Colección De La Pareja

Tema en 'Novelas' iniciado por Dark RS, 12 Agosto 2020.

  1.  
    Dark RS

    Dark RS Caballero De Sheccid Comentarista empedernido

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    Saludos.

    Si se preguntan de qué trata esta colección, es una serie de relatos sobre una pareja de una de mis novelas, Los Caballeros de Magnus. Son aparte a la historia principal y he estado escribiendo varios últimamente, por lo que decidí mejor juntarlos todos en un solo tema para que no estén tan dispersos por ahí. No los escribo cronológicamente y no siempre alguno va seguido de otro.

    Los que ya están publicados los dejo donde están, pero pongo a continuación el link a esas historias y los relatos de este mismo tema. Algunas son comedias, dramas, romance o combinación de esas. Trataré de acomodarlas aquí lo más cronológicamente posible.

    El Sueño de Mary Ann
    Lo Más Importante
    Gallinas, Huevos y Chocolates
    "Cita" en el Cine
    Un Día non Mana
    Preocupación
    ¿Vacaciones?
    Algo Mejor
    Algo Mejor 2
    Estoy Embarazada
    Cuna
    Helado de Almejas
    Antojos
    Es Como con los Lobos
    Rivalidad
    Latas de Ensalada de Frutas
    La Noche de Él
    La Noche de Ella
    Noche de Lobos
    Compras
    Separación
    Separación 2
    Papilla de Pera
    Peces
    Pastel
    Árbol Genealógico
    Otra Vida
    Día de Campo con los Lobos
    Figuras
    Noche de Pasión (Siempre No)
    Un Día de Trabajo
    Carrera de Coches
    Paseo Feral
    Cárcel
    Cuidando al Bebé
    Colchón de Aire
    De Paseo con la Abuela
    El Rival de Angus
    El Lobo Maltés I
    El Lobo Maltés II
    No Se Puede Salvar a Todos
    Trabajo
    Amigo Animal (Mascota)
    Amigo Animal (Mascota) 2
    Primer Navidad
    Primera Navidad 2
    El sabueso de los Básquetbol
    Sonaja
    Show de Talentos
    Fiebre de Juegos
     
    Última edición: 16 Mayo 2023
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    Dark RS

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    De La Pareja
    Clasificación:
    Para todas las edades
    Género:
    Comedia Romántica
    Total de capítulos:
    32
     
    Palabras:
    1405

    Carrera de Coches



    Alice almuerza con una amiga que conoce desde la preparatoria, su nombre es Machiko. Una joven, de la misma edad que ella, de ascendencia asiática que ha estado en silla de ruedas desde un terrible accidente que le arrebató a sus padres. El lugar elegido para el almuerzo es el restaurante de cinco estrellas “Paradis Marin”, cuyo mayor atractivo es la pared de pecera en la zona VIP.

    —No puedo creer que consiguieras una mesa en este restaurante —comenta Machiko, impresionada por lo monumental de la pecera que sirve como cuarta pared.

    —No fue gran cosa. Magnus es dueño de un treinta por ciento de este negocio, así que siempre nos dan una mesa con tan solo llamar antes —explica Alice.


    Aunque lo que dijo es cierto, se supone que la mesa que les apartan normalmente está en uno de los balcones, pero, como el camino a dichos balcones es cero amigable con alguien en silla de ruedas, por ser solo escaleras, los del restaurante les cambiaron la reserva a otros clientes hacia el balcón, sin costo adicional, para tener una mesa disponible en la planta baja.

    —Todo aquí es muy caro —susurra la de silla de ruedas. Aunque es lo que esperaba de un local tan lujoso como lo es este, el cual está justo en una colina cerca de varias mansiones y universidades privadas.

    —No te preocupes y pide lo que quieras —le susurra de vuelta Alice.


    Luego de ordenar, y mientras esperan la comida, comienzan a conversar.

    —No puedo creer que te casaras con Magnus —comienza la conversación Machiko.

    —Yo tampoco lo puedo creer. Y mira el hermoso bebé que tenemos —saca su teléfono y le muestra la imagen de fondo, la cual consiste en el pequeño Angus, acostado en su cuna, sosteniendo un biberón.

    —Es tan lindo, y se parece tanto a ti. ¿Dónde está ahora?

    —Magnus lo llevó al parque. Lo lleva todos los domingos por la tarde a pasear. De seguro están dando un lindo y tranquilo paseo por el parque.




    Mientras tanto, Magnus y otros cuatro padres hacen una fila, todos sosteniendo los cochecitos de los bebés con fuerza. Una mujer, madre de uno de los bebés, se coloca frente a ellos, con un pañito.

    —¡Hoy es la décimo quinta carrera de coches.! —exclama la mujer —. Ya revisamos las llantas, los cinturones, los pañales y el camino a recorrer, y todo está en orden. Por si acaso, tenemos un paramédico aquí presente y una ambulancia por allá. Espero sean cuidadosos —les advierte, con mucha seriedad —. Y recuerden, que compiten por un premio en efectivo bastante grande, generosamente donado por Magnus, el participante número cuatro.

    —Ya escucharon, si no quieren que me lleve mi dinero de regreso, será mejor que nos ganen a mí y a mi bebé —dice Magnus, entusiasmado por comenzar.




    —¿Es tranquilo el bebé Angus? —cuestiona Machiko.

    —Es bastante tranquilo. No le gustan las emociones fuertes, él es solo de jugar un poco y se cansa. No parece que vaya a ser atlético como su padre.




    Tanto Magnus como los demás padres corren a toda velocidad por las aceras del parque. El recorrido en total es de un kilómetro. Los bebés, a diferencia de lo que cualquiera pensaría, disfrutan de la velocidad. Angus aplaude y se ríe al sentir en viento contra su cara. Magnus se mantiene a la cabeza la mayor parte del tiempo.




    —¿Magnus sigue siendo tan atlético como siempre? —pregunta Machiko, recordando lo bien parecido y musculoso que era Magnus en la preparatoria.

    —Sí, se mantiene en forma. Hace ejercicios durante las mañanas. Ve televisión mientras lo hace, por lo que a veces está en eso hasta dos o tres horas antes de dar por finalizado el entrenamiento. Aunque el bebé suele hacer que pierda el ritmo a cada rato.

    —Recuerdo lo bien que se veía con su uniforme del equipo de baloncesto.

    —Le quedaba bien. Y se esforzaba mucho en la cancha. Creo que se esforzaba tanto porque no soporta perder en nada. Y lo consiguió, su equipo ganó cada torneó en el que participó y se decía que era gracias a él.




    La carrera llega a su recta final, los últimos cien metros. Con Magnus a la cabeza y solo alguien más siguiéndolo de cerca. Pero, justo a la mitad de ese trecho, Magnus sufre un extraño tropezón que le quita velocidad, dándole la oportunidad a su contendiente para adelantarse y llegar de primero.

    —¡Se acabó, se acabó! —grita la mujer — ¡El número dos es el ganador de esta carrera y del premio!

    —¡Sí, sí, sí. Gracias, gracias! —celebra entre lágrimas el ganador.


    Otro de los competidores se aproxima a Magnus.

    —Capi... jamás creí que vería el día que fueras derrotado... —le susurra a Magnus. Se le nota sin aliento.


    Magnus, sin parecer tan agotado, sonríe. Lleva a su bebé a una zona de juegos, para que comparta un rato con el resto de los infantes y jueguen.




    Ya comiendo, las amigas continúan con su conversación.

    —Pero sabes, lo mejor de Magnus es que siempre es muy dulce y paciente —comenta Alice, sonrojada.

    —Lo recuerdo así —asiente la de silla de ruedas —. La preparatoria fue un infierno, pero él era amable con todos por igual, y cuando se proponía proteger a alguien, ya nadie se atrevía a molestar. Cuando lo conocí estaba en aprietos, mi silla de ruedas se había roto y todos me pasaban por encima, se burlaban o solo me ignoraban. Él se acercó, la arregló tanto como pudo y me ayudó a subir de nuevo.

    —Eso es típico de él. Incluso ahora ayuda a los que lo necesitan sin esperar nada a cambio.




    La mujer que arbitró la carrera se acerca a su esposo, que es el que se aproximó a Magnus para decirle que no podía creer que hubiera perdido.

    —Fue una buena carrera, Leoncito —lo besa.

    —Aunque llegué de cuarto —recuerda avergonzado.

    —Al menos no fue el quinto.

    —No puedo creer que Gerardo siga llorando porque ganó la carrera. Osea, es mucho dinero, pero yo estaría celebrando con ese dinero en este momento y no moqueando por todas partes.

    —Ganó el que más lo necesitaba.

    —¿Qué quieres decir?

    —¿Qué sabes de Gerardo?

    —No mucho, es mayor que el resto de nosotros, creo que más de cincuenta o algo así. Su esposa murió, me parece. No sé más, no le gusta hablar de sí mismo.

    —Su esposa murió hace un año, dando a luz a su hijo para ser más específica. El niño era prematuro y, bueno, su seguro no cubría mucho, así que tuvo que pagar una horrible cuenta de hospital. Odio los seguros que dan en las empresas propiedad de ese viejo rabo verde de Libeskind. Es como si esperara que nunca nadie se enfermara o muriera.

    —Los empleados de Libeskind son prácticamente esclavos. Es un asco de persona. No puedo creer que sea dueño de media ciudad.

    —Nadie lo cree. De todas formas, como te decía. Gerardo perdió su empleo porque salía temprano del trabajo para ir a ver a su bebé. Tuvo que vender su casa y automóvil para pagar la cuenta del hospital. Y ahora vive en un edificio asqueroso que ni las ratas frecuentan.

    —Suena terrible…

    —Lo es, por eso se hizo esta carrera con un gran premio. No sé si el tropiezo de Magnus fue intencional o no, pero sé que no iba en serio. Desde el principio se olía que esto era una farsa para darle dinero a Gerardo y que no se sintiera obligado a devolverlo. El dinero es suficiente como para alquilar en un mejor lugar por un par de meses y pagar una guardería de las buenas para que cuiden a su hijo mientras se consigue otro trabajo que le dé estabilidad.

    —Y yo que iba en serio en esta carrera…

    —Llegaste de cuarto, Leoncito, no eras un peligro para nadie en esa carrera.




    Cuando terminan la comida, es momento de pagar la cuenta.

    —Me da pena que vayas a pagar la cuenta tu sola —susurra Machiko.

    —No te preocupes, Magnus invita —cierra un ojo, sacando una tarjeta de crédito de platino de su bolso —. Si quieres puedes pedir postre, yo definitivamente lo haré.

    —Me da pena, pero hay un postre que me llamó la atención en el menú.

    —Pide y no te preocupes.
     
    Última edición: 13 Agosto 2020
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    Dark RS

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    Comedia Romántica
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    32
     
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    Pastel



    Alice se encuentra en la cocina, con un libro de recetas abierto en donde se explica como hornear un pastel de vainilla. Su pequeño bebé la observa desde su silla alta. La chica se da cuenta que no tiene todos los ingredientes que necesita.

    —¡Magnus! —grita ella, llamando a su esposo.

    —Dime —dice él, llegando unos momentos después.

    —¿Puedes ir a la tienda a comprar una botella de vainilla, media docena de huevos y azúcar?

    —Sí. Me llevo al pequeño para que tome aire fresco —menciona, acercándose al bebé.

    —No, Angus quiere ver cómo su mami cocina un pastel, así que se queda conmigo. ¿Verdad, mi bebito guapo? —cuestiona al pequeño, pero de este no sale la menor reacción, solo la mira fijamente —. Que dice que se quiere quedar con su mami.

    —Bien, vuelvo enseguida.


    Mientras aguarda a que Magnus regrese con lo que le encargó, Alice coloca una gran bolsa de harina en la mesa, sin darse cuenta, justo al alcance de su bebé.

    —Veamos, aquí está la sal… Mejor voy a gastar lo que queda de azúcar antes de abrir la nueva… Oh, la leche, tengo que sacarla del refrigerador...


    Mientras ella se encarga de sacar la leche del refrigerador, el sabor de la harina en el aire la obliga a voltear. En cuanto lo hace, nota una nube de harina que engulle la cocina. Cuando se dispersa un poco la nube, ve al pequeño Angus, totalmente cubierto de harina, muerto de risa.

    —¿Por qué haces eso?


    Inmediatamente, el bebé le da otro golpe a la bolsa, levantando una nueva nube blanca. Y como antes, suelta la risa al ver su travesura en acción.

    —No es divertido…


    Sin más opción, comienza a barrer el piso. Magnus llega con las compras. Ve el estado en que está todo. Deja las compras en la mesa.

    —No me gusta este nuevo color de pisos, paredes, electrodomésticos y muebles que escogiste.

    —Muy gracioso… ¿Trajiste lo que te pedí?

    —Sí, aquí tienes una botella de vainilla, una docena de huevos y dos kilos de azúcar.

    —¿Y la harina?

    —No pediste harina.

    —Claro que sí. ¿Acaso crees que puedo hacer un pastel sin harina?

    —Supongo que no —se dice, suspirando —. ¿Algo más?

    —No, por ahora no.

    —Por cierto —va hacia el bebé y le limpia la cara con una toalla —, ¿notaste que hay un fantasma aquí?

    —Sí, es un pequeño y travieso fantasma.

    —Traeré un exorcista ya que salgo —dice, yendo hacia la salida de la cocina.

    —Magnus.

    —Sí.

    —En cuanto a los fantasmas, ¿sabes a quién llamar?


    Magnus sonríe y sale silbando la melodía de los Cazafantasmas. Alice termina de amontonar la harina del piso en un rincón. Usa un recogedor y un sacudidor para limpiar los muebles y electrodomésticos. Luego saca la leche del refrigerador, se voltea y al dar el primer paso se resbala, arrojando la leche, la cual baña a Angus por completo. El pequeño comienza estando sorprendido por lo que ocurrió, pero luego solo se ríe un poco y se lame las manos llenas de leche y harina. Frunce el ceño ante el sabor, no le gusta en lo absoluto la combinación de leche y harina. Comienza a llorar a todo pulmón, tose un poco y baja la intensidad de su llanto.

    —Ay, mi bebito, mami te limpiará de inmediato.

