Desconociendo Enemigos

Tema en 'Fanfics abandonados sobre Libros' iniciado por Shani, 24 Mayo 2012.

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  1. Threadmarks: Capítulo 1
     
    Shani

    Shani Maestre Comentarista empedernido Usuario VIP

    Sagitario
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    Escritora
    Título:
    Desconociendo Enemigos
    Clasificación:
    Para adolescentes maduros. 16 años y mayores
    Género:
    Romance/Amor
    Total de capítulos:
    3
     
    Palabras:
    4635
    Estaban en pleno verano, pero aun así la noche era fresca. El cielo estaba completamente oscuro, repleto de nubes negras que amenazaban con una lluvia tempestuosa. Pese a la inminente tormenta el pequeño poblado estaba tranquilo. Un muchacho de cabello oscuro miraba el cielo por la ventana de su habitación. Parado y de brazos cruzados, su rostro permanecía imperturbable, pero sus ojos mostraban el desasosiego que lo invadía. No podía evitar comparar el clima con su actual situación “la calma antes de la tormenta” pensó.

    Un chillido lo saco de sus pensamientos, giró su cabeza a la izquierda para mirar a su mascota y soltando un lento suspiro se acerco a ella.


    —Tranquila Hedwig —susurró acariciando su blanco plumaje. La lechuza estaba inquieta, como si percibiera la agitación de su dueño.


    —Toma —murmuro Harry ofreciéndole un dulce para tratar de calmarla.


    Dejó a la lechuza comiendo y volvió a su posición original frente a la ventana. Faltaban días para su decimoséptimo cumpleaños, y cuando ese día llegara perdería toda la seguridad que su madre le había proporcionado mediante su sacrificio. Sabía que la Orden tenía planes para él, pero no sabía de qué se trataban.

    Miró el cielo nuevamente. El peligro era inminente y el joven mago no dudaba que Voldemort lo tenía vigilado. Harry estaba seguro que varios mortífagos seguían sus movimientos, pero la verdad no había muchos movimientos que seguir, ya que por orden de Dumbledore no debía salir de la casa de sus tíos y eso lo agobiaba. Ya no soportaba estar encerrado en la casa de los Dursley, quería regresar a Hogwarts de una vez por todas. Además, debía averiguar todo lo posible sobre los Horrocruxes y desde la casa de sus tíos no podía hacer nada.

    Con un leve suspiro Harry le dio la espalda a la ventana y se dirigió a su cama. Ya era de madrugada, y estaba cansado, y es que estar encerrado en su habitación por días sin más que hacer que preocuparse de su actual situación, podía ser agotador. Ya cambiado con su pijama, Harry se acostó, y solo esperaba no tener pesadillas.


    Faltaba tan solo una semana para su cumpleaños, y Harry necesitaba desesperadamente tener noticias. Sus amigos no le habían escrito en todo el verano, tampoco Hagrid ni Dumbledore. Cuando los viera pensaba pedirles varias explicaciones, sobre todo a Ron y Hermione.


    — ¡Hey, tú! ¡Baja en este instante! —ése era su tío llamándolo. Jamás lo llamaba por su nombre, siempre era “Hey”, “tú” o “muchacho”. Harry se tomó su tiempo para baja ya que eso molestaría a su tío.


    — ¿Me llamabas? —Preguntó bajando la escalera perezosamente.


    Al llegar al living se encontró con tres adolescentes, los cuales se parecían demasiado a los amigos de su primo Gran D, sentados en los sillones y a Tío Vernon violeta como una uva y con el seño fruncido. Tía Petunia tenía los labios fruncidos y estaba parada detrás de su marido mientras que su primo miraba la escena con cara de idiota desde la puerta de la cocina.


    —Estos… adolescentes —gruñó Tío Vernon señalando a los chicos— dicen que vienen a buscarte y que nosotros tenemos que irnos de aquí ¡¿Qué explicación tienes para eso?!


    —Ellos son los amigos de Dudy —contestó Harry algo confundido. La situación era demasiado extraña.


    — ¡Harry!—exclamó uno de ellos, el más gordo y con aspecto de matón, mientras corría a abrazarlo. Sin embrago, algo andaba mal con ese chico. Su voz…


    — ¿Hermione? ¿Eres tú? —Exclamó Harry totalmente confundido.— Sí, Harry. Vinimos a buscarte.

    Dudley miraba con la boca abierta como uno de sus amigos abrazaba a su primo.


    — ¡Muchacho! —Interrumpió Tío Vernon— ¡EXPLICA QUE DIABLOS ESTA SUCEDIENDO!


    —Yo le explicaré a usted y a Harry lo que está sucediendo señor —dijo uno de los chicos que estaban sentados.


    — ¿Kingsley?


    —Así es Harry. Vinimos a hablar contigo sobre los planes que tiene la Orden para sacarte de aquí a salvo. Ya mismo te explicare el plan. ¿Por favor podrían tomar asiento? Esto es algo difícil de explicar, sobre todo a ustedes —dijo señalando a los dueños de casa.


    Tío Vernon estaba indignado y comenzaba a ponerse más y más violeta. Sin embrago acató la orden sin protestar. La poción multijugos estaba mermando sus efectos y los tres magos volvían a su verdadero aspecto. Harry pudo comprobar que el tercer adolescente era Tonks.


    — ¿Cómo estas Harry? Me alegro de verte —dijo la bruja sonriendo amigablemente.


    —Bien Tonks, también me alegro de verte. A decir verdad estoy más que confundido.


    Sus tíos y su primo estaban con la boca abierta y bastantes pálidos al ver a los tres adolescentes transformarse.


    — ¡¿Pero qué significa esto?! ¡Los vecinos podrían ver lo que está sucediendo! ¡¿Cómo se atreven?! —farfulló Tío Vernon con la vena en la sien a punto de explotarle.


    —Señor, por favor. Mantenga la calma. Era necesario venir a su casa con el aspecto de los amigos de su hijo.


    —A usted lo conozco. —Manifestó el dueño de la casa— Lo vi en la televisión ¡Con el Primer Ministro! ¿Usted es un...?


    —Sí. Soy como Harry —le dijo Kingsley evitando decir la palabra mago debido a la susceptibilidad de Vernon— y me vio en la televisión porque soy uno de los encargados de proteger al Primer Ministro mug… de ustedes. El Primer Ministro de ustedes.


    —No nos desviemos del tema principal. Por favor Kingsley, explícales el plan.


    —Por supuesto.


    La visión de Kingsley, Tonks y Hermione vestidos con ese tipo de ropa muggle, era de lo más desconcertante. Sin embargo, Harry prestó atención a lo que decía el mago.


    —Como supondrás Harry, elaboramos un plan para sacarte de aquí de forma que los mortífagos no puedan atraparte. Déjame decirte que hemos visto a varios de ellos rondando por la casa y sus cercanías. Están vigilándote, esperando el momento justo para atraparte y llevarte con su amo. No podemos sacarte de aquí mediante aparición porque aun no eres mayor de edad y por lo tanto tienes el Rastreador activado. Tampoco podemos usar la Red Flú porque creemos que hay infiltrados en el ministerio y podrían tener la red controlada. Tampoco podemos usar un traslador porque cualquier tipo de acción mágica que realices está controlada.


    — ¿Entonces como voy a salir de aquí? —Preguntó Harry desconcertado— ¿Qué hay de ellos? —dijo señalando a sus tíos.


