Microrrelato Deserción

Creo que está algo controvertida.


Manos temblorosas en un ambiente estéril, rastros de lucha en su rostro de forma feroz y a la vez hermosa, el acto que presencia cambiara la historia para siempre, frente a ella aquella chica gritaba curvando su cuerpo mientras sus piernas permanecían abiertas, las luces bajaban drásticamente al mismo tiempo que gotas de sudor en su rostro.

Armas de fuego arremetían con fuerza ante las paredes de aquella instalación hasta hace tan poco inmaculada.

Delu la más grande genetista de su época descubrió la falla en el sendero trazado por su antepasada dos generaciones atrás, con los adelantos en mapeo del genoma humano y la extensión progresiva del cromosoma Y, los hombres, se decidió, dejarían de existir.

Se les satanizo culpándoles de cada atrocidad marcada en la historia, se les borró de cada futura aspiración.

Las contracciones son cada vez más intensas, la joven la observa derramando lagrimas mientras le ruega sostenga su mano, chispas saltan desde la puerta que es destrozada con crio laser que al mismo tiempo congela el metal a su alrededor al punto de volverlo quebradizo, le quedan pocos minutos.

Unos años atrás, descubrió que la partenogénesis inducida por la cual ahora cada ser nacía estaba provocando un deterioro celular, por más modificaciones que pudiera realizar, su tiempo de vida se reduciría a la mitad cada generación próxima, terminarían extintas. Recordó como su abuela le hablaba de las largas y divertidas tardes con su padre cuando era niña, las mágicas noches con su esposo observando la estrellas, los instantes irremplazables con sus amigos, sonaba más vivo que lo que había tenido toda su vida, tal vez esto escondía algo más.

Kumiko era una joven con 23 años, una carrera consumada en ingeniería industrial con un empleo estable, cumplía los requisitos completos para quedar embarazada, acudió a la clínica, Delu la atendió personalmente, llegó la semana 20 y dejando atrás todo rastro de profesionalismo, el abrazo con fuerza sonriendo, durante las próximas visitas le explicó su situación.

La puerta cayó estrellando el mosaico blanco de la habitación, Delu observó los rostros despiadados y crueles de ellas mientras le apuntaban, pensó en cada ocasión que vio traicionado cada pensar que presumían servía de pilar para su falsa utopía, como primero aprendieron a emular cada pecado por el que los habían culpado a ellos y luego los habían superado con creces, creyendo aún narcisistas que eran mejores.

Al menos a un kilómetro de allí, Kumiko huía en un vehículo automático, llevaba a su hijo en brazos.