    —Yo lo baño —se ofrece Magnus, regresando con un saco de harina, dos cajas de leche, una docena de huevos, otro kilo de azúcar y una bolsa de medio kilo de sal. No quiso arriesgarse a que lo volvieran a mandar a la tienda y trajo todo lo que pensó podría derramarse, romperse o esparcirse durante su ausencia.

    —Gracias. Tengo que terminarlo para la noche. Mi mamá estará muy contenta de que le lleve un pastel casero para su cumpleaños.

    —Apuesto a que sí. Supongo llevarás al bebé.

    —Sí, ya tengo su ropa lista en el cuarto, no dejes que la ensucie.

    —¿Tienes el regalo que le compramos?

    —Sí, está junto a la pañalera, para que no se me olvide. ¿Qué te pondrás para ir?

    —Mi regalo para tu madre es no ir a su fiesta de cumpleaños.

    —No seas así, mi madre te quiere mucho.

    —¿En serio? Es muy buena ocultando todo ese amor detrás de la indiferencia y el odio.

    —No digas eso. Aunque será más íntimo si solo somos nosotras, Mana y Angus.

    —Iré a bañar a Gasparín mientras preparas el pastel.

    —Bien —se dice ella, arremangándose —, es hora de ponerme seria o tendré que comprar un pastel y decir que lo hice yo.


    Al primer intento, Alice consigue hornear un pastel bastante apetitoso. Desafortunadamente, no pudo mantenerle la forma del envase y terminó con un montón de pedazos cubiertos por glaseado de fresa y trozos de frutas. A pesar de lo cual, el cumpleaños fue una velada agradable entre las mujeres de la familia y el pequeño bebé.
     
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    Antes de empezar a comentar los dos nuevos relatos, me encanta la idea de tener todas las historias reunidas aquí. Así me aseguro de no perderme ninguna y puedo revisar si no he leído alguna de las primeras.

    La carrera de coches ha sido muy divertida. Es interesante los contrastes que hay entre las descripciones de Alice, poniendo a Angus como un ser tranquilo al que no le gustan las emociones fuertes; respecto a las acciones de Magnus que las contradicen completamente. Me gusta esa unión con la historia anterior, ambientando el diálogo de la madre con su amiga en el famoso restaurante de la pecera. Un dato curioso, me ha gustado que estaría remarcado, es la mención del cambio de mesa que normalmente les reservan por la dificultad del acceso. Un claro ejemplo de los problemas que se pueden llegar a encontrar y no solemos prestar atención.

    Sabes que adoro a Magnus, me encanta su forma de ser, sus valores y forma de comportarse, y cada escrito refuerza este sentimiento. Saber que se las ha ingeniado e involucrado a tanta gente para hacer una carrera de cochecitos, con el único fin de ayudar a un amigo económicamente sin que sienta que lo está ayudando expresamente, habla de la gran persona que es. Machiko también acentúa estas cualidades rememorando cómo protegía a otros estudiantes y la ayudó con la silla cuando nadie más lo hizo. ¡Me encanta este hombre!

    La enumeración de los objetos a revisar de los cochecitos con esa similitud de los automóviles me ha parecido brillante, me ha hecho sonreír.

    Un par de cosillas nada más por si lo quieres corregir. No sé por qué tienes éste código varias veces a lo largo de la historia "[DIVIDE=][/DIVIDE]" y a la amiga de Alice le has cambiado el nombre al final.
    *************

    Pasemos al pastel ahora.

    Repito, adoro a Magnus. Tiene una paciencia infinita, trata a su mujer e hijo con suma dulzura y es muy ingenioso con sus respuestas. Los diálogos entre la pareja están cargados de humor, lo que hace que el realto sea muy divertido y ameno. Todas sus historias son de las buenas. Además, ese momento de volver de los recados y encontarse con Alice "recliminándole"que no le haya traído harina, cuando claramente no se lo ha pedido, pero ella en su cabeza tiene toda la razón. Me ha recordado a mi madre xD Y como Magnus es un sol, no discute y cumple el pedido. Pensaba que ella le tendría haciendo varios viajes al supermercado del estilo, pero Magnus es más listo que yo, lo ha previsto y viene completamente preparado.

    Agnus, es un diablillo encantador. Me lo imaginado claramente pasándoselo pipa tirando la harina y la reacción cuando prueba la mezcla de harina y leche y no le gusta ha sido entrañable. La mención de la canción... aix adoro esa canción, ahora estaré un buen rato con ella en la cabeza.

    Sé que me repito siempre pero escribes excelente y disfruto muchísimo leyendo las historias de esta familia que me gusta tanto.
     
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    32
     
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    Cuidando al Bebé



    Alice y Magnus dan vueltas, intentando contactar con alguien que pueda cuidar al pequeño Angus.

    —De haber sabido que tu madre trabajaba hoy hubiera buscado a alguien que cuide al bebé —reclama Magnus.

    —No es mi culpa, yo tampoco lo sabía —se defiende Alice.

    —Voy a cancelar todo, igual no quería ir.

    —No lo vas a hacer. Llevas meses posponiendo esta fiesta para socios y ya todo está preparado para hoy. No te puedes echar para atrás a estas alturas.

    —Detesto a esas personas. Solo los “sofisticados” fueron invitados y son tan pesados todo el tiempo. Hablando de sus yates, viajes al extranjero, sus mansiones, y la forma tan despectiva que tratan a los que trabajan para ellos. Los detesto tanto.

    —Ya lo habías dicho… Creo que tendré que quedarme para que puedas ir.

    —¿Yo solo? ¿Tienes idea de lo molesto que es tener a esas… señoras, tratando de emparejarme con sus hijas solteras?

    —Pero estás casado, no creo lo vayan a intentar.

    —No les importa en lo absoluto eso. Si ven una oportunidad hasta puede que intenten sacarte del camino de forma permanente.

    —Pensándolo mejor, no irás solo.

    —Sabía que no me dejarías sufrir solo con esos… sujetos.

    —¿Te estás censurando solo? —cuestiona ella, al notar que es la segunda vez que Magnus se detiene en medio de una oración.

    —Sí, esa gente me causa malestar y lo último que quiero es que Angus vaya aprender a maldecir o decir una mala palabra.

    —Lo entiendo, sería feo que mi bebé precioso diga algo feo como su primera palabra. —Le acaricia la barriga al pequeño niño, el cual duerme en una cuna.

    —¿Se nos acabaron las opciones para cuidarlo?

    —¿Los lobos?

    —Necesito dos horas para ir por ellos y traerlos, no tenemos tanto tiempo. Además, no pueden cambiarle los pañales o darle de comer. Solo lo cuidarían para que no le pase nada.

    —¿Mana?

    —Sería más seguro dejar al bebé en un cuarto lleno de cobras furiosas.

    —No exageres. Mana es una chica responsable.

    —¿Conoces a otra Mana que yo no conozca?

    —No, hablo de mi prima.

    —Lo supuse, y por eso dije lo que dije.

    —La llamaré. Si le pagamos de seguro que acepta de inmediato.



    A la hora de irse, Mana se encuentra sentada en la sala, con el bebé en una cuna cerca del sillón.

    —Aquí te dejamos todo lo que necesitas —le menciona Alice —. Los pañales, toallitas, crema, talco y colonia están junto a la mesa de centro, los biberones están en la refri. No le des papilla de ninguna clase, solo leche. Si hace falta cambiarle la ropa, hay mucha en el cuarto, el mueble blanco está lleno de la ropita de Angus. Si hace frío le pones un abrigo. No dejes que duerma con el rostro contra la almohada y si…

    —Ya, Ali, ya entendí, no te preocupes, vayan, sufran en su fiesta y me pagan en cuanto regresen —le dice Mana, rodando los ojos.

    —Más te vale que el bebé esté vivo cuando regresemos —sentencia Magnus con seriedad.

    —Le quitas lo divertido a mi noche —se burla la joven.


    La pareja se despide del bebé, el cual aún duerme, luego salen de la casa. Casi al momento de cerrar la puerta, el pequeño Angus se despierta. Se sienta en su cuna y comienza a buscar por todo el lugar.

    —Tus padre salieron y estás encerrado conmigo, apestoso. Haré de tu noche una pesadilla, buajaja.

    —¡Bah! —grita el pequeño, estirando sus manos para que la chica lo levante.


    Mana lo alza, le da palmaditas en la espalda.

    —Eres un bebé feo y tus padres no te quieren. Fuiste un error y te darán en adopción en cualquier día de estos —le susurra al pequeño.


    Y como si hubiera entendido, el bebé comienza a llorar a todo pulmón. Lágrimas recorren sus pequeñas y rosas mejillas.

    —¿No me digas que me entendiste? —se asusta la joven — Era broma. No llores, apestoso.


    Pero el pequeño llora cada vez con más fuerza. Su rostro se comienza a poner rojo. Tose con fuerza y vomita. De inmediato vuelve a llorar, pero con menos intensidad.

    —Oye, tranquilo, tranquilo, te vas a ahogar.


    Luego de casi media hora, el bebé finalmente cae dormido por lo exhausto que lo dejó llorar tanto. Pero aún así, continúa sollozando.

    —No puedo creer que el apestoso me entendiera —se dice, viendo que tiene la blusa llena de leche regurgitada —. Y me dejaste la ropa asquerosa.


    Deja al bebé sobre el sofá mientras va al cuarto de su prima, para buscar ropa que le quede mientras lava la que ahora trae puesta. Cuando vuelve, nota que el bebé no se encuentra donde lo dejó. Va hacia la cuna, pensando que tal vez lo puso ahí, pero tampoco lo encuentra.

    —¿Apestoso? —dice, asomándose a un lado del sofá — Sal de tu escondite. —Se asoma tras el sofá y luego al otro lado.


    Teniendo un mal presentimiento, corre hacia la puerta delantera, pero se encuentra cerrada y la alarma muestra que no se abre desde que su prima salió. Esto la alivia, ya que quiere decir que no entraron y se llevaron al bebé. Aunque, solo para asegurarse, revisa todas las ventanas, aunque ninguna se puede abrir, pero siempre pueden haber quebrado una para secuestrar al bebé.


    Dos horas después, ya ha revisado cada cuarto, detrás de cada mueble, debajo de cada cama, e incluso subió al ático, al cual solo se puede acceder al jalar una cuerda con una esfera que cuelga del techo del segundo piso. Está segura que el bebé no debería haber dejado el primer piso, ya que frente a las escaleras que dan al segundo piso tienen una puerta de seguridad que el bebé no puede haber abierto y menos escalado.


    Un mensaje llega a su teléfono, es de su prima. Leerlo le hiela la sangre por completo. “Ya vamos de regreso. Como se portó, Angus?”. Esto la deja derrotada. Comienza a analizar la posibilidad de escapar del país mientras aún tiene tiempo, pero no cree poder llegar al aeropuerto antes de que su prima note que el bebé no está, y aunque pudiera, no tiene el dinero para comenzar una nueva vida en otro lugar. Comienza a llorar por el miedo, el bebé no aparece y solo los Dioses saben a dónde puede haber ido. Si Alice no la mata, Magnus lo hará. Y no cree estar exagerando al pensarlo.

    —Por favor, por favor, aparece, por favor, Angus, ¿dónde te metiste?


    Siente que algo le rodea la pierna derecha, mira de inmediato, y nota al bebé, sentado en el suelo, abrazándole la pierna.

    —¡Angus! Creí que nunca te volvería a ver —le da varios besos —. Juro que no volveré a decir que eres un error y que tus padres no te quieren. Por una semana.

    —¡Bah! —exclama el bebé, jalándole el cabello.


    La puerta se abre, la primera en entrar es Alice, quien de inmediato va hacia el bebé y lo alza.

    —¿Cómo se portó mi bebito precioso? —pregunta, besando en la frente al pequeño.

    —Perfectamente, se portó de maravilla.

    —Está algo sucio —nota la madre del pequeño, sacudiéndole la ropa.

    —Es que jugamos en el suelo y por eso se ensució.

    —Gracias, Mana, sabía que podrías cuidar a mi pequeñito. Vamos a bañarte, mi bebé guapo.


    Sintiéndose a salvo, la joven suspira aliviada.

    —Mana —llama su atención Magnus, usando un tono que más que sonar serio sonó amenazante.

    —¿S-sí? —cuestiona nerviosa.

    —Tenemos cámaras en la casa —dice, señalando hacia un rincón, donde no se puede apreciar, pero hay una cámara camuflada.

    —Mira lo tarde que es ya. Me tengo que ir a dormir —se apresura a decir, para salir corriendo de la casa.




    Mana coloca al bebé sobre el sofá, para luego salir de la sala. Poco después, el bebé se da la vuelta y cae sobre la alfombra. Se sienta y está por llorar, pero ve uno de sus juguetes a un lado del sofá, gatea hasta este y se lo mete a la boca.

    —¿Apestoso? —escucha que dice una voz familiar —. Sal de tu escondite —. Gatea desde el lado del sofá hacia atrás, que es desde donde cree provino la voz.


    No ve a nadie ahí. Se le olvida de inmediato y continúa jugando con el juguete. Cae dormido poco después.


    Se despierta cuando escucha a alguien llorando. Gatea hacia la fuente del llanto. Conoce a la persona que llora, y no le gusta verla llorar. Le abraza la pierna para tranquilizarla. Ella lo levanta.

    —¡Angus! Creí que nunca te volvería a ver. —Recibe varios besos por parte de ella —. Juro que no volveré a decir que eres un error y que tus padres no te quieren. Por una semana.

    —¡Bah! —exclama él, sintiendo que ella dijo algo malo. Le jala el cabello para que no lo diga más.
     
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    En cuanto he leído que alguien tenía que cuidar de Angus estaba deseando que fuera Mana. La historia ha sido divertida y muy entretenida, como siempre. Ver a Mana pasándolo mal por el bebé y después ver la reacción de alivio y amor al encontrarlo, conociendo su actitud de siempre, ¡no tiene desperdicio! Ha sido todo un alivio saber que el pequeño simplemente se había quedado dormido y no se ha enterado de nada. Me hubiera gustado que Angus le hubiera hecho alguna trastada más, como las que le hace a su madre y que también hubiera sido una batalla en plan: Angus 1 - Mana 0.