    —Tranquilo, todo a su tiempo Harry— le respondió Tonks


    —Bien, como decía. No podemos usar un traslador, ni la Red Flú, ni la aparición. Así que el plan es sacarte de aquí con la apariencia de uno de los amigos de tu primo y llevarte hasta Grimmauld Place. Con la apariencia de otro adolescente despistaremos a los mortífagos. Una vez que estés en casa de Sirius, perdón, una vez que estés en tu casa, esperaremos a tu cumpleaños y cuando el Rastreador se desactive usaremos la aparición para llevarte hasta la madriguera.


    —Es un buen plan— dijo Harry asombrado— ¿Pero qué hay de los verdaderos amigos de Dud? Por no mencionar que de la casa saldrá una persona más de la que entro.


    —Eso ya lo hemos pensado. Veras… en dos días, que es cuando vendremos a buscarte, entraran tres personas a esta casa, pero en realidad serán dos.


    — ¿Cómo es eso? Eh… no entiendo.


    — ¿Conoces el hechizo Duplo Harry? —Preguntó Hermione.


    —No.


    —Es un hechizo muy avanzado y extremadamente difícil. Muy pocas personas lo hacen. Tonks lo sabe ejecutar perfectamente ya que los aurores en su carrera están obligados a aprenderlo. Con este hechizo se puede duplicar a una persona, sin embrago el duplicado no habla, ni siente, no piensa, etc. Solo está ahí. Es algo así como un Inferi, ya que le ordenas moverse y lo hace. Y eso es lo único que puede hacer. Moverse y acatar órdenes.


    —Sigo sin entender.


    —Presta atención Harry. Vendremos Tonks y yo a buscarte. El otro adolescente será un Duplo. Traeremos poción multijugos…


    —Y yo me la beberé y reemplazare al Duplo —dijo Harry entendiendo por fin los planes de la Orden— ¡Es un plan brillante Kingsley!


    —Lo es— dijo sonriendo— yo también estoy sorprendido.


    — ¿De quién fue la idea?


    —Err... eso no importa ahora, lo importante es que hayas entendido el plan y que en dos días estés preparado para partir.


    —Lo estaré —Replicó Harry, sin pasársele por alto el repentino nerviosismo de los magos ante su pregunta, sin embargo lo dejó pasar ya que tenía otra duda— Pero… ¿Qué hay de mis cosas? Es obvio que no puedo salir de la casa con un baúl y una jaula.


    —Ah, eso, también lo tenemos resuelto— esta vez, le toco hablar a Tonks— usaremos un hechizo de expansión indetectable.


    — ¿Un qué?


    —Hechizo de expansión indetectable— le contestó Hermione algo exasperada— ¿Tampoco has oído hablar de él?


    —Lo siento, pero no— musitó algo avergonzado.


    —Se trata de un hechizo con el cual puedes agrandar un objeto por dentro y generar mucho espacio. Hechizaremos una mochila muggle y meteremos tus cosas allí —contestó la joven aurora con una sonrisa estampada en su rostro.


    —Genial. Lo tienen todo planeado ¿Eh? Déjenme decirles que estoy impresionado. Jamás se me hubiera ocurrido. Los miembros de la Orden son brillantes— dijo un Harry sonriente.


    —Lo son —constato su amiga con un dejo de ¿Irritación? en su voz. Otra vez se habían puesto nerviosos, pero nuevamente Harry lo dejó pasar. Ya habría tiempo luego para aclarar algunas cosas.


    Tío Vernon y su familia estaban extrañamente callados mientras los magos hablaban. A decir verdad tío Vernon estaba indignado con lo que hablaban ¿Qué tal si alguien los escuchaba? Y tía Petunia estaba muy ocupada vigilando por la ventana que ningún vecino se acercara. Dudley estaba demasiado concentrado tratando de cerrar la boca y que no se escapara la baba.


    Todo era demasiado confuso para que alguno de los miembros de la familia Dursley entendiera de qué hablaban los demás. Ahora era cuando los Dursley tenían que escuchar a Kingsley. Los tres miembros de la familia se sentaron en un sofá, con Dudley al medio.


    —Señor Dursley, usted y su familia deben abandonar la casa e irse lejos—Kingsley había comenzado a explicarles, pero se vio interrumpió por la cólera de tío Vernon


    — ¡¿Qué barbaridad está diciendo?! ¡¿Cómo se le ocurre?! —bramó el corpulento hombre.


    —Por favor señor Dursley, déjeme continuar— pidió Kingsley y siguió hablando sin dar lugar a protestas— no sé si saben la actual situación que aqueja al mundo… err a nuestro mundo. Voldemort es muy peligroso, es un… mago oscuro. Extremadamente peligroso que no se detiene ante nada y no para hasta lograr sus objetivos. Él mata personas por diversión ¿Entienden? Y él quiere a Harry. Quiere asesinarlo. Y hará lo que sea para llegar a él, incluso torturalos a ustedes para que le digan dónde está. Ustedes y Harry están protegidos en esta casa hasta el decimoséptimo cumpleaños de Harry.


    — ¿Y eso cuándo es? —gruño Vernon


    Kingsley y las dos jóvenes brujas lo miraron exasperados, en cambio Harry ya estaba acostumbrado a esas situaciones


    —En una semana— le contestó Harry tranquilamente.


    Tía Petunia fruncía los labios hasta el punto de dejarlos blancos mientras retorcía el delantal con las manos. Sin embargo no decía una palabra. A decir verdad la familia Dursley estaba algo impactada por la noticia. Enterarse que un loco podría venir y torturarte no era un lindo panorama.


    — ¿Y por qué tendríamos qué creer eso? —gruñó tío Vernon con su rechoncha cara algo roja.


    —Es la verdad. Todos esos accidentes de los últimos días, como lo del puente, es obra de los mortífagos, los seguidores de Voldemort. Deben irse de aquí lo antes posible.


    —No nos iremos —bramó tío Vernon— No dejaré mi casa, ni mi trabajo, y Dudley tampoco dejará la escuela.


    — ¿Entonces prefieres que los maten, eh? —exclamó Harry. Ya estaba cansado de la actitud de su tío. Le parecía sumamente estúpido.


    — ¿¡Cómo te atreves!?—balbució tía Petunia.


    —Creo, señor Dursley, que no está entendiendo el problema…


    — ¡LOS TORTURARAN HASTA LA LOCURA Y LOS MATARAN! ¡¿QUE DIABLOS ES LO QUE NO ENTIENDEN MALDITA SEA?!

    —Pero…


    — ¿Saben qué? Hagan lo que quieran. La Orden no tiene porque perder tiempo con ustedes. Si quieren que los maten adelante. De todos modos a nadie le importa, solo les ofrecen ayuda por obligación— Harry dijo esto último y un tenso silencio se instaló en la sala de estar.


    —Harry…


    —No, Hermione. No hay nada que decir. Les han ofrecido ayuda para que se vayan y ellos no quieren irse ¿Acaso tu vas a preocuparte si los matan?


    — ¡Ya basta! —gruño Vernon. La vena en la sien le latía furiosamente, y su cara estaba violeta— Está bien, nos iremos. Pero...


    — ¡Por todos los cielos! ¡¿Y ahora qué?! —gruñó Harry ganándose una exasperada mirada por parte de su tía.


    — ¿A dónde iremos?


    —Los llevaremos lejos de aquí, y le conseguiremos otro trabajo.


    —Bien —dijo Vernon secamente— ¿Algo más?


    —Sí, se irán luego de que se vaya Harry. Preparen todo lo que necesiten. Un mago los acompañara. Se irán en su auto señor Dursley. Muy bien, no queda más que decir. Debemos irnos. Hermione, Tonks, por favor beban la poción.


