De la A a la Z [Días del abecedario]

A de avergonzada​

Su corazón latía rápidamente, ocultaba su rostro con sus manos, estaba sudando y su respiración no podía controlarse, mordió su labio suavemente, debía ser un sueño, no podía ser cierto.


― Jane, mírame.

Ella miró entre sus dedos, ahí estaba, el mirándola fijamente, no podía descifrar que sentía o que estaba pensando, solamente estaba ahí parado.

Debió ser más cuidadosa al meter la nota en su bulto, cada semana lograba introducirla sin ser vista pero ahora, la había atrapado. Era más que evidente que ella era la que le dejaba las notas de amor. No sabía cuándo se había enamorado de él, tal vez al verlo caminar por el pasillo de manera silenciosa o cuando jugaba en el descanso con los otros chicos, en la biblioteca mientras leía o cuando se acomodaba el cabello de manera distraída. Él era tan misterioso, tan silencioso, para ella era tan atrayente.

Él le tomó la mano, alejándola de su rostro para poder encontrarse con sus orbes. Él le alejó el cabello del rostro y la arrastró fuera de la escuela, por la calle.

― ¿A dónde vamos?― habló con el corazón en la garganta, nunca había estado tan avergonzada.

El la miró a ver y sonrío de esa manera tan misteriosa, formando esa curva con los labios que la enloquecía.

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Un poco tarde pero si llegué D: @Shani

 

C de caramelo​

Había empezado como si de un juego se tratara. Él divertido la habia empujado delicadamente, ella le habia dado un pequeño golpe en su pecho, a respuesta él la habia empujado más fuerte; las carcajadas cada vez iban desapareciendo hasta extinguirse. Él le habia tirado arena en la cara, ella le habia jalado el cabello fuertemente mientras sus ojos lagrimaban, los gritos y quejas se hicieron presentes llenando el lugar. Ella rompió a llorar fuertemente mientras lanzaba todo lo que tenia a su alcance al niño, intentando darle pero fallando en varias ocasiones ya que las lágrimas no la dejaban ver del todo bien.

—¡Damelo!— gritó la niña sollozando.

El niño con algunas lágrimas en los ojos, le quitó la envoltura y lo introdujo a su boca sin vacilar. Un grito procedente de la niña estremeció el lugar, el pequeño salió corriendo de ahi antes de que algún adulto decidiera aparecer.

Le habian enseñado a defender a las niñas y nunca hacerlas llorar pero...un caramelo era un caramelo.

 

E de elefante.​

Era una bola de grasa. Ahí de pie en el espejo solo podría sentir asco por ella misma. A sus 18 años pesaba más de 100 kg y no hacía nada para remediar ese problema. A los 17 años había tomado pastillas que un farmaceutico le perjuró que funcionarían y lo hicieron. Lo que el señor no había mencionado era que podría existir...un rebote. Y había subido lo que con gran alegría habia perdido más un extra de 10 kilos más de grasa. La papada en su rostro redondeaba más su rostro y la gente solía fijarse más en eso que en otra cosa. La dieta no resultó favorecedora, solo cabía mencionar que era débil.

—Mamut, elefante.

Pero algo había cambiado en la escuela. Un chico estaba acosandola de alguna manera. Al subir la mirada el otro día se encontró con sus ojos fijos en ella que desvió cuando ella lo descubrió. La había escuchado de una manera encantada cuando ella leía su poema. Tuvo la oportunidad de hablar con el varias veces, pero en ningún rincón de su mente se le ocurrió que alguien podría fijarse en ella. Así que aquella tarde cuando se iba a casa, él la acompañó.

—Me gustas

—No, no te gusto y no puedo gustarte.

—¿Por qué crees que es imposible?— habló un tanto molesto el chico.

—Soy una vaca, un elefante.

Él odiaba que ella hablara de esa forma y más que se denigrara de esa forma. Le enfurecía que no pudiera ver que se encontraba detrás de esa cáscara.

—Bueno, pues eres un elefante hermoso.

Ella no pudo evitar mirarlo mientras algo dentro suyo se estremecia y no pudo contener que el color subiera a su rostro. Ese había sido el cumplido más bonito que alguna vez le hayan hecho.

 

Falacia​

Abrí mis ojos encontrándome con una oscuridad infinita, no podía apreciar nada a mí alrededor. Cuando mis ojos se adaptaron a la penumbra pude ver algunas siluetas. Moría de sed, tal vez la causa era soñar con sodas, una piscina o la lluvia caer pero el calor se intensificaba día con día.

Salté fuera de mi casa al piso y me encaminé hacía la cocina. Pasé por el cuarto de mis padres y el silencio era enternecedor. Tomé un vaso de agua y permití que el agua helada recorriera mi faringe. Sonreí cuando el líquido desapareció y me dirigí de nuevo a mi habitación.

Me detuve al escuchar risas en el cuarto de mis padres ¿contando chistes cuando la noche embriagaba al mundo?

