Explícito Delirium [AU | Hiroki x Shiori]

Tema en 'Mesa de Fanfics' iniciado por Zireael, 17 Abril 2020.

  1.  
    Zireael

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    Título:
    Delirium [AU | Hiroki x Shiori]
    Clasificación:
    Para adolescentes maduros. 16 años y mayores
    Género:
    Romance/Amor
    Total de capítulos:
    1
     
    Palabras:
    3456
    Yo: *trato de levantar mi dignidad*
    Also yo: *la tiro al piso de nuevo* Nel, ya la chupó el diablo.

    Bueno, I'm trash y me aventé 3k de porno, madre mía alguien que me detenga ya por favor. Escribí esto como con tres canciones diferentes de NTB, pero dejo esta porque me puso en el mood y fue con la que cerré el fic, cambiando el final que tenía planeado a este.
    Yugen aquí tienes esta... cosa *rueda*

    Also el título no tiene sentido, pero tenía el documento guardado como delirio y pues me gustó.





    If there's something, I can't see it.
    Show me something 'cause I need it.









    Delirium






    Akaisa dio una profunda calada a su cigarrillo para luego exhalar el humo por las fosas nasales. El viento en la azotea lo arrastró en dirección contraria.

    —¿Qué querías? —preguntó de mala gana, como era usual—. Tengo cosas que hacer.

    —¿Como ir a bajarle los pantalones a Wickham? —La voz tranquila y suave desentonó con el comentario, pero logró arrancarle una carcajada a la mayor.

    —Definitivamente, Kurobaka. Estoy perdiendo tiempo valioso aquí, ¿sabes?

    —¿Me dejas probar un cigarrillo?

    —¿Qué dices, estúpida? ¿No sabes que esa puta mierda te va a pudrir por dentro?

    Las mismas palabras de Usui.

    —¿Ah? —Shiori parecía particularmente distraída—. Sí, pero estoy jodidamente nerviosa y no sé, me da curiosidad.

    Akaisa bufó para sí misma. Si algo no quería era ser responsable de los vicios de alguien, al menos no de alguien como Kurosawa.

    —Ni de coña, bonita. —Katrina se deslizó hasta sentarse en el suelo, usando la reja como respaldar y Shiori permaneció de pie a su lado—. Suelta tu mierda de una vez, no tenemos todo el día.

    Eso era lo más cercano a preocupación que podía demostrar Katrina sin sentirse expuesta, porque aunque nunca fuese admitirlo, una parte de sí se preocupaba por la necia de Shiori.
    La conocía desde antes de… de eso. Se había acercado a ella poco después de que había entrado a la escuela japonesa, la maldita escuela japonesa, y siguió cerca de ella al pasar a primero, luego a segundo y finalmente a tercero, incluso después de que se cortara el cabello, se tiñera, tirara su ropa de princesa y se empezara a revolcar con quien estuviera disponible.

    Todo para que a su padre le siguiera importando una mierda.

    —¿Cómo es… —La menor dudó y Katrina alzó la mirada hacia ella un momento. Le temblaban las manos—, ya sabes… eso?

    —¿Eso? —La de mechas rojas soltó una risa nasal—. ¿Qué coño es eso?

    Lo sabía de sobra, pero la divertía sobremanera verla contrariada cuando acababa de decirle que seguro iría a bajarle los pantalones al niño inglés.
    La menor empezó a jugar con un mechón de su cabello, ansiosa.

    >>No es la gran cosa. Adentro, fuera y bye bye~ —Notó la clara decepción en los ojos anaranjados de Shiori y volvió a reír, regresando la vista al frente—. ¿Preguntas por un polvo o, ya sabes, la mierda seria? No, no respondas. Obviamente por la mierda seria. No tengo idea de esa, Kurobaka, pero ni remota.

    —¿Entonces?

    —¿Entonces qué? —Dio una nueva calada—. Te tiras a alguien porque las hormonas te lo piden a gritos y el cuerpo reacciona. Es divertido, ya sabes, aunque puedas pensar que es raro y si es satisfactorio, mucho mejor, no hay placer más abrumador e increíble.

    —Ya…

    —Si te preocupa la primera vez, Kurosawa, te aseguro que hay posibilidades de cagarla pero si sabes jugar tus cartas no tiene por qué ser necesariamente mala. —Apagó la colilla contra el suelo—. Ahora dime, ¿quién se supone que es el afortunado?

