De campesina a princesa… ¿de princesa a espantajo?

Tema en 'Fanfics Abandonados de Inuyasha Ranma y Rinne' iniciado por Asurama, 3 Octubre 2011.

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    Asurama

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    De campesina a princesa… ¿de princesa a espantajo?
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    Comedia Romántica
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    De campesina a princesa… ¿de princesa a espantajo?

    El obsequio del príncipe Sesshoumaru

    La tranquilidad de aquella fría mañana de primavera fue interrumpida por la escandalosa discusión entre una mujer y un hanyou, acabando la misma con un sonoro golpe que espantó a las aves y enterró vivo al joven. Maldiciendo la falta de interés y comprensión de su joven esposo, la muchacha partió rumbo al bosque para marcharse a su casa a través del pozo comehuesos. La puerta que llevaba a su tiempo futuro no se había cerrado aún, pero ella prefería no usarla. El pozo obedecía a sus emociones y se la llevaba consigo cuando se enfadaba, justo como ahora.
    Entre las sombras del bosque, dos claros ojos rasgados la miraron pasar a su lado con expresión de sorpresa y molestia, mientras ella cruzaba atropelladamente el verde camino.

    —Es un completo idiota, si no tiene pensado ayudarme, al menos debería tener cerrada la boca, creí que en estos tres años en que estuvimos separados maduraría, pero no, sigue siendo un cachorro que se comporta como niño de secundaria, debí habérmelo pensado mejor antes de casarme con él ¿Qué yo soy un dolor de cabeza? ¡pero si el dolor de cabeza es él! ¿Cree que sólo porque es un hombre y está casado puede hacer lo que se le de la gana y cuestionar todas mis decisiones? ¡Debería darme más libertad!

    Tan metida iba ella en sus propios pensamientos que ni siquiera se percató del muchacho que estaba silenciosamente oculto entre los árboles a sólo dos metros de ella.
    ¿Esta mujer excéntrica, gritona y excesivamente liberal quien, además de estar casada con ese hanyou torpe, carente de talento y con aire en la maceta, vivía en esa aldea humana al tiempo que su protegida? ¿No era eso peligroso? Ya empezaba a entender el por qué de ciertas asperezas en el trato. Sacudió la cabeza intentando sacarse los pensamientos alarmistas y continuó el camino en la dirección opuesta a la de la miko.

    —Amo bonito, Kagome está bien loca —hizo eco de sus pensamientos una cosa que venía atrás de él—, dejar a Rin cerca de alguien así sería muy peligroso, quién sabe qué tipo de mañas podrían pegársele… —su opinión fue interrumpida por una patada que lo mandó hacia el reino de Amaterasu.

    Kagome se detuvo frente al claro al oír un gran alarido.
    —¿Qué fue eso? —al no ver nada, lo tomó como parte de su imaginación y, sin preocuparse, en seguida corrió hasta el pozo y saltó dentro, siendo rodeada por una luz azul.

    —Ya está preparado el té de hierbas —anunció la chica acercándose al borde del futón donde descansaba una niña de cabello castaño con el rostro teñido de rojo por la alta fiebre que estaba pasando. Mientras se sentaba con cuidado, miró preocupada a la anciana que estaba a su lado y a la joven mujer de cabello castaño que tenía profundas ojeras debido a la falta de sueño—. ¿Sango-sama, cómo se encuentra Makoto?

    —Tuvo delirios de fiebre toda la noche, pero no quería molestarlas por algo así.

    —No te preocupes, Sango, con esta medicina, tu hija muy pronto estará mejor —la reconfortó la vieja miko mientras ayudaba a la niña a sentarse para darle la bebida caliente.

    La pequeña frunció el ceño como muestra del desagrado ante la amarga infusión.

    —No sabe bien, pero tienes que tomarlo para curarte —le dijo la muchacha.

    La hija de Sango la miró por unos instantes y recibió como respuesta una amable sonrisa. Aceptando aquello, la niña tomó el pocillo e hizo fuerza sobrehumana para beberlo todo.

    Intentando despejar la mente, Rin miró a su alrededor, a la “cabaña” en la que vivía la pareja de taijiya con sus hijos, la cual era más bien una ostentosa casa. Esta y la de Inuyasha eran la primera y la segunda casa más grandes en toda la aldea. La primera, debido a las estafas del monje charlatán, la segunda debido a los extraños cánones de arquitectura que habitaban la mente de Kagome-sama y provenían del mundo en que ella se había criado. En el poco tiempo que había compartido con Kagome, había oído de ella historias de lo más extrañas, que ella no creía capaz de imaginar ni fumándose lo más verde. Y como aprendiz de miko, se conocía todas las hierbas.

    De repente, las tres mujeres dejaron de atender a la niña, sorprendidas por un extraño sonido parecido a un grito que variaba de tono. Y de pronto, una cosa verde irrumpió abruptamente por la puerta abierta y rodó por el recibidor. Las cuatro miraron con sendas expresiones de confusión.

