Colección de Inuyasha - Doctorcillo [Kôga&Kagome]

Tema en 'Inuyasha, Ranma y Rinne' iniciado por Fernandha, 31 Octubre 2016.

  1.  
    Fernandha

    Fernandha Maestre Usuario VIP Comentarista destacado

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    Escritora
    Título:
    Doctorcillo [Kôga&Kagome]
    Clasificación:
    Para niños. 9 años y mayores
    Género:
    Romance/Amor
    Total de capítulos:
    1
     
    Palabras:
    3205
    Retos de Inuyasha
    #7
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    Palabras:3,144
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    ESTO es un UNIVERSO ALTERNO.
    TIENE Ooc.
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    —Sinceramente… —desvié mi vista del libro al notar el tono de riña que había aprendido a diferenciar en mi castaña amiga, curvé una ceja.

    —¿Sinceramente…? —le incité.

    —¿No podrías dejar los libros en paz, aunque fuese sólo un momento? —bufé, más por la monotonía de la conversación que por el tema en sí.

    —¿Vamos a volver a discutir por esto, en serio? —le reté.

    —De ser necesario —cruzó ambos brazos por encima de su pecho.

    —¡Oh, vamos! —gruñí dejando el libro de lado con su respectivo separador—. Ya hemos hablado de esto Sango-

    —¡No sabes de qué vamos a hablar!

    —Te pagaré la cena de esta noche si es que no pensaste nuevamente en el tema de un novio para mí —la vi apretujar los labios en una mueca que parecía puchero.

    —¡P-Pero…!

    —Oh no, chica —le dije al ver cómo se paraba frente a mí; manos en cintura y mirada desafiante—. Ya hemos hablado, Sango. No. Quiero. ¿Captas? —repetí.

    Oh no, Kagome —imitó mi tono de voz e involuntariamente sonreí (malditas emociones, maldije sin ganas) antes de que ella continuara—. Desde que pasó lo de InuYasha Taisho no has querido salir con nadie más.

    —Quedamos como amigos —repliqué infantilmente.

    —Se te veía feliz.

    —Somos amigos —enfaticé—. Salimos más por evitar el constante acoso de ti y Miroku —le miré, en lo que parecía ser mi forma más intimidante, con el ceño fruncido y dejando ver levemente mis caninos—. A él le gusta Kikyô y a mí… nadie en realidad.

    —A mí los berrinches no —me riñó y yo bufé—. Sólo prométeme que saldrás más, no te quiero encerrada, y aunque a mí también me guste leer, sé que hay tiempos y momento para todo.

    —Ah, sí —le dije rolando los ojos—. Como tú digas, mami.

    —Obedece o te quedas sin cenar y los libros van derechito a mi casa —amenazó divertida.

    —¡Uy, qué miedo! —ironicé con una sonrisa.

    —Te quiero, tonta, y te peleo porque me importas —sonrió finalmente antes de abrazarme y yo correspondí a tientas.

    —Lo sé, lo sé, sólo que no ha llegado el indicado. Digo, no todas tenemos la 'suerte' de enamorarnos a primera vista y conseguirlo —le dije en tono sugerente, ella se sonrojó y reí sin pudor alguno.

    —Eh, para ahí —rió—, que Miroku hizo su 'luchita' por mí.

    —Oh sí, unos cuantos besitos, arrumacos superficiales y la nena cayó.

    —Ya te quiero ver, Higurashi, cuando esto te pase; me reiré a tripa suelta.

    —¿Tripa suelta? —reí entre dientes.

    —Tú sabes, sin pudor —me guiñó un ojo y finalmente le correspondí el abrazo con mayor entusiasmo al tiempo en que reíamos libremente.

    —Así que, ¿de qué nos reímos? —volteamos a ver a donde Miroku estaba, recargado en el marco de la puerta.

    —Ah, nada —respondió Sango—. Sólo descubrí que soy lesbiana y ya no me gustas.

    —¿En serio?, ¿y no les apetece un trío? Digo, soy bastante bueno por lo que he oído —reí al sentir como mi amiga se separaba y le propinaba un buen golpe en la nuca.

    —Ustedes dos, par de pervertidos —limpié unas cuantas lagrimillas que se habían escapado por el esfuerzo, sintiendo una leve picazón en mi costado debido a la falta de aire—. Aléjense de mí, sigo siendo inocente, no quiero ser corrompida; búsquense a un sustituto.

