Horror Día tras día

Tema en 'Novelas Terminadas' iniciado por Agus estresado, 10 Marzo 2016.

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    Agus estresado

    Agus estresado Equipo administrativo Comentarista empedernido

    Piscis
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    Título:
    Día tras día
    Clasificación:
    Para adolescentes maduros. 16 años y mayores
    Género:
    Horror
    Total de capítulos:
    47
     
    Palabras:
    1885
    Hace tiempo tenía pensado hacer esta historia, pero nunca tuve una idea sólida para empezarla. Quiero hacer una historia de zombis diferente a mis otras historias, las cuales son diferentes a las demás durante los primeros 10 capítulos y después se vuelven repetitivas e iguales a cualquier serie de TV.

    Esta historia se narrará por días. Día 1, día 2, día 3, etc. No será un diario y algunos eventos sucederán en el mismo día.

    Antes quiero informar que no todo lo que se ve aquí transcurre en la misma ciudad, sino en ciudades diferentes. Espero que los que la lean me dejen algún comentario.

    Aquí está la historia:

    Día tras día

    Día 0

    En una habitación dentro de una casa, hay dos personas teniendo una conversación. Una de ellas es un chico de unos 20 años, llamado Ariel, el cual se encuentra recostado en su cama. La otra persona es un tipo alto, vestido de doctor. El último se encuentra hablando seriamente con el chico.

    — Me siento terriblemente mal — decía Ariel muerto de frío y con un gran dolor de cabeza.

    — Eso te pasa por emborracharte y salir del club a las 4 de la mañana bajo la lluvia — le decía el doctor en un tono muy serio — Tienes suerte de que esto sea solo una gripe muy fuerte y no sea nada más. Podrías haber contraído una neumonía.

    — Supongo que no soy muy bueno para estas cosas — respondió Ariel — ¿Por cuantos días tendré que tomar esta medicación y quedarme en reposo absoluto?

    — Serán unos 4 días — dijo el doctor — 3 si tienes suerte.

    — Entendido — le dijo Ariel muy cansado — Lo acompañaría a la puerta, pero no tengo fuerzas para moverme.

    — No tienes casi nada — dijo el doctor — Tuviste que vender el televisor para poder pagarme a mí y para poder comprar los remedios. Espero que esta enfermedad se te vaya pronto.

    Ariel le pidió al doctor si podía bajar las persianas de su dormitorio para que el ruido y la luz no lo moleste. Luego de eso, Ariel se quedó dormido. El doctor caminó hacia la puerta y salió de la casa, esperando que su paciente pudiera sentirse mejor luego de tomar la medicación.

    […]

    En un taller mecánico había tres hombres trabajando. El más grandote de ellos se llamaba Hernán, y ahora mismo, está terminando la reparación de frenos de uno de los autos que le mandaron a reparar. Los tres mecánicos del taller estaban hablando sobre todo el trabajo que habían tenido a lo largo de la semana. La radio del taller estaba encendida y los tres disfrutaban del rock ‘n roll que transmitían.

    — Me encanta esta canción — decía el mecánico más joven de todos mientras tocaba una guitarra de aire con los dedos en la parte del solo.

    — Jaja, me contagias juventud — respondió Hernán, quien era un hombre de 40 años ante el mecánico.

    Pero la canción fue interrumpida por un mensaje de la radio.

    — Interrumpimos esta canción de…

    — ¡Vamos, es un insulto interrumpir en medio de una parte tan épica como esa! — refunfuñaba el mecánico más joven.

    — Cállate y veamos que tienen que decir — decía el otro mecánico.

    — …vista de individuos que caminan por las calles de forma muy extraña y atacan a todo aquel que se les cruce por el camino. Las autoridades aseguran que lo mejor que pueden hacer es quedarse en sus casas. Estos han apa…— pero entonces la transmisión se perdió.

    — Que hijos de puta. Una broma tan estúpida justo en mi canción favorita — dijo el mecánico rockero después de apagar la radio y volver al trabajo enojado.

    Todos los mecánicos en el taller regresaron a sus trabajos con los autos. Todo iba bien, hasta que Hernán recibió una llamada al celular.

    — ¿Hola? — preguntó Hernán.

    — ¡Hernan, gracias a Dios! — respondió una mujer muy alterada — ¡Tienes que venir rápido! ¡Hay disturbios en la calle! ¡La policía se está enfrentando a varias personas, y algunos están entrando a las otras casas!

    — ¡Voy para allá! — respondió Hernán — ¡Cierra la puerta con llave y coloca muebles en las ventanas!

    Hernán salió a las corridas del taller mecánico en el que trabajaba y cruzó al otro lado de la calle. Ahí tenía su auto estacionado y esperándolo. Hernán entró, puso las llaves, arrancó el auto y empezó a conducir rápidamente y con cuidado hacia su casa. Pensó si habría alguna relación entre los disturbios y lo que escuchó por la radio.

    […]

    Lucas es un chico de unos 22 años. Ahora mismo, él se encuentra regresando a su casa después de regresar de su curso. Él estudia para diseñador gráfico, dado a que es lo único que le gusta y en lo que es verdaderamente bueno. Él vive con su tío en un vecindario pequeño y su casa está rodeada de negocios de comida y cosas de limpieza del hogar.

    Al regresar del curso, él notó que todos los negocios estaban cerrados, algo totalmente raro. En la cuadra donde vivía, solo había dos casas. La de su tío y la de un vecino. El día estaba tranquilo.

    Al llegar a su casa, vio que la puerta estaba abierta. Lucas decidió llamar a su tío desde afuera por si había problemas.

    — ¡Tío! — gritó Lucas esperando recibir alguna respuesta.

    — ¡Lucas, ayúdame! — respondió su tío muy desesperado desde el interior de la casa.

    Lucas corrió hacia el comedor, de donde venían los gritos y vio a su tío peleando contra tres personas. Esas personas caminaban muy lento y con los brazos extendidos siempre hacia adelante. Estos se acercaban al tío de Lucas, el cual, por más golpes y patadas que les diera, no podía quitárselos de encima.

    El lugar estaba infestado con un olor muy fuerte. Lucas se estaba ahogando en esa peste. Intentó ayudar a su tío tomando a uno de los hombres desde atrás y empujándolo contra la mesa. Pero el hombre se levantó. Se acercó a Lucas y lo tomó. Lucas estaba aterrorizado y no pudo hacer nada. El hombre acercó su cara hacia el cuello de Lucas, en un intento de morderlo, cuando su tío le salvó la vida golpeándolo y separándolos a ambos.

    — ¡Lucas, ve a buscar un cuchillo a la coci…— pero el tío no pudo hablar porque los otros dos hombres lo atacaron por detrás y lo empezaron a morder.

    Lucas estaba horrorizado y decidió salir corriendo de la casa. Quería ir a la comisaría y buscar ayuda. Fue a la cocina y tomó un cuchillo grande. Luego de eso abandonó la casa.

    […]

    En el centro de una ciudad, en un cementerio, había un hombre mayor, de unos 50 años, vestido como oficial de policía contemplando una de las tumbas.

    — Aunque haya pasado mucho tiempo… — decía el oficial interrumpido por la tristeza del recuerdo— Quiero que sepas que no te olvidé…Ni te olvidaré nunca — el oficial empezó a llorar mientras acariciaba la inscripción de la persona que amaba — Me pregunto cada día si esto fue mi culpa. Si yo lo causé.

    El policía estuvo llorando durante un tiempo cuando escuchó gritos desde afuera del cementerio. Los gritos lo hicieron pensar que sería un intento de asalto a mano armada. Interrumpió su duelo para salir afuera y ver que era lo que estaba pasando.

    El oficial, al salir del cementerio, vio como 10 individuos atacaban a otros civiles. Era el único oficial en la zona, pero creyó que podría tranquilizar la situación.

    — ¡Ustedes, quietos! ¡Es una orden! — gritaba el oficial mientras intentaba calmar a esos revoltosos apuntándoles con su pistola— ¡Soy el oficial Martinez, de la comisaría 2! ¡Les ordeno cesar el ataque o tendrán que acompañarme!

    Las personas que atacaban a los civiles se levantaron y empezaron a avanzar lentamente hacia el oficial Martinez. Además, otras 3 que estaban en el piso, se levantaron lentamente y comenzaron a imitar los movimientos de los otros 10. El oficial estaba muy confundido,

    — ¡No me obligues a disparar! — ordenó el oficial a una de las personas que se acercaba lentamente a él.

    Pero no le hacían ningún caso. El oficial se asustó porque pensó que esas 13 personas lo iban a matar, por lo que decidió actuar. Disparó en la cabeza al que tenía más cerca esperando que los demás se quedaran quietos luego de ver como uno de los suyos moría en frente de ellos. Pero esto no pareció afectar.

    Los otros 12 empezaron a caminar cada vez más rápido hacia el oficial Martinez. Este, pensó que sería peligroso quedarse, puesto que no tenía munición suficiente para detenerlos a todos, así que se fue del lugar. Subió a su patrulla y empezó a conducir hacia su comisaría, la cual quedaba a unos 5 minutos del cementerio.


    Al llegar al lugar, vio que la mayoría de los oficiales no estaban. Esto le resultaba extraño. Eran las 5 de la tarde y los policías no se van hasta que empieza el recambio nocturno. El oficial intentó comunicarse con los demás, pero entonces vio un mensaje grabado en la contestadora de la comisaría. Le dio a reproducir.

    — Aquí el doctor Fred Waters — decía el mensaje — En los últimos días, hemos recibido noticias de uno de nuestros centros de salud, de que uno de los experimentos que intentaban realizar ha salido mal. Las personas en que han sido probadas se han vuelto totalmente violentas e irracionales. Han empezado a atacar a todo el personal del lugar, y estos individuos se han extendido por todo el país. Al principio no lo creíamos, pero ahora es una realidad. Se ha desatado una enfermedad en nuestro país, la cual no parece tener cura. Como ninguno de los del centro de salud sigue con vida en este momento, no sabemos nada más que esto. Se contagia a través del contacto físico con estas personas. Por lo que deben evitar cualquier tipo de contacto con aquellos individuos que creen que hayan sido infectados. Afortunadamente, la nación tiene un plan de emergencia ante una plaga como esta. En el sur del país existe una zona de emergencia localizada en “Bahía Luminosa”. No cuentan con un equipo de rescate experimentado, por lo que la misión de llevar a los ciudadanos hacia ese lugar, depende de ustedes. Cambio y fuera.

    El oficial Martinez conocía la ubicación de Bahía Luminosa. Decidió que lo que tenía que hacer era irse a su casa a preparar algo de comida y agua para el viaje.

    […]

    Luego de conducir varias horas buscando calles que no estuvieran llenas de oficiales de policía, Hernán llegó finalmente a su casa. Vio que la calle estaba llena de cadáveres. Había muchas casas con las puertas rotas. Sin tiempo a pensar en lo que podría estar pasando, decidió correr hacia su casa. Tocó la puerta esperando algún tipo de respuesta.

    — ¿Hola? — preguntó una mujer desde el interior.

    — Melanny, soy yo, Hernán — respondió el mecánico — ¿Tú y Wendy están bien? ¿No les pasó nada?

    — No — decía Melanny abriéndole la puerta a su esposo — El disturbio terminó hace una hora cuando los policías abrieron fuego. En principio veía que estaban golpeándolos, pero luego empezaron a dispararle. Luego se han ido.

    — Esto es grave — dijo Hernán — Escuché noticias en una radio, pero no pude entender demasiado por los cortes de transmisión.

    — ¿Qué haremos? — preguntó Melanny — La televisión no anda bien. No hay forma de saber qué pasa.

    — Tendremos que esperar a que alguien pase por aquí — dijo Hernán — Tarde o temprano alguien vendrá para llevarse los cuerpos. Cuando lleguen, les pediremos explicaciones.
     
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    Día tras día
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    Horror
    Total de capítulos:
    47
     
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    Día 1

    Estaba amaneciendo como cualquier día en la base militar “Soldado Desconocido”. Los cadetes y los que ya tienen cierto año de experiencia ahí se levantaron para la realización de tareas y los entrenamientos.

    Kelly, una mujer joven de 30 años, fue a la armería para que le entregaran un arma y empezó las pruebas de tiro al blanco. Estas se hacían desde una distancia determinada. Kelly y otro grupo de soldados se pusieron a esa distancia y su objetivo era dispararle a unos espantapájaros en las zonas donde indicaran los instructores.

    — Brian, estómago — dijo el instructor — Kelly, cabeza.

    Siguió hablando hasta que todos recibieran el objetivo al cual debían disparar. Kelly disparó junto a los otros soldados. Ella era muy buena con su arma de asalto, y logró dar en el lugar asignado.

    Después empezaron unas pruebas más intensas. Cada soldado debía disparar a todos los espantapájaros en la cabeza en menos de diez segundos.

    Kelly fue la única de sus compañeros que consiguió pasar la prueba.

    — Te felicito — decía el instructor — Si nos toca ir a una guerra, nuestros enemigos no tendrían ninguna oportunidad.

    — Muchas gracias — dijo Kelly — Pero me sentiría mejor si nunca tuviera que matar a nadie.

    — Eso nunca se sabe con certeza — decía el instructor — ¿Quién sabe? Hoy podría desatarse una guerra.

    Luego de que las pruebas terminaron, todos se dirigían al comedor para ir a comer. Kelly pasó cerca de la enfermería y vio como uno de los soldados era llevado en camilla por otros dos militares. No le gustó lo que vio, pero pensó que no sería nada grave.

    En el almuerzo, Kelly se sentó junto a un amigo suyo. Pablo, el cual era solo un año mayor que ella.

    — ¿Cómo te fue en la práctica? — preguntó Pablo.

    — Bien, completé todas las pruebas sin fallar ningún disparo — respondió Kelly.

    — Te felicito — dijo Pablo — Yo fallé un poco, pero lo mío era disparar con el rifle a objetivos móviles.

    — Entiendo que eso sea difícil — dijo Kelly — Yo soy horrible con el rifle. Lo mío son las armas de asalto.

    — Manejar un rifle no es tan difícil — le decía Pablo — Si quieres, mañana te enseñaré. Mañana es el día de práctica libre.

    — Claro que quiero — respondió Kelly emocionada — Me gustaría poder dominar cualquier tipo de arma.

    — Entonces está decidido — dijo Pablo — Mañana…

    Pero en ese entonces, una alarma comenzó a sonar. Todos los que estaban en el comedor se alarmaron, mientras una voz empezó a hablar por los megáfonos.

    — Atención — decía la voz — Un grupo de gente está invadiendo la base. Se ordena que busquen sus armas, se dirijan a la entrada y los saquen de aquí. Las personas van desarmadas, por lo que no presentarán una amenaza, pero son un grupo extenso.

    Todos se levantaron y se disponían a ir hacia la armería en busca de las armas. Pablo le dijo algo a Kelly antes de irse.

    — Tengo un arma escondida bajo mi colchón — dijo Pablo — Ten cuidado cuando vayas a la armería.

    — Lo tendré — dijo Kelly — Tu también debes tenerlo. Mañana tenemos un entrenamiento pendiente.

    Kelly salió corriendo junto al resto de soldados hacia la armería. Todos tomaron su arma preferida y se dirigían a la puerta, donde vieron a un gran grupo de gente caminando de forma extraña. Eran alrededor de 50 y estaban atacando a los militares de la entrada, quienes intentaban defenderse a mano limpia. Los militares fueron a ayudar a sus compañeros y empezaron a atacar a las personas intentando persuadirlas de que se fueran para no tener que usar la violencia. Kelly se quedó atrás mirando como esa gente simplemente atacaba y gruñía, sin decir nada. Eran muy resistentes a los golpes, y eso le pareció raro.

    En un momento, los militares empezaron a ser mordidos por estas personas. Algunos vieron el escenario y ante el miedo a esta actitud por parte de los invasores, empezaron a disparar.

    — ¡Están enfermos! — decía uno de ellos mientras empezó a abrir fuego con su arma.

    Pronto, todos los demás siguieron el ejemplo del primero, incluida Kelly. Todos dispararon hasta asesinar a los atacantes. Kelly había gastado casi todas sus balas en ese ataque. Algunos soldados se acercaban a los militares que fueron mordidos. Cuando se acercaron para ayudarlos, estos atacaron con mordidas a quienes los fueron a auxiliar. Kelly estaba horrorizada por ver esta escena. No sabía que estaba pasando.

    Luego de eso, los que no habían sido mordidos salieron corriendo del lugar. Kelly sabía que tenía que salir de ahí. Fue a la armería para poder conseguir más munición y así abandonar la base militar.

    Cuando llegó, al abrir la puerta de la armería, un militar se le tiró encima intentando morderla. Kelly fue lo suficientemente rápida para detenerlo poniendo sus manos alrededor del cuello del atacante, pero este la había arrinconado contra una pared. No podía hacer nada para salvarse.

    — ¡Ayuda! — gritó.

    El agresor estaba a punto de morder a Kelly, cuando recibió un tiro en la cabeza. Kelly se dio vuelta y vio a Pablo con su rifle. Este se acercó a ella.

    — ¿Tú también te enfrentaste a ellos? — preguntó Pablo.

    — Sí, en la entrada — respondió Kelly — Mataron a varios de los que estaban defendiendo la base. ¿Cómo fue que entraron?

    — Aparentemente, había uno en la enfermería y empezó a atacar a varias personas — contestó Pablo — Yo y otros más tuvimos que pelear con los que estaban adentro.

    — ¿Qué vamos a hacer ahora? — preguntó Kelly.

    — Tenemos que salir de este lugar — dijo Pablo — Tomaremos toda la munición que podamos de la armería y nos llevaremos algunas pistolas. Luego salimos trepando la parte trasera.

    Kelly y Pablo entraron en la armería, en la cual había otros dos individuos que atacaron igual que los anteriores. Dado a que no tenían munición los tiraron al piso y empezaron a darles culatazos con sus armas. Viendo que a pesar de eso, seguían intentando ponerse de pie, Pablo tomó una pistola y les disparó a ambos. Una vez muertos, tomaron todas las municiones que podían cargar junto a las pistolas y se dirigieron hacia la parte de atrás. Tenían que escapar de ahí.

    […]

    Era la una de la tarde. Emmanuel, un hombre de 37 años, se encontraba en el manicomio. Hace unas semanas, el estrés del trabajo lo afectó demasiado y empezó a tener delirios, cambios de humor y por momentos, se volvía violento de forma repentina. La empresa donde trabajaba decidió darle vacaciones para calmarlo, pero su situación no mejoró, por lo que decidieron internarlo en una clínica mental.

    El día de hoy, su recuperación está avanzando muy bien. En unos pocos días sería capaz de regresar a sus actividades normales.

    Emmanuel estaba hablando con otros pacientes en una de las salas, cuando vieron que estaban trasladando a una persona a la sala donde se encontraba el psiquiatra. Por curiosidad, él y otros 3 más fueron a ver que podía ser.

    El hombre estaba amarrado y tenía cobertura en la boca. Emmanuel y los pacientes observaban por una pequeña ventanilla que había en la puerta.

    — ¿Quién es este hombre? — dijo el psiquiatra.

    — No se sabe, doctor — dijo la enfermera — Un grupo de personas lo vieron en la calle actuando de forma extraña y nos lo trajeron. Dicen que estaba intentando morderlos, como si se tratara de un animal salvaje.

    — Voy a hablar con él calmadamente — dijo el doctor — Quítale el protector de la boca y suéltalo.

    La enfermera obedeció y desató al hombre dejándolo en libertad. El doctor había decidido quitarle el protector por su cuenta para hablar con él. En el momento en el que se lo quitó, el paciente se le abalanzó encima, mordiéndole el cuello al doctor. Ambos cayeron al piso. Emmanuel y el resto de los pacientes que estaban afuera no se creyeron esa escena. La enfermera intentó quitar a ese hombre de encima del doctor, pero en cuando los separó, el hombre la terminó mordiendo a ella. Los demás pacientes decidieron salir de ahí para contarle a alguien más.

    Emmanuel y los otros 3 entraron a una sala donde había enfermeros hablando con otros pacientes.

    — ¡Tienen que hacer algo! — dijo Emmanuel — ¡El nuevo paciente asesinó al doctor y a la enfermera!

    Uno de los enfermeros decidió acercarse a hablar con Emmanuel.

    — Emmanuel, faltaba muy poco para tu recuperación — dijo el enfermero tratando de calmarlo — Esto te puede costar otras semanas en revisión.

    — ¡No! — agregó otro paciente que estaba con Emmanuel — ¡Está diciendo la verdad! ¡El paciente recién ingresado mató al doctor y a la enfermera!

    — ¡Es cierto! — gritaba Emmanuel.

    Los demás pacientes que se encontraban en el lugar estaban empezando a ponerse nerviosos con lo que Emmanuel decía.

    — Emmanuel, esto es otro de tus delirios — dijo el enfermero — Ningún paciente podría matar al doctor. Tal parece que vas a quedarte una semana más aquí.

    — ¡Pero es verdad! — gritaba Emmanuel.

    — ¡Si quieres seguir en este manicomio está bien para mí! — dijo el enfermero mientras iba a buscar algo — ¡Pero no molestes a los demás pacientes!

    El enfermero sacó una jeringa y se la mostró a Emmanuel.

    — Tu condición mental avanzaba muy bien — dijo el enfermero acercándose para inyectarle la jeringa — Que lástima, Emmanuel.

    — ¡No! — gritó Emmanuel empujando al enfermero y tirándolo al piso.

    El enfermero se sintió mal por el empujón, así que se levantó y empezó a golpear a Emmanuel. Los otros pacientes que estaban con él, atacaron al resto de los enfermeros, quienes no tuvieron otra opción que defenderse. Los demás pacientes se alteraron por esto y empezaron a atacar al resto de los enfermeros de la misma forma que sus compañeros de la clínica.

    Emmanuel golpeó al enfermero que quería inyectarle una jeringa en la cara. Cuando quiso dar el siguiente puñetazo, el enfermero le detuvo el brazo y se lo torció teniendo cuidado de no lastimarlo demasiado. Luego, tiró a Emmanuel en el piso y se preparaba para dale la inyección. Emmanuel forcejeaba pero no podía hacer nada.

    En ese momento, el doctor que fue atacado por el nuevo paciente ingresó a la sala. Todos dejaron de pelear para verlo. El enfermero que peleaba contra Emmanuel se levantó para decirles a los demás que se calmaran y que no pasó nada.

    — ¿Lo ven? — decía el enfermero — El doctor está…

    Pero entonces, el doctor mordió al enfermero en el cuello de la misma forma en que había sido mordido anteriormente. Todos los presentes gritaron de horror y decidieron que lo mejor sería salir del manicomio.

    Para no tener problemas con la seguridad, hicieron sonar la alarma de incendios. Finalmente, todos los que estaban dentro salieron y abandonaron la clínica.

    Emmanuel incluido. Se sentía muy mal por las muertes que presenció. Pero también se sentía mal porque pensó que nadie le creería cuando contara la historia, y mucho menos sabiendo que él se había escapado de un manicomio.
     
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    Horror
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    47
     
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    Día 2

    Lucas se encontraba refugiado en una carnicería en la cual no había nada más que carne y los frigoríficos. Cuando se dirigía a la comisaría, fue atacado por un grupo de gente como la que había matado a su tío. Este grupo fue más extenso y el pobre de Lucas no tuvo otra opción más que esconderse en la carnicería para poder sobrevivir.

    Afortunadamente, nadie fue capaz de entrar a la carnicería.

    Lucas escuchó varios disparos y algunos vehículos que pasaban por el lugar, pero tuvo miedo de salir. Sabiendo que no podría quedarse ahí por más tiempo, decidió escapar del lugar. Primero buscó algo que le pudiera servir, tomando un cuchillo de carnicero que era más grande del que había sacado de su casa.

    Lucas contemplaba las calles vacías. Pensó que estaba viviendo una película de terror. Al llegar a una esquina vio como dos personas se estaban comiendo a una mujer. Literalmente se la estaban comiendo. Lucas recordó las películas y los juegos que vio y supo que se trataba de zombis.

    Se sentía totalmente muerto de miedo. Mientras estaba distraído viendo a esas dos personas comiéndose a la mujer, uno de los zombis lo atacó mientras estaba desprevenido. Lucas se asustó y se cayó al piso, levantándose rápidamente. Él recordó la regla número uno para matar a los zombis: darles en la cabeza.

    Lo intentó con el cuchillo pequeño, pero el miedo le jugó en contra y cuando estaba a punto de clavar el cuchillo en la cabeza de su atacante, decidió apartarse. El zombi intentaba agarrarlo para darle una mordida. Lucas lo esquivó y así se dio cuenta de cómo podría derrotarlo. Se quedó quieto y esperó a que el zombi intentara tirársele encima. Cuando lo hizo, Lucas lo esquivó, y el zombi quedó de espaldas. Ahí fue cuando aprovechó y clavó su cuchillo pequeño en la nuca del zombi, aunque le dio un golpe muy débil, por lo que no lo mató. Antes de que el zombi se pudiera dar vuelta, Lucas tomó su otro cuchillo y lo clavó en la cabeza del zombi, esta vez con más fuerza, pudiendo acabar con su vida.

    Al darse vuelta, vio como los otros dos que estaban comiendo a la mujer se levantaban atraídos por el ruido que Lucas estaba haciendo, por lo que se levantaron para atacarlo. Lucas pensó que aún necesitaba experiencia para pelear contra más de un zombi, por lo que empezó a correr para llegar a la comisaría.

    […]

    Era mediodía, en la facultad de ciencias económicas, Jennifer, una chica de 19 años, se encuentra estudiando para poder convertirse en gerente. Luego de un día de curso agotador, ella decidió irse a comer algo al comedor de la facultad y después volver a su casa con sus padres.

    El comedor universitario estaba lleno de mesas para comer, y en una de las paredes había un televisor grande para que todos pudieran estar al tanto de las noticias. Cuando Jennifer entró, vio que casi todos estaban mirando hacia la tele. Estaba en un canal informativo.

    — Nos acaban de llegar nuevas imágenes del misterioso ataque que transcurrió ayer — decía el periodista mientras en la tele se veía como un grupo de gente caminaban de forma extraña y atacaban a otros — Esto no es un caso aislado. Han ocurrido ataques como estos en varios vecindarios. Se le informa a todos que permanezcan en sus casas. Ese es el único lugar donde estarán a salvo hasta que la policía pase para asegurar la zona.

    Jennifer sacó su celular para llamar a sus padres. Necesitaba saber si estaban bien. Desafortunadamente, nadie contestó. Mientras salía del comedor inició otra llamada, la cual tampoco tuvo respuesta.

    Asustada porque algo malo le pudo haber pasado a sus padres, Jennifer salió de la facultad y se fue corriendo hacia su casa. Cada cierto tiempo llamaba a sus padres esperando tener alguna respuesta que les indique si estaban vivos o no.

    […]

    Kelly y Pablo avanzaban por una autopista llena de autos abandonados. No había nadie en el interior de esos autos. Aparentemente, varias personas intentaron escapar, pero se vieron frenadas por el tráfico y tuvieron que salir de sus vehículos para seguir a pie. Kelly y Pablo iban atentos a lo que pudiera pasar.

    — Supongo que el día de práctica con el rifle se cancela — decía Pablo tratando de sacarle algo de humor al asunto.

    — Yo quisiera saber qué fue lo que pasó — respondía Kelly — ¿Qué fue lo que generó esta enfermedad y cómo podríamos detenerla?

    — Por ahora enfoquémonos en llegar hacia la otra ciudad — dijo Pablo — Probablemente allí encontremos un lugar seguro y provisiones. No hemos comido nada desde que abandonamos la base.

    Pablo y Kelly miraban los autos buscando comida, agua o cualquier cosa que las personas pudieran haber dejado en ellos. Cualquier cosa servía.

    En un momento, la autopista se terminó y empezaba un distrito comercial. Allí tendrían más oportunidad de encontrar algo que les pudiera servir. Decidieron que lo mejor era no dividirse. No les importaba cubrir terreno o no. Consideraron que sería mejor permanecer juntos y así lo hicieron.

    Los negocios estaban vacíos y algunos tenían los vidrios rotos.

    — Estos fueron saqueados — dijo Pablo sin esperanza de encontrar algo mejor.

    — ¿Qué es lo que vamos a hacer? — preguntaba Kelly — No veo nada que pueda servir.

    — Sigamos avanzando hasta que ya no queden autos — dijo Pablo — Tomaremos uno de ellos e iremos hacia otro lado.

    Pablo y Kelly continuaron su camino en busca de un auto que les pudiera servir para llegar hacia otra ciudad. Pensaron que las cosas podrían no estar tan mal en otro lado.

    Tras mucho caminar, se encontraron con algo monstruoso. Había un enorme grupo de personas enfermas caminando hacia ellos. No pudieron llegar al final de la línea de autos, y no habría forma de que hicieran a tiempo de sacar uno de los autos del tráfico antes de que ellos los alcanzaran, por lo que no tuvieron otra opción más que correr. Esta horda los empezó a seguir, aunque tenían problemas para poder alcanzarlos dado a la gran cantidad de autos que había.

    Pablo decidió que sería mejor dar un giro en la próxima cuadra que vieran pensando que los enfermos seguirían en línea recta. Así lo hicieron. Giraron a la izquierda y buscaron corriendo algún lugar para refugiarse. Por desgracia, como todos los lugares fueron saqueados y no había casi ninguno en condiciones, un grupo de la horda que los vio girar los siguió, y eso terminó atrayendo al resto.

    Tras mucho correr, lograron encontrar una farmacia, la cual se veía en un estado suficientemente bueno para poder esconderse. Estaba cerrada, por lo que no tuvieron otra opción de disparar contra la cerradura para poder entrar. Este ruido terminó atrayendo a los enfermos hacia ellos.

    Al entrar, Kelly corrió uno de los estantes donde se guardan las medicinas y los puso en la puerta. Pronto empezaron a escuchar como los enfermos se acercaban cada vez más. Pablo le dijo a Kelly que esperaran detrás del mostrador, donde estarían fuera de la vista de ellos si llegaban a entrar.

    Escuchando como algunos de ellos empujaban la puerta intentando tirarla abajo, y teniendo la esperanza de que el estante aguante lo más que pueda, Pablo decidió hablar con Kelly.

    — Escucha…Kelly — decía Pablo algo nervioso — Probablemente este no es el mejor momento para esto, pero quiero decirte algo. Tú… me gustas.

    Kelly se sorprendió cuando escuchó eso.

    — Pablo…— pero no pudo terminar de hablar porque Pablo le dio un beso en la boca interrumpiendo lo que iba a decir.

    — Vamos a morir aquí — dijo Pablo mientras abrazaba a su compañera — Aprovechemos los últimos momentos que nos quedan.

    Kelly sabía a donde quería llegar Pablo. Por un lado, no le gustaba la idea de morir haciéndolo, pero por el otro, pensó que Pablo tenía razón. Se iban a morir en ese mismo lugar, por lo que decidió que lo mejor sería despedirse de la forma correcta. Kelly y Pablo comenzaron su despedida besándose apasionadamente, pero sabiendo que no tendrían mucho tiempo antes de que los enfermos tiraran la puerta, decidieron pasar rápidamente al siguiente paso.

    […]

    Lucas finalmente había llegado a la comisaría. Tocó la puerta intentando ver si obtenía algún tipo de respuesta de alguien con vida. Además no quería arriesgarse a abrir la puerta y terminar encontrándose con zombis. Él sabía que el ruido los atraía. No logró escuchar nada, por lo que decidió entrar.

    Cuando entró, no había nadie. Los policías no estaban. Las luces estaban apagadas, por lo que decidió prenderlas. Cuando empezó a ver mejor, empezó a buscar armas de fuego en algún lado. No sabía usarlas, pero pensó que tendría que aprender a hacerlo. Entonces, escuchó un llamado desde dentro.

    — ¡¿Hay alguien ahí?! — gritaba un hombre desde el interior.

    Lucas se metió en la zona de las celdas intentando ver quién era el que lo había llamado. Ahí se encontró con un hombre encerrado, el cual se sorprendió mucho al verlo.

    — ¡Al fin viene alguien a sacarme de aquí! — decía el prisionero — Los policías se fueron hace dos días. Escuché que los llamaron para ir a frenar unos disturbios y no volvieron desde entonces.

    — ¿Quién eres tú? — preguntó Lucas.

