Two-Shot Down by the water, under the willow [Genshin Impact UA | Anna & Aleck]

Tema en 'Mesa de Fanfics' iniciado por Gigi Blanche, 27 Diciembre 2022.

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    Gigi Blanche

    Gigi Blanche Equipo administrativo Game Master

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    Título:
    Down by the water, under the willow [Genshin Impact UA | Anna & Aleck]
    Clasificación:
    Para todas las edades
    Género:
    Amistad
    Total de capítulos:
    2
     
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    4756
    N/A: como siempre, lo que era una idea concreta y sencilla se me terminó convirtiendo en una biblia. Nada nuevo bajo el sol but why am i like this

    Rider te vine a etiquetar como George memeo, ANYWAY. Con suerte la segunda parte de este sale más rápido que la segunda parte del Lantern rite, ja ja *cries* Me hacía mucha ilu escribir algo navideño y me puso muy contenta pillar el impulso. Na más que decir, todo lo demás ya lo sabés JAJAJA

    Ojalá lo disfrutes. I lov u, my precious bby, y feliz navidad <33






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    —¡Otra ronda, Master!

    Diluc se quedó mirando a Aleck un par de segundos y acabó por suspirar, mientras despegaba la botella de la barra para rellenar sus vasos. Estaba claro que muchos cuestionamientos habían pasado por su cabeza, desde los más hasta los menos bonitos, pero tras detallar la amplia sonrisa del aventurero decidió llamarse al silencio. ¿Qué le diría, de todos modos, que no fuera un desperdicio de oxigeno? El líquido dorado y cristalino destelló cálido entre las luces de la taberna y Bennet miró a Aleck de reojo, riendo.

    —¿Por qué le dices así de repente?

    Diluc regresó la botella a su lugar, serio y diligente, pero con la oreja bien parada.

    —¿De repente? —replicó Aleck, confundido, y volvió la mirada al pelirrojo—. La amiguita flotante de la viajera, ¿esa no te dice así?

    —¿Paimon? —Bennet intervino, haciendo memoria—. No, no, ella le dice “Maestro Diluc”.

    —¿No era “Señor Diluc”?

    Kaeya, quien llevaba un buen rato también sentado en la barra pero a varios taburetes de distancia, se metió en la conversación sin ningún problema. Los tres voltearon a mirarlo y él se sonrió, prepotente, mientras agitaba suavemente su vaso de whisky. Diluc soltó el aire por la nariz; genial, ya estaba borracho.

    —¿Por qué importaría tanto cómo me llama Paimon, de todos modos? —murmuró, exasperado, y se cruzó de brazos—. Más me interesa saber cuándo planeas dejar de beber.

    —¿Hmm? ¿Acaso te molesta que esté bebiendo… dentro de una taberna?

    Bennet y Aleck compartieron una mirada y una risa silenciosa antes de regresar su atención al intercambio. Que Diluc y Kaeya discutieran como dos gatos ariscos era moneda común allí en las calles de Mondstadt, pero eso no lo volvía menos divertido. Los muchachos a veces apostaban, incluso, cuando llegaban al Obsequio del Ángel y veían a ambos presentes.

    —Me molestan los clientes inoportunos y problemáticos —argumentó Diluc, sereno pero filoso—. Y tú, hasta donde recuerdo, eres uno de esos.

    Los puntos que las apuestas trataban no eran muchos, pero sí iban al grano. Prácticamente rellenaban un cuestionario mental y ganaba quien conseguía mayor cantidad de preguntas acertadas para el final de la velada. Una era, por ejemplo, ¿cuántos vasos le llevará a Diluc querer echar a Kaeya?.

    —Tendrás la memoria apestada, entonces, si soy un santo —replicó el moreno, encogiéndose de hombros—. Pero siempre tienes que andar mangoneando a todos, no sabes hacer otra cosa.

    —Al menos sé cuidar el negocio de nuestro padre, a diferencia de otros.

    ¿Quién será el primero en mencionar a Crepus?

    —Tú y tu manía de condenar a cualquiera que no haga exactamente lo que quieres —suspiró Kaeya, meneando la cabeza—. Qué pena me das, Diluc. Ni modo, al menos sabes hacer whisky, aunque… ¿qué se siente ser bueno sólo en lo que odias~?

    ¿Cuál de los dos le dirá al otro…?

    —No tienes remedio —decretó Diluc, muy serio, y volvió a mirar a los chicos.

    Éstos dieron un leve respingo y se empinaron sus bebidas para disimular. Ragnvindr pronto se retiró a otra parte de la taberna y Bennet dejó ir su vaso con más fuerza de la cuenta, arrancándole una risa.

    —Pensé que nos echaba también a nosotros —susurró Aleck, divertido—. Y al parecer volví a ganar~

    —No puede ser, ¿ya nos lo acabamos? —destacó Bennet, entristecido, al ver los dos vasos vacíos; quizás intentara desviar la atención de su apuesta perdida, quién sabe—. ¡Y ni siquiera fue nuestra culpa! Si Diluc a veces no diera tanto miedo…

    —Si doy miedo, ¿para qué vienen?

    Bennet dio otro respingo, uno que casi le arrancó el alma del cuerpo al escuchar la voz del pelirrojo a sus espaldas. Éste regresó tras la barra, detalló sus vasos y enarcó una ceja al mirarlos, mientras Aleck intentaba contener la risa y le daba palmaditas suaves en el hombro a su amigo.

    A veces —puntualizó el castaño, bastante más calmado—. Ni siquiera usted, Maestro Diluc, puede negar que a veces da miedo, ¿cierto?

    Pareció haber algo intencional en la frase que Bennet, por suerte, no estuvo ni cerca de comprender; seguía demasiado ocupado recuperándose del susto y de la vergüenza. Habiendo comprobado eso, Diluc suspiró y lo dejó correr. Aleck era un muchachito decente, ¿verdad? Al menos eso le había dicho Jean. Tendría que confiar en él. Además, quizás hubiera sido su imaginación y el chico no había querido decir nada más que lo que dijo.

    —¿Van a querer otra? —ofreció, logrando que Bennet sonriera de oreja a oreja.

    —¡Por favor, señor! ¡Ni siquiera pude disfrutar la anterior!

    —Hmm, y eso por qué será~ —intervino Kaeya, de nuevas cuentas, alzando la voz pero sin siquiera mirarlos.

    Diluc lo ignoró y rellenó los vasos de los chicos.

    —A este paso vamos a dejarte sin jugo de manzana —acotó Bennet, contento, lo que le arrancó a Kaeya una genuina exclamación de sorpresa.

    —¿Jugo? —murmuró, sonaba casi dolido y dejó ir un suspiro—. No puede ser, mis compañeros de tragos hoy están bebiendo jugo. ¿Adónde ha llegado el mundo?

    —A un lugar mejor —replicó Diluc, incapaz de contenerse, y Kaeya le sonrió.

    —Eh, Maestro, ¿me servirías otro~?

    —No.

    —Pero…

    —La taberna ya cerró.

    Eran las ocho y media de la noche. Esta vez, Aleck y Bennet pudieron disfrutar de sus bebidas con más calma mientras los otros dos discutían como críos en el fondo. El ambiente era animado como de costumbre, pero con el festival de Yule a la vuelta de la esquina, ni Obsequio del Ángel pudo negarse a formar parte. Sobre las paredes había guirnaldas hechas con bayas y hojas de pino, muérdagos colgando por doquier y algunas luces en otros colores.

    —¿Qué vas a querer esta vez? —preguntó Bennet, refiriéndose a la apuesta ganada por su amigo.

    A veces le costaba admitirlo, pero Aleck se había vuelto muy bueno en eso de predecir a los adultos. Eso, o tenía una suerte absurda, ¡o la suya propia seguía siendo terrible!

    —¿Tiene que ser algo distinto? —se quejó, resoplando, y empezó a contar con los dedos—. Moras, cerveza, zumito, pollo asado, lucettas, valbayas… ¿Qué se supone que te pida ahora? ¿Dientes de león? ¿Las palomas de Timmy?

    —¿Para qué querrías las palomas de Timmy?

    —¡Más pollo asado! —exclamó Aleck, alzando los brazos, y ambos rieron.

    —A ver, esta vez quizá pueda darte… ¿información?

    El castaño alzó las cejas, intrigado, y Bennet se sonrió. No le pegaba mucho eso de hacerse el misterioso, pero claro, el detalle no lo detendría. Metió suspenso de lo lindo, bebió jugo, papó moscas y todo hasta que Aleck chasqueó la lengua.