    —¡N-nadie! —chilló—. Solo tenía curiosidad.

    —¿Tan siquiera lo has besado, Shiori? —En su rostro se formó una sonrisa torcida.

    —¿Qué?

    —A Usui-kun. —La miró de reojo con su ojo gris y notó que la menor prácticamente había dejado de respirar.

    —¿Qué dices, imbécil? —La vio cruzar los brazos bajo el pecho, evidentemente abochornada y molesta, quizás no a partes iguales. Su siguiente frase volvió a arrancarle una risa a Katrina—. ¿Te piensas que ese cachorro idiota dejaría que lo bese?

    Kurobaka, ese idiota se lanzaría de esta maldita azotea si haces lo mismo.

    La mayor se encogió de hombros para luego esculcar en el bolsillo de su falda, el bolsillo del desastre, y sacó de él dos paquetes cuadrados de envoltorio gris metálico. Los extendió hacia Kurosawa, como si no fuese nada del otro mundo.

    —Toma, Kurobaka. —La llamó dado que seguía sin mirarla.

    —¡¿Qué coño?! ¡No! ¡Solo estaba preguntando, no necesito eso! —Su tono, usualmente calmado, se tornó repentinamente chillón.

    —¿Eres estúpida? Precisamente porque me estás preguntando sé que los necesitas —respondió mientras los deslizaba en el bolsillo de la falda ajena—. Me lo preguntas porque lo has pensado lo suficiente tú sola y tu respuesta a tus propias preguntas es afirmativa. Quieres y como un día despiertes más caliente de lo que ya debes andar, juro por mi madre que te veo arrastrando a Usui al armario de enseres. Aquí queremos buenos polvos, no hijos ni otras porquerías, Kurosawa, así que quédate esa mierda.

    Katrina se levantó, desperezándose después, volvió a mirar a la menor que tenía la mirada clavada en el suelo. Si se ponía más roja iba a empezar a humear, maldita sea.

    Había que ver lo jodida de la cabeza que estaba Kurosawa, para pensar en tirarse al torpe de Usui.

    —¿G-gracias? —La escuchó murmurar. Katrina hizo una reverencia dramática como respuesta.

    —La zorra de la escuela a tu servicio, querida. —Finalmente se volteó para comenzar a alejarse, mientras se despedía con un movimiento de mano—. Diviértete con tu cachorro~


    .

    .

    .


    Otra vez.

    Maldita Katrina, había tenido razón. Iba a necesitarlos, los había necesitado ya y ahora, resultaba que Akaisa se había transformado en su contrabandista.
    Sintió los preservativos en el bolsillo de su falda, recordándole que estaba malditamente mal de la cabeza, y aún así abrió la puerta del armario de enseres de gimnasia, arrastrando a Usui tras de sí, sujetándolo de la manga del gakuran.

    No había chistado siquiera, no había puesto resistencia, como si supiera de sobra qué era lo que estaba planeando Kurosawa y, sobre todo, porque no quería poner resistencia alguna. Había que ser jodidamente estúpido para poner resistencia luego de aquella vez.

    Shiori lo soltó, para luego cerrar la puerta y apoyar la espalda en ella, con la vista clavada en Hiroki.

    —¿Se puede saber qué cojones planeas ahora, Kurosawa? —preguntó a pesar de saberlo, evidentemente tenso, con un gruñido bajo.

    La luz del atardecer se filtraba de nuevo por la pequeña ventana, bañando el armario con su luz anaranjada, exactamente idéntica al color de los ojos de Shiori y de hecho, esa luz solar hacía que toda ella pareciera rodeada por una llama etérea. Se había quedado embobado mirándola y su cabeza arrojó de nuevo una pregunta, la pregunta de siempre.

    ¿Qué se supone que hacía esa diosa en el puto armario con él?

    —¿Puedo besarte, senpai? —A pesar de lo tranquila de su voz, casi pudo detectar un ligero temblor en ella, es más, en todo su cuerpo, y evitó su mirada adrede. Tenía las mejillas enrojecidas.

    Como un pajarito asustado, a punto de alzar vuelo en cualquier momento.

    —¿Ah?

    —¿Puedo besarte? —repitió con un hilo de voz.