    Los tres magos volvieron a convertirse en tres adolescentes. Tía Petunia se llevo las manos a la boca para evitar un grito y tío Vernon se puso rojo de ira. Dudley estaba con los ojos salidos de sus cuecas y le caía un hilo de baba por la boca.


    —Adiós Harry —dijo Hermione abrazándolo nuevamente— Nos vemos en una semana.


    —Adiós y cuídate. No salgas de la casa— le advirtió Tonks


    —Claro que no.


    —Harry —dijo Kingsley estrechando su mano


    —Kingsley.


    —Adiós chicas. Cuídense.


    Los magos se despidieron de la familia Dursley y se fueron. Harry los observó por la ventana. Nada sucedía. En verdad habían logrado engañar a los mortífagos.



    Imponente, majestuosa y maligna. Esas tres palabras describían a la perfección la mansión Malfoy, en la cual, ahora, residía uno de los magos más tenebrosos en la historia del mundo mágico. Dentro, en la gran sala de la mansión, se celebraba una reunión de mortifagos. Su líder se situaba a la cabecera de la larga mesa de ébano, mientras que sus súbditos ocupaban los laterales. A la derecha del Lord se sentaba nada más ni nada menos que Severus Snape, el hombre de confianza y mano derecha del Señor Tenebroso.


    — ¿Novedades Dolohov? —el mortifago titubeó y de inmediato se puso nervioso al estar bajo el escrutinio de su amo.


    —Mi Señor, el ministro se encuentra bajo el hechizo Imperius —varios de sus compañeros lo felicitaron, sin embargo su amo lo miraba intensamente mientras pasa su varita de una mano a otra.


    —Ya veo ¿Y cuándo…—preguntó siseando muy lentamente— caerá el ministerio Dolohov?


    —Estoy seguro que en los próximos días Mi Señor —respondió el mortífago restregando sus manos por debajo de la mesa. El hombre comenzaba a sudar.


    — ¿En los próximos días?


    —S…si m… Mi Señor.


    — ¿Qué sabemos de Harry Potter?


    —Será escudado por un escuadrón de aurores y saldrán a cielo abierto. Lo trasladaran en una semana —Esta vez fue el turno de Snape de hablar. Voldemort dirigió su gélida mirada a su hombre de confianza.


    — ¿Estás seguro Severus?


    —Si mi Señor. La orden cree que tenemos infiltrados en el ministerio por lo tanto no usaran la aparición, ni la red Flú, ni un traslador.


    —Bien, entonces le daremos a Harry Potter una sorpresa de cumpleaños —informó Voldemort con una sonrisa siniestra en su pálido semblante.


    Casi al final de la larga mesa, una de sus seguidoras no pudo evitar que una sonrisa se apoderara de sus labios, una extraña sonrisa.



    Harry tenía todo preparado para irse y estaba esperando a los magos. Había limpiado el baúl y la jaula de Hedwig. También llevaba su Saeta de Fuego la cual reposaba en el baúl. Hoy era su cumpleaños y estaba más nervioso que nunca. El joven mago solo pensaba en lo peor. ¿Qué tal si los descubrían y alguien salía herido? O peor aún, muerto.

    Él solo quería salir de allí y entrar sano y salvo a Grimmauld Place, tenía muchísimas ganas de ver a sus amigos y hablar con ellos. A Hermione la había visto hacia dos días pero no había podido hablar de lo que quería. Extrañaba a los Weasley, sobre todo a una pequeña pelirroja que de solo pensar en ella se le aceleraba en corazón. Una pequeña sonrisa afloro a sus labios al pensar en Ginny, y así de rápido se fue. No podía pensar en ella, no podía estar con ella, no si quería mantenerla a salvo.

    El sonido del timbre interrumpió sus pensamientos, lo cual agradeció. Sin embargo, los nervios volvieron y tenía el estomago revuelto. Sudaba y las piernas le temblaban. Rogaba a Merlín que todo saliera bien.


    Bajó corriendo las escaleras en el momento justo en que tía Petunia abría la puerta. Al igual que dos días atrás, tres adolescentes entraron por la puerta. Los dos aurores saludaron a los Dursley, quienes automáticamente pusieron cara de fastidio; excepto Dudley, él estaba nuevamente con la boca abierta ante la imagen de los que parecían pero no eran sus amigos. Los magos entraron y Kingsley se dirigió a la sala guiado por tío Vernon luego de saludar a Harry


    —Harry ¿Cómo te sientes? Te ves nervioso. Por cierto,¡Feliz cumpleaños! —dijo la muchacha, abrazándolo.


    —Gracias, Tonks. Estoy… nervioso. Solo quiero llegar a Grimmauld Place de una vez por todas.


    —Tranquilo, todo saldrá bien ¿Tienes tus cosas listas?


    —Sí, están en mi habitación.


    —Muy bien, vamos a meterlas en la mochila.


    —Es por aquí —la guió Harry.


    —Con su permiso señores —dijo Tonks a los Dursley sin poder evitar tirar el paragüero. Ruborizada murmuró una disculpa y siguió a Harry a la habitación.


    En la habitación, Tonks metió el baúl y la jaula de Hedwig en la mochila ante un Harry muy sorprendido y fascinado. Cuando terminaron bajaron a la sala. El duplo había desaparecido ya y tal vez esa era la razón del nerviosismo de tía petunia, el color bordó de la cara de su marido y las babas de su hijo.


    —Ya hemos hablado todo lo necesario de su viaje señor Dursley, no queda más que decir. Los dejaremos solos para que se despidan —dijo Kingsley antes de marcharse hacia la puerta.


    Harry quería decir que no. Que no era necesario que los dejara solo porque no quería despedirse porque no quería a sus tíos y estaba feliz de marcharse de esa casa. Pero era demasiado tarde. Kingsley estaba con Tonks en la puerta, mientras que él estaba con los Dursley en la sala mirándose unos a otros. El silencio era muy incomodo y fue cortado por un carraspeo de Tío Vernon


    —Bueno muchacho —farfulló— adiós.


    —Err… si, esto… adiós —murmuró Harry.


    —Adiós, Harry —dijo su primo adelantándose y tendiéndole la mano— gracias por salvarme la vida, nunca lo olvidare.


    —Por nada Dud. Cuídate. —le dijo estrechando su mano.


    La reacción de Dudley los había sorprendido a todos. Harry miró a su tía. Estaba con la boca ligeramente abierta y estrujaba su delantal.


    —Adiós —le dijo a Harry


    —A… adiós —le contestó titubeante y con una extraña mirada en los ojos.


    Harry los miró una vez más y luego les dio la espalda. Sabía que nunca más los volvería a ver, sin embargo no le provocaba tristeza. En esa casa nunca le habían dado amor y siempre lo habían ignorado, así que él estaba feliz de marcharse de allí.

    Con pasos nerviosos se dirigió a la puerta. Kingsley estaba esperándolo con una pequeña botellita: poción multijugos. Los nervios de Harry iban en aumento.


    —Tómatela toda —le dijo tendiéndole la botellita.


    Con manos temblorosas tomó el pequeño recipiente y se la bebió toda la poción. Sintió como su cuerpo se ensanchaba y ganaba peso. Mientras se transformaba, Tonks sacaba ropa de la mochila.


    —Cámbiate rápido Harry estamos cortos de tiempo —le dijo la bruja tendiéndole la ropa.


    Harry se cambió en un minuto y volvió con los magos. Los Dursley estaban callados, observándolo desde la sala. Con un asentimiento de cabeza hacia ellos, se marchó.

    Los tres magos salieron afuera. Todo estaba tranquilo.


    —Tranquilo —susurró Tonks —actúa como si fueras uno de los amigos de tu primo.