    — Me llamo Robert — contestó el hombre — Me encerraron y me trasladaron a una cárcel penal. Asesiné a mi padre para defenderme a mí mismo y a mi madre. Faltando pocos días para el fin de mi condena, me trajeron aquí para pasar el final. Mi condena terminó ayer, así que puedes sacarme de aquí. Los policías tardan mucho.

    — Lo siento, pero no te creo — dijo Luchas mirando al hombre de forma sospechosa.

    — Te digo que es verdad — dijo Robert — Hay expedientes míos en el escritorio.

    Lucas decidió ir al escritorio para comprobar que los datos fueran verídicos. En uno de los cajones encontró los expedientes, entre ellos, el de Robert. Lucas lo leyó y se dio cuenta de que Robert decía la verdad. Su condena se había cumplido el día de ayer, por lo que decidió tomar la llave de las celdas, la cual estaba en otro cajón y abrirle al ex prisionero.

    — Gracias — dijo Robert — Por cierto, ¿sabes algo de esos disturbios a los que fueron los policías?

    — Escucha, no te vas a creer esto, pero te juro que es verdad — decía Lucas intentando convencer a Robert de lo que pasaba afuera — Se desató un apocalipsis zombi. Las personas murieron, volvieron a la vida, y empezaron a asesinar personas.

    Robert se lo tomó como una broma de mal gusto por parte de Lucas.

    — Oye, no es divertido — decía Robert en un tono enojado.

    — Te digo que es verdad — respondió Lucas intentando convencerlo — Es por eso que los policías se fueron a los disturbios. Estos eran ocasionados por zombis. Si no regresaron es porque murieron o porque se fueron con sus familias.

    — Lo lamento, pero no te creo — dijo Robert más enojado porque pensaba que Lucas lo estaba tomando por un tonto.

    — Si quieres te lo mostraré — dijo Lucas abriendo la puerta de la comisaría.

    Lucas empezó a golpear repetidamente la puerta de la comisaría, al cabo de un minuto, un zombi se acercó. Lucas retrocedió para dejarlo entrar. Robert no lo podía creer. Vio como esa criatura entró a la comisaría con los brazos extendidos en un intento de atacar a ambos. Lucas clavó su cuchillo en la frente del zombi, esta vez, eliminándolo de un solo golpe.

    Robert finalmente creyó lo que Lucas le decía. Ambos salieron de la comisaría y empezaron a correr.

    — ¿A dónde iremos? — pensaba en voz alta Robert.

    — ¿Sabes de otra comisaría que quede cerca? — preguntó Lucas — Aquí no tienen armas.

    — Conozco una — respondió Robert — Pero queda muy lejos.

    — Pronto anochecerá, así que pasaremos la noche aquí — dijo Lucas — Mañana iremos hacia esa comisaría.

    […]

    Era de noche y lo único que podía iluminar las calles eran los postes de luz. Jennifer se encontraba corriendo intentando llegar a la casa de sus padres para encontrarse con ellos. Volver a su casa corriendo le había tomado mucho tiempo. El correr toda la tarde la dejó exhausta. En su camino, se cruzaba con personas que estaban corriendo en la dirección opuesta, como si estuvieran escapando de algo.

    A Jennifer no le interesaba y lo único que quería era llegar a casa y encontrar a sus familiares a salvo.

    Tras unos minutos más corriendo y cruzándose con gente que corría asustada, llegó a su casa. Abrió la puerta y empezó a gritar.

    — ¡Mamá, papá! — gritaba Jennifer desesperada intentando conseguir respuesta.

    Al ver que no obtenía ninguna, entró a su casa a buscarlos, pensando que estarían encerrados en sus cuartos. En la máquina contestadora figuraban todas las llamadas que ella había hecho en el día.

    Jennifer se desesperaba cada vez más. Sus padres no respondían a sus llamados y eso le hizo pensar lo peor. Y las cosas no iban a mejorar para ella.

    Sus gritos atrajeron a un hombre extraño a la casa, el cual caminaba lentamente con los brazos extendidos y gruñendo. Cuando entró, Jennifer vio que tenía la apariencia de una persona muerta, lo que la horrorizó totalmente.

    — ¡Oh, Dios! — gritó horrorizada mientras el muerto se acercaba a ella.

    El intruso atacó a Jennifer, la cual se defendía intentando empujarlo hacia atrás, sin embargo, el agresor la tenía atrapada en sus brazos y Jennifer no parecía capaz de soltarse.

    — ¡Auxilio, por favor! — gritaba Jennifer cada vez más asustada mientras empezaba a llorar pensando que iba a morir.

    En ese momento, un hombre que estaba afuera en la calle escuchó los gritos desesperados de Jennifer. El hombre tomó al muerto del cuello y consiguió que soltara a la chica. Luego de eso, lo hizo estrellarse contra la pared, y comenzó a golpearlo en la cabeza con sus puños repetidas veces hasta que terminó por matarlo.

    Una vez muerto el intruso, el hombre se acercó para hablar con Jennifer.

    — ¿Estás bien? — preguntó este mostrando preocupación por la chica — ¿Te mordió?

    — No, estoy intacta — decía Jennifer algo traumada por la experiencia vivida — Gracias por salvarme.

    — ¿Qué estás haciendo aquí? — el hombre quería saber.

    — Vine a buscar a mis padres, pero no están aquí — respondió Jennifer — Si no están aquí es probable que estén en su lugar de trabajo. Tengo que ir allá y encontrarlos.

    — Ahora es muy peligroso, la luz se está cortando y hay muchas de estas cosas deambulando por las calles — dijo el hombre dando una advertencia a Jennifer refiriéndose a los muertos.

    — Necesito ir a buscar a mis padres — dijo Jennifer — Tengo que hacerles saber que estoy bien, ellos no usan celulares.

    — Escucha, pasaremos la noche aquí, y te prometo que mañana te acompañaré a buscarlos — decía el hombre.

    — Gracias — respondió Jennifer aliviada — Me llamo Jennifer.

    — Emmanuel — dijo aquel hombre — Cierra la puerta antes de que otra de estas cosas entre.
     
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    Día 3:

    Por la mañana, Ariel se había despertado y se sentía mucho mejor, ya no tenía fiebre ni dolores de cabeza. Estaba muy aliviado de haberse curado por fin de lo que lo mantuvo en cama por tanto tiempo. Había decidido que no iba a tomar alcohol cuando se encuentre fuera de casa, y que cuando bebiera se iba a controlar.

    Lo primero que quiso hacer fue llamar al doctor para informarle que se sentía bien. Marcó el número del doctor para comunicarse con él, pero no consiguió nada más que ser atendido por la contestadora pidiéndole un mensaje.

    — Hola doctor, lo llamo para informarle que me siento mucho mejor — decía Ariel dejándole un mensaje luego del tono — Gracias por venir a verme.

    Una vez colgó, Ariel decidió darse una ducha y después salir a dar una caminata para entretenerse un poco ahora que no tenía televisor.

    […]

    Jennifer y Emmanuel estaban listos para salir en busca de los padres de la chica. Emmanuel revisó la casa en busca de armas para poder defenderse en caso de tener que hacerlo. Le dio a Jennifer un cuchillo mientras que él tomó un martillo.

    — ¿Dónde trabajaban tus padres? — preguntó Emmanuel.

    — En una escuela primaria a unas pocas cuadras de aquí — contestó Jennifer — Podremos llegar rápido si no nos encontramos con más cosas como esa.

    — Recuerda quedarte cerca de mí — decía Emmanuel — Estas cosas son aterradoras.

    — Lo haré — contestó Jennifer.

    Ambos salieron de la casa de Jennifer y comenzaron a caminar por las calles, las cuales estaban desiertas, como si todas las cosas se hubieran ido a otro lado. A nuestros protagonistas no les molestaba que no hubiera ninguna, es más, les encantaba la tranquilidad, aunque no bajaban la guardia.

    — ¿Qué harás luego de que los encontremos? — preguntó Emmanuel.

    — Supongo que refugiarme en casa — contestaba Jennifer — No parece que queden muchas de esas cosas, al menos por ahora. ¿Tú?

    — No lo sé — decía Emmanuel pensando en lo que iba a hacer— Se suponía que la clínica me daría las llaves de mi casa y el resto de mis cosas luego de darme de alta, pero ahora ya no pueden hacerlo, dadas las circunstancias.

    — Si no tienes a donde ir, puedes quedarte en mi casa — le dijo Jennifer — Sé que mis padres lo permitirán.

    — Supongo que tendremos que preguntarles — respondió Emmanuel.

    Tras unos minutos más de caminata, los dos llegaron a la calle de la escuela, y lo que vieron fue un escenario monstruoso. Había varios autos estacionados cortando la calle de la escuela, y dentro del perímetro, había varios hombres, mujeres y niños transformados en cosas como las que atacaron a Jennifer.

    — ¡Dios! — decía Emmanuel horrorizado al ver eso — Todos esos niños…muertos…caminando…

    Jennifer no podía decir nada, simplemente cayó al suelo llorando. La forma en la que esos niños escolares caminaban muertos alrededor de la escuela rodeados de quienes serían sus padres fue una situación traumática.

    — ¿Cómo pasó esto? — preguntó Emmanuel con lágrimas en los ojos al ver esa escena tan triste.

    Jennifer miró hacia la puerta de la escuela intentando ver a sus padres, y ahí pudo ver que el conserje de la escuela también se encontraba convertido en una de esas cosas. Entonces fue así como se dio cuenta de lo que había pasado.

    — Fueron atacados a la salida — decía Jennifer poniéndose de pie aun llorando — El conserje está convertido en una de esas cosas.

    — Dios, ¿por qué tuvo que pasar esto? — lloraba Emmanuel mientras secaba sus lágrimas de la cara.

    — Mis padres…también deben estar muertos — lloraba Jennifer sin consuelo alguno.

    — ¿Qué vamos a hacer ahora? — preguntaba Emmanuel mientras empezaba nuevamente a llorar — No tengo un lugar a donde ir, y si estas cosas pueden salir de aquí, estaremos en peligro en tu casa.

    — Hay que buscar refugio en algún lugar — decía Jennifer cesando de llorar y aceptando lo que había pasado — En alguna comisaría podría haber algún policía dispuesto a ayudarnos.

    — Nadie va a creer esto — dijo Emmanuel — Fui a dar aviso a la policía de que el manicomio había sido atacado, pero ellos no lo creyeron y fue por eso que los muertos pudieron extenderse por aquí. Cuando se dieron cuenta, ya fue muy tarde.

    — Entonces vayamos a un supermercado para buscar suministros — decía Jennifer pensando que sería lo mejor — Cuando los muertos escapen de aquí, esta ciudad ya no será segura para nada.

    Emmanuel decidió aceptar la idea de Jennifer, puesto que lo consideraba muy prudente. Los dos salieron rápido de ese lugar para no tener que seguir viendo esa escena más tiempo del que era necesario. Sabiendo que no les quedaban muchas esperanzas en ese lugar, debían dirigirse al supermercado y conseguir toda la comida que allí pudieran encontrar. Además, era probable que otras ciudades estuvieran en un mejor estado que esta. O peor.

    […]

    Ariel estaba muy confundido. En el centro de su ciudad no había nadie. Ni personas, ni animales, ni vehículos. No sabía que fue lo que había pasado. Por unos momentos pensó que se trataría de una amenaza terrorista y que la gente estaría en sus casas, pero eso no era posible. Si hubiera un ataque de esos, no sería en su ciudad, sería en una más importante.

    Ariel observaba todos los negocios de la zona cerrados, y empezó a asustarse, dado a que no tenía televisor en su casa, no había visto las noticias y no sabía que estaba pasando. Cuando salió de la ciudad vio un montón de autos estacionados en fila que se dirigían hacia las costas. A él le seguía pareciendo extraño esto, además de que en estos autos no había nadie. Pensó que de verdad se trataría de una amenaza terrorista y que varias personas huyeron hacia las costas.

    Continuó su camino en línea recta, hasta que al fin pasó todos los autos estacionados. Ahora simplemente quedaba una carretera en línea recta. Ariel caminaba por ella mientras veía que había algunas manchas de sangre en el piso. Esto le daba un mal presentimiento por lo que estaba pasando. Ariel no tuvo más opción que seguir caminando sin saber hacia dónde iba.

    Llegó un momento donde escuchó un auto que se aproximaba a él. Escuchó el ruido y al darse vuelta vio una patrulla, en la cual había un policía dentro. Estaba aliviado de que por fin se encontraría con alguien en lo que iba del día. El policía se acercó hasta Ariel y detuvo su patrulla.

    — ¿Qué estás haciendo aquí afuera tú solo, chico? — preguntó el policía — ¿Y por qué no estás llevando una mochila?

    — ¿Mochila? — preguntaba Ariel muy confundido sin saber de qué hablaba — ¿Por qué tendría que llevar una?

    El policía empezó a sospechar que Ariel lo estaba jodiendo con alguna broma.

    — ¿Te haces el gracioso? — preguntó el policía de muy mal humor.

    — No, señor. Solo que hoy me curé de una enfermedad y cuando salí para entretenerme me encontré con que la ciudad estaba vacía — respondió Ariel.

    — Espera, ¿no sabes que es lo que está pasando? — le preguntó el oficial algo curioso por lo que le dijo el chico.

    — No, no he visto a nadie en todo el día — le dijo Ariel — Todo está totalmente desierto. ¿Qué es lo que pasa?

    — Sube — decía el oficial mientras abría la puerta — ¿Cómo te llamas?

    — Ariel — contestaba el joven mientras entraba en el auto y cerraba la puerta — ¿Usted?

    — Oficial Claudio Martinez — respondió el hombre mientras empezaba a acelerar — Seré breve. Se desató una peligrosa enfermedad en este lugar, la cual hace que las personas mueran y regresen como personas muy violentas, a las cuales es muy difícil matar.

    — ¿Es en serio? — preguntaba Ariel mientras se reía un poco — Eso son cosas de las películas. No puede hablar en serio.

    — Pues lo hago — contestaba el oficial Martinez — Es una epidemia peligrosa que ha matado a muchas personas en estos tres días. A los oficiales nos han dado un objetivo a donde dirigirnos. Bahía Luminosa, la ciudad que queda en el sur del país a más de 3000 kilómetros de donde estamos ahora. Dicen que ese lugar es seguro, pero no enviarán equipos de rescate, por lo que nos corresponde a los policías llevar gente hacia allá.

    — Ya veo — decía Ariel — Lo ayudaré a llevar a todas las personas que podamos.

    El oficial Martinez dio un respiro para decirle un par de cosas a Ariel.

    — No llevaremos a nadie más — contestó el oficial — No pienso llevar a nadie más a ese lugar. Es más, te llevaré a ti solo porque me parece que por tu cuenta no durarás mucho tiempo, teniendo en cuenta de que no sabes lo que está pasando.

    — ¿Y qué hay de la misión que le dieron? — preguntaba Ariel algo enojado con el policía.

    — Tengo 50 años — contestó el oficial algo enojado — Le dejaré este trabajo al resto de los policías, yo solo quiero llegar a Bahía Luminosa y descansar tranquilo. Algo que me merezco después de tantos años de trabajo. ¿Cuántos años tienes?

    — Tengo 20 — contestó Ariel.

    — Llevo trabajando varios años antes de que nacieras. Así que como ves, ya he cumplido varias misiones. No voy a cumplir esta.

    — Pero… — quiso reprocharle Ariel.

    — ¡Silencio! — decía el oficial Martinez — No quiero escuchar más palabras sobre salvar personas. Necesito cargar gasolina, así que paramos en la siguiente estación de servicio.

    Ariel se sentía incómodo viajando con el oficial Martinez sabiendo que no iban a salvar a más personas. Hubo un silencio incómodo en el auto hasta que llegaron a la estación de servicio, donde cargarían gasolina.

    El oficial estacionó su auto cerca de los tanques de carga, y después observó que dentro de la estación se podrían encontrar varios suministros. Le pidió ayuda a Ariel.

    — Escucha, chico — decía el oficial haciendo bajar a su acompañante — Tú carga la gasolina, mientras tanto, yo buscaré en el interior de la estación por comida.

    — De acuerdo — contestó Ariel sin mirar al oficial a la cara.

    Ariel puso la manguera en el tanque de la patrulla y empezó a controlar el medidor. El oficial, por su parte, tomó su pistola y una bolsa y entró a la estación para buscar comida, bebidas y todo lo que pudieran llevar. Tenía algunas cosas almacenadas, pero no alcanzarían para 3000 kilómetros.

    La estación parecía que estaba abandonada, pero aun así había comida para llevar. El oficial empezó a meter cosas en la bolsa mientras empezaba a tararear una canción. Dentro de los baños de la estación, había algunos muertos que habían escuchado los tarareos y empezaron a moverse hacia el origen del sonido. El oficial empezó a acercarse al mostrador para tomar la comida, sin saber que detrás había uno de los muertos descansando, el cual empezaba a despertar mientras escuchaba los ruidos de su tarareo.

    El oficial iba a salir con la bolsa, cuando un muerto salió del baño listo para atacarlo, el oficial se asustó al verlo tan repentinamente, así que le disparó en la cabeza, matando al atacante. Este disparo hizo salir de por debajo de los estantes a varios muertos, los cuales se abalanzaban sobre él. El oficial evitó ser mordido por estos, pero terminó cayendo al piso. Estando en el suelo, le disparó a varios de los muertos. Entonces, otros dos salieron del baño y empezaban a acercarse, el oficial le disparó al primero en la cabeza, matándolo al instante, luego intentó dispararle al segundo, dándole en el pecho dado a que estaba más lejos. En ese momento, mientras el oficial seguía en el piso disparándole al segundo que salió del baño, fue mordido en el cuello por el que estaba detrás del mostrador. Luego de eso, el otro que había salido del baño empezó a morderlo en la pierna, causando que gritara de dolor por estar siendo devorado por estas criaturas.

    Ariel escuchaba los disparos pero sabiendo que era un oficial de policía, asumió que debía estar bien, pero fue cuando escuchó los gritos que se asustó. Decidió entrar a la estación para ver qué pasaba y vio una escena impactante. Dos muertos se estaban comiendo al oficial, el cual, miró a Ariel y con lo último de sus fuerzas, le tiró la pistola a los pies del chico. El muerto que apareció desde atrás del mostrador empezó a comerse la cara del oficial, mientras que el que le mordía la pierna se levantó para atacar a Ariel.

    El joven tomó la pistola y vio como uno de los muertos se acercaba a él. Le apuntó y quería dispararle, pero estaba muy asustado dado a que era la primera vez que veía a los muertos, además de que pensó que si el oficial Martinez había muerto, él no tendría oportunidad. De esa forma, salió corriendo de la estación. Desconectó la manguera del depósito de gasolina del auto y luego lo arrancó y salió del lugar muy asustado. Ahora se encontraba totalmente solo.

    Día 4:

    Hernán, Melanny y Wendy se habían quedado en su casa esperando que alguien llegara para pedirle alguna explicación por lo que estaba pasando. Sin embargo, nadie llegó a su vecindario. No querían salir de su casa por el miedo que tenían, por lo que se mantuvieron ahí por mucho tiempo. Sin embargo, en un momento, la comida que tenían se les terminó. Ellos no habían almacenado porque no sabían qué iba a pasar algo como eso, finalmente, se vieron obligados a salir.

    — Hernán — decía Melanny muy seria — Nadie va a venir aquí. No podemos seguir esperando. Ya no nos queda más comida, tenemos que salir a buscar más.

    — Papá, tengo hambre — decía Wendy, la hija de Hernán y Melanny con una voz muy dulce en un tono muy triste.

    — Lo sé — respondió Hernán — Tenemos que salir de aquí ahora. Si nadie vino a buscar esos cuerpos en 4 días, no vendrán ahora.

    — ¿Qué crees que haya pasado ahí afuera? — preguntó Melanny.

    — No lo sé, pero nos vamos — dijo Hernán — Tenemos que buscar más comida. Iré a buscar el auto. Lo dejé estacionado en la otra calle por precaución. Ustedes prepárense, apenas lleguen, súbanse.

    Melanny le dijo a su hija Wendy que pase lo que pase, no se asustara demasiado, aunque la situación no estaba muy bien como para guardar la calma. Hernán salió de la casa para ir a buscar su auto.

    — Mamá, ¿qué pasa ahí afuera? — preguntaba Wendy.

    — No lo sé, amor — respondió Melanny abrazando a su hija — Pero lo sabremos pronto.

    Las dos estuvieron esperando con la puerta entreabierta a que Hernán llegara para poder salir de ahí. Melanny estaba muy asustada por lo que había pasado, pero trataba de calmarse para no alterar a su hija. A ella solo le importaba la seguridad de Wendy.

    Cuando Hernán llegó, las dos salieron corriendo de la casa y subieron al auto. No habían cerrado la puerta de la casa, después de todo, si nadie pasó por ahí hasta ahora, nadie pasaría justo hoy. Hernán les dijo que lo que deberían hacer era ir al taller pensando que los otros dos mecánicos podrían saber que era lo que estaba pasando.

    Mientras pasaban veían como había muchas casas que tenían tablas clavadas en las ventanas. Hernán pensó que sea lo que sea que pasaba, debía ser algo muy serio para eso, dado a que la gente no hace esas cosas al menos que sea una emergencia.

    Estuvieron conduciendo esperando encontrarse con alguien que pudiera explicar que es lo que estaba pasando en ese lugar, pero sin embargo, no pudieron dar con nadie.

    Finalmente llegaron a la calle del taller mecánico, pero en ese lugar había muchos cuerpos, de la misma forma que los había cerca de su casa. El auto no podría pasar por encima, así que decidieron bajar y caminar a pie.

    Los cuerpos tenían un olor putrefacto, pero la familia se decidió a ignorarlo lo más que pudieron hasta que llegaron al taller. La puerta estaba abierta y el auto con el que Hernán estaba trabajando hace 4 días, seguía en el mismo lugar. Hernán le dijo a Melanny y Wendy que se quedaran en la calle, porque sintió que pasaba algo raro en el taller.

    — ¡¿Esteban, Julio?! — gritaba Hernán llamando a sus amigos mecánicos.

    Como no obtuvo respuestas se adentró hacia dentro del taller y volvió a gritar de la misma forma que antes. Luego de ese grito, los mecánicos aparecieron con una apariencia diferente que la que tenían. Sus ojos estaban blancos y su piel se encontraba en mal estado. Hernán se asustó un poco por esto.

    — ¿Qué pasó? — gritó Hernán algo asustado.

    Pero los dos mecánicos no respondieron a su pregunta y empezaron a caminar hacia él gruñendo y en forma agresiva. El rockero lo tomó del brazo y trató de morderlo, pero Hernán fue capaz de quitarlo del medio.

    — ¡¿Qué estás haciendo?! — gritaba Hernán cada vez más asustado y confundido.

    — ¡Hernán! — gritó Melanny desde afuera.

    Hernán se dio vuelta y vio como los cuerpos que había en la calle se estaban levantando y empezando a caminar hacia Melanny y Wendy.

    — ¡Corran! — gritó Hernán — ¡Vayan al auto!

    Su esposa y su hija quisieron correr hacia el auto, pero los cuerpos finalmente las habían rodeado, y dentro de poco, estarían encima de ellas.

    Hernán decidió tomar una de las llaves de tuercas más grande que tenía y trató de ir corriendo hacia la calle para salvar a su familia. Sus compañeros se acercaron a Hernán para atacarlo, así que este decidió golpearlos a ambos en la cabeza. Hernán tenía tanta fuerza que los mató con solo dos golpes.

    Al salir, quiso ayudar a su familia, pero varios de los cuerpos que escucharon sus gritos se acercaban a él y no a Melanny y Wendy. Hernán intentaba librarse de ellos, pero eran demasiados y lo atacaban al mismo tiempo. Cuando golpeaba a uno, otro se le tiraba encima. Hernán se las arreglaba para evitar los mordiscos, pero no podía moverse de ahí.

    Melanny y Wendy quedaron acorraladas en una pared y estaban a punto de ser atacadas, mientras que Hernán no podía hacer nada más que mirar.

    — ¡NO! — gritaba Hernán mientras intentaba sin éxito quitarse a los muertos de encima.

    En ese momento, un perro de raza ovejero alemán apareció de repente y se puso a ladrar. Esto llamó la atención de varios de los cuerpos que se habían levantado. Luego de ladrar un momento, el perro atacó por detrás a uno de los que rodeaban a Melanny y Wendy, y luego se fue corriendo por la calle, llevándose consigo a varios de ellos.

    Luego de eso, Hernán se vio con más ventaja ante ellos y empezó a matarlos uno por uno. Un muchacho joven de aproximadamente unos 28 años apareció y empezó a ayudar a Hernán mientras golpeaba a los cuerpos con una pala.

    — ¿Estás bien? — preguntó el joven — ¿No te mordieron?

    — No, estoy bien — decía Hernán.

    Una vez que terminaron con estos, se encargaron del resto de los que quedaron en la calle. Hernán y el muchacho los mataron a todos sin dificultad, y finalmente, Melanny y Wendy quedaron fuera de peligro. Ambas se acercaron a Hernán y al otro joven.

    — Gracias por la ayuda — dijo Melanny muy agradecida con el chico.

    — Ahora no es momento de darme las gracias — contestaba el chico mientras miraba a la calle por donde se fue el perro.

    Todos se dieron vuelta y vieron que varios de los atacantes estaban regresando.

    — ¡Rápido, suban a mi camioneta! — gritaba el joven mientras empezaba a correr a su vehículo.

    La familia siguió al chico hasta su camioneta. Era una todoterreno la cual tenía espacio para 5 personas, además de que en la parte de atrás, que era en donde se guardaban las cosas podrían entrar más personas. El joven le abrió la puerta de atrás para que Hernán y su familia pudieran viajar juntos. Luego de esto, el chico se subió al asiento del conductor y empezó a conducir, atropellando a todos los cuerpos caminantes que estaban en el lugar.

    — Vamos a ver qué les parece esto — decía el muchacho mientras aceleraba.

    El joven aceleró y pasó por encima a todos los que se le cruzaron, hasta que llegó al final de la calle, donde empezó a tocar bocina. La familia no sabía que estaba pasando, pero luego vieron como el perro que había aparecido para ayudarlos estaba corriendo hacia la camioneta con varios de los cuerpos caminantes que se había llevado con él. El joven abrió la puerta y el perro se sentó en el asiento del acompañante. Una vez todos estaban dentro, el muchacho decidió arrancar y salir lo más rápido posible de ahí, esta vez sin atropellar a ninguno.

    Mientras conducía, se puso a hablar con la familia.

    — Bueno, ahora sí pueden darme las gracias — decía el joven.

    — Te lo agradezco mucho — le dijo Hernán con mucha gratitud — Me salvaste a mí, y a mi esposa Melanny y a mi hija Wendy.

    — Esos monstruos por poco se llevan a mi hija — agregó Melanny mostrando mucha gratitud con el joven — No sabes cuánto te lo agradecemos.

    — Por nada — respondió el muchacho — Me llamo Jonás, y este es mi perro, Cóndor.

    — ¿Le pusiste Cóndor a tu perro? — decía Hernán riéndose de la idea.

    — En realidad, no fue mío — contestó Jonás — Lo rescaté de la calle. Es lo que hago. O lo que hacía, supongo. Antes de esto. Díganme — dijo cambiando el tema — ¿A dónde se dirigen?

    — ¿Cómo que adonde nos dirigimos? — preguntaba Hernán.

    — Así es — respondió Jonás — Yo me estoy dirigiendo a la casa de mi primo, en el campo. Ahí debe ser más seguro que en la ciudad. Díganme a donde van y los dejaré lo más cerca que pueda.

    — En verdad, no tenemos a donde ir — contestaba Melanny — Ni siquiera sabemos que es lo que está pasando.

    Jonás decidió explicarles a Hernán y a su familia lo que había pasado en el mundo, y como este ahora sería un lugar más peligroso. Todos escucharon lo que Jonás les dijo y no lo podían creer, sin embargo, lo que habían visto en el taller mecánico lo confirmaba del todo. Hernán y Melanny pensaron en la situación con tristeza, no por ellos, sino porque su hija Wendy tendría que crecer en un mundo totalmente diferente al que ellos conocían. Wendy no parecía entender la situación, lo que les terminaría haciendo las cosas más difíciles.

    — ¿Qué es lo que vamos a hacer? — preguntaba Hernán a su esposa.

    Melanny se acercó a Hernán para decirle algo en el oído.

    — Pregúntale al chico si nos puede llevar a casa de su pariente — le decía Melanny al oído.

    Hernán no lo vio como algo correcto, pero decidió hacerlo de todas formas.

    — Oye, Jonás — decía Hernán como si estuviera por pedirle algo — Sé que no nos conoces, pero, ¿podrías por favor llevarnos contigo a la casa de tu primo? Te lo pido por lo que más quieras. No tenemos a donde ir.

    — Por supuesto — contestó Jonás — Ahora que el mundo como lo conocemos se ha ido, es nuestro deber ayudarnos entre todos para sobrevivir. Además, mi primo es la persona más amable del mundo. Estoy seguro de que les permitirá que se queden con nosotros.

    Hernán y Melanny estaban aliviados de escuchar eso. Ahora, a pesar de todo lo que les había pasado, tendrían un lugar seguro a donde podrían llevar a su hija Wendy. Todas las inquietudes que tenían empezaban a aliviarse a medida que Jonás conducía su camioneta para salir de la ciudad.
     
  5. Threadmarks: Día 5
     
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    47
     
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    3148
    Día 5:

    Lucas y Robert entraron en la comisaría buscando desesperadamente armas de fuego. Los cuchillos que Lucas tenía no servirían si aparecían más de 3 zombis.

    — No puedo creer que nos llevara 3 días llegar hasta aquí — decía Lucas quejándose por la situación.

    — Bueno, no habríamos tardado tanto si no hubieras insistido en esconderte — le reprochaba Robert — Pensé que te habías enfrentado a ellos antes.

    — Solo cuando atacan de a uno — respondió Lucas — No estoy preparado para enfrentarme a más.

    Lucas recorría todo el lugar en busca de alguna arma de fuego que pudieran usar para poder pasar más fácil entre ellos. Solo había encontrado las llaves de las celdas y los expedientes.

    — Me sorprende que pelear con ellos no te de miedo — decía Lucas — Los zombis pueden ser verdaderos monstruos.

    — Mi padre era un monstruo diez veces peor que todos esos zombis juntos — respondió Robert — ¿Crees que los zombis me asustan? Después de haberlo matado a él, ya nada me da miedo.

    — Me gustaría tener ese valor — contestó Lucas — Dos zombis me atacaron hace 3 días y lo único que hice fue correr.

    — Bueno, así fue como me encontraste, así que te lo agradezco — decía Robert revolviendo casi todo en busca de algún arma — Sigamos buscando.

    Lucas y Robert dejaban la comisaría patas para arriba con el objetivo de buscar un arma. Fue entonces que escucharon un ruido proveniente del interior de la comisaría. Ambos tomaron un cuchillo cada uno y entraron dispuestos a averiguar lo que era. Fueron a las celdas, y ahí mismo encontraron a un oficial de policía ahorcado, convertido en una de esas cosas.

    La pared de la celda tenía algo escrito con sangre. “Solo se convierten aquellos que fueron mordidos. Me he ahorcado para evitarlo”.

    — Pobre diablo — decía Robert — Lo intentó y no le sirvió. Se hubiera pegado un tiro y tendríamos una pistola al alcance.

    — Revisemos su uniforme, tal vez encontremos una — contestó Lucas.

    Lucas, quien tenía las llaves de las celdas, abrió la celda donde estaba el oficial ahorcado y empezó a mirar bien su uniforme en busca de algo, aunque sea una pistola. Consiguió encontrar una, estaba en la cintura. Se la quitó con cuidado al zombi para que este no cayera de donde estaba colgado. Luego de eso, se la dio a Robert. Este quiso ver si tenía algo de munición.

    — Solo 10 balas — dijo Robert revisando el cargador — Increíble como limpiaron todas las comisarías.

    — Tenemos que dejar de buscar comisarías — le dijo Lucas — Como dijiste, ya están todas limpias. Tenemos que ir a un mercado y encontrar algo para comer. Un par de golosinas no serán suficientes.

    Ambos decidieron ir en busca de un mercado cercano, pero primero querían recorrer la comisaría entera para asegurarse de que no se olviden de nada. En un momento, Lucas encontró una puerta y la abrió. Lo que encontró lo sorprendió.