    Se lo había tirado allí mismo, ¿qué coño hacía preguntando si podía besarlo? Joder, Shiori Kurosawa podía hacer lo que le viniera en gana y lo sabía, maldita ella que lo sabía.

    Parpadeó varias veces, confundido, y la vio despegar la espalda de la puerta por fin, para acercarse a él. Estuvo por dar un paso atrás, pero ella volvió a asirlo del uniforme, impidiendo que retrocediera.
    Era cierto que Shiori no era tan baja, pero aún así había tenido que obligarlo a agacharse un poco, lo suficiente para poder alcanzar sus labios y unir sus alientos.

    El corazón del chico perro dio un vuelco, como si a pesar de lo que había ocurrido allí mismo, no estuviera ni mínimamente preparado para sentir los labios de Kurosawa de nuevo.

    Sin embargo, su cuerpo reaccionó y rodeó la cintura de la muchacha, pegándola a su cuerpo con fuerza y ella entreabrió los labios, consumiéndolo sin aviso. Sus manos delgadas y asombrosamente ágiles acunaron su rostro, antes de deslizarse entre su cabello cenizo, profundizando el beso, colando la lengua dentro de su boca.

    Había que ver la capacidad que tenía esa chica para volverlo malditamente loco en dos segundos, hasta sin tocarlo. Pero cuando lo tocaba, joder, cuando lo tocaba era como si estuviera hecha de fuego.

    Hiroki retrocedió sobre los pasos de Shiori, hasta topar con la puerta y la arrinconó contra ella. La sintió sonreír contra sus labios, burlona, y aquello solo causó la ignición de algo dentro él. Separó las manos que el pajarito tenía enredadas en su cabello y las sujetó por encima de su cabeza, inmovilizándola, dejándola expuesta. A su merced.

    Otra sonrisa burlona contra su boca y esta vez, mordió su labio, arráncadole un gruñido ronco al muchacho de ojos dorados.

    —¿Qué pretendes, senpai? —ronroneó en cuanto él se separó ligeramente, mirándola con sus ojos amarillos opacados por algo que ahora sí sabía identificar. Deseo.

    Joder. Maldita Kurosawa.

    ¿No se supone que había dicho que no se hiciera ideas raras por lo que había dicho la niña mimada de Honda? ¿Qué cojones era eso entonces? ¿Y aquella mierda de decirle que lo quería? Dios, si se lo había dicho también. Se lo podría repetir las malditas veces que hicieran falta, pero allí estaba y de repente parecía querer miles de cosas, pero el cariño no estaba entre ellas.

    ¿Fue Akaisa? No. Ni de coña. Esa parte rara de Kurosawa siempre había estado allí, en su carácter burlón.

    La sujetó por el mentón y volvió a tomar posesión de su boca, con necesidad, e inmediatamente después deslizó su mano por su cuello, luego hasta los botones de la camisa del uniforme y empezó a soltarlos, descubriendo su piel nívea.
    Soltó sus manos, liberándola, y con movimientos torpes le quitó la chaqueta, arrojándola al suelo, para volver a sujetarla por la cintura y pegarla él.
    La suavidad de sus senos, incluso a pesar de que el sostén y su ropa se interponían, le arrancó un gruñido ronco. Lo cierto es que Kurosawa tampoco era una niña, aunque podía comportarse como tal si le daba la gana.

    Como siempre. Si algo le daba la gana lo hacía, punto.

    Sus delgadas manos volvieron a su cabello, enredándose en él. La sintió apretar su agarre y antes de que pudiese reaccionar, tiró hacia atrás, separándolo de ella.

    ¿Qué coño?

    Los labios suaves y húmedos de Shiori recorrieron la línea de su mandíbula, pasaron por su cuello como el fuego sobre una línea de pólvora y su aliento avivó la chispa. Otro gruñido ronco escapó de su boca y sin mirarla, pudo imaginar la sonrisa que tendría en el rostro.

    Esa jodida sonrisa.

    Sus manos liberaron su cabello cenizo, enfocándose ahora en deshacerse de la ropa del muchacho, empezando por el molesto gakuran. Deshizo cada botón con paciencia hasta que se permitió deslizar la prenda de sus hombros, repitió lo mismo con la camisa. Lo sintió estremecerse bajo su tacto y sin ser consciente siquiera, relamió sus labios.
    Recorrió con sus dedos sus clavículas, su pecho, su abdomen y se detuvo en la correa del pantalón, para levantar la vista hacia él. Empezó a retroceder, empujándolo al otro lado del cuarto, arrinconándolo como él había hecho con ella.