    La cosa verde se movió y levantó la vista del suelo.

    La chica reaccionó saliendo del estupor.
    —¡Jaken!

    Él pareció contento.
    —¡Rin-chan! —de inmediato, retrocedió asustado— ¡no, espera…! —antes de que pudiera decir algo más, estaba siendo asfixiado por un gran abrazo y movía los brazos y pies en todas direcciones, intentando soltarse.

    —¡Jaken, te extrañé mucho, qué alegría poder verte! —de pronto, ella se quedó en blanco—. Espera, si estás aquí, eso significa…

    Salió de la cabaña cargándolo y miró en dirección al norte. Allí donde terminaba la aldea, fue como encontrar un resplandor divino rodeando a aquella criatura, como si viera a Dios. Con una enorme sonrisa en el rostro, salió cual bala por el camino más corto a las afueras de la aldea, atropellando en su propósito a todo el que se interpusiera y arrastrando consigo al sirviente verde, mientras éste se quejaba.
    Se oían comentarios del tipo “ese youkai nuevamente viene a ver a la protegida de Kaede-sama”, “Pobre, le espera un mal futuro”, pero ella no hacía caso.

    —Sesshoumaru-sama, es todo un honor que visite esta fea aldea —no pensaba ser desagradable con los aldeanos ni con su hogar, era sólo que la gente hablaba así cuando quería ser cortés al recibir a alguien en su casa.

    El youkai miró en silencio a la chica que tenía frente a sí. Vestía bien, como correspondía a toda princesa… pero olía a herboristería, además, tenía las manos mojadas. Según su concepto, una princesa debería oler a flores y tener las manos blacas y bien cuidadas. Aldeanos de mierda.
    Por otra parte, Jaken iba así como así entre sus brazos.

    —Suelta eso y ven acá —le espetó.

    Jaken cayó abruptamente al suelo al ser soltado por la chica que fue a abrazar al maestro sin ningún tipo de duda. El youkai tuvo una primera sensación de desagrado, de invasión a su espacio —¡no le había dicho que lo abrazara!—, pero no hizo nada y, luego de unos instantes, se separó delicadamente de ella y le hizo una seña de que lo siguiera colina arriba, donde Ah-Un descansaba tranquilamente...
    …hasta que vio a su dueña y corrió hacia ella para saludarla con efusividad, olvidando lo que llevaba en sus lomos. En el camino, el inuyoukai salvó de la caída al suelo un objeto brillante. Viendo que el dragón de dos cabezas estaba recibiendo más atención que él, se aclaró la garganta. Y tanto Ah-Un como Rin voltearon a verlo.
    Él miró lo que traía entre sus pálidas manos y lo extendió hacia la humana.

    Ella se tomó el rostro con ambas manos y profirió un sonido de sorpresa al ver aquella caja cubierta de oro que resplandecía al sol de la mañana. En realidad, ya sabía que él nunca llegaba solo, sino con algún obsequio que, por lo general, llamaba exageradamente la atención de la aldea entera hacia ella, pues ni siquiera Miroku con toda su opulencia andaba llevando encima oro y joyas. Pero de todos modos, le gustaba fingir sorpresa para alegrarlo. A veces, tenía crisis internas a causa de recibir tantas atenciones de parte de un youkai que llevaba al cuello un cartel de “atáquenme” y reaccionaba de forma esquiva y distraída para con él y los otros dos youkai, pero hoy era de esos días en que quería demostrarles sus sentimientos, hacía meses desde que no los veía y estaba genuinamente feliz.

    —Es un obsequio especial para la primavera —le dijo Jaken muy contento.

    Ella le miró sonriente.
    —¿De verdad?

    —¿Por qué no lo abres? —sugirió su amigo verde.

    —¿Está bien si lo hago? —se sentó sobre la hierba, apoyando la espalda contra Ah-Un y quitó la tapa de la hermosa y decorada caja, viendo maravillada lo que había dentro y tomándolo delicadamente para tener una mejor apreciación, pero pronto su sonrisa fue reemplazada por una expresión de extrañeza—. Pero, Sesshoumaru-sama, sólo tengo once años, me quedará demasiado grande.

    El youkai extendió una mano hacia ella.
    —Si no te gusta, regrésamelo.

    Ela abrazó la trabajada tela y se puso a la defensiva.
    —No, está bien, de seguro podré usarlo más adelante —no era apegada a los bienes materiales, pero había descubierto que le agradaban y le daban seguridad. También, había decidido que no pensaba formar una familia con nadie que no pudiera darle al menos el bienestar material al que estaba tan acostumbrada. No, tal vez esa era una linda excusa para no casarse con nadie. Corrección, con nadie humano.

    Jaken la miró con los ojos entrecerrados, todos los youkai se miraron entre sí y luego la miraron a ella. Los cuatro se conocían tanto que eran perfectamente capaces de tener cierta comunicación mental.