    — ¡Ven a ver esto! — gritó Lucas.

    Robert fue a ver y le gustó mucho lo que encontró.

    — Lotería — dijo el ex convicto.

    Aparentemente, el depósito de autos que la policía había secuestrado estaba intacto. En ese lugar había miles de autos de toda clase. Cualquier delincuente que había sido capturado, su auto había quedado en el depósito. Robert y Lucas no podían creer la suerte que tenían. Podían elegir cualquier tipo de auto para poder moverse con más facilidad.

    Para parecer tipos interesantes tomaron el auto más lujoso y más limpio de todos. Subieron al auto. Robert se sentó en el asiento del conductor y Lucas se sentó en el lugar del acompañante. Atrás entraban dos personas más.

    Abrieron la puerta del depósito y salieron conduciendo con mucha felicidad de la comisaría.

    […]

    Kelly y Pablo iban recorriendo una carretera totalmente vacía. Estaban en busca de suministros dado a que no habían comido casi nada en lo que va del apocalipsis. Ambos estaban esperando encontrarse con la suerte de la misma forma en la que había pasado cuando estaban encerrados en la farmacia.

    Cuando parecía que los zombis iban a derribar el estante y la puerta, un helicóptero sobrevoló la zona, llamando la atención de varios de estos. Pablo y Kelly no interrumpieron lo que estaban haciendo, pero una vez que terminaron, salieron de la farmacia con la mayor cantidad de medicinas que pudieran encontrar.

    Ahora estaban en busca de algo para comer, que era lo que necesitaban.

    — ¿Quieres que lo hagamos otra vez esta noche? — preguntaba Pablo abrazando a Kelly.

    — Por supuesto — dijo Kelly abrazando a Pablo de la misma forma en que este la abrazaba a ella — Luego de que podamos comer algo, podríamos hacerlo de nuevo.

    — Ahora concentrémonos en encontrar comida — dijo Pablo muerto de hambre.

    Cuando dejaron de abrazarse y se concentraron nuevamente en el camino, vieron que había una persona a lo lejos parada al lado de un auto, como si estuviera haciendo una revisión. Decidieron acercarse y ver que tenía esa persona. Si tenía comida, podrían hacer un intercambio. Algunas medicinas por algo de comida.

    Kelly y Pablo no corrieron riesgos y se acercaban apuntando sus armas. La persona, que era un chico joven, estaba revisando el baúl de un auto, el cual, tras verlo mejor se dieron cuenta de que era de un policía.

    — ¡Quédate quieto! — ordenó Kelly apuntando firmemente a esa persona.

    El chico se dio vuelta y vio como la pareja de militares le estaba apuntando con sus armas. Por el miedo, levantó las manos.

    — No me hagan nada — dijo el chico algo preocupado — Por favor.

    — Tú no eres policía — notó Pablo dándole una mirada — ¿Dónde está?

    — Muerto — respondió el chico — Murió hace unos días. Yo me quedé con todas sus cosas.

    — ¿Qué estás haciendo aquí solo? — preguntaba Kelly mientras bajaba un poco el arma pensando que el chico no sería peligroso.

    — Estaba pensando en cómo entrar a una estación de servicio — contestó el chico — El policía que estaba conmigo murió mientras intentaba conseguir comida de ahí. Yo escapé, pero me quedé sin comida. Estoy pensando en cómo entrar.

    — Te ayudaremos, pero a cambio nos quedaremos con una parte — dijo Pablo bajando el arma dándose cuenta de que el chico no era una amenaza.

    — ¿Por qué no se quedan conmigo? — respondió el chico — Conozco un lugar que es seguro. Queda en el sur del país. El oficial con el que viajaba me dijo que rescataríamos a varias personas y las llevaremos ahí, pero yo no puedo rescatar a nadie. Necesito de su ayuda. Ayúdenme e iremos los 3 junto a otros más hacia ese lugar.

    Kelly y Pablo se sorprendieron mucho al escuchar las palabras del chico. Les pareció una propuesta interesante. Ayudarlo a él y rescatar más gente, y a cambio todos podrían ir a un lugar seguro. Ambos aceptaron enseguida, puesto a que ya tenían un lugar al cual ir.

    — Te ayudaremos — dijo Pablo — Muéstranos que armas tienes y después llévanos a esa estación de servicio.

    — ¡Genial!— exclamó el chico sabiendo que ahora tendría compañía — Me llamo Ariel.

    — Kelly. Él es Pablo — respondió la militar.

    — Las armas están por aquí — decía Ariel mostrándole a la pareja las armas que el oficial Martinez había conseguido.

    […]

    Emmanuel y Jennifer estaban en el supermercado. Habían llegado el día anterior, y afortunadamente, no se habían encontrado a ningún muerto dentro del lugar. Tomaron toda la comida y gaseosa que había, pero aun así, no era suficiente. El mercado había sido saqueado totalmente en muy poco tiempo, y lo único que quedaba era el depósito de almacenamiento.

    Pero tenían un problema, ese depósito estaba infestado de muertos. Cuando Emmanuel abrió la puerta, varias de esas cosas intentaron atacarlo. No tuvo más opción que cerrar la puerta antes de que lo maten.

    Ahora se encontraban haciendo un plan para poder abrir esa puerta y eliminar a todos los muertos para poder tomar las cosas, sin embargo, tenían varios problemas para eso.

    — ¿Todavía no estás lista? — preguntó Emmanuel preocupado por Jennifer.

    — No — respondió la chica — No sé si estoy lista para enfrentarme a esas cosas, y aún menos para matarlas.

    — Entonces será mejor que salgamos de aquí — dijo Emmanuel — Si no estamos 100 por ciento seguros, el plan va a fallar y los dos moriremos. Buscaremos otro supermercado con más cosas.

    Entonces, ambos escucharon un bocinazo de afuera del mercado. Eso les dio a entender que había alguien afuera, que estaba por entrar. Sin embargo, esto alteró a todos los muertos que estaban en el depósito. Todos golpeaban la puerta intentando salir de ahí para dirigirse hacia ese ruido. Luego de eso, se escuchó otro bocinazo, esta vez más largo.

    Emmanuel y Jennifer se escondieron detrás de uno de los estantes del supermercado para ver si podían descubrir quiénes fueron los que tocaron bocina. Si resultaban ser buenas personas, saldrían para hablar, pero si eran malas, se quedarían escondidos. Escucharon como la puerta del mercado se abrió y como los que estaban afuera entraron.

    — ¿Por qué hiciste eso? — preguntaba uno de los que entró.

    — De esa forma llamamos la atención de todos los zombis de adentro — respondió otra persona — Es una forma de asegurarnos de que no seremos atacados por sorpresa.

    — Sí que sabes de cosas como esta — respondió el primero.

    — No me jugué a tantos videojuegos de zombis para nada — respondió el otro.

    Emmanuel y Jennifer permanecían escondidos mientras estos dos extraños se adentraban en el supermercado. Como no había zombis en la entrada, asumieron que sería seguro entrar. Ellos veían como todo estaba vacío.

    — ¡La puta madre, todos los lugares a los que vamos están limpios! — exclamó uno de ellos gritando de rabia.

    — Será mejor que nos vayamos. Aquí no parece haber nada — dijo la otra de las voces — Un momento, mira.

    Los dos que entraron al mercado se acercaron y vieron una puerta cerrada. Esa era la puerta del depósito. Se escuchaban unos ruidos que venían de adentro. Uno de los que entró estaba a punto de abrir la puerta, por lo que Emmanuel no tuvo más opción que salir y detenerlo.

    — ¡No la abras, detrás de esa puerta está lleno de muertos! — gritó Emmanuel a los dos extraños.

    Uno de ellos, tomó una pistola y le apuntó a Emmanuel listo para dispararle. El otro lo miraba algo dudoso.

    — ¿Estás solo? — preguntó el más joven de los extraños.

    — No — dijo Jennifer mientras salía de su escondite — No lo está.

    — Dios, ¿qué es lo que ven mis ojos? — decía el más joven de los extraños luego de ver a Jennifer.

    — ¿Quiénes son ustedes? — preguntó el extraño armado.

    — Me llamo Emmanuel, y esta es mi hermana, Jennifer — dijo Emmanuel mintiéndole a esos extraños — Tu turno.

    — Soy Robert, y este es mi amigo, Lucas — respondió el hombre armado — ¿Ustedes fueron los que saquearon el mercado?

    — No, solo encontramos esto — dijo Jennifer mostrándole la bolsa con todo lo que tenían — No quedan más cosas en los estantes.

    — Todo lo que queda está en ese depósito — dijo Emmanuel informando a Robert — Pero está infestado. No podremos sacar las cosas así nada más. Necesitamos un plan.

    — Quizás podamos hacerlo si trabajamos los cuatro juntos — dijo Lucas.

    — Podría funcionar — respondió Robert — ¿Cuántos zombis hay ahí adentro?

    […]

    Ariel llevó a Kelly y a Pablo a la estación de servicio donde había estado unos días atrás. Los militares tomaron sus armas de siempre y le dijeron al chico que tomara una pistola.

    — Ese es el lugar — dijo Ariel — Ahí fue donde murió el oficial Martinez.

    — Pensar que nosotros escapamos de una base militar y ese tonto se murió en una estación de servicio — dijo Pablo en tono de burla — ¿Cuántos quedan ahí?

    — No lo sé — respondió Ariel — Creo que tres, si es que el oficial se convirtió.

    — Entonces no debería ser problema — dijo Kelly — Pongamos los silenciadores para no llamar la atención de otros muertos de alrededor.

    Los tres le pusieron los silenciadores a las armas. Ariel no sabía cómo ponerlo, por lo que Kelly y Pablo tuvieron que enseñarle. Los militares creyeron que el chico no duraría mucho tiempo. Ariel también lo creía, fue por eso que decidió no revelar el nombre de la ciudad segura, para que los militares hicieran un esfuerzo por mantenerlo con vida. Fueron caminando y se pararon en la puerta de la estación. Intentaron ver hacia el interior, pero solo veían cadáveres de otros militares.

    — No se ve mucho — decía Pablo mirando — Será mejor que llamemos su atención.

    Pablo disparó al vidrio de una de las ventanas de la estación. El ruido del vidrio roto solo le llamaría la atención a los muertos que estuvieran dentro. En ese momento aparecieron. Eran 5 en total. Los dos que habían matado al oficial Martínez, quien era el tercero de estos, y otros dos que aparentemente estaban dentro de la estación.

    Pablo eliminó a los dos primeros que venían desde afuera con su rifle. Kelly tuvo que abrir la puerta y entrar y ahí fue cuando mató a los que estaban detrás. Solo quedaba el oficial. Kelly y Pablo querían que fuera Ariel quien lo matara.

    Ariel intentó dispararle dos veces, pero no le pudo dar en la cabeza. El primer tiro lo falló y el segundo se lo dio en el hombro. El oficial se acercaba hacia Ariel. Kelly se puso detrás del joven y le acomodó los brazos para que pudiera dispararle mejor. Ariel intentó otro disparo, el cual le dio en la nariz, pero no lo había matado.

    Finalmente, el chico dejó que se acerque más y le puso el arma en la frente para después poder darle un disparo sin fallar. Ariel lo consiguió y después de 5 días había matado a su primer muerto.

    — Lo mataste, pero solo porque era uno — dijo Pablo haciendo sentir mal a Ariel — Si estás atrapado y te rodean tres de estos, no podrás matarlos de esa forma. Mañana Kelly y yo te enseñaremos a disparar para que puedas defenderte solo.

    — Gracias — dijo algo avergonzado Ariel por ser el único de los tres que no sabía disparar bien — Nunca toqué un arma antes.

    — Ya aprenderás — dijo Kelly entrando a la estación — Por ahora, saquemos toda la comida y bebidas que podamos.

    Kelly y Ariel estaban recolectando todo lo que podían y guardándolo en bolsas de consorcio, mientras que Pablo vigilaba la puerta para ver que ninguno de los muertos se acercara o al auto o a la estación de servicio.

    Una vez que tomaron todo lo que podían, subieron al auto y se marcharon. Ariel era quien conducía, mientras que Kelly y Pablo se sentaron en la parte de atrás juntos.

    […]

    En el mercado, Robert, Lucas, Jennifer y Emmanuel estaban repasando el plan por última vez. Iban a matar a todos los zombis que hubiera en el depósito e iban a tomar toda la comida que pudiera quedar.

    — Por última vez — dijo Robert — Jennifer, tú abres la puerta y unos segundos más tarde, tratas de cerrarla. Lucas y Emmanuel matarán a los que salgan. Yo me quedo atrás para cubrirlos en caso de que algo salga mal. Jennifer, si veo que salen muchos zombis juntos y te ordeno que cierres la puerta, tienes que hacerlo.

    — Es muy fácil — dijo Emmanuel comprendiendo el plan a la perfección — Los mataremos en grupos hasta terminar con todos.

    — ¿Qué pasará si uno de los zombis intenta atacarme? — preguntó Jennifer algo asustada.

    — Robert dijo que te cubriría — respondió Lucas.

    — ¿Y si no puede? — preguntó Jennifer sin calmarse.

    — Tienes un cuchillo — decía Lucas — Puedes matarlo muy fácil si se lo clavas en la frente.

    — ¿Y si no puedo hacerlo? — preguntaba Jennifer siguiendo asustada.

    — Lo que tienes de linda lo tienes de cobarde — respondía Lucas.

    — ¡Es que yo nunca maté a un zombi antes! — decía Jennifer asustada y empezando a llorar por la forma en que la trataban.

    — ¡Entonces aprende! — le gritó Lucas algo enojado ante el llanto de Jennifer — ¡Toda esta comida no nos alcanza, si no nos ayudas, el plan fallará y nos matarán a todos! ¡Así que has lo que Roberto dice!

    Jennifer se puso a llorar por la forma en la que era tratada, pero luego de unos minutos se calmó y decidió seguir el plan. Sabía que era necesario y que de no hacerlo, no podrían llegar muy lejos con lo poco que tenían.

    Todos tomaron su lugar. Jennifer se paró delante de la puerta. Emmanuel y Lucas se pararon un poco más atrás listos para matar a los que salieran. Robert se paró detrás de ellos en una posición estratégica para cubrirlos en caso de que pase algo.

    — Lucas, quiero decirte que lo que dijiste antes para convencer a Jennifer de que hiciera su parte estuvo bien — decía Robert — Excepto por una cosa.

    — ¿Cuál? — preguntó el joven.

    — Me llamo Robert, y no Roberto — dijo algo serio el ex convicto.

    Emmanuel y Jennifer se rieron un poco por este comentario y eso ayudó a que se relajaran un poco más antes de proceder con el plan.

    — ¡Ahora! — gritó Robert.

    Jennifer abrió la puerta, y en el momento en el que salieron tres zombis, la cerró. Emmanuel y Lucas mataron a los primeros tres que salieron. Emmanuel mató a dos mientras que Lucas mató a uno. Robert dio la señal a Jennifer para que abriera nuevamente la puerta. El plan fue repetido unas 5 veces más, y en todas estas veces, Emmanuel y Lucas eliminaban a los zombis casi sin ninguna dificultad. Finalmente, solo quedaban cuatro zombis en el depósito.

    Jennifer abrió la puerta y se apartó de ahí para ponerse junto a Lucas y a Emmanuel. Cuando estos cuatro zombis salieron, Emmanuel mató al primero, Lucas al segundo, Robert decidió tomar su cuchillo y matar al tercero de ellos. Finalmente quedó el cuarto. Jennifer se decidió a matarlo. Por si acaso, Robert y Emmanuel estaban atentos. Jennifer clavó su cuchillo en el cráneo del zombi, pero no había sido con mucha fuerza como para matarlo, así que lo empujó hacia atrás para que este no se acerque. Emmanuel pensó que era suficiente para Jennifer, así que decidió matar al zombi por su cuenta. Le quitó el cuchillo del cráneo y luego lo mató con su martillo.

    El plan había salido a la perfección y todos los zombis del depósito habían muerto. Emmanuel y Robert decidieron entrar para ver qué clase de comida tenían y ver qué era lo que podían llevar. Lucas se quedó con Jennifer.

    — No está mal, la próxima vez, si lo golpeas con más fuerza, lo matarás — dijo Lucas.

    — Gracias, iba a darle fuerte, pero me asusté y no pude — contestó Jennifer algo apenada.

    — La próxima lo harás mejor — decía Lucas mostrando una cara amable — Perdón por haberte gritado de esa forma.

    — No importa — dijo Jennifer dándole la mano — Sé que solo querías conseguir esa comida.

    — Es la verdad — respondió Lucas riéndose mientras estrechaba la mano de la chica — No he comido nada en tres días.

    Ambos chicos se relajaron un poco de lo que había pasado entre ellos y entraron al depósito para ayudar a sus compañeros a recolectar toda la comida que les pudiera servir.
     
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    Agus estresado

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    Día tras día
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    En este capítulo, ha sucedido algo que va a suceder casi todo el tiempo a partir de ahora. Saltear los días en los que no pasa nada importante. El ultimo capitulo conto el dia 5, pero este pasa directamente al 7. Eso es algo que verán muy seguido ahora que he podido establecer a varios personajes.

    Día 7:


    Era de madrugada. Jonás estaba conduciendo el auto por una carretera vacía que da entrada a una ciudad. En la carretera no había nada, pero no se sabía que era lo que podría haber en la ciudad, así que decidió que iba a apagar las luces cuando llegara. Hernán era el único de su familia que estaba despierto.

    — Lamento que la comida que tenías se haya gastado tan rápido — decía Hernán disculpándose con su amigo.

    — No importa, es cierto que se gastó, pero no iba a ser suficiente de todas formas — contestó Jonás — Necesito conseguir más comida. Mi primo no es un buen granjero, solo sabe cultivar tomates, papas y calabaza, y no tiene animales. Así que tengo que conseguir más comida. Sobre todo si ustedes van a quedarse con nosotros.

    A Hernán no le gustaba la forma en la que Jonás hablaba estos últimos días. Es como si les estuviera diciendo indirectamente que él y su familia eran una carga. Quería que se demostrara todo lo contrario. Su hija Wendy despertó.

    — Tengo hambre — decía la pequeña.

    — Lo sé, cielo. Lo sé — decía Hernán abrazando a su pequeña hija — Encontraremos más comida hoy. Te lo prometo.

    Finalmente iban a entrar al pueblo. Jonás apagó las luces y se adentró en él. En el camino vieron como varios de los cuerpos estaban moviéndose muy despacio, como si estuvieran cansados. A pesar de que los veían pasar en su camioneta, sus movimientos no les serían suficientes para alcanzarlos, por lo que estaban tranquilos.

    Se habían detenido en un pequeño almacén, donde podrían encontrar comida. Melanny despertó y bajó para ayudar en lo que podía. Jonás tomó su pala y Hernán su llave mecánica.

    — Muy bien, este es el plan — decía el muchacho joven — Nosotros nos adentramos matando a todos los cuerpos que pueda haber ahí adentro. Tú y tu hija se ponen detrás de nosotros y toman todas las latas y comida no perecedera que pueda haber ahí adentro.

    — ¿Qué pasa si esos cuerpos nos superan? — preguntó Hernán.

    — Retrocedemos y los matamos como podamos — contestó Jonás.

    — ¿Y si aparecen otros más desde afuera? — preguntó Melanny algo preocupada — Podrían entrar y encerrarnos.

    — Es por eso que Cóndor se queda afuera — decía Jonás acariciando a su perro — Él será nuestra alarma. Si se pone a ladrar, significa que los cuerpos se aproximan. Así que si lo escuchan, tomamos todo lo que tengamos y salimos de aquí. No podremos pelear contra demasiados de ellos. No después de pasar mucha hambre.

    Cóndor se colocó en posición de guardia y listo para ladrar en caso de ataque. Jonás hizo que todos se prepararan y abrió por la fuerza la puerta del almacén. Dentro de ese lugar solo había cuatro cuerpos. Él y Hernán se movieron juntos hacia ellos y empezaron a golpearlos en la cabeza. No les fue difícil matarlos a los cuatro. Ahora todo estaba despejado.

    — Junten lo que puedan y no se preocupen — les dijo Jonás — Cóndor está afuera.

    Los cuatro empezaron a recolectar lo que se podía. Melanny buscaba comida enlatada que pudiera buscar. Hernán tomaba pan y galletas y algo de mermelada. Todos los días desayunaba eso, y no quería que un apocalipsis le quite la costumbre. Jonás buscaba comida para su perro, sabía que él también necesitaba comer. Wendy por su parte buscaba golosinas de las que le gustaban. Al ver que estaban del otro lado del mostrador, decidió pasar.

    Cuando pasó, un cuerpo que estaba tumbado en el suelo y no podía levantarse, ya que aparentemente estaba atrapado, le tomó el brazo y trató de morderla. Wendy gritó de horror cuando eso pasó. Hernán y Melanny corrieron para ayudarla. Jonás, que estaba cerca, saltó al otro lado pasando el mostrador por arriba y eliminó al muerto clavándole su pala en la cabeza. Wendy se asustó mucho, así que fue corriendo para abrazar a su mamá y a su papá. Ellos también se asustaron mucho por esto, su hija estuvo a punto de ser mordida por uno de ellos.

    — Wendy, no te vuelvas a separar de nosotros — dijo Melanny aun abrazando a su pequeña.

    — Tu madre tiene razón — decía Hernán — Ese tipo estaba atrapado, pero si no lo hubiera estado, te habría matado.

    Entonces, Cóndor empezó a ladrar dando a entender que tenían que salir de ahí o de lo contrario iban a encontrarse con compañía no deseada. Cuando salieron, Jonás le hizo a Hernán una señal de que condujera él. Hernán se sentó en el asiento del conductor, Melanny en el del acompañante, y Jonás se fue a los de atrás con Cóndor y Wendy. Los muertos estaban casi sobre ellos, así que Hernán arrancó la camioneta y aceleró.

    — Toma, Cóndor — decía Jonás tomando algo de comida para perro y dándosela a su amigo.

    Wendy veía muy feliz como Cóndor se comía la comida que Jonás le estaba dando. A pesar de las cosas horribles que estaban pasando, la niña estaba contenta. Luego de que Cóndor comió, Jonás le dio a la pequeña una bolsa con golosinas.

    — Espero que te gusten — decía el joven.

    — Gracias — dijo la niña con una voz muy dulce mientras abrazaba a Jonás y después acariciaba a Cóndor.

    Hernán estaba cada vez más contento por haberse encontrado con Jonás. Ahora ya tenían algo de comida, pero no sería suficiente para todos si se iban a quedar en la casa del primo de Jonás.

    […]

    Ariel estaba conduciendo el auto mientras Kelly y Pablo, que iban en la parte de atrás se estaban despertando. Al parecer, algo de lo que ellos hicieron le molestó mucho a Ariel.

    — No creí que fueran a despertar — decía Ariel algo molesto — No después de lo que hicieron anoche.

    — ¿Nos escuchaste? — preguntaba Kelly algo avergonzada.

    — Tuvimos suerte de que las criaturas no los escucharan — decía Ariel aún molesto.

    — Yo sé por qué te molesta — decía Pablo — Eres virgen.

    Ariel quedó de piedra tras ese comentario. Pablo y Kelly confirmaron lo que tenían pensado y se rieron un poco de él. Esto hizo que Ariel se sintiera avergonzado.

    — Tranquilo, pronto encontrarás a alguien que te quiera, aunque sea una de esas cosas — decía Kelly en un tono burlón.

    La conversación se había terminado y Ariel seguía conduciendo callado en la carretera. Los tres chicos estaban mirando a ambos lados para ver si encontraban gente que pudieran agregar a su grupo que se dirigía hacia el sur. En un momento, se encontraron con varios autos estacionados que les estaban dificultando el paso. Ariel hizo lo posible para pasar lo más lejos que pudiera de los autos, sabiendo que varias de esas cosas podrían salir de cualquier parte.

    Llegó un momento en el que ya no podrían seguir conduciendo. Había un túnel lleno de autos destrozados por el cual no podrían atravesar. Los tres bajaron para ver si había alguna abertura que pudieran usar para pasar. Pero no vieron ninguna.

    — ¿Qué es lo que vamos a hacer? — preguntaba Ariel sin que se le ocurriera nada.

    — Solo tenemos dos opciones — analizaba Pablo — Entrar caminando o volver por donde vinimos.

    — Pero no creo que nos alcance la gasolina para eso — decía Ariel — No he visto otra estación de servicio, y la otra que pasamos nos queda lejos.

    — Entonces cruzaremos el túnel a pie y seguiremos caminando hasta encontrar un vehículo que sirva — respondió Kelly — ¿Recuerdas las lecciones para disparar que te dimos ayer?

    — Las recuerdo, pero eso no significa que vaya a tener buena puntería — contestó Ariel.

    — Entonces será mejor que la tengas — dijo Pablo alcanzándole una pistola a Ariel.

    Ariel decidió cargar la bolsa que tenía los alimentos, mientras que Kelly cargaría la de las armas. Pablo iría al frente limpiando el camino en caso de encontrarse con las criaturas enfermas. Pablo iría con su rifle de francotirador y Kelly con su arma de asalto. Ariel iría en el medio de los dos en caso de necesitar ayuda.

    Los tres se adentraron en el túnel llego de autos totalmente destrozados. Además de cuidarse de las criaturas, tendrían que tener cuidado de no cortarse con algún auto que tuviera óxido, o de lo contrario podrían morir por desangrarse o de alguna infección.

    Decidieron entrar sin hacer ningún tipo de ruido. En el momento que entraron, un grupo de criaturas que estaban descansando empezaron a despertarse por los pasos que estos estaban dando. Estas salieron de debajo de los autos y empezaron a atacar a los chicos. Se les veía algo quemadas.

    Pablo y Kelly disparaban a los que se acercaban, que eran muy pocos, sin dificultad. Ariel se vio rodeado por cinco de esas cosas que lo atacaban, y comenzó a disparar. Su puntería era mejorable, puesto que solo consiguió matar a uno de ellos.

    — ¡Ayúdenme! — gritó Ariel viéndose rodeado.

    Kelly intentó ayudar al chico, pero los disparos empezaron a atraer a varios que se encontraban fuera del túnel y estaban entrando. Kelly ahora estaba rodeada y no podría ayudar a Ariel. Pablo, tomó su rifle y empezó a dispararle a los que estaban atacando a Ariel con su rifle, pero sin darse cuenta de que tenía a tres de esas cosas acercándose por su espalda.

    Uno de ellos se le abalanzó encima, pero Pablo fue capaz de quitárselo y dispararle. Sin embargo, no lo logró ante los otros dos que lo atacaron simultáneamente. El primero, hizo que soltara su arma, y luego lo tiró al suelo. Pablo lo pateó lejos y se levantó, logrando evitar con sus brazos que el segundo de ellos lo mordiera, pero no podía alejarlo. Luego de eso, fue atacado por el que había pateado. Ahora estaba usando una mano para detener a cada uno de ellos, y no resistiría por más tiempo.

    — ¡Kelly! — gritó Pablo pidiendo ayuda.

    — ¡Ya voy! — gritaba la militar disparándole a los pocos que le quedaban.

    Ariel vio que Pablo estaba en peligro y quería ayudarlo de la misma forma en que él lo ayudó. Tomó su pistola y empezó a apuntar con cuidado para poder darle en la cabeza a las criaturas. Una vez que estaba seguro de que no fallaría, disparó su arma. Desafortunadamente, el disparo terminó dando en el hombro izquierdo de Pablo, esto hizo que la criatura que estaba reteniendo lo pudiera morder en el cuello.

    Pablo dio un grito de dolor muy fuerte. Una vez que recibió la primer mordida, la otra criatura le mordió la cara. Ariel se puso las manos en la cabeza muy preocupado porque sabía que eso era su culpa.

    Cuando Kelly escuchó los gritos, le disparó a los últimos enfermos que tenía encima y corrió para ver qué había pasado. Cuando vio que Pablo había sido mordido se horrorizó mucho. Eliminó de solo dos disparos a las criaturas que mordieron a su novio y luego se acercó a él.

    — ¡Pablo! — gritó sacudiendo el cuerpo del chico con la esperanza de que estuviera bien. Cuando vio que ya estaba muerto y no se podía hacer nada, empezó a gritarle a Ariel — ¡Pedazo de mierda, ¿por qué no me esperaste a mí?!

    — Yo…— intentaba decir Ariel, pero fue golpeado en la cabeza con Kelly.

    — ¡Tú lo mataste! — dijo Kelly poniéndose a llorar de rodillas sabiendo que su novio se convertiría en una de esas cosas.

    — Lo lamento, traté de salvarlo — dijo Ariel sintiéndose muy apenado.

    — Eso no me devuelve a Pablo — respondía Kelly poniéndose de pie — Tenemos que irnos antes de que se convierta o antes de que alguien más aparezca.

    — ¿No vamos a dispararle para evitar que se convierta? — decía Ariel intentando convencerlo — No sé si podré vivir sabiendo que hay una criatura más por culpa mía. Además, podría lastimar a más gente.

    — Si ese lugar seguro que mencionaste tiene una cura, la usaremos para traerlo de vuelta — respondió Kelly muy enojada con Ariel — Me importa un carajo si lastima gente o no.

    Ariel y Kelly abandonaron el túnel y se pusieron a caminar buscando algún vehículo que pudiera servirles para llegar más rápido a Bahía Luminosa. Todavía les quedaba un largo camino por delante.

    — Veo que aún necesitas lecciones para disparar — decía Kelly cada vez más enojada — Así que cuando veamos a más criaturas aprovecharás y practicarás.

    Ariel sabía que la muerte de Pablo era culpa suya, y para ser peor, Kelly se encontraba muy molesta con él. El resto del viaje hacia el sur sería más largo de lo que ya era.

    Día 8:

    Ariel y Kelly estaban caminando por una carretera que circulaba una ciudad por afuera. La experiencia vivida en el día anterior les enseñó que debían evitar lugares donde pudieran quedar acorralados. Ariel estaba muy exhausto. Kelly lo hizo correr todo lo que quedó del día después de que Pablo murió y solo pudo dormir muy poco tiempo. Todavía les quedaba comida para unos días más, pero si no encontraban un auto que funcionara, no llegarían muy lejos.

    — Creí que ibas a matarme — decía Ariel muy cansado por lo del día anterior.

    — Pablo murió para salvarte, así que te mantendré con vida — respondió Kelly aún molesta — No voy a aceptar que murió para nada. Así que más te vale seguir con vida.

    — No tengo la intención de morir — contestó Ariel — Entiendo lo que Pablo hizo por mí, pero quiero que me trates mejor. Yo nunca los obligué a venir conmigo, ustedes fueron los que aceptaron la invitación.

    — Escucha, no trates de evadir la culpa — dijo Kelly mientras tomaba a Ariel de su ropa — Tú fuiste el que falló el disparo.

    Kelly soltó a Ariel luego de que este empezara a asustarse. Tras esta discusión, continuaron el camino. A su izquierda podían ver los edificios de afuera de una ciudad, la cual parecía ser pequeña, pero a pesar de eso, no podían arriesgarse a entrar siendo solo dos.

    Cuando pararon para descansar, Ariel miró hacia atrás y pudo ver que una camioneta se estaba acercando a lo lejos. Le dio aviso a Kelly y ella le dijo que se preparara para emboscarlos.

    — ¿Estás loca? — preguntó Ariel — Nos van a pasar por encima.

    — No los vamos a matar — le respondió Kelly — Vamos a averiguar quiénes son. Si resultan ser buenos podríamos convencerlos de que vayamos todos a Bahía Luminosa. Si son malos, les robamos la camioneta y la usamos.

    — No sé por qué, pero siento que algo malo va a pasar — decía Ariel.

    Los dos tomaron las armas y se pararon en el medio de la carretera, y cuando la camioneta se les acercó, pusieron en marcha su plan.

    — ¡Alto ahí! — gritó Kelly apuntando su arma a los que viajaban en esa camioneta.

    — ¡Salgan del vehículo con las manos arriba! — gritó Ariel apuntando de la misma forma que Kelly — Prometo que no les haremos daño.

    La camioneta se detuvo y los que iban dentro no tuvieron más opción que abrir las puertas y bajar. Del asiento del conductor se bajó un muchacho joven y rubio. De la parte de atrás se bajaron en primer lugar un hombre grande, gordo y calvo, seguido de una señora rubia y de su hija, que era rubia como la madre. Todos salieron con las manos levantadas como Ariel les había dicho.