    —¡Anda, ya! —se quejó con una sonrisa revoloteando en sus labios—. ¿De qué hablas?

    —Oh, ¿te interesa~? ¿Confirmas, entonces, que quieres el pago de la apuesta con información?

    —Conque así se divierten los niños hoy día. —Diluc había vuelto a aparecer frente a ellos, de brazos cruzados y con cara de pocos amigos—. ¿Qué les parece si se van a apostar a otra parte?

    Los muchachos abrieron grandes los ojos. ¡¿Los estaba echando?!

    —A alguien tiene que echar —soltó Kaeya desde allá, intentando sacarle hasta la última gota de whisky al vaso—. Deberían agregar esa pregunta a su apuesta: ¿Diluc conseguirá echar a alguien, sea quien sea~?

    Ah… ¿Hace cuánto los habría descubierto? Diluc frunció aún más el ceño, agarró los vasos de los chicos y los bajó de la barra. No dijo nada más y se fue, pero el mensaje parecía… bastante claro. Aleck suspiró, resignado, y se puso de pie.

    —Es un gruñón —masculló Bennet con las mejillas infladas, seguramente molesto por no haber podido acabarse su juguito.

    A Aleck esa bebida le daba bastante igual, la verdad fuera dicha, él solía disfrutar mucho más de una buena cerveza o un vaso de whisky; pero Bennet no tomaba alcohol y cuando salían juntos le gustaba acompañarlo. Ya se lo había confesado en medio de alguna aventura, a punto de dormir bajo el manto de estrellas, que sus preferencias a veces… le hacían sentir un niño entre los demás miembros del gremio.

    —No te preocupes, para mañana se le pasa —lo animó Aleck, colocando una mano en su hombro, y estiró el cuello—. ¿O no, Capitán?

    —Por supuesto —concedió Kaeya, estirando la espalda—. Me soporta a mí aún, no va a soportarlos a ustedes. No le hagan caso, sólo es un cascarrabias.

    Habiendo ya captado su atención y mientras Bennet se le unía, Aleck se acercó unos pocos pasos al moreno.

    —Por cierto, ¿desde cuándo sabías de las apuestas?

    —¿Oh? Ah, hará… ¿dos semanas? Ahí lo confirmé, pero ya lo sospechaba de mucho antes. Deberían evitar hablar de los presos en la cárcel, niños, es riesgoso~

    —Así lo haremos, Capitán. —Aleck asintió y alzó el brazo, alejándose junto a Bennet—. ¡Hasta la próxima!

    Kaeya los despidió con una sonrisa a ojos cerrados y los muchachos, entonces, salieron de la taberna. Afuera no había mucho movimiento; era noche de semana, al fin y al cabo, y hacía frío. Ellos habían salido a beber pues acababan de finalizar una misión y ahora les tocaban algunos días de descanso, pero estaban al revés de la ciudad. Aleck se estiró un poco y Bennet bostezó, volutas de vapor danzando hacia el aire, mientras por inercia enderezaban sus pasos hacia la casa del primero. Bennet técnicamente habitaba un dormitorio en el Gremio, pero desde que había trabado amistad con el castaño y supo del fallecimiento de su abuelo, que vivía solo y demás, llevaba una buena cantidad de meses prácticamente mudado.

    —Bueno, venga —soltó Aleck de repente—. Págame con la información esa, llegados a este punto.

    Bennet se sonrió y cruzó los brazos bajo el pecho, sin dejar de caminar.

    —”La información esa” —le hizo burla—. ¡Es información de calidad, hermano! ¡De ca-li-dad! No creerás que iría a embaucarte, ¿o sí?

    —Le estás dando tantas vueltas al asunto que ya no sé qué creer.

    Aleck suspiró, dramático, y Bennet lo escrutó para definir si hablaba en serio o no. Al final cedió.

    —Bueno, está bien: el otro día me enviaron a hacer un recado a la sede de los Caballeros y… oí algo interesante en la oficina de Jean. Ya están organizando el festival de Yule, por supuesto, y al parecer… hay ciertas personas invitadas~

    Aleck pestañeó y giró el rostro hacia Bennet. Hubo algo en ese instante, en los ojos del primero y la sonrisa del segundo, que les dijo mutuamente lo que el otro estaba pensando y, a su vez, lo confirmó. Cosas de mejores amigos, en definitiva. La sonrisa de Bennet se ensanchó y Aleck esbozó una pequeña, llena de ilusión.

    —¿En serio?

    El rubio asintió, efusivo y orgulloso por haber escuchado tamaño chismecito.

    —Y al parecer, también, llegan al Viñedo del Amanecer nada más y nada menos que… mañana. Diluc los hospedará unos pocos días, no sé por qué.

    Aleck volvió a pestañear y regresó la vista al frente. Bennet había esperado otra reacción, definitivamente, una más alegre y ruidosa, pero quizás estaba procesando la información, ¿no? Al fin y al cabo llevaban un año sin verse, desde que lo habían invitado al Rito de la Linterna y viajó a Liyue con la Compañía. Planes no habían faltado, por supuesto, pero los habían enviado a la lejana Inazuma por una misión y acabaron varados allí por el cierre de fronteras y el recrudecimiento de la guerra civil. Tenían muy pocas semanas de haber regresado a Mondstadt, de hecho, ahora que la situación en el archipiélago por fin se había estabilizado.

    —Espero que a Diluc realmente se le pase el enfado para mañana —respondió Aleck por fin, junto a una risa que sonó bastante alegre—, porque ahora sin falta tendrá que vernos las caras.

    —¿V-vernos?

    Aleck miró a su amigo y le echó un brazo sobre los hombros, animado.

    —Anda, hermano, ¿tienes algo mejor que hacer? Podemos salir, dar un paseo, ¿saludar a Adelinde~?

    Un violento sonrojo asoló las mejillas de Bennet y Aleck soltó una carcajada, palmeándole la espalda antes de apretujarlo junto a él. Pobre criatura, era tan transparente.

    —¡No se diga más! —agregó, su voz rebotando sobre el silencio nocturno—. ¡Este es un trabajo para la Brigada de Benny!

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    .

    Con el prospecto del siguiente día a la vuelta de la esquina, los chicos se apresuraron por irse a dormir. Bennet lo logró con verdadera facilidad, su respiración pesada delatándolo, pero Aleck no la tuvo tan fácil. Se quedó un rato mirando el techo, conforme asimilaba la situación y se daba cuenta que… bueno, que era un hecho. Era una mezcla algo extraña de emociones, entre el tiempo que había estado varado en Inazuma y las cartas que envió y jamás recibieron respuesta. Podía haber mil razones alternativas, lo sabía, pero la posibilidad de que él fuese el único aún pendiente de su amistad, o que ella se hubiera molestado por cualquier motivo, ganaba más terreno del que ansiaba. No era proclive a darle vueltas a las cosas, de todos modos, así que en cierto punto logró hundir la cabeza en la almohada y conciliar el sueño. Le esperaba un día… algo impredecible.

    Bennet fue quien lo despertó a trompicones, pues ambos se habían pasado de horario y ya era cerca del mediodía. Aleck saltó de la cama y empezaron a correr de acá para allá, alistándose y preparando las provisiones. La finca de los Ragnvindr no quedaba excesivamente lejos pero tampoco sabían si serían bien recibidos; mejor prevenir, ¿cierto?

    Un sol tibio y pálido en medio de un cielo despejado los recibió apenas salir. Ambos se ajustaron las bufandas que llevaban al cuello y, apresurados, alcanzaron las puertas de la ciudad. Venían conversando de cualquier tontería y tuvieron que frenar en seco al advertir la comitiva que había preparada justo antes del puente. No era grande pero, por Barbatos, los uniformes, las banderas y la Gran Maestra Intendente en medio… Los chicos se miraron, comprendieron sus intenciones y se dieron la vuelta; pero no llegaron muy lejos, alguien que venía caminando los detuvo. Llevaba un sombrero puntiagudo en la cabeza y una gruesa capa de piel y lanilla sobre los hombros, cubriendo su indumentaria.

    —Feliz festival de Yule, niños —los saludó Lisa en su tono usual, melodioso y suave.

    —¡Feliz festival de Yule! —respondieron ambos a la par.

    —¿Hmm? —La bibliotecaria de los Caballeros reposó una mano en su barbilla y los inspeccionó de arriba abajo—. ¿Salían de aventura, pequeñines?