    Jaken se aclaró la garganta y ella lo miró.
    —Sesshoumaru-sama y yo tenemos importantes asuntos que atender en esta región así que estaremos cerca, por eso tan pronto como podamos…

    Ella roló los ojos por un momento mientras Jaken seguía con su discurso. Complicada forma tenían estos youkai de decir “también teníamos ganas de verte y nos vale cualquier excusa”.
    —Sí, ya entendí —dijo ella finalmente con una amable sonrisa. Le encantaba hablar, pero no tenía paciencia para escuchar.

    —Jaken —llamó su atención el maestro—, ve a alimentar a Ah y Un, debe estar hambriento después del viaje.

    El sirviente lo miró por unos instantes, analizando sus intenciones.
    —Sí, ya voy —se fue rápidamente a buscar al dragón y se lo llevó.

    El inuyoukai miró a la chica por unos instantes y luego caminó más hacia arriba. Ella se levantó, tomó su obsequio y lo siguió. Sin previo aviso, el youkai se sentó sobre la hierba y ella hizo lo mismo. El viento sopló con suavidad alrededor de ambos, susurrándoles secretos. Ella, algo incómoda por el silencio, miro a su alrededor y encontró una planta de hoja pequeña y redonda y olor picante.

    —Ah, mire —la arrancó—, esta planta es buena para cicatrizar heridas.

    Él la miró inexpresivo.
    —De modo que sigues estudiando medicina humana.

    —Sí, es muy interesante. Hoy mismo preparé medicina para una de las hijas de Sango-sama, que enfermó de una alta fiebre…

    Sango. Si había nombres que le causaban escozor, ese era uno. Todavía no había olvidado lo que ella había hecho, o tal vez, esa molestia se debía a que se veía reflejado en esa humana. Los dos eran muy diferentes, pero se parecían en algo: su gran fuerza no impedía que fueran castigados por sus emociones. Sus destinos nunca habrían convergido si no fuera a causa de la personita que tenía a su lado, y tampoco tenía que olvidar a Kohaku.

    Interrumpió el interminable monólogo de la chica.
    —¿Cómo es tu relación con la mujer de Inuyasha?

    —Ah, ¿se refiere a Kagome-sama? —llevó una mano al mentón mientras lo pensaba—, pues es una persona muy interesante, pero se comporta raro, tiene ideas raras y habla de cosas muy raras pero muy divertidas. También pone mucho esfuerzo en las clases que nos da Kaede-sama y es muy solícita en todo, pero a veces es temperamental. También le gusta saber detalles de las vidas de los otros, en especial sobre las relaciones de pareja… muchas veces me ha preguntado cosas.

    El youkai dio un pequeño respingo.
    —¿Qué tipo de cosas?

    —Pues… —trató de rememorar algunas conversaciones—, me preguntó si hay alguien en especial que me guste y cómo debería ser para mí una persona ideal…

    Dudó antes de preguntar.
    —Y… ¿qué le contestaste?

    Ella miró sonriente hacia la aldea.
    —Que no tengo idea.

    Él la observó como buscando una respuesta más clara.

    —Es que no me preocupan ese tipo de cosas. Me gusta más jugar con los hijos e hijas de los aldeanos, aprender cosas, porque Kaede-sama, Kagome-sama y los otros me enseñan cosas muy interesantes… —lo miró confundida y movió los pies en el aire—, no me parece que encontrar partido sea importante, ni es divertido.

    —Pero en dos años serás adulta… no es extraño que los demás humanos se cuestionen de tus intenciones —pero claro, tampoco era bueno que las sacaran a relucir a viva voz.

    —Sí, lo sé. Y he estado pensando en seguir la profesión de miko.

    Estás de broma, es una locura, una idea estúpida, un delirio, una falta de conciencia, una falta de consideración, una falta de respeto…
    —¿De verdad?

    —Sí, Kaede-sama me lo ha propuesto y es una muy buena idea, me gusta ayudar a la gente y se me da bien.

    Estás mal, te estás equivocando, te han tendido una trampa, te están lavando el cerebro, tienes tiempo de retractarte, tal vez dejarte con estos fue una mala idea…
    —De modo que ese es el futuro que quieres —acotó con tranquilidad. Fingida.

    Pues en realidad no, pero es lo mejor para todos. Rin le sonrió ampliamente.
    —Sí, eso es lo que pienso, sería un buen futuro.

    Pues sí, es lo mejor para una humana… pero me vale madre que sea “lo mejor”. Miró hacia la caja dorada, que ahora parecía carecer de valor, al menos su amiga no parecía dárselo, no por el mero valor material, sino por el significado del mismo. En tres años las cosas cambiaban, la forma de ver a los “amigos”, por ejemplo. Empezaba a no bastarle lo de “amigos” y no entendía por qué.
    ¿Y por qué sentía que ella le estaba ocultando algo?

    —Aún tienes tiempo para pensarlo —no me hagas esto.