    — Por favor — decía la señora implorándole a los extraños — No nos hagan daño. Nosotros no les hemos hecho nada.

    — Llévense la camioneta si quieren, pero dejen que tomemos nuestras cosas y que nos marchemos — decía el joven.

    — No parecen ser peligrosos, Kelly — decía Ariel bajando su arma.

    — Es verdad — decía Kelly haciendo lo mismo que su amigo — Me llamo Kelly. Él es Ariel. ¿Quiénes son y a dónde van?

    El grupo que había bajado de la camioneta se sentía aliviado de no haber sido sorprendidos por malas personas.

    — Me llamo Jonás — decía el joven presentándose — Mi perro, el que está dentro de la camioneta se llama Cóndor.

    — Yo soy Hernán, y estas son mi esposa Melanny y mi hija Wendy — dijo el hombre calvo.

    — Ahora mismo estábamos en camino a otra ciudad en busca de más suministros — decía Melanny — Ya sacamos todo lo que pudimos de esta ciudad.

    — ¿No tienen a dónde ir? — preguntaba Ariel.

    — Sí — contestó Jonás — Una vez tengamos comida suficiente, iremos a casa de mi primo y nos quedaremos ahí hasta que esto se solucione.

    Kelly y Ariel pensaron en ofrecerle a ese grupo viajar con ellos hacia el sur.

    — ¿Por qué no nos acompañan? — preguntó Ariel acercándose a ellos de forma amistosa — Un policía me dijo que en el sur del país, en Bahía Luminosa hay una zona segura preparada para catástrofes como estas. Pero no rescatan gente, solo le dan albergue a los que lleguen.

    — ¿Dónde está el policía? — preguntó Hernán algo desconfiado.

    — Él murió junto a mi novio hace unos días — respondió Kelly — Tuvimos un problema con las criaturas, y solo quedamos nosotros dos.

    — ¿El lugar es seguro? — preguntó Jonás.

    — Sí, y si ustedes acceden a ir y a llevarnos, les garantizo que estarán a salvo — respondió Ariel.

    Jonás y la familia se pusieron a discutir. Querían hacerlo en privado, así que Ariel se apartó de ahí.

    — ¿Ustedes que dicen? — preguntó Jonás — Lo veo como una buena oportunidad.

    — La chica es militar — agregó Hernán — Si ella quisiera robarnos podría haberlo hecho. Yo creo que dicen la verdad.

    — Si es un lugar seguro, Wendy podría estar a salvo — decía Melanny.

    — ¿Habrá más chicos ahí? — preguntaba Wendy muy curiosa.

    — No lo sé hija, pero si es un lugar seguro, los muertos no nos podrían tocar ahí — respondía Hernan pensando en lo que le sucedió a su hija el día anterior.

    — Creo que deberíamos ir — dijo Melanny.

    — Hablaré con ellos — decidió Jonás.

    El grupo terminó su charla y estaban listos para darle respuesta a Ariel y Kelly, quienes querían que la respuesta fuera positiva, ya que así tendrían más gente para protegerse y un vehículo para ir más rápido.

    — Hemos aceptado acompañarlos — respondió Jonás por el grupo — Pero primero iremos a casa de mi primo. A él también lo llevaremos.

    A Kelly y Ariel les pareció una buena idea, por lo que no se opusieron a ello. Jonás les pidió que se subieran a la camioneta para ver si podían conseguir algo más de información sobre ese lugar. Hernán se fue a la parte de atrás de la camioneta junto a Melanny. Cóndor no se bajó del asiento del acompañante. Wendy se quedó en los asientos de atrás, a los cuales se subieron Ariel y Kelly.

    Jonás arrancó la camioneta y empezó a hacer preguntas a los chicos.

    — ¿Qué es lo que saben acerca de ese lugar? — preguntó Jonás.

    — Solo sabemos que queda en Bahía Luminosa, a casi 3000 kilómetros de donde estamos ahora, y que varios policías tenían la misión de rescatar gente y llevarlos a ese lugar — respondió Ariel

    — Nunca me he dirigido ahí, no sé cuál ruta se tiene que tomar — dijo Jonás — ¿Ustedes lo saben?

    — Yo no lo sé — dijo Kelly — Casi nunca he ido allá.

    — Tampoco yo — contestó Ariel — El oficial Martinez dijo que sabía, pero lamentablemente murió hace días.

    — Espero que mi primo sepa algo — dijo Jonás en general — Podríamos tardar varios días en encontrar ese lugar.

    Ni Ariel ni Kelly habían pensado en eso. Por un lado era verdad. Ninguno había ido ahí antes, y eso les podría traer complicaciones para llegar hasta allá. Sin embargo, esperaban que en el momento de dirigirse a ese lugar, no fueran tantas las complicaciones.

    Jonás les dijo que había un pueblo muy pequeño a unos pocos kilómetros y que podrían entrar ahí para conseguir más suministros.

    — ¿Ustedes saben cómo manejar armas de fuego? — preguntó Kelly observando que no tenían ninguna en la camioneta.

    — Lo siento, pero no. No sabemos — dijo Hernán que estaba escuchando la conversación desde atrás.

    — Entonces supongo que tendré que enseñarles — decía Kelly — Por precaución, será mejor que aprendan a cómo manejarlas. Tuvimos un accidente hace unos días, y fue ahí cuando perdí a mi novio. No quiero que eso vuelva a pasar.
     
  7. Threadmarks: Día 11
     
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    Día tras día
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    47
     
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    Día 11:

    El sol estaba saliendo indicando el nacimiento de un nuevo día. Jonás se encontraba conduciendo la camioneta en camino a la ciudad. Con la unión de los grupos, tenían una gran cantidad de comida, y con solo ir a recolectar a una ciudad más, estarían listos para ir a buscar a su primo y después dirigirse hacia Bahía Luminosa. Todos los demás estaban dormidos, excepto Ariel que iba en el asiento del conductor.

    — ¿Te sientes mejor ahora? — preguntó Jonás al chico — Fuiste uno de los que mejor disparó ayer.

    — Tal vez, pero aún sigo cargando con la culpa de la muerte de Pablo — respondió Ariel — Kelly no me mató porque de lo contrario, eso haría que la muerte de su novio fuera para nada.

    — Pero seguro que ella estaba muy enojada — agregó Jonás.

    — Deberías haberla visto — decía Ariel — Ella me hizo mejorar mi puntería. Claramente no quiere que vuelva a pasar.

    — Es comprensible —dijo Jonás.

    El grupo seguía su camino a la ciudad. Una vez que lograran recolectar todo lo que pudieran, ya no sería necesario entrar a otra ciudad nunca más. Ariel rezaba para que los muertos no se presentaran esta vez, así no podría causar la muerte de nadie más.

    Finalmente, todos despertaban y se preparaban para lo que sea. Jonás aumentó la velocidad una vez que despertaron. Al entrar a la ciudad, estuvieron buscando algún mercado grande que saquear, ahora que eran muchos, podrían hacerlo. Cinco adultos no podrían tener problemas con eso.

    La ciudad era grande, por lo que esperaban algún encuentro con los muertos. Cuando vieron que no había casi nada, estuvieron preocupados.

    — Algo no anda bien — decía Jonás algo preocupado — Es muy raro que no haya ningún muerto en una ciudad tan grande. Mantengan los ojos abiertos.

    — Tú solo encárgate de conducir — decía Hernán prestando atención — Todos los ojos que necesitas están atentos.

    A Jonás le agradaba tener a tanta gente de su lado. Ya no había forma de ser tomado por sorpresa por los muertos con tanta gente vigilando.

    En un momento, Jonás detuvo la camioneta e hizo bajar a todos de ella.

    — Seguiremos a pie — les dijo Jonás — No me queda mucho combustible. Y si no encontramos una estación de servicio, tendremos que buscar otro vehículo.

    — Podríamos separarnos — decía Ariel — Un grupo busca suministros mientras que el otro busca algún vehículo.

    — Eso no es una opción — respondió Kelly — Esta ciudad es grande, y sería peligroso. Mientras más grandes sean, más muertos habrá.

    El grupo decidió hacer caso a lo que dijo la militar, lo mejor sería quedarse juntos. Todo el grupo empezó a caminar ocupando toda la calle. Jonás iba al frente con Cóndor. En el medio iba Hernán junto a su esposa y su hija. Ariel y Kelly iban atrás cuidando la retaguardia. Todo el grupo miraba continuamente en busca de algún mercado, vehículo o estación de servicio a la vista, pero parece que no había nada de eso.

    Todos los negocios estaban abiertos y vacíos. Es como si la ciudad hubiera sido limpiada antes de que ellos llegaran, no solo de autos y suministros, sino también de personas. En un momento, llegaron a una calle la cual estaba cortada por reparaciones, detrás de esta se podía ver que había un mercado, pero el grupo tendría que ir por otra calle si quería llegar hasta él.

    Todos tomaron la calle izquierda para poder dar la vuelta por ese lugar. Cuando llegaron a la esquina, Cóndor se puso a ladrar.

    — ¿Qué le pasa? — preguntó Kelly tomando su arma con firmeza.

    — ¡Miren! — gritaba Wendy señalando a la izquierda.

    El grupo miró simultáneamente hacia donde señalaba la niña, y vieron una gran cantidad de muertos, los cuales, después de escuchar los ladridos de Cóndor y el grito de Wendy, empezaban a dirigirse a ellos.

    Ariel sacó su pistola del bolsillo y empezó a apuntar hacia ellos. Hernán y Jonás tenían una pistola y una escopete respectivamente, pero decidieron sacar sus armas de cuerpo a cuerpo. Cóndor retrocedía pero seguía ladrando. Melanny tomaba a su hija de las manos y se ponía detrás de Hernán. Kelly sabía lo que querían hacer, pero decidió detenerlos.

    — En el entrenamiento militar nos enseñaron en qué momentos hay que pelear y en qué momentos hay que retirarse — decía Kelly a todo el grupo — Y en este momento hay que retirarse.

    — ¡Corran! — gritó Hernán poniéndose a correr al frente.

    Kelly no se movió hasta que no vio que todo el grupo empezara a correr. Eran demasiados muertos como para que el grupo los enfrentara, aunque admiraba las ganas de defenderse que tenían. Ella iba al final observando que ninguno de los muertos se acercara mucho. Mientras corrían, fueron atacados por otros cuatro muertos que estaban deambulando en la calle en la que estaban corriendo.

    Jonás mató al primero con su pala. Hernán se acercó al segundo y usó su llave mecánica para eliminarlo de un golpe seco en la cabeza. Cóndor se puso a correr y golpeó al tercero con sus patas, y luego se movió para que Jonás pudiera destrozar su cabeza con la pala. El cuarto de ellos fue eliminado por Hernán.

    Luego de tanto correr, llegaron a la esquina de la calle perpendicular a la cual estaba el mercado. Giraron a la derecha y empezaron a correr hacia este. Había dos muertos ocupando las calles, pero Hernán y Jonás los mataron como si fuera rutina. Siguieron corriendo hasta el mercado y vieron un auto estacionado afuera.

    — Aquí dentro hay gente — decía Melanny — Hay un auto aquí.

    — Podrían ser muertos — respondió Ariel — Nada nos garantiza que están vivos.

    — Sea como sea, tenemos que entrar en silencio — decía Kelly — Si llamamos la atención de todos los que están afuera, entrarán aquí y nuestro viaje hacia Bahía Luminosa habrá terminado aquí mismo.

    Jonás decidió hacerle un gesto a su perro para que este se mantuviera tranquilo y en silencio. Melanny le tapó la boca a Wendy. De esta forma, quien sea que esté adentro no los podría escuchar. Kelly les dijo a Ariel, Hernán y Jonás que los quería ver con sus armas de fuego al momento de entrar ahí. Todos tomaron la suya y entraron al mercado en silencio.

    Kelly se puso al frente de su grupo y les hizo una seña con las manos de que debían caminar teniendo cuidado de no recibir ataques de ninguna persona ni tampoco de ningún muerto que pudiera haber ahí dentro.

    Todos observaban que las estanterías del lugar estaban vacías, pero no podían salir ahora o serían encontrados por el enorme grupo de muertos de afuera. Ya estaban a punto de llegar al fondo del gran mercado, cuando escucharon una voz.

    — ¿Qué están haciendo ustedes aquí? — preguntó una voz masculina escondida en alguna parte de ese lugar.

    — ¿Quién habla? — preguntó Hernán buscando a la persona que dijo eso.

    — Yo soy el que hizo la primera pregunta — decía el hombre en un tono no amenazante — Solamente respóndanla y no me hagan daño ni a mí ni a los míos.

    — Escapar de los muertos de ahí afuera y buscar suministros — respondía Jonás a ese hombre— Quédate tranquilo, no te los vamos a robar a la fuerza. Pero déjanos quedarnos aquí.

    — Confío en que ustedes — decía la voz — Alguien que tiene una niña pequeña no puede hacer ningún daño.

    El hombre que hablaba salió de detrás de uno de los estantes y se puso de pie en frente del grupo, era de una gran estatura y flaco.

    — Me llamo Emmanuel — dijo el hombre — No me digan los nombres todavía, esperen a que lleguemos con el resto del grupo.

    Emmanuel los llevó hacia el fondo del mercado, donde esperaban un hombre calvo y de piel morena, un chico y una chica de casi la misma edad que Ariel.

    — ¿Te dieron una buena impresión? — preguntó el moreno guardando su pistola en el pantalón.

    — Así es — contestó Emmanuel que luego se dio vuelta para mirar al grupo — Ya pueden presentarse.

    — Mi nombre es Hernán — dijo el calvo del grupo — Ellas son mi esposa Melanny y mi hija Wendy.

    — Yo soy Jonás — decía el joven del grupo — Y este es mi perro Cóndor.

    — Me llamo Ariel — decía el chico más joven del grupo mientras desviaba su vista a la chica de su edad del otro grupo.

    — Yo soy Kelly — decía la militar.

    El grupo de Emmanuel empezó a presentarse de la misma forma en que el nuevo grupo lo hizo.

    — Yo soy Robert — decía el moreno — Es un gusto conocerlos.

    — Yo me llamo Lucas — decía el chico mientras miraba al perro, recordando que en su infancia siempre quiso tener uno — Bonito perro.

    — Gracias, lo rescaté de la calle hace un año y hoy en día es el mejor compañero que podría tener — decía Jonás después de escuchar las palabras de Lucas.

    — Y yo soy Jennifer — decía la chica notando que Ariel la estaba mirando — Emmanuel es mi hermano mayor.

    Luego de que ambos grupos se presentaran, todos decidieron sentarse en una ronda. Ariel miraba a Kelly y su mirada le indicaba que debían decirle lo de la ciudad en el sur al nuevo grupo que habían encontrado.

    — ¿Cuál es su plan? — preguntaba Hernán hablándole a Emmanuel, que parecía ser el líder de los cuatro.

    — Pues, refugiarnos aquí hasta que la comida se nos termine — decía Emmanuel — Este lugar es muy seguro y casi nadie viene aquí, de hecho, ustedes son los primeros que llegan y hemos estado aquí una semana. Además, tenemos comida para un mes más. No tenemos la necesidad de salir de este lugar, al menos no por ahora. ¿Su plan?

    — Se los contaré — dijo Ariel hablando antes de que Hernán pudiera responder — Pero luego de contárselos les haré una oferta.

    — La escuchamos — decía Robert.

    — Nosotros ahora mismo estamos en camino a la casa del primo de Jonás — decía Ariel — Luego de que lo encontremos, nos dirigiremos al sur. A Bahía Luminosa.

    — ¿Por qué a ese lugar? — preguntó Jennifer algo curiosa.

    — Porque es seguro — respondió Ariel — En los primeros días, me encontré con un oficial de policía el cual me dijo que ese lugar era seguro. Fue preparado por el gobierno en caso de una catástrofe como esta. Les dieron a los policías la misión de llevarse a toda la gente que puedan a ese lugar, pero estos solo llevan a sus familias. El oficial Martínez, quien fue el que me encontró, me habló de ese lugar y me dijo que teníamos que llevar a todos los que podamos hacia allá. Es muy importante.

    — ¿Qué le pasó al oficial Martínez? — preguntó Lucas algo extrañado por no verlo con el grupo.

    — Lamentablemente, tuvimos un accidente hace unos días — decía Kelly hablando muy triste por recordarlo, pero también por tener que mentir sobre eso — El oficial Martínez y mi novio, Pablo murieron hace unos días. Luego de eso, nos encontramos con Jonás y los demás.

    — Vaya, lo lamento — decía Jennifer intentando consolar a Kelly — Yo perdí a mis padres en los primeros días. Emmanuel es el único familiar que tengo.

    — Yo perdí a mi tío — decía Lucas dándose a conocer a los demás — Era mi única familia.

    — Creo que irnos con ustedes hacia el sur será una buena idea — agregaba Robert — Desde que esto empezó, todos nosotros estuvimos corriendo sin rumbo solo porque nos daba miedo morir. Pero ahora que ustedes llegaron, tenemos un lugar a donde ir. Un objetivo que nos da esperanza.

    — Es verdad, ya no tendremos que correr a ciegas por ciudades desconocidas — decía Emmanuel aceptando el plan que Ariel propuso — Antes improvisábamos basándonos en lo que veíamos, pero ahora tenemos un plan en concreto.

    — ¿Tienen un vehículo grande? — preguntaba Lucas — Nosotros solo tenemos el auto que está afuera, pero entran cuatro personas.

    — En mi camioneta entran cinco en la parte de adentro y podrían entrar otros tres o cuatro en la parte de atrás — respondía Jonás.

    — Podría sentar a Wendy encima de mí cuando viajemos — decía Melanny — Será un asiento desocupado.

    — ¿Ustedes tienen todo lo que necesitan para salir? — preguntaba Emmanuel.

    — Si ustedes tienen mucha comida, ya no haría falta buscar más — respondió Kelly — Solo faltaría gasolina para la camioneta.

    — Nuestro auto tiene mucha, y cerca de aquí hay una comisaría con otros autos, podríamos ir allá y sacarles todo lo que podamos — decía Lucas.

    — Entonces está decidido — dijo Jonás a todos los del grupo — En cuanto este grupo de muertos se aleje lo más que pueda, yo iré con Lucas y Emmanuel a la comisaría a buscar toda la gasolina que se pueda traer. El resto llevará la comida a mi camioneta y esperarán allí.

    — ¿Muertos? — preguntaba Lucas después de lo que dijo Jonás — El nombre correcto para esas cosas es: zombi.

    Todos empezaron a reír luego de escuchar este comentario. Ariel estaba muy contento de ver que los dos grupos se llevaban bien y de que no había ningún problema entre los miembros de ambos. Ahora se sentía mucho más seguro que al principio. Mientras más gente hubiera, serían más personas para defenderse de un ataque de zombis.

    Lo único que les restaba por hacer ahora, sería esperar a que todos los que estuvieran afuera se alejen de ellos lo más que puedan.

    Con toda la comida reunida, el grupo sabía que ya no sería necesario hacer paradas en más pueblos o ciudades en busca de suministros. Jonás pensaba para sí mismo que en un par de días, se encontraría con su primo, y que para la semana que viene, todo el grupo estaría a salvo en Bahía Luminosa.
     
  8. Threadmarks: Día 15-16
     
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    Día tras día
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    Total de capítulos:
    47
     
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    4037
    Día 15:

    La horda de zombis tardó su tiempo en alejarse. Algunos se dispersaban por la ciudad, lo que hizo que el grupo tuviera que esperar para poder salir. Una vez dispersa, mataron a los que quedaron e hicieron lo que habían acordado.

    Cargaron la camioneta con los suministros y le pusieron toda la gasolina que pudiera llevar. Ahora el grupo estaba saliendo de la ciudad. Era mediodía. Hernán manejaba la camioneta. Melanny llevaba encima a Wendy en el asiento del conductor. En los asientos de atrás estaban Emmanuel, Jennifer y Ariel. Atrás estaban Jonás, Cóndor, Robert, Lucas y Kelly. Kelly, quien había sido elegida como líder del grupo por su experiencia militar, le dio lecciones de tiro a todos, aunque Robert, Emmanuel, Lucas y Jennifer no pudieron practicar su puntería dado a que eso atraería a la horda. Todos llevaban un arma encima. Pero no todos sabrían cómo usarlas.

    Kelly quería que Emmanuel, Jennifer, Robert y Lucas se turnaran para estar en la parte de afuera de la camioneta para poder practicar disparos con los zombis que encontraran en la carretera.

    — Es importante que todos sepan disparar bien — decía Kelly — Si se quedan solos y no tienen buena puntería, es probable que mueran si no saben hacerlo bien. Cuando conozcamos a tu primo, le enseñaré a disparar y luego nos vamos a Bahía Luminosa.

    — Igualmente lo veo innecesario — dijo Lucas a la militar — Si ya no vamos a entrar en las ciudades y los muertos que hay en la carretera son muy pocos, nadie se quedará solo.

    — Recuerda que no sabemos si habrá que atravesar alguna ciudad para poder llegar a Bahía Luminosa — decía Robert poniéndose de acuerdo con la militar — Además, es probable que nos encontremos otra horda pronto.

    — Los zombis abundan más en la ciudad — decía Lucas — Los videojuegos me enseñaron eso.

    — Esto no es un videojuego — respondió Jonás — En ellos te mueres y solo presionas el botón de reintentar. Aquí te mueres y todo termina.

    Mientras tanto, en el auto se desarrollaba otra conversación. Hernán hablaba con su esposa mientras que Ariel hablaba con Emmanuel y Jennifer.

    — ¿Cuántos zombis han matado? — preguntaba Ariel con curiosidad.

    — Emmanuel ha matado a varios, pero yo no he matado a ninguno — respondió Jennifer — Intenté con uno cuerpo a cuerpo, pero no pude.

    — Yo tuve que dispararle al policía con el que estaba — dijo Ariel — Él me ayudó, y yo no pude hacer nada para salvarlo, solo lo maté cuando se convirtió.

    — No te tortures por eso — decía Emmanuel calmando a Ariel — Estoy seguro de que esté donde esté, está contento de que estés cumpliendo con la misión que te dijo que tenían.

    — Así es — respondía Ariel mientras las palabras del oficial, “no llevaremos a nadie más” seguían en su cabeza.

    — En cuanto lleguemos al campo, cambiaré de lugar con Jonás — decía Hernán — Él conoce esta zona y el podrá llevarnos con su primo.

    — Nos dijo que su primo era la persona más amable del mundo — decía Melanny mientras acariciaba el cabello de su hija.

    — ¿Puede haber alguien más amable que Jonás? — preguntaba Wendy.

    — Lo dudo — decía Ariel metiéndose a la conversación — Ese tipo es el mejor.

    Mientras hablaban, empezaron a escuchar los disparos. Lucas y Robert estaban disparando sus balas contra todos los zombis que había sobre la carretera. Hernán supo que tenían que practicar para mejorar su puntería, así que aminoró la marcha para que pudieran apuntar bien.

    Melanny estaba algo incómoda sosteniendo un arma y sabiendo que tendría que practicar su puntería. Pero sabía que era lo que se tenía que hacer para proteger a su hija.

    Lucas y Roberto acertaban la mayoría de disparos y su puntería estaba mejorando. Finalmente, llegaron a la zona rural. Hernán, Melanny, Jennifer y Emmanuel bajaron del auto para ir a la parte de atrás. Era su turno de práctica de puntería.

    Jonás se subió al asiento de conductor y sentó a Cóndor en el asiento del acompañante. Wendy se sentó sobre Ariel, quien tendría que tenerla mientras su madre practicaba puntería. Lucas y Robert se sentaron atrás con los dos chicos. Una vez todos estuvieron listos, Jonás arrancó el auto. Kelly estaba atrás lista para darle su lección a Hernán, Melanny, Jennifer y Emmanuel.

    — Hernán, Melanny, si quieren proteger a su hija, tienen que hacer esto — decía Kelly — Emmanuel, Jennifer, si se quieren proteger entre ustedes es fundamental que hagan esto. Su puntería debe mejorar.

    — Lo único que quiero es proteger a mi hija, y eso es lo que voy a hacer — decía Melanny.

    — He mantenido a mi hermanita con vida hasta ahora, haré lo necesario para que siga así — decía Emmanuel.

    — Muéstrenme sus habilidades — decía Kelly.

    Dentro del coche, las conversaciones eran diferentes. Robert hablaba con Jonás, mientras que Lucas quería hablar de algo con Ariel, pero no quería que los demás lo escucharan.

    — ¿Qué tan lejos está la casa de tu primo? — preguntaba Robert.

    — A más o menos unas dos horas de aquí — respondió Jonás — Estas zonas rurales son extensas, además, tendremos que girar a la derecha en un momento y recorrer un camino de tierra.

    — ¿Pasaremos la noche en su casa? — Robert volvía a formular una pregunta.

    — Sip, y luego de eso seguiremos nuestro camino en línea recta hacia Bahía Luminosa — decía Jonás — Si tenemos suerte, podría tener un mapa que nos indique como llegar.

    — Es mejor que conducir ciegamente — dijo Robert mientras se fijaba en Cóndor — Me encanta su pose de perro guardián.

    — No entiendo al tipo que lo tiró a la calle, es el mejor perro del mundo — decía Jonás.

    Las palabras del muchacho llenaban de ternura a todos dentro de la camioneta. En un momento, vieron que tenían por delante algunos zombis, por lo que Jonás decidió bajar la velocidad para poder dejar que los demás entrenaran.

    — Mamá y papá me dijeron que las armas eran malas y que solo debían usarse en caso de emergencia — decía Wendy en un tono muy dulce — Pero ahora tienen que usarlas casi todo el tiempo.

    — Esto es hasta que lleguemos a Bahía Luminosa — le dijo Ariel — Una vez que lleguemos, si tenemos suerte, no tendrán que volver a usarlas.

    — Ya entiendo, pero no me gusta — respondía Wendy.

    — A ellos tampoco les gusta, pero tienen que hacerlo — le decía Jonás a la niña — En este mundo, tenemos que hacer muchas cosas que no nos gustan.

    Lucas aprovechó que todos en la parte de atrás estaban disparando para decirle algo al oído a Ariel, para que nadie sea capaz de escucharlo.

    — Vi como mirabas a Jennifer en los últimos días — susurraba Lucas en el oído de Ariel — Te sugiero que dejes de hacerlo.

    — Yo miro a quien yo quiero — susurraba Ariel para no tener que meter a Jonás o a Robert en la conversación.

    — No digas que no te lo avisé — seguía susurrando Lucas — Yo conocí a Jennifer primero, y estoy seguro de que si a ella le gusta alguien, soy yo. Deberías dejar de mirarla por tu bien.

    — ¿Estás escuchando las estupideces que estás diciendo? — le preguntaba Ariel en el oído a Lucas.

    — Oye, escuché tu charla de antes — le dijo Lucas esta vez hablando en voz alta — Yo he matado a varios zombis con mis propias manos, mientras que tú mariconeas con un peso de conciencia por haber matado al oficial Martinez.

    — Lucas, cierra la boca — dijo Robert — Ariel nos dijo que el oficial le salvó la vida y tú te ríes porque él se siente mal por haberlo matado siendo un zombi. Piensa en cómo te sentirías si tuvieras que matar a tu tío y alguien se riera de eso.

    — Deja a mi tío fuera de esto — decía Lucas mientras un par de lágrimas empezaban a caer por su rostro cuando Robert se lo recordó.

    — ¿Ahora quién es el que anda mariconeando? — le preguntaba Ariel intentando hacer que Lucas ya no molestara.

    — Ya basta, no sé qué problema tengan ustedes dos, pero será mejor que lo dejen — contestó Jonás terminando la discusión de los chicos — Estamos en esto juntos, y tienen que lidiar con eso.

    Los dos chicos dejaron de discutir, pero ya no se hablaban. Robert dio un suspiro mostrando estar harto de esta conversación. Jonás no quería que las personas en el grupo empezaran a pelearse, sobre todo ahora que todos iban armados. Aunque luego de ver que habían dejado de discutir, se tranquilizó un poco. Miró a su perro y lo acarició suavemente en el cuello. Este hizo un sonido que daba tranquilidad al escucharlo.

    Wendy se durmió a pesar de los disparos. Robert empezó a dormirse también. En la parte de atrás, Kelly decidió terminar el entrenamiento para que no gastaran más municiones.

    — Todos lo hicieron bien — decía Kelly — Jennifer, fallaste demasiados disparos, pero es comprensible porque es la primera vez que manejas un arma. Melanny, tú lo hiciste bien, pero tienes que tardar menos en apuntar.

    — Lo siento, es que no soy muy buena — respondía la mujer.

    — Lo hará mejor la próxima vez — decía Emmanuel tratando de calmar a Melanny — No se preocupe. Su hija está a salvo con ustedes.

    — Su hija tiene mucha suerte de tener vivos a sus padres — les dijo Jennifer a Hernán y a Melanny en un tono muy triste — No permitan que Wendy se quede sola. Es una situación horrible y no quiero que ella también tenga que pasar por lo mismo que yo estoy pasando.

    Emmanuel decidió abrazar a su “hermana” para poder tranquilizarla. Hernán pensó en lo que Jennifer dijo y a su mente vinieron imágenes de lo que pasó hace varios días atrás, cuando Melanny y Wendy fueron atacadas, y habrían sido asesinadas si Jonás no hubiera pasado por ahí. Él se prometió a si mismo que nunca más volvería a pasar algo así. Por su parte, Kelly se puso a pensar en Pablo. Ya había pasado más de una semana de su muerte. Lo único que ella quería era llegar a Bahía Luminosa y que alguien allí le dijera que tenían una cura para esto.

    Jonás siguió conduciendo hasta que frenó el auto de repente. Esto hizo que todos se despertaran. Todos estaban confundidos, hasta que miraron hacia adelante. Ahí fue cuando vieron como una horda a lo lejos avanzaba lentamente hacia ellos.

    — ¿Qué es lo que vamos a hacer? — preguntó Robert — Son muchos para que los enfrentemos.

    — Están avanzando en línea recta — decía Ariel — Si salimos de la carretera y nos escondemos sin que nos vean, los perderemos.

    — Buena idea — decía Jonás — Retrocederé y pasaremos la noche en alguna granja.

    Jonás les dijo a todos que se agarraran bien, porque tendrían que acelerar para poder perder de vista a la horda.

    Todos se sujetaron bien. Robert le dijo a Jonás que simplemente vigilara el camino y tuviera cuidado de no chocar contra nada. El resto miraría en busca de una granja que parezca ser segura. Estuvieron conduciendo por donde habían venido por un gran rato hasta que vieron una pequeña casa de campo a la izquierda. No era muy grande, pero serviría para refugiarse.

    Jonás giró y llevó su camioneta hasta la puerta de entrada de esa granja. Lucas y Robert se bajaron y decidieron golpear la puerta, eso llamaría la atención de los zombis que pudieran estar dentro. Tocar la bocina era peligroso, ya que podría ser escuchado por la horda. Se escuchaban varios gruñidos desde adentro.

    Emmanuel tomó su martillo, Robert y Lucas tomaron los cuchillos que tenían. Jonás tomó su pala y Hernán su herramienta. Jennifer se acercó a Ariel y le dio su cuchillo, ya que ella no tenía suficiente valor para enfrentarse a ellos.

    — Gracias — dijo Ariel tomando el cuchillo.

    — Ten cuidado — le respondió Jennifer.

    Lucas escuchó esa charla e hizo una mueca de desagrado, pero ahora no tenía tiempo de pensar en ello. Kelly abrió la puerta dejando salir a los zombis y luego retrocedió. Eran cuatro personas. Un hombre, una mujer, y dos niños.

    Hernán se acercó al hombre y le dio un golpe en la cabeza con su llave mecánica. El golpe fue tan fuerte que lo mató. Jonás mató a la mujer zombi primero empujándola al piso para hacerla caer y luego destrozándole el cerebro con su pala. Los niños iban juntos hacia Robert, Emmanuel, Lucas y Ariel. Robert eliminó al que se le acercó a él. Emmanuel le dio un martillazo en la cabeza al segundo, pero esto no lo mató. Ariel decidió clavarle el cuchillo para terminar con su vida.