    Magnus como siempre es casi mi personaje estrella. Ese detalle de contenerse para no soltar tacos delante de su hijo es adorable. También el detalle de advertir a la "cuidadora" de cuidar su comportamiento y sus respectivas consecuencias. Me encanta como se impone con su presencia y tono de voz, sin contar cómo la espanta con la mención de las cámaras. Me he imaginado toda esa escena amenazante a la perfección. ¡Oh, y no me esperaba la mención de los lobos! También hubieran sido un puntazo.

    Me encantan todas las historias que haces de esta familia. Nos vemos en la siguiente.
     
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    Estoy Embarazada



    Sin saber que más hacer, Alice corre a casa de su madre. Es media mañana, por lo que sabe perfectamente que su progenitora no se encuentra ahí. Pero necesita un lugar en el cual pensar las cosas. Puede entrar sin dificultad, ya que aún tiene llave de la casa.


    La residencia es bastante modesta y se entra directamente en la sala, que también sirve de comedor. En una de las sillas de madera barnizada, se encuentra Mana, la prima de Alice, la cual está muy concentrada mirando un video en su teléfono.

    —Oh, Ali. —Guarda de inmediato su teléfono, se le nota agitada.

    —¿No deberías estar en clases? —cuestiona la mayor.

    —¿No deberías estar en la universidad? —pregunta de vuelta la joven.

    —Sí, pero hoy no iré. En realidad, es bueno que estés aquí. Hay algo que me preocupa.

    —Oh, ¿qué ocurre? —pregunta extrañada de no recibir un regaño por estarse saltando las clases.

    —Bueno… Como estaba retrasada me hice una prueba y… creo que estoy embarazada…

    —¿Qué decía la prueba?

    —Era positiva…

    —¿Qué dijo Magnus?

    —No se lo he dicho. Salí de la casa sin decirle nada y vine directamente hacia aquí.

    —Ya.

    —Tengo miedo de cómo vaya a reaccionar a la noticia… Se supone íbamos a esperar algunos años antes de comenzar una familia…

    —¿Y no se cuidaban?

    —Bueno… En realidad eso no importa… Me da miedo de cómo vaya a reaccionar…

    —Bueno, supongo podría suceder algo como…




    Magnus se encuentra en la sala de su casa, mirando televisión. Alice llega, se sienta a su lado, notoriamente nerviosa.

    —Magnus, ¿podemos hablar?

    —Dime.

    —Creo que estoy embarazada…

    —¿Qué? ¿Cómo pudiste?


    Él saca una metralleta ak-47 de entre los cojines del sofá y acribilla a la chica. Saca una pistola y la vacía contra ella. Luego produce, del mismo lugar, una granada de mano, la cual arroja contra ella y la hace volar en miles de pedazos. Para terminar, de detrás del sofá, toma un lanzallamas, con el cual desintegra lo que quedaba del cuerpo de la chica.

    —De la que me salvé —dice él, pareciendo aliviado.




    —No creo que Magnus tenga armas en la casa. Y menos en el sofá—niega Alice, nerviosa ante la situación que le describió Mana.

    —Tienes razón… Entonces puede que…




    Magnus, en la sala de la casa, lucha, usando una katana, contra tres samuráis en armadura. Le corta el brazo a uno y luego le atraviesa el corazón. Al segundo le corta el cuello, produciendo que un abundante chorro de sangre bañe al chico. Al tercer guerrero lo toma de la nuca y lo estrella violentamente contra la pared. Sacude la espada, limpiando la sangre de la hoja.

    —Magnus —susurra Alice, quien presenció todo —, creo que estoy embarazada.


    El chico la decapita en un parpadeo. Luego aparecen cinco ninjas y comienzan a luchar.





    —¿Por qué habían ninjas y samuráis en mi casa? —cuestiona la mayor, algo confundida por lo que acaba de escuchar.

    —No sé. Son cosas que puedes esperar de Magnus.

    —Igual no creo que me decapite a sangre fría así como así.

    —¿Tiene espadas en casa?

    —Sí, entre su colección hay espadas japonesas, inglesas y otras orientales que no sé de dónde puedan ser.

    —Entonces ya está decidido, te decapitará.

    —¡Ya dije que no creo que sea capaz!

    —Deacuerdo, que mal genio te traes hoy. Entonces es posible que…





    Magnus mira televisión en la sala de su casa. Alice llega y se sienta a su lado.

    —Magnus, creo que estoy embarazada.

    —¡¿Qué?! ¡Oh, no, no, no! —se arranca el cabello y salta por una ventana que aparece de pronto en la pared, cayendo desde doscientos pisos hasta una muerte segura.




    —Vivimos en una casa de dos plantas y la sala está en el primer piso. A lo mucho cae medio metro.

    —Para este escenario, él traslada la casa sobre el edificio más alto de la ciudad justo antes de que le des la noticia.

    —No creo suceda eso tampoco. Magnus sabe que sufro vértigo a las alturas.

    —Bien, esto es lo que pienso ocurrirá…




    Magnus se encuentra en la sala de su casa. Alice llega, nerviosa, y se sienta a su lado. Se relame los labios, tomando valor para darle a su esposo la noticia.

    —Magnus, tengo algo importante que decirte…

    —Dime.

    —Creo que estoy embarazada…

    —¡Atáquenla!


    De la nada, los tres hermanos lobos aparecen y se lanzan para destrozar a la chica. Cuando terminan, los tres canes guiñan un ojo hacia el frente.




    —Espera, ¿por qué estaban los lobos en la casa? —cuestiona la mayor, confundida.

    —Ni idea. Cosas de Magnus. Tal vez los trajo para que lo ayudaran a luchar contra los ninjas.

    —No tiene sentido. Se hubiera traído al lobo mayor, a Beta, si hubiera querido ayuda en una lucha contra ninjas. Los tres hermanos menores no son buenos a la hora de pelear. Quizás Gamma sí, pero los otros dos lo dudo mucho. Y a todo eso, ¿a quién le guiñaban el ojo al final?

    —No sé, ¿los espectadores?

    —No me estás ayudando en nada —reclama la mayor, sintiéndose frustrada.

    —Es que no sé que se supone esperas que te diga. ¿Quieres que te convenza de abortar?

    —¡No, nunca! Este bebé vendrá al mundo así deba criarlo yo sola.

    —¿Entonces?

    —No sé, quería consejo.

    —Ve a decirle a Magnus. Entre más lo pospongas peor será.

    —Tienes razón… Volveré a casa y le diré…


    De regreso en casa. Magnus se encuentra en la sala, jugando un juego de carreras en línea. Alice se sienta a su lado, esperando a que acabe el juego. Una vez que termina la carrera, en la que él llega en segundo, la chica se decide a hablarle.

    —Magnus…

    —Dime. —Sale del juego y coloca el control sobre la mesa de centro. Anticipándose a una conversación seria.

    —Tengo algo importante que decirte. —Observa si los lobos no están cerca, o si parece haber armas de fuego, espadas o ninjas en alguna parte.

    —Estás embarazada.

    —Estoy… ¿cómo supiste?

    —Dejaste la prueba en el basurero del baño, hasta arriba.

    —¿Qué piensas? —interroga, muerta de miedo por lo que él pueda decir.

    —Cuando me enteré me sentí confundido, luego enojado, luego confundido de nuevo. Más adelante me dio hambre, me preparé unas tostadas y luego me puse a jugar en línea.

    —¿Y? —pregunta ella ansiosa.

    —¿Y qué?

    —¿Qué piensas?

    —No fue lo que planeamos, pero vamos a tener a ese pequeño bebé.

    —¿Estás seguro? —pregunta, recostándose contra el hombro de él.

    —Por supuesto.

    —Voy a terminar mi carrera en la universidad y luego tendré al bebé.

    —Te falta solo un cuatrimestre cuando termines este, ¿cierto?

    —Sí, ya el último, comienza en tres semanas y si todo sale bien tendré mi título para dentro de cuatro meses.

    —Solo espero que no te den antojos extraños.

    —No creo. Mi madre dijo que a ella no le dieron cuando estaba esperándome, así que supongo que tampoco me darán a mí. ¿Qué quieres que sea? ¿Niño o niña?

    —Creo que será una niña idéntica a ti. Ve tu familia. Tu madre y Mana son tu viva imagen.

    —No, yo pienso que será un bebito guapo idéntico a su papi —lo besa.


    Se mantienen en el mismo sitio un buen rato. Con él abrazándola y ella acariciándose el vientre.
     
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    ¡Mana tiene una imaginación de miedo! Menudas escenas más sangrientas se ha imaginado en algunas ocasiones... ha sido muy divertido leerlas todas. Me ha recordado un poco al juego de Black stories, desde una situación inicial pensar en un montón de formas de morir.

    En ésta historia me ha encantado Mana, tanto por la imaginación que desprende como por su sensatez. Sus dos frases finales son claves, primero que le pregunte sobre el aborto, planteando si tiene que adoptar el rol "malo". Después, por ser tan directa y clara en el consejo, tiene que hablarlo con Magnus y contra más tarde, más películas se montarán. Lo que es peor, porque sólo sirve para darle vueltas al asunto una y otra vez.

    Me gusta la franqueza de Magnus, como el tema surge de forma natural, su transparencia con el desarrollo de sus sentimientos y el mensaje claro y reconfortante, van a tener al bebé. ¡Cómo no van a tenerlo! Con la cantidad de historias tiernas que han salido de todos ellos.

    Una pequeña letra de nada por si quieres corregirlo.
    Esa primera palabra sería espera, supongo.

    Como siempre he disfrutado mucho leyendo las aventuras de esta pareja. ¡Con ganas de seguir leyendo más!
     
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    Un Día de Trabajo



    Magnus alimenta a su bebé en la cocina. El pequeño está inquieto en su silla alta, la cual por suerte, no se cae por más que se mueva.

    —Aquí viene el avioncito —dice él, para luego imitar el sonido del motor de un avión mientras mueve de un lado a otro la pequeña cuchara plástica llena de papilla de manzana.


    El bebé abre su boca y acepta la comida. La comienza a saborear cuando estornuda, tirando toda la papilla sobre el rostro y camiseta de su padre. Magnus estira la mano para tomar una toalla de la mesa, y se limpia la cara.

    —Salud.


    El pequeño lo mira atentamente, con una sonrisa divertida, como si esperara a ver qué más ocurre.

    —Sigamos comiendo.


    Llena otra cuchara de comida. El pequeño alcanza el plato, el cual está en la mesa de la silla en la que se encuentra. De un rápido movimiento, tira el plato al suelo. Se asoma para ver donde cayó, por alguna razón, al verlo bocabajo, comienza a llorar.

    —Pero fuiste tú el que lo tiró —le dice con suavidad.


    Se apresura a levantar el plato, se lo enseña al pequeño, esto hace que este deje de llorar. Lo lava y abre un nuevo frasco de papilla de manzana y lo vacía en el plato. Lo coloca frente al menor. Este, en vez de haber aprendido la lección, aprovecha que su padre se distrae al tomar la cuchara y bota nuevamente el plato. Se asoma, y al ver el plato bocabajo, reanuda su llanto.

    —¿Es acaso esta tu forma de decirme que eres masoquista?


    La tercera es la vencida, y finalmente el bebé come su desayuno. Como está tan sucio de comida, lo lleva a darle un baño ligero. Lo coloca en su tina, con apenas un poco de agua. Toma la toalla que se usa para limpiarlo y empieza a lavarle la carita. El bebé comienza a hacer una expresión que para Magnus es familiar. Lo levanta rápidamente, pero es muy tarde, ya el pequeño había hecho su gracia en la tina.

    —¿En serio? ¿Haces eso en donde te estás bañando? —El bebé suelta en risa — ¿Qué haré con un bebé tan travieso? —le comienza a hacer cosquillas. El pequeño se ríe aún más, pataleando con fuerza.

    —¡Magnus! —grita Alice, llegando al baño.

    —Soy Magnus, ¿en que puedo ayudarle?

    —No te hagas el gracioso. Mira la hora que es.

    —Ah… No tengo idea de qué hora es.

    —Ya son más de la ocho y deberías estar en camino a la oficina —reclama ella, evidentemente enfadada —. Incluso ya está el auto esperándote afuera desde hace un buen rato.

    —Pero mira como el bebé quiere que me quede —muestra al bebé —. “Quiero jugar con papi, deja que papi se quede, ¿sí, mami?”

    —No uses a Angus para quedarte en casa el día que tienes trabajo en la oficina —le quita el bebé, lo envuelve bien con una toalla —. “Papi, ve a trabajar o mami se va a enojar mucho”.

    —Cómo negarme a una petición de mi bebé.

    —Y te cambias antes de irte. Estás lleno de comida de bebé.

    —Sí, señora —se lleva la mano a la frente y hace un saludo militar —. No olvides limpiar la tina, el bebé hizo una gracia ahí dentro.


    Magnus sale. Alice se asoma a la tina y voltea de inmediato a ver a su hijo.

    —¿Tú hiciste eso? —el bebé se ríe — Eres un cochinito.


    Más tarde ese día. Magnus se encuentra sentado en la recepción, afuera de su oficina. Conversa a gusto con su secretaria, una mujer de unos sesenta años que ha trabajado con él desde hace nueve años.

    —No puedo creer que su nieto ya esté en la escuela —menciona el chico.

    —Es muy inteligente —menciona la mujer, de apariencia respetable y vestida de una forma muy profesional. Saca su teléfono, que tiene una gran fisura en la parte de abajo de la pantalla. Busca entre su galería y muestra la foto de un niño de unos siete años —. Es idéntico a mi hijo cuando tenía su edad, ¿no es una dulzura?.

    —Es un niño adorable —le dice Magnus. La mujer siempre encuentra la ocasión para hablar sobre su nieto, y esa foto ya él la ha visto como siete veces, pero cada vez actúa como si fuera la primera vez que se la muestran.

    —¿Verdad que sí? Un día de estos él… —se frena de hablar cuando ve que alguien ingresa por la puerta. La mujer es sumamente profesional cuando se trata del trabajo, aunque Magnus, siendo tan relajado, le dice siempre que no sea tan formal.


    El recién ingresado es algo más joven que la mujer. Un hombre blanco vistiendo un elegante traje de cola de pingüino color negro y zapatos tan lustrosos que hacen que los espejos sientan envidia. Un sombrero de copa y bastón negro completan su, extravagante, traje.

    —Buenos días —saluda la secretaria —. ¿En qué puedo ayudarle este día?