    Ella asintió. Quería seguir hablando, preguntarle sobre sus viajes… pero Jaken ya le había dado lujo de detalles, hasta parecía cronista profesional. Bajó la vista y guardó silencio por un rato, encontrándose con sus verdaderos sentimientos, esos que no podía borrar, ni ocultar.
    —Ha estado lejos por mucho tiempo…

    —Eso no puede evitarse. Pero ahora estoy aquí.

    Una pequeña sonrisa curvó sus labios.
    —Gracias por tomarse la molestia de venir a verme. Un lugar lleno de humanos no es lo mejor para Sesshoumaru-sama y los demás —miró hacia unas aves que volaban en dirección a la aldea—. Un terrateniente debe tener cosas más importantes que hacer que encontrarse con un protegido que al final no le brinda nada.

    —No pido mucho.

    Ella volteó a verlo y se encontró con esos claros ojos. Se hizo hacia atrás. ¿Por qué le miraba así? ¿qué quería hacer? ¿qué quería hacerle? ¿Sería cierto lo que decía Kaede-sama? ¿Qué podía considerarle un monstruo y lo mejor que podía hacer entonces era alejarse, por ejemplo, siendo miko o una aldeana común? Se dio una patada mental, no podía pensar eso de la persona que le había salvado. Él no podía hacerle nada ¿o sí?
    —¿Y… qué es lo que pide?

    —Que viajemos, que recorramos juntos las tierras conquistadas por mi honorable padre.

    Ella soltó un suspiro de alivio, después de todo, Kaede le había dicho cosas espantosas, aludiendo a las muestras de interés del youkai, tomadas como una forma de “comprarla” ¿pero qué sabía ella? Kaede nunca había sido salvada por él y, de haberlo sido, no se daría por aludida. Entendía que ella hubiera sido criada con la idea de que los youkai eran crueles y que podían convertir a los humanos sólo en esclavos o en la cena, pero no estaba bien que quisiera imponerle esas ideas a la fuerza. Rin no quería ver así a su mejor amigo.
    Él miró en la dirección de la que provenía el olor de esa humana. Estaba muy, pero que muy equivocada si creía que lo iba a detener poniéndole a Rin una pareja humana o un rosario de miko. Todavía no le conocía.
    Calló su monólogo interno, de verdad no podía estar pensando en forzar a la chica. Se le vino a la mente la curiosa imagen de Rin siendo jalada en dos direcciones opuestas, no era muy justo.

    Prácticamente habían sido obligados por las circunstancias a tomar las decisiones que habían tomado, pero los dos querían lo mismo. Rin se sujetó la lengua antes de decirle “sí” y cambió de tema, contándole las últimas noticias en la aldea, las cosas que había hecho.
    Casi era el medio día cuando decidió que debía regresar a casa antes de que se preocuparan por ella. Tomó su obsequio y, luego de despedirse del youkai, bajó a la aldea, rumbo a la casa de Kaede. El youkai la vio marcharse y sólo se perdió en el bosque cuando ya no pudo verla, pero su olor, mezclado con el de las hierbas medicinales, seguía dándole vueltas en la cabeza.

    Cuando Rin entró en la casa, fue recibida por el aroma del estofado.
    —Llegaste justo para la hora del almuerzo —la saludó la anciana con una sonrisa—, debes tener mucha hambre. ¿Has visto a Sesshoumaru hoy? —preguntó al ver la llamativa caja.

    —Sí, ellos acaban de llegar hoy y tendrán asuntos que atender en la región, así que estarán cerca de aquí por un tiempo.

    —¿Algún conflicto entre clanes?

    Ella dudó, no podía decirle que había clanes que sobrepasaban territorio y se dedicaban a la caza indiscriminada.
    —Puede decirse que tienen algunos problemas con la economía —dejó su obsequio sobre una mesa y fue a sentarse junto a ella para almorzar.

    —¿Qué te ha traído esta vez? —preguntó con curiosidad, observando lo ostentoso que podía ser.

    —Un vestido, pero le dije que era algo grande para mí.

    —Siempre puede ajustarse a tu medida.

    Probó las verduras y puso cara de agrado.
    —Eso espero, es demasiado bonito como para no usarlo. Estoy segura de que a Kagome-sama y Sango-sama les gustará ayudarme con eso —sí, les gustaba tratar de convencerla de “lo bueno que era” Sesshoumaru, nada que ella no supiera ya—. Por cierto ¿cómo está la hija de Sango-sama?

    —Está mucho mejor, hace unos momentos vino a anunciarme que la niña pudo sentarse y probar alimento, ya no tiene congestionadas las vías respiratorias. Te felicito, Rin-chan, preparaste una excelente medicina.

    Ella le sonrió ampliamente.
    —¡Muchas gracias, Kaede-sama! ¡Seguiré esforzándome!

