Mitología Griega Doña monte.

Tema en 'Otros Fanfiction' iniciado por Kohome, 4 Julio 2017.

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    Kohome

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    Doña monte.
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    Para niños. 9 años y mayores
    Género:
    Horror
    Total de capítulos:
    1
     
    Palabras:
    687
    Creado para: Actividad - ¿Dónde están las musas cuando las necesitas?

    Musa: Polimnia.

    Advertencia: El relato está escrito con un ligero toque de jerga campesina colombiana. Pero no mucho, para no generar confusiones en personas de otros países :3.
    Al final se aclarará qué leyendas lo inspiraron.

    Doña Monte.

    Con pasos torpes, arrastrados al punto de dejar marcado su ritmo y camino ondeante por el camino de tierra seca que se alzaba como polvo tras él; su cuerpo lleno de aguardiente, una canasta de cerveza económica y un trago de Whisky de dudosa procedencia avanzaba. Su ritmo era constante aunque muy, muy lento.

    Uno que otro eructo se colaba en el silencio de la noche de luna menguante, que brillaba sobre su cabeza alumbrando con preocupación su camino, esperando que el borracho pudiera no sólo ver sus pies debajo de ese estómago hinchado de cervecero, sino también el horizonte, para que no terminara yéndose hacia un costado y terminara perdido en el bosque, donde lamentablemente ya no podría cuidarlo, pues era terreno de otra criatura.

    —“Cuídese, don Ricardo —se burlaba él con la lengua dormida y logrando que su voz saliera casi inentendible, lela—. La madre monte está más activa en época de ferias y fiestas…”. Severa pendejada…

    Y acomodó su sombrero de paja ya bastante dañado por el tiempo mientras emitía otro eructo que ensució su bigote algo canoso con saliva y aliento a tufo.

    Luego, y como si rogara piedad, su vejiga pidió descanso de la tremenda cantidad de líquido que había recibido, provocándole unas ganas de mearse que lo retorcieron por un minuto mientras con la mirada ubicaba un árbol adecuado y perfecto. De corteza firme, ancho y viejo, apenas alejado del camino. Lo suficiente para tener privacidad y poder ver qué hacía.

    De nuevo, con paso arrastrado y medio pendejo, llegó al lugar para agarrarse con firmeza de una rama baja, sintiendo un par de astillas clavándose en sus manos ya llenas de callos y de piel gruesa por su trabajo como campesino, encargado de recoger y cuidar los cultivos del señor Alexander, un tipo extranjero al que le había dado la idea de comprar tierra por esos lares, y que además se manejaba un acento del que tras su espalda todos se burlaban.

    —Mire, doña monte —dijo de pronto, en voz alta mientras la orina salía de su cuerpo ondeando también, gracias a su mala puntería—. ¡Me importa una reverendísima…! —Eructó de nuevo y se curvó para vomitar, la arcada había sido tremenda—… su bosque… —logró apenas concluir, recuperando su aliento y limpiando su boca con el dorso de su camisa ancha de algodón disque americano.

    Esos gringos invadiendo todo.

    Como pudo acomodó su virilidad dentro de su pantalón y bajo la ropa interior, carraspeando para subirse la cremallera y tomar aire, largo y profundo.

    —Por mí podrían quitar más árbol y poner cultivo. ¡Eso sí da plata! —continuó gruñendo al aire, intentando volver hacia el camino sin caerse de bruces.

    Pobre hombre. Porque no salió.

    Tras él se escuchó una risa burlona y luego una mano como garra le agarró fuerte el brazo, sacándole un chillido mientras se giraba intentando enfrentar al enemigo, mareado por la brusquedad de sus giros.

    —Campesino estúpido —escuchó un siseo femenino proveniente de la figura difusa—. No seré la madre monte… ella es demasiado pasiva —continuó, apretando aún más el agarre mientras él lograba enfocarle la cara, abriendo los ojos con espanto de inmediato—. Pero me encontraste en mal momento.

    — ¡Madre santa, la patasola! —chilló de inmediato, logrando otra risa en ella.

    De don Ricardo Eulalio Gómez Martínez no se supo de nuevo en el pueblo.

    ~

    Relato inspirado en dos leyendas colombianas.

    La madre monte: Madre Monte: Leyenda de la Madre Monte – Mitos y leyendas colombianas
    La patasola: Pata sola: Leyenda de la Pata Sola – Mitos y leyendas colombianas
     
    Última edición: 4 Julio 2017
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    Escritor
    ¡Buenas! Vine porque me ofrecieron aguardiente y unas empanadas. A ver si es verdad.
    El escrito mantiene una relación bastante estrecha e, incluso, interesante con las leyendas de Colombia. Asimismo, tiene un gran parentesco en la forma de escritura que tenía Gabriel García Márquez.

