Yo acabé con la escenita cursi, y clavé la daga en su pecho.
    Observé atentamente como la sangre brotaba del cuerpo. Cómo se sacudía anteriormente por la falta de aire. Esperé hasta que dejó de moverse. Así, que me puse guantes de invierno, llevé a la chica al jardín trasero, donde nunca estaban mis padres. Hice un hoyo en la tierra y la metí ahí. Supuse que no lo encontrarían.
    Entré a mi habitación. Guardé la daga bajo mi almohada. Me puse a escribir otra de mis notas. La pegué en la pared. Tomé un álbum al azar y me puse a ver fotos de él. Y se me ocurrió algo.
    Tomé lápiz y cuaderno, y comencé a escribir ¿Qué? Un plan. Un plan para lograr que me ame.

    Escribí aquello con todo la atención que podía.​
    Lo leí una y otra vez.​
    Quería que estuviese perfecto.​
    Hasta que lo terminé. Mi plan. Con él, mi amor,​
    estaría conmigo para siempre.​
    Pasó un mes. La desaparición de la chica no pasó a mayores. Pensaron que se fugó. Todo salia perfecto en cuanto a aquello.​
    Él seguía igual, sin notarme. Verlo cada día, me hacía muy feliz. Contaba los días para que llegue el momento en el que le declararía mis sentimientos. Sí todo salía según mi plan, él se enamoraría de mí. Se quedaría junto a mí por siempre. Nunca más me sentiría sola, o vacía. Su amor, era todo lo que necesitaría para vivir. Y yo, haría todo para que él sea feliz. Me entregaría a él en cuerpo y alma. No me importaba nada más, que estar junto a él.​
    Salíamos todas las mañanas, por más frío que hiciera. Él detestaba llegar tarde, y no le gustaba faltar al colegio. Así que, todas las mañanas, me asomaba a la ventana de su habitación; y esperaba que saliera de ella, para acompañarlo hasta el colegio. Sin embargo, un día, nuestro itinerario cambió.​
    Él había perdido a un ser querido de su familia. Podía notarlo en sus padres y en su rostro. Yo también me entristecí, ya que lo que menos quería era que él esté mal. Antes de ir al colegio, escribí una nota para él. La deslizé bajo su ventana, esperando que la lea.​
    Aquella nota, decía lo siguiente:​
    "Hola, Amor.​
    Entiendo lo triste que te sientes en este momento. Lo entiendo, y sé que puede dolerte muchísimo. Pero, quiero que muestres tu hermosa sonrisa mañana, quiero volver a escuchar tu dulce risa. El dolor pasará, y debes seguir adelante. Momentos como éstos, viviremos muchos, pero siempre haya que mantener la felicidad. Porque, si estás feliz, olvidas una parte de tu dolor, y la ocupas en reír. Me hace muy feliz a mí verte siempre tan animado, y por eso sufro viéndote sufrir. Cuando superes tu dolor, estaré allí. Cuando te sientas solo, también. Yo siempre estaré cuando me necesites.​
    Con mucho cariño, ​
    Tu amante más grande."​
    Días después, él volvió al colegio, sonriendo como siempre y muy animado. Tal vez fué mi carta la que lo animó. Me hubiese hecho muy feliz que hubiese sido así.​
    Hasta que, llegó el día. Ése día, podría confesarle todo lo que sentía. Lo busqué en su casa, lo acompañé al colegio, escuché sus conversaciones con amigos, como siempre. Pero, habría una diferencia. Al tocar el timbre ése día, mi plan comenzaría.​
    De repente, el ruido comenzó. Mi corazón latía rápido, y me apresuré a buscar entre los papeles de mi maletín, la hoja de mi plan. Lo repasé, lo guardé. Cómo un rayo, me puse de pie y salí prácticamente corriendo. Bajé rápido las escaleras, pues él no tardaría demasiado en llegar a ellas. Corrí hasta la puerta de la escuela. Recuperé el aliento y me acomodé mi cabello marrón oscuro con las manos. Tomé con fuerza mi maletín, y miré al horizonte con esperanza.​
    Entonces, llegó. Suspiré, y esperé a escuchar su voz cerca de mí. Hasta que la escuché. Me dí media vuelta he intenté no tartamudear al decirlo.​
    - Disculpa, ¿me puedes ayudar? Es que... oscurecerá pronto, y tengo algo de miedo. Siempre vuelvo acompañada, menos hoy. Por favor, ¿me acompañarías?- le dije, tomándolo suavemente del brazo, con un tomo de ternura.​