    Inuyasha bufaba mientras se sentaba con sus amigos, la taijiya y el monje, listo para almorzar, pero emocionalmente abandonado.
    —No pensé que Kagome se enojaría tanto. Y esos malditos osuwaris…

    —Eso te pasa por no sujetar tu lengua —le dijo su amiga.

    —Cállate, no sabes nada. Tanto tiempo esperando a que regrese y ella sencillamente va a su mundo cuando le da la gana ¿acaso no le importamos? ¿acaso no le importo?

    —No seas exagerado —le dijo el monje mientras recibía sus alimentos de manos de su esposa—, entendemos que estar solo tanto tiempo fue traumático para ti, pero eso no significa que debas cortarle su libertad e impedir que vea a su familia y se divierta.

    El hanyou lo miró suspicaz.
    —¿Acaso lo dices porque quieres más libertad de parte de tu familia?

    Sango dejó de alimentar a sus niños.
    —Houshi-sama tiene razón, Inuyasha. El hecho de que estén casados no significa que deban estar atados.

    Miroku asintió.
    —Muy de acuerdo con mi linda esposa… pero tal vez, Inuyasha tiene muy buenas razones para querer estar atado a ella.

    Sango, enojada por el atrevido comentario, le hizo volar por la cabeza uno de los tazones vacíos y sus hijas rieron.

    —Está bien, la dejaré —se rindió el hanyou—, pero si no viene antes del atardecer, iré a buscarla —se dedicó a probar la comida de Sango, que no era tan buena, porque la mayor parte de su tiempo la había dedicado a cuidar de su hija. Pero al estar comiendo en casa de otro, no tenía derecho a quejarse. Pensándolo mejor, debería estar comiendo en casa de Kagome, pero quería dejar que el recuerdo de la discusión matutina se enfriara antes de arriesgarse a recibir montañas de osuwaris.
     
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  2.  
    AkoNomura

    AkoNomura Guest

    Hola!!

    ¡¿Cómo es posible que no tengas comentarios?! ¡está genial!

    a mi me ha gustado mucho, espero leer más, me dejaste picada.

    me encanta esas confunciones entre Rin y Sesshoumaru por no hablar directamente las cosas y adoré el manejo de Inuyasha y Kagome.

    Nos leemos!

    ETO TI!!
     
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  3.  
    llesi

    llesi Iniciado

    Virgo
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    Tiene razon akoNomura.. esta genial eh interesante.
    Kisiera saber mas entre sesshomaru y rin... como van a terminar ellos dos!?
    inuyasha deberia trankilizarse un poco.! debe dejar q ahome tenga un poco de libertad!!

    Me gusta espero q lo sigas (n.n)
     
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  4.  
    Asurama

    Asurama Usuario popular

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    Jaken se encontraba en medio de una gran contradicción, molesto y feliz al mismo tiempo. Molesto porque el maestro, aprovechando su estadía en la región por cuestiones de gobierno, lo había dejado en la aldea humana al cuidado de Rin hasta el término del viaje y estaba feliz porque eso le brindaba la escasa y preciada oportunidad de compartir momentos y largas charlas con la chica, a quien solía extrañar aunque no lo demostrara ni se atreviera a decirlo abiertamente. Sí, realmente extrañaba que alguien le hiciera comentarios mordaces acerca de su tamaño, su cobardía, su inestabilidad de carácter y otros tantos “defectitos”. Extrañaba que le hablaran hasta dejarlo medio sordo y que lo jalaran de aquí para allá como a un muñeco de trapo —el maestro sólo se dedicaba a patearlo, aplastarlo y golpearlo—. Pero decirle a Rin que su presencia hacía falta en los viajes, sería entorpecer las obligaciones del amo y tentarla a que tomara sus decisiones antes de tiempo…

    Pensándolo bien, no estaba mal la idea.

    —Oye, niña, ¿no te aburres en esta aldea? —le preguntó estando sentados en una banca junto a la “pequeña” cabaña de Miroku y Sango, desde donde podían verse a varios de los aldeanos realizando sus actividades diarias: mujeres yendo y regresando de lavar la ropa, limpiando las entradas de las casitas y cuidando de sus niños, hombres yendo a labrar la tierra y cuidando del ganado... en la casa del maestro, sólo los sirvientes se encargaban de eso. Rin, por la posición que se suponía que ocupaba, no tenía necesidad de hacer nada de eso y, sin embargo, lo hacía.

    —No, para nada —contestó ella, ya acostumbrada a aquel movimiento—. Me parece muy divertido volver a tener la vida que tenía antes de que mis padres y mi hermano me dejaran.