    Kelly y Jonás pusieron los cadáveres detrás de la casa de campo mientras el resto del grupo entraba a la casa y se refugiaba. Solo había una cama matrimonial y dos camas individuales para los niños. Emmanuel le dijo a Hernán y Melanny que tomaran la cama matrimonial y la usen junto con Wendy. En las otras dos camas para niños dormirían los demás por turnos. Mientras dos dormían, el resto vigilaría la casa. Jonás pensó que Cóndor podría alterarse, así que lo hizo dormir debajo de la cama matrimonial.

    Dentro de poco, anocheció y la horda empezaba a pasar por el frente de la casa. Esta no tenía ninguna ventana, por lo que el grupo tendría que abrir la puerta y dejarse un pequeño espacio para ver sin ser detectado.

    — Estas cosas son aterradoras cuando van en manada — decía Emmanuel, que en ese momento estaba de guardia, hablando en voz baja — Si alguno de ellos se desvía, todos terminarán viniendo hacia aquí

    — Roguemos para que ninguno se desvíe de su camino, entonces — respondía Jonás, también hablando en voz baja.


    Día 16:

    La mayor parte de la horda había pasado durante la noche del día anterior, pero algunos se quedaron descansando. El grupo no se movió de la casa, ya que sabían que corrían el riesgo de volver a llamar la atención de toda la horda. Decidieron esperar a que se fueran por completo.

    Algunos de estos zombis caminaban muy lento, por lo que estuvieron esperando hasta pasado el mediodía para poder volver a moverse. Tuvieron la suerte de que los granjeros que estaban en esa casa tuvieran algo de comida almacenada. El grupo ahora era más numeroso, y los recursos se terminaban rápido, pero aún tenían comida para más de 20 días, y creyeron que podrían llegar hasta Bahía Luminosa en menos de eso. Solo necesitaban recoger al primo de Jonás y después seguir su camino hasta allá.

    — Tenemos un largo camino que recorrer — decía Jonás hablando con el grupo — La horda nos hizo retroceder y nos retrasó bastante. Se supone que hoy a la mañana estaríamos saliendo de la casa de mi primo, pero resulta que ya se pasó el mediodía y ni siquiera hemos llegado hasta a su casa.

    — Aún tenemos comida suficiente para todos, retrasarnos un poco no nos hará nada mientras no siga pasando esto — dijo Jennifer.

    — Ella tiene razón — agregaba Lucas — Un retraso de un día no será la muerte de nadie. Además, no habríamos podido vencer a la horda aunque lo hubiéramos intentado.

    — Sobre eso…— decía Kelly — Quiero que me avisen si ven en algún momento un cartel de una base militar. Si encontramos una, podríamos tomar mejores armas y la próxima vez que nos encontremos con una horda tendríamos chances de vencerla.

    — Suena como una buena idea — respondió Emmanuel — Ya no tendríamos más retrasos.

    — Yo lo veo como algo muy arriesgado — decía Melanny — Pero si eso puede ayudarnos a llegar hasta Bahía Luminosa más rápido, sería bueno.

    El grupo subió a la camioneta de Jonás. Hernán conduciría, Melanny cargaría a Wendy. En los asientos de atrás, Jonás, Emmanuel y Robert descansarían porque fueron quienes más tiempo estuvieron haciendo guardia.

    Atrás irían Kelly, junto a Ariel, Lucas y Jennifer. Cóndor estaría recostado en los pies de Jonás, para que este pudiera sentirse más tranquilo de que no le pasaría nada a su perro.

    El grupo arrancó la camioneta y se pusieron en camino para encontrarse con el primo de Jonás. A medida que avanzaban, Lucas y Jennifer miraban si había algunos zombis con los cuales practicar para mejorar su puntería.

    Kelly miraba la zona rural viendo como todo estaba casi vacío pensando que el campo era de las mejores opciones para un apocalipsis.

    — Menos población, menos zombis — decía Lucas interrumpiendo los pensamientos de la militar — Además hay más espacios abiertos para donde correr si no te puedes enfrentar a ellos. Las ciudades en los primeros días donde no hay tantos zombis son una buena opción, pero luego se vuelven lugares peligrosos.

    — Serías un muy buen líder para el grupo — le respondía Kelly impresionada — En esta situación sabes bien cómo actuar. Si llegas a convertirte en un experto con las armas, le diré al grupo que tú serás el nuevo líder.

    Lucas sonrió con orgullo ante las palabras que Kelly le había dicho. Jennifer miró a Lucas con una sonrisa amistosa, mientras que Ariel lo miró con una mueca de seriedad.

    — El oficial Martínez tendría que estar vivo para ser el líder — decía Ariel interrumpiendo la conversación — Él me dijo que llevara a todas las personas que pudiera hacia Bahía Luminosa.

    — El oficial Martínez está muerto ahora — respondió Lucas — Lo que el piense o haya dicho no importa un carajo.

    — Chicos, ya basta — se metía Jennifer tratando de calmarlos — Kelly es quien está al mando, ahora. Discutir sobre quien sería mejor o peor, no cambiará las cosas.

    Lucas y Ariel dejaron de discutir y decidieron enfocar su vista en el campo. Kelly se acercó a Jennifer para decirle algo en el oído.

    — Tienes a los dos chicos del grupo locos por ti — susurraba Kelly en el oído de Jennifer — Tienes el encanto necesario para ser la líder de un grupo como este.

    Jennifer le sonrío a Kelly agradeciéndole por las palabras amables que esta le decía.

    La carretera era silenciosa. No había quedado ningún zombi en el camino. Todos se habían ido con la horda. Tras unos momentos muy tranquilos, empezaba a anochecer y a hacer frío cada vez más temprano.

    — El otoño le dará paso al invierno — decía Hernán a su esposa — Además nos estamos dirigiendo al sur. Tendremos que hacer una parada para buscar abrigos en algún momento, o nos moriremos congelados.

    — Probablemente el primo de Jonás tenga un par de esos — respondía Melanny — Aunque necesitaremos más para el resto de nosotros.

    Hernán despertó a Jonás para que este le indicara en donde quedaba la casa de su primo. Jonás, que estaba muy cansado, le dio las indicaciones. El sol ya se estaba ocultando, y fue ahí cuando Hernán dio un giro a la derecha para llegar hasta el campo del primo del joven.

    — Pasaremos la noche aquí y mañana por la mañana iremos a Bahía Luminosa — decía Jonás algo serio — Ya no más distracciones.

    El grupo llegó al terreno y todos se bajaron de la camioneta. Hernán tomó su llave mecánica en caso de que el primo de Jonás estuviese muerto, a pesar de que el chico le dijo que su primo sabe defenderse por sí mismo. Jonás golpeó la puerta esperando recibir una respuesta de su primo. No obtuvo ninguna, pero decidió golpear de nuevo, esperando que ahora el resultado sea distinto, pero no fue así.

    Jonás decidió forzar la cerradura y entrar en la casa de su primo por la fuerza, seguido de su perro, que fue corriendo tras él.

    — ¡Román! — gritaba Jonás el nombre de su primo revelándolo a todo el grupo.

    Román no respondía al llamado de su primo. Jonás decidió entrar en la casa para buscarlo. Todos los demás decidieron entrar con él para asegurarse de que no le pasara nada. Kelly le dijo a Emmanuel que la acompañe afuera para ver que no se les acercara ningún zombi.

    — ¿A dónde crees que fue? — preguntó Robert.

    — Se suponía que él me esperaría aquí hasta que yo llegara — respondía Jonás buscando por toda la casa.

    Jennifer se dirigió a la heladera de la casa para ver que tenía para comer y encontró una nota que decía “Para Jonás”. Se la llevó a su compañero para que la leyera. Jonás se acercó a la luz para tener una mejor vista.

    — Querido primo — leía Jonás la nota que encontró — Te he dejado la nota para avisarte que hubo un cambio de planes. Escuché rumores de que hay un grupo de gente peligrosa que está asaltando las granjas para robar toda la comida que puedan. Ante la duda, decidí que lo mejor sería irme. En mi habitación, debajo de mi almohada hay un mapa que indica en donde me refugiaré. Es un lugar que está más allá del alcance de estos ladrones. Te estaré esperando allí. Cuídate y cuida también a Cóndor. Atentamente, Román.

    El grupo empezó a sentir miedo por la carta que se habían encontrado. Jonás fue a la habitación de su primo y debajo de la almohada encontró el mapa que su primo le había dejado.

    — Cambio de planes, nos vamos a buscar a mi primo — decía Jonás saliendo afuera — Tenemos que buscar a mi primo.

    — No es prudente — decía Hernán tratando de convencer a Jonás — Ya casi anochece. Pasaremos frío, y los únicos que están descansados son tú, Emmanuel y Robert, y no será suficiente para defendernos de estos ladrones.

    — Pero mi primo está ahí afuera — decía Jonás subiendo a la camioneta y poniéndola en marcha — Tengo que ir ahí ahora, no sabemos cuándo tuvo que marcharse y sus provisiones podrían haberse acabado.

    — Si vas a ir, tendrás que ir tú solo — decía Kelly — Como Hernán dijo, seríamos presa fácil para estos ladrones si nos encuentran.

    — Y si nos encuentran aquí también seremos presa fácil — argumentaba Jonás — Además, seguir el viaje mañana no nos garantiza que no vayamos a encontrarnos con estos tipos.

    — Pero si los encontramos mañana, estando descansados tendríamos oportunidad de defendernos — añadía Robert — Si te mueres, tu primo estará esperándote para siempre.

    — Te prometo que lo encontraremos — decía Ariel acercándose a Jonás — Si se fue a ese lugar es porque sabe que es seguro, y sabe que estará fuera del alcance de esos tipos. Si sus provisiones se agotaron, nosotros tenemos muchas. Yo vi como el oficial Martinez y Pablo murieron en frente de mí. Murieron porque nos tuvimos que separar, por lo que si te separas de nosotros es seguro que morirás.

    — Y si estos tipos te atrapan, además de matarte es posible que te roben la camioneta — decía Lucas — Y no podemos quedarnos sin vehículo sabiendo que estamos lejos de Bahía Luminosa y que el invierno está cerca.

    Jonás escuchó lo que el grupo le dijo y entró en razón. Se bajó de la camioneta y fue a pedirles disculpas por eso.

    — Ustedes tienen razón, espero que me perdonen por mi actitud — decía Jonás disculpándose con todo el grupo.

    — Oye, estabas pensando en tu familia — respondió Emmanuel — No podemos culparte por hacer lo posible por mantenerlos a salvo. Yo habría hecho lo mismo por mi hermana, y estoy seguro de que ella haría lo mismo por mí.

    — No es que no nos importe tu primo, Jonás — decía Kelly acercándose a él — Pero le somos más útil vivos y con un vehículo que muertos y sin nada.

    El grupo decidió entrar en la casa de Román para pasar la noche ahí. Repetirían el procedimiento hecho la noche anterior, dos personas tomarían guardia mientras el resto descansaba. Ahora que solo había una cama, solo uno podría usarla mientras el resto dormiría en el piso.

    — Será mejor que tú uses la cama y te relajes un poco — decía Robert a Jonás.

    El muchacho hizo caso al consejo que Robert le dio y se recostó sobre la cama de su primo para poder calmar sus pensamientos. Lo reconfortaba saber que su primo podría arreglárselas por sí solo.

    Emmanuel y Robert, que estaban más descansados tomarían la primera guardia de la noche. Hernán entró en la habitación buscando algún abrigo que pudieran llevarse. Román tenía solamente tres abrigos en su armario, pero sería mejor que nada. Eran 11 en total, pero Cóndor no necesitaría ningún abrigo, lo que quería decir que solo tendrían que conseguir otros siete más.

    Todo el grupo, excepto por Emmanuel y Robert, empezaron a dormir. Sabían que el día de mañana todos tendrían que estar bien descansados, ahora que se enteraron de que había un grupo de ladrones merodeando por la zona.
     
  9. Threadmarks: Día 17 Parte 1
     
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    Día tras día
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    Horror
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    47
     
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    Día 17 – Parte 1:

    El sol había salido y todo el grupo estaba despierto. Querían ponerse en movimiento lo más rápido que pudieran para evitar un encuentro con la gente que asaltaba las granjas.

    — Vámonos de aquí antes de que se les ocurra asaltar este lugar — decía Hernán.

    Nadie puso ningún pero a eso. Todos tomaron sus armas y una porción de la comida que tenían y subieron a la camioneta. No les quedaría otra opción que desayunar en el camino. Hernán conduciría mientras que Melanny, Wendy, Ariel, Lucas y Jennifer irían en la parte de adentro. Atrás Kelly iría con Jonás, Robert, Emmanuel y Cóndor. Kelly quería tener a los adultos fuera en caso de que tuvieran que disparar, y dejar a los más chicos dentro para cubrirse en caso de un ataque.

    La camioneta se puso en marcha. Melanny tenía el mapa para darle indicaciones a Hernán sobre el lugar donde Román se encontraría. Mientras iban andando, vieron como algunas casas de campo habían sido quemadas, había cadáveres y animales muertos, y por supuesto, ningún cultivo a la vista.

    — Estos tipos van en serio — decía Robert mirando el sendero de destrucción que los asaltantes habían dejado a su paso por las granjas — Tú primo no exageraba.

    — Él nunca lo hace — contestaba Jonás — Espero que no haya sido atrapado por ellos.

    — Estoy segura que estará bien — decía Kelly tratando de permanecer positiva — Por ahora, preocupémonos por los que estamos aquí.

    — Pensar que estos tipos están aquí afuera mientras que yo fui llevado a un manicomio — decía Emmanuel mirando a su alrededor.

    Dentro de la camioneta la conversación no era muy diferente.

    — Más nos vale no encontrarnos con ellos — decía Hernán algo preocupado — No quiero imaginarme que es lo que podría pasar.

    — El francotirador que iba con nosotros murió hace varios días — decía Ariel recordando a Pablo — Él podría habernos servido para vigilar el perímetro con el rifle y para disparar con él sin tener que acercarnos.

    — En esto tengo que darte la razón — le decía Lucas — Necesitamos a alguien con buena puntería en nuestro grupo.

    A pesar de estar algo alterados, el grupo sabía que preocuparse no les iba a mejorar la situación. Intentaron calmarse todo lo que pudieron.

    La camioneta continuaba su marcha en un camino totalmente vacío y donde no había ningún sonido más allá del motor de la misma. No había zombis, no había animales, y no había personas. Lo último calmaba mucho al grupo. Todas las granjas por las que pasaban habían sido asaltadas y se podía ver que no tenían nada más.

    Llegó un momento en el que empezaron a ver granjas que estaban en perfecto estado. Tenían cultivos y algunos animales paseando por ahí. El grupo veía esto como una buena señal.

    — No han llegado hasta aquí — decía Jennifer relajándose un poco.

    — Creo que ya podríamos dejar de preocuparnos — respondió Lucas.

    Todos estaban más calmados que cuando salieron, y ahora continuaban su camino más tranquilos sabiendo que no serían atacados.

    La mañana se terminó y llegó el mediodía. El grupo hizo una pausa para comer un poco de comida y tener más energías para continuar su camino. Todos bajaron de la camioneta porque preferían comer tranquilos y detenidamente, antes que comer deprisa y en el camino. Kelly y Jonás repartieron la comida y les dieron una parte a todos.

    — ¿Cuánta comida crees que nos queda? — preguntó Robert — Es decir, ¿Cuántos días tenemos antes de que se acabe?

    — Ahora mismo, tenemos para 2 semanas, ni más ni menos — decía Kelly revisando el inventario.

    — Probablemente tu primo tenga comida que podríamos agregar a la nuestra — decía Lucas — Con suerte, no tendremos que volver a hacer expediciones por comida.

    — Sobre eso, quiero decirles algo a todos — agregaba Hernán — El invierno está más cerca, y vamos a tener que buscar abrigos para no morirnos de frío. Recuerda que iremos a una ciudad del sur donde el frío golpea muy fuerte.

    — Sí o sí tendremos que hacer alguna parada en busca de abrigos — decía Melanny — Hernán y yo encontramos tres en la casa de tu primo y los cargamos a la camioneta, pero somos 10 personas, 11 si contamos a tu primo.

    — Entiendo perfectamente — decía Jonás — Una vez que hayamos encontrado a mi primo entraremos en la primera ciudad que veamos y tomaremos todos los abrigos que encontremos.

    El grupo se puso de acuerdo para la búsqueda de los abrigos, ya que los necesitarían para poder llegar hasta Bahía Luminosa sin tener que preocuparse por el frío.

    Una vez que todos terminaron de comer se subieron a la camioneta cambiando lugares. Jonás se sentó en el asiento del conductor y Cóndor en el del acompañante. Kelly, Emmanuel y Jennifer iban en los de atrás, mientras que Ariel, Lucas, Hernán, Melanny, Wendy y Robert iban en la parte trasera. Pensaron que sería una buena oportunidad para que Wendy respirara aire fresco en lugar de viajar siempre adentro.

    En el camino, el grupo trataba de disfrutar el bello paisaje verde del campo sabiendo que en algún momento, al acercarse más al sur, todo estaría lleno de nieve.

    En un momento, Jonás, empezó a notar como a ambos costados de la carretera había zanjas, en las cuales había zombis caminando dentro de ellas. Estos veían como la camioneta pasaba junto a ellos e intentaban salir para comerse a los que estuvieran dentro, sin embargo, era muy profundas y no podían ingeniárselas para salir de ellas.

    — ¿Quién habrá hecho esas zanjas? — preguntaba Jonás mientras observaba como los zombis intentaban salir sin éxito de ellas.

    El grupo continuaba su camino, pero ahora la camioneta iba a menor velocidad, para que de esa forma no hubiera peligro de que terminaran cayendo dentro de las zanjas. La zona tenía algunas curvas donde Jonás se veía obligado a ir muy lento para que no tuvieran ningún accidente.

    Luego de diez minutos conduciendo con mucha lentitud, todos vieron como en el medio de la carretera había varios autos estacionados, distanciándose entre sí por muy poco. Esto ya empezaba a resultar sospechoso. Kelly abrió la puerta de su lado y se bajó.

    — Continuaremos a pie y una vez que nos aseguremos de que el camino es seguro y de que no hay zombis que nos puedan tomar por sorpresa, volveremos a la camioneta — decía Kelly a todo el grupo.

    Todos decidieron escuchar a su líder y se bajaron de la camioneta. Cada uno llevaba su arma encima y caminaba en estado de alerta para no poder ser sorprendidos por zombis en un ataque sorpresa.

    Jonás iba al frente con Cóndor, quien estaba olfateando el camino y se pondría a ladrar en cuanto sintiera el olor de uno de los muertos. Hernán iba detrás del muchacho junto a su esposa y su hija. La pequeña estaba aterrorizada por tener que pasar entre tantos autos abandonados.

    — Mami, tengo miedo — decía la niña abrazando a su madre.

    — Descuida hija — respondía Melanny — Todo va a estar bien. Todo va a estar bien.

    Detrás de estos estaban Kelly y Ariel, quienes, basándose en su experiencia anterior cruzando a través de autos abandonados decidieron quedarse en el medio, de esa forma podrían ayudarlos a cualquiera que estuviera en apuros, esté delante o detrás.

    En el final iban Lucas, Jennifer, Emmanuel y Robert. Robert era quien iba más atrás vigilando las espaldas de todos sus compañeros. Emmanuel era el que más concentrado estaba de todos ellos buscando algún zombi que pudiera atacar. Lucas se le acercó a Jennifer y le tomó la mano, aunque la chica se soltó de él un segundo después.

    Pasaron cinco minutos caminando así, hasta que pronto, la carretera se ensanchó y ahora había tres filas de autos. Una en el medio, una a la izquierda y otra a la derecha. Para no quedar atrapados, Emmanuel, Jennifer, Lucas y Robert fueron por el espacio que había entre la fila de la izquierda y la fila de en medio, mientras que el resto del grupo iba por el otro espacio.

    Llegó un momento en que ya no había filas de autos ordenados, sino, autos desparramados aleatoriamente por la carretera. Cada uno pasaba por un lugar distinto.

    Siguieron caminando hasta que vieron que había una fila de autos que bloqueaban la carretera por delante y había otras dos filas que rodeaban las zanjas. De pronto, se escuchó una voz.

    — Bueno, bueno, parece que al fin tenemos visitantes, amigos — decía un hombre saliendo de detrás de la fila que bloqueaba la carretera.

    El grupo levantó sus armas apuntando hacia ese hombre.

    — Oh, yo no haría eso si fuera ustedes — decía el hombre detrás de la fila de autos para después dar un silbido.

    El grupo miraba como otros nueve hombres se levantaban con sus armas desde atrás de las filas de autos. Tres de ellos estaban detrás de la que rodeaba la zanja izquierda, otros tres de los que rodeaban la zanja derecha, y otros tres se ponían al lado del primero que se levantó.

    Cada uno de ellos apuntaba con sus armas a cada sobreviviente del grupo diferente. Al grupo no le gustaba mucho esto.

    — Dile a tus hombres que bajen sus armas y nos dejen salir de aquí — decía Kelly en un tono amenazante al que parecía ser el líder.

    Todos los hombres se reían mucho por las palabras que la militar les había dicho.

    — Tú pareces ser la que está al mando — decía el tipo a Kelly después de que esta lo amenazó — Hay cuatro hombres en el grupo y la líder es una mujer. Debería matarlos a los cuatro por no tener huevos.

    — Yo tengo veintidós — decía Lucas a ese hombre — Así que puedes contarme como un hombre más.

    — Los únicos veintidós que tendrás serán balazos en el culo, bebé — decía otro hombre burlándose de Lucas.

    — Qué bueno que hayan pasado por aquí — decía el más gordo de ellos mientras soltaba su arma para frotarse la pansa con las manos — Este espacio es difícil de llenar, jajaja — luego de decir estas palabras, todos sus compañeros se rieron a carcajadas.

    El grupo ya se estaba poniendo incómodo por las palabras que estos hombres les estaban diciendo. Cóndor empezó a gruñir y a ladrarle a todos estos hombres.

    — Perro que ladra no muerde — decía el líder de los hombres mientras tomaba su pistola.

    Este hombre disparó contra el vidrio de uno de los autos que estaba estacionado cerca de donde Jonás y Cóndor estaban parados. El ruido hizo que Cóndor se asustara y se escondiera detrás de su dueño, el cual tomó un arma para apuntar en contra del líder.

    Los tres que estaban al lado de su líder le apuntaban a Jonás simultáneamente.

    — Los perros son como el dueño — decía uno de los que apuntaba a Jonás presionando el gatillo.

    La bala dio cerca del pie del joven, el cual retrocedió junto a su perro mientras levantaba su escopeta. Todos en el grupo se reían de la cobardía de Jonás.

    — Tú y tu perro son igual de cobardes — decía el que disparó contra Jonás —Y dentro de unos minutos estarán igual de muertos.

    Todos los hombres volvían a reír a las carcajadas. Esto había dejado al grupo casi sin moral alguna. Jennifer, Lucas y Ariel estaban aterrados y habían bajado las armas. Melanny se agachó y abrazó a su hija quien estaba empezando a llorar cuando veía que esos dos hombres estaban disparando contra Jonás y Cóndor.

    Robert y Emmanuel veían que Kelly era la única que no estaba asustada y decidieron tratar de calmar a esos hombres sabiendo que el grupo no podría enfrentarlos así.

    — ¿Por qué están haciendo esto? — preguntaba Emmanuel tratando de acercarse al líder mientras todos los demás le apuntaban.

    — ¿Te preguntas por qué? Hijo de puta — decía el líder apuntándole a Emmanuel — Veo que no tienes ni idea de lo que está pasando a tu alrededor. En la naturaleza, cuando las serpientes tienen hambre, se comen a los ratones. Y como puedes ver, nosotros somos las serpientes, y ustedes los ratones. Y sí. Tenemos hambre.

    — Solo bajen las armas y déjennos en paz — decía Robert poniéndose en frente de Emmanuel.

    — Espera un momento, negro, yo te conozco — dijo otro de los tipos luego de ver a Robert — Tú voz es imposible de olvidar, negrito.

    — ¿De dónde me conoces? — preguntaba Robert.

    — De la cárcel — decía el tipo respondiéndole a Robert — Tú te creías un héroe. Decías a cada rato como salvaste la vida tuya y la de tu madre cuando asesinaste a tu padre. Nos repetías que no eras igual al resto de los presos. Te creías un santo. Bueno, San Negro, es hora de que te vayas de nuevo con tu creador.

    — Espera, no los mates todavía — decía el líder calmando a su compañero — No llevan comida encima, eso quiere decir que la escondieron en algún lado — después de decir estas palabras tomó su arma y empezó a mover su brazo armado de izquierda a derecha como si estuviera jugando con su arma — Dígannos donde la dejaron para que podamos matarlos de una vez.
     
  10. Threadmarks: Día 17 Parte 2
     
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    Día 17 – Parte 2:

    Todos habían guardado silencio luego de que el líder de este grupo de desconocidos les habló. Este hombre movía su brazo armado apuntando a todos en el grupo.

    — ¿No me escucharon? — preguntó de nuevo — ¿Dónde dejaron la comida?

    — Tal parece que si no les decimos nada, no nos matan — decía Hernán.

    — Si no nos dicen nada empezaremos a matarlos hasta que nos digan — decía otro tipo — ¿Qué tal tu esposa? Ver como muere te haría soltar la lengua.

    — ¡No amenaces a mi esposa! — gritaba Hernán poniéndose en frente de ella.

    Todos estos tipos le apuntaron a Hernán al mismo tiempo. Kelly observó esto y pensó en una forma para que pudieran alejarse lo más posible de ahí.

    — Sin gritar, amigo — decía el líder — No hay sordos aquí. Y estás tocando la campana de la cena para las criaturas. Les propongo algo. Si ustedes nos dicen en menos de cinco minutos donde tienen sus cosas, nosotros los matamos rápida y lo menos dolorosamente posible. Si tardan más de cinco, entonces lo haremos lento.

    — ¿Van a matarnos a todos? — preguntaba Jonás.

    — Pues, ahora que lo pienso, la militar y la adolescente están bien buenas — decía otro de los tipos — Hace mucho que no toco a una mujer. Ellas podrían refrescarme la memoria.

    — Y tu perro se ve delicioso — decía otro tipo del otro lado hablándole a Jonás — Podríamos probarlo y ver que tal está.

    Mientras estaban hablando, Kelly les hacía señas a todos de que retrocedieran y se fueran para atrás. Todos estaban caminando lo más lento posible, pero para distraerlos, seguían hablando.

    — ¿Ustedes fueron los que asaltaron las granjas? — preguntó Emmanuel.

    — Efectivamente — contestó el más gordo — Pero luego vimos que por las carreteras pasa más gente, así que pusimos esta trampa. La gente cae en ella y nosotros les quitamos la comida. Tuvimos unas bajas, pero nada serio.

    El grupo seguía retrocediendo lentamente a medida que hablaban. Uno de los tipos que estaba a la derecha se dio cuenta de esto.

    — ¡Snake, se están alejando! — decía uno de ellos a su líder.

    — Quédense quietos — decía Snake apuntando contra el grupo al mismo tiempo que sus compañeros — Les di una oportunidad para que murieran rápido y sin dolor. Pero veo que piensan que esto es una broma. Es hora de demostrarte de que estamos hechos Las Serpientes.

    Snake y su grupo iba a empezar a disparar, cuando Ariel habló.

    — ¡Espera! — su grito llamó la atención de los diez hombres — ¡No tienen que hacer esto! ¡Ya no! ¡Hay un lugar seguro en el sur! ¡Se llama Bahía Luminosa! ¡Nosotros nos dirigimos hacia allá! ¡Vengan con nosotros y ya no tendrán que matar gente!

    — Bahía Luminosa…así que hay un lugar seguro después de todo — decía Snake — Gracias por el dato amigo. ¿Lo escucharon, chicos? Luego de matarlos tenemos que fijar carteles para que más gente caiga en la trampa.

    Todos empezaron a reírse como locos nuevamente. Kelly vio que ya no podrían retroceder más, así que decidió dar inicio al ataque. Usó su arma de asalto y le disparó a uno que estaba cerca de Snake, matándolo de un tiro. Luego dio el grito.

    — ¡Corran! — gritaba Kelly — ¡Cúbranse y disparen!

    El grupo empezó a correr para cubrirse detrás de los autos. Kelly disparaba en todas las direcciones para darles tiempo para correr. Snake y los demás se agacharon y ninguna de las balas de Kelly los alcanzó. Kelly aprovechó y se puso a cubierto. Snake y los otros se levantaron.

    — ¡Mátenlos! — les gritó Snake a sus hombres — ¡Olvídense de la comida, solo mátenlos a todos!

    Así fue como las serpientes abrieron fuego. Cóndor se asustó por los disparos y se metió debajo de uno de los autos más altos. Kelly estaba al frente disparándole. Detrás estaban Hernán y Jonás dándole apoyo. En un auto detrás de Hernán se escondían Melanny abrazando a Wendy. La mujer tenía un arma, pero le daba miedo levantarse a disparar.

    Ariel no disparaba ni una sola bala, estaba muerto de miedo. Era la primera vez que lo atacaban. Detrás de él se encontraban Emmanuel, quien les estaba disparando a los de la izquierda, y más lejos estaban Jennifer y Lucas, quienes tampoco disparaban por el miedo. Robert disparaba a esos hombres intentando darles, pero estaba muy lejos.

    Los disparos rebotaban contra los autos, por lo que tenían que tener cuidado cuando de que ningún rebote los alcanzara. Kelly seguía disparando acompañada de Jonás y Hernán. Finalmente, uno de sus disparos logró golpear contra uno de las serpientes.

    — ¡Salten la barrera! — ordenaba Snake — ¡Yo los cubriré desde aquí! ¡Tomen de rehenes a la niña y a los adolescentes!

    Snake y los otros dos que estaban con él empezaron a abrir fuego para mantener a Kelly y a los demás. Los demás corrieron un poco más atrás y saltaron los autos para poder atacar directamente desde atrás, dado que solo Robert y Emmanuel estaban disparando.

    Robert veía como saltaban y se puso a disparar. Logró matar al primero de ellos, pero otro disparó una bala contra él que lo hizo salir de su cobertura. Una vez fuera, el que lo conocía le disparó. Robert se movió y el disparo le terminó dando en la pierna, cayendo al piso. Afortunadamente, consiguió rodar hacia otro auto para cubrirse.

    — ¡No vas a salir con vida de aquí, negro! — gritaba el conocido de Robert.

    — ¡Agáchate, tonto! — gritó otro tipo a su compañero.

    Emmanuel les disparó a estos dos hombres desde su posición, logrando matar al que gritó, mientras que el que conocía a Robert fue capaz de esconderse detrás de otro auto. Todos los que entraron por la derecha estaban casi derrotados. Los tres que entraban por la izquierda estaban disparando contra Lucas y Jennifer. Emmanuel consiguió matar a uno de ellos, pero los otros dos le dispararon a su posición, obligándolo a acercarse a Kelly. Estos se acercaban a los chicos, que no disparaban para defenderse. Emmanuel tenía que hacer algo.

    — ¡Lucas, Jennifer, yo los cubro, pero tienen que correr rápido! — decía Emmanuel.

    — Entendido, ¿Jennifer, estás lista? — preguntaba Lucas a Jennifer, que estaba muerta de miedo y no respondía.

    — ¡Jennifer, estarás bien, solo corre cuando yo lo diga! — gritó Emmanuel.

    Jennifer y Lucas se prepararon para correr cuando Emmanuel diera la señal. Este empezó a disparar contra las serpientes que estaban cerca de ellos y les dio el grito.

    — ¡Ahora! — decía Emmanuel disparando para que los chicos ganaran tiempo.

    Lucas corrió rápidamente y pudo acercarse a la posición de Kelly. Jennifer estaba muy asustada, por lo que simplemente se movía lento. Emmanuel tenía que esperar hasta que Jennifer se acercara a Kelly, por lo que seguía disparando. Dado a que Jennifer tardó mucho, Emmanuel se quedó sin balas y la chica se quedó a medio camino.

    — ¡Jennifer, sal de ahí rápido! — gritó Emmanuel.

    Jennifer quiso correr, pero uno de los tipos consiguió alcanzarla y tomarla del cabello. La chica empezó a gritar e intentaba soltarse de ese tipo.

    — Tú no vas a ningún lado — decía el hombre que retenía a Jennifer.