    —Eso intento… ¿Que...? —algo en la calle llamo su atención. Ese gato se le hacía demasiado familiar— ¿La profesora McGonagall? —preguntó mirando a Kingsley


    —Sí, y hay otros.


    — ¿Aurores?


    —Sí. Están disfrazados de muggles.


    El número 4 de Privet Drive ya no se veía. A medida que se iban alejando de la casa los nervios de Harry disminuían. Cada tanto hacían un comentario sobre una banda o algún bar muggle. Estaban haciendo un muy buen trabajo, a vista de todos los tres magos parecían unos adolescentes muggles comunes y corrientes.

    Luego de caminar veinte minutos, los magos se metieron a un edificio de dos pisos donde solían reunirse los adolescentes. Subieron a la segunda planta y se escondieron en el baño de varones. Solo había dos chicos y Tonks y Kingsley los hechizaron con un Confundus, los adolescentes quedaron desorientados y luego salieron del baño. Kingsley selló la puerta.


    —Muy bien, ya estamos aquí. A poner en marcha la segunda parte del plan. Tonks, saca las escobas ordenó Kingsley.

    La bruja acato la orden y de la mochila muggle saco tres escobas y le entrego una a cada mago.


    —Yo los hechizo a ustedes dos y luego tu a mi Tonks —dicho esto Kingsley les aplico un hechizo desilusionador a las tres escobas y luego hizo lo mismo con Harry y Tonks.


    Cuando termino, Tonks hizo lo mismo al mago. Ahora los tres eran invisibles y las escobas también.


    —Subamos a la azotea —murmuró Kingsley— Vayamos agarrados, yo iré adelante. Tonks toma mi túnica y Harry haz lo mismo con Tonks.


    Como no se habían movido luego de aplicar el hechizo desilusionador, los tres sabían dónde estaban los otros. Tonks tomo la tunca de Kingsley y Harry la de Tonks. El mago mayor quitó el hechizo que sellaba la puerta y los tres salieron hacia la azotea. Iban pegados a la pared y estuvieron a punto de chocar con un adolescente pero el último se desvió a tiempo.

    Una vez en la azotea, Tonks hechizó las escobas para que las tres se mantuvieran juntas en dirección a Londres. Kingsley iba a la cabeza, Tonks atrás a la izquierda y Harry a la derecha. Ya en el aire Harry se sentía mucho mejor, estaba en su elemento. Los nervios estaban, pero no en el miso nivel que cuando salieron de la casa de sus tíos.


    — ¿Estás bien? — Harry escuchó la voz de Tonks a su izquierda.


    —Sí.


    —Falta poco para llegar —dijo la joven bruja.


    Harry no contestó. Simplemente se quedo observando el hermoso paisaje. El sol se estaba escondiendo y a lo lejos se veían algunas luces de Londres. Volaron diez minutos más y la gran ciudad de Londres se hizo visible. Era una vista hermosa desde arriba.


    Aterrizaron en un parque, el cual Harry reconoció pero no recordó el nombre. Ya había estado allí antes. Grimmauld Place estaba muy cerca. Luego de que Tonks guardara las escobas, los tres magos se dirigieron a Grimmauld Place. No fue necesario que fueran agarrados entre sí porque los tres conocían el camino.


    A Harry lo asaltaron los nervios nuevamente. Estaban muy cerca y rogaba que no sucediera nada malo en las pocas cuadras que les quedaban por recorrer. Faltaban tres cuadras, dos, una, Harry ya podía divisar el gran hueco entre las casas número once y número trece. Llegaron a donde se encontraba la casa y atravesaron el hechizo que la ocultaba, al hacerlo, el hechizo desilusionador que los mantenía invisibles desapareció.

    A Harry lo invadió el alivio y una sensación de bienestar se expandió por su cuerpo. Se apresuró en entrar a la casa, seguido por Kingsley y Tonks, la cual no pudo evitar estrellarse contra en horrible paragüero de Grimmauld Place. Pero eso era algo normal, así que Harry desvió su atención hacia el resto de la casa. Parecía vacía.

    Oyó el ruido de unos pasos apresurados que venían del segundo piso, y en tan solo unos segundos Ron y Hermione estaban con él. La joven bruja prácticamente le tira lo brazos encima y lo estrecho en un cálido abrazo.


    — ¡Harry, estas aquí! ¡Qué bueno que estas a salvo! ¡Feliz cumpleaños!


    —Hermione…


    — ¿Si, Harry?


    —Me estas asfixiando. Y… Gracias— le dijo, feliz de volver a ver a su amiga.


    — ¡Oh cielos! Lo siento Harry, es que estaba tan nerviosa.


    —Tranquila Hermione —dijo Ron— ¿Cómo estas amigo?


    —Feliz por llegar entero, y poder verlos de nuevo. Me alegro de no tener que volver nunca más a la casa de mis tíos.


    Hermione aun estaba nerviosa y es que no había podido soportar la espera. Temía por Harry, pero ya estaba a salvo… por ahora. Hermione desvió esos pensamientos y se concentró en sus dos amigos. Estaban los tres juntos otra vez, eso era lo importante.


    — ¿Dónde están todos?


    —En la coci…


    — ¡OH, HARRY! Querido… ¡Estaba tan preocupada! ¿Cómo estas cariño? ¿Has comido últimamente? Te ves muy delgado.


    —Estoy bien señora Weasley —contestó Harry devolviéndole el abrazo.


    Después de saludara todos los presentes, y de un par de bromas de Fred y George, Harry pudo al fin retirarse a su habitación seguido por Ron y Hermione. Por la noche festejaron el cumpleaños de Harry y luego de la cena los tres amigos se fueron a la biblioteca. Tenían mucho que hablar y mucho que planear y las próximas semanas, en la casa de los Weasley no tendrían tanta privacidad para hablar del plan.



    Al mismo tiempo que los tres amigos charlaban y se divertían juntos, lejos de Grimmauld Place, dos jóvenes de la misma edad que el trío dorado se encontraban maltrechos y exhaustos.


    —Recuérdame porque somos los únicos entrenando —jadeó una joven muchacha haciendo a un lado un mechón de cabello que se le había pegado a la sudorosa mejilla.


    —Simple. Porque somos los mejores —La muchacha sonrió ante el familiar tono arrogante de su rival de entrenamiento.


    —Eso es un poco contradictorio ¿No crees?


    —No. Los demás no importan. Nosotros sí. Nos hacen entrenar porque nos necesitaran, lo cual significa que somos más importantes que los otros.


    —Tienes razón ¿Y sabes una cosa? No me gusta.


    —Ya lo creo. Y dentro de poco va a gustarte menos.


    —A ambos.


    —Lo sé —contestó el joven.


    La arrogancia había desaparecido de sus hermosos rasgos, para ser remplazada por la resignación. Su compañera conocía esa mirada, y no le gustaba. No quería que él se sintiese mal, así que hizo lo posible por desviar ese tema.


    — ¿Sabes que soy mejor que tu no?


    —En tus sueños pequeña.


    — ¿Pequeña? Tenemos la misma edad.


    —Sí, pero tú eres enana —dijo el joven.


    Sabía que eso la enojaría, y no pudo evita sonreírle arrogantemente. Hacerla rabiar era uno de sus pasatiempos favoritos, pero no lo hacía de malvado. Solo bromeaba con ella. Jamás le haría daño, la quería demasiado.


    — ¿Enana? ¡Pero si solo soy doce centímetros más baja que tú! Además, tú pareces un fideo.


    — ¿Un fideo? Vaya, heriste mis sentimientos enana.


    — ¡No me digas así! ¡Mido…!