    —Vengo a ver al presidente. Apresúrese a avisarle que ya llegué —dice secamente el hombre, sin devolver el saludo.

    —Oh, ¿qué asunto lo trae a ver al presidente? —interviene Magnus. Evidentemente el hombre no lo conoce, pero él sí sabe bien quien es el recién llegado.

    —Nada que le importe a un mestizo asqueroso como usted. —Saca un pañuelo blanco y se cubre rápidamente la boca como si estar en presencia de alguien de piel morena lo fuera a enfermar.

    —¡Oh, discúlpeme, Mr Peanut! ¡No me había dado cuenta que teníamos a una celebridad de los manís en nuestro edificio! —exclama, a modo de burla, poniéndose en pie. La secretaria contiene la risa.

    —¡Niño insolente! —se voltea hacia la secretaria — ¡Exijo despidan de inmediato a este animal por faltarme al respeto! ¡Soy amigo personal del presidente de esta compañía y él jamás tolerará que se me falte el respeto así!

    —Señor, ese es… —comienza a decir la secretaria, pero Magnus le hace una señal con la mano para que no diga nada.

    —¡Oh, señor, ¿por qué la mala aptitud en un día tan lindo como este?! —la teatralidad del chico solo logra hacerlo enojar aún más.

    —¡Váyase a un chiquero, con el resto de los animales! —grita, comenzando a ponerse rojo.

    —¿Me invita a su casa? ¡Qué picarón! Nos acabamos de conocer y me hace esas proposiciones tan indecentes.

    —¡¿Qué?! ¡Yo no vivo en un chiquero, asqueroso homosexual!

    —Oh, mil perdones. No me había dado cuenta que estoy siendo grosero. Su casa es obviamente un frasco de maní.

    —¡Maldito!


    El hombre lanza un golpe con su bastón hacia el joven. Magnus detiene el bastón sin ningún problema, de un veloz movimiento jala el bastón y hace que el hombre caiga sentado en uno de los sillones de la recepción. Este se pone en pie de inmediato.


    Una mujer, de unos treinta años, entra a la recepción. Su traje de falda gris y tacones del mismo color le dan una cierta presencia que hace que cualquiera que la vea sepa que es alguien de alto rango. Carga una tabla con clip de color negra que trae claramente grabado el logo de la corporación de Magnus.

    —Señor Tranishiowski, veo que ya conoció al presidente —menciona la mujer. Revisando el primer papel de la tabla.

    —¿Quién? —cuestiona agitado el hombre.

    —Yo, el mestizo insolente —hace una exagerada reverencia. La secretaria deja salir una risa y se obliga a recuperar la compostura cuando ve que la mujer recién llegada le da una fulminante mirada de desaprobación —. Imagino sabe dónde está la salida. ¿O puedo llamar a los de seguridad para que lo saquen a patadas?

    —Con permiso —es todo lo que dice el hombre antes de salir murmurando insultos entre dientes.

    —Es un sujeto tan agradable —dice el chico, sentándose de golpe en el sillón.

    —Ese era el CEO de las farmacéuticas Frandiche —dice la mujer de traje gris, frotándose la sien.

    —¿No era la mascota de los manís? Estoy en shock de saber que no lo era —se burla él.

    —¿Es en serio? —reclama la mujer — Acaba de dejar ir a un pez gordo. Una sociedad entre nuestras farmacias y… —Magnus la interrumpe al levantar la mano.

    —No me interesa —susurra, mostrando una mirada aterradora —. Concértame una cita con las farmacéuticas Molinok. Compraré a la competencia y dejaré a ese racista en la ruina.

    —Señor… —la mujer de gris se frena al ver la mirada en el rostro de su jefe. Normalmente puede regañarlo un poco cuando algo como esto ocurre o cuando ve que está holgazaneando. Pero, si Magnus pone esa mirada, es porque está realmente enojado y nada lo hará cambiar de opinión —. Para esta misma tarde prepararé una reunión virtual con ellos.

    —Excelente. —Cambia de inmediato su rostro. Nuevamente luce despreocupado.


    La mujer de gris se lleva el dedo al oído, donde tiene un auricular. Intercambia palabras con alguien.

    —Señor, su cita de las diez ya llegó, ¿quiere atenderlo ahora o espera a la hora?

    —Veamos si esto me quita el sin sabor que me dejó ese maní —menciona el chico, entrando a la oficina. La mujer lo sigue.


    La oficina de Magnus es un reflejo de sus gustos mezclado con una oficina normal. El escrito es de roble barnizado con hermosos grabados orientales a los lados. Persianas cerradas. Una biblioteca llena de libros de ciencia ficción, misterio, manga y novelas ligeras cubren una pared completa. Algunas figuras de acción y antigüedades adornan los pocos lugares en los que no hay libros. Un gran afiche de una película de super héroes, firmado por todos los actores, se haya encuadrado al lado de la puerta. La silla que utiliza Magnus es la clásica silla gamer en color negro. Frente al escritorio hay una silla negra. Un archivero mediano, que desentona con la habitación, se haya en la pared opuesta a la biblioteca. La alfombra que cubre el suelo, la cual fue traída desde oriente, tiene un exótico patrón floral y cúbico que le da un ambiente de seriedad a la oficina. Una montaña de documentos, un bolígrafo barato y una laptop negra cerrada son lo único que descansa sobre el escritorio.

    —Con todo respeto, señor, ¿por qué aceptó ver al dueño de una tienda de antigüedades? —cuestiona la mujer, queriendo conocer la razón. Según la información obtenida, no es un negocio en problemas y parece estar bastante estable.

    —Oh, Lucia, no seas impaciente —le pide a su asistente. Por un instante pone la mirada seria.

    —No creo que esto vaya a terminar bien —se dice la mujer. Va hacia el archivero, usa su llave para abrir el cajón de hasta arriba. Lo deja medio abierto.


    Unos minutos después, la secretaria anuncia que ya llegó la cita de la diez. Un hombre, en sus cuarentas, con pronunciadas entradas, y vistiendo un caro traje color azul marino, entra a la oficina. El joven le señala la silla. El hombre agradece y comienza a explicar el por qué debería Magnus invertir para construir una cadena de tiendas de antigüedades a lo largo del país. Al final, el hombre alaba el trabajo de sus padres al fundar la tienda y como es un negocio familiar.

    —Entonces, ¿toda la familia está involucrada en la tienda? —pregunta Magnus, luego de dejar al hombre hablar por un buen rato.

    —Sí, mis padres, mi hermana, mis hijos y mis sobrinos. Es una tienda muy grande y tenemos proveedores de casi todo el mundo.

    —¿Tiene otros hermanos? —pregunta el joven. El hombre se sobresalta ante la pregunta.

    —No, solo a mi hermana mayor —asegura, comenzando a sudar.

    —Permítame decirle algunas cosas. Yo siempre investigo todo sobre mis posibles socios. Todo. Sé muy bien que tiene otras dos hermanas. O más bien, una hermana más. Una de sus hermanas menores fue asesinada junto con su esposo hace unos años, ¿no es verdad?

    —Bueno…

    —No voy a ahondar en las razones por las que murieron o por qué me enfermo de siquiera pensar en ellos —se aclara la garganta —. Estos tuvieron una hija, que actualmente tiene unos… ¿quince años?

    —Es verdad… —contesta nervioso. Se pregunta de dónde sacó esa información.

    —Ya volveré a esa chica. También tiene otra hermana, una aún menor, de nombre Mary Ann.

    —Bueno…

    —No he terminado. Esta otra hermana fue echada por su padre cuando se embarazó al ser muy joven y no haber querido abortar.

    —No entiendo por qué…

    —No he terminado. La hija de su otra hermana, la que murió. Sé perfectamente que únicamente fue la hermana menor la que se atrevió a pedir su custodia, a pesar de tener una hija adolescente en ese entonces.

    —No es como que tuviéramos opción, teníamos nuestros propios hijos como para encargarnos de otro que solo traería vergüenza a la familia —se excusa el hombre.

    —Claro. Imagino que algo como eso vino de los mismo bastardos que dejaron a su hija adolescente sola en el mundo con un bebé.

    —¡Por más que sea alguien influyente, no voy a permitir que trate de esa forma a mis padres! —grita el hombre, furioso.

    —¿Me grita por decir la verdad? —cuestiona Magnus, sin expresión en su rostro — Solo unos bastardos dejarían a una hija tan joven para que vea como se las arregla sola con un bebé.


    El hombre trata de golpear a Magnus, pero este reacciona rápido y le azota la cabeza contra el escritorio, dejándolo aturdido por un momento. Al mismo tiempo, la asistente de Magnus saca un arma del archivero y le apunta al hombre.

    —No tienes que ser tan dramática —le dice el chico —. Guarda esa cosa antes de que la dispares por accidente y me ensucies la alfombra.

    —No tendría que sacar un arma si usted se limitara a no hacer esta clase de cosas —reprende la mujer.

    —Ahora, que creo va a estar quieto —el hombre se sostiene la cabeza por el golpe —, continuaré. Me enteré que su familia se estuvo jactando de que como me casé con Alice ahora “tendré” que ayudarles a financiar las nuevas tiendas. Eso no me hubiera molestado tanto, muchos exageran sobre cosas que nunca ocurrirán. Pero, me llegó la información de que un auto desconocido, que resultó estar a nombre de su padre, estuvo dando vueltas por mi vecindario esta última semana. Y el acoso es algo que no voy a tolerar.

    —¿Me trajo hasta aquí para humillarme? —pregunta el hombre, enfadado.

    —Lo traje con dos motivos en mente. Primero, para advertirle que si veo a cualquiera de ustedes cerca de mi esposa o mi bebé, conocerán lo que es el infierno en la tierra —sentencia, con el ceño fruncido. Cambia a una expresión más relajada —. Claro que, no soy tan malo, y a eso va la segunda razón. Por obvias razones, que imagino ya debe entender, no me asociaré a su tienda de antigüedades. Sin embargo, le debo a sus padres el que hayan tenido a Mary Ann, y a esta a su vez que haya tenido a la maravillosa Alice, por lo que, para devolverles el favor, y, que no crean se les debe nada en lo absoluto, recalco el nada, les compraré estas antigüedades que tienen en su tienda —le pasa al hombre tres hojas grapadas juntas, las cuales duda en si tomar, pero al final lo hace —. Mañana enviaré a un experto, para que las revise y se cerciore si son realmente originales o imitaciones. Si todo sale bien, para la tarde enviaré un camión a recoger las piezas. Ya investigué los precios, así que no intente inflarlos o cancelaré todo el negocio. Al final, ustedes deciden. Tiene mi teléfono es esos mismo papeles, llame para confirmar y concertar los detalles del pago antes de las cinco de la tarde del día de hoy o supondré no hay trato. Tenga un buen día y retírese de mi oficina de inmediato.


    El hombre sale de la oficina, aún sintiendo dolor por el golpe que recibió. En cuanto abandona el cuarto, la asistente suspira pesadamente.

    —¿Era necesario todo esto? —cuestiona ella.

    —Por supuesto. Han tenido veintitrés años para intentar estar en la vida de Alice, y, ahora, solo porque está casada conmigo, de pronto se aparecen y quieren dinero. No soporto a esa clase de personas.

    —Como sea. Tiene todos esos informes para revisar, aprobar y firmar. Mientras hace eso, iré a conseguir una cita con los de la farmacéutica Molinok. Intente no hacer molestar a nadie mientras no lo estoy vigilando.


    La asistente sale de la oficina, sintiendo como una migraña está por atacarla en cualquier momento. El celular de Magnus suena, por la melodía, sabe que se trata de Alice. Una videollamada. La contesta de inmediato.

    —¿Hola? —dice ella, al aparecer en la pantalla.

    —Alice, ¿sucede algo?

    —Sí, el travieso de Angus no quiere dormir la siesta sin ver a su papi primero.

    —¡Baba! —se oye gritar al bebé fuera de cámara.

    —Ya va, no seas desesperado —lo regaña su madre.


    Alice baja el teléfono y lo coloca en la cuna, dejando al bebé en cuadro. El niño sonríe al ver a su padre.

    —Hola —dice Magnus, saludando también con la mano —. No le des problemas a tu mami.


    El bebé comienza a tocar la pantalla, hasta que irremediablemente corta la llamada.


    Por la noche, Magnus regresa a casa. Encuentra a Alice leyendo un libro en la sala, con el bebé dormido en una cuna a su lado.

    —Hola —saluda él, sacándola del libro.

    —¿Ya es tan tarde? —se dice, viendo el reloj de la pared — El tiempo pasa cuando se está en medio de una buena historia.

    —Así es como es —sonríe. Se acerca a ella y la besa —. ¿Cómo se portó? —pregunta, asomándose a la cuna. El pequeño se chupa el dedo.

    —Lloró mucho cuando se le cortó la llamada, pero al rato ya se había calmado. Fue bastante normal el día. ¿Qué hay del tuyo?

    —Ya sabes, esto, aquello y lo otro. Más de esto que de aquello, y no mucho de lo otro. Un poco estresante la mañana, pero la tarde fue más satisfactoria.

    —Me alegra. ¿Vas a comer? —pregunta, levantándose.

    —Sí. No te preocupes. Iré a la cocina a prepararme algo.

    —La comida ya está hecha, solo caliéntala —se sienta —. Yo aprovecharé que Angus no se ha despertado para continuar con mi lectura.
     
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    Menuda combinación más peculiar de acontecimientos. Primero sabes que soy muy fan de Magnus. Toda la primera parte desprende muchísima ternura. Una de esas escenas típicas, relacionadas con Agnus, que tanto me gustan, donde Magnus demuestra su paciencia infinita y lo buen padre que es. Me derrito con esta clase de historias tan dulces. El bebé las lía siempre, es adorable y siempre me saca una sonrisa.

    Después, pasas a un encontronazo de él con un posible socio de una manera abrupta. Realmente me ha sorprendido lo rápido que se han descontrolado las cosas y cómo han llegado tan rápido a los insultos. El señor Tranishiowski me ha caído fatal, arrogante, egocéntrico, con unos aires de superioridad y de hacer sentir a los demás inferiores que me asquea. Es esa clase de persona que me gustaría tener lo más lejos posible. Me agrada que Magnus haya sido tajante en cuanto a no hacer negocios con él y me ha hecho hasta cierta gracia que busque aliarse con la competencia.