    Este tipo estaba acercando a Jennifer a la posición donde se escondía cuando recibió un golpe en la cabeza de Emmanuel. Este golpe fue tan fuerte, que el tipo soltó a Jennifer y cayó al suelo. Emmanuel empezó a golpearlo en la cabeza repetidamente, Jennifer empezó a correr hacia donde estaba Kelly para ponerse a salvo. Emmanuel quería matar a ese tipo a golpes por intentar capturar a Jennifer. Lo golpeaba repetidamente con los puños, hasta que uno de sus golpes fue detenido. La serpiente al que Emmanuel golpeaba le dio un cabezazo que lo hizo caer al suelo. Le dio varios golpes fuertes en la cabeza, dejándolo muy aturdido. Luego de tantos golpes, tomó una navaja de su bolsillo, la abrió y se la clavó rápidamente en el pecho y en el cuello a Emmanuel. Este dio un grito de dolor por el ataque, y luego empezó a escupir sangre, hasta que terminó ahogándose con ella.

    — ¡No! — gritaba Jennifer empezando a llorar luego de ver muerto a Emmanuel.

    Kelly escuchó el grito y vio como uno de las serpientes había matado a Emmanuel. Tomó su arma de asalto y le disparó en la cabeza, al asesino y a su compañero que estaba detrás de él. Jennifer salió de su escondite para acercarse al cuerpo de Emmanuel. La chica empezó a llorar luego de ver como la sangre le salía por el cuello.

    — Esto es mi culpa — decía Jennifer llorando sobre el cuerpo de Emmanuel sin consuelo—Emmanuel…

    Kelly observó como la chica lloraba desesperadamente por la muerte de su hermano. Entendía que era la única familia que le quedaba, y ahora había muerto. Kelly de alguna forma pudo sentir el dolor de Jennifer. Sin embargo, esta iba a ser su última distracción. La militar, que no se agachó para cubrirse nuevamente terminó recibiendo un disparo en la cabeza de Snake, quien estaba más cerca del grupo.

    — ¡Kelly! — gritaba Hernán viendo como la chica caía sin vida tras el disparo.

    Jonás saltó sobre Hernán y lo tiró al piso justo antes de que una bala le diera en la cabeza. Jonás alzó la vista y no veía a Robert por ninguna parte, por lo que asumió que había muerto por pérdida de sangre.

    — Tenemos que resistir — decía Jonás — Melanny y Wendy tienen que irse a las zanjas, estarán lejos de los disparos ahí.

    — Yo iré también — decía Lucas apareciendo desde atrás de un auto.

    — Bien, quédense ahí hasta que esto termine — decía Hernán.

    Ya solo quedaban tres serpientes por matar. Jonás y Hernán dispararon contra Snake y los otros dos para cubrir a Lucas, Melanny y Wendy. Los tres saltaron los autos y se metieron en las zanjas. Dentro de ellas había varios zombis, caminando hacia ellos atraídos por los disparos.

    — Podemos con ellos — decía Melanny escondiendo a Wendy detrás suyo — ¿Verdad, Lucas?

    — Así es, solo no tengas miedo — decía el chico de veintidós años mientras disparaba la primera bala.

    Lucas y Melanny le disparaban a los zombis que se acercaban. Wendy cerró los ojos, se dio vuelta y se tapó los oídos. No le gustaba ver como los zombis morían, ya que no se acostumbró a pesar de todo el tiempo que pasó desde que inició el apocalipsis. Lucas disparaba perfectamente mientras que Melanny fallaba uno o dos disparos, pero a pesar de todo conseguía matar a varios. La zanja ahora estaba limpia. Solo restaba esperar a que Jonás y Hernán mataran a las otras serpientes que quedaban.

    Ariel observaba el cadáver de Kelly totalmente congelado viendo como esos tipos habían matado a la más fuerte del mundo. Luego de eso miró al frente. Veía como Jonás y Hernán disparaban en contra de los tres que quedaban. Sabía que tenía que ayudar, pero en lugar de eso, empezó a retroceder y se fue corriendo del lugar.

    Robert, quien apenas podía moverse por su pierna lastimada, se asomó para ver que pasó, y pudo ver como Emmanuel yacía muerto en el piso y como Jennifer estaba llorando cerca de él. Intentó ponerse de pie con su pierna lastimada, entonces vio como el tipo que lo conocía lo estaba buscando en el medio de los autos. Robert fue corriendo como pudo hasta él sin hacer casi nada de ruido. Cuando estuvo lo suficientemente cerca, le dio un tiro en la espalda y otro en la cabeza, terminando con su vida.

    Jonás veía que Snake y los otros estaban en una zona de autos altos, así que disparó hacia uno de estos vehículos. La bala rebotó y terminó dando contra Snake, quien cayó al piso.

    — ¡Snake! — gritaba uno de los que estaba a su lado.

    Ese tipo recibió un disparo de Hernán en la cabeza. Ahora solo quedaba uno. Ese tipo saltó los autos y se acercaba a Jonás y Hernán. Estos lo veían cerca y le dispararon. El que quedaba se refugió detrás de un auto hasta que sus atacantes se quedaran sin munición.

    — ¡Mierda, no tengo más balas! — decía Hernán muy asustado revisando sus bolsillos.

    — ¡Yo tampoco! — respondió Jonás haciendo lo mismo.

    El último que quedaba vivo de las serpientes salió y se paró en frente de Hernán y Jonás.

    — Adiós, bebés — dijo aquel tipo a punto de matarlos a ambos.

    En ese momento, Cóndor salió de abajo del auto que estaba a su lado y mordió a este tipo en la pierna, causándole una gran herida.

    — ¡Maldito perro! — decía apunto de disparar contra Cóndor.

    Jonás y Hernán corrieron y se tiraron encima de su atacante, evitando que el arma se dispare. El tipo quiso matarlos ahora que los tenía encima. Jonás vio rápido y puso su mano en la herida de este hombre, causando que este gritara de dolor y soltara el arma. Hernán la tomó y disparó contra este tipo de una vez por todas. Luego de eso, decidió darle la pistola a Jonás.

    — ¡Ya pueden salir! — decía Hernán.

    Lucas, Melanny y Wendy salieron de la zanja para ir con el grupo. Lucas fue a buscar a Robert para ver si estaba bien. Hernán abrazó a su esposa y a su hija estando feliz de que estuvieran a salvo. Jonás acariciaba a su perro. Jennifer seguía llorando por la muerte de Emmanuel.

    — ¿Estás bien? — le preguntó Lucas a Robert.

    — Bueno, me dispararon en la pierna, pero creo que seguiré con vida el día de hoy — respondió Robert — ¿Te hirieron?

    — No, estoy intacto — decía Lucas.

    Jonás, Hernán, Melanny y Wendy se acercaron a la fila de autos que tapaba la carretera para empujarla y hacer espacio para la camioneta. Solo tenían que empujar un auto y tirarlo hacia el costado.

    Tras un par de empujones, lo hicieron, pero algo salió mal.

    Snake apareció de la nada y tironeó los cabellos de Wendy separándola del grupo. Luego de eso tomó su arma y le apuntó en la cabeza.

    — ¡Esto todavía no terminó! — dijo Snake lleno de furia — Aún no me dijeron donde tienen la comida.

    — ¡Suéltala o te mato! — decía Hernán corriendo hacia Snake.

    El líder de las serpientes esperó a que Hernán estuviera cerca y le disparó en el estómago. Hernán recibió el balazo y cayó al piso con un grito doloroso.

    — ¡Papá! — gritaba Wendy horrorizada cuando vio eso.

    — ¡Hernán! — gritó Melanny acercándose a su esposo quien ahora estaba inconsciente.

    — Si no quieren terminar como él, les digo que será mejor que hagan lo que les pido — decía Snake

    Cóndor vio esto y trató de atacar a Snake. Llegó corriendo desde atrás de Jonás para atacarlo. Snake tomó su arma y le disparó en una de las patas. Cóndor empezó a aullar del dolor del disparo y luego se quedó quieto puesto que no podía moverse.

    — ¡Le disparaste a mi perro! — decía Jonás apuntando con su pistola a Snake.

    — No, no, no, no lo hagas o desparramo los sesos de la niña en la carretera — decía Snake poniendo su pistola en la cabeza de Wendy.

    Robert y Lucas veían esa escena desde lejos.

    — ¿Te quedaron algunas balas? — preguntaba Lucas — Podríamos matarlo desde aquí.

    — No, las gasté todas — respondió Robert poniéndose de pie con dificultad — Ayúdame a caminar hasta allá. Vamos a ver si lo podemos calmarlo de otra forma.

    Snake seguía sosteniendo el cabello de Wendy mientras apuntaba con su pistola a Jonás y Melanny.

    — Todas sus armas en el piso, o mataré a su niña — decía Snake dándole órdenes a los dos.

    Jonás puso su escopeta y la pistola que Hernán le dio en el piso. Melanny hizo lo mismo con su pistola y la de su marido. Snake se acercaba y usaba su pie para acercar las armas a sus pies. Robert llegó caminando junto con Lucas. Apenas Snake los vio, les apuntó a ellos también.

    — Sus armas en el piso — dijo Snake.

    — No tienen balas — respondía Robert.

    — Me importa un carajo — insistía el líder de las serpientes.

    Robert y Lucas no tuvieron otra opción que obedecer. Sabían que no podrían detenerlo así que decidieron cooperar. Ahora ninguno de ellos tenía armas, mientras que Snake las tenía todas.

    — ¿No vas a matarnos? — preguntó Lucas.

    — …No — respondió Snake.

    — Matamos a tus hombres, ¿por qué nos dejarías con vida? — preguntaba Jonás.

    — Porque ustedes me sirven — decía Snake — No se mata a los que te sirven.

    — ¿De qué hablas? — preguntaba Melanny con lágrimas en los ojos viendo como su hija aún estaba en manos de ese tipo.

    — Piensen en esto — dijo Snake a los cuatro que estaban frente a él — Mis hombres ya están muertos. Si yo los mato a ustedes toda la comida será para mí, pero, ¿qué pasa cuando se termine? Tendría que juntar más comida yo solo. Por eso decidí pensar en un trato.

    — ¿Qué trato? — preguntaba Robert.

    — Me voy y me llevo a la niña conmigo — respondía Snake — La semana que viene, nos volveremos a encontrar. Ustedes me dan toda la comida que puedan recolectar y yo mantengo a la niña con vida durante otra semana más. Haremos eso todas las semanas. Si la comida es suficiente, a la niña no le pasa nada.

    — Mamá, no dejes que este tipo me lleve — decía Wendy empezando a llorar después de escuchar eso.

    — Ya le disparaste a mi esposo. Te pido que no hagas esto — imploraba Melanny mientras lloraba por no poder hacer nada para salvar a su hija — Te daremos todo lo que tenemos, pero deja ir a mi hija.

    — Todo lo que tienen no es todo lo que pueden dar — le decía Snake a una desesperada Melanny — Y no se preocupe. Eventualmente dejaré ir a su hija. Si en alguna semana ustedes no me traen comida, los dejaré ir a todos ustedes…a una vida mejor.

    Melanny, Jonás, Robert y Lucas escuchaban todo lo que Snake les estaba diciendo, sin terminar de creer la locura que este les estaba diciendo.

    — Entonces, ¿tenemos un trato? — preguntaba Snake.

    — ¡Estás loco si crees que voy a recolectar comida para ti después de que le disparaste a mi perro! — le gritaba Jonás.

    — Parece que no me entendiste — decía Snake empezando a alterarse — ¡Parece que amenazar a la niña no es una motivación suficiente! ¡Parece que voy a tener que matar a uno de ustedes para probar que hablo en serio! ¡Y tú te ofreciste como voluntario!

    Snake apuntó su arma a la cabeza de Jonás. Melanny, Robert y Lucas lo veían totalmente paralizados y sin poder hacer nada.

    Jonás cerró los ojos sabiendo que ese sería su final, cuando un disparo sonó y Snake terminó cayéndose muerto al piso con un balazo en la nuca. Sus manos se abrieron y terminó soltando tanto su pistola como a Wendy, quien corrió a los brazos de su madre muy asustada por lo que pasó.

    Todos miraron para ver quien había disparado contra Snake, entonces vieron como Ariel se acercaba a ellos con su pistola en las manos. Pasó por al lado del cadáver del líder y observó el agujero que su disparo había dejado en el cráneo de este.

    — Esto era lo mínimo que te merecías después de matar a Kelly — decía Ariel dejando de observar el cuerpo de Snake.
     
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    Día 17 – Parte 3:

    Melanny abrazaba con fuerza a su hija después de que esta acudiera a sus brazos.

    — Gracias, Ariel — decía Melanny muy agradecida con el chico.

    — ¿Qué haremos ahora? — preguntó Lucas.

    — Tenemos que atender a Robert, a Hernán y a Cóndor — decía Jonás — Recibieron disparos y tenemos que asegurarnos de que están bien.

    — Lo mío no es grave — decía Robert ante la preocupación de Jonás — La bala me atravesó y he cuidado que no se infecte.

    — Entonces tenemos que ayudar a Hernán y a Cóndor — decía Melanny levantando la remera de su esposo para ver si podía encontrar la bala.

    — Los ayudaré — dijo Lucas — No hice nada para ayudar en el tiroteo. Será mejor que haga algo ahora.

    — Ariel, tú y yo tomaremos las armas y municiones que estos tipos dejaron — le decía Robert al chico.

    — De acuerdo — decía Ariel mientras sostenía a Robert — Te ayudaré a caminar.

    Melanny y Lucas revisaban el cuerpo de Hernán para ver si podían encontrar la bala que le había dado al hombre. Jonás buscaba la bala en la pata de Cóndor para poder sacársela lo más rápido posible. Wendy estaba aún muy asustada por haber sido tomada como rehén.

    Ariel y Robert empezaron a buscar todo lo que las serpientes habían dejado atrás para tomarlo para ellos. Cuando pasaron cerca del cadáver de Kelly, Ariel puso una cara triste.

    — ¿Ella te ayudó? — preguntó Robert.

    — Así es — decía Ariel resistiendo las lágrimas — La conocí en los primeros días. Ella me ayudó a mantenerme con vida. Le debo mucho a Kelly, todos le deben mucho. Sin su ayuda yo habría muerto, y probablemente ninguno tendría a donde ir ahora mismo.

    — Lamento escuchar eso — decía Robert algo triste — No la conocí muy bien, pero gracias a ella aprendí bien a cómo usar una pistola. Ese tipo me habría matado de no ser por ella.

    — Lo que más lástima me da es que ella quería llegar a Bahía Luminosa por su novio — decía Ariel — Su novio se convirtió en un zombi, y ella quería llegar hasta allá esperando que hubiera una cura para que pudiera regresar a la normalidad. Ahora ya no tiene caso.

    Robert y Ariel tomaron las armas y se alejaron lo más que pudieron de esa escena. Era difícil de ver y lo último que necesitaban era eso. Siguieron recolectando las armas hasta que las juntaron todas. Luego de esto decidieron ir a buscar a Jennifer, quien aún seguía llorando sobre el cuerpo de Emmanuel.

    — ¿Qué hay de él? — preguntaba Ariel — Tu lo conociste más tiempo que yo.

    — Sin duda era el mejor de los cuatro cuando nos encontraron — decía Robert mientras miraba desde lejos las heridas que Emmanuel tenía en el pecho y en el cuello — Cuando entré a ese mercado estuve a punto de abrir una puerta llena de zombis. Él pudo dejarme morir y quedarse toda la comida para él y para su hermana, pero no lo hizo. Trabajamos juntos para abrir esa puerta, y no mezquinó ninguno de los suministros. Además de que cuando ustedes entraron se ofreció a ir primero en caso de que no fueran buena gente.

    — Lo siento — decía Ariel mirando con impresión el cuerpo de Emmanuel — Estos tipos no pudieron quitarnos la comida, pero sí nos quitaron algo más importante.

    Los dos se acercaron para poder hablar con Jennifer.

    — Fue mi culpa — dijo la chica con lágrimas recorriendo toda su cara — Me asusté y él me salvó.

    — Jennifer, lo lamento — decía Ariel mientras Robert se soltaba para seguir buscando armas — Sé que será difícil para ti.

    — Era la única familia que tenía — decía Jennifer — Ya no me queda nada.

    — Solo te queda sobrevivir por él — decía Ariel mientras abrazaba a Jennifer.

    La chica se desahogó llorando sobre el hombro de Ariel, quien ya no podía contener las lágrimas y empezó a llorar también por la muerte de sus amigos. Lucas los veía desde lejos a los dos con una cara muy seria, pero no pudo mirar más tiempo porque Melanny le pidió ayuda con Hernán.

    Robert ya había recolectado todo lo que podía y le hizo una seña a Ariel.

    — Tenemos que irnos — decía Ariel secándose las lágrimas.

    — Sí — decía Jennifer mientras Ariel la ayudaba a levantarse — No puedo seguir viendo esto.

    Robert, Ariel y Jennifer se dirigieron con el resto del grupo, los cuales ya habían terminado con sus amigos y les habían podido sacar las balas.

    — ¿Qué vamos a hacer ahora? — preguntaba Melanny — ¿Quién se va a encargar de tomar el rumbo del grupo ahora que Kelly no está?

    — Kelly me dijo que yo sería un buen líder — decía Lucas tomando la palabra — Puedo hacerlo.

    — Lo dice el tipo que no le disparó a nadie — refunfuñaba Ariel en voz baja.

    — No te creas Rambo solo porque mataste a Snake cuando estaba distraído — respondió Lucas — Yo ayudé a mantener a Melanny y a Wendy a salvo de los zombis.

    — ¡Ya es suficiente! — gritaba Robert — Ninguno de los dos podría ser un buen líder por ahora. Jonás es el más indicado. Ha luchado hasta el final y es un tipo muy inteligente.

    — Robert tiene razón — agregaba Jennifer — Jonás sería un buen líder.

    — Es verdad — comentaba Melanny — Hernán estaría de acuerdo con eso.

    — ¿En serio quieren que yo tome el mando? — preguntaba Jonás asombrado por escuchar eso del grupo.

    — Así es — contestó Ariel — Tú eres el único que puede hacerlo.

    — Entonces supongo que tengo que hacerlo — respondía el muchacho.

    A Lucas no le gustó que Robert le dijera que no sería un buen líder para el grupo, pero no se opuso a que Jonás fuera quien los liderara.

    — ¿Qué haremos ahora? — preguntaba Lucas.

    — Tú y yo nos vamos a buscar mi camioneta — decía Jonás — Ariel, quiero que busques si estos tipos tienen algunas provisiones. Robert, tú vigila que no vengan más zombis. Una vez que salgamos de aquí iremos a buscar a Román.

    Todos hicieron lo que Jonás les indicó. Ariel revisó atentamente los autos de la primera línea que bloqueaba la carretera y logró encontrar la comida que tenían las serpientes. No era mucho, ni siquiera alcanzaba para un día, pero decidieron llevársela de todas formas.

    Jonás regresó con su camioneta. Ariel y Robert cargaron a Hernán a la parte de atrás. Robert iría con Cóndor, que también estaba herido, para ver si Hernán despertaba. Dentro de la camioneta, Melanny cargaría a Wendy en el asiento del acompañante mientras que Lucas, Jennifer y Ariel viajarían atrás.

    El grupo empezó su marcha hasta el lugar que Román les había marcado en el mapa. En el camino, se encontraron con varios zombis, aunque iban separados. Jonás los pasó a todos por encima con su camioneta como una forma de desquitar su ira por las muertes de Kelly y Emmanuel.

    Wendy había quedado muy asustada por lo que le pasó que simplemente se acurrucaba junto a su madre para tratar de olvidar lo que pasó. Ariel no podía sacar las imágenes de Kelly y Emmanuel muertos de su cabeza, y sentía que haber matado a Snake no era suficiente. Jennifer estaba muy callada y no quería hablar sobre lo que había pasado. Lucas pensó que Ariel tenía razón cuando dijo que no disparó contra ninguno de las serpientes, llegando a pensar que si lo hubiera hecho, las cosas podrían haber sido diferentes.

    Robert viajaba atrás dándose masajes en la pierna en la zona donde había recibido el disparo. Luego de eso, acarició a Cóndor tranquilizándolo luego de que este terminó herido. El perro simplemente se recostaba y disfrutaba de las caricias de Robert. Hernán seguía inconsciente y no se despertaba.

    El sol se estaba ocultando cuando llegaron a la zona marcada por Román. Era una pequeña plaza con juegos para niños y un baño público. Jonás se bajó del auto para buscar a su primo, asumiendo que estaría en el baño, y le pidió a Robert que se sentara en su asiento por si eran atacados. Lucas bajó junto a él para acompañarlo.

    Luego de la plaza, solo se veían árboles, por lo cual, Román tendría que estar dentro de los baños. Jonás tomó su pala y su escopeta, que ahora tenía un par de balas, mientras que Lucas tomó su cuchillo y su pistola. Ambos se pusieron en frente de las puertas del baño y las abrieron. De ellas salieron dos zombis, uno de cada puerta.

    Jonás reaccionó rápidamente y le dio un empujón hacia atrás, para después romperle la cabeza con su pala. Lucas no reaccionó rápido y el zombi que lo atacó lo tiró al piso, sin embargo, logró ponerle las manos en el cuello para evitar ser mordido. Lucas lo levantó un poco con dificultad y le dio una patada en el pecho, tirándolo hacia atrás. Acto seguido, le clavó el cuchillo en el cráneo. Una vez muertos, Jonás y Lucas inspeccionaron el interior del baño buscando a Román, pero dentro de ellos no había nadie.

    El sol estaba a punto de esconderse y no tendrían tiempo de explorar el bosque antes de que anocheciera, pero Jonás sabía que Román no iría a los bosques porque casi nunca había estado en uno.

    — ¿Qué haremos? — preguntaba Robert.

    — Vamos a dormir aquí mismo — decía Jonás — Ustedes dormirán dentro de la camioneta. Yo me quedaré afuera haciendo guardia y custodiando a Hernán y a Cóndor. Estaré esperando por si despierta Hernán.

    — ¿Qué haremos mañana? — preguntaba Ariel.

    — Seguir nuestro camino a Bahía Luminosa, y buscar a mi primo — decía Jonás — Tiene que estar por aquí.

    — Jonás, ¿no consideraste la posibilidad de que tu primo haya sido asesinado por las serpientes? — preguntaba Melanny algo preocupada por el chico — No trato de ser pesimista, pero si él se topó con ellos probablemente lo mataron.

    — Además no dejó ninguna señal para que lo fueras a buscar en los baños — agregaba Lucas — No estamos diciendo nada, pero Román podría estar muerto tanto como podría estar vivo.

    — Está vivo — decía Jonás insistiendo en su postura — Y está por aquí cerca. Solo tenemos que encontrarlo.

    El grupo asintió y finalmente, llegó la puesta de sol. Jonás se sentó en el techo de su camioneta prestando atención en caso de que su primo apareciera, o si alguien o algo se acercaba hacia el grupo. También estaba atento por si Hernán se despertaba de su desmayo. Cóndor le estaba haciendo compañía. Jonás miraba a su perro el cual estaba intentando mantenerse de pie a pesar de su herida. Jonás lo acarició muy feliz sabiendo que a pesar de todo, su perro estaba con él.

    En el interior de la camioneta, todos dormían plácidamente, excepto por Jennifer, quien a las pocas horas de dormirse, se despertó muy agitada y conservando la imagen de Emmanuel muerto enfrente de ella. Jennifer miró hacia ambos lados y vio como Lucas dormía tranquilo por un lado y Ariel del otro. La chica decidió acomodarse al lado de Ariel para sentirse más segura y poder dormir tranquila.

    Día 18:

    La camioneta estaba en movimiento. Robert conducía en la carretera con Lucas como acompañante. En los asientos de atrás, Jonás, quien hizo guardia toda la noche estaba durmiendo. Jennifer y Ariel iban atrás teniendo a Wendy con ellos. Melanny estaba atrás con Cóndor, que ya estaba mejor que antes y Hernán, que no se levantaba.

    La carretera estaba llena de zombis, pero Robert los esquivaba. Tenía miedo de estropear la camioneta, así que circulaba despacio.

    — Malditos zombis — decía el ex convicto — Ya quiero llegar rápido a Bahía Luminosa antes de que otros tipos nos ataquen. Pero estos solo nos retrasan.

    — ¿Cuándo crees que vamos a llegar? — preguntaba Lucas.

    — Si todo va bien, la semana que viene estaremos allá — decía Robert.

    — Vengo escuchando esto desde el primer día — respondía Ariel ansioso por llegar hasta allá.

    Wendy, que ya estaba más tranquila, hablaba con el grupo.

    — Ariel, no lo dije antes, pero gracias por salvarme de ese loco — decía la niña de 10 años.

    — Por nada — respondía el chico — Esos tipos merecían lo que les pasó. Mataron a Kelly y Emmanuel, y le dispararon a Robert, a Cóndor y a tu papá.

    — Espero que despierte — decía Jennifer preocupada por Wendy, quien podría perder a su padre.

    — Díganme, ¿Dónde están sus padres? — preguntaba Wendy algo curiosa — ¿Por qué no están con ellos?

    — Los míos murieron cuando yo era niño — contestaba Lucas por su parte — Mi tío me cuidó como si fuera su hijo. Él murió el primer día.

    — Los míos fueron asesinados por los zombis cuando estaban en su trabajo — respondió Jennifer — Emmanuel me cuidó y me protegió hasta el día de ayer.

    — Mi padre era una basura — dijo Robert recordando a su padre con frustración — Si hubiera sabido que vendría esto, lo habría dejado con vida.

    — Los míos se separaron cuando yo era niño — decía Ariel — Pasaba unos días con mi mamá y otros con mi papá. Cuando cumplí los 18 decidieron que no querían verme más. Mi padre me dijo “ahora estás por tu cuenta”. Llevo dos años viviendo solo. No sé dónde estarán ahora, pero espero que estén muertos.

    — Tus padres son los mejores, Wendy — decía Jennifer a la niña — Y están vivos. Todos ayudaremos para que siga de esa forma.

    Melanny estaba escuchando la conversación desde la parte trasera y empezó a sentir compasión por sus compañeros. Ella acariciaba a Cóndor, quien estaba herido y superando sus heridas. También miraba a su esposo, que parecía no despertarse, pero aún respiraba.

    El viaje siguió cómodamente. Cuando llegó el mediodía, se repartieron una porción de comida para todos, excepto Jonás, que no se despertaba de su sueño y Hernán, que seguía inconsciente. Habían parado para comer tranquilamente, pero antes de que pudieran terminar, un grupo de cinco zombis apareció.

    Robert, Lucas y Ariel decidieron atacarlos. Ariel tomó la pala de Jonás y le dio un golpe en la cabeza, que no pudo matar al zombi que se acercó. Le dio un segundo golpe y lo pudo tirar al piso, donde empezó a golpearlo repetidamente con la pala en la cabeza hasta que lo mató.

    Robert y Lucas eran más directos y clavaron sus cuchillos en las cabezas de los que los habían atacado, matándolos al instante. Ahora solo quedaban dos. Jennifer quería matar a uno de ellos, así que tomó el martillo que Emmanuel dejó en la camioneta y se acercó a uno de los zombis. Le dio un buen martillazo, que lo hizo retroceder, pero no lo mató. Le dio otro golpe, que lo dejó muy aturdido al zombi y luego lo mató. Fue ahí cuando el quinto zombi atacó a Jennifer. Ella se las arregló para ponerle las manos en el cuello y retenerlo, pero no podría con él.

    — ¡Ayuda! — gritaba la chica.

    Ariel y Lucas corrieron para ayudarla. Ariel llegó primero y le dio un golpe a la cabeza al zombi con la pala, tirándolo al piso.

    — Mátalo — decía Ariel mientras usaba la pala para mantenerlo en el suelo.

    Jennifer se agachó y le pegó en la cabeza con el martillo hasta que lo mató.

    — Gracias por la ayuda — decía Jennifer sonriéndole a Ariel.

    — ¿Podemos irnos antes de que más de esos aparezcan? — preguntaba Lucas interrumpiendo a la chica.

    — Estoy de acuerdo, vámonos — dijo Robert.

    Todos subieron nuevamente a la camioneta manteniendo las posiciones que habían tomado al principio, y reanudaron el viaje. Habían visto el cartel y vieron que había un pueblo a unos 60 kilómetros.

    — Nos quedaremos ahí esta noche — decía Robert — Sé que Jonás estará de acuerdo.

    — Esperemos que sea seguro — decía Lucas mirando la carretera — Un momento, ¿qué es eso?

    Robert, Ariel y Jennifer miraron hacia la carretera para ver qué era lo que Lucas había visto. Todos pudieron ver a una persona a lo lejos, pero no distinguían si era hombre o mujer. Melanny, quien estaba atrás, lo vio también. Robert le dijo a Lucas, Ariel y Melanny que se prepararan para disparar en cuanto él diera la señal. Los tres tenían cargadas y preparadas sus armas. A medida que se acercaban vieron que era un hombre que estaba pidiendo dejada con los dedos, tenía un rifle de francotirador en la espalda.

    Robert bajó la velocidad y estacionó a una distancia prudente. Melanny le apuntaba desde la camioneta, mientras que Ariel y Lucas abrieron sus puertas con las ventanillas bajas y le apuntaban al hombre a través de ellas.

    — Por favor, no me hagan nada, solo quiero un aventón — decía el hombre levantando las manos.

    — ¿Quién eres y a dónde vas? — preguntaba Lucas.

    — Voy hacia El Parque del Hielo, ¿lo conocen? — preguntaba ese hombre.

    — Yo sí, queda a unos 200 kilómetros de aquí más o menos — decía Robert — ¿Por qué quieres ir ahí?

    — He visto que los cadáveres son más lentos con el frío — respondió aquel hombre — Y ese era el lugar más frío del país que estaba cerca de mi casa. ¿Pueden llevarme?

    — ¿Cómo te llamas? — preguntaba Ariel.

    — Soy Damien — respondía aquel hombre — Tengo una mochila con suministros, si quieren puedo darles algunos a cambio del paseo.

    — ¿Dónde está? — preguntaba Melanny — Desde aquí solo veo que tienes un rifle.

    — La tengo escondida — respondió Damien — En caso de que alguien intentara robarme, no quiero que me la quiten. La enterré debajo de donde estoy parado.

    — Tenemos una pala — decía Robert — Te ayudaremos. Pero primero tenemos que ver algunas cosas.

    — Seguro — contestó Damien.

    Robert despertó a Jonás. Este, que aún tenía sueño, estaba muy confundido. Decidieron explicarle la situación. Le contaron acerca de Damien y lo que este quería Jonás estuvo de acuerdo con ayudarlo. Este se bajó con su pala y se presentó ante el desconocido.

    — Hola, mi grupo me dijo que te llamas Damien — decía Jonás saludando al desconocido — Yo soy Jonás.

    — Un gusto — decía Damien dándole la mano — Mis cosas están enterradas aquí.

    Robert y Lucas se acercaron a Damien y le quitaron el rifle de las espaldas. Robert lo sostendría mientras que Lucas apuntaría a Damien con su arma. Este estaba confundido.

    — ¿Por qué hicieron esto? — preguntó Damien sin entender lo que pasaba — Si quisiera dispararles, lo habría hecho desde lejos.

    — Nada personal, Damien, solamente que ayer unos desconocidos nos atacaron — respondió Jonás — Mataron a dos de los nuestros y tenemos a uno herido.

    — Entiendo, pero ese es mi rifle — decía Damien — Y espero que me lo devuelvan.

    — Lo haremos — decía Lucas — Pero luego de asegurarnos de que no le harás daño a nadie.

    Jonás desenterró la mochila de Damien, la sacó del agujero y la abrió. Vio que tenía comida suficiente para todos para tres días y una cadena con un candado.

    — ¿Por qué es la cadena? — preguntaba Jonás.

    — El rifle no es muy bueno a corta distancia — respondió Damien — Esa es mi arma.

    — Subirás a la parte de atrás con Robert — decía Jonás — Melanny, tu viajarás adelante. Nos quedaremos con tus cosas hasta que nos dejes de parecer peligroso. No hagas nada estúpido.

    — No lo haré — decía Damien.

    Todos tomaron las posiciones que Jonás les había dicho y continuaban su camino al pueblo, que era donde pasarían la noche. Ariel quiso decirle algo a Jonás.

    — Deberíamos decirle de Bahía Luminosa — dijo Ariel aprovechando que casi todos estaban ahí.