    — ¡Eeeeenana!


    —Voy a hacer que te arrepientas de llamarme así.


    — ¿Cómo? ¿Llamando a tu ejército de Gnomos y atacándome?


    La joven bruja tuvo que hacer un esfuerzo por reprimir una traicionera sonrisa que luchaba por salir, sabía que él estaba bromeando con ella, y lo prefería así, bromista, antes que verlo triste.


    —No, no llamare a mis pequeños Gnomos, pero ¡Voy a patearte el trasero, chico!


    —Ya veremos, mi pequeña princesa Gnomo, ya veremos…


    Ambos magos volvieron a la lucha, sin embargo, ésta era solo por diversión. Un momento de diversión antes de plantar cara a la dura realidad que se les venía encima.
     
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  2.  
    Eternatus

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    Por favor, separa más los párrafos, cuesta mucho leer así.
     
  3.  
    TheVictimSoul

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    Aries
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    Hola!. Hace mucho que no leía nada tuyo, y debo decir: ¡Me encanta como comenzaste la historia!, si mi memoria no me traiciona, has mejorado mucho :). Síguela, y no nos dejes aquí abandonados xD.
     
  4.  
    Shani

    Shani Maestre Comentarista empedernido Usuario VIP

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    Gracias :)
     
  5.  
    Shani

    Shani Maestre Comentarista empedernido Usuario VIP

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    Tenias razón, se hacia muy difícil leerlos,pero ya lo corregí. Separe los párrafos y cambie los guiones comunes por guiones de dialogo, espero que la lectura sea más fácil ahora. Gracias :)
     
  6.  
    Tarsis

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    Hola!! Excelente historia, buena ortografía, redacción y coherencia. Sin duda una historia bastante intensa, excelente comienzo... Se acercan los días duros; con Voldemort al acecho.

    Tengo dos cosas picando mí curiosidad, primero la mortifaga que sonrió. Y segundo, los dos chicos de final. Será la primera una infiltrada? Y quiénes son los del final?

    Un detalle, querida. No contestes a cada uno de los comentarios por separado. Espera se reúnan varios y contestalos en un sólo mensaje.
     
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  7. Threadmarks: Capítulo 2
     
    Shani

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    Ha pasado más de un año desde que publiqué el primero capítulo xD Pero bueno, aquí estoy, decidida a continuar este fic. Debo aclarar que en esta historia Draco se convierte en mortífago antes de que comience el 7mo curso



    Capítulo 2

    Draco Malfoy sabía que lo que estaba por enfrentar no iba a ser fácil. Toda su vida había alardeado de ser un Sangre Limpia y su objetivo había sido molestar a aquellos que creía inferiores a él. De pequeño lo único que quería era ser como su padre, y ahora que estaba por lograrlo estaba seguro de que por nada en el mundo quería ser un mortífago.


    Lentamente se dirigió al ala oeste de la mansión para luego detenerse en los enormes ventanales que iban desde el suelo hasta el techo. Observó su reflejo en el cristal, estaba ojeroso y la oscuridad reinante en el pasillo lo hacía verse aun más pálido de lo que era. Dejó de mirar su reflejo y observó la tormenta que se desataba fuera. El cielo estaba cubierto de nubes negras y de a ratos era iluminado por algún relámpago. Los arboles parecían a punto quebrarse debido a la fuerza del viento, y la lluvia caía a cántaros. El clima de esa noche parecía ir acorde con los pensamientos de Draco.


    —Una noche perfecta para condenar mi destino definitivamente— susurró el joven mago. Tan ensimismado estaba en sus pensamientos, que no escuchó a la persona que se acercaba detrás de él hasta que ésta le habló


    —Hijo. —Llamó Lucius Malfoy con voz apagada— Ya es hora.


    Draco cerró sus ojos y suspiró. Lentamente se dio la vuelta para enfrentar a su padre. Él también estaba pálido y lo miraba de un modo extraño, parecía que quería decirle algo, pero solo desvió la mirada hacia afuera y observó la tormenta al igual que Draco hacía solo unos segundos.


    —Bien, vamos.


    Ambos hombres se dirigieron hacia la planta baja, lugar donde estaba ubicado en salón de reuniones. Cuando Voldemort hizo de Malfoy Manor su cuartel general, decidió que allí se llevarían a cabo las reuniones. Obviamente ningún miembro de la familia Malfoy opinó en contra de esta decisión ni se negó a usar su casa como un nido de mortífagos, no porque estuvieran a favor, sino porque eran lo suficientemente sensatos como para no llevarla la contraria a su lord.


    La mansión nunca había sido demasiado cálida, pensó Draco, pero la magia de Voldemort parecía absorber la poca vitalidad había tenido. La maldad se sentía en el aire. Cuando el lord estaba en la casa una sensación de desamparo y desasosiego parecía inundar las salas, los pasillos, los dormitorios y el corazón de sus dueños


    Incluso el inmenso y bien cuidado jardín, del que Narcissa Malfoy se ocupaba personalmente, parecía agonizar. Las flores se secaban y solo seguían en pie los inmensos y antiguos robles. Esos árboles eran muy resistentes, pensó Draco, y por un momento deseó tener su misma fortaleza.


    Quería huir, salir corriendo y escapar de todo eso. Pero no lo haría, no podía huir. Debía enfrentar su destino, y sabía que el más mínimo error de su parte culminaría con, en el mejor de los casos, la tortura de su padre y de él mismo.


    Si bien sabía desde hacía años que un día debía seguir los pasos de su padre y unirse a las filas del señor Oscuro, Draco, aún no terminaba de asumirlo. Aún no podía comprender la magnitud de lo que estaba a punto de suceder, o lo comprendía pero no quería aceptarlo.


    Los recuerdos del mundial de Quidditch se arremolinaron en su mente y recordó el revuelo que aquella calavera verde con una serpiente por lengua había provocado en la gente. A sus catorce años aquel incidente le había resultado divertido y la marca tenebrosa fascinante, hasta el punto de desear tenerla en su brazo lo más pronto posible.


    Recordó, también, que al regresar a la mansión estaba decidido a pedirle a su padre que lo llevara con el Señor Oscuro para que éste lo convirtiera en uno de los suyos. Su padre, con una extraña mirada, le había dicho que aún no estaba listo y que debía esperar unos años más.

    Draco se había puesto furioso y había ignorado a su padre el resto de las vacaciones, yéndose a Hogwarts sin despedirse de él.


    Ahora se daba cuenta de lo increíblemente idiota que había sido. Lejos de aquel muchachito caprichoso, presumido, altanero y elitista era, ahora, un muchacho al borde de la desesperación. Era apenas una sombra de lo que alguna vez había sido.


    Deseaba con todas sus fuerzas que su padre lo detuviera y le dijera que aún no estaba listo, que debía esperar unos años más. Pero con diecisiete años ya era un adulto que, ante todo, debía asumir sus responsabilidades sin vacilar.


    Draco había sido víctima del Cruciatus el día en que su adre había fallado en su misión en el Ministerio de Magia. Voldemort lo había castigado a él por el error de su padre y le advirtió que si en el futuro él llegaba a cometer un error similar, su madre pagaría las consecuencias.


    La idea de que su madre fuera torturada le causaba ira, repulsión y un fuerte odio hacia Voldemort. Se había jurado a sí mismo que protegería a su madre con su propia vida, si fuese necesario.


    El salón donde la marca tenebrosa sería grabada en su brazo izquierdo estaba a tan solo unos pasos. Lucius Malfoy detuvo la marcha y Draco hizo lo mismo. Debía entrar solo, allí adentro no había mortífagos, solo él y el Señor Oscuro, y eso no podía resultarle más aterrador.


