Participación en la dinámica Días de Abecedario 2.0 NOTA DE LA AUTORA: Simple y sencillamente perdonen que, como siempre, probablemente no elegí el género correcto <3 listo. ________________________________________________________________________________________________________ De joven, cuando apenas entraba a la universidad, estaba perdidamente enamorado de mi mejor amiga, Angélica. No pudo tener un nombre más irónico, mi diabla. Mide poco más de metro y medio de alto. Su cabello, negro como el petróleo, le llegaba a la cadera cuando la conocí. Sus ojos también son profunda y hermosamente negros, grandes en comparación de los otros rastros de su cara; boca pequeña, labios delgados y nariz apenas un poco respingada. Y su piel. Endemoniadamente pálida al punto de casi parecer estar muerta. Además del hecho de que sus manos siempre están frías. Pero no así sus labios… O eso me gustaba imaginar. Sus labios de seguro arden; y seguramente los míos hubieran ardido también de haberlos pasado alguna vez por algún rincón de su piel que no fueran sus mejillas y su frente. Después de todo, yo soy su mejor amigo. Honestamente, me alegro de haber sido y, más aún, de seguir siendo su mejor amigo. De no haberme dejado llevar por esa engañosa sonrisa suya, ni haber fantaseado de más con ella como tal vez a ella le hubiese gustado. Como muchos hombres hicieron, cayendo en la tentación. Cayendo eventualmente en ese aparente cielo que creían que podrían alcanzar si la tuvieran entre sus brazos, para que luego ella los arrojara con frialdad al infierno. Qué ironía, de verdad. Que se llame Angélica, que su piel sea pálida en contraste sus oscuros ojos y cabello, que tenga una personalidad ardiente para atraer a quien quiera y poder convertirse en un hielo cuando ya no le satisfaga. Mi amada diabla. Es gracioso que en ese entonces hubiera dado la vida por ella, y que cuando fui entrando en razón sobre esos absurdos sentimientos fuera cuando ella intentó cruzar esa barrera de la amistad que tenemos. Y que no la lograra cruzar. Por estos días aún me veo tentado a la más mínima señal de que ella intenta volver a cruzar esa barrera, pero me mantengo, y me siento orgulloso. Y no dejo de guardarle un inmenso cariño, aunque no igual. Me gusta pensar que hay una buena razón para que no me mandara directo al infierno cuando descubrió que en realidad podíamos quedarnos como buenos amigos por un largo rato. Y qué cosas: Han pasado cinco años y aún tengo a Angélica a mi lado. Aún toda una diabla, pero yo la quiero de todos modos. No me importan mucho los pobres que ha atraído jugando a la pirómana (tentándolos, encendiendo poco a poco una llama en ellos) y quemado vivos, mientras yo apenas y me acerqué a uno de sus fósforos.