    —¿Eh? ¡Ah! ¿Lo dice por las bolsas? —inquirió Bennet, a lo que la mujer asintió—. Pues sí, hace un día muy lindo y pensamos en aprovecharlo.

    Dioses, no sabía mentir. Desde que la había visto, Aleck no creyó que tuvieran ninguna posibilidad de engañar a Lisa. Esa mujer era… extraña, muy inteligente.

    —Eso es cierto —concedió la maga, muy sonriente—. ¿Y adónde planeaban ir? ¿Quizá pueda recomendarles algún sitio para almorzar?

    —Uhm, no teníamos mucho definido, sólo quizá… ¿ir hacia el sur?

    —¿Al sur? ¿Con este frío? —Lisa frunció el ceño, temblando ligeramente—. ¡Dioses, no! Van a congelarse si se acercan a Espinadragón, créanme. A lo sumo podrían llegar a Aguaclara pero… dónde está la aventura en eso, ¿cierto?

    Bennet se empantanaba cada vez más y Aleck contuvo un suspiro de pura resignación, decidiendo tomar la palabra.

    —¿Qué nos recomienda, entonces?

    Lisa deslizó su mirada violácea hacia él, el muchacho sintió que le analizaba el alma y se mantuvo firme. O algo así.

    —Justo ahora estábamos saliendo para ir al Viñedo del Amanecer —respondió por fin, sedosa, y su sonrisa reflejó diversión—. Ya que tan casualmente hemos coincidido a las puertas de la ciudad, ¿por qué no viajan con nosotros? Pueden almorzar a la ribera del río y luego dar un paseo. Estoy segura que al Maestro Diluc no le molestará.

    Ja, el Maestro Diluc. Los muchachos compartieron un vistazo breve y asintieron, sin ver excusa ni artilugio posible para negarse. De todos modos compartirían ruta, por eso habían pretendido retroceder y dejarlos partir primero. Ahora… bueno, no había escapatoria. Conteniendo otro suspiro, empezaron a caminar.

    Lisa y Jean se suponía que eran amables, ¿no? Si jugaban bien sus cartas, quizá consiguieran algo de información extra.

    —Vamos, Lisa, que se nos hace… —Jean se interrumpió al notar que la bibliotecaria llegaba acompañada; ella también llevaba puesta una frondosa capa encima del uniforme—, tarde.

    —Cariño, me los encontré en la puerta —murmuró Lisa, apoyando sus manos en un hombro de cada chico; su tono se asemejaba al de un cachorrito—. Querían ir a Espinadragón, ¿te imaginas? ¡No podía permitirlo! Así que los invité a viajar con nosotros.

    Jean paseó la mirada por los tres, ambivalente, hasta que un par de segundos después suspiró. Era de imaginar que a la Gran Maestra Intendente, de todas las personas, no debían hacerle mucha gracia los cambios de planes repentinos. La fama de su rectitud y seriedad alcanzaba hasta los oídos del más novato aventurero. Por ello, Bennet y Aleck sintieron verdadero alivio al verla cediendo. Voltearon a mirarse entre sí, muy contentos. ¿Acababan de conseguir pase oficial al viñedo? ¿Y de la nada?

    ¡Vaya golpe de fortuna!

    —Definitivamente eres tú el amuleto de la suerte —le dijo Bennet a su amigo, cuando Lisa se retiró junto a Jean para preparar sus caballos—. ¡Si estuviese solo ya me habrían arrojado a los calabozos o algo!

    Aleck soltó una risa amena, le revolvió el cabello al otro en un gesto sumamente amistoso, y entre alegría y algunos empujones fueron al encuentro de los demás Caballeros. Era una comitiva pequeña pero totalmente montada, era evidente que pretendían llegar rápido. Los muchachos no supieron muy bien qué hacer hasta que Lisa, ya sobre su caballo, los miró.

    —¿Hmm? ¿A qué esperan, niños? ¿Cuál de los dos vendrá conmigo~?

    Sólo se divertía a su costa, pero por Barbatos, qué bien le salía. Los chicos se sonrojaron y, luego de dirimir la cuestión lo más rápido que pudieron, estuvieron todos listos para salir. Aleck decidió aceptar la mano de Lisa, incluso a expensas de las bromas de su amigo, quien pronto guardó silencio al advertir que, con la bibliotecaria fuera, tendría que montar junto a la Gran Maestra Intendente.

    Las vueltas de la vida, ¿eh?

    La ruta que conectaba la ciudad con la finca era una de las más transitadas de la región, así que no toparon con ninguna clase de inconveniente. Todos iban muy abrigados y lucían contentos, el clima del festival se respiraba incluso fuera de las murallas. Al pasar por la Aldea Aguaclara, los muchachos pudieron comprobar cuán decorado se encontraba todo; justo en ese momento, incluso, había un par de aldeanos colgando un cartel en la entrada que rezaba “Festival de Yule”, y debajo “¡Bienvenidos!”.

    —Todo luce muy bien —destacó Lisa una vez rebasaron la aldea, hablando fuerte para que Jean la oyera.

    —Sí, es un alivio.

    Aleck creyó comprender, entonces, parte del objetivo de aquel viaje. Los Caballeros de Favonius estaban a cargo de toda la región y debían velar, no sólo por la seguridad de sus habitantes, sino por que los eventos y fechas festivas ocurrieran sin inconvenientes. Durante su estancia en Inazuma había aprendido que, allí, el gobierno estaba compuesto por un triunvirato de tres comisiones bajo la regulación directa del Shogunato. Incluso en Liyue eran siete las Estrellas. Visto así, ¿no parecía que Jean cargaba con demasiado trabajo sobre su espalda?

    Continuaron, pues, hasta que bordearon un acantilado y toda la extensión del viñedo apareció frente a sus ojos. Ya lo conocían, vaya, era incluso de las principales atracciones turísticas de Mondstadt, pero eso no le quitaba el encanto. La cercanía con Espinadragón, al parecer, había provocado un descenso aún más brusco en la temperatura. Todo aquello que usualmente se presentaba como un campo de tierno césped verde, alrededor de la finca y entre las vides, ahora aparecía cubierto por un colchón blanquecino. Los techos, también, de la mansión, los cobertizos y las casas de los empleados. Aleck lo observó con profundo asombro, pues lucía hermoso.

    Los caballos se detuvieron en el camino y todos bajaron para recorrer la entrada principal a la estancia. Los muchachos, algo cohibidos, fueron rezagándose adrede hasta ubicarse hacia el final de la comitiva. Frente a las puertas de la mansión fueron recibidos por el personal de la misma y, de pie, en el centro, estaba Diluc. Los chicos se hicieron un hueco para espiar entre las filas de los Caballeros justo cuando Jean llegaba frente al hombre.

    —Feliz festival de Yule, Diluc —saludó, sonriendo cordial.

    —Feliz Yule, Jean.

    —Vamos, hombre —se quejó Bennet en un susurro, arrancándole una sonrisa a Aleck—. ¿Qué es esa frialdad? ¡No puedes ser de piedra!

    —Lamento informarte que llegaron tarde —prosiguió Diluc, sin modificar un ápice su postura o expresión—. Recibimos a la Compañía hace cuarenta minutos aproximadamente, ahora están descansando en sus aposentos del viaje.

    Por lo que pudieron ver, Jean lució realmente decepcionada e incluso molesta. Duró apenas un instante, sin embargo, se recompuso y le sostuvo la mirada.

    —Ya veo, es una pena. —Esbozó una sonrisa, pero no consiguió ser tan genuina—. Habríamos partido antes de haber podido, pero nos ataron unos compromisos en la ciudad.

    —Lo sé, no te preocupes —murmuró Diluc; Aleck no supo si fue imaginación suya o qué coño, pero juraría que aquello sonó más suave—. No creo que les moleste, podrás saludarlos en un rato cuando nos reunamos a almorzar.

    —Entonces nosotros también aprovecharemos a descansar —intervino Lisa, adelantándose para apoyar sus manos en los hombros de Jean—. Tuvimos una mañana ajetreada, ¿verdad? Nos vendrá bien.

    La rubia asintió y, de un momento al otro, la bienvenida empezó a descontracturarse. Diluc, Jean y Lisa se quedaron conversando cerca de la puerta, los Caballeros se diseminaron y la jefa de los sirvientes, Adelinde, se puso a repartir tareas. Aleck codeó a Bennet y éste se sonrojó en automático, bajando la mirada.

