Detrás de la sonrisa.

Bueno, me da un poco de timidez publicar esto, no es la primera vez que escribo, pero si la primera vez que me atrevo a enseñar algo de lo que hago jajajajaja. Para colmo es mi primer mensaje en el foro xD.

Me gustaría mejorar escribiendo, ya que tengo en mi mente miles de historias que, debido a mi falta de experiencia narrativa, no se plasmar de ninguna de las maneras, así que agradecería que los que leyeran este one-shot me dijeran qué les pareció y en qué podría mejorar jajajaja. Si veis faltas de ortografía decídmelo y enseguida los corregiré, ODIO que mis textos tengan errores xD

Este corto es shojo ai, por lo que si no te gusta esta temática mejor que no lo leas jajajajaja.

Nada más que añadir, espero que las personas que leáis esto disfrutéis de la historia :). ¡Muchas gracias por leer!

DETRÁS DE LA SONRISA
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Melodía era una joven extraña, muy distinta a los demás, pues un don que nadie más había recibido le fue regalado a ella. Un presente del universo, algo que solo aquella pequeña podía disfrutar.

Ella podía escuchar a las personas… de un modo especial. No podía hablar. No podía entender las palabras de los demás ni oír lo que la gente decía. En su lugar, sus oídos percibían algo muy diferente:

Música​

La música del alma que todo ser humano producía desde lo más profundo de su corazón, las melodías hermosas o nefastas de las emociones invocadas por las personas que la rodeaban. Esto la había llevado a vivir una vida llena de colores musicales, una montaña rusa de sonidos interpretados por los acompañantes que día a día iban yendo y viniendo en su vida cotidiana.

Nadie conocía aquel secreto, a ojos del mundo ella era una simple chiquilla que no podía oír ni hablar, una pobre sordomuda que había sido privada de una de las grandes maravillas de la comunicación. Pero oh, cómo se equivocaban, pues para ella el poder escuchar el alma de las personas era un don mucho más valioso que el de la palabra. Era feliz así.

Sin embargo, había algunas cosas perturbadoras en aquella magnífica habilidad. Cosas como la gran concentración de gente. Odiaba los lugares como los transportes públicos, pues había una mezcla horrible de melodías que enloquecían seriamente sus sentidos.

Había cosas que realmente la molestaban.

Cosas como… ELLA.

Aquella princesita de cabellos dorados y mirada reluciente, aquella a la que veía todos los días, caminando por los pasillos, acompañada y venerada a más no poder cual abeja reina en su enjambre. Cada persona se maravillaba con su sonrisa radiante, pero nadie se daba cuenta del teatro, eso era algo que solo Melodía conocía.

— Cuanto más grande es su sonrisa, más triste suena su canción —pensaba cada vez que la veía—. Nunca podré entender a esta chica…

No podía evitar sentirse molesta cada vez que ella se acercaba, cada vez que, cuando sus ojos tomaban rumbos despistados, las miradas de ambas se encontraban por arte de magia. Era entonces cuando ella, Angélica, lo notaba. El cómo podía leer su mente cual libro abierto. Sabía que conocía su secreto, que señalaba su reinado encantado de murallas sonrientes y temía que lo desvelara. Era su gran incomodidad, el depredador que amenazaba la paz que tanto tiempo había demorado en construir a su alrededor.

Melodía no era una chica popular ni mucho menos. Ella era solitaria, disfrutaba de la paz y tranquilidad, de los lugares tranquilos y silenciosos que le prometían momentos de paz, de serenidad… Por ello había aprendido a alejarse de las personas, a buscar en el instituto aquellos recovecos en los que podía sentarse sin nadie a su alrededor que perturbara la calma que la rodeaba.

Hace mucho que había encontrado su lugar especial, un pequeño banco al que nadie iba y nadie se molestaba en visitar. Allí permanecía todos los días, en los momentos libres entre clases, cuando el tiempo le permitía una pausa de relajación.

Pero fue entonces cuando un día reconoció aquella música que tanto la perturbaba. Era ella.

La chica de la sonrisa radiante comenzó a acercarse, sentándose a su lado cuando llegó a aquel lugar, mirando inquieta hacia el frente como si la presencia de Melodía no fuera más que una ironía insignificante en el mundo, como si ni siquiera formaran parte del mismo universo.

La intrusa ladeó la cabeza, observando por primera vez a la morena. Sin pensarlo si quiera, sus labios se curvaron en aquel gesto cándido que todo el mundo adoraba de ella, esperando a que su tímida acompañante, como todos, aprobara con la mirada aquella muestra de simpatía.

Melodía se tensó y frunció el entrecejo ante la actitud de la chica. La música que la acompañaba no había parado de sonar en ningún instante, notas tristes que lloraban desesperadas, deseando que milagrosamente algún ser las capturara en pleno grito de socorro y ser por fin reconfortadas.

De repente, la joven buscó entre sus pertenencias, sacó una libreta y, luego de escribir en ella, se la entregó a la chica de ojos verdes.

Angélica la miró confundida e inmediatamente leyó el mensaje.

<< ¿Por qué sonríes? >>​

Su expresión se relajó entonces y miró a su acompañante a los ojos. Siempre lo supo, cada vez que sus ojos se encontraban, que ella era la única que podía leer entre cualquier falso aspecto de felicidad que ella mostrara. La cara de Angélica se entristeció y de una forma casi maternal comenzó a escribir una respuesta.