    Seguido pasamos a otra entrevista aparentemente familiar. De primeras, pensaba que iba a ser un contraste respecto a la anterior. Intuía que al reflejar valores familiares, tradicionales, etc. Magnus se aliaría con ellos para premiar ese lado más humano, en contraste con el prepotente CEO, pero no. No me esperaba ese giro de acontecimientos, parecía una telenovela donde los enredos y parentescos han llevado a un final inesperado, relacionándolos con la propia Alice y su madre. No me lo esperaba. Me ha parecido muy interesante cómo ha ido desvelando la información sin darle tiempo a tergiversar la verdad. De nuevo, me ha sorprendido ver a Magnus tan violento, incluso golpeándolo contra la mesa.

    Finalmente, ha terminado siendo el Magnus que me encanta, tierno y dulce en el ambiente familiar, protegiendo a su familia a toda costa y disfrutando de su compañía.

    Gracias por compartir tantas historias de ellos, disfruto mucho leyéndolas.
     
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    Dark RS

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    Cárcel



    Alice lleva a su pequeño bebé al parque más cercano, el cual, tiene un área especial con césped artificial, juegos de tamaño pequeño, mesas para cambiar pañales y una máquina dispensadora con pañales de todas las tallas. Siempre hay un guardia de seguridad durante el día, además de varias cámaras de seguridad que graban en todas direcciones. Aunque parece algo que hace ver al municipio local como una entidad muy considerada para con los infantes, es en realidad obra de Magnus, que quiso ambientar el parque más cercano a su casa para que su hijo tuviera un lugar seguro en el cual jugar durante el día.


    Solo hay dos bebés en este momento en esa zona. Angus, y una bebé que es más alta que él, aunque es un mes menor, lo que demuestra lo pequeño que es el hijo de Alice para su edad. Ambos infantes balbucean entre ellos, como si conversaran. Sonríen mucho. Alice está encantada de lo feliz que luce su hijo.

    —¡Ba! —grita el pequeño.

    —¿Qué quiere mi bebito guapo? —cuestiona ella. El bebé señala torpemente hacia su carriola.


    Alice comienza a sacar cosas. El biberón, un sonaja, una mantita, una pelota. Pero con ninguno parece reaccionar. Queda solo un enorme peluche de snorlax, que fácilmente mide el doble que Angus. Lo levanta.

    —Baba —dice el niño, comenzando a ponerse inquieto. Es evidente que es eso lo que quiere que le traiga.

    —Aquí está —coloca el peluche en medio de los infantes.


    Los bebés continúan balbuceando, pero mirando al peluche como si le hablaran. Recuestan la cabeza sobre el snorlax y comienzan a reír. Alice se lamenta de no haberlos estado grabando. Se comienzan a quedar dormidos luego de un rato. Una mujer, más alta que Alice y un tanto obesa, se acerca para llevarse a la bebé. La levanta con cuidado. Luego jala el peluche, haciendo que Angus se golpee la cabeza contra el suelo, que por suerte es suave, aunque por el susto igual comienza a llorar. Alice se apresura a levantarlo para calmarlo. Al ver que la mujer se está llevando el peluche, la persigue y le corta el pasó.

    —Disculpe, pero ese peluche es de mi bebé —dice, intentando ser cortés.

    —¡Claro que no! —grita la mujer, despertando a la bebé, aunque no comienza a llorar, solo parece confundida — ¡Váyase de aquí, loca!

    —¡La loca es usted, que se roba los juguetes de mi hijo!


    Se comienzan a gritar, acusando a la otra de haber robado el peluche. El guardia de seguridad rápidamente se acerca para tranquilizarlas.

    —Señoras, por favor no levanten la voz. ¿Qué ocurre aquí?

    —Esta loca trata de…

    —Me está robando…

    —Señoras, una a la vez, por favor. A ver, usted —le da la palabra a la que carga a la bebé.

    —Esta loca se me acercó e intentó robarse el peluche de mi sobrina.

    —¿Es eso cierto? —cuestiona el guardia de seguridad.

    —No, son solo mentiras. Esta mujer se robó el peluche favorito de mi hijo, y cuando se lo quitó se golpeó su cabecita y comenzó a llorar.

    —A mi no me culpe de sus descuidos —escupe la mujer.

    —A ver, ¿alguna tiene pruebas de que es suyo? —cuestiona el hombre — Un recibo, una foto, algo.

    —Claro que sí —dice la mujer, buscando entre las fotos de su teléfono —. Aquí tiene —enseña una foto de la bebé y Angus recostados al peluche.

    —Esa la acaba de tomar ahora que mi hijo compartió su peluche con la bebé —aclara Alice. Se revisa el bolsillo, en busca de su celular. Claro que tiene muchas fotos de su bebé con el peluche. Pero no lo encuentra, y casi como una revelación, recuerda que su teléfono se está cargando en su cuarto y se olvidó de traérselo —. No tengo mi teléfono conmigo en este momento, pero le aseguro que ese peluche es de mi propiedad.

    —¡Claro que no, perra ladrona, ya deje de molestar! —grita la mujer, tirando una patada hacia Alice.


    Ve a Alice tan baja y frágil que está segura la va a derribar de un solo golpe. Pero no contaba con que se sabe proteger sola. Quizás no sea la más fuerte, pero algo tan simple como una patada no es problema para Alice. Evita el ataque de la mujer, y aprovechando que esta tiene la pierna levantada, se agacha y da una patada de barrido, que provoca que la mujer pierda el equilibrio. Logra arrebatarle a la bebé justo antes de que la mujer caiga de espaldas. Ambos infantes, lejos de asustarse, comienzan a reírse y balbucear entre ellos.

    —Suficiente —se interpone el guardia, viendo que comenzaron a pelear.


    El guardia de seguridad llama a la policía, los cuales llegan un par de minutos después, encontrando a un pobre hombre tratando de contener a dos feroces mujeres que se quieren matar. Ambas son arrestadas y llevadas a la delegación local.


    Un par de horas después, Magnus llega a la delegación. Tardaron mucho en contactarlo porque se había acostado a dormir una siesta y tenía el teléfono en silencio. Camina de un lado a otro, negando con la cabeza.

    —¿Qué crees que dirá tu madre cuando se entere? —reprende, no muy seriamente — ¿Tienes idea de lo triste que se pondrá al ver que caíste en este lugar?


    El bebé, que es a quien le habla, el cual está sentado sobre el escritorio de un policía, se chupa el dedo, mientras ve a su padre caminando de un lado a otro.

    —¡Ba! —grita el pequeño.

    —Ah, y todavía me respondes. No tienes ni un año edad y ya te encuentro en la delegación. Voy a tener que castigarte muy severamente por esto.


    Lo levanta y le comienza a hacer cosquillas. El bebé se comienza a reír ruidosamente. El oficial que cuidaba al bebé se aclara la garganta para llamar la atención del joven padre.

    —¿En qué puedo ayudarle? —le cuestiona Magnus.

    —¿Tiene alguna prueba de que este es su hijo?

    —Claro —sostiene al bebé con un brazo, mientras que con la otra mano saca su billetera, de donde saca su identificación y muestra una foto de él, su esposa y el bebé —. Tengo más fotos en mi teléfono en caso quiera ver más, o puede revisar el registro civil y constatar que tengo un hijo y que la edad coincide con la de este pequeño rebelde sin causa.

    —No será necesario —menciona el oficial, escribiendo algunos datos en un papel. Devuelve la identificación.

    —¿Se puede saber qué fue lo que ocurrió?

    —Parece que su esposa, supongo es su esposa —Magnus asiente —, se peleó con otra mujer por un peluche —señala hacia una silla, donde reposa el peluche de snorlax sentado —. Fueron arrestadas por alboroto, agresión y poner en peligro a menores de edad. Y alguna de las dos será acusada de robo menor cuando descubramos de quién es el peluche.

    —Eso es fácil de demostrar. —Comienza a revisar su teléfono, abre su correo, le muestra al oficial un recibo electrónico por la compra en línea de un peluche snorlax. Luego enseña varias fotos en la galería donde el bebé juega o duerme al lado de dicho peluche. En la mayoría tiene ropa diferente, probando que fueron tomadas en distintos días.

    —Eso cierra una incógnita. Por ese pasillo puede pedir ver a su esposa en lo que el juez decide qué hacer —dice el oficial, volviendo a escribir más en el papel.

    —Le agradezco y lamento todo esto.


    Antes de ir a ver a Alice a las celdas,cambia al bebé y le da un biberón, el cual el mismo niño sostiene. Camino a las celdas, se encuentra con el comandante de policía, el cual luce como una persona seria.

    —Jefe —dice el comandante, sonando nervioso. Ver a Magnus, uno de los dos hombres más influyentes, solo superado por el magnate Libeskind, hace que el comandante se preocupe por el futuro de su posición en la policía —. ¿Qué lo trae a la delegación?

    —Nada serio, detuvieron a mi esposa —dice el joven. Esto hace que el comandante se ponga pálido.

    —Mil disculpas por hacerlo venir hasta acá, jefe —se disculpa nervioso —. De inmediato ordenaré que la liberen, solo deme un par de minutos. Me aseguraré también de reprender al que la haya traído.

    —No se preocupe por nada, los que la arrestaron solo hacían su trabajo —lo tranquiliza Magnus —. Llame al juez Huertas, ya hablé con él, como puede adivinar, no se presentará ninguna causa en contra de mi esposa.

    —Lo llamaré enseguida y ordenaré liberen a su esposa de inmediato. Siento verlo en esta situación tan lamentable. —Se va de inmediato. Se logra escucharlo gritarle a alguien, pero no se le entiende lo que está diciendo.


    Magnus suspira pesadamente. No le gusta usar sus influencias, pero no tiene otra opción en este caso, al menos no si quiere evitar que su querida Alice sea acusada de algo. Y si la dejara en la cárcel, su suegra de seguro lo asesina, y no cree exagerar al pensarlo.


    Llega al área de celdas donde mantienen a las presas femeninas mientras son trasladadas al juzgado o a la prisión, según sea el caso. Ver a Alice tan enojada solo acentúa su adorable rostro. Magnus decide entretenerse un poco mientras la sacan.

    —Mira a quien tuve que venir a sacar de la cárcel —enseña al bebé, al cual, cuando lo cambió, le puso una ropa de rayas negras y blancas, que se aseguró de traer cuando supo que iba a recogerlo en la comisaría.

    —No me da gracia —reprende ella.

    —También logré sacar bajo fianza a snorlax —enseña al peluche.

    —Sigue sin darme nada de gracia.

    —¿Qué sucedió? —cuestiona él.

    —Esa bruja de allá —señala hacia la mujer en la celda continúa, quien rueda los ojos —, intentó robar ese bendito peluche y nos peleamos y por eso me trajeron.

    —No te preocupes por nada. Prometo traer al bebé cada domingo para que lo veas. Aunque estés en prisión, mientras crezca, me aseguraré que sepa lo buena madre que fuiste.

    —¡Si me quedo en esta celda será solo porque te maté por bromear en estos momentos! —intenta alcanzarlo desde las rejas, pero no logra llegar a él.

    —Todo este tiempo en prisión te ha cambiado —finge que llora —. Antes eras una chica tan dulce y amorosa, ya ni reconozco en quien te convertiste.

    —Solo espera a que salga de aquí y verás lo que te espera —continúa amenazando, aún tratando de alcanzarlo.


    Un oficial llega y abre la reja.

    —Puede irse, ordenaron su liberación —informa el uniformado.

    —Por fin —dice entre dientes.


    Cuando la chica sale de su encierro, tropieza con la reja, torciéndose el tobillo derecho. La otra mujer aplaude y se ríe ante esto. Alice termina con el tobillo fisurado, y se le recomiendan dos semanas de reposo para asegurar una recuperación total. Y por supuesto, Magnus termina siendo el que cuida tanto al bebé como a su esposa durante esas dos semanas.
     
    Última edición: 10 Septiembre 2020
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    De primeras me ha sorprendido el título, no sé cómo podía alguno estar relacionado con la cárcel, pensé que sería por Magnus.

    Me ha gustado la introducción ambientándolo en un parque bien cuidado, con cámaras y elementos suficientes para los bebés. Es muy típico de Magnus haberlo dispuesto todo así para que su hijo disfrute en un entorno seguro. Cuando me he enterado de que se llevaban a ambas a la comisaría pensaba que en algún momento echarían mano a dichas grabaciones para cerciorarse de quién era la propietaria del peluche, qué curioso que sea precisamente un snorlax. Supongo que eso revela un poco sobre tus gustos.

    La mujer ha sido odiosa, me choca cómo salta tan fácil a los insultos nada más empezar, como si el hecho de ofender le diera más peso a sus palabras. No me gusta su actitud, especialmente porque está cuidando de un bebé. Los niños son esponjas que aprenden e imitan de su entorno, tenemos que ser un buen ejemplo no como esta señora, si es que hasta intenta darle una patada. ¡Lo que hay que leer! El pobre guarda lo ha tenido que pasar mal intentando separarlas a ambas, ahora me choca de nuevo, que no haya caído en las grabaciones para solucionarlo allí mismo.

    Como no podía ser de otra forma Magnus llega al rescate. El hecho de que tire de influencias no me ha gustado tanto pero toda la parte dialogando con el bebé es muy tierna. Me encanta que juegue con él como si el pequeño fuera el detenido. Después, cuando va a hablar con Alice me he reído mucho, sobre todo por el contraste en la actitud de ambos. Él despreocupado y bromeando, y ella con un enfado que va en aumento. Cuando me he imaginado a Angus vestido tipo preso me he quedado con ganas de verle en foto, seguro que está monísimo.

    Tampoco me esperaba ese final. Intuía que la otra mujer saldría perjudicada y se mencionada el escarmiento. Finalmente, Alice se ha caído y se le ha cruzado mas el día si cabía.

    Unos pequeños errores por si los quieres corregir, algún dedazo por ahí suelto.

    La segunda palabra tendría que ser "en". Está en el primer párrafo.

    Acostado todo junto.

    En esa frase sobra la preposición.

    Como siempre, he disfrutado mucho de la historia. Muchas gracias por escribir tantos relatos de esta fabulosa familia. ¡Nos vemos en el siguiente!
     