    Estaba tenso, evidentemente nervioso y a ella le gustaba. Disfrutaba verlo así, obediente, dócil, a pesar de que se hacía el rudo. Disfrutaba que temblara bajo su tacto.

    Bajo la mano correcta haría lo que fuese.

    —Quitátelo —murmuró. Su voz suave, aterciopelada, sonó particularmente grave de repente.

    Mierda. Iba a derretirse allí mismo.

    —¿Qué mierda dices? —No podía despegar la vista de ella, simplemente no podía.

    Su cabello, lleno de destellos anaranjados y el mechón azul, rebelde, deslizándose a su pecho, posándose sobre sus senos. El recorrido de su vientre, hasta llegar a la falda y su piel clara, como porcelana, y su sabor. Su sabor.
    Soltó un pesado suspiro, que parecía contener toda la excitación que le recorría el cuerpo, amenazando con hacerlo explotar.

    —¿No lo harás? —Sus ojos adquirieron un aire felino y su voz sonó casi suplicante.

    Ni que fuera imbécil.

    Sintió que retiraba sus delgadas manos y ahora fueron las propias las que desabrocharon la correa, temblorosas, para deshacerse de lo único que impedía que una vez más se encontrara totalmente expuesto frente a Kurosawa.
    Ella no dejó de mirarlo mientras se deshacía de su propia ropa. La camisa, el sostén, la falda que cayó alrededor de sus pies.

    Volvió a besarlo, despacio, tortuosamente. Compartiendo su cálido aliento con él, esta vez fue Hiroki quien acunó el rostro de ella con sus manos usualmente toscas. La sintió ahogar un suspiro en su boca.

    Maldita sea. Haría lo que fuese por seguir sintiendo el tacto de ese torpe lobo.

    Se separó de él apenas para poder deslizar sus labios por la línea de su mandíbula de nuevo, hasta subir a su oído.

    —Me gusta cuando me miras así —susurró y lo sintió estremecerse.

    —¿Así? —Estuvo a punto de que se le cortara la voz, lo cierto es que no era consciente siquiera de la forma en que la miraba.

    La chica se pegó a él, sintiendo la calidez de su piel desnuda contra la propia y el suspiro ahogado que él soltó junto a su oído solo aumentó su excitación.
    No lo soportaba más, quería que la tocara, que lo hiciera hasta que se deshiciera.

    Se separó de él apenas un poco. Tomó su mano, llevándola a su vientre y deslizándola lentamente hacia abajo, dentro de sus bragas.
    Él contuvo la respiración, pero se dejó hacer y ella lo guió a su intimidad, a ese botón hinchado que él había saboreado ya. Contuvo un gemido contra su oído.

    —Como si quisieras comerme viva, Hiro —ronroneó mientras seguía guiando su mano.

    Dejó un beso en su oído, a la vez que introducía los dedos ajenos dentro de sí.

    Húmeda. Cálida.

    Reaccionó, por fortuna, moviendo su mano. Entrando y saliendo despacio, como si temiese hacerle daño, sintiendo cada rincón de ella, aunque él mismo iba a estallar.

    No. Joder, ya no aguantaba. Iba a enloquecer.

    Retiró su mano, sin darle tiempo a reaccionar siquiera, y la tomó por la cintura con fuerza, girando en redondo para arrinconarla de espaldas a él. Se permitió enredar sus dedos en su oscuro cabello ondulado por primera vez, tosco, brusco, y la atrajo hacia él con la mano que permanecía en su cintura. Las curvas del cuerpo de la chica encajaron con él de una forma tan perfecta que no creyó posible.
    Soltó un pesado suspiro.

    La vio pegar las manos a la pared, tozuda, iba a separarse. Apretó el agarre en su cabello, tirando como ella había hecho y logró arrancarle un gemido que le erizó hasta el último del cuerpo y ella sonrió, lo vio en su delicado perfil, entre el cabello revuelto, la desgraciada sonrió.

    Todo siempre sucede de acuerdo a sus planes, ¿o no? Estaba haciendo eso porque ella quería, porque lo había provocado hasta lograrlo.

    —Vamos, cachorro. —La escuchó murmurar—. No me hagas esperar más.

    Era una mente macabra, no había duda.

