DC [ Dias ABC] Amanecer

Este es un relato que participa en la Actividad: Días de Abecedario. Además de ello es parte de un fanfic general que estoy trabajando antes de publicar.

Sin más, espero les guste.

Tipo: Oneshot

Película: Aquaman

Amanecer​

Su mirada era cautivadora muy a pesar de esa contextura que tarde o temprano producía pánico a cualquier desconocido. Esos granes músculos que no se estremecían por nada, a excepción de unas pequeñas y maltratadas manos, porque claramente él supo que ella no tuvo una vida fácil como para presumir el cuerpo de una diosa o la belleza de una ninfa.

El amanecer estaba sobre ellos. Un día más para contemplar el cielo surcado por rayos del sol.

El amanecer estaba sobre ellos. Un día menos para pasar juntos.

Pero la comprensión de esa hermosa chica era demasiado, pues entendió y accedió a soportar ese estilo de vida en el que él se acostumbró.

—¿Crees aguantar más esta distancia? —le preguntó, su cabello rizado se movía al compás de la brisa del mar.

—No es como si fueras a morir—contestó muy calmada, tocó la mano del hombre que era prácticamente dos veces más que la suya—; yo estaré aquí hasta que la vida así lo quiera. Te esperaré, y sabes que puedes volver cuando quieras.

—Oye, tampoco te estoy diciendo que estaré una eternidad, simplemente pasaré unos días fuera de casa.

Arthur Curry estuvo expectante a la expresión de su amada. Para ser una humana, poseía esa ferocidad y pasión como la de su madre, tal vez por eso se sentía muy arraigado a su vida. Y tampoco pudo explicarse cómo es que todo pasó de un momento a otro, que en algún momento Mera fue la mujer que más deseó y hasta amó como intensidad, pero a un año de que mantuvieran una relación…, a un año en que ambos se dieron cuenta que sus corazones no podían ir o pensar en algo más…, a un año…

Aquaman recordó ese amanecer donde la conoció. Risueña, un poco gruñona por andar detrás de unos niños, dedicada a cuidar de otros seres que la rodeaban. Atlanna, su madre, le comentó acerca de una familia joven que vivía en la casita cerca al faro, tal vez esa fue su curiosidad de subir a la superficie y pasar un tiempo con sus padres, alegando el reino de los océanos a su fiel concejero y amigo Vulko a cargo de las profundidades marinas.

—¿Recuerdas cuando nos conocimos? —preguntó Arthur sujetando de la mano a la joven, era pequeña a su lado, una frágil ninfa—. Fue un amanecer, te vi detrás de tus hermanos y estos intentando salvar a una tortuga marina.

—Nos llevamos un susto, no es como si fuera común ver a un hombre con un traje raro saliendo del mar.

—Y para mí no era común ver a una jovencita con unos niños. Pensé que eran tus hijos.

—Si no fuera por la señora Atlanna, tal vez lo hubieses creído.

Arthur jaló de la cintura a la joven compañera, sentir su calidez le hizo estremecer hasta el alma, algo que Mera nunca removió con facilidad. Más la chica solo apoyó su cabeza sobre el torso musculoso de su rey marino.

—Ahora entiendo el amor de mis padres—acarició su espalda, muy a pesar de que ella no poseía esas curvas perfectas de Mera…, para él simplemente era la ideal—. Quiero que me permitas compartir mi vida a tu lado, Andria.

Andria llevaba sus veinticinco años encima, nunca tuvo oportunidad de demostrar lo que podía hacer por amor o que le dieran la oportunidad de ser amada, por ello le pareció muy apresurado las pretensiones de Arthur a pesar de que también sentía un intenso cariño y deseo por él. No por su condición física, la cual era demasiado atractiva, o que fuera un rey de un mundo que ella jamás pensó en su existencia, lo único que existía en Aquaman es que le manifestaba la comprensión, amistad, ese instinto de protección por los más pequeños y sus sentimientos sinceros, algo que pocos humanos conservaban.

Y fue en ese amanecer que ambos cruzaron miradas para darse cuenta que sus destinos estaban trazados para caminar uno a lado del otro. Fue a ese maravilloso amanecer que Arthur comprendió que su vida era estar al lado de ella.

—Cuando vuelva, tendrás que ir conmigo a mi reino—la alzó sin mucho esfuerzo para que esté a su altura. Moría de robarle todos los besos que pudiese—; es necesario que conozcan a mi futura reina.

—Sabes que no gozo de esas pretensiones, con saber que tu corazón es mío, es suficiente.

—Lo que me incómoda y a la vez agrada es tu humildad para todo, Andria.

—La vida me ha enseñado muchas cosas, Arthur.

Ambos sonrieron cómplices y no esperaron más para besarse. Bajo ese amanecer, los dos amantes plasmaban su amor de una manera dulce, picara y cálida. Bajo ese amanecer, los dos amantes gritaban en silencio el amor que sentían el uno por el otro.

Bajo ese amanecer, Arthur y Andria sabían que las cosas podían cambiar completamente sin que lo propusieras.

—Será mejor que te lleves a Mera—sonrió la chica al mordisquear el labio inferior del atlaniano—. Aun no puedo proyectar que mi hermano me haga tía, ese amor que se tienen ambos…, simplemente no lo entiendo.

—No dejaré que nos roben las primicias—besó la frente de su amada—; estás advertida. Volveré al segundo amanecer, prepara a tus hermanos porque mi gente conocerá a mi futura familia.

—Eso depende de cómo vuelvas, mi rey.

—Con ganas de convencerte, mi futura reina.

—Cuando te dignes a rasurar esa larga barba, te daré mi respuesta.