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    Dark RS

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    Helado de Almejas



    Magnus intenta no caer dormido. Se encuentra en la parte trasera de un lujoso mercedes, manejado por uno de los choferes de su empresa principal. Tener choferes que lo lleven a él y su esposa a donde necesiten ir es uno de esos pocos lujos que se obliga a tener.


    No sabe cómo manejar ninguna clase de vehículos. Mas por prevención que cualquier otra cosa. Él se conoce lo bastante bien como para saber que, de saber conducir, su adicción a la adrenalina lo llevaría a realizar maniobras peligrosas, así como conducir más allá del límite permitido, lo que lo pondría a él y a los demás en peligro. Sin mencionar que de seguro entraría en carreras clandestinas solo para competir contra otros conductores temerarios.


    A pesar de que no conduce, posee una excéntrica colección de setenta y dos vehículos, siendo la mayoría de estos réplicas de carros, camionetas, camiones, motocicletas e incluso aeroplanos de películas y series. Siempre se ha dicho que, si comenzara a manejar, comenzaría con el precioso Chevy Impala 1967 color negro, para recorrer la carretera sin preocuparse por nada más en el mundo.


    Según el reloj del tablero del mercedes, son la una y siete de la madrugada. No ha dormido nada bien desde que su esposa se embarazó. Los antojos de esta son la causa principal de su insomnio. Y en esta ocasión no es la excepción, tiene la misión obligatoria, suponiendo quiera volver a casa, de conseguir helado de almejas con jarabe de tinta de pulpo. Claro que ninguna de esas dos cosas existen, hasta donde él sabe, pero eso no quiere decir que pueda volver y decírselo a su esposa. Consiguió tinta de calamares, y eso lo hará pasar por jarabe de tinta de pulpo. Compró almejas en los muelles, donde están más frescas, y ahora está en busca de un sitio que haga helados e intenten convertirlas en algo parecido a un helado.

    —Ese era el tercer sitio, jefe —menciona el chofer, haciendo que Magnus se despabile.

    —Tres cerrados —se dice Magnus —. Voy a tener que despertar a alguien para que haga el helado.

    —Eso parece —afirma el chofer.

    —Vamos al oeste, por la fábrica de enlatados, ahí hay una fábrica de helados dietéticos y veganos. No les hará mucha gracia mi petición, pero quizás me puedan ayudar.

    —Intente dormir un poco, jefe, tardaremos como una hora en llegar allá.

    —No puedo quedarme dormido mientras no haya conseguido ese helado.

    —Si me lo permite, jefe, creo que se toma muchas molestias para cumplir los antojos de su esposa —opina el que conduce.

    —Alice normalmente es muy tierna, las hormonas la vuelven exigente y malhumorada. Si no le llevo lo que me pide de seguro me lo saca a relucir a cada rato y me hará ver como el malo de la historia —se queda en silencio un momento, mirando por la ventana polarizada a un borracho que en cualquier momento cae al suelo —. A veces creo que ella va a dar a luz a un triturador de basura en lugar de un bebé.


    A las cinco de la mañana, Magnus finalmente regresa a casa. Encuentra a Alice dormida en la cama. Supone lleva durmiendo desde que lo mandó por el helado de almejas que huele tal y como se esperaría lo hiciera. Guarda el helado en la nevera y se acuesta a dormir en el sofá.

    —...pierta…


    Abre los ojos, ve a su esposa, con el ceño fruncido, mirándolo fijamente. Siempre le ha parecido tierna la forma en que Alice se enfada. Tan inocente, tan deslumbrante.

    —¿Dónde está mi helado de almejas? —pregunta, enfadada.

    —En la nevera —responde él, incorporándose. Aunque ella tiene cinco meses de embarazo, apenas si se le nota.

    —Pues sírveme un poco y no estés de vago —demanda, yendo a la cocina.


    Suspira pesadamente. Comienza a dudar que vaya a llegar vivo a conocer a su hijo.


    Sirve, en una gran taza dulcera, dos bolas del maloliente helado y lo baña con el “jarabe de tinta de pulpo”. Alice toma una pequeña cuchara para postres y prueba un poco del helado. Lo saborea.

    —Sabe justo como creí lo haría —dice, para luego botar el helado, con todo y la taza, en el basurero de la cocina —. Ahora hazme el desayuno. Quiero cuatro tostadas con mermelada de uva, dos huevos revueltos con poca sal, tocineta y jugo de naranja.


    Magnus suspira y produce una sonrisa cansada.

    —No puedes comer tanto. Recuerda que hoy tienes cita con el médico.

    —Eres un monstruo, no te importa matarme de hambre —reclama, inflando las mejillas.

    —Te llevaré a comer a donde quieras en cuanto termine el chequeo.

    —¿Lo prometes?

    —Sí, lo prometo. Ve a bañarte. El coche llegará en una media hora para llevarnos.


    Cuando ella sale de la cocina, él aprovecha para recoger la taza de la basura y lavarla.

    —Solo cuatro meses más… —se dice, dándose ánimos.
     
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    Paseo Feral



    Angus va en su cochecito, mirando a los alrededores. Le extraña que nadie se haya detenido para decir lo lindo que es. Al contrario, las personas parecen huir despavoridos cuando lo ven acercarse. ¿Por qué? No logra entenderlo. Incluso las mujeres suelen intentar hablar con su papi cuando lo saca a pasear, aunque este nunca parece prestarles mucho cuidado.


    Se siente decaído por no ser el centro de atención.


    Gamma, que viaja junto a Magnus y el bebé, le da un lengüetazo al pequeño al verlo tan desanimado. El bebé se ríe y abraza el enorme hocico del lobo. Los otros dos lobos vienen más atrás, marcando su territorio en cuanto poste, buzón e hidrante logran ver.


    Una patrulla se detiene frente a ellos, evitando puedan seguir avanzando. Gamma está por gruñir, pero Magnus le acaricia el hombro para hacerle entender que no lo haga.

    —Buenos días, oficial —saluda el padre, notando que no reconoce al policía que los detuvo, por lo que supone debe ser nuevo, ya que conoce de cara a cada oficial que pasa por el vecindario.

    —Han habido reportes sobre lobos gigantes en esta calle —finalmente dice el policía, que se quedó estupefacto durante varios segundos en el momento que pudo ver bien a los animales.

    —Serían ellos tres —los señala. Los otros dos hermanos se colocan a los lados de Gamma.

    —Perdone, pero, ¿qué son estas cosas? —cuestiona, sin poder creer que está viendo a lobos que fácilmente superan los dos metros y medio de altura, por mucho.

    —Son mis amigos, Gamma, Delta y Épsilon —los presenta.

    —No me ha entendido, ¿qué son esas cosas? —insiste el oficial.

    —Lobos de las Montañas.

    —Permítame ver su permiso para tenencia de animales exóticos.


    Magnus busca en la parte inferior del cochecito, saca una pañalera, y de ahí produce tres pasaportes que le entrega al oficial.

    —¿Qué se supone es esto? —pregunta extrañado que le muestre pasaportes en lugar de papeles.

    —Son las identificaciones de ellos tres. No necesito un permiso de tenencia para especies exóticas, ya que ellos son considerados ciudadanos y no animales.



    El policía está seguro que se trata de una broma, pero igual revisa el primero. Y en contra de toda lógica, la foto del pasaporte es la de una de esas bestias. Lee algunos de los datos, pero eso solo lo deja más confundido. “Delta Alpha”, “Lobo de las Montañas”, “Femenino”.

    —Como podrá apreciar, todo está en orden —asegura Magnus.

    —¡¿En orden?! ¿Me trata de tomar el pelo acaso?


    Los dos comienzan a discutir.


    Angus los observa un poco asustado. Luego nota a uno de los lobos, el más gordito, acercarse a la patrulla. Levanta la pata. El bebé supone que este debe estar pensando “A este carrito grande le falta un bañito”. Nota que Gamma, su mejor amigo en todo el mundo, niega con la cabeza. Se comienza a imaginar la conversación mental que estos dos canes tienen.

    —“Pero, hermanito, este carrito ocupa un bañito.”

    —“No, que lo bañe el cochinito que dejó ensuciadito.”

    —“Pero mira como trata a papi de Angus este hombre malo. Hay que darle un bañito al carrito.”

    —“No, ahorita le tiramos el pañal de Angus, que anda bien llenito.”


    El pequeño comienza a reírse. Esto hace que Delta lo mire detenidamente y esboce una sonrisa con su largo hocico.


    —Hagamos lo siguiente. Llame a migración, si dicen que los pasaportes son falsos, me lleva arrestado por portación de documentos falsos. Pero, cuando le digan que son verdaderos, nos dejará tranquilos, como los ciudadanos que somos todos, incluidos ellos, por supuesto —propone, para darle punto y final al asunto.

    —Es una pérdida de tiempo, esto es falso y se nota a leguas, pero igual lo complaceré para que no pueda decir que no le di una oportunidad —regresa a la patrulla y levanta el radio —. Aquí unidad N-3-C-10, necesito revisar unos pasaportes.

    —Entendido, N-3-C-10 —responde alguien.

    —Central respondiendo —dice una nueva voz.

    —Necesito revisar tres pasaportes.

    —¿Cuál es el número del primero?

    —G-4-M-M-4-A-A-1-9-H-4.

    —Un momento —hace silencio por casi un minuto, se le puede escuchar tecleando con fuerza —. Ese es un pasaporte diplomático especial de ¿las Montañas? Espera para revisar otra vez. —Se mantiene en silencio durante un largo rato —. No hay duda, ese pasaporte fue dado a un “Lobo de las Montañas”. Sea lo que sea eso.

    —Eso no tiene sentido —le hace ver el oficial.

    —Ya sabes como son los ricos y sus peculiaridades. De seguro algún ricachón sin nada mejor que hacer, pagó un buen monto a algún pez gordo en el gobierno y se consiguió ese pasaporte. Pero de que es un pasaporte válido no hay duda.

    —Gracias...

    —¿Cuáles son los otros números de pasaportes?

    —No vale la pena, son otros dos lobos. De seguro válidos también.

    —Entendido, cambio y fuera.


    El oficial le devuelve los pasaportes a Magnus y se retira sin decir nada más. Los reportes eran solo sobre lobos andando libres por la calle, pero nada apunta a que hicieran algún daño o hirieran a alguien. Y siendo “ciudadanos”, tienen el derecho de libre tránsito en zonas públicas.


    Dejando ese incidente atrás, los canes, así como padre e hijo, continúan su camino hacia el parque. Donde una carrera de cochecitos está por comenzar, y esta vez no hay razón alguna para no llegar en primeros.


    Después de la carrera, y aprovechando que los lobos se pusieron a nadar en el lago, para asustar a los cisnes principalmente, Angus recibió mucha atención de los pasantes, por ser un bebé tan pequeño. Esto lo hizo muy feliz y le dio ánimos para jugar con los demás bebés hasta caer exhausto.
     
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    Figuras



    La familia se encuentra reunida en la sala. Magnus y Alice en el sofá, se supone mirando televisión, pero en realidad le están prestando atención a su pequeño bebé, el cual intenta hacer coincidir figuras geométricas en los agujeros de un juguete plástico que brilla y suena cada vez que mete una figura en el agujero de la misma forma.


    EL pequeño lleva casi diez minutos tratando de meter una figura en forma de estrella en un hoyo circular. Finalmente se frustra y comienza a golpear la estrella contra el juguete.

    —Espera, mi angelito —le dice Alice, levantándose —. Mira lo que hace mami.


    Ella le quita la figura de estrella y la mete en el hoyo con la misma forma. Un sonido agudo, pero llamativo, casi como el trinar de un ave, se escucha desde el juguete durante unos diez segundos. Una bombilla roja, en la parte superior, brilla intensamente durante el mismo tiempo que dura el sonido. El niño no prestó atención a lo que hizo su madre, se dedicó a mirarla muy felizmente y no fue hasta que escuchó el sonido que miró el juguete.


    El bebé toma otra figura, un cuadrado esta vez, e ,irónicamente, lo intenta meter en el hoyo con forma de estrella.

    —No creo me entendiera —dice Alice, tomando asiento.

    —Voy a intentarlo —murmura Magnus, más para sí mismo que para ella.


    Se acerca al bebé y se sienta junto a este. El pequeño le sonríe. Magnus toma la figura con forma de círculo y se la muestra al agitarla. Esta vez, el pequeño se queda mirando la figura. El padre acerca el círculo al juguete, asegurándose que su hijo mantenga la vista en el juguete y no en él. Coloca el círculo cerca del hoyo en forma de círculo, para que el niño pueda ver la similitud entre ambos. Luego mete lentamente el círculo en el juguete.


    Esta vez se oye algo así como un ladrido desde el juguete, acompañado de una luz azul que sale de otro bombillo plástico. El bebé abre por completo la boca y los ojos ante esto, se mece entusiasmado.


    El menor lleva su figura cuadrada hacia el juguete, y la intenta meter en el círculo que usó su papi antes, pero la figura no cabe. Esto confunde al pequeño, ya que, si le funcionó a su papi, por qué a él no. Luego intenta meterlo en el de forma de estrella, pero nada. El triangular tampoco funciona. Entonces se da cuenta que solo le falta un hoyo, que, por casualidad, se parece a la figura que tiene en su manita. Está seguro eso quiere decir algo, pero no está seguro de qué. Acerca la figura, pero torcida de tal forma que no entra. Se queda mirando el hoyo y la figura por casi cinco minutos. Suelta esa figura y toma la triangular, la cual mete en el hoyo que tiene la misma forma. Y como lo mete de forma correcta, produce un sonido de maullido y una bombilla verde se enciende.

    —Eso, eso —lo felicita su madre, llegando a abrazarlo. Su padre le aplaude.


    El pequeño sonríe y se siente entusiasmado por la atención recibida. Se pone serio al agarrar la pieza final, el cuadrado. Observa los hoyos del juguete. Solo uno se parece a la figura que tiene en la mano. Lo acerca, de medio lado, en una posición que no podría entrar. Se queda pensativo. Su pequeña cabecita comienza a analizar su siguiente movimiento. Su jugada maestra. Usa las dos manos para girar la figura hasta que coincide con el hoyo. Duda por un momento en si intentarlo o no. Sus padres lo miran atentamente, casi sin respirar. La tensión casi se puede palpar en el aire.


    Se decide, empuja la figura, encajando perfectamente. Un mugido y una luz amarilla son su premio por su gran hazaña.