    Eso sí, he de decir que para leyendas o mito le falta envolverte más. Lo que quiero decir es que si bien la historia está bastante ambientada en el mundo más clásico posible, sigue sin tener aquella magia que logra hacerte poner en los zapatos del personaje y vivir sus experiencias, incluso, llegar a temerle a la criatura narrada.

    Las razones del por qué pasa eso son bastante puntuales a mi parecer:

    1- Fallas generales en la ambientación. Al lector le cuesta inundarse en el mundo narrado.

    2- Fallas en la puntuación del escrito, generalmente, uso de comas y puntos. Hay varios errores que hacen retroceder al lector y cortan el hilo. Asimismo, hay varios defectos en la narración donde se vuelven algo confusa.

    Aun así, es un escrito totalmente disfrutable. (Aún más si se conoce de antemano los mitos mencionados) Me encantaron los detalles que hay por el escrito, algunas descripciones están muy bien hechas y otras cuantas cuentan la vida campesina colombiana un poco por encima.
    Paso a señalar todos los errores que pude notar:
    Con pasos torpes, arrastrados al punto de dejar marcado su ritmo y camino ondeante por el camino [Redundancia] de tierra seca que se alzaba como polvo tras él; [Punto] su cuerpo lleno de aguardiente, una canasta de cerveza económica y un trago de Whisky de dudosa procedencia avanzaba [Falta una “n”. Avanzaban al ser más de un sujeto]. Su ritmo era constante aunque muy, muy lento.

    Uno que otro eructo se colaba en el silencio de la noche de luna menguante, que brillaba sobre su cabeza alumbrando con preocupación su camino, esperando que el borracho pudiera no sólo ver sus pies debajo de ese estómago hinchado de cervecero, [El “sino” remplaza la coma”] sino también el horizonte, para que no terminara yéndose hacia un costado y terminara perdido en el bosque, donde [La forma correcta de esa coma sería: “bosque donde,…] lamentablemente ya no podría cuidarlo, pues era terreno de otra criatura.

    —“Cuídese, don Ricardo —se burlaba él con la lengua dormida y logrando que su voz saliera casi inentendible, lela—. La madre monte está más activa en época de ferias y fiestas…”. [Para poner comas, en estos casos, se usan las comillas españolas “<<>>” y van antes de los guiones] Severa pendejada… [Ame esto, parce]

    Y acomodó su sombrero de paja ya bastante dañado por el tiempo mientras emitía otro eructo que ensució su bigote algo canoso con saliva y aliento a tufo.

    Luego, y como si rogara piedad, su vejiga pidió descanso [Esta frase es levemente confusa al tener “Rogara” y “Pidió” que son sinónimos directamente pegados] de la tremenda cantidad de líquido que había recibido, provocándole unas ganas de mearse que lo retorcieron por un minuto mientras con la mirada ubicaba un árbol adecuado y perfecto. De corteza firme, ancho y viejo, apenas alejado del camino. Lo suficiente para tener privacidad y poder ver qué hacía.

    De nuevo, con paso arrastrado y medio pendejo, llegó al lugar para agarrarse con firmeza de una rama baja, sintiendo un par de astillas clavándose en sus manos ya llenas de callos y de piel gruesa por su trabajo como campesino, [Aquí, en este caso, irían mejor dos puntos] encargado de recoger y cuidar los cultivos del señor Alexander, un tipo extranjero al que le había dado la idea de comprar tierra por esos lares, y que además se manejaba un acento del que tras su espalda todos se burlaban.

    —Mire, doña monte —dijo de pronto, en voz alta mientras la orina salía de su cuerpo ondeando también, gracias a su mala puntería—. ¡Me importa una reverendísima…! —Eructó de nuevo y se curvó para vomitar, la arcada había sido tremenda—… su bosque… —logró apenas concluir, recuperando su aliento y limpiando su boca con el dorso de su camisa ancha de algodón disque americano.

    Esos gringos invadiendo todo.

    Como pudo acomodó su virilidad dentro de su pantalón y bajo la ropa interior, carraspeando para subirse la cremallera y tomar aire, largo y profundo.

    —Por mí podrían quitar más árbol y poner cultivo. ¡Eso sí da plata! —continuó gruñendo al aire, intentando volver hacia el camino sin caerse de bruces.

    Pobre hombre. Porque no salió.

    Tras él se escuchó una risa burlona y luego una mano como garra le agarró fuerte el brazo, sacándole un chillido mientras se giraba intentando enfrentar al enemigo, mareado por la brusquedad de sus giros.

    —Campesino estúpido —escuchó un siseo femenino proveniente de la figura difusa—. No seré la madre monte… ella es demasiado pasiva —continuó, apretando aún más el agarre mientras él lograba enfocarle la cara, abriendo los ojos con espanto de inmediato—. Pero me encontraste en mal momento.

    — ¡Madre santa, la patasola! —chilló de inmediato, logrando otra risa en ella.

    De don Ricardo Eulalio Gómez Martínez no se supo de nuevo en el pueblo.
     
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