    —¿No vas a hablarle?

    —¡¿Estás loco?! —chilló en un susurro, relajó los hombros y suspiró—. No puedo hacer eso, sería la muerte de toda mi dignidad. Además ya sabes cómo es mi suerte, ¿qué chances tengo de hablarle y que salga bien? Seguro voy y me tropiezo con una piedra, o me caigo encima suyo y le arruino el uniforme, o me engancho con una rama y se me caen los pantalones.

    A Aleck le habría gustado decir que exageraba, pero llevaba bastante tiempo de conocerlo y… lamentablemente, tenía razón. Sobre Bennet se habían sincronizado las peores cadenas de eventos que siquiera habría sido capaz de imaginar, su mala suerte excedía los límites de la creatividad humana. ¡P-pero! ¡Eso no significaba que jamás fuera a hablarle a una chica, ¿verdad?!

    —Eh, dijiste que era tu amuleto de la suerte, ¿no? —Aleck sonrió amplio cuando recibió la mirada de Bennet, intentando animarlo—. Si estoy aquí, entonces no debería pasar nada malo.

    Los ojos del rubio chispearon con emoción, abrió la boca y… la volvió a cerrar, frunciendo el ceño.

    —Pero no vas a estar aquí —masculló, haciendo un mohín. Lo dijo tan bajito que Aleck tuvo que acercarse, y al hacerlo, Bennet levantó el tono—: ¡No vas a estar aquí! Tienes que ir y buscar a Anna.

    El castaño se sorprendió, primero, y retrocedió un poco después. El corazón le había golpeado el pecho y ya no pudo negar los nervios. Enfocarse en Bennet le resultaba mucho más útil, pero ahora el chico lo estaba empujando hacia su destino inevitable y… ¿qué?

    —¿No oíste? —insistió—. El Maestro Diluc dijo que ya llegaron, sólo tenemos que entrar y…

    —Sí, ya oí —lo cortó, suspirando—. Ni siquiera sé si fue buena idea venir hasta aquí.

    En verdad eran dos imbéciles pasándose la pelota. Estuvieron un rato más intentando convencerse de que el otro era la prioridad absoluta, tan metidos en la disputa que ya los Caballeros se habían ido, Adelinde y los sirvientes también, y quedaron totalmente expuestos. Bennet aparecía enfrascado en un muy profundo soliloquio cuando una tercera voz revivió sus pesadillas.

    —¿Y ustedes qué hacen aquí?

    Diluc, por supuesto, estaba cruzado de brazos y los miraba fijamente. Aleck juraría que a Bennet se le fue el color del rostro, fue una joya y si salió a defenderlo y no a reírse, fue sólo porque le tenía aprecio.

    —Buen día, Maestro Diluc. —Inclinó apenas la cabeza, muy sonriente—. La bibliotecaria fue muy amable en invitarnos a viajar con ellos al encontrarnos en las puertas de la ciudad.

    Ragnvindr los escrutó en silencio, sus pintas y las bolsas que llevaban a la espalda, antes de responder.

    —¿O sea que no van a quedarse?

    Dioses, ¿qué clase de pregunta trampa era esa? Por la gracia de Barbatos, al menos Jean y Lisa se les unieron para salvar a los chicos.

    —¿Habría algún problema si se quedan? —inquirió la bibliotecaria, pellizcándole una mejilla a Bennet—. Son muchachitos muy educados, no traerán ningún inconveniente.

    —Está helando afuera, Diluc. —La voz de Jean fue suave y el hombre la miró directamente—. Si almuerzan a la intemperie les puede sentar mal.

    Bennet, probablemente envalentonado por la ayuda de las mujeres, sonrió muy amplio y decidió intervenir.

    —¡Sí! Además Aleck es amigo de los miembros de la Compañía, ¡así que seguro se alegrarán de verlo!

    Los tres adultos demostraron sorpresa y el castaño, en silencio, quiso matar a su amigo.

    —¿Oh? ¿Eso es cierto? —Lisa ladeó la cabeza y Aleck asintió—. ¡Vaya! Más motivos para quedarse, entonces.

    Diluc había recuperado su eterna inexpresividad en medio segundo, suspiró y empezó a retirarse.

    —Como gusten —fue su única respuesta.

    Lisa lo siguió tras sonreírle a los chicos a modo de despedida, vete a saber si para hacer algo útil o sólo molestarlo. Jean permaneció junto a ellos, aún intrigada por la información que Bennet había soltado. En cierto punto pareció arribar a alguna conclusión y su sonrisa lo reflejó; tenía la ligera satisfacción de haber atrapado a dos niños haciendo travesuras.

    —Qué bueno que convencimos a Diluc para que se quedaran, ¿no? —murmuró, divertida, y los muchachos compartieron una risa avergonzada—. ¿Buscabas a alguien en particular?

    Aleck volvió a dudar, como llevaba dudando desde ayer, pero se armó de valor y asintió.

    —Sí, a Anna.

    —Oh, Hiradaira. —Jean medio giró el torso y miró en dirección a Espinadragón—. Diluc me dijo que es la única que salió de la finca, no está seguro para qué. Se fue hacia allá, a la cascada, al pie del Valle Dragondurmiente. Dijo que volvería para almorzar, así que…

    Jean se interrumpió, pues fue detallar la expresión de Aleck y decidir que no valía la pena darle segundas opciones: tenía la mirada fija en la dirección que le había marcado. Bennet le palmeó la espalda con fuerza, captando su atención.

    —Conociéndola, seguro se le olvida la hora del almuerzo, ¿no? Mejor si vas a buscarla.

    Aleck sonrió, se llenó el pecho de aire y asintió. Bueno, al final Bennet había ganado. Era un concepto extraño, pero técnicamente había ganado la disputa.

    —Sólo para que sepas —dijo mientras empezaba a caminar, se giró para hacerlo de espaldas y señalar a su amigo—, no me olvido de ti, eh. No vas a librarte de tu misión.

    Bennet volvió a ruborizarse, Jean lo miró confundida y Aleck echó a reír, apurando el paso. En cierto punto una canción muy dulce empezó a llenar sus oídos, se entremezcló con el rugido de la cascada y de un segundo al otro, como por acto de magia, sus nervios por fin se calmaron. Estaba allí.

    Un año después, estaban allí.



    Psss, porque mi five no podía hacerlo de otra forma, te dejo acá una fotito de lo que Jean le indicó y cómo Aleck lo vio sobre el final del fic

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    Muy bien, después de demasiados incidentes trágicos en el trabajo de los cuales ya eres consciente por fin puedo venir a CHILLAR como Dios manda y puedo decir AAAAAAAAAAA!

    La pura intro nomás fue toda una bomba y me encantó JAJAJAJ Desde el bebé Bennet con un juguito hasta Diluc super serio que aun así logra ser tremendo alivio cómico involuntario I JUST LOVE HIM A LOT AND I WANT ONE. Toda la escena del bar fue al más puro estilo de una Sitcom que pagaría fuertemente por ver, y el tener a Aleck y Bennet como protagonistas simplemente lo vuelve una autentica joyita que viviría en mi mente para siempre. Cree que te lo dije en su momento pero el dinamismo de esos dos me recuerda muchísimo a Drake & Josh y es magnifico en cada sentido. They are funny, cute and adorable I CAN'T ASK FOR ANYTHING ELSE.

    Para mí el detalle de que me preguntaras de la nada respecto a Lisa y Jean fue super buen timming porqué realmente tanto Aleck como yo hubiéramos elegido a Lisa en esa situación JAJAJAJ Me los puedo imaginar a los dos montando a caballo junto con las señoras todos ruborizados y es 10 de 10. La parte del ship de Bennet y Adelinde no sé si sea algo del juego porqué no lo conocía, pero en esta casa respetamos ships ajenos, además que ver a mi pobre Benito todo triste porqué cree que no tiene ninguna oportunidad con la chica por su mala suerte hace sufrir a mi corazoncito PERO NO TANTO CÓMO ALECK CREYENDO QUE ANNA TAL VEZ YA NO QUIERA SER SU AMIGA cuz that's really something I would think a lot of times in my life (???

    Y casi te voy a perdonar que me hayas deja ESPERANDO EL CAPITULO 2 ASÍ CUZ I NEED ANSWERS.