    — Es muy arriesgado — decía Lucas.

    — Tú dijiste que necesitaríamos un francotirador en el grupo — le contestaba Ariel.

    — Y es verdad, pero no necesitamos un desconocido con nosotros — respondió Lucas.

    — Robert lo mantendrá vigilado — decía Jonás — Si él nos dice que le parece un buen tipo, le diremos sobre Bahía Luminosa. Hasta eso ninguna palabra.

    Ariel entendía las precauciones que había que tomar, y aunque quería decirle a Damien sobre su viaje, sabía que primero tenían que asegurarse de que fuera una buena persona.

    Damien estaba en la parte de atrás con Robert y Cóndor y con Hernán.

    — ¿Los tipos que los atacaron le hicieron esto? — preguntaba Damien tratando de hacer conversación.

    — Así es — respondió Robert — Mataron a dos de los nuestros, nos dispararon a nosotros tres, y casi matan a Jonás y a Wendy.

    — Tal parece que no todos los que están vivos son buenas personas — decía Damien.

    — No, es por eso que a partir de hoy empezamos a tomar precauciones — respondía Robert.

    Finalmente, luego de viajar, llegaron al pueblo. Lo que hicieron fue buscar una casa donde pasar la noche. Ellos preferían que estuviera separada de otras casas para no tener que sufrir ataques de zombis durante la noche. Tras una búsqueda por medio pueblo, encontraron una cuadra donde había únicamente tres casas, los demás eran negocios cerrados.

    Fueron a la casa más alejada y todos bajaron. Tocaron la puerta para poder llamar la atención de todos los zombis que estuvieran adentro. Tras unos instantes, escuchaban algunos gruñidos. Estaban a punto de enfrentarlos.

    — Muy bien, Robert, Lucas, Ariel, ustedes me ayudaran a matarlos a todos — decía Jonás.

    — No es necesario que lo hagan los cuatro juntos — dijo Damien — Denme mi cadena con candado y yo los mataré a todos por mi cuenta.

    — ¿Seguro que no necesitas ayuda? — preguntó Jennifer.

    — Confíen en mi — respondió Damien — Los mataré a todos. Y si muero, ya no tendrán que preocuparse por mí.

    — Como quieras — decía Jonás aceptando la propuesta de Damien.

    Melanny tomó la mochila del nuevo y le entregó su cadena con candado. Robert y Lucas lo apuntaban por sus armas.

    — No hagas nada estúpido y estarás bien — decía Robert.

    — Solo vean y aprendan — decía Damien.

    Damien abrió la puerta de una patada, permitiendo que cuatro zombis salieran de la casa. Tomó su cadena con su brazo izquierdo y usaba el derecho para sacudirla en el aire. El candado estaba en la punta. Damien vio acercarse a los zombis y los golpeó en la mandíbula con el candado. Los golpes eran tan fuertes que a los zombis se les caían los dientes poco a poco.

    — Primero se aseguran de que los cadáveres no los muerdan — decía Damien.

    Ahora que los zombis eran inofensivos, volvió a sacudir las cadenas y les dio a los cuatro un golpe seco en la cabeza a cada uno. Los cuatro zombis habían caído derrotados y no presentaron una amenaza para Damien.

    — Y luego los matan como quieran — agregó mientras dejaba de mover las cadenas.

    Damien le devolvió las cadenas a Melanny para que las guardara en su mochila. Entendía que aún no se había ganado la confianza de todos, aunque el grupo le permitiría pasar la noche con ellos.

    Jonás y Robert bajaron a Hernán de la camioneta y lo recostaron en un sofá que había dentro. Había una cama matrimonial, cinco camas individuales y otro sofá más pequeño. Melanny dormiría con su hija en la del matrimonio. Damien dijo que dormiría en el sofá porque no quería que nadie se quedara sin cama. Jonás, Robert, Jennifer, Lucas y Ariel tomarían cada uno una cama individual, Cóndor dormiría debajo de la cama de Jonás.

    Para asegurarse de que no sufrirían ataques de zombis, estacionaron la camioneta en una posición que bloqueara la puerta, evitando así que unos visitantes inesperados pudieran entrar. Jonás se guardó las llaves de su camioneta en la funda que tenía su almohada para asegurarse de que Damien no pudiera ir a ningún lado. También todos descargaron los suministros que tenían e hicieron un inventario. Si algo llegaba a faltar, sería lógico para ellos que Damien quería robarles. Así que decidieron esperar y ver qué pasaba con el nuevo.
     
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    Agus estresado

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    Día tras día
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    Día 19:

    Durante la madrugada, Damien se había despertado muerto de sed. No quiso gastar los suministros del grupo así que fue a la cocina de la casa, abrió la llave de agua fría, la amontonó en sus manos y la tomaba. Fue una casualidad que en ese momento, Hernán, quien se encontraba cerca de él, despertara.

    Este estaba confundido ya que lo último que recordaba era el disparo recibido por Snake. Cuando vio que era de madrugada y que no estaba en la carretera empezó a sospechar que había sido capturado y que su familia había muerto. Se levantó adolorido y al darse vuelta, vio a Damien secándose la boca después de tomar agua. Damien lo vio y se quedó mirándolo fijamente.

    — ¡¿Quién eres tú?! — preguntaba Hernán al desconocido — ¡¿Qué me hiciste?! ¡¿Dónde está mi familia?!

    — Tranquilo, Hernán, te aseguro que no hice nada — respondía Damien — Soy Damien. Tu grupo me recogió ayer en la carretera. No tienes nada de qué preocuparte. Tu esposa y tu hija están a salvo.

    — ¿Dónde están? — preguntaba Hernán.

    — Te llevaré con ellas — respondía Damien.

    El nuevo llevó a Hernán al cuarto donde se encontraban su esposa y su hija. Hernán sintió una gran tranquilidad cuando las vio a las dos dormir sanas y salvas en una gran cama. El hombre decidió acomodarse para dormir con ellas. Damien observó esta escena con mucha felicidad. El nuevo retornó a su sofá y siguió durmiendo.

    Al cabo de unas horas, el sol ya había salido y todos se encontraban cargando las cosas en la camioneta. Todos estaban felices de que Hernán finalmente despertara, principalmente Melanny y Wendy, que sonreían como nunca. Jonás estaba afuera con su perro, Melanny, Wendy y Robert cargando las cosas. Hernán, Damien, Lucas, Ariel y Jennifer estaban buscando abrigos para todos. Tenían 3 y les faltaban otros 6.

    Jennifer estaba revisando el armario de una habitación y encontró un abrigo para Wendy. Ariel entró para decirle algo.

    — Jennifer, encontré este abrigo en uno de los armarios — decía Ariel — Estoy seguro de que es de tu talle.

    — Déjame probarlo — contestaba la chica poniéndose el abrigo — ¿Cómo me queda? — preguntó luego de ponérselo.

    — Te queda muy bien — respondía Ariel — Que bueno que lo…

    Pero Ariel no pudo terminar lo que iba a decir porque recibió un beso en la boca de parte de la chica.

    — Gracias — decía la chica luego del beso.

    — Jennifer — decía Ariel tomando a la chica para darle otro beso.

    Ambos chicos volvieron a besarse. Lucas entró a la habitación llevando dos abrigos, uno sería para Ariel y el otro sería para él mismo. Entonces fue cuando vio como Ariel y Jennifer se estaban besando. Antes de decir algo, salió de la habitación.

    — Será mejor ver a los demás — decía Ariel interrumpiendo el beso.

    Cuando salieron, vieron que Lucas estaba junto a Hernán y Damien. El chico tenía un abrigo solo.

    — ¿Encontraron algo más? — preguntó Ariel.

    — Yo solo encontré este — respondió Lucas — Me lo quedo. Lo siento.

    — Nosotros no encontramos nada más — decía Hernán.

    — Entonces podemos irnos — dijo Jennifer.

    Al salir, la chica le dio a Wendy el abrigo que encontró. La niña lo agradeció mucho. Hernán, Jonás, Robert, Lucas, Jennifer y Wendy llevarían abrigos dado a que los que tenían eran de su talle. Cóndor no necesitaría uno por su pelaje, al menos no por el momento. Eso quería decir que los únicos que necesitaban abrigo serían Ariel, Melanny y Damien.

    Una vez que cargaron todas las cosas, Cóndor empezó a ladrar. El grupo miraba para ver de qué se trataba y vieron como tres zombis se acercaban a ellos. Damien pidió la cadena para poder matarlos por su cuenta, pero Lucas decidió ponerse junto a él.

    Damien se acercó a los primeros dos y primero les dio un golpe con la cadena y el candado para quitarles los dientes, aunque no pudo tirarlos todos.

    — Los cadáveres, por lo general muerden con los dientes de adelante — decía Damien luego de que sus golpes no lograran lo que él quería — Pero es mejor tirarlos todos.

    Luego de eso volvió a golpear a los zombis con su candado, logrando finalmente tirarle los dientes a los zombis. Acto seguido, repitió los movimientos de la cadena y mató al primero de ellos de un golpe seco. Al segundo lo esquivó y lo tomó por atrás, apretando su cuello con las cadenas, como si fuera a asfixiarlo. Una vez que lo tenía atrapado, empezó a hacer fuerza con sus brazos hasta que las cadenas le destrozaron el cuello al zombi. Le dio un rodillazo en la espalda que lo hizo caer y luego le dio otro rodillazo en la cabeza que hizo que esta saliera del cuerpo. Finalmente, mató al zombi pisándole la cabeza.

    El tercero se acercó a Lucas. Lucas no esperó a esquivarlo para matarlo de espaldas, sino que le clavó el cuchillo en el cuello al zombi. Este intentaba morderlo, pero no podía acercar su boca hasta el cuerpo de Lucas, porque su cuello era retenido. Lucas pateó la pierna del zombi y quitó su cuchillo del cuello del mismo, causando que el zombi cayera boca abajo. Lucas se agachó y le clavó su cuchillo matándolo de un golpe, pero a pesar de eso, le volvió a clavar el cuchillo unas cinco veces más, cada una con más furia que la anterior.

    — Lucas, ¿estás bien? — preguntaba Robert viendo la forma de actuar de su amigo.

    — Estoy bien, solo que…— decía Lucas mientras pensaba una excusa — Este zombi se parece mucho al que mató a mi tío. No podré matar a ese, pero si puedo matar a este.

    — Será mejor irnos antes de que otros aparezcan — decía Jonás.

    — Yo conduzco — dijo Hernán — Es hora de pagar el favor que me hicieron.

    Hernán iría manejando mientras que Melanny cargaría a Wendy en el asiento del acompañante. En los asientos de atrás irían Robert, Lucas y Jennifer. Ariel iría en la parte de atrás con Jonás, Damien y Cóndor. Ariel y Jonás habían estado pensando en decirle a Damien acerca de su viaje.

    — Dime, ¿aún tienes ganas de ir a ese Parque del Hielo? — preguntaba Jonás.

    — Pues, lo veo como una de mis mejores opciones — respondió Damien — Sé que no todos confían en mí plenamente, y no quiero causarles ningún problema. Les aseguro que les daré algo de comida de mi mochila cuando lleguemos por este favor que me están haciendo.

    — Tenemos algo que decirte — decía Ariel.

    — ¿Qué es? — preguntaba Damien.

    — Teníamos que asegurarnos de que eras una buena persona antes de decírtelo — contestó Jonás — Y lo que vimos nos ha convencido. No tienes por qué ir a ese lugar.

    — ¿Por qué no? — preguntaba Damien muy confundido.

    — Porque existe otro lugar — decía Ariel — Se llama Bahía Luminosa. Es un lugar preparado por el gobierno para catástrofes como estas. En cuanto el apocalipsis se salió de los centros médicos, estos dieron aviso a los policías de llevar a todos los que puedan ahí. El oficial Martinez me encontró y me dijo sobre ese lugar.

    — ¿Y dónde está ahora? — preguntaba Damien.

    — Ha muerto, pero afortunadamente, Ariel sobrevivió — decía Jonás — Él reunió al grupo, y yo lo dirijo ahora. Así que tienes que responder. ¿Vienes con nosotros?

    Damien empezó a reflexionar sobre lo que estos le habían dicho. Se sentía muy feliz. Conoció al grupo un hace menos de un día y ellos ya estaban dispuestos a confiar en él. Damien pensó que Bahía Luminosa podría ser el único lugar que quede en pie, y que si dejaba al grupo, difícilmente encontraría otro, y de hacerlo, podría no ganarse la confianza de ellos. Eso lo llevó a una decisión.

    — Acepto — decía Damien muy feliz por la propuesta recibida — Lleguemos a Bahía Luminosa y pongámonos a salvo.

    Jonás y Ariel estaban alegres de escuchar que su nuevo amigo había aceptado la oferta. En el interior de la camioneta, la conversación era otra.

    — Robert, Jennifer — susurraba Lucas en voz baja para que Hernán, Melanny y Wendy no escucharan — Tenemos que hacer algo.

    — ¿Qué es? — preguntaba Robert, también en voz baja, algo intrigado por la forma de hablar de Lucas.

    — Separarnos del grupo — decía Lucas — Piensen en esto. Nunca hemos visto a ese oficial Martínez, ni tampoco hemos escuchado con nuestros propios oídos algo sobre Bahía Luminosa. Podría ser mentira.

    — ¿Crees que Ariel y Kelly mentirían? — preguntaba Jennifer sin creer lo que Lucas decía.

    — Kelly no — respondió Lucas — Pero Ariel sí. Ellos no se conocieron el mismo día. Y estoy seguro de que Kelly no conoció al oficial Martinez. Mi idea es que no existe nada en Bahía Luminosa, ni tampoco existió el oficial Martinez.

    — ¿Por qué Ariel se inventaría algo así? — preguntó Robert — ¿Por qué eligió una ciudad en el sur?

    — Porque no quería estar solo — respondió Lucas — Él se despertó luego de que esto empezó, y no quería estar solo, así que inventó la idea de un policía y de una ciudad segura para poder permanecer unido a la gente. Eligió una ciudad del sur para que el viaje sea largo y poder estar rodeado de gente la mayor cantidad de tiempo posible. Yo digo que nos mintió, y que también les mintió a Jonás y a Hernán.

    — No te ofendas, pero esta mañana tuviste esa conducta rara con el zombi, y ahora estás actuando algo paranoico — decía Robert — ¿Estás seguro de que estás bien?

    — ¿Paranoico? — preguntaba Lucas sin creer lo que Robert decía — No tenemos ninguna prueba de que ese lugar exista o de que esté en buen estado. La única persona que sabe de eso es un oficial muerto del cual tampoco tenemos pruebas. Le creímos a Ariel, decidimos seguirlo y por eso Emmanuel terminó muerto. Tenemos que separarnos de él, antes de que le pase lo mismo a uno de nosotros.

    — Lucas, yo sé bien que Ariel no mintió — le decía Jennifer — Emmanuel no murió por seguirlo a él. Murió por mi culpa, yo ya lo he asumido. Pero no podemos separarnos del grupo. La camioneta pertenece a Jonás, nadie más aceptaría ir con nosotros, y nos necesitamos a todos para protegernos. Tienes razón de que no sabemos si ese lugar está a salvo, pero tengo la esperanza de que sea verdad y así poder sobrevivir. Si no nos hubiéramos enterado de Bahía Luminosa estaríamos vagando sin rumbo y sin esperanza alguna. Yo no me separaré del grupo. Ni de Ariel, ni de Jonás, y tú tampoco deberías hacerlo.

    — No le voy a decir nada a Jonás sobre lo que dijiste — dijo Robert — Y Jennifer tampoco lo dirá. Pero espero que dejes de actuar de esa forma extraña. Es raro que hayas pensado justo hoy en separarte del resto del grupo, y no cuando los conocimos. Sé que algo te pasó, porque tú no actuaste así. Incluso confiaste en mí sabiendo que era un convicto. No voy a decir nada sobre lo que dijiste, pero si sigues actuando raro, no tendré otra opción que hacerlo.

    Lucas estaba muy frustrado por haber escuchado lo que sus compañeros le dijeron. Su plan para que los tres se separaran del grupo no habían funcionado, y además eso terminó causando que sus compañeros empezaran a desconfiar de él. No había duda de que el resto del viaje sería incómodo, y mucho más sabiendo que Ariel y Jennifer seguirían hablando entre ellos.


    Día 21:

    A lo lejos, se podían ver unas nubes negras, lo cual daba a indicar que una tormenta llegaría pronto. La camioneta estaba estacionada en frente de una mansión. El grupo estaba parado delante de la puerta de la mansión, hablando entre ellos. Todos llevaban puesto abrigos, lo que quería decir que ya encontraron los que les faltaban. Iban a entrar a la mansión y se iban a acomodar ahí. Se veía a varios zombis en el patio, y probablemente hubiera más en el interior. Jonás le hablaba al grupo.

    — Muy bien, todos saben que hacer —decía Jonás a todos — Con esa tormenta viniendo hacia nosotros, no nos queda otra opción que quedarnos aquí. No encontraremos otro lugar como este para refugiarnos, así que este plan debe funcionar. Si no resulta, el viaje termina aquí. ¿Listos?

    — Claro que sí — decía Robert.

    — Tomen sus posiciones — decía Jonás.

    Robert y Lucas golpearían la puerta de la reja para poder abrirla, permitiéndole a Melanny entrar conduciendo la camioneta. Wendy iría con ella dentro de la camioneta para estar a salvo. Damien iría en la parte de atrás disparando a todos los zombis del patio, usando la munición y un silenciador encontrado el día de ayer. Luego de eso, Robert, Lucas, Jennifer, Ariel y Hernán entrarían a la mansión matando a todos los zombis que hubiera adentro. Jonás se quedaría con Cóndor para ver que los zombis que sean atraídos por el ruido de la camioneta no pudieran entrar. El líder dio la señal.

    — ¡Ahora! — gritó Jonás.

    Robert abrió la puerta, llamando la atención de los zombis. Melanny entró en la mansión conduciendo la camioneta. Atropelló a dos zombis en la puerta, y una vez adentro, Damien empezó a disparar con su rifle a los que estaban dentro. No eran más de 15, y no le dieron problemas. Con una bala para cada uno, Damien logró eliminarlos a todos.

    El resto del grupo empezó a correr hacia la puerta, la cual, Hernán destrozó con la llave mecánica. Lo primero que encontraron fue una sala llena de zombis, los cuales los atacaron.

    Robert tenía la cadena de Damien, porque era el que mejor la usaba. Él se encargó de matar a los que atacaban primero, y después, Lucas y Hernán fueron por un lado mientras que Jennifer y Ariel por el otro. Los dos pares mataron a todos los zombis que se acercaban a ambos. Hernán y Jennifer los golpeaban en la cabeza para desequilibrarlos, mientras que Lucas y Ariel los eliminaban muy fácilmente. Melanny entró para ayudar a sus amigos, mientras que Damien se quedó en la camioneta para ver que no entraran. Algunos zombis que se acercaban por el ruido eran eliminados por Jonás y Cóndor. El perro los derribaba y Jonás les daba un golpe que los mataba.

    En unos diez minutos, el grupo fue capaz de eliminar a todos los zombis que había en todas las habitaciones. Jonás fue a guardar su camioneta en el garaje, Damien y Robert limpiarían los cadáveres mientras el resto del grupo exploraría el lugar. Antes de eso, todos guardaron sus armas en la sala.

    — Sin duda era de un político — decía Hernán viendo las habitaciones — Si todos nosotros juntáramos todo nuestro dinero, aun así sería imposible tener un lugar como este.

    La mansión era enorme, tenía dos salas, una en la entrada y otra a la izquierda. En el piso de arriba había cuatro habitaciones con 2 camas individuales cada una y una cama matrimonial. Un baño en el centro de la planta baja que era enorme. Un ático que tenía una ventana por la cual se podía ver el paisaje. Una cocina, un comedor y una sala de reuniones. El garaje no estaba dentro de la mansión.

    — Seguro tienen mucha comida — decía Jennifer inspeccionando la mansión con Melanny y Wendy.

    — Mamá, ¿Qué es el caviar? — preguntaba Wendy abriendo la heladera, la cual aún funcionaba.

    — Es una comida que ninguno de nosotros ha probado en su vida — decía Melanny haciendo reír a todos — La heladera funciona, probablemente este lugar tenga luz eléctrica.

    — Podríamos quedarnos aquí hasta que la energía se corte — decía Hernán — Podríamos consumir la comida que tienen aquí para no gastar la nuestra. La tormenta golpeará muy fuerte.

    — No es una mala idea — decía Jonás entrando junto a Cóndor — Nos vendrían bien unos días de descanso de la carretera.

    — Será mejor que nos repartamos las habitaciones — decía Damien entrando para lavarse las manos después de haber tocado a los muertos.

    — Mi esposa y yo dormiremos en la de la cama matrimonial, junto a mi hija — decía Hernán.

    — Yo dormiré en la habitación con dos camas que queda en el medio — decía Jonás — Cóndor dormirá debajo de mi cama.

    — Yo estaré en esa habitación contigo — decía Damien — Si algo pasa, podremos ayudar a cualquiera que esté en problemas.

    — Ariel y yo compartiremos una de las habitaciones con dos camas — decía Jennifer.

    — Entonces, Lucas y yo compartiremos la otra — agregó Robert — ¿Verdad Lucas?

    — Sí, como digas — decía Lucas retirándose del lugar nada contento para ir a su habitación.

    Robert decidió ir con él para ver si todo estaba bien. Jennifer se acercó a Jonás para decirle algo en el oído. Hernán, Melanny y Wendy subían a su habitación para acomodarse. Luego de que Jennifer habló con Jonás, fue con Ariel.

    — ¿Quieres que demos un paseo por los al rededores? — preguntaba la chica a Ariel.

    — Seguro — contestó Ariel muy feliz.

    Ambos chicos salieron de la mansión.

    — Se puede ver el amor entre ellos desde kilómetros — decía Damien en un tono gracioso mirando a Jonás — ¿No crees?

    Jonás no respondió y estaba preocupado por lo que había escuchado de Jennifer. Damien lo vio y pensó que le pasaba algo.

    — ¿Estás bien? — preguntaba Damien.

    — Sí — decía Jonás tranquilizando a Damien — Tengo que hablar con Robert. ¿Podrías ir a las habitaciones y ver si tienen algo útil que llevar?

    — Oki doki — respondió Damien.

    El nuevo empezaba a recorrer la mansión buscando armas o herramientas que le podrían venir bien al grupo.

    En una de las habitaciones, Lucas discutía con Robert.

    — ¡Dime que te pasa! — ordenaba Robert a Lucas — ¡Algo raro te está pasando!

    — ¡Te estoy diciendo que estoy bien! — respondía Lucas levantando la voz.

    — ¿Te han mordido? — preguntaba Robert algo preocupado por la actitud de su compañero.

    — ¡No! — respondía Lucas.

    — Entonces, dime que tienes — decía Robert.

    — ¡Te dije que nada! — decía Lucas empezando a perder la paciencia.

    — Cuando me encontraste en esa celda y no me conocías, confiaste en mí — decía Robert — Entonces, ¿por qué no confías en mí ahora?

    En ese momento, Jonás apareció en la puerta de la habitación, pero no escuchó nada de la conversación.

    — Robert, necesito una charla en privado — decía Jonás entrando a la habitación — ¿Nos dejas un minuto, Lucas?

    — Sí, iré a estirar las piernas — respondía el joven saliendo del lugar.

    Lucas bajó las escaleras y se fue a la sala en donde el grupo había dejado todas las armas cuerpo a cuerpo. Lucas tomó su los cuchillos y el martillo para esconderlos en los cajones de la cocina. Luego volvió a la sala y tomó la cadena con el candado de Damien, la observó atentamente unos segundos, y una vez que se aseguró que nadie lo estuviera viendo, se la escondió dentro del abrigo.

    Ariel y Jennifer por su parte, estaban caminando tranquilamente por la parte de atrás de la mansión, por donde se podía ver desde lejos, unas montañas. El cielo estaba negro desde atrás de las mismas. Todo parecía indicar que la tormenta golpearía por unos días.

    — Tú estudiabas abogacía, ¿verdad? — preguntaba Jennifer tomando el brazo de Ariel.

    — Así es — respondía Ariel sin resistirse a lo que Jennifer quería — Tú querías ser la importante gerente de una empresa. Es probable que hubiéramos trabajado juntos.

    — Pienso que esa es la vida que el apocalipsis nos quitó — decía Jennifer viendo como las nubes se acercaban cada vez más — Y esta es la vida que nos trajo.

    Ariel tomó las manos de Jennifer y ambos se dieron un beso que duró un rato largo. Luego del beso, Jennifer abrazó a Ariel muy cariñosamente, como si llevaran un largo tiempo saliendo juntos.

    — Iré al baño para arreglarme el cabello como mi madre lo arreglaba para mi padre — decía Jennifer — Ahora regreso.

    — Te espero — contestaba Ariel viendo como la chica se iba.

    Ariel se quedó viendo las nubes de tormenta por unos minutos. Ahora estas estaban más cerca y el chico fue capaz de ver los relámpagos que estaban en el interior de ellas. Luego alguien le habló.

    — Ariel — decía Lucas desde atrás de él.

    — Lucas, ¿qué quieres? — preguntaba Ariel dándose vuelta para ver al chico.

    — Vine a hacerte un favor — decía Lucas acercándose a él.

    — ¿Cuál es? — preguntaba Ariel.

    — ¿No sientes que te da miedo morir en manos de esos zombis? — preguntaba Lucas.

    — Claro que me da miedo que ellos me maten — respondía Ariel — Es lo que más me asusta ahora.

    — Entonces te ayudaré — decía Lucas metiendo la mano en su abrigo y sacando las cadenas de Damien — No serán ellos los que te maten.

    Lucas golpeó a Ariel con el candado con un golpe no muy fuerte, y antes de que Ariel gritara por ayuda, se le tiró encima, le envolvió el cuello con las cadenas y empezaba a apretarlo.

    Jennifer se encontraba en el baño. Vio que la mansión tenía una puerta trasera y la usó, por lo que pudo ir al baño sin tener que dar la vuelta. Ella estaba mojándose el pelo y peinándolo como su madre de la forma en la que lo recordaba. De repente, se asustó cuando escuchó un grito que venía de la sala.

    — ¡JONÁS! — gritaba Damien muy desesperado — ¡Nos han robado!

    Jonás y Robert bajando corriendo cuando escucharon el grito de Damien. Detrás de ellos iban Hernán y Melanny, quienes habían dejado a Wendy arriba para que esté a salvo. Cóndor también se quedó arriba. La última en llegar fue Jennifer.

    — ¡Alguien tomó nuestras armas de cuerpo a cuerpo! — gritaba Damien muy desesperado.

    — ¡¿Dónde están Lucas y Ariel?! — preguntaba Jonás algo alterado.

    — ¡Ariel está afuera! — exclamó Jennifer tan desesperada como el resto del grupo.

    — Dios — decía Jonás mientras empezaba a correr.

    Robert, Hernán, Melanny y Jennifer lo siguieron, mientras que Damien subió para buscar su rifle, ya que lo había dejado arriba.

    Todos corrieron por la parte del frente y al no encontrar a los chicos dieron la vuelta hacia la parte de atrás. Ahí fue cuando vieron a Lucas con las cadenas de Damien intentando asfixiar a Ariel, mientras que este se resistía como podía.

    — ¡Lucas! — gritaba Jonás corriendo hacia el chico.

    Robert se adelantó a Jonás y se acercó a Lucas, tomándolo del cuello y separándolo de Ariel. Jonás levantó al otro chico del piso mientras que Hernán y Melanny le quitaban las cadenas del cuello. A Ariel le dolía mucho el cuello y le faltaba un poco el aire. Jennifer se horrorizó cuando vio eso.

    — ¡Robert, déjame ir! — gritaba Lucas.

    — ¡Estás loco! — preguntaba Jonás gritándole al chico — ¡¿Qué estabas pensando?! ¡¿Acaso no alcanza con esas cosas ahí afuera tratando de matarnos?!

    — ¡Te ha mentido! — respondió Lucas a los gritos — ¡Nos ha mentido a todos! ¡Bahía Luminosa no existe!

    — ¡¿Estás escuchando lo que dices?! — preguntaba Hernán — ¡Casi matas a Ariel!

    — ¡Ariel casi hace que las serpientes nos maten a todos hace días! — gritaba Lucas volviéndose loco — ¡Dilo Ariel, Bahía Luminosa es un invento tuyo para estar protegido! ¡Nunca te encontraste al oficial Martinez!

    — No es…mentira — respondió Ariel hablando con dificultad — Nunca les…mentiría...Kelly creyó en mí.

    — Jonás — decía Jennifer — Sé por qué Lucas hizo esto.

    — ¿De qué hablas? — preguntaba Jonás.

    Damien estaba llegando con su rifle y vio como Robert y Hernán sostenían a Lucas y a Ariel respectivamente.

    — Ariel y yo empezamos una relación, y Lucas solamente está celoso — decía Jennifer — Él empezó a decir que Ariel mentía el mismo día en que yo y Ariel empezamos esto.

    Damien tomó sus cadenas desde el piso.

    — Jonás, esto es serio — decía Damien — Si Lucas tuviera más fuerza, Ariel estaría muerto.

    — Muy bien, Lucas, tendrás lo que quieres — decía Jonás — Dices que no le crees a Ariel y no quieres viajar con él. Entonces, te daré comida y tu cuchillo y podrás irte lejos de él y lejos de nosotros.

    — ¿Qué? — preguntaba Lucas — No sobreviviré ahí afuera.

    — Ariel casi no sobrevive a esto — decía Hernán — ¿Querías matarlo pero no quieres que te saquemos del grupo?

    — Escucha, Jonás — decía Lucas implorando perdón — Lamento lo que hice. Me dejé llevar. Lamento lo que le hice a Ariel y a todos. Prometo que no lo haré, pero por favor, deja que me quede. No sobreviviré a la tormenta, y si sobrevivo, los zombis me matarán.

    — Muy bien — decía Jonás — Damien, tráeme algo para atar a Lucas. No te echaremos, pero estarás con las manos atadas y no comerás ni beberás nada, ni tampoco usarás un arma hasta que no lo diga. Si te desatas, o si vuelves a intentar algo así, ni siquiera consideraré darte la oportunidad de que te vayas.

    Jonás se llevó a Lucas adentro junto con Damien para poder atarlo. Lucas estaba muy arrepentido porque sintió que había perdido la confianza del grupo con lo que había hecho. Jennifer abrazaba a Ariel, quien estaba empezando a toser por falta de aire. Hernán y Melanny decidieron llevar a Ariel adentro para darle algo de beber. Jennifer los acompañó. La chica no podía entender por qué Lucas había hecho lo que hizo.

    Un grupo de zombis que estaba cerca, escuchó los gritos y se acercó a la mansión, pero no podían cruzar por las rejas. Pasados unos minutos, la tormenta finalmente llegó. Las nubes empezaron a soltar las gotas de agua y el viento empezó a sopla. La temperatura se había levantado, y estar afuera sería una muerte segura.
     
  13. Threadmarks: Día 22-35
     
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    Día tras día
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    Género:
    Horror
    Total de capítulos:
    47
     
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    Día 22:

    El ruido del agua de la lluvia cayendo contra el asfalto y el techo de la mansión era muy ruidoso. Los relámpagos iluminaban casi todo el cielo, y los truenos se oían como bombas nucleares. En esta madrugada, para Jennifer era muy difícil poder dormir. Cada vez que cerraba los ojos, a su mente venían las imágenes de la tragedia. Veía a Emmanuel siendo apuñalado hasta la muerte y a Ariel siendo estrangulado por Lucas. Ella veía como Ariel dormía de forma tranquila, pero teniendo las cadenas aún marcadas en el cuello.

    Jennifer salió de su habitación y trató de dar una vuelta por la mansión hasta que pudiera dormir un poco. Cuando pasó cerca de la sala de reuniones, donde habían atado a Lucas, escuchó dos voces teniendo una charla. Se acercó para escuchar, pero sin abrir la puerta.

    — Supongo que me equivoqué — Jennifer reconoció que esa era la voz de Robert.

    — Tú no puedes decirme nada — contestaba la voz de Lucas — Tú ya mataste antes.

    — Eso fue en defensa propia — decía Robert — Tú casi matas a Ariel por unos celos.

    — Es mi problema — decía Lucas.