<< Porque no soy feliz. >>​

Melodía ojeó por unos instantes la respuesta de su acompañante, y poco después comenzó a escribir otro mensaje.

<< Eso no tiene ningún sentido. >>​

Angélica miró divertida el rostro confundido de la morena y enseguida comenzó a escribir una última respuesta, esperando que con ella, la joven entendiera una de las grandes verdades de este mundo.

<< Es más fácil olvidarse de los problemas cuando nadie sabe que los tienes. >>​

Y, tras entregarle esa escritura, procedió a levantarse dispuesta a marcharse de aquel lugar. Sin embargo, antes de que pudiera dar un paso siquiera, sintió como una de sus manos era aprisionada por el agarre firme de su compañera.

Con la sorpresa grabada en su rostro, Angélica volteó la mirada para toparse con lo que su acompañante había respondido.

<< Eso no hará que dejes de estar triste. >>​

La tensión en su mano debido al agarre de Melodía se había desvanecido, aquellas palabras habían tenido un fuerte impacto en ella, dejándola atónita por unos instantes. Fue entonces cuando la morena dejó de sostenerla y volvió a escribir un nuevo mensaje.

<< No necesitas sonreír para mí. >>​

En ese momento algo había cambiado, y la joven de cabellos morenos se había percatado del impacto que aquellas palabras habían tenido en su acompañante, pues la melodía que las acompañaba —y que solo ella podía escuchar— había tornado en una canción algo más calmada e, incluso, reconfortante.

Esta vez, la pequeña rubia curvó sus labios en una pequeña sonrisa de gratitud que no necesitaba de mensaje o traducción alguna, una sonrisa que enseguida ambas compartieron.

A partir de aquel entonces, los días comenzaban y acababan con su compañía. Antes de entrar a clases, durante el descanso y a posteriori. Ella venía, se sentaba a su lado y dejaba de sonreír. No necesitaba ser encantadora ni esforzarse por hablar o hacer reír a los demás.

La rubia siempre volvía, acompañándola cada vez que el tiempo se lo permitía. Aquel lugar que hasta entonces había sido su gran escondite solitario ya no lo era más. Ahora era un secreto compartido, un sitio en el que ambas se sentaban en silencio, escribiéndose mensajes la una a la otra, disfrutando de la compañía que se brindaban mutuamente.

Al paso de los días, Angélica fue adquiriendo la costumbre de apoyar su cabeza en los hombros de Melodía, mirando a la lejanía sin decir una palabra, regresando una y otra vez, siempre que podía, para “no ser feliz”. Algo que, extrañamente, acababa calmándola.

Con el paso del tiempo, las notas musicales que la acompañaban comenzaron a cambiar de nuevo. Las expresiones de Angélica eran tristes y algo amargas en ocasiones, pero la melodía que sonaba a su alrededor era alegre y grata de escuchar.

— ¿Otra vez? —Dijo para sí la morena, desconcertada por los cambios que recientemente había percibido en su compañera—. Definitivamente, nunca podré entender a esta chica…

Melodía desvió su mirada a la libreta que descansaba en su regazo, dudando de si debería o no decir algo al respecto. Sin embargo, antes de que sus manos hubieran decidido si moverse o no era una buena idea, Angélica comenzó a acercarse más de lo que normalmente lo hacía.

Tomando uno de los bolígrafos que reposaban junto al libreto, la joven rubia comenzó a escribir.

Sin saber el motivo, la pequeña morena sintió como su corazón se aceleraba conforme su amiga iba escribiendo en el papel, de repente la música que las rodeaba había entrado en frenesí, haciendo que sus nervios resonaran con más fuerza.

<< Eres la única persona con la que no tengo que fingir. >>​

De pronto, una de las manos de Angélica se abrazó a la de Melodía, haciendo que esta la mirara sorprendida. Sus labios comenzaron a moverse, pronunciando unas palabras que no llegó a escuchar pero que, sin embargo, pudo leer perfectamente lo que ellos decían.

<< Gracias… por darme esto. >>​

La rubia avanzó entonces con una lentitud nerviosa e insegura, acercándose poco a poco al rostro de su acompañante, la cual acababa de descubrir que su corazón tenía un gran talento para la batería y permanecía inmóvil escuchando atentamente las notas musicales que no paraban de gritar alocadas al compás.

Sus labios se encontraron entonces en un beso algo torpe y tímido al que Melodía tardó en corresponder, pero que poco a poco se fue adornando con una extremada dulzura que ambas supieron captar. Las manos de la morena acariciaron las mejillas de su acompañante, y fue entonces cuando, sorprendida, se separó de ella bruscamente.

Ella estaba… ¿llorando?

Su expresión cambió drásticamente a un rostro de confusión desmesurado y rápidamente volvió a recoger su desgastada libreta para escribirle a su venerada compañera.

<< ¿Por qué lloras? >>​

La preocupación se podía percibir en la cara de Melodía, y Angélica no pudo más que sonreír tiernamente ante aquella expresión, al mismo tiempo que recordaba con nostalgia aquella primera conversación que tuvieron en aquel lugar, por el motivo exactamente opuesto.

La rubia escribió una última vez, un mensaje que hizo que Melodía sonriera como nunca antes lo había hecho y, dejándose llevar por ese amor recién descubierto, los labios de ambas volvieron a reunirse para no volver a separarse, empujando sin querer aquella pequeña libreta que dejó al descubierto ante los ojos del mundo ese mensaje que había permanecido como un pequeño juego entre las dos.

<< Porque soy feliz. >>​