    La verdad era un tanto distinta: por supuesto que prefería viajar por todos lados, conocer lugares nuevos, dormir bajo las hermosas estrellas, respirar los aromas de todas las tierras, correr y jugar al aire libre e incluso poner a prueba su propia capacidad de supervivencia ¡esas eran buenas aventuras! Pero encapricharse con esos deseos sería comprometer la preciada estabilidad de Sesshoumaru, algo por lo que no pondría las manos en el fuego, aunque una voz interna le reclamara a gritos desde hacía un par de años.
    En ese momento, Sango salió de su casa con una bandeja que portaba cinco caros y delicados pocillos de té. Tomó uno de los pocillos y Jaken y Rin la imitaron.
    Después de quemarse y tener que dejar su pocillo, Jaken suspiró, pues el comentario de Rin había hecho que el tiro le saliera por la culata. Tenía el plan “B”, que era decirle la verdad, que Sesshoumaru en serio se la quería llevar a las rastras al verla tan consustanciada con los de su propia especie… pero no, no, sería arriesgarse demasiado a convertirse en una masa de golpes y contusiones varias. Tuvo que tragarse sus ideas…

    —Pues claro —bufó—, una campesina será siempre una campesina.

    —Estoy de acuerdo con esa cosa verde —murmuró una muchacha apenas mayor que Rin, que pasaba por la calle—. Aprovechando que Miroku-sama se dedica a dar clases de escritura, debería hacer un manual sobre cómo crear una princesa perfecta.

    Sango, Jaken y Rin voltearon hacia ella.
    —¿Qué?

    —Sí, por supuesto —continuó altanera la muchacha—. Uno: consigan una mocosa huérfana, arrastrada, sucia y fea; dos: vístanla de seda, cúbranla de oro y háganle creer que es importante; tres: devuélvanla a una aldea donde pase vergüenza por no tener la piel blanca ni los ojos claros y no parecerse en nada a los que están por encima de las nubes.

    Al escuchar sus palabras, Rin llevó el pocillo a los labios y apuró todo el té, hasta la última gota.

    —¡Cierra la boca maldita humana lengua larga y envidiosa! —le gritó Jaken ofendido— ¡¿Acaso alguien como tú ha visto alguna vez a quienes están por sobre el cielo?! ¡ya verás cuando regrese el amo y entonces…!

    —Uy, tiemblo de miedo —se burló la joven antes de continuar su camino.

    El youkai se acercó a la muchacha noble.
    —No le hagas caso, habla por pura envidia, Sesshoumaru-sama invierte gran cantidad de tiempo y recursos para mandar la confección de tus vestidos y tus joyas.

    Ella lo miró, era esa una rara forma de decir “no te preocupes, le importas porque vales mucho”.

    —Es verdad —le dijo Sango—, mi esposo ha hecho cálculos y llegado a la conclusión de que tu solo tesoro está valuado en más de seiscientas piezas de oro y equivale lo que él podría ganar en veinte años de buena racha.

    Jaken la miró torcido.
    —No era eso lo que quería decir —miró el lugar por donde se había ido esa humana— ¿y esa quién era?

    —Es la hija de un orfebre de un poblado que está a más de cuatro días de aquí —le contó Sango—, se casó con un comerciante y se mudó aquí hace unos pocos meses debido a la guerra y están construyendo una ostentosa casa al otro lado de la aldea. Ella es muy engreída y gusta de presumir de su posición.

    El youkai bufó.
    —Como si fuera la gran cosa.

    —De hecho, su esposo sería la persona con más dinero si Rin no estuviera aquí.

    Razón de más para que ella se fuera.

    —Rin-chan, no te preocupes de que alguien así te moleste ¿en dónde está Ah-Un? Iré a contarle a Sesshoumaru-sama y hoy mismo te saca de esta sucia aldea.

    —¡Sí! —en seguida se cubrió la boca— …digo, no, en primer lugar, no deberías molestar a Sesshoumaru-sama por algo así, en segundo lugar, no me molesta lo que diga una persona que ni siquiera me conoce y en tercer lugar, me gusta estar aquí, no hace falta que le pidas que me lleve a otro sitio...

    —Pero…

    —De verdad, Jaken, está bien —sonrió ampliamente.

    —No te creíste ni tú —se cruzó de brazos—. Como sea, esa humana necesita que le den una lección…

    —Ni se te ocurra hacer nada —se paró delante de él—, si perjudicas a su familia lo único que conseguirás será tener problemas y entonces sí que Sesshoumaru-sama va a enfadarse.

    —Niña tonta, no te burles de mí ¿crees acaso que a Sesshoumaru-sama le inmutaría lo que le pase a cualquier humano?

    —Sí se molestará si el humano con el que se desquitan resulto ser yo, estoy tratando de vivir lo mejor posible. Si les quemas su casa me meterás en un lío…

    —El maestro dijo que te protegiera…

    —Defíneme “proteger”, no puedes ir y entrar en conflicto con la gente con la que debo convivir sólo porque sí…

    —¿Acaso no tienes orgullo?

    —Esto no tiene nada que ver con el orgullo.

    En ese momento, Miroku llegaba a casa luego de haber estado haciendo servicios en el templo.
    —¿Pasó algo? —preguntó al ser testigo de la riña verbal.

    —Jaken acaba de conocer a la esposa del comerciante —le explicó Sango.