    Su padre no le dijo nada, no hacía falta. Su mirada lo decía todo. Sabía que su padre deseaba que él no tuviera que hacer esto, pero no podía hacer nada para evitarlo. Mejor dicho, podía, pero si lo hacía terminarían torturados.


    Draco miró a su padre unos segundos más y luego, apretando los labios, se dirigió hacia la entrada del salón. A medida que se acercaba la temperatura parecía descender ¿O era tan sólo idea suya?


    Joder. Seré un puto mortífago, joder. Los recuerdos de sus entrenamientos con Pansy acudieron a su mente. Esto tabién lo hacía por ella, para poder protegerla. Pansy también se uniría a las filas del Señor Tenebroso y, al igual que Draco, no tenía las más mínimas ganas de hacerlo.


    Por órdenes directas de Voldemort, ambos jóvenes debían entrenar. Luchar entre sí y contra mortífagos más fuertes que ellos y más experimentados. Lo habían hecho bastante bien aunque habían quedado con alguna que otra cicatriz, a pesar de que solo eran entrenamientos. Los desgraciados disfrutaban echándoles maldiciones tanto a Draco como a Pansy.


    Cuando estaba a tan solo unos centímetros del picaporte, la puerta, se abrió. Un escalofrío recorrió su espalda, pero su cara seguía con la misma máscara imperturbable.


    —Draco.


    La voz de Voldemort era fría, aterradora, ni siquiera era una voz, eso era un siseo. El muchacho se limitó a asentir, haciendo un esfuerzo sobrehumano para no desfallecer allí mismo.


    —Acércate.


    Draco notó que ni Colagusano ni Snape estaban allí, y a pesar de estar algo distanciado de su padrino, le hubiese gustado verlo allí.

    Su mirada se posó en una de las manos de Voldemort, no se atrevía a mirarlo a los ojos. No podría seguir aparentando calma si sus ojos se cruzaban, más bien, si sus rendijas se cruzaban con sus ojos.


    Se acercó a él y se preguntó si le tocaría el brazo. Si, para grabarle la marca, tomaría su mano, con esas manos frías y aterradoras, con esa piel del color de una serpiente.


    — ¿Estás listo para unirte a mí, Draco? ¿Estás listo para ser parte de la historia?

    ¿Cuál historia? Él no quería ser parte de la historia, él no quería estar ahí. Él quería permanecer en el anonimato. Quería ser conocido tan solo por su familia y amigos.

    —Sí, señor, lo estoy. —su voz apenas audible.

    Una mueca se formó en los labios de Voldemort, una mueca que hacía de sonrisa. Retorcida y letal. Sádica, al igual que su mirada, y tan horrible con las rendijas que tenía por nariz.

    —Levanta el brazo izquierdo y corre la manga.

    Draco hizo lo propio y corrió la manga de la camisa hasta la altura del codo, dándole así vía libre a su brazo a Voldemort. Éste no lo toco. Apuntó la muñeca del muchacho son su varita y comenzó a hablar en una lengua que Draco desconocía, mientras la movía imitando la forma del número ocho.

    Al cabo de unos segundos su brazo comenzó a arder, literalmente. Su piel enrojecía mientras aparecían unas finas líneas negras. El dolor fue aumentando, un dolor que lo hacía querer suplicar de rodillas que todo aquello terminara de una buena vez.

    Cerró los ojos y apretó los dientes. Su rostro estaba aún más pálido que antes, si eso era posible, y creyó que si el dolor seguía en aumento perdería la consciencia en cuestión de segundos.

    No podía pensar, el dolor se lo impedía. Solo deseaba que la maldita marca estuviera ya grabada en su brazo. Se prohibió gritar, aunque estuvo a punto de soltar un gemido. No quería ver su brazo por temor a encontrarse con tan solo unas pocas líneas más y saber que aún tendría que aguantar ese dolor durante mucho más tiempo. Sin embargo lo hizo, se atrevió a mirar.


    Le sorprendió ver que la marca ya estaba ahí, completa y terminada, moviéndose. Aunque Voldemort ya no estaba trabajando sobre él, el dolor seguía siendo insoportable. El sudor recorría su espalda, lento y frío, al igual que una serpiente. Su mirada se quedó fija, en la marca.


    —Bienvenido. — escuchó decir a Lord Voldemort, dese ahora, su lord.


    Tenía la vista nublada, y las piernas le temblaban. Su brazo aún escocía, como si le hubiesen introducido brazas en carne. Y ese terrible dolor había sellado su destino. Ya era parte de ellos. Ya era un mortífago.
     
  8. Threadmarks: Capítulo 3
     
    Shani

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    Harry, Ron y Hermione estaban reunidos en la habitación de los chicos. Era muy temprano, ni siquiera los señores Weasley estaban levantados. Todos dormían, menos ellos. Prácticamente vivían desvelados desde que había ideado aquel plan. Ya tenían todo planeado, pero, aún así, Hermione había acudido a la habitación de Ron para repasar los últimos detalles.


    —Chicos…


    El murmullo fue apenas audible, a pesar de que la puerta de la habitación tenía un hechizo insonorizador y no era necesario bajar la voz para que los demás no los escucharan. Hermione y Ron callaron y miraron a su amigo.


    Harry no sabía que decir, bueno, sí sabía, pero no sabía cómo decirlo para que sus amigos lo entendieran. Estaba seguro de que sus amigos no comprendían del todo lo que estaban a punto de hacer, lo que causarían, lo que tendrían que vivir.



    Antes de terminar el sexto curso y luego de la muerte de Dumbledore, Harry ya tenía un plan, o un proyecto de plan. Tenía decidido cuales serían sus pasos a seguir, pero claro, tenía que pulir detalles. Sus amigos se dieron cuenta de esto, aunque los embargaba una inmensa tristeza por la muerte de su querido director, habían visto un brillo extraño en la mirada de Harry: él estaba tramando algo.


    Así que, un atosigante Ron y una obstinada Hermione, no cesaron de acosarlo para que les contara que era lo que ocultaba, y Harry no tuvo otra alternativa que contarles lo que planeaba hacer.

    Todos a su alrededor terminaban, siempre, lastimados o muertos. No quería que algo malo les sucediera a sus amigos, sus mejores amigos. No quería involucrarlos, esta era su guerra, él debía vencer a Voldemort, solo.


    A regañadientes, les confesó su plan a sus amigos. Podía recordarlo como si hubiesen pasado solo unos días en lugar de varios meses.


    — ¿Cúando pensabas decírnoslo? —cuestionó una muy airada Hermione.


    Harry no respondió, no sabía que decir. Hermione tenía razón en estar enojada, ellos eran sus amigos y les había ocultado algo importante pero, por otro lado, esto era algo que solo le atenía a él y ellos no debían involucrarse.


    —No pensabas hacerlo ¿Verdad? No ibas a decirnos nada. —Esta vez fue Ron quien habló, pero él no estaba enojado. Su actitud había cambiado desde que casi perdiera la vida en el Torneo de los Tres Magos. Su tono era de…. ¿Decepción? ¿Tristeza?


    —Chicos…—Las palabras se le atoraban en la garganta. Quería decirles miles de cosas, quería hacerles entender. Pero los miraba, y las palabras no le salían.


    — ¿Qué, Harry?


    —No será un viaje de placer. Habrá peligros, verdaderos peligros. No quiero involucrarlos. Acabar con Voldemort es mi deber. Entiéndalo, por favor.


    —No, Harry. TÚ entiende. Nosotros jamás te dejaremos solo, ni aunque lo ruegues ¡Jamás!