― ¿No te gustaría crear otro hijo?―sentenció mi padre con un tono extraño en la voz.

― ¿Ahora? Podrían escucharnos― dejó salir una risa mi madre. Se escucharon movimientos y risas posteriores.

Retrocedí al escuchar esas pequeñas palabras, algo dentro de mí creció y la tristeza me invadió. ¿Cuántas veces les había preguntado de dónde venían los bebés? ¿Tres, cinco, catorce? Siempre afirmaban que debían enviar una carta a cigüeña, siempre y les había creído.

Lágrimas de frustración se originaron en mis ojos, la fábrica de bebés había estado en su cuarto todo el tiempo y no habían compartido ese secreto conmigo.

Había vivido engañada toda mi corta vida.

 

G de grito​

Me escondí sin hacer el menor de los ruidos, si algo se escapaba de su lugar, si algo llamaba su atención lo suficiente para atraerla hacia mi, estaba muerta. Tragué saliva cuidadosamente. Podía sentir el latido de mi corazón en todo mi cuerpo, pidiendo a gritos que corriera, huyera de ahí pero tenía que evaluar todo cuidadosamente. Tenía que irme sin causar alboroto. Gotas de sudor cayeron de mi frente curiosas de encontrar su fin.

—Ahora—susurré debilmente.

Moví las piernas lo más rapído que pude, pero mi peor temor se hizo presente. Me había visto, avanzó hacia mi de manera subíta y a medida que se acercaba yo retrocedí. Pero me atrapó y tocó mi rostro con sus patas.

—¡Mamá, una cucaracha!—grité a todo pulmón intentando alejarla de mi.

No eran exageraciones ni dramas, odiaba demasiado a esos insectos.

 

¿Juntos?​

Sentí como aquellas lágrimas del cielo caían y borraban rastros de las mias, intentando llevarse mi dolor pero es de esos que se quedan atormentandote y haciendo trizas todo lo que sentías o pensabas. Un sollozo escapó de mis labios, los mordia intentando detenerme, procurando parar este dolor.

—¿Por qué?—lágrimas corrian por mi rostro mientras el cielo gritaba con mi sincronia.

Lo intenté, intenté dar todo de mi, para que todo vaya bien, para que este amor creciera, pero aveces...el amor no es suficiente.

 

Karaoke
​

Una risa escapó de sus labios cuando sus ojos encontraron los de él, podía sentir sus orbes fijos en ella sin espiar, observando cada movimiento que ella hacía o cada palabra que decía. Un rubor nació en el rostro de la chica, quien podría decir que al ir a este lugar donde sus amigas habían insistido tanto, todo con el fin de olvidar a su estúpido ex-novio, podría encontrarse con una persona que llamara su atención nuevamente.

Ella subió al escenario sin pensarlo, tal vez para impresionarlo ya que su canto no era nada malo, la música sonaba por todo el lugar, haciendo compañia a la melodia de su voz, ella miró discretamente al chico y su sonrisa desapareció. Él estaba con una chica entre piernas, sonriendo y jugando con su cabello castaño.

Vamos, todos los chicos eran unos idiotas.

 

L de lengua​

Se había caido al suelo raspando sus codos mientras retrocedía lentamente, su pantalón blanco ahora era un desastre y no podría salir asi, pero quería tener un poco de dignidad asi que retrocedió lo más que pudo hasta que no había lugar donde correr o esconderse.

—Detente, Kevin.

Kevin la miró fijamente y subitámente brincó encima de ella, babeando todo su rostro con su lengua húmeda, expresando su amor y cariño a su dueña.

 

M de Manía​

Ella tenía esa manía de morder distraidamente la tapa de su bolígrafo, cuando estaba nerviosa, cuando estaba enfadada o simplemente cuando se encontraba aburrida. Ella tenía esa manía de jugar con su cabello cuando estaba apenada o cuando no tenía que decir. Tenía esa manía a la hora de comer de separar cada cosa y disfrutarlas por separado tomandole un tiempo extraordinario en terminar. Ella tenía esa manía de mirar con aquellos orbes azules hacia la nada en las horas libres, solamente tomaba asiento bajo ese gran árbol que está en el patio y miraba el cielo fijamente, como si fuera lo mejor que pudiera haber.

—¿Qué es lo fascinante del cielo?—le pregunté una vez cuando tuve el valor de acercarme a ella.

—Todo, las nubes vuelan libres adquiriendo formas interesantes y el aire es tan agradable, las acer gobiernan el cielo siendo invadidas por la estúída tecnología que el ser humano ha creado con la idea de que es todo para avanzar, pero el cielo siempre será suyo.

Fue en ese momento que me dedicó la sonrisa más dulcey me percapté de que la había estado observando desde siempre. Mi pecho dio un brincó y miré hacia arriba, ese azul era profundo y hermoso.

No, no estaba hablando del cielo.