De un gato y un perro

— De un gato y un perro —

Había una vez un gato gordo,
rayado a grises,
el pobre era tan indiferente como sordo,
que había que tener cuidado de que lo pises.

Pasaba sus días echado al sol,
flojo como dormilón.
era todo un farol,
a vida de oro: nada gruñón.

Su panza era redonda como la luna,
sus pesares ligeros como el viento,
su ojos grisáceos apacible como lagunas,
su andar despreocupado y lento.

De vez en cuando pedía algo a maullidos,
y a veces, estando molesto, osaba alzar la cola.
había días desperdiciados, más no años malvividos,
se repetía mientras tiraba, mezquino, el guisado de una cacerola.

Le gustaba mirar por la ventana;
observar las cajas con ruedas pasar,
ajeno al día y a la semana,
creyendo al destino solo azar.

Más su desfachatez no habría de durar más,
lo supo, cuando, entre penas y desdicha;
asomó por el umbral una afanosa salchicha:
que terminará la paz que no volvería como antes, jamás.

Era una culebra en forma de perro;
tenía su trompa: ariete, sus patas: troncos.
llevaba la delicadeza bruta, la fuerza en hierro
la energía de un cuete, y los modales broncos.

Fastidiaba las mañanas a ladridos,
allanaba sus camas y cojines
conseguía lo que quería a aullidos
y lo desafiaba, entusiasta, con mohines.

El día que le royó la cola,
estableció dictamen;
ó calvo de rabo, permitía que lo difamen,
ó lo ahorcaba, decidido, con la estola de la patrona.

Y así fue como, en la tercera semana, del quinto mes;
al gato se le acabo lo cortés,
y al perro se le cayo cualquier arnés.
la lucha, sangrienta, estalló más de una vez.

Hasta que ambos, hartos, ya, de tanta tontería,
sin admitir perder, entregaron un ojo y una pata.
vieron, rencorosos, el resultado de tanta riña,
y aprendieron, juntos y vencidos, a dar una caminata.
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Contenido oculto: Comentario de la autora

Intento de relato en verso, otro ensayo trabajado a prisas, pero solo como práctica a final de cuentas. Inspirado en mis mascotas​