    El monje miró a la joven noble.
    —¿Asami-san te estuvo molestando de nuevo?

    Ella se paró de forma casual, profirió una sonrisa y llevó las manos tras la espalda.
    —No, solamente hizo un comentario gracioso sobre sus clases, Miroku-sama.

    Él se la quedó mirando un rato, esconder las manos tras la espalda era un signo inconsciente de estar profiriendo una mentira. Miró en dirección a la casa en construcción y torció el rumbo, pero la chica se paró frente a él, sonriéndole algo nerviosa.
    —No hace falta que inicie un pleito innecesario con el esposo de Asami-san —entonces, recordó el amor de Miroku por el dinero y la vida fácil—. Él tiene una muy buena posición económica y su contribución sería de gran ayuda para la aldea, no debería desaprovechar eso.

    El joven hombre le sonrió amablemente y le puso una mano en la cabeza, provocando que Jaken tuviera un ataque de histeria.
    —Tienes razón, Rin-chan, veo que eres muy inteligente —la miró a los ojos—, pero una buena posición económica debe ir acompañada de buenos modales, en especial para con la prometida de un noble —la hizo suavemente a un lado y caminó hacia la casa del comerciante.

    —No, Miroku-sama —trató de agarrarlo de la manga, pero no pudo—. Esa mujer saldrá a decir que le inventé cosas para que los aldeanos la criticaran, tendrá más excusas para molestarme —lo vio alejarse—. Y todavía no estoy prometida…

    Sango suspiró y apoyó el rostro en una mano.
    —Si la alta posición debe ir acompañada de buenos modales, Sesshoumaru está perdiendo.

    Jaken y Rin voltearon hacia ella.
    —¿Qué dijiste?

    —Nada, nada, no me hagan caso.

    Rin se sentó junto a la mujer y levantó la vista hacia el cielo, donde había una pareja de avecillas jugando, libres, alegres, dulces, sin miedo a críticas. Había ido aprendiendo que en la vida no había manera de conformar a la gente. Si era pobre, la criticaban por ser una pordiosera, si tenía dinero, porque tenía dinero, Si era huérfana, porque era huérfana, si era la protegida de un noble, porque era noble… y peor todavía si se trataba de un youkai. Ella no se avergonzaba de ser amiga de youkais ni mucho menos, pero a veces le chocaba que la gente no entendiera aquello. A veces ni siquiera Kaede-sama podía entenderla. La única persona que le entendía era…
    Soltó un pesado suspiro. Ojala las estrellas fuesen capaces de cumplir deseos. Y cupiera la posibilidad de que estuvieran juntos para siempre.

    El monje escuchó las palabras de Rin pero aún así no pensaba detenerse, porque se había dado cuenta de algo que hacía tiempo sospechaba: la chica se negaba a sí misma en pos de los demás, tratando de evitar cualquier conflicto. Pero eso no estaba bien: Ahora, negaba su derecho de ser respetada, el día de mañana, negaría ser princesa y, finalmente, negaría a Sesshoumaru y acabaría perdiendo una parte muy importante de su identidad. Y eso sería muy triste, porque todos ellos estaban muy conscientes del lazo que les unía a ella y al youkai.

    —No, pequeñita, no debes negarte a ti misma. Si él se parece a Sango tanto como pienso, de seguro le estás haciendo mucho daño, aunque jamás vaya a decírtelo —aquello tenía que parar. Si ella no se defendía, tendrían que hacerlo ellos.

    Miroku llegó a la casa del comerciante y llamó a la puerta, donde, para su sorpresa, le atendió la misma Asami, con una cara de mosquita muerta. Era muy bonita, pero le faltaban bastantes años y bastante influencia para creerse la dueña de la aldea.

    —Miroku-sama, qué honor —dijo en un tono empalagoso— ¿qué le trae a nuestra humilde casa?

    —¿Puedo hablar con su esposo un momento? —inquirió.

    —Claro, pase, por favor —le abrió paso y le condujo a la bien adornada sala.

    Él se sentó a la espera del hombre y miró a su alrededor algunos de los lujos de la flamante casa. Sin duda tenía más dinero que él, pero por fortuna, eso no bastaría para convertirle en jefe, si era lo que planeaba. No les bastaría con la partida de Rin cuando ésta cumpliera sus trece años —todos daban por hecho de que así acontecería y ya—. No podían desplazar a Kaede y a Kagome. En especial a Kagome, con el “suave” carácter que ésta tenía. Pero el comerciante sí podría llegar a tener una gran influencia en el desarrollo de la aldea, tal y como había dicho Rin y no era bueno que tuvieran pleitos.

    No mucho después, el hombre entró y se sentó junto a él luego de saludarlo formalmente.
    —Miroku-sama, es un honor recibirlo ¿en qué puedo ayudarle?

    —Hay algo que me gustaría aclarar, me he enterado de que hace unos momentos, su esposa estuvo molestando a la princesa Rin.