    — Lucas, escucha lo que dices — decía Robert — No tienes 13 años, y aunque los tuvieras, eso no justifica lo que hiciste.

    — Sigo sin entender el motivo de esta charla — respondía Lucas.

    — Espero que lo entiendas — decía Robert — Lucas, tú solo has matado zombis. No has tenido que matar gente. Una vez que lo haces, ya no habrá marcha atrás.

    — No creo que me afecte — respondía Lucas.

    — Lo hará — contestaba Robert — Puede hacerlo de tres maneras. Para algunos, la carga de matar a alguien es demasiado. No la resisten y terminan con su vida. A otros los afecta, pero pueden arreglárselas para vivir con ello y no causarle daño a nadie más. En cambio, a otros los vuelve insensibles. Hay algunos que cuando matan una vez, ya no pueden detenerse. Yo he tratado de tener control suficiente y he conseguido mantenerlo bajo control. No quiero volver a matar, pero si tengo que hacerlo, lo haré. Como con el tipo que nos atacó la semana pasada.

    — No he matado a Ariel, entonces, ¿Cuál es la moraleja? — preguntaba Lucas.

    — No hay — respondió Robert — Solo quería hacerte saber eso. Matar te convierte en alguien diferente. Yo me he convertido en alguien que solo mata cuando es necesario.

    Robert hacía una pausa para seguir hablando.

    — Lucas, tú eres mi amigo — le dijo Robert en un tono serio — Matarte sería algo que no quiero hacer. Tú ya sabes que solo mato cuando es necesario. Entonces, intenta hacer todo lo posible para que no sea así.

    Robert empezaba a caminar para salir de la sala. Jennifer no quería encontrarse con él, así que se apresuró. Decidió bajar las escaleras para ver si podía encontrar algo para beber. Ella fue a la cocina y se encontró con Jonás. Él se encontraba sentado en una silla reflexionando lo que había pasado mientras acariciaba a su perro, quien estaba dormido.

    — Jonás — decía Jennifer saludando a su amigo.

    — ¿Tú tampoco podías dormir? — preguntaba el líder del grupo.

    — No, es complicado — respondió Jennifer mientras tomaba un vaso para servirse agua — Después de lo que pasó.

    — Después de lo que pasó… — Jonás hacia una pausa.

    Jennifer bebía el agua de su vaso mientras Jonás se preparaba para decirle algo.

    — Dime Jennifer — decía Jonás — ¿Crees que hice lo correcto perdonándole la vida a Lucas?

    — Depende de lo que tú consideres como “lo correcto” — respondía la chica.

    — Hernán me dijo que debí haberlo matado — contestó Jonás — Y que si Lucas se acerca a Wendy, él lo matará sin pedir permiso. Damien me dijo que no tenía que manchar mis manos con sangre y que debí haber expulsado a Lucas para que se lo coman los zombis.

    — Yo estoy de acuerdo en que Lucas no merece quedarse en el grupo — respondió Jennifer — Ariel opinará lo mismo, y Melanny también. Debería estar muerto. Debiste haberlo matado.

    — Pero no quería — respondió Jonás algo triste.

    — ¡¿Por qué no?! — preguntaba Jennifer levantando la voz.

    El grito hizo que Cóndor se levantara asustado, pero luego se tranquilizó cuando vio que todo estaba bien. Aunque no pudo volver a dormir.

    — ¡Casi mata a Ariel! — gritaba Jennifer — ¡¿Por qué le das una segunda oportunidad?!

    — ¡Porque no soporto la idea! — gritaba Jonás.

    Su grito hizo que Jennifer se asustara un poco.

    — Lo lamento, no quise gritarte — respondió Jonás calmándose un poco — Es que no quiero pensar en eso.

    — ¿A qué te refieres? — preguntaba Jennifer.

    — No soy un hombre de piedra — respondía Jonás — Desde que esto empezó, no había perdido a nadie. Y en el mismo día, perdí a Emmanuel y a Kelly. Sus muertes me afectaron mucho. Matar a Lucas, significaba que iba a perder a alguien más. Lo cual no quiere decir que ignore lo que le hizo a Ariel. Tienes mi promesa de que no volverá a ponerle una mano encima, ni a Ariel ni a nadie. Y sí lo vuelve a hacer, haré lo que sea necesario. Pero no es algo que quiera hacer ahora.

    Jennifer decidió retirarse del lugar para volver a dormir, creyó que podría hacerlo ahora que sabía que Robert, Hernán y Jonás iban a vigilar a Lucas y a asegurarse de que no volviera a intentar lastimar a nadie. Jonás no se movía de su silla, y aparentemente iba a quedarse en la cocina por más tiempo.

    Jennifer se dio la vuelta cuando estaba a punto de salir.

    — Jonás — dijo Jennifer muy seria — Si Lucas ataca a Ariel otra vez, deja que sea yo quién lo mate.

    Jonás no respondió con palabras. En vez de eso, asintió con la cabeza y aceptó lo que la chica le dijo. Jennifer regresó a la habitación en donde estaba. Se recostó, y ahora pudo dormir bien.

    Finalmente llegó la mañana. Había varios zombis que intentaban atravesar las rejas de la mansión para entrar. Estos habían sido guiados hasta allá por la tormenta. Hernán se preparaba para salir a matarlos junto a Jonás y Robert. Damien vigilaría el perímetro para verificar que no hubiera ningún punto débil. Hernán hablaba con Melanny, mientras que Wendy seguía dormida en la cama.

    — Aún no estoy segura sobre la decisión de Jonás de mantener a Lucas aquí — decía Melanny.

    — Yo ya he hablado con Jonás — respondió Hernán — Si él se acerca a Wendy, lo mataré. No lo quiero cerca de ninguno de nosotros. Especialmente de Ariel.

    — Sé que Lucas dará problemas y tendremos que matarlo eventualmente — contestó Melanny — Vamos a tener que matarlo. Pero quiero que Wendy no lo vea. Ella ya vio demasiada violencia en muy poco tiempo. Sé que habrá que hacerlo, pero que no sea en frente de ella.

    — Entiendo — decía Hernán abrazando a su esposa — Te prometo que no lo verá. Tienes mucha razón acerca de ella.

    Hernán bajó las escaleras para encontrarse con el resto de sus compañeros. Robert y Jonás tenían dos cuchillos, mientas que Damien tenía sus cadenas. Hernán seguiría usando su llave mecánica. Jonás abrió la puerta y todos salieron.

    — Revisaré el perímetro — decía Damien empezando a caminar — Avisaré si veo un punto débil.

    Cuando Damien se fue, sus compañeros se acercaron a las rejas. Había diez zombis intentando entrar forzando las rejas que rodeaban la mansión. Robert se acercó a uno de ellos y clavó su cuchillo en la frente de este, matándolo instantáneamente. Jonás atravesó el cráneo del siguiente. Hernán simplemente tomó su llave y le partió el cráneo de un golpe al tercero.

    Los otros siete zombis que intentaban entrar, fueron detenidos de la misma forma. No quedaban muchos más alrededor, así que Jonás y Robert salieron para moverlos y que no estorben en caso de tener que salir de la mansión a las prisas.

    Damien caminaba por los alrededores sin observar ningún punto débil. Aparentemente, la mansión era segura y podrían quedarse un tiempo ahí.

    Día 35:

    Tras casi dos semanas viviendo en esa mansión cómodamente, la electricidad del lugar se había terminado. El grupo supo que ya no tenía sentido que se quedaran ahí. El invierno ya había llegado, y ahora en su camino a Bahía Luminosa sería mucho más difícil. Tomaron toda su comida, sus armas, y todo lo que era útil en la casa para poder partir de nuevo en su viaje.

    Lucas había sido desatado hace unos días atrás, pero nadie le hablaba y siempre tenía a alguien vigilado. Lucas no intentó en ningún momento robar las armas de los demás, ni tampoco atacar a nadie, por lo que el grupo pensó que ya estaba bajo control. Era hora de seguir el viaje. Hernán conduciría la camioneta con Melanny y Wendy en el asiento del conductor. Jennifer, Ariel y Damien irían en los asientos de atrás. En la parte de atrás, viajarían Lucas, Robert, Jonás y Cóndor.

    Finalmente la camioneta arrancó. Al grupo le quedaba comida para varios días, además de que se habían llevado toda la comida que quedó de la mansión para comerla en el camino.

    El grupo llegó a la carretera. Todos asumían que el camino hacia Bahía Luminosa sería largo.

    En la carretera había varios zombis caminando lentamente. Hernán los pasaba por encima con su camioneta, y estos se morían con más facilidad.

    — Su sangre no circula como la nuestra — decía Lucas — Y hace mucho frío aquí. Eso los hace más lentos y más débiles.

    — Lo malo es que el frío también nos afecta a nosotros — decía Robert — No entramos todos en el interior de la camioneta, y dormir afuera nos mataría, así que tendremos que hacer varias paradas en busca de refugio.

    — Una vez que se pasen las cuatro de la tarde, iremos al pueblo más cercano que haya y encontraremos una casa ahí — respondió Jonás — La mansión estaba bien, pero si nos quedábamos más tiempo, nos habríamos comido toda nuestra comida.

    En el interior del auto, se mantenía otra conversación.

    — La carretera otra vez — decía Hernán — Probablemente nos tome tres semanas llegar hasta Bahía Luminosa si tenemos que parar a buscar refugio más temprano.

    — Eso es mejor que morir congelado — respondió Damien — Si te cansas, dame el volante y conduciré.

    — Mamá, tengo frío — decía Wendy abrazando a su madre.

    — Esto no irá bien — decía Melanny abrazando a su hija — El frío podría ser un serio problema en estos momentos.

    — Mamá, es en serio, tengo mucho frío — contestaba Wendy mientras temblaba.

    A Melanny no le gustaba la forma en la que Wendy temblaba, así que tocó la frente de su hija y vio que estaba muy caliente. Eso hizo que se preocupara.

    — ¡Hernán, creo que Wendy tiene fiebre! — decía Melanny muy asustada.

    — ¡¿Qué?! — preguntaba Hernán mirando a su hija temblando — ¡¿Estás segura?!

    — ¡Estoy segura! — respondió Melanny — ¡Díganme que tenemos algo para cosas como esta!

    — Lo siento, pero no tenemos nada — respondía Ariel algo preocupado por la niña — Kelly y yo las perdimos antes de encontrarnos con ustedes.

    — Tenemos que buscar una farmacia, se lo diré a Jonás — dijo Damien.

    Damien sacó la cabeza por la ventanilla para poder hablar con el líder del grupo. Todos en la parte de atrás lo escucharon y empezaron a preocuparse por lo que pasaba. Ninguno pensó que algo así podría pasar.

    — Entraremos en el primer pueblo que veamos — dijo Jonás para después mirar a Lucas — Tú y yo iremos a buscar medicina mientras el grupo se queda. Si me das una mano, te devuelvo tu cuchillo.

    Lucas asintió con la cabeza. Luego de estar atado comprendió que asustó mucho a todo el grupo con lo que le hizo a Ariel, y que tenía que ganarse la confianza de sus compañeros otra vez.

    Tras unas dos horas conduciendo, vieron un cartel que indicaba la entrada a un pueblo. Este pueblo sería una zona rural, por lo que pensaron que sería pequeño y resultaría más fácil encontrar una farmacia.

    Hernán giró hacia la entrada. Había un kilómetro de camino de tierra para la entrada. Wendy se sentía muy débil. En ese momento escucharon un grito.

    — ¡Ayuda! — se escuchaba gritar a una voz a lo lejos.

    Damien se bajó de la camioneta junto con Jonás y decidieron ir a ver quién estaba gritando. Robert tomó un arma y se encargaría de vigilar que no se acercara nadie.

    Jonás y Damien siguieron los gritos por el campo y vieron como había un chico joven peleando contra unos veinte zombis usando solo una rama gruesa. El chico tenía una mochila en la espalda.

    — Tenemos que ayudarlo — decía Jonás — Toma el rifle y dispárales. Yo me acercaré.

    — Entendido, big boss — bromeaba Damien mientras tomaba su rifle.

    Mientras Jonás se acercaba al chico, que cada vez se veía más rodeado por los zombis, Damien empezó a disparar. Consiguió eliminar a dos seguidos con un tiro para cada uno.

    Jonás se acercó y golpeó a uno de los zombis con su pala, tirándolo al piso y matándolo. El chico atacó a otro con una rama y lo mató.

    — ¿Quién eres? — preguntaba el chico.

    — Soy la ayuda que pediste — decía Jonás mientras golpeaba en la cabeza a uno con su pala.

    Damien seguía disparando su rifle y consiguió matar a tres de estos hasta que su rifle se quedó sin munición. No había traído otro cargador, así que no tuvo más opción que usar sus cadenas. Empezó a correr hacia donde estaban Jonás y el chico.

    Jonás lograba matar a varios dándoles golpes en la cabeza con la pala, pero al chico le costaba mucho pelear con su rama. El joven golpeó a uno y lo tiró hacia la derecha, y luego quiso golpear a uno que tenía de frente. Desgraciadamente, cuando lo golpeó, su rama se cayó al piso. Al momento de agacharse para levantarla, el zombi que había tirado lo tomó del brazo y lo mordió en él.

    El chico intentaba soltarse, pero no podía. Jonás eliminó a ese zombi, provocando que el chico cayera hacia atrás. Luego de esa caída, fue mordido en la parte izquierda de la cara, causando que empezara a gritar de dolor y de espanto. Jonás eliminó a ese zombi, y justo en ese momento, llegó Damien para ayudar. Damien tomó sus cadenas y las agitó para golpear en la cabeza a todos los zombis que se acercaban. Jonás lo ayudaba usando su pala para asesinarlos. Finalmente, todos estaban muertos. Ambos compañeros se miraron y luego vieron como el chico gritaba.

    — ¡No! — gritaba el chico tocándose la cara en la zona mordida — ¡Dios, no!

    — ¿Qué estabas haciendo aquí afuera solo? — preguntaba Jonás.

    — Tenía medicinas en esta mochila y quería llevárselas a mi hermana, que está enferma — respondió el chico.

    Jonás y Damien pensaron que esa medicina podría serle de utilidad a Wendy.

    — Por favor, sigan ese camino y busquen una casa con tejas azules — decía el chico muy desesperado — Mi hermana está enferma y necesita esta medicina.

    El joven se sacó la mochila y se la entregó a Damien.

    — Sé que les pasa a los que son mordidos — decía el chico desesperándose cada vez más — Por favor, mátenme.

    A Jonás no le gustó la idea de asesinarlo, ni siquiera por piedad.

    — Lo siento, pero no puedo hacer eso — decía Jonás mientras le quitaba la mochila a Damien y empezaba a alejarse para buscar su camioneta.

    — ¡No puedes dejarme aquí así, pedazo de mierda! — gritaba el joven.

    El chico muy furioso por ver que Jonás lo ignoraba y no quería llevarle la medicina a su hermana, decidió atacarlo. Empezó a correr hacia él. Jonás se dio vuelta cuando lo vio, pero no pudo detenerlo, el chico se le tiró encima y empezó a golpearlo.

    Consiguió darle un golpe en la cara, pero cuando iba a dar el segundo, Damien lo tomó desde atrás con las cadenas y empezó a estrangularlo. Al chico le dolía, pero pensó que era la única forma de hacer que lo maten, así que empezó a forcejear para que Damien lo apretara más fuerte. Damien empezaba a ahorcarlo más fuerte temiendo que se liberara, hasta que Jonás lo detuvo.

    Damien lo soltó y el joven cayó al piso respirando con dificultad. Jonás lo empezó a golpear en la cabeza con su pala hasta que le hizo un gran daño que terminó matando al chico.

    — ¿Qué hacemos ahora? — preguntaba Damien.

    — Será mejor darle algo de la medicina a su hermana — decía Jonás abriendo la mochila y viendo que estaba llena de medicinas — El resto lo usaremos para Wendy.

    Ambos regresaron de vuelta con su grupo. Les explicaron a todos la situación que tuvieron con el chico, así que decidieron ir al pueblo y ver si encontraban a la hermana del chico.

    — Escuchen — decía Ariel a todo el grupo — Deberíamos llevarla con nosotros a Bahía Luminosa.

    — Me parece buena idea — contestó Jennifer — Si es una niña pequeña estará destruida cuando se entere lo de su hermano.

    — Estoy de acuerdo con eso — decía Melanny dándole a Wendy parte de la medicina.

    El grupo siguió por el camino de tierra hasta el pueblo que estaba adelante, pero se llevaron una gran sorpresa. El pueblo había sido invadido por una gran horda de zombis, los cuales iban de un lado para otro entrando en las casas. Estos empezaban a golpear las puertas todos juntos, y por no poder resistir demasiado, las puertas caían dejándolos entrar.

    En un momento, algunos de ellos escucharon el ruido de la camioneta y empezaron a dirigirse al grupo. Sabiendo que no habría oportunidad, Hernán empezó a dar marcha atrás para salir de ahí antes de que terminaran rodeados.

    El grupo abandonó ese lugar esperando que ni un solo zombi de esa horda pudiera encontrarlos, ya que sabían que uno de ellos podría llevar a la horda completa hacia ellos.

    — Pobre chico — decía Melanny mientras tenía a Wendy en sus brazos — Él y su hermana ahora están muertos.

    — Haremos lo posible para que a Wendy no le pase nada parecido a eso — decía Ariel mientras pensaba en la gente de ese pueblo.

    Jennifer, quien tampoco se sentía bien después de pensar en eso, abrazó a Ariel, intentando calmar sus pensamientos. Lucas, que estaba afuera veía como ambos se abrazaban. Puso una cara de enojo, pero luego decidió voltear la mirada. Fue ahí cuando vio a Robert. Este lo miraba en un tono serio.

    — Ya lo superé — decía Lucas algo enojado por la forma en que Robert lo miraba — Lo juro.

    — Este será un viaje largo — pensaba Jonás para sí mismo mientras acariciaba a Cóndor.
     
  14. Threadmarks: Día 38-42
     
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    Título:
    Día tras día
    Clasificación:
    Para adolescentes maduros. 16 años y mayores
    Género:
    Horror
    Total de capítulos:
    47
     
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    Día 38:

    El grupo se encontraba de paso por una ciudad cuando vieron una gran universidad convertida en un refugio. Su entrada estaba tapada por dos chapas de gran tamaño, lo cual haría imposible que pudieran entrar. Sin embargo, tenían que hacerlo. Con la temperatura tan baja, debían alimentarse mejor o sus defensas bajarían y podrían morir. Fueron hacia la entrada trasera y vieron una reja muy débil, tras la cual estaba el estacionamiento de profesores. El lugar estaba plagado de zombis que habían entrado por las aberturas de la reja.

    — Dentro de ese lugar seguro tienen comida — decía Hernán — Probablemente también una enfermería con medicinas que podríamos saquear.

    — Así es, pero no conocemos ese lugar y podría estar infestado — respondía Jonás — Nadie se separa esta vez. Entramos todos juntos.

    Cada uno de los miembros del grupo, excepto por Wendy y Cóndor, tomaron un arma de cuerpo a cuerpo y se dispusieron a entrar. Decidieron no tirar la reja abajo para no hacer ruido que pudiera atraer a más zombis, así que solo forzaron los puntos débiles de la reja para entrar. Todos los zombis del estacionamiento los vieron y se acercaron a ellos.

    Damien y Robert se pusieron de frente. Damien usaba sus cadenas para golpearlos, aturdirlos y desviarlos mientras que Lucas, Jonás y Hernán los atacaban con sus armas dándoles golpes en la cabeza. Robert cubría a Damien para que tuviera tiempo de agitar las cadenas. Ariel y Jennifer iban por los autos y clavaban sus cuchillos sobre las cabezas de los que salían de debajo de los autos. Melanny defendía a su hija en caso de que se acercaran más zombis. Al cabo de unos minutos, el estacionamiento se llenó de cadáveres.

    — Este lugar no es seguro como la mansión — decía Damien — Solo tomamos lo que venimos a buscar y nos vamos.

    — No tengo la intención de quedarme aquí — respondía Jennifer — Me recuerda a mi vida antes de todo esto.

    — Muy bien, este es el plan — decía Jonás — Damien, tú te subes a la parte alta del primer edificio y nos cubres con el rifle. El resto iremos en grupos de a tres buscando el comedor o la enfermería. Cóndor ladrará si siente a uno de esos zombis cerca.

    El grupo se acercó al primer edificio, el cual solamente tenía una puerta de entrada desde afuera. Cóndor olfateó y empezó a gruñir, haciéndole saber al grupo que había zombis tras la puerta. Hernán destrozó el picaporte con su llave y dio un empujón a la puerta. Cinco zombis salieron de ahí adentro. Jonás golpeó con su pala al primero. Lucas mató con su cuchillo al segundo. Ariel y Jennifer se encargaron del tercero y el cuarto, mientras que Melanny atacó al quinto y lo mató. El grupo se adentró en el interior de ese edificio y veían varios salones de clase cerrados y una escalera. Las puertas de los salones estaban marcadas con cruces rojas y se podía escuchar como varios zombis las golpeaban desde el otro lado.

    — Es una señal de que esas puertas no se deben abrir — decía Melanny.

    — Supongo que es aquí donde nos separamos — decía Damien dirigiéndose a su posición.

    El grupo buscó dentro de ese edificio pero solamente vio salones con puertas marcadas y se escuchaban varios gruñidos desde adentro. El grupo salió del edificio y pudo ver a cuatro más. El primero, el tercero y el cuarto eran salones de clase. El segundo eran dormitorio. No había zombis en el patio, el cual tenía varios asientos con sombrillas.

    — Sepárense y busquen lo que necesitamos — decía Jonás.

    Ariel se fue con Jennifer para inspeccionar el tercer edificio. Robert y Lucas inspeccionarían el cuarto. Hernán, Melanny y Wendy irían juntos al segundo, mientras que Jonás y Cóndor inspeccionarían el primero. Damien había llegado a la parte alta, donde había dos zombis esperándolo. Golpeó al primero con su cadena y lo mató, y luego al segundo le dio una patada y lo hizo caer de cabeza contra el suelo.

    Jonás iba junto a Cóndor en el primer edificio. Jonás veía como todos los salones tenían marcadas las cruces rojas que vieron antes. Caminó por un pasillo largo hasta que pudo ver en el fondo de este, como había varios salones sin marcas. Empezó a caminar hacia estos. En un momento, Cóndor empezó a olfatear el piso y luego empezó a gruñir.

    — ¿Qué pasa muchacho? — preguntaba Jonás a su perro tras escuchar sus gruñidos.

    Las puertas de dos de los salones se abrieron y tras ellas aparecieron dos hombres, uno por cada puerta, apuntando a Jonás con pistolas. Estos tenían uniformes de seguridad privada. El muchacho fue tomado por sorpresa y no alcanzó a sacar su escopeta, ya que la tenía su escopeta en la espalda.

    — ¿Quién eres? — preguntó uno de esos hombres apuntándole a Jonás — Tú no estás en los registros.

    — Solo soy un viajero que viene a buscar comida — respondía Jonás — No busco problemas.

    — ¿Viniste solo? — preguntaba el otro hombre.

    — No — respondió Jonás — Vine con un grupo de gente.

    — Será mejor encontrarlos antes de que Álvaro los encuentre — decía otro de los tipos.

    Hernán, Melanny y Wendy caminaban por el edificio de los dormitorios. Las puertas no estaban marcadas ni tampoco se escuchaban ruidos desde el interior. Siguieron caminando hasta que vieron la enfermería. Los tres se acercaron hacia allá y cuando estaban a punto de abrirla, escucharon voces desde atrás.

    — Nadie abre esa puerta sin la autorización de Álvaro — decía un hombre vestido de enfermero sosteniendo un machete.

    Los tres se dieron vuelta y lo vieron, sacudiendo su brazo como si estuviera jugando con el arma. Hernán sacó su llave mecánica preparándose para enfrentarse a ese hombre.

    — Que mi atuendo no te engañe — decía el enfermero — Sé pelear muy bien.

    El enfermero se estaba acercando a Hernán lentamente moviendo su cuchillo, cuando fue detenido por una voz desde atrás.

    — ¡Gared, no! — gritaba un hombre desde atrás.

    El enfermero se dio vuelta y vio a un hombre vestido de doctor apareciendo junto a otros cuatro hombres y Jonás.

    — ¿Quién es él? — preguntaba Gared haciendo referencia a Jonás.

    — Es solamente un viajero — decía uno de los guardias — Hay que encontrar al resto de su grupo antes que Álvaro lo haga.

    Jennifer y Ariel estaban inspeccionando el tercer edificio. En ese lugar, los salones no estaban marcados. En un momento, Robert y Lucas aparecieron detrás de ellos.

    — La puerta del edificio directamente no se abre — decía Lucas — No pudimos entrar. ¿Tuvieron suerte?

    — Aún no hemos inspeccionado el lugar — decía Jennifer — Podría servirnos algo de ayuda.

    Los cuatro empezaron a caminar por el salón buscando un comedor o una enfermería. Cada vez se adentraban más en el interior del edificio. Finalmente llegaron hasta lo que parecía ser un depósito.

    — Ahí está — decía Ariel acercándose.

    El chico se acercó a la puerta del depósito para abrirlo cuando una bala impactó a dos metros de él en contra de la pared. Ariel decidió tirarse al piso con las manos detrás de la cabeza.

    — ¡Ariel! — gritaba Robert sacando su pistola.

    Enfrente de ellos apareció un hombre con una pistola parecida a la de Robert, el cual disparó al techo y luego al piso, dejando en claro que estos eran disparos de advertencia.

    — Ustedes no están en el registro — decía aquel hombre — Tienen hasta la cuenta de cinco para salir de aquí sin un balazo en la frente.

    Ariel se levantaba y retrocedía.

    — Escucha bien — decía Robert.

    — Uno — dijo el hombre interrumpiéndolo.

    — Solo necesitamos unas provisiones.

    — Dos, tres — el hombre seguía contando.

    — ¿No crees que podríamos hablar esto con calma? — preguntaba Robert.

    — Cuatro — el hombre no dejaba de contar.

    — ¡Álvaro, no, detente! — gritó un hombre apareciendo en compañía del enfermero, cuatro hombres, y el resto del grupo.

    Robert, Lucas, Ariel y Jennifer se dieron vuelta y se tranquilizaron un poco luego de ver a sus compañeros. Álvaro bajó su arma pero no la guardó.

    — Ellos no están en el registro — decía Álvaro — Y no entraron por la puerta del frente.

    — Solo están buscando suministros — decía Gared — Luego se irán. No tienen la intención de quedarse.

    — Bueno, lamento el mal entendido, es solo que las reglas son las reglas — decía Álvaro guardando su pistola — ¿Hacia dónde iban?

    — Al sur — respondió Jonás — Es mucho más seguro ir allá, pero necesitamos comida.

    — Supongo que podríamos darles algo mejor — decía Álvaro — En las afueras hay una panadería llena de cosas para poder amasar pan, galletitas, y otro tipo de masas. Nosotros sacamos algunas cosas de ahí, pero con lo que hay en el depósito nos alcanza.

    — Entonces, supongo que nos podría venir bien — decía Hernán — ¿Qué hay de la medicina? Mi hija estuvo enferma hace días.

    — Gared podría darles algo de nuestra enfermería — respondió Álvaro — Pero solo les podemos dar los medicamentos comunes. Iré a preparar al resto de los hombres para la limpieza.

    Dos de los cuatro hombres de seguridad fueron junto con Álvaro. Los otros dos y el enfermero acompañaban al grupo hasta la enfermería. Al salir, Damien llegó corriendo.

    — Jonás, escuché disparos — decía Damien algo agitado — ¿Están todos bien?

    — Así es — respondió el líder — La gente nos dará algunas medicinas y luego iremos a buscar comida a una panadería.

    Todo el grupo fue acompañado hasta la enfermería. Una vez allí, los dos tipos de seguridad se fueron mientras que Gared abría la puerta.

    — Escuchen, solo yo entro aquí — decía el enfermero entrando a la enfermería.

    El grupo esperó por un momento hasta que Gared salió con una bolsa llena de medicamentos para que el grupo se los pudiera llevar. Hernán se encargó de tomarla, le agradeció al enfermero su ayuda y empezaba a marcharse junto al grupo.

    Gared los veía como se marchaban y decidió acercarse a ellos.

    — ¿A qué parte del sur se dirigen? — preguntaba Gared tocando el hombro de Ariel.

    — Bahía Luminosa — respondió el chico — La ciudad más al sur del país. Dicen que es seguro.

    — ¿Bahía Luminosa? — preguntaba Gared — Yo tengo a mis padres viviendo ahí. ¿Creen que podría ir con ustedes?

    — Deberías hablarlo con Jonás — decía Jennifer.

    Gared se acercó al líder para preguntar si los podía acompañar en el viaje.

    — No entran más personas en la camioneta — respondió Jonás — Lo lamento.

    — Puedo tomar uno de los autos del estacionamiento — decía Gared — Están llenos de gasolina. Ya casi nadie los usa, y podría llevar a varios de ustedes ahí.

    Al grupo le pareció una buena idea lo que les había dicho Gared. Teniendo dos autos, todos podrían viajar cómodos y sin pasar casi nada de frío, además de que en las noches, si no encontraban refugio, podrían dormir en el interior de ambos autos.

    — Bienvenido a bordo — decía Jonás estrechando las manos con Gared.


    Día 42:

    El grupo iba en ambos vehículos en una fila en camino al sur. Solamente los separaban unos 1500 kilómetros de su destino, algo que en unos días más podrían superar. Con todo lo que tomaron de la panadería, no necesitarían volver a hacer más paradas en busca de comida.

    Jonás iba al frente con su camioneta con Damien en el asiento del conductor. En los asientos de atrás iban Ariel, Jennifer y Robert, mientras que Cóndor iba en el piso. En el auto de Gared, Hernán se sentaba en el asiento del conductor. Melanny, Wendy y Lucas iban en los asientos de atrás mientras el dueño del auto conducía.

    Gared aún no conocía bien al grupo.

    — Tú eres Ariel, ¿verdad? — preguntaba Gared.

    — No, soy Lucas — decía el chico algo enojado — Llevas cuatro días con nosotros, no puede ser que no te acuerdes los nombres.

    — Lo siento — decía el enfermero riéndose del enojo de Lucas — Me cuesta trabajo. Cuando trabajaba en el hospital, los nombres de los pacientes estaban anotados en sus camas.

    — ¿Dices que tus padres estaban en Bahía Luminosa? — preguntaba Hernán.

    — Así es — respondió Gared — Ellos vivían ahí. Estoy seguro de que están a salvo ahora. Siempre quise dirigirme ahí, Álvaro me dio permiso, pero no quería irme solo. Qué bueno que llegaron ustedes.

    Entonces, Gared y Hernán vieron como Damien les hacía una seña desde el auto de adelante para que bajaran la velocidad. Ambos vehículos fueron estacionados y todos bajaron de los autos. En la carretera se podía ver cómo había dos carteles que indicaban direcciones. Hacia la izquierda, había una base militar, de la cual podrían sacar muchas armas útiles y munición. Por el otro lado, había una sala de mapas y una guía de turismo. Esto le vendría bien al grupo, ya que con los mapas, podrían dejar de conducir a ciegas y encontrarían Bahía Luminosa más rápido.

    Jonás decidió reunir al grupo.

    — Muy bien, este es el plan — decía el líder — Yo iré junto a Lucas y Cóndor a esa guía de turismo. Tomaremos todos los mapas que podamos encontrar. Gared, Ariel y Robert irán a la base militar y tomaran todas las armas que puedan. Damien y Hernán cuidarán los vehículos. Jennifer, Melanny y Wendy se quedarán aquí. ¿Entendido?

    — Perfectamente — decía Gared listo para lo que sería su primera misión en el grupo.

    — Hora de salir — decía Jonás — Vámonos Lucas.

    Jonás tomó su escopeta y esta vez dejaría su pala atada en la espalda. Lucas y Cóndor lo seguían en la dirección indicada. Robert tomaba una pistola, al igual que Ariel para poder irse hacia la base militar. Hernán le dijo a Gared que tomara un arma de fuego.

    — No la necesito — decía Gared — Me las arreglaré con el machete.

    — Es hora de moverse — decía Robert.

    Robert empezó a caminar seguido de Gared. Ariel, por su parte, hablaba con Jennifer.

    — Volveré pronto — decía el chico abrazando a su novia.

    — Debería