Temprano en la mañana llegó Zaratustra a la cima de una montaña desde la que podía ver una gran ciudad. Llegó entonces un pájaro tan grande como un árbol, de colores tan vivos como los rayos del sol. El pájaro habló así a Zaratustra: "Zaratustra, tu camino ha sido muy largo y tus fuerzas te faltan; no has visitado el sueño, no has reposado sobre la tierra, tus rodillas a duras penas pueden mantenerte de pie. Déjame que alivie un poco la carga de tu viaje hacia la ciudad. Súbete en mi espalda para que te lleve volando hasta tu destino". Zaratustra respondió: "Pájaro generoso, cuando vuelas el viento es el soporte de tus alas, y tus alas son el orgullo de los de tu especie. Pero tu cuerpo es tan grande y tus alas tan largas que necesitas más ayuda del aire que tus demás hermanos pájaros. En tus espaldas el esfuerzo que harás será el doble, y pese a tu grandeza no puedes darte el lujo de desperdiciar tus energías en mí. Déjame caminar, deja que mis pies sangren, que mis rodillas tiemblen, que el sueño me haga caer, que para eso es que tengo pies, rodillas y sueño". El pájaro dijo: "Si me dejas ayudarte, alcanzarás la ciudad en poco tiempo, y cuando llegues y te vean descender de mi espalda se maravillarán, puesto que les parecerá que te has vuelto una unidad con el gran pájaro, que junto con él has forjado una relación, por lo que esta vez no te creerán de loco cuando les prediques". Zaratustra respondió: "Aun si tardo otro año en llegar a la ciudad, nada sería diferente, pues yo no voy a hablar con los hombres, sino con sus ideas, y esas seguirán viviendo entre ellos más tiempo del que yo viva, por lo que prisa no tengo. Además, ¿para qué quiero que el impacto de mis palabras se vea disfrazado por la majestuosidad del gran pájaro? Así pues, emprende tu vuelo, gran pájaro, no desperdicies tus alas en mí, que muy poca e ingrata es la vida para desperdiciarla regalándote". Decepcionado, el gran pájaro emprendió el vuelo hasta perderse en el cielo. "Generosos del mundo, qué gran daño le hacéis al hombre. Queréis haceros grandes rebajándose hasta donde están los pequeños, pretenden que así os hacéis grandes a vosotros y a los pequeños, pero en realidad todos os volvéis minúsculos cuando os agacháis y dais la moneda al hambriento o el vestido al desnudo, que si el hambriento tiene hambre y el desnudo va sin ropa, es porque los hombres les han convencido de que son necesarios los hambrientos y los desnudos para que los que tengan comida y ropa se hagan grandes. ¿Quién será el generoso que, odiando al hambriento y al desnudo, le dé comida y ropa de todas formas? Yo he estado entre los hambrientos y los desnudos, y nunca entre ellos encontré otro pensamiento que no fuera que el que tiene comida y vestido debe dárselo todo a ellos, porque los aprietes del hambre y los fríos de la desnudez impiden ver en el que tiene comida para su hambre y vestido para su frío un alma igual de esclava, igual de ciega y perdida como ellos". Así habló Zaratustra.
No esperaba encontrar un fanfic de ese libro aquí, ha sido una grata sorpresa. Nunca llegué a entender del todo al personaje de Zaratustra en el libro, así que podría equivocarme, pero su actuación y reflexión en este relato me parecieron perfectamente in character, y me ha gustado bastante ^^ Un saludo!