    Sango se sonrojó hasta la punta de la raíz mientras Miroku sonreía ladinamente.

    —Sólo digo —repitió él con la sonrisa imborrable de sus labios, cosa que le hizo ganar otro golpe—. ¡Auch, Sanguito! —replicó infantilmente y yo supe que era momento de irme.

    No quería presenciar una 'reconciliación' entre arrumacos superficiales, cogí mi libro y me fui como alma que se lleva el diablo. En el pasillo encontré a InuYasha, me acerqué sonriente.

    —¡Ey, tú! —le saludé.

    —¡Hola, enana! —respondió.

    —¿Y Kikyô? —cuestioné—. Donde me entere que no me la cuidas… —amenacé sin ganas con una bonita sonrisa que aseveraba lo dicho.

    —No, qué va —me guiñó el ojo—. Sigue en clase, vine con Miroku pero el hombre se me desapareció.

    Ah, Sango —suspiré divertida.

    —Claro, Sango —roló los ojos al entender la dirección de su amigo.

    Reí.

    —A todo esto, ¿cómo estás?

    —¿Cómo quieres que esté?

    —No sé, ¿feliz?, ¿cansada?, ¿con nueva pareja? —sugirió.

    —Oh, vamos, Sango ya me dio la conversación —repliqué sonrientemente.

    —Pero ella no te riñe tan bonito como yo —bufó sonriendo.

    —Uy, sí —le enseñé la lengua.

    —¡Eh, tú, mocosa! —me regañó—. A veces eres tan bipolar.

    —No soy bipolar, me adapto a la situación.

    —Cuando nos conocimos y te regañé casi me matas.

    —Es porque eras un patán —le respondí—. Oh, perdón, corrección: sigues siendo un patán, pero eres mi amigo.

    —No sabes el alivio que siento —dijo y reí.

    —Ya, como sea. ¿Has ido con la doctora? —me miró.

    —Ah…

    —Kagome…

    —Lo he olvidado, ¿está bien? —tuve la decencia de sonrojarme avergonzada.

    —Debes de ir, tu cabello es muy bonito para que no lo cuides.

    Mascullé entre dientes algunas maldiciones.

    —Ahora largo —dijo señalando que Sango se acercaba—. Haz lo que tengas que hacer y ve al doctor, si no es hoy será mañana. Tienes ya una cita programada, ¿no?

    Rolé los ojos.

    —Bueno, bueno. Adiós entonces —me despedí al tiempo en que me dirigía a las rejas de entrada.

    Cuando llegué a casa minutos después escuché la contestadora. Dos mensajes de mis padres y uno de Souta sobre algo que mi abuelo había hecho, sonreí antes de pensar en que respondería más tarde, ahora tenía hambre. Me encaminé al comedor y realicé un sándwich, subí a mi cuarto con libro en mano y me dispuse a leer.

    Pasadas las diez de la noche decidí acostarme antes de lanzar un pequeño gruñidito a la nada sobre InuYasha y su 'poder de vidente' pues el día miércoles me tocaba cita en el hospital dermatológico, hacia meses que me estaba dando caspa en mi cuero cabelludo, había seguido el tratamiento faltando a algunas citas por asuntos de estudio, y estaba decidida acudir a esta aunque faltara todo el día a clases. Debía levantarme a las cuatro de la mañana porque el hospital quedaba a hora y minutos en autobús.

    Nada salió como planeé, mi alarma sonó una hora después y cuando vi la hora 5:00am salté literalmente de la cama y me metí al baño en un santiamén. Una de las ventajas de estudiar en la capital es vivir sola, alquilo un pequeño departamento que queda a unas cuadras de la Universidad, pagado por mi padre. Salí del baño en cinco minutos, no sé cómo entré en mis jeans, como sabía que más tarde haría calor me puse una camiseta mostaza, tomé mi sudadera celeste, entré en mis zapatillas, agarré las llaves junto con una mochila y a las 5:45am estaba en la parada de autobuses esperando el mío.

    El viaje fue toda una odisea, me tocó estar de pie al principio, cuando pude sentarme me maquillé un poco, lo más natural posible, el tipo a mi lado comenzó a flirtear conmigo y lo ignoré completamente hasta que se levantó y una señora ocupó su lugar, vi como un chico le sacaba el teléfono a un tipo que iba acaramelado con una chica… tan de mañana… qué horror lo que se ve a tempranas horas.