    — ¡Podrían morir, Hermione! ¡Como mis padres, como Sirius, como Dumbledore! Como todos a mi alrededor…


    A Hermione se le estrujó el corazón al escuchar las palabras de Harry. Él tenía tanta presión sobre su cabeza. Quería ayudarlo, abrazarlo y hacerle entender que no estaba solo. El muchacho era como el hermano que nunca había tenido y le dolía en el alma verlo así. Pero Harry era muy obstinado. Seguía empeñado en que la guerra era su guerra.


    Lo entendía, entendía a su amigo aunque él creyera que nadie lo hacía. Harry había perdido a sus padres, luego Sirius había vuelto y le había dado la ilusión de una vida mejor, pero esta había durado muy poco, hecha añicos por Bellatrix. Y luego, la muerte de Dumbledore. La persona en quien Harry más confiaba, a quien más admiraba y a quien acudía cuando necesitaba un consejo.


    Claro que lo entendía. Harry no quería perder a nadie más. Pero él debía entender que esta no era solo su guerra, esta guerra era de todos los magos.

    La muchacha se levantó del sofá de la sala común y se sentó en el suelo, al lado de Harry.


    —Sé que no quieres perder a nadie más, Harry. Sé que tan solo pensarlo te aterra. Pero no estás solo, nunca lo estarás. Entiende Harry, nunca estarás solo. Esta no es solo tu guerra. Voldemort asesinó a mucha gente, a muchas criaturas. Él sembró el terror en el mundo mágico. Entonces, la guerra es asunto de todos. Asunto de las criaturas mágicas que deben esconderse por negarle a Voldemort la propuesta de unirse a su bando, asunto de la familia de las personas torturadas y asesinadas, asunto de las personas que queremos una sociedad libre de miedo, libre de prejuicios.


    —Estamos contigo, hermano. Ahora y siempre—le dijo Ron, palmeándolo en el hombro. Hasta ahora, Harry, no se había percatado de que Ron había hecho lo mismo que Hermione. En lugar de estar en el sofá, estaba sentado en el suelo, a su lado.


    Harry suspiró. La Sala Común estaba vacía. Con lo sucedido en los últimos días, nadie tenía ánimos para estar despierto hasta altas horas de la madrugada. En lugar de ello, los alumnos preferían retirarse a sus habitaciones apenas terminar la cena.


    El muchacho observó a sus amigos. Les debía gran parte de todos los momentos felices que había vivido. Habían estado en los mejores y en los peores momentos ¿Qué harían sin ellos? Sería terriblemente miserable, pensó.


    — ¿Entienden que correrán un grave peligro?


    —Me interné en una madriguera de arañas gigantes y hambrientas.


    —Me encontré cara a cara con un troll de tres metros cuando tenía 11 años


    —Estuvimos frente a un hombre lobo.


    —Combatimos contra mortíferos en el Ministerio de Magia.


    —Fui envenenado, este mismo año.


    —Sin dudas recuerdas todo esto. Lo viviste junto a nosotros. Y sí, entendemos que podríamos enfrentar peligros mucho mayores que un tonto troll, pero iremos contigo, Harry, y nada de lo que digas nos hará cambiar de opinión. —sentenció Hermione.


    —Hermione ya lo ha dicho todo. Ya no insistas, Harry.


    —Ya es tarde. Deberíamos ir a dormir. Mañana tenemos mucho trabajo que hacer.


    — ¿Trabajo? — exclamaron Harry y Ron a la vez.


    —Por supuesto. Tenemos un plan de fuga que idear. —respondió la muchacha. Y sin decir más se levantó y se dirigió a la habitación de las chicas.


    Ron también se había levantado y ahora se dirigía al dormitorio de los chicos.


    — ¿Vienes?— le preguntó.


    —En un momento— respondió Harry.


    El pelirrojo se encogió de hombros, le dio la espalda a su amigo y se fue a dormir. Harry se quedó un rato más en la sala común, sentado en el suelo, con la espada apoyada en el sofá y observando el cielo que comenzaba a aclarar.


    Por varios minutos meditó lo que sus amigos le había dicho hacía tan solo un momento. Quizás tuvieran razón…quizás.


    Su cabeza cayó a un lado y el movimiento brusco lo despertó. Se había quedado dormido, tenía baba en el pijama y le dolía la espalda. Era omento de ir a dormir, en unas horas tendría que levantarse e ir a clases, además de idead un plan de fuga. Sonrió y se dirigió al dormitorio.



    Un amago de sonrisa asomó en los labios de Harry al recordar lo obstinada que podía llegar a ser Hermione. La cual, dicho sea de paso, había adivinado que trataba de decir su amigo.


    El murmullo quedo, la mirada ausente, y el gesto de frustración en su cara. Era exactamente la misma escena que habían vivido hacía unos meses en su Sala Común, cuando intentaba convencerlos de que no debían ir con él.


    —No empieces Harry. —le dijo a su amigo, con un tono que no daba lugar a réplicas. Pero si Hermione podía ser obstinada, Harry también.


    —Pero, Hermione, Ron…


    —Ya, ya, amigo. Estamos nerviosos por lo que haremos en los próximos días, pero no es momento para ponerse a hacer estos planteos— le dijo Ron.


    Harry miró a sus amigos una vez más. Hermione tenía la ceja izquierda alzada, los brazos cruzados sobre su pecho, una postura rígida y cara de “no sigas con eso Harry, o lo pasarás mal”. Ni que fuera hija de Molly Weasley, pensó. Y Ron, Ron estaba despatarrado en el suelo, bostezando y a punto de soltar dos litros de baba. Esta vez sí sonrió.


    —Solo una cosa más —les dijo— ¿Están completamente seguros de que quieren acompañarme?


    Hermione sonrió, triunfal y Ron se despabiló un poco, sonriendo también.


    —Sí, Harry, estoy completamente segura. Lo juro por la P.E.D.D.O


    —Claro que sí amigo.


    —Gracias— dijo Harry.


    —Y ahora, vamos a dormir. Mañana tendremos que estar descansados para “preparar todo para tomar el expresso a Hogwarts”.


    A todos los invadió la melancolía al pensar que ya no regresarían a Hogwarts. El colegio era como una segunda casa para todos ellos. Allí se habían unido como grupo, allí habían vivido innumerables aventuras, allí habían sido felices.


    Harry y Hermione, comenzaron a entender lo que significaba ser un mago, todo lo que eso conllevaba no cuando entraron al callejón Diagon, no cuando subieron al Expresso, sino cuando vieron el inmenso, hermoso e increíble castillo que sería su hogar y escuela.


    Ron, que ya sabía que era un mago, no podía esperar a vivir por sí mismo todas las cosas que sus hermanos mayores le relataban de ese, valga la redundancia, mágico lugar llamado Hogwarts.


    Las horas en la biblioteca, los entrenamientos y partidos de Quidditch, los partidos de ajedrez mágico, las comidas en el Gran Salón, las fiestas en la Sala Común, las escapadas a altas horas de la noche usando la Capa de Invisibilidad de Harry, las visitas a Hagrid, las tardes de charla frente al lago. Ya no podrían disfrutar de nada de eso.


    Aún con toda la tristeza y nostalgia que eso les provocaba, entendían que todo era por un bien mayor, que no volverían a Hogwarts por una causa muy, muy necesaria. Claro que lo entendían, pero eso no lo hacía menos difícil ni menos duro de sobrellevar. Aunque, ese peso que se había instalado en sus corazones al comprender que no volverían al colegio, parecía aligerarse un poco cuando pensaban en Voldemort y en lo que le sucedería al mundo mágico si no lo derrotaban.