    No tenía que decirle dónde estaban, ya lo sabía. Dejó ir su cabello sólo para levantar la falda y esculcar hasta hallar el paquete plateado.

    Con los dientes no.

    Tuvo que dejar ir cualquier agarre en torno a su cuerpo para abrirlo, pero ella se quedó quieta, esperando. De pronto sumamente dócil, sumisa, obediente.
    Notó su respiración irregular, como la de un pajarillo.

    Volvió a sujetarla por el cabello, obligándola a agacharse un poco más, sin separarse del todo de la pared. Había que ver lo que hacían los instintos.

    Deslizó sus bragas por sus piernas, dejándola expuesta por fin y la hizo separar las piernas.

    Le estaba cediendo poder porque quería, no porque lo tuviese realmente.

    —Joder, Shiori. —Recorrió su espalda con la mano libre, su columna, trazando el camino; sus glúteos y finalmente volvió a afianzar el agarre en su cintura, con fuerza—. ¿Qué cojones tienes en la cabeza?

    Era casi un reclamo, pero era imposible que ocultara el deseo abrumador que lo consumía.

    Iba a dejarle marcas, lo sabía.

    Y se adentró en ella, lenta pero profundamente, la escuchó gemir. Su delicada voz que podía ser como un arrullo, emitiendo ese sonido que le aceleraba todo el cuerpo.
    Su interior se apretó a su alrededor, arrancándole un gemido ronco como respuesta, a la vez que su cuerpo reaccionaba.

    Una embestida tras otra, sin prisa, profundas, tortuosas como el beso que ella le había dado. Tiró de su cabello de nuevo, separándola un poco de la pared, y deslizó el agarre de su cintura a uno de sus cálidos y suaves pechos, presionándolo quizás con más fuerza de la planeada, pero no podía parar. Ella lo había provocado y parar ya no era posible.

    —Mierda. —La maldición que soltó la chica fue acompañada de un gemido—. H-hiro.

    Había algo extrañamente excitante en escucharla maldecir en ese contexto, diciendo su nombre de esa manera, como si fuese a deshacerse entre su agarre y tras cada embestida.
    Su voz se hizo oír de nuevo, por encima del placer de ambos.

    >>Más.

    Estaba loca, por supuesto.

    Y él también, por hacer todo lo que ella quisiera.


    Aumentó el ritmo, no tenía que repetírselo. Rápido y con fuerza, ciertamente brusco, como todo él. Los gemidos de Shiori seguían inundándole los oídos, cortos, pero casi uno seguido del otro.

    Tiró de nuevo de su cabello, separándola de la pared por completo pero pegándola a él, y la mano que mantenía firmemente en su pecho subió a su cuello, rondeándolo un instante, luego a su mentón y la forzó a volver su rostro hacia él. Consumió sus labios de un bocado, callándola con su boca, y cuando se separó dejó una sola frase en su oído, junto a sus gemidos roncos, a la vez que se hundía con fuerza en ella.

    —Te quiero. —Contrastó violentamente con la situación, sí, pero cuando sintió a Shiori deshacerse a su alrededor con un prolongado gemido supo que era lo correcto.

    Siempre sería lo correcto.

    Otra embestida, la última, que también lo liberó a él.

    .

    .

    .

    La siguió con la mirada mientras se vestía. La ropa interior, la falda, la camisa. Sus movimientos eran lentos y su respiración pesada.

    Se pasó la mano por el cabello cenizo, sudoroso.

    Iba a matarlo un día.

    —Senpai. —Tenía la voz gangosa, lo había llamado mientras se ajustaba las medias. Esas jodidas medias altas, que apretaban sus muslos como deseaba hacerlo él.

    —Dime.

    —Me estás mirando así de nuevo.

    Ni siquiera lo estaba mirando, ¿cómo iba a saberlo?

    —¿De qué mierda hablas, Kurosawa?

    La vio encogerse de hombros, para luego clavar sus ojos naranja en él. Ligeramente cristalinos, cansados pero satisfechos.

    —¿Quieres salir conmigo?

    Lo dijo absolutamente seria, como nunca la había escuchado antes, y tuvo que desviar la mirada, completamente abochornado.

    —¿Para qué vas a querer tú salir conmigo?

    Era imbécil.

    La vio levantarse para ponerse la chaqueta del uniforme.