    En fin, llegué al hospital a las siete y veinte minutos; veinte minutos más tarde y por ello tuve que esperar dos horas, había pensado que llegando temprano, saldría temprano y llegaría a tiempo a la tercera hora de clases, mis planes se estaban yendo abajo hasta que oí mi nombre, pensé.

    Tenía tantas cosas en la mente y de cierto modo me auto reprochaba el haberme levantado una hora tarde. Cuando entré al consultorio lo primero que vi fue a un guapo doctor, bastante joven, no debía ser mayor de los veintiocho años, alto.

    ¿Dónde estaba mi doctora de siempre? Me ilusioné con el adonis frente a mí, tanto que olvidé mis modales y sólo atiné a preguntar bruscamente:

    —¿Y la Dra. Wilson? —cambió el semblante, tal parece que se ofendió por mi pregunta y mi falta de modales… además que mi rostro se mostraba serio y sólo en mis pensamientos admiraba lo guapo que era ese doctorcillo.

    —Ella está ocupada por el momento, yo la voy a atender —su voz era fuerte, al igual que su mirada, tal parecía que estaba acostumbrado a que todas las mujeres babearan por él; que para que le tomaran en serio había adoptado una actitud bastante fría. Y yo lo había ofendido (faltaba más)—. Por favor, tome asiento —me dijo.

    —De acuerdo —susurré por inercia sin interés aparente.

    ¿Qué pasaba con ese doctorcillo? Es cierto que no es su obligación ser gentil conmigo, pero tampoco ser tan… frío, no tenía que preguntarle para saber que me aborrecía y no era santo de su devoción, lo bueno era que el odio era mutuo.

    Jódase 'Doctorcito' que yo no le haré caso, me dije.

    Me ignoró alrededor de cinco minutos leyendo mi expediente y haciendo las preguntas de rigor. Edad: 21 años, estado civil: soltera y cuando preguntó por mi última experiencia sexual sé que me quedé cohibida (¿a qué viene esa pregunta?) le confesé que era virgen, tal parece que no se lo creyó porque se me quedó viendo y yo me quedé de piedra con las mejillas encendidas de rubor. Idiota.

    —Y dígame señorita, Higurashi, ¿cuál es su problema? Aquí dice que ha faltado a la última cita —Su mirada se clavó, sin dudar, en mí, lo que sólo me hizo sentir más nerviosa de lo que ya estaba. ¡El tiempo me estaba regañando! Oh sí, Doctorcillo (como había nombrado al chaval) estaba colmando mi paciencia con su aire frío.

    —Fue por motivos de estudio —contesté secamente. No le iba a dar el gusto de sentirme ofendida… aunque a decir verdad, me estaba comportando como una niña.

    —¿Dónde estudia? —preguntó revisando mi expediente.

    —En la universidad nacional de ingeniería

    ¿Qué ganas con saber algo que después iba a olvidar?, pensé. Doctorcillo sí que era extraño.

    —¿De dónde es? —siguió, sin dejar de ver los papales en sus manos; le contesté con el nombre de mi ciudad natal, ubicada a 200km de la capital—. ¿A caso no hay hospitales ahí? —su pregunta me irritó y la chica respondona (que tan cariñosamente Souta, mi hermano, había ideado como un apodo cada tanto) salió a flote.

    —Vivo aquí —el pareció divertirse con hacerme enfadar, ¡qué tipo! Muy pronto yo iba a estar a su nivel. Lo vi dejar la carpeta en la mesa y acercarse.

    —Bueno, ¿entonces en qué lugar vive aquí? —preguntó mientras me revisaba el cuero cabelludo.

    —Vivo en la misma colonia donde queda mi recinto universitario —dije sin dar muchas explicaciones. Sentí sus manos inspeccionar cada parte superficial de mi cabeza, con sus manos (el hombre sí que era grande) y retroceder lo suficiente para no sentirme irritada con la invasión de mi espacio personal.

    Vi cómo él había escrito algo en mi tarjeta de paciente, ¡me había dado de alta!

    ¿Qué carajos?, pensé.

    —Su problema es de estrés, tal parece que ha estado sometida a mucha tensión, solamente siga el tratamiento —me estaba cayendo bien en ese momento hasta que dijo algo que no me gustó—. ¿Le gustaría que programe una cita con el psicólogo?

    —No gracias, estoy bien —¿quién se ha creído para mandarme al psicólogo?, claramente pude ver una leve sonrisa al notar mi reacción. Yo era su diversión.