    Pero ya en serio este ha sido un detalle precioso y de verdad fue super lindo todo y me encantó poderlo leer e irme a dormir con una sonrisa. Fue bellisimo y de verdad me hizo el día cómo no te imaginas so thanks a lot <3

    Ahora muéstrame que Aleck y Annie siguen siendo amigos o te demando. Por favor uwu
     
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    Gigi Blanche

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    Escritora
    Título:
    Down by the water, under the willow [Genshin Impact UA | Anna & Aleck]
    Clasificación:
    Para todas las edades
    Género:
    Amistad
    Total de capítulos:
    2
     
    Palabras:
    4920
    N/A: AL FIN LO PUDE ACABAR, IM SO HAPPY. Nada más que agregar, el resto te lo chillo por wha. Sigo flipando con que justo me hayas respondido, tenés poderes o algo bro

    ADENTRO CAPI PUES

    pd: ya que tamos y como me dan las fechas, feliz año nuevo again <3 gracias por tu amistad y por ser una persona tan PINCHES PRECIOSA i lov u bai

    edit: Y FELICES REYES





    down by the water, under the willow
    sits a lone ranger, minding the willow
    he and his wife once lived happily
    planted a seed that grew through the reeds

    .

    summers and winters through snowy decembers
    sat by the water close to the embers
    missing out the lives that they once had before


    .

    .

    .

    El camino hacia la cascada serpenteaba entre los árboles y las pequeñas casas de piedra que habitaban los empleados. De allí, bordeaba el río y finalmente desembocaba en los acantilados. Espinadragón se alzaba frente a Aleck, imponente, grisácea y con su pico oculto bajo la eterna tormenta de nieve con la cual los antiguos habitantes de Vindagnyr habían sido malditos, hace ya muchos años. La cascada descendía por la montaña, poseía dos grandes saltos y al pie del primero… no había nadie. El muchacho se detuvo, confundido, y miró hacia todos lados. Había una canción danzando por el aire, a su alrededor, y tras rastrearla acabó encontrando un extraño aparato debajo del último sauce, el más cercano a la cascada. Era pequeño, cuadrado y parecía tener una redecilla metálica adherida al frente. Lo levantó, le dio la vuelta y se lo acercó a la oreja; sí, el sonido definitivamente salía de allí. ¿Sería un invento de Fontaine? Considerando que habían creado los daguerrotipos, quizá…

    Una fuerte explosión lo sacó de sus cavilaciones. De hecho, casi se le cayó el aparatito a la mierda. La cosa voló, la atrapó y, con el corazón repentinamente desbocado, alzó la vista hacia el origen del estruendo: arriba del acantilado, sobre el segundo salto de la cascada. La pared no era demasiado alta, definió que podría treparla sin problema y regresó el ¿reproductor de sonidos? debajo del sauce para apresurarse. Tal y como predijo, le tomó un santiamén estar arriba. Allí, el paisaje era aún más blanquecino y la nieve, que parecía ser exhalada por Espinadragón, danzaba en vaivenes suaves por el aire.

    Allí, también, estaba Anna.

    Parpadeó, tieso, intentando procesar la cadena de eventos. Era Anna, sí, y tenía la lanza imbuida en fuego sobre su cabeza, la estaba agitando y… ¿a quién le gritaba? Ah, había un hilichurl huyendo. Eso explicaba todo. Repasó los alrededores, comprobando que sólo fuera un rezagado, y logró relajar el cuerpo. La chica aún no lo había visto y quizá fuera egoísta, pero quiso aprovechar ese instante para asimilarlo; incluso si ella no contaría con esa ventaja. Lucía muy similar a como la recordaba, sólo llevaba el cabello castaño un poco más largo. Sus ropas tradicionales liyuenses, tan vaporosas y elegantes, se difuminaban de tonos rosados a verdosos hacia el final de la falda; aunque, por supuesto, llevaba un frondoso cuello y empuñaduras de piel de oso. Al pensar todo eso y verla, aún así, blandiendo su lanza de forma tan amenazante, no logró contener la risa.

    Anna lo escuchó de inmediato y dio un respingo, bajando el arma para darse la vuelta. Topó con Aleck, sus ojos se abrieron como platos y el muchacho, por fin, pudo verla de frente. Algo en sus facciones lucía más maduro, eso seguro, pero no lo suficiente para que no reconociera en ella a la chica que lo había llevado puesto en Levantavientos.

    —¿Qué pasó, Annie? —exclamó, la sonrisa iluminándole el rostro más y más—. ¿Ese hilichurl malo te estaba molestando?

    La chica reaccionó un poco de repente, dejó caer su lanza sobre el colchón de nieve y corrió hacia Aleck. Él extendió los brazos, avanzó apenas y su enorme sonrisa se transformó en una carcajada al recibirla en un profuso abrazo. La despegó del suelo, giró sobre sus talones y luego, abandonando la euforia, la estrechó con fuerza. Anna se había aferrado a su cuello y tampoco lo soltó. Supo, entonces, que todo había sido una enorme estupidez de proporciones épicas. Los nervios, las dudas, el miedo, nada importó en absoluto.

    Y su corazón, hasta ahora inquieto, se calmó.

    Cuando se separaron, Anna lo miró a los ojos, detalló sus facciones, su cabello, básicamente lo escrutó de arriba abajo y alzó el brazo, poniendo la mano sobre su cabeza y levantándola hasta donde llegaba la estatura de Aleck. Una y otra vez.

    —¡No puede ser! ¡Tú también creciste! —exclamó, habiendo comprobado, aparentemente, que la diferencia de altura seguía siendo la misma—. ¡No vale! Ya estabas alto, ¿para qué seguiste creciendo?

    —¿Pensaste que te la iba a dejar fácil? —replicó el muchacho, divertido, pero arrugó el ceño y la apuntó con el dedo—. Pero ¿cómo es? ¿No nos vemos hace meses y lo primero que me dices es eso?

    —¡Las injusticias son atemporales! —proclamó, muy convencida, y soltó el aire en un suspiro; una sonrisa bastante sosegada apareció en sus labios—. Y debo corregirte: fue un año entero.

    Aleck ya lo sabía, sólo había querido hacerlo sonar menos dramático; uno de sus hábitos, suponía. Puso los brazos en jarra, sonrió también y ahora… bueno, ¿ahora qué? Se miraron un par de segundos sin decir nada, se sintió un poco incómodo y Aleck tomó la palabra.

    —¿Qué hacías aquí arriba? —indagó, repasando el paisaje con la vista.

    —Ah, había venido a ensayar, porque no tuve mucho tiempo y blabla, eso no importa ahora. Cuestión que estaba ahí abajo cuando empecé a oír risas, miro ¡y había un hilichurl burlándose de mí! Dioses, ¿puedes creerlo? El descaro. —Chasqueó la lengua varias veces, meneando la cabeza—. Así que subí para espantarlo. Al principio no quería irse, bailaba y se seguía mofando, y me enfadé y vi unos barriles allá, que no sé qué harían en medio de la nada pero me vinieron bien. Sólo una explosión y puf, hilichurl cero, Anna uno.

    Seguía contando anécdotas de forma bastante desordenada, se ve. Aleck mantuvo su atención en la chica a todo momento, siguiendo sus cambios de expresión, las gesticulaciones y movimientos.

    —¿Sólo una explosión? —remarcó, tragándose la risa—. Annie, deben haberla oído desde el viñedo.

    —¿En serio? —Su semblante mutó en preocupación y miró más allá de Aleck, hacia la finca—. Ay no, Yunyun va a regañarme otra vez. Encima el dueño de este lugar da mucho miedo, ¿dices que también podría enfadarse? ¡¿Quizá nos echen?!

    El muchacho soltó una carcajada y meneó la cabeza. Aquel pánico lo conocía bien, lo veía en Bennet cada vez que metía la pata con Diluc; entendible, y aún así gracioso. El paralelo, en cierta forma, le causó ternura, y recordó lo mucho que siempre había querido presentarlos desde que conoció al chico.

    —Bueno, me retracto: no te preocupes, sólo es una explosión. —Le sonrió, recibiendo sus ojos—. Además, el Maestro Diluc también tiene una visión Pyro y le encanta ir repartiendo madrazos con su águila de fuego. Si te dice algo, yo te defiendo.

    —¿Águila de fuego? —Anna abrió los ojos, ilusionada, y Aleck asintió.

    —Tienes que verlo, en uno de sus ataques alza el mandoble, lo imbuye de fuego y lo agita frente a él, y de allí se desprende una enooorme águila de fuego que sobrevuela varios metros, quemando todo a su paso.