    - Claro, no te preocupes. No hay problema, vámonos.- contestó con una sonrisa. Yo me emocioné mucho, y sólo solté un pequeña risa. Charlamos todo el camino. Nunca había hablado así con él. Me contaba muchas cosas, aunque yo las sabía casi todas. Bromeaba. Reía. Me animaba. Hablaba. Era tan bello estar así con él.​
    Llegamos pronto a mi casa. Lo invité a pasar, ya que no había nadie. Entramos a mi habitación. Cerré la puerta detrás de mí. Había envuelto con papel las ventanas. Las había cerrado. Sólo yo tenía las llaves para abrirlas. Hice que se siente en mi pequeño sofá. Le serví té.​
    Hablamos un rato. Hasta que comenzó a mirar extrañado las paredes de mi habitación. Comenzó a distiguir los escritos. Se puso de pie y preguntó por ellos. Yo sólo reí. Él continuó leyendo, moviéndose por toda la habitación. Parecía sorprendido. No entendía aún.​
    Vio una fotografía encima de mi computadora. Era de él. Se acercó a mí con la foto, y preguntó porqué la tenía. Yo me puse de pie. Me acerqué a él. Hice que se siente; y yo me senté sobre su regazo.​
    - Es que... Quería decírtelo, por eso te traje aquí. Yo... te amo. Sé todo sobre tí. Dónde vives, tu comida favorita, tu color favorito, como se llaman tus padres, tu mascota, tus amigos, absolutamente todo. Tú me haces muy feliz. Yo estoy viva gracias a tí. Te necesito. Y... quiero que te enamores de mí.​
    - Y-Yo... cómo es que sabes todo éso? Tú... ¿quién eres? No lo entiendo... Es que yo... ¿Fuiste tú la de la carta?- tartamudeaba él nervioso.​
    - Todo te lo contaré cuando quieras. Pero antes, lo crucial. Yo... quiero que sientas lo mismo por mí... Te amo más que a mí vida. Hay pruebas de todo lo que digo.- concluí, tomando un cuaderno y un álbum. Él los hojeó rápidamente.​
    En mi corazón el deseo de que corresponda latía con fuerza. Estaba muy feliz, todo salía de acuerdo a mi plan. Esperaba que después que haber leído y visto todo aquello, me amaría como yo a él. Pero no fué a sí. Una expresión de terror se formó en su rostro. Soltó las cosas y dejó que caigan al piso. Yo me agaché a recogerlas, mientras él retrocedía murmurando.​
    - ¿Y qué dices, cielo?- dije dulcemente, acercándome a él.​
    - ¡Estás loca! No te me acerques... ¡¿Porqué hiciste todo esto?!- gritó, mirándome.​
    - ¿No lo entiendes, amor? Yo sólo te amo. Hice cosas por tí, para que podamos estar juntos. Incluso... maté a aquella chica que se te confesó.​
    - Eso... ¡No es amor! ¡Estás enferma! Hacer algo como esto, es estar completamente desquiciada. Tú... ¡No puedes amar, desalmada!- gritó apartándome, horrorizado.​
    - Entonces... tú y yo... ¿podemos estar juntos?- insistí con un poco de esperanza en mi tono.​
    - ¡Claro que no! Cómo podría amar a una acosadora cómo tú? ¡Necesitas ayuda!- contestó. Mi corazón se partió en dos. Siento que el dolor invade todo mi cuerpo. Ya no tenía razones para vivir. Si él no me amaba ¿para qué?​
    De todas maneras, seguía siendo una muñeca. Que sentía y vivía por él. Si no me amaba, ya no podía vivir. Así que tomé la daga de abajo de mi almohada. La misma con la que había asesinado a aquella chica. Me acerqué a él; y le dí un suave beso en los labios, por más que se resistió. Puse la daga entre sus manos; y con las mías encima de las de él, la clavé en mi pecho. Aquel dolor no era nada, comparado con el de mi corazón. Sonreí, y suspiré.​
    - Sin ti... yo no puedo vivir. Pero, estaré mejor, si no estoy viva ¿No crees?... Sólo, no olvides que yo te amo.- concluí. Aquel fue uno de los momentos mas felices que viví ¿Porqué? Porque... Por fin, me encontraba entre sus brazos. Viva o muerta ¿Qué importaba? Estaba en sus brazos, y éso fué suficiente.​
    Mi amor me mató.​
    Tal vez era enfermizo. Oscuro. Terrible. Cruel.​
    Pero era amor ¿Verdad?​
    Mi amor era completamente sincero. Lo que pasa, es que yo amaba... diferente.​
    Ahora estoy completamente segura de una frase.​
    No estoy segura de dónde la escuché.​
    Pero, es la que mejor describe mi situación.​
    "Hacemos locuras, por amor..."​
     
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