    —Oh, disculpa mi atrevimiento. —Se ajustó la prenda mientras hablaba—. Me gustaría algo más que sexo puro y duro en el armario, ya sabes, tomarte la mano en público y esas cosas.

    Tragó grueso y luego chasqueó la lengua.

    —De todas formas, ¿no estábamos saliendo ya?

    Ahora fue ella a quien el rubor le subió al rostro, pero soltó una risa nerviosa.

    —Sí, supongo que sí. —Había alivio en su voz, como si se hubiese librado de algo que la perseguía.

    La vio acercarse a él, para abotonarle la camisa con paciencia y mimo. ¿Cómo podía comportarse así después de esa mierda?
    La observó en silencio, atento, aunque ligeramente sonrojado aún y cuando terminó, la atrajo hacia sí, envolviéndola en sus brazos con algo de fuerza.
    Hundió el rostro en su cabello, húmedo al igual que el suyo. Como un cachorro buscando afecto y ella, sin duda alguna, supo lo que significaba ese solo gesto.
    Sonrió allí, acunada entre sus brazos.

    Había domesticado al lobo.

    —También te quiero, Hiro.
     
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  2.  
    Yugen

    Yugen D e p r e s s e d | m e s s

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    Bueno en primer lugar tengo que admitir que lo he leído unas cinco veces ya desde que lo publicaste y sigo gritando como la primera vez que lo leí porque ASDFGHA *chillidos incoherentes*

    This is so sexy. Y tan perfecto y tan todo que me da algo yo no sé realmente cómo puedo sacar palabras coherentes y no hacer simplemente un comentario chillando como imbécil (???

    Pero a ver, antes de nada, vamos por partes. Como te dije cuando me lo pasaste por MP, AMO con el alma las interacciones entre Kat y Shiori. Porque sus actitudes chocan en un primer momento pero Kat no es tonta y sabe perfectamente por qué Shiori está ahí, preguntándole con esa inocencia aparente. Realmente me dio algo al comprender que la conversación con Kat transcurre antes de mi propio delirio, o sea, del fic ese bien weirdo que escribí; y la segunda parte del relato transcurre después de ese fic. Creo que me lo dijiste pero no sé cómo, no me di cuenta hasta ahora. Sepa disculpar mi pendejez sin límites (?

    Ahora, la segunda parte. ME MUERO. ESTOY MUERTA YA. Voy a remarcarlo de nuevo, estoy segurísima de que solo Mimi se ha dado cuenta de cómo es Shiori realmente (??? Es más, creo que ni los propios usuarios de los personajes que la rodean—salvo yo—lo saben y eso es genial porque muestras el delicado equilibrio entre su aparente dulzura y actitud maternal y esa personalidad controladora, manipuladora y rayando lo sádica que oculta bien dentro de sí. Y aquí lo muestras, porque se hace la inocente pero la perra sabe muy bien lo que hace, sabe que tiene a Hiroki comiendo literalmente de su mano y eso LE ENCANTA.

    Tampoco es como si Hiroki le fuese a negar nada. La chica rara lo tiene completamente dominado, lo vuelve loco, y aunque en su mayoría no entiende una mierda qué tiene en la cabeza, le da igual, porque literal baila al son que a ella le de la gana. Podríamos suponer por el escrito que es un control cimentado en el erotismo y la atracción sexual que Shiori ejerce en él, pero es que incluso fuera de este contexto, Kurosawa tiene poder sobre el chico perro a niveles incomprensibles (?

    EN FIN QUE HA SIDO FUCKING SEXY

    Y ese final gurl. Ese aire inocente que se monta Shiori mientras se viste frente a él, sabiendo lo sensual que es y provocándole de nuevo a propósito porque le da la gana y porque sabe que puede. I LOVE THIS SASSY TEMPTRESS BITCH. Ahora ¿el "te quiero"? Perdón, ¿los "te quiero"? Me mataste Yáahl. Sinceramente dudo que pueda seguir roleando nada porque estoy dead (???? PERO COMO PUEDO AMARLOS TANTO y como puede preguntarle la pendeja esta si quiere salir con ella y mi niño con esa inocencia preguntando si no estaban saliendo ya ASDFGH

    Me los como.

    Ha sido un escrito maravilloso Yáahlcita, como todo lo que haces realmente. No es una sorpresa para nadie ya. Arriba el Shiroki vieja, no me importa nada (?
     
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