    Sonaba muy poderoso, y de hecho lo era. No por nada Diluc se encargaba de proteger la ciudad en incógnito, trabajando desde las sombras para servir a la luz. Aleck poseía esa información por… eventos que bien haría no recordando. Una sola palabra sobre la doble identidad de Diluc y era hombre muerto, frito, cocido y enterrado.

    —Vaya, pensé que sólo era un adulto cascarrabias —murmuró Anna, probablemente imaginando toda la secuencia—. ¿Pelea bien, entonces? ¿Y no es parte de los Caballeros de Favonius?

    —Esa… es una historia complicada, pero para hacer el cuento corto: no, no está interesado en unírseles.

    La chica asintió, sin ver utilidad en seguir indagando, y se dio la vuelta, dando un respingo al ver su lanza allá tirada. Correteó hasta recogerla, Aleck aprovechó el instante para observar el paisaje y llenarse los pulmones de aire; era frío, pero en cierta forma revitalizante.

    O quizás él, de repente, se sentía estúpidamente bien.

    En cuanto Anna regresó junto a él, desvió su atención al mundo que se desplegaba allí, al pie del acantilado, y Aleck la imitó. Con el viñedo al este y el río al oeste, el sol bañaba de un resplandor pálido a todo cuanto alcanzara el ojo. El Reino de los Lobos se alzaba tras la finca, con sus troncos oscuros de ramas desnudas, y a su izquierda destacaba el acantilado puntiagudo bajo el cual discurría la ruta que conectaba Liyue y Mondstadt. Los tonos se amalgamaban en los colores del invierno, ofreciendo una postal entrañable.

    —Me diste una buena sorpresa —murmuró ella, sonaba ligeramente tímida—. Planeaba buscarte en cuanto llegara a la ciudad, no pensé que te encontraría aquí.

    Aleck la miró de soslayo y sintió los nervios enredándose en su estómago, pero decidió ignorarlos.

    —Un amigo supo que se hospedarían aquí primero. Por eso vine. —La confesión le dio más vergüenza de la que planeaba y regresó la vista al paisaje, esbozando una sonrisa que pretendió ser casual—. Perdona si te sorprendí mucho.

    Anna había alzado a mirarlo en cuanto dijo las tres palabritas mágicas, y Aleck, de reojo, advirtió a todo momento que seguía con su atención puesta en él. No le ayudaba con los nervios, desde luego.

    —¿Qué pasó, Greenie? —murmuró, utilizando aquel apodo idiota que un día le adjudicó por la cara—. ¿Tantas ganas tenías de ver a la Compañía~?

    Cinco minutos de reencuentro y ya lo estaba molestando, en serio. El hecho, sin embargo, más que avergonzarlo le dio el impulso necesario para sincronizarse con ella. Los nervios se le disolvieron y sonrió socarrón, deslizando la mirada a ella.

    —Pues claro, Yunyun siempre me ha tratado muy bien. Aún ansío verla~

    —Oh, está en los aposentos de la finca, ¿acaso te dijeron que se encontraría aquí?

    —¿De verdad? —Aleck alzó las cejas y bufó—. Hombre, ¿me vine hasta la cascada por nada? Ni modo, nos vemos luego.

    Estaban ambos al borde del acantilado. Fiel al show, Aleck dio un paso hacia el vacío y, con ayuda de su Visión, descendió suavemente hasta alcanzar el suelo. Anna soltó una risa y se acuclilló, estirando el cuello para ver abajo. Su cabello se derramó hacia ambos lados.

    —No me digas, ¿así te gusta sorprender a las chicas? —exclamó, siendo lo mismo que le había dicho hace ya un año, cuando el muchacho saltó del balcón de la taberna.

    —¿Ahora no es donde me dices algo de Romeo?

    Aleck buscó sus ojos y arrugó el gesto por la luz ambiental. Anna volvió a reír, lucía algo sorprendida de que lo hubiese recordado, y su semblante se suavizó para adquirir una actitud teatral.

    —¡Oh, Romeo! —proclamó, la sonrisa ganándole terreno—. ¡Dónde estás, que no te veo!

    —¡Aquí, Julieta! —respondió el aventurero, girando la cabeza en todas direcciones, hasta que se apresuró para situarse junto al sauce y lo señaló a modo de presentación—. ¡Junto a esta maceta!

    Anna meneó lentamente la cabeza, sin dejar de sonreír, y se irguió. Palmeó un poco su falda, se echó el cabello hacia atrás y, de un momento a otro, saltó. Estando en el aire, su lanza volvió a imbuirse de fuego y la agitó hacia el suelo, provocando una breve llamarada que mitigó la caída. La nieve se derritió al instante allí donde sus pies aterrizaron y se reunió junto a Aleck, bajo el sauce. La canción llenó los oídos de ambos.

    —¿Cómo has estado, Aleck? —murmuró, una brisa suave sopló desde el viñedo.

    El muchacho se cargó los pulmones de aire. Estaba lo suficientemente contento para no ahondar en ningún recuerdo desagradable, soltar una respuesta de manual y seguir disfrutando del presente; pero también creía que Anna merecía algo de honestidad, incluso si eso implicaba retrospección. La miró y exhaló lentamente.

    —Fue un año difícil. Quedé varado en Inazuma, en medio de una misión del Gremio, y… no fue bonito, la verdad. Hace ¿tres semanas? volví a Mondstadt, apenas, cuando la guerra por fin acabó y las fronteras se reabrieron. Pero, vaya, es casi hilarante decir que “la guerra acabó” con los destrozos que dejó.

    Anna lo escuchó en silencio, y aguardó a que acabara para buscar su mano a tientas. Tiró de él suavemente y, con el envión, empezaron a caminar por el borde del río.

    —Lo sabía, sí —murmuró, recibiendo la mirada sorprendida de Aleck—. El Gremio de Aventureros está muy bien organizado y, por lo general, todas sus sedes llevan la información actualizada. Cuando noté que ya no respondías mis cartas empecé a preguntar; eventualmente alguien supo responderme. Pero sólo pude averiguar que habías viajado a Inazuma, desde allí…

    Su semblante se comprimió, quizá fuera involuntario pero Aleck sintió que en aquel gesto se concentraron muchas cosas. Si Anna sólo había podido rastrear su paradero hasta la llegada a Ritou, y a sabiendas de la situación en el archipiélago… debía haberse preocupado mucho. Fue mucho tiempo, además, muchos meses de completa incertidumbre en medio de una guerra civil.

    —¿Tus cartas? —replicó, arrugando el ceño, e intentó hacer memoria—. Qué raro, no recibí ninguna al llegar.

    —Se habrán traspapelado, fue hace bastante tiempo.

    —Yo también te estuve escribiendo —respondió el muchacho, en un intento por desviar el tema de conversación—. Estas últimas semanas, digo, pero me respondieron diciendo que no te encontrabas en Liyue.

    Se carcajeó suavemente, más como una reprimenda interna. Entre una cosa y la otra de veras había llegado a pensar que Anna ya no quería saber de él, incluso que aquella respuesta de no sé qué secretario de la Compañía podía ser una excusa burda para ignorarlo. Dioses, había sido tan tonto…

    —¡Ah, sí! —El semblante de la chica se iluminó—. Perdona, estaba en Sumeru. Una Compañía local nos había contactado y estuvimos un par de semanas, de hecho vinimos directamente de allá. Por los Siete, qué manera de no coincidir, ¿eh?

    Aleck afirmó, sintiendo un alivio absurdo; con que eso había ocurrido.

    —Fuiste a Sumeru —retomó el muchacho, alegre pero tranquilo—. Era la primera vez, ¿verdad? ¿Qué tal es?

    —¡Es hermoso! —exclamó Anna, empezando a mecer en un amplio vaivén sus manos; recién entonces advirtió Aleck que nunca se habían soltado—. Es cálido, algo húmedo, las junglas tienen árboles gigaaantes y hay hongos por doquier. La Ciudad de Sumeru, de hecho, está erigida en torno a un árbol ridículamente grande que se alza hacia el cielo. ¿Viste la Posada Wangshu? ¡Es una hormiguita al lado de esto! La comida es deliciosa, y todo es tan bonito y colorido…

    Le había presionado el botón correcto, se ve. Anna habló y siguió hablando, contándole sobre los paisajes de Sumeru, las personas que había conocido y aquello que había más allá del Muro de Samiel, el Gran Desierto Escarlata. No había podido conocerlo debido a la seguridad de la zona, pero había escalado hasta el pico más alto al sur de las Ruinas de Dahri con tal de echarle un vistazo. Era enorme, imponente y diferente a todo lo que había visto, con una increíble pirámide en medio que emanaba energía rojiza y parecía teñir el cielo a su alrededor. Aparentemente, se trataba de la tumba del Rey Deshret.