    —Mi bebito guapo es tan listo —lo levanta y abraza Alice, muy orgullosa de él.

    —Un genio —le dice Magnus, dándole un beso en la frente.


    Tanta emoción deja al pequeño agotado, quien se lleva el dedo pulgar derecho a la boca y se recuesta en el hombro de su mami, para caer dormido pocos minutos después.
     
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    Dark RS

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    De Paseo con la Abuela



    Mary Ann Hatter, madre de Alice, logró convencer a su hija para que le dejara tener a su pequeño nieto durante un día entero. Lo primero que decidió hacer con el menor es sacarlo a dar un paseo por el centro.

    Le gusta la sensación de llevar al pequeño en un cochecito.A sus cuarenta y un años siente que esta debió haber sido la edad ideal para tener hijos. No es que se arrepienta de haber tenido a Alice, nunca se ha lamentado de eso, solo le hubiera gustado que no hubiera sucedido cuando tenía apenas dieciséis años. Era una edad muy difícil para ser madre. Sus padres la echaron de la casa por no haber querido abortar. No había quien la contratara para trabajar por su corta edad, y le fue muy difícil encontrar un lugar en el cual quedarse. Los primeros dos años estuvo en albergues de iglesias. Trabajó muy duro cada día, por suerte la pequeña Alice siempre fue bien portada, aunque le dolía en el alma tener que dejarla sola en la casa a tan tierna edad. En retrospectiva, le sorprende que los servicios sociales no le quitaran a su hija.

    —Beaan, Beaan —escucha decir al bebé, sacándola de sus pensamientos. "Beaan" es la forma del pequeño de decir "Abuela Ann".

    —¿Qué tiene el pequeño más bello de esta tierra? —le pregunta con ternura.

    —Baba, baba —señala hacia la vitrina de una tienda especializada en cosas para bebé. Específicamente señala hacia unos afiches de dinosaurios caricaturizados que usan pañales, los cuales anuncian una marca de pañales.

    —Mira esa ropita. Tu mami solía tener un vestidito de flores como ese...


    Mira al bebé con detenimiento. Es la viva imagen de Alice cuando era bebé. Un pensamiento pasa por su cabeza.

    —Bueno, mientras Alice no se entere supongo que estará bien —se dice.


    Minutos después, salen de la tienda, con Angus vistiendo un vestido azul con aves blancas y un moñito en su cabeza. Si antes lo confundían con una niña de vez en cuando, ahora no hay posibilidad de duda para quien lo viera de que se trata de una niña.


    Lo pasea por varias cuadras, y sonríe cuando alguien le dice lo linda que es su bebita. Para Angus la atención es bienvenida, se encuentra sumamente feliz y, además, no se siente incómodo de vestido.


    Mana, la sobrina de Mary Ann, quien está bajo su cuidado desde hace ocho años, se saltó las clases y se encuentra vagando por el centro. Le gusta andar sola por la ciudad, viendo todo y nada a la vez. Ve una mujer con un cochecito acercarse, la cual está algo distraída con otra mujer que le dice lo linda que es su bebé. Al reconocerla se oculta en un callejón. Se asoma un poco. Definitivamente se trata de su tía. Si la encontrara vagando en lugar de estar en clases la castigaría durante varios meses. El bebé que trae la confunde un poco, se parece al hijo de Alice, pero está vestido de niña. De pronto se le ocurre que su tía transvistió al bebé para sentir como si paseara a Alice de bebé. Si saliera en este momento y la confrontara posiblemente la avergonzaría mucho. Por otro lado, si saliera en este momento, acabaría castigada por los próximos sesenta años y no quiere eso. Se decide por esperar oculta hasta que pasen.


    Mary Ann continúa llevando a "su bebita" por la avenida central. Avanza varias cuadras, va de muy buen humor. Pero su rostro cambia cuando se encuentra, casualmente con alguien que sonríe divertido.

    —Veo que salió a pasear con Alice —dice Magnus, bastante divertido ante la imagen de su bebé vestido de niña.


    La mujer gruñe al verlo. Está convencida de que le va a decir a su hija que vistió al bebé de niña y por esa razón Alice no se lo volverá a confiar.

    —Alice, luces tan joven con ese vestido —le dice al bebé, haciéndole cosquillas.

    —Hola —saluda la mujer entredientes.

    —Buenas tardes —devuelve él.

    —¿Le vas a decir a Alice sobre esto?

    —¿Esto?

    —El bebé transvestido —aclara Lucía, su asistente, quien espera impaciente ante la distracción. Tienen que revisar otro edificio más junto con unos ingenieros y quiere terminar lo antes posible.

    —Ah, claro que no sería capaz. Ahora, si me disculpa, tengo algunos pendientes por hacer, pero me dio mucho gusto verlos, en especial a "la bebé" —ingresa a un edificio de oficinas con un letrero que informa que está puesto en venta por un banco.


    Mary Ann continúa con su camino. Se siente muy avergonzada en este momento.

    —Beaan, Beaan, Beaan, Beaan —llama su atención el niño.

    —¿Qué pasa, mi angelito? —cuestiona ella, agachándose para quedar a su altura. El bebé se lleva la manita a la boca y hace ruido, como si lanzara un beso, luego se ríe —. Eres el bebé más tierno del mundo.


    Le da un gran beso en la frente. Estando la mujer de mejor humor, continúan el paseo.
     
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    Dark RS

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    Colchón de Aire



    Alice observa en silencio el suelo del baño desde la puerta, sin atreverse a ingresar. Mira un mosaico en específico. Uno que tiene una pequeña fisura causada por algo que cayó con mucha fuerza hace una semana.

    —Me voy a trabajar —dice Magnus, sin acercarse mucho a ella.

    —Últimamente trabajas mucho... —menciona entre dientes.

    —Me ayuda a distraerme desde... —se detiene antes de completar la oración, incluso mencionarlo es doloroso —. Me ayuda a distraerme.


    Él se va sin decir nada más. Ella se queda en el mismo sitio sin moverse durante varias horas. De vez en cuando se le escapan algunas lágrimas, las cuales limpia con la base de su mano. Lleva días en casa, sumida en tristeza desde lo sucedido una semana atrás. Casi no come ni duerme. Le parece que Magnus tampoco, pero como ya no duermen juntos y casi no se dirigen la palabra no lo puede asegurar.

    ******

    Su móvil suena. Ve que son las cuatro de la tarde. Lleva todo el día en la puerta del baño mirando el mismo mosaico. No desayunó ni almorzó y seguramente no vaya a cenar. Presiona el botón para contestar, solo escucha sin decir nada.

    —El chofer está enfrente —dice Magnus.

    —No quiero ir... —susurra ella.

    —Lo sé... pero puede que te ayude... —calla por varios segundos, finalmente suspira con pesadez — No fue tu culpa, y tienes que darte cuenta que no lo fue. Ve, por favor...


    Ella le cuelga. Suspira y se guarda el teléfono en el bolsillo del pantalón. Luego de mucho considerarlo, se decide a ir.

    **********

    Se encuentra en la oficina de un reconocido psicólogo, sentada en un blando sofá. El cuarto es blanco, muy blanco, con algunos libreros llenos de libros, de psicología, supone. Hay un escritorio de madera en un extremo de la habitación. Ante ella, está el psicólogo, quien no parece un psicólogo. Pálido, joven, bajo, cabello negro, ojos amarillos, con un suéter café, pantalones caqui color beige y zapatillas brillantes cafés.

    —Señorita Hatter —comienza el hombre, mirándola con sus ojos azules.

    —Doctor... yo...

    —Quiero que tenga total certeza que todo lo que me cuente quedará entre nosotros. Puede hablar con total libertad.

    —Sí... —susurra, levanta un poco la mirada, para verlo a los ojos. Se queda un poco extrañada por un momento, pero se convence de que está muy cansada y ve cosas.

    —Ahondemos un poco en la tragedia que ocurrió en su casa —pide él, cruzando las piernas. La observa con interés, produciendo una pequeña sonrisa.

    —Yo...

    —Tómese su tiempo.

    —Yo... —traga saliva, ver los ojos grises del psicólogo la tranquiliza lo bastante como para querer abrirse —. Fue hace una semana. Estaba en el baño de mi casa, con... con...

    —No tiene que decirlo si no se siente lista.

    —C-con mi bebito... Angus —le salen un par de lágrimas —. Le iba a cambiar el pañal. No sé por qué, pero él siempre tenía una linda sonrisita cuando ensuciaba el pañal —sonríe al recordarlo.

    —Continúe.

    —Lo coloqué sobre la mesita del baño. Una que se puso ahí para cambiarlo. Había dejado mi teléfono cerca de la puerta. Comenzó a sonar, por el tono supe que se trataba de mi madre. Me volví y caminé quizás... cinco pasos, tomé el teléfono, iba a contestar cuando vi algo moviéndose a un lado.

    —¿Qué era lo que se movía?

    —Angus... se había girado y estaba cayendo al suelo. Lo vi en cámara lenta. Solté el teléfono y corrí hacia él... Corría tan lento y él caía tan rápido...

    —No llegó a tiempo —termina el hombre. Ella lo mira, le parece ver que él tiene los ojos rojos, pero al parpadear los tiene color miel. —¿Por qué cree fue su culpa? A mi me suena como un accidente, un simple descuido que incluso a su esposo pudo ocurrirle —menciona, con una ligera sonrisa.

    —Yo... —algo en el hombre la molesta mucho, pero no logra ubicar qué pueda ser, es como si hubiera dejado de verlo como un humano.

    —Por favor, responda. ¿Por qué cree fue su culpa?

    —Magnus compró un pequeño colchón inflable que se guarda al lado de la mesita para cambios. Se supone hay que ponerlo en el suelo para que...

    —En caso se cayera el bebé, lo hiciera sobre el colchón.

    —Sí... Pero me daba pereza y casi nunca lo ponía... Ese día no lo puse, a pesar de que lo vi y tuve un mal presentimiento...

    —No me parece fuera su culpa. Es verdad, de haber puesto el colchón el bebé se hubiera llevado un susto, a lo sumo, pero eso estaba destinado a ocurrir.

    —¿Mi bebé estaba destinado a morir? —pregunta, sintiendo que el hombre ante ella es algo maligno.

    —¿Murió de inmediato? —cuestiona, sin intención de contestar a la pregunta. Sonríe un poco de manera burlona.


    Ella suelta en llanto al recordarlo, se cubre el rostro con ambas manos. El bebé no murió de inmediato. Ella lo levantó del suelo. Le vio la cabeza horriblemente hundida. Él pequeño abría y cerraba la boca, con los ojos perdidos en la nada. Ella lloró y gritó a todo pulmón. Cuando Magnus regresó la encontró llorando con el cuerpo del bebé en brazos. Lo llevaron al hospital, pero no había nada que hacer. Lo enterraron a los dos días en una ceremonia discreta a la que solo asistieron Magnus, Alice, la madre y prima de esta y la asistente del primero.


    La chica se tranquiliza un poco y se descubre el rostro. Para su sorpresa, ya no se encuentra en el cuarto blanco del psicólogo, sino en un espacio completamente blanco. Se pone en pie por la impresión, aunque no estaba sentada en nada. El psicólogo tampoco se encuentra ahí, en su lugar hay un ser humanoide oscuro, casi como una sombra, sentado en un trono negro. Puede jurar que ese ser esboza una sonrisa burlona a pesar que no se le ve la boca.

    —Una vida que debió terminar y no termina es caos en el orden. Toda su existencia resulta ser caótica para el destino. Busco el caos —dice la sombra, chasqueando los dedos.


    Alice despierta. Está en su habitación, cubierta en sudor a pesar de tener la temperatura del cuarto muy baja. Traga saliva nerviosa, le tiemblan las manos, está completamente aterrada. Sabe que tuvo un sueño, y aunque no lo recuerda, está convencida de que se trató de una terrible pesadilla. Se queda sentada en la cama unos quince minutos, hasta que logra tranquilizarse un poco.


    Va al baño. Se mira en el espejo por unos momentos, luego abre el grifo del lavamanos y se moja el rostro para despabilarse.

    —Mira, ya mami está despierta —escucha decir la voz de Magnus desde la puerta del baño. Se voltea hacia él y ve que este trae al pequeño Angus en brazos. El pequeño extiende las manitas para que su madre lo cargue.

    —Mi amor, mi vida, mi pequeño angelito —le propina varios besos en la frente.

    —¿Qué tal dormiste? —cuestiona él, mirándola con una sonrisa.

    —Creo que bien. Tuve una pesadilla que ya no recuerdo, pero aparte de eso dormí como una roca.

    —Hablando de rocas. Luces muy linda esta mañana, que te parece si... —le susurra el resto al oído. Ella se pone roja como tomate.

    —N-no propongas esas cosas fre-frente al be-be... Angus —reclama ella, con la voz entrecortada.

    —¿Es un no?

    —Y-yo... —se siente avergonzada, aunque llevan años de casados aún le da pena cuando él le hace propuestas tan repentinamente —. Me-me-mejor no... no tengo gas, digo, ganas. —Aunque pone esa excusa, la verdad es que la pesadilla que no recuerda la tiene nerviosa.

    —Lo intenté —se dice él, sonriente —. Recuerda que hoy trabajo, seguro regreso hasta las cinco o por ahí.

    —Cierto —dice ella pensativa —. Era lo del presupuesto de los edificios que ibas a adquirir, ¿cierto?

    —Sí —asiente, cruzándose de brazos —. Hay cinco edificios que están muy baratos y lo mejor es que están muy cerca del centro. Tengo que estudiar bien los precios e ir hoy a dos o tres de esos edificios con algunos ingenieros para que valoren la condición de los mismos. Si no salen muy caras las reparaciones haré una oferta por ellos.

    —Oh, ¿eso significa que verás los otros en otro momento?

    —En efecto, la otra semana tomaré un día para ir a revisar bien los demás. Uno de esos es perfecto para el albergue para animales que hace tiempo he querido poner.

    —Espero todo salga bien, ¿cierto mi angelito? —El bebé deja salir una risita.

    —Me bañaré para luego dejar el desayuno listo. Tengo que salir temprano para ver si logro visitar tres edificios hoy.

    —Quiero panqueques con mucha miel —se apresura a decir ella.

    —Sus deseos son mis órdenes, mi bella dama —le besa la mano. Ella se sonroja un poco.