    El hombre miró primero a su esposa y luego, habló intentando esconder la risa.
    —¿Princesa? ¿No es acaso Rin la protegida de Kaede-sama, la vieja miko de la aldea? Esa muchacha será una miko para el templo —indicó con una cabezada hacia arriba, en dirección a la pendiente donde descansaba el edificio.

    —Veo que, a pesar de estar hace un tiempo aquí en la aldea, aún no se ha enterado de cómo son las cosas. Rin es la protegida de un joven terrateniente youkai que tiene como dominio toda la Región de Occidente. Le convendría no molestarla.

    —Me parece que eso cambia un poco las cosas, excelencia —dijo la mujer con cierta malicia—. No tenemos la obligación de respetar a una persona que se relaciona con una criatura tan infame como es un youkai, que podría ser sumamente peligroso y se vería mejor como una alfombra hecha por exterminadores… pero veo que ha puesto a los exterminadores de su lado.

    —Guarda silencio, Asami —le pidió su esposo.

    Miroku trató de imaginarse a Sesshoumaru convertido en tapete, pero la transición le salió mal y acabó imaginándose a los exterminadores mismos despellejados.
    —Me temo que no estamos hablando de cualquier youkai, sino de uno con un alto rango entre los suyos y mucho poder. Sesshoumaru no ataca deliberadamente a los seres humanos, pero por su bien no debería molestar a su prometida… digo, a su protegida.

    —Ella está en el lado equivocado…

    —Esto no es una guerra y ella tiene derecho de ser respetada como la persona que es —Miroku empezaba a molestarse. Si no la respetaban por su posición, tendrían que hacerlo por lo que significaba para ellos—. Puedo advertirles que la próxima vez que se produzca un hecho de esta naturaleza, no será con el príncipe con quien tengan que vérselas. Será con nosotros.

    El comerciante levantó las manos en signo de paz.
    —No quiero tener problemas con usted, ni con la jefa de la aldea, ni mucho menos con ese engendro mitad perro…

    Ahora sí había llegado lejos.
    —“Ese engendro” tiene nombre, se llama Inuyasha, es amigo de mi familia, es hermano del príncipe Sesshoumaru y esta aldea le debe mucho: su prevalencia, su seguridad… —se controló—, si no quiere problemas, pueden empezar por pulirse a sí mismos y darles a estas personas el lugar y el respeto que se merecen. Antes de criticar el actuar de los otros, deberían fijarse en su propio comportamiento —les señaló con dureza.

    El hombre le prometió que aquello no volvería a pasar, pero no era la primera vez que aquella muchacha se comportaba de esa manera y ninguno de los dos mostraba una clara voluntad de cambiar. A ojo vista, eran de los que creían que los youkais indistintamente sólo eran plagas que merecían ser exterminadas… y eran de la clase que Sesshoumaru solía exterminar.
    Acaso por su condición de servir a un youkai Rin no era considerada princesa por la mayoría de los humanos y se veía a sí misma como un vasallo más… pero él, Sango, Kohaku, Inuyasha y Kagome sí la veían y la trataban como la princesa que era y hacían lo posible para que ella no lo olvidara. Si la chica se dejaba llevar por las circunstancias y olvidaba quién era, perdería a uno de sus seres más queridos y, como sus familiares, ninguno de ellos pensaba permitir tal error.

    Miroku entendía la preocupación de Kaede, entendía de los peligros que conllevaba la cercanía de un youkai y el miedo y rechazo inherentes del ser humano hacia aquello que era diferente y desconocido. Comprendía incluso que Kaede llegase a referirse al príncipe como “monstruo” —ellos en algún momento lo habían visto así antes de descubrir la buena persona que había —muy— detrás— y que, al verla tan indefensa, tratara de convencer a Rin de que lo viera de la misma manera, que le tuviera miedo y por ende le rechazara.
    Entendía también que la anciana, juzgando por el sentido humano, tolerara a criaturas de apariencia buena como Shippou y Kirara pero, en cambio, considerara una amenaza a un ser tan imponente como el Alpha del clan Inu.

    Pero también comprendía que Rin había sufrido mucho y que tenía derecho a defender las ideas y a los seres en los que creía. Que tenía derecho de elegirles a ellos si realmente así lo quería. Que tenía derecho a amarles abiertamente, sin que nadie se atreviera a criticarle por su decisión. Que no debía olvidarse de ellos simplemente porque una tonta regla implícita exigiera que “los humanos y los youkai debían odiarse”. Que no debía olvidar que Sesshoumaru, Jaken e incluso Ah y Un le habían dado una identidad, la cual no debía perder.

    —Lo siento, Kaede-sama —miró hacia la casa del comerciante, la cual estaba dejando atrás—, lo siento, señores ignorantes, pero lo quieran o no esa chica, aún sirviendo a un youkai, seguramente es más digna que todos ustedes… y más digna que todos nosotros —y no permitiría que nada ni nadie aplastara esa dignidad.
     
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