    Así que, cansados, somnolientos, con la tristeza a cuestas y con una última mirada cómplice, los tres amigos se fueron a dormir. Los próximos días, semanas, meses quizás, serían los más largos de sus vidas.





    — ¡A levantarse, muchachos! —Bramó Molly Weasley. —Siempre es lo mismo con ustedes ¡Arriba!


    Y la respuesta que obtuvo fue…silencio. Un absoluto silencio, a excepción de los ronquidos de su hijo, que le indicaron que había sido simple y llanamente ignorada, y esto no era algo que a Molly Weasley le agradara. Así que, con su brazo derecho en la cintura y el derecho alzado, sosteniendo la varita, hizo volar por el aire las sábanas de cobijas de los chicos.



    — ¡Ronald Weasley! ¡Harry, cariño! —dijo gritando, pero suavizando su tono al nombrar a Harry— ¡Ya levántense! Y no volveré a repetirlo.


    Harry se levantó en el preciso instante en que la madre Weasley abandonó la habitación. Había visto a Molly Weasley enojada con sus hijos y no quería traer a flote al monstruo en que se convertía cuando no le hacían caso. De todos modos ya estaba despierto cuando la mujer entró al dormitorio. No había podido dormir mucho, y las pocas horas que había podido dormir habían estado plagadas de enmascarados, cadáveres, maldiciones y algo parecido a un humano con cara de serpiente.


    El muchacho detuvo sus pensamientos al instante. No quería pesar en Voldemort, al menos por un rato, así que dirigió la mirada hacia su amigo.

    Ron estaba acostado boca arriba, abriendo y cerrando la boca como un pez fuera del agua. El menor de los chicos Weasley abrió un ojo, apenas, como si quisiera asegurarse de algo antes de moverse.


    —Ya se fue, Ron, pero será mejor que te levantes ya si no quieres que vuelva y te baje a la cocina arrastrándote de una oreja.


    Como respuesta Harry obtuvo un perezoso bostezo y un “mmm…”. Acto seguido se fue al baño y al volver Ron ya se había levantado y estaba vistiéndose. Obviamente el muchacho tampoco quería provocar a su madre y hacer surgir al “monstruo” que se apoderaba de su madre cuando la hacían enfadar.


    —Te espero en la cocina—le dijo Harry a Ron.


    —Mhmm…


    Harry puso los ojos en blanco. “Mmm…” y “Mhmm” eran las únicas respuestas que uno podía recibir si le hablaba a Ron cuando éste recién se levantaba. No era como si el propio Harry tuviese el mejor humor mañanero, pero al menos él podía responder con monosílabos como “sí”, “no” y “ok”.


    Sabiendo que no obtendría nada más de Ron bajó las escaleras y se dirigió a la cocina. Hermione ya estaba allí, y Ginny también. Ambas estaban desayunando y hablando, pero la charla cesó en cuanto Harry entró a la estancia.


    —Buenos días. — les dijo.


    —Buen día, Harry. —le respondió Hermione, levantando apenas su taza y sonriéndole.


    —Buenos días. — murmuró Ginny.


    El muchacho se sentó al lado de Hermione, frente a la menor de los Weasley. Harry pensó que podría quedarse sentado allí, por horas, tan solo contemplando a Ginny. Quería saltar por encima de la mesa, abrazarlas, besarla, decirle que todo iba a ir bien…pero lo cierto es que no podía. No debía.


    No quería darle esperanzas, no cuando ni siquiera sabía si regresaría vivo. Su corazón parecía hacerse más pesado al pensar en esto. Tenerla tan cerca y a la vez tan lejos. Harry pensó, no por primera vez, en lo injusta que era la vida.


    Haciendo a un lado esos pensamientos se dispuso a desayunar. Bebió un sorbo de café y lentamente dirigió su mirada hacia Ginny. La muchacha estaba mirándola, con una ligera sonrisa en los labios y con una mirada de entendimiento. Harry le sonrió, parecía que estaba a punto de decirle algo cuando su madre la llamó.


    — ¡Voy, mamá!— gritó la muchacha.


    En la cocina solo estaban Hermione y Harry. Éste último suspiró ruidosamente, mientras fijaba la mirada en su taza de café. Hermione, que hasta ese momento estaba oculta detrás del periódico, lo miró y al instante supo cual era el motivo del ruidoso suspiro. Con un gesto de comprensión le puso una mano sobre el hombro del muchacho.


    —Todo estará bien, Harry.


    — ¿Ah, sí? —respondió el muchacho.


    —Lo que has hecho, lo que haremos. Todo es por un mundo mejor. Para los magos, los muggles, para Ron, para mí, para ti…para ella.


    —Eso no lo hace menos difícil.


    —Lo sé, Harry, lo sé.


    Harry miró a su amiga. No quería admitirlo, pero en el fondo se alegraba como nunca por la insistencia y testarudez de sus amigos. Emprender semejante tarea solo, lo aterraba.


    —Estaría perdido si ti y si Ron. —le dijo.


    —Lo sé, Harry, lo sé. —le respondió Hermione, haciéndolo reír y sonriendo ella también.


    El día transcurrió de forma normal. Luego del almuerzo Harry, Ron y Hermione jugaron un partido de Quidditch contra Fred, George y Ginny. El partido terminó con el equipo de Ginny victorioso y con una Hermione malhumorada. Ese deporte solo acentuaba su poca coordinación a la hora de volar en escoba.


    Refunfuñando la muchacha entró a La Madriguera apenas terminó el partido, seguida de los demás riendo disimuladamente. Todos sabían que era de insensatos aumentar el malhumor de Hermione.


    Bromas y risas por parte de los gemelos, melancolía y nostalgia por parte de Ron y Hermione, miradas furtivas entre Ginny y Harry, una Molly Weasley preocupada por el señor Weasley y Percy que aún no regresaban del trabajo. Así transcurrió la cena.


    Cuando llegaron el señor Weasley y Percy Molly al fin pudo relajarse. Pero, la tranquilidad duró poco. Arthur Weasley traía malas noticias: los mortífagos habían atacado otra vez. Otro pequeño pueblo muggle había sido masacrado.

    El horro de lo sucedido no tardó en reflejarse en la cara de las personas allí presentes.


    Harry, Ron y Hermione se miraron, solo unos segundos, tiempo suficiente para decirse en silencio que el plan debía ser ejecutado cuanto antes. Disimuladamente Harry les hizo una seña a Ron y a Hermione, quienes, entendiendo lo que pretendía su amigo se excusaron alegando demasiado sueño como para seguir allí sentados.


    Ginny, suspicaz, solo se limitó a desearles buenas noches, mientras sus padres y sus hermanos hacían lo mismo para luego seguir hablando de la masacre provocada por los mortífagos. Ninguno de ellos había notado las extrañas miradas que se habían dirigido Harry, Ron y Hermione.


    Los tres jóvenes dejaron la cocina atrás y se dirigieron a la habitación de Ron, una vez dentro cerraron la puerta y le hicieron un hechizo insonorizador. Aunque todos estaban en la planta baja, no estaba demás ser precavidos.


    Ron se recostó contra la puerta, Hermione se sentó sobre la cama de Ron y Harry se situó de espalda a ellos, frente a la ventana, observando .a noche estaba oscura y el cielo repleto de densas nubes negras que impedían el paso de la luz de la luna. El muchacho le dio la espalda a la ventana, para poder estar de frente cuando les comunicara su reciente decisión a sus amigos.


    —Ya no podemos esperar más tiempo. Lo haremos esta misma noche.
     
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