    —¿Y ese quién es? —encuestó Aleck, bastante metido en el relato.

    Se había acuclillado frente a la orilla tras recoger algunas piedritas por el camino y comenzó a lanzarlas de costado, buscando que picaran sobre el agua. Anna se mantuvo parada, con las manos tras la espalda.

    —También es conocido como el Rey Escarlata. Era uno de los tres Dioses que gobernaban Sumeru hace miles de años, junto a la Reina Mayor Rukkhadevata y la Diosa de las Flores. Toda la tecnología antigua y los dominios presentes en el desierto son de su invención. Aparentemente, luego de la Guerra de los Arcontes rechazó la Gnosis que le ofreció Celestia y, por ende, el puesto de Arconte. En algún punto de la historia entró en conflicto con la Reina Mayor y eso llevó a su muerte. Hoy día aún hay facciones que le rinden culto, en especial entre los mercenarios Eremitas que provienen del desierto. Sumeru… está bastante dividida, ¿sabes? Los Eremitas trabajan por monedas para no morirse de hambre, y la gente al otro lado del Muro vive duramente discriminada. A mí no me dejaron salir, y a ellos no los dejan entrar.

    Aleck se mantuvo taciturno, reflexionando sobre aquello. La Inazuma que había conocido también estaba profundamente segregada y tenía sentido considerando la guerra civil, pero ¿eso no significaba que habían sembrado las semillas necesarias para derivar en ese estallido? ¿Y si Sumeru estaba recorriendo el mismo camino?

    —¿Y la Arconte?

    —No hay Arconte. —Aleck alzó a mirarla, lo hizo de repente y Anna sonrió con una ligera cuota de tristeza; el agua se mecía suavemente—. La mayor figura de poder es la Academia. La Reina Mayor murió hace quinientos años, en la Guerra de Arcontes, y desde entonces… no se ha sabido nada de la Reina Menor. Los rumores dicen que la Academia la mantiene encerrada en un santuario, en lo alto de la ciudad, pero sólo son eso: rumores.

    —¿Contra su voluntad?

    —No estoy segura.

    Así que era una sociedad dividida, como Inazuma, pero sin la presencia de un Arconte, como en Liyue. El caso aquí parecía ser distinto, sin embargo, algo más… preocupante, si se quiere. Liyue era gobernada por las Siete Estrellas y, hasta la muerte de Rex Lapis, éstas siempre habían dirigido con la guía y el consejo del Arconte Geo. La Academia, por otro lado, parecía prácticamente negar la existencia de su Diosa. ¿Cuál sería la razón?

    Podrían llamarlo instinto o paranoia, pero el panorama que Anna le había pintado de Sumeru sonaba… preocupante. Inazuma acababa de cometer muchos errores, esperaba que no hubiera otras naciones haciendo lo mismo.

    —¿En qué piensas?

    La voz de Anna lo arrancó de sus cavilaciones. Había sonado dulce y suave, encontró sus ojos y meneó la cabeza, regresando la atención a sus manos: se había quedado sin piedras. Apoyó las manos en sus muslos, se incorporó y estiró un poco los músculos, girando sobre sus talones para empezar a trazar el camino recorrido.

    —Annie, tú eras de Inazuma, ¿cierto? —inquirió, bastante precavido.

    No volteó a mirarla a consciencia. Conforme se acercaban, la canción volvió a flotar en el aire. La chica murmuró un sonido afirmativo pasados algunos segundos y Aleck deseó internamente no haber metido demasiado la pata; sólo tenía curiosidad, la había tenido durante todo el tiempo que pasó en Inazuma y empezó a hacerse preguntas. ¿Qué hacía Anna en Liyue? ¿Acaso habría huido de la guerra? ¿Qué había ocurrido con su familia?

    ¿Por qué nunca le había hablado de ellos?

    —¿Has pensado en volver? —arriesgó el muchacho, ahora sí, girando el rostro hacia ella—. Ya revocaron el decreto Sakoku y suspendieron la caza de Visiones.

    —Lo sé. —La respuesta de Anna fue inmediata y se corrigió de inmediato, suavizando el semblante—. Lo sé, las noticias corren rápido. No eres el primero que me lo pregunta, tampoco, pero… de momento no quiero hacerlo. Ya escuché suficiente para no querer hacerlo.

    Era una respuesta bastante ambigua, pero Aleck no quiso seguir escarbando. Había algo en la negativa que, de por sí, daba mucha información. Fuera lo que fuera, Anna aún no estaba lista para afrontarlo; y él lo respetaría. Se detuvieron junto al sauce, la cascada rugiendo en segundo plano, y el chico le sonrió.

    Aún no se lo diría, pero estaba totalmente dispuesto a acompañarla si ella lo deseaba.

    —¿Esta canción forma parte del show? —indagó, desviando la charla hacia un lugar más ameno.

    Anna le echó un vistazo al reproductor bajo el árbol y asintió, recuperando poco a poco los ánimos.

    —Sí, es un vals. Esta obra la escribió Yunyun, así que me tocó el protagónico. —Aleck frunció el ceño y ella rió—. ¿No sabes lo que es un vals?

    —¡Sí sé lo que es un vals! —se quejó el muchacho, acrecentando la risa de la pelinegra—. Eran muy populares entre la aristocracia de Mondstadt, ahora no se bailan tanto pero siguen siendo… un clásico, digamos. Lo que me sorprendió fue que lo incorporaran en su obra.

    —Jean nos contactó hace mucho tiempo, preguntándonos si existía la posibilidad de que nos presentáramos durante el Festival de Yule. Yunyun tenía unos bosquejos amontonados desde nuestra primera visita a Mondstadt, suele hacerlo con todos los lugares que visitamos, y le pareció una buena excusa para desarrollar apropiadamente alguno de ellos. —Comenzó a caminar a su alrededor con cierta suavidad y lo miró de soslayo—. Vamos a presentar una obra inédita, es un honor bastante grande~ Y este vals…

    Anna se detuvo, giró el cuerpo hacia él y buscó sus manos. Con una fluidez y destreza propias de su profesión, colocó una en su cintura, estiró la otra, y la propia libre la depositó suavemente sobre su hombro. Para cuando Aleck fue consciente, ya se encontraban listos en la posición inicial de baile y el cuerpo se le tensó. Anna lo notó, rió y lo instó a moverse con suma delicadeza.

    —Este vals —retomó, empezando a navegar el espacio al ritmo de la canción—, es una de las escenas más importantes de la obra. ¿Imaginas por qué~?

    Ah, Dioses. No se consideraba el mejor bailarín de Teyvat, de hecho creía ser un… un sólido seis, sí. Bailar con Bennet y hacer el payaso fuera de la taberna estaba bien, pero acompañar a una artista profesional era algo muy diferente para lo cual, definitivamente, no se sentía a la altura. A Anna, por supuesto, no parecía importarle. A medida que la danza avanzó, la chica lo fue guiando y la nieve dejó de resultarle pesada bajo los pies; pudo empezar a disfrutarlo, al menos un poco.

    —Sólo me estás molestando —se quejó en un murmullo, y aún así esbozó una sonrisa—. ¿No tenías compañero de ensayo y por eso pillaste al primero que encontraste?

    —Tú sólo dilo y yo me detengo —concedió, en el tono de quien sabe que eso no ocurrirá—. Pensé que podría divertirte bailar un rato, no lo haces mal.

    No creyó que le estuviera mintiendo, e incluso si su desempeño en absoluto le ayudaba a ensayar para la obra, sabía que tampoco era su propósito. Los aislados copos de nieve que la montaña despedía comenzaron a mezclarse en el aire, danzando a su alrededor, y Aleck pilló la confianza suficiente para afianzar la mano en su cintura y liderar. Anna alzó las cejas, divertida, y por un momento la risa que soltó le cerró los ojos.

    —¿Viste que no era difícil? —murmuró, separándose para girar y regresar frente a él—. Es una escena importante porque es el reencuentro de los protagonistas.