    Oh, Doctorcillo… usted es un pendejo, maldije en mi mente.

    —¿Sabe? Yo vivo por ese lugar, hay un centro de salud cerca —dijo extendiéndome las recetas—.Tal vez algún día nos volvamos a ver —añadió a modo de despedida.

    No pude evitar sonreír como una tonta, al ver la sonrisa que me extendía (Doctorcillo tiene una bonita boca de dientes blancos, nada mal. Se ve mejor así que como palo frío e inanimado); sentir el toque de su piel al contacto con la mía mientras entregaba en mis manos las recetas fue algo nuevo.

    —Gracias, doctor, tal vez algún día nos volvamos a ver —salí del consultorio sintiéndome nostálgica, seguramente él me iba a olvidar, con tantos pacientes que veía al día la posibilidad de que me recordase era mínima. Calculé las probabilidades e incluso en mi mente figuró en cuanto tiempo iba a olvidar mi rostro y mi voz. No iba a pasar más de esa noche para que me olvidara.

    Cuando leí las recetas vi su nombre ahí, me sorprendió ver que decía que era médico residente, pero aun más me sorprendió saber que alguien que iba a ser cirujano me atendiera ese día.

    —Así que, Kôga Takema, ¿eh? —solté al aire mientras introducía las recetas al bolsillo de mis jeans.

    Caminé a la parada de camiones. Quizá podría ir al doctor más seguido, me haría bien. Doctorcillo se había ganado mi interés realmente y tendría una excusa para que Sango ya no me molestase con el tema de una pareja romántica.

    Oh sí, sería divertido.

    Al momento de bajar del camión minutos después, agradeciendo un poco que ya no tuviese que compartir asiento con un chaval que se sentía baterista frustrado, vi —sentados en los escalones de mi casa— a mis amigos.

    —¿Y ustedes…? —hablé al llegar a una distancia prudente.

    —Hora libre —respondió Kikyô sonriéndome.

    —¿Todos? —cuestioné otra vez.

    —¡Ey, tú no fuiste a clases tampoco! —me recriminó Miroku.

    —Fui al doctor —le respondí.

    —¡Excusas, excusas! —rió InuYasha.

    —Ya —secundó el acto Sango—, déjenla que luego ya no nos quiere invitar a pasar. Y mira que me muero de hambre.

    —Oh, buitres —reí.

    Nhá, según la sociedad nos llamamos amigos.

    Y todos reímos a tripa suelta, como diría mi castaña amiga.

    .

    .

    Fueron dos meses después de seguir las indicaciones de Doctorcillo que comencé a sentirme mejor y sabía que mi cabellera lo agradecía gratamente; acudí el centro médico donde, se supone, trabajaba él, mas nunca lo vi. Mejor para mí, pensé.

    Las visitas se hicieron un hábito en mí, más que nada porque estaban organizadas de forma tal en que podría ir sólo los fines de semana a horario normal, fueron dos meses más de revisión hasta realmente sentí que todo estaba arreglado; aún sabiendo que el último mes acudía más por monotonía que otra casa. Ocurrió en una de esas visitas que lo volví a ver, tan elegante y cautivador que preferí irme.

    La pena, Kagome, terminará por arruinarte la vida, pensé.

    Al llegar a la puerta principal rebusqué entre mis cosas mi celular.

    —Maldición —farfullé con desgano al comprobar que sí, lo había dejado en la sala de espera. Siendo así que volviendo sobre mis pasos a la salilla aquella en busca del aparato tuve la 'suerte' de que aún no se fuera.

    Me acerqué a las sillas y pregunté al tipo que se había sentado a mi lado, mas ni rastro alguno había del aparatito del demonio.

    Por andar pensando en cosas que no debería. Karma maldito, me recriminé interiormente.

    Desganada y aceptando que tendría que ahorrar y comprar otro decidí irme, pero al cruzar el pasillo él se encontraba ahí, recargado en la pared con brazos cruzados y mirándome, sin bata y vistiendo ropas bastante informales.

    Asentí en su dirección en forma de saludo, mas él me seguía viendo (¿tengo monos en la cara?), evitando detenerme más tiempo del necesario seguí mi camino aunque siendo consciente de la imponente presencia que me seguía.

    —¿Se le ofrece algo, doctor Takema? —las palabras salieron de mi boca al llegar a la puerta.

    —¿Debería, señorita Higurashi?

    —¿Por qué me sigue, señor?

    Vi la sonrisa burlona florecer en sus labios, sonrisa que si hubiese visto de lejos la captaría más como una mueca de irritación.

    —Por si no lo ha visto, joven, por esta puerta se entra y se sale.

    Me sonrojé.

    —Por supuesto —susurré sonrojada mientras volvía a caminar, siendo detenida al tener un aparato frente a mis ojos. Capté mejor el objeto y sonreí—. ¡Mi celular!

    —De nada —asintió él y salió del centro médico.

    Sonreí mientras lo abría para buscar entre mis contactos a Sango para reafirmar la hora y el lugar de la reunión donde finalizaríamos un proyecto. Supe que me quedé un momento embobada al ver que sí, efectivamente, allá donde estaba la categoría de la 'D' se encontraba agregado un nuevo contacto.

    Doctor Kôga "Adonis" Takema, sobresalía el nombre.

    Oh, Doctorcillo del demonio, pensé entre risas nerviosas mientras editaba y borraba el Adonis junto al Takema y remplazaba el Doctor por el apodo que le di.

    Doctorcillo Kôga sonaba mejor.

    .

    Me costó más de un mes comprobar y reafirmarme que sí, después de aquél pequeño encuentro ocurrieron varias cosas más. Como el que me invitara a salir unas semanas después, o las riñas que tuvimos al chocar nuestras actitudes.

    Incluso el pensar las reacciones de mis amigos al enterarse de "Los encuentros furtivos de Kagome 'maldita-mentirosa-que-no-confía-en-Sango' Higurashi", puedo recordar aún la 'monumental' pelea que tuve con mi castaña amiga, además de soportar durante tres meses enteros que Sango se refiriera a mis citas con Doctorcillo con aquél nombre estúpidamente largo.

    Siendo así que pasaran los meses hasta cumplir el año de conocernos donde finalmente decidí curiosear un poco sobre cómo sería ser novia.

    Ahora no sé qué casualidades lo llevaron a estar ese día en ése instante ahí, hoy me sorprendo de lo gracioso que fue el momento en que me dieron de alta en el hospital. Más aún al saber que con una simple ida al médico Sango se daría por satisfecha pues conseguí lo que tanto ella quería: una pareja.

    ¡Y vaya pareja! Aún cuando sólo llevásemos cinco meses.

    —¿En qué piensas, Casposa? —me removí incómoda en el sofá donde veía una película debido al apodo.

    —Oh, nada interesante, Doctorcillo—escuché su bufido y sonreí.

    —Creo, señorita, que tengo cosas de su interés que podríamos hacer en este momento —me sonrojé—. No olvide que mi prioridad como su doctor personal es su bienestar, señorita.

    —Pero eres cirujano —reí entre dientes al sentir como acariciaba lo largo de mi cuello con la punta de su nariz.

    —Sin embargo, puedo hacer muchas cosas más —dijo y yo sólo asentí sin resistencia alguna, secundando sus palabras, porque sí: Doctorcillo Kôga podía hacer lo que sea… más si era yo el sujeto de pruebas, pensé.

    —Así que, tengo una cita programada con usted hoy —siguió y yo lo miré cuando se irguió—. Intervención de urgencia, madame —solté un gritillo avergonzada al sentir que era alzada del cómodo sofá.

    —¿Cuál es mi diagnóstico, Doctorcillo? —reí al seguir el juego.

    —La diagnostico altamente… violable.

    Sonrojada reí nerviosamente.

    —C-Cúreme entonces —titubeé.

    —Esto tenía pensado hacer —me besó.

    Y, realmente, no pude haber deseado más.
     
    Última edición: 7 Diciembre 2016
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    Este texto fue toda una revelación, honestamente nunca pensé que una relación entre Koga y Kagome podría ser tan divertida. Y el mismo Koga se me ha presentado como toda una novedad. En ese sentido has hecho un trabajo estupendo para crear una comedia romántica bellísima y amena a la lectura. No me queda nada más que felicitarte por el excelente desarrollo del texto, tanto en estructura como en el manejo de los personajes.

    El argumento también es muy bueno y el encuentro así como el romance siguen un ritmo natural que se agradece pues lo hace más verosímil. El uso del lenguaje también es el adecuado, simple pero elegante.

    Ha sido un placer leerte.
    Lindo día.
     
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  1. Magichesh
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