    —Eres un cursi.


    A media mañana, Alice va al baño para cambiarle los pañales a su hijo. Es la segunda vez que lo hace esa mañana. Pero en esta ocasión tiene un mal presentimiento desde el momento en el que entra. Deja su teléfono en una mesita cerca de la puerta. Ve el colchón inflable metido bajo la mesita de cambiar pañales. No entiende por qué Magnus se toma el tiempo de acomodarlo si cambiar un pañal es una tarea muy rápida y poner el colchón solo logra duplicar el tiempo. Se para un momento para preguntarse si realmente es tanta molestia.


    Unos minutos después, suena el teléfono de la chica. Por el tono, una campanada suave como hecha por una campanita de cristal, sabe que se trata de su madre. Deja al pequeño un instante sobre la mesita, aún no le ha puesto el nuevo pañal, pero ya lo limpió bien. Va hacia el teléfono, antes de poder tomarlo tiene una especie de déjà vu que la pone intranquila. Se voltea, en cámara lenta, para ver a su pequeño dando la vuelta y comenzar a caer al suelo. Corre hacia él, no está a más de cuatro o cinco pasos de distancia, pero todo transcurre muy despacio y el bebé cae más rápido de lo que ella avanza. El pequeño va con la cabeza primero. Finalmente llega abajo, con ella a escasos centímetros de él.


    El niño cae sobre el colchón de aire y rebota. Suelta en llanto de inmediato. Alice lo levanta y abraza con fuerza. Le revisa la cabeza y se alivia al cerciorares que se encuentra intacta. Le llena el rostro de besos y se suelta a llorar también.

    —Perdona a mami. Perdona a mami —le pide entre llantos.


    Luego de unos minutos, ambos se tranquilizan. Ella le pone el pañal y llama a Magnus. Le cuenta lo ocurrido. Le dice que, no sabe por qué, tuvo la urgencia de poner el colchón de aire a pesar de que nunca lo hace. Él le envía un auto para que lleve al pequeño a una clínica privada para que lo revisen.


    El doctor le dice que el pequeño Angus no sufrió ninguna clase de lesión, ni interna o externa. Que por suerte no fue más que un susto.
     
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    Primero que nada... ¿Cómo puede ser que tenga tantas historias sin leer? ¡Perdona!

    "Helado de almejas". Cada relato que leo, no hace más que acentuar el cariño por esta adorable familia. Magnus es un santo, de verdad, tiene una paciencia infinita. El antojo de Alice me ha parecido de lo más extraño. He sufrido imaginándome a Magnus en busca de algo imposible, agotado por las horas tardías del reclamo e intentando dar con comercios abiertos que pudiesen cumplir su petición. Lo peor, el "manjar" ha durado muy poco. ¡Una cucharada y a la basura! Si es que Alice en ese estado no sabe valorar el trabajo del marido, pobre.

    Un relato muy ameno y entretenido, como siempre.

    ****

    "Paseo feral". Me esperaba otro tipo de historia. De primeras parecía que iba a ser algo tierno, con Agnus enfurruñado por no ser el centro de atención. Claramente con tres enormes lobos cerca nadie en su sano juicio se va a acercar al bebé. He alucinado con que Magnus, mi querido Magnus, se le haya ocurrido hacerles un pasaporte a los lobos. Normal que el policía se asombrara y pensara que le estaban tomando el pelo... La conversación entre los canes, a imaginación de Agnus, ha sido muy divertida. Un gran detalle que todos rimaran entre sí. He terminado con una sonrisa al leer que el bebé termina feliz, recibiendo sus deseadas atenciones.

    ****

    "Figuras". ¡Esta historia me ha encantado! Siempre me han gustado mucho este tipo de juguetes y cómo los niños van desarrollando la lógica matemática. Me ha parecido muy interesante leer cómo los tres integrantes de la familia se "enfrentan" al juguete y a hacerle entender al pequeño cómo funciona, sin llegar a jugar sólo ellos. Procurando entender cómo procesa la información el pequeño, evitando que se distraiga y se centre en lo importante, dándole su espacio para que aprenda de sus errores. Lo he encontrado muy interesante, me gusta, me gusta. Me parece que has plasmado toda la escena muy bien. Además, me encanta el refuerzo positivo que le dan. He disfrutado especialmente de esta lectura, gracias por compartirla.

    ****

    "De paseo con la abuela". ¡No me esperaba esto! La madre de Alice me suele producir sentimientos encontrados por el comportamiento que suele tener hacia Magnus... pero en este relato me ha parecido entrañable. Por un lado, tuvo que ser muy duro ser madre tan joven y poder revivir la experiencia ya de más mayor y con la gente confundiéndola con su madre ha tenido que sentirse muy feliz. La aparición de Mana me ha encantado, especialmente ese diablito que tiene dentro con ganas de avergonzar a su tía, pero más temerosa del posible castigo por saltarse las clases. Me ha hecho mucha gracia. Y el cierre, oh esa aparición estelar de Magnus. Me agrada mucho que le haya parecido normal que su suegra haya vestido al bebé de niña, sin intentar avergonzarla ni dejarla en evidencia en ningún momento. Magnus es genial, soy muy fan de él. El final muy bonito, la abuela se derrite con Agnus y es feliz.

    ****

    " Colchón de aire" Uff no sabía qué esperarme de este relato. Empieza creando un gran misterio... sabes que ha pasado algo entre la pareja pero sin comprender el motivo. Conociéndoles intuía que no sería nada grave, siempre se cuidan mucho entre ellos. Entonces, me saltas con que Agnus muere y no sabía por dónde salir, mi cabeza me decía que no eras capaz de matarlo. Estaba a punto de decirte que te inventaras algo para revivirlo, algo para que no fuera real o simplemente "borrarlo" como si no pasara nada. Finalmente, he terminado de leer y me he quedado más tranquila. ¡Qué susto me has dado!

    ****

    Ya sabes que me gustan mucho este tipo de historias. Son ligeras para leer, los personajes son carismáticos y tienen un toque tierno que deja un buen sabor al final. Además escribes muy bien, la narración es amena y engancha con facilidad. ¡Felicidades por todos los relatos! Y perdona por haber tardado tanto en responder.
     
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    Dark RS

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    Amigo Animal (Macota)




    Magnus y Alice conversan sobre un tema que puede llegar a ser primordial en la vida del pequeño Angus.

    —No me parece que un gato sea buena idea —niega Magnus.

    —Pero sería buena compañía para el bebé —insiste Alice.

    —Piensa en lo que ocurriría si hubiera un gato en casa cuando vinieran Gamma y los demás de visita. Lo perseguirían y destrozarían todo a su paso. Esperando que el gato pueda huir a tiempo, puede que no se atreva a volver.

    —¿Y un perro pequeño?

    —Mismo problema.

    —Si nos ponemos a tomar en cuenta que los lobos vendrán a perseguir a cualquier animal que sea más pequeño que ellos, terminaríamos adoptando una ballena azul.

    —No cabe una ballena en la casa —se queda pensativo. Si compra una cuadra entera podría adaptarla para tener la ballena.

    —Deja de pensar tonterías porque no te dejaré adoptar una ballena —adivina ella.

    —Convenido, nada de ballenas. Aunque, yendo por esa línea de pensamiento, que tal un...

    —Nada de tiburones, pirañas, delfines, calamares gigantes, tortugas marinas, orcas, pingüinos, ni nada por el estilo.

    —Decir orcas y delfines es redundante —murmura él.

    —Pues lo dije.

    —Convenido, ningún animal marino grande o peligroso.

    —Oh, oh, que te parece un hamster, son lindos, peluditos y fáciles de cuidar.

    —Muy pequeño, no jugaría con el bebé. Ni mucho menos lo protegería.

    —Bien. Pero quiero señalar que la ballena tampoco lo hubiera hecho. ¿Tortuga de tierra?

    —Muy peligroso. Tienen mandíbulas muy fuertes y podrían lastimarlo mucho si lo ataca.

    —¿Un ave? Un perico por ejemplo.

    —No, sería lo mismo que con la tortuga. Lo podría picar o incluso sacarle un ojo.

    —No dije que adoptáramos un cuervo. Solo un periquito.

    —Quiero insistir con que tiene que ser lo bastante grande como para que juegue con el bebé sin salir herido, pero no tanto como para que lastime el bebé.

    —Sí, porque los lobos de dos metros y medio de altura son pequeños.

    —Para empezar, los lobos son nuestros amigos y compañeros de equipo, no mascotas.

    —Bien, lo siento... ¿Y si llevamos a Angus a la tienda de mascotas para ver si se encariña con algún animal?

    —Está entre las cosas que deberíamos evitar. Si lo llevamos a una tienda de mascotas se terminaría encariñando con todo y cuando le digamos que no, se pondrá a llorar durante horas y horas. O peor, terminaría eligiendo alguna clase exótica de animal que no querríamos en casa. Como una boa o lagarto monitor.

    —Es un riesgo que estoy dispuesta a correr. Iremos a la tienda de mascotas y veremos qué animal escoge Angus. Y es mi última palabra —se levanta y se va para alistar al bebé.

    —Supongo hasta aquí llegó la democracia.


    Una hora más tarde, los tres están en la tienda de mascotas más grande de la ciudad. La emoción del pequeño es evidente. Mirando a todas partes. Analizando a los variados animales que hay. Señala de un lado a otro.

    —Me pregunto qué clase de mascota elegirá mi lindo angelito.

    —Amigo animal, no mascota. —Ella ignora el comentario.


    El bebé fija la mirada en un animal en especial durante un largo tiempo. Lo señala con especial entusiasmo.

    —Entonces... —murmura ella.

    —Mira el lado positivo —le dice Magnus.

    —¿Cuál puede ser el lado positivo?

    —Al menos no es una ballena.

    —Sí, supongo —sonríe levemente.


    Regresan a casa. Las personas miran extrañadas al animal que acompaña al bebé en la carriola. El animal lleva un moñito rosa bajo la oreja derecha. Es una hembra, de pelaje negro con dos grandes rayas blancas que le salen desde la frente hasta el final de la amplia cola, ojos negros pequeños, nariz rosa y pequeñas patitas con garras. Es joven aún, por lo que es algo pequeña.

    —Al menos nos regalaron este útil manual para el cuidado de esta clase de animales —menciona él, agitando un pequeño libro con una foto de la misma clase de animal en la portada.

    —No lo puedo creer —murmura ella.

    —Era un riesgo que estabas dispuesta a correr —le hace ver él.

    —Cállate.


    Angus acaricia en la espalda al gracioso animalito que desde ahora será su amiga animal. Esta le lame la mano y mueve la amplia cola a los lados.
     
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    Dark RS

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    Noche de Pasión (Siempre No)



    Alice se acerca a Magnus desde atrás. Este juega en el televisor de la sala un nuevo juego de aventura que adquirió recientemente, aprovechando que no es su noche de cuidar al bebé. Ella le cubre los ojos, haciendo que él le ponga pausa al juego. Reconoce las delicadas manos de Alice.

    —¿Adivina quién soy? —pregunta ella en su oído, en voz baja.

    —¿Napoleón Bonaparte? —pregunta de broma.

    —Intenta de nuevo —susurra, muy cerca de su oreja.

    —¿La chica más linda del mundo?

    —Puede ser.

    —¿Eres mi sexy Alice?

    —Me apenas —confiesa ella.


    Él se descubre los ojos, apartándole con delicadeza las manos. Se voltea la toma de la cintura, la levanta y la sienta sobre su regazo en un rápido movimiento. Es ahí donde nota que ella viste una camiseta blanca de él, la cual está amarrada en el hombro para que no se le vea tan grande.

    —No tienes que avergonzarte —le susurra él al oído —, eres la chica más sexy y linda de este mundo —coloca la mano en su entrepierna, donde nota que ella no trae ropa interior puesta y que está muy húmeda su parte privada.

    —Angus está dormidito —coloca un monitor de bebé que trae en la mano sobre la mesa de centro, frente al sofá donde se encuentran —. Pero yo estoy muy despierta.

    —Y me estás despertando a mí también —dice mientras le besa el cuello.

    —Lo noto —disfruta ella, sintiendo la dureza Magnus contra su trasero.


    Del monitor del bebé comienza a salir el ruido del llanto del niño.

    —Yo voy —se apresura ella —. No olvides donde nos quedamos.


    Alice corre hacia la habitación principal, donde está la cuna del bebé.

    —¿Qué tiene mi niñito hermoso, mi angelito? —se oye preguntar desde el monitor. Unos balbuceos le responden.


    Se escucha donde ella lo revisa y luego comienza a arrullarlo para dormirlo. Unos diez minutos después regresa a la sala.

    —¿Dónde nos quedamos? —pregunta ella de forma pícara.

    —Estaba por comerte a besos —contesta él, guiándola hasta sentarla sobre él.

    —Cierto —sonríe ella


    Alice le quita la camiseta y la arroja lejos. Le comienza a besar el pecho, y baja lentamente. Cuando está muy cerca de la pantaloneta, el llanto de Angus por el monitor del bebé la detiene.

    —Esta vez iré yo —dice él.


    Magnus ingresa en el cuarto.

    —¿Qué le pasa al bebito? —se escucha decir desde el monitor —. No tienes el pañal sucio ni húmedo —para este momento el bebé para de llorar —. ¿Tienes hambre? Mira, qué rico biberón tengo aquí. A ver, toma, qué rico. ¿No quieres? ¿Seguro? ¿Gases? ¿Sueño?


    Lo arrulla un rato, casi veinte minutos, hasta que finalmente lo duerme. Lo acuesta de nuevo y se mantiene un minuto más en el cuarto. Luego regresa a la sala.

    —Te extrañé —dice ella, guiñándole un ojo.

    —Y yo a ti.


    Magnus se le acerca, se arrodilla frente a ella, le separa las piernas y se relame los labios. Ella sonríe acalorada ante lo que está por suceder. Estando a escasos cinco centímetros de su objetivo, el bebé vuelve a comenzar a llorar. Ambos suspiran derrotados.

    —¿Te veo por la mañana? —pregunta ella.

    —Sí, supongo. Seguiré jugando a ver que tanto puedo avanzar en el juego.

    —Hasta mañana —lo besa. Luego toma el monitor y regresa al cuarto.

    —Hasta mañana, no te desveles tanto.
     
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