    Aleck captó la indirecta al instante, entendió por qué Anna había querido bailar y, sincronizándose con su fluir tan liviano, la hizo girar una vez más. Su atuendo liyuense envolvió el aire y acompañó el movimiento casi a cámara lenta.

    —Suena importante, sí —concedió, en voz baja—. ¿Y qué fue lo que separó a nuestros queridos protagonistas?

    Anna lo miró, apoyó ambas manos en los hombros de Aleck y el muchacho comprendió sus intenciones al vuelo; la sostuvo por la cintura y la despegó del suelo, medio girando sobre sus talones hasta depositarla de regreso. La chica volvió a reír.

    —Una serie de factores —respondió al retomar el vals tradicional—. Tragedias, desencuentros y malentendidos. Pero esa es la importancia de esta escena, ¿no? Que en un instante, en un simple vals, todo eso queda en el pasado.

    La sonrisa de Aleck se suavizó y asintió; ahora que ya se sentía cómodo tuvo una pequeña idea. La Visión Anemo que llevaba bajo la capa brilló en un tono verdoso y deslizó hacia ellos una brisa lo suficientemente fuerte para invocar la nevada eterna de la montaña. Los copos se arremolinaron a su alrededor, girando junto a ellos y encerrándolos en una especie de domo secreto. Anna observó la escena y Aleck la miró a ella; lucía feliz, increíblemente feliz, y ya con eso se dio por servido.

    Cuando la canción fue acabando, Aleck deshizo la ventisca y ellos también se detuvieron. Poco después la melodía se reinició como llevaba un buen rato haciendo y lentamente se separaron.

    —¿Y bien? —indagó el aventurero, algo socarrón—. ¿Cómo calificarías mi desempeño artístico?

    —Un… siete sobre diez. —Anna asintió, convenciéndose de su veredicto, y le sonrió—. Tienes el potencial, sólo te falta la confianza. Lo bueno es que si mi compañero se lesiona ya sé a quién llamar~

    Aleck de repente se imaginó a sí mismo sobre un escenario, a los pies de Barbatos y frente a toda Mondstadt, y por poco no le dio un escalofrío. No, de hecho sí lo sintió, le recorrió la espalda y suspiró.

    —Por favor, no me hagas verme haciendo el ridículo. Es demasiado para mi orgullo.

    Anna volvió a buscar sus manos, les dio un apretón fuerte y el muchacho sintió una calidez inesperada, antinatural. Fue muy agradable, le entibió el cuerpo y, como quien no quiere la cosa, también lo corrió de aquella imagen mental tan vergonzosa.

    —No te preocupes, no va a pasar —murmuró la chica, conciliadora, pero entonces su sonrisa adquirió una chispa de diversión—. Además, ¿por qué dejaría que te descubran? Mira si te vuelves famoso y ya no bailas conmigo.

    —Muy bien —rió Aleck, regresándole el apretón, e hincó la rodilla sobre la nieve para depositar un casto beso en el dorso de su mano—, me pongo en sus manos, entonces. Será nuestro secreto, señorita.

    Anna también se carcajeó suavemente y asintió mientras él se incorporaba. Hubo un breve silencio que los envolvió hasta que Aleck retomó la palabra, sin saber muy bien de dónde surgió el impulso.

    —¿Y bien? ¿Qué ocurre después del vals?

    —Hmm… —Anna enlazó las manos tras su espalda y empezó a caminar, rebasándolo—. No te voy a decir~ Tendrás que ver la obra como todos.

    —¿En serio? ¿No tengo ningún privilegio por ser tu super compañero de baile?

    —Qué codicioso, Graham. ¿No te basta con ser mi super compañero de baile?

    Quiso replicar, pero no supo qué. Eso de ensayar una escena de una obra inédita junto a una de las principales celebridades de Liyue… bueno, era bastante, ¿no?

    —¡Anna! —Una voz femenina hizo eco hasta ellos, provenía del Viñedo y ambos se miraron, pues la reconocieron al instante—. ¡Anna, ¿puedes volver ya?!

    Era Yun Jin y se oía… enfadada. Aleck alzó las cejas, el pánico cayéndole encima de repente.

    —¡Cierto! ¡Me habían mandado a buscarte!

    Anna parpadeó y se echó a reír, claramente menos preocupada que él ante la situación.

    —Vaya, qué buen trabajo hiciste, ¿eh? Señor aventurero.

    Aleck quiso esperar a que se calmara, pero no paraba de reírse y prefería evitar la Yun Jin iracunda que los esperaba más allá. Tomó a su amiga de la muñeca, entonces, y la empujó sin demasiada fuerza hasta que ambos quedaron ocultos tras el sauce. Aquello bastó para callarla, se agachó a apagar el aparatito de música y suspiró, mirándola por fin. Tenía un ligero sonrojo en las mejillas, verlo le provocó a él lo mismo y simplemente aguardaron, hasta que Yun Jin revisó la zona y se alejó hacia el Oeste.

    —En el plazo de media hora te encontré espantando a un hilichurl, me contaste todas tus hazañas en Sumeru, me sacaste a bailar y nos escondimos exitosamente de un pequeño demonio enfadado —murmuró Aleck, una risa baja vibró en su pecho—. Es la descripción perfecta de pasar tiempo contigo.

    Seguían bajo el sauce, pero ya ambos habían logrado recomponerse del bochorno. Anna entornó la mirada al verlo y sonrió, presionando el índice al centro de su pecho.

    —Y por eso me extrañabas~

    —Sí. —El día anterior le habría resultado impensable reconocer sus sentimientos sin tapujos, pero allí estaba y no dudó al decirlo—. De veras te extrañé, Annie.

    La chica había pretendido arrancarle otra clase de reacción, se le notó en el semblante. Al segundo, sin embargo, la sonrisa le suavizó todas las facciones y se alzó sobre sus puntillas para dejarle un beso en la mejilla. No se apresuró y Aleck permaneció quieto, cerrando brevemente los ojos.

    —Yo también te extrañé —murmuró tras volver a su mirada, y pilló sus mejillas para estirárselas de repente—. Te extrañé mucho, mucho, mucho, mucho.

    La tontería duró la cantidad de “mucho” que repitió, Aleck rió y volvió a encontrar su mano, retrocediendo para arrastrarla lejos del árbol.

    —¿Vamos a almorzar?

    —¡Dioses, sí! Muero de hambre.

    Emprendieron el camino de regreso, entonces, conversando de cualquier cosa, hasta que entraron a la finca y Anna se despidió para subir a su habitación. Bennet apareció de quién sabe dónde y se detuvo a su lado.

    —¿Y bien? ¿Mi información sí fue de calidad?

    Aleck siguió el camino de Anna, su cabello rebotando a cada paso por las escaleras, y soltó el aire por la nariz.

    —Definitivamente.
     
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    ¡AJÁ! ¿Creíste que no iba a comentar en el fic? PUES TOMA. Lo que pasa es que he estado un poco enfermo estos días y eso, ¡pero ya estoy aquí otra vez! Que igual no me voy a extender tanto porqué ya te fui a chillar a Whats como es debido.

    Also yes I have magic powers...Georgie Powers if u like.

    ¿Ya te he dicho que amo un montón el dinamismo entre Aleck y Bennet? Pues lo repito CUZ OMG THEY ARE SO CUTE AND FUNNY Yo aun espero que Disney les de un contrato para hacerles una serie porqué necesito eso en mi vida. Te lo dije en su momento pero creo que manejaste super bien a Aleck y estoy muy contento en como llevaste las interacciones , porqué realmente eran respuestas que habría hecho yo and I am so proud uwu

    Toda la construcción hasta la aparición de Annie me encantó, Y DIOS MIO EL MOMENTO EN EL QUE SE VEN Y SE ABRAZAN ES SUPER SOFT ME MUERO.


    Y tambien me encanta es pinche parte JAJAJAJ Aleck be like: "Me piro vampiro" I loved it.

    Nunca habría imaginado cuan necesario era para mi existencia ver a Aleck bailar un Vals pero ahora no sé como pude vivir todo este tiempo sin ello. El cómo se encerraron por un momento en el domo de nieve y todo AAAAAAA fue precioso <3


    ANNA U BITCH I LOVE U

    De verdad que ha sido un escrito precioso y de vez en cuando estoy regresando solo para releerlo from time to time uwu
    ¡Muchísimas gracias Belu Bells! <3

    Ahora a seguir con los niños yendo a Inazuma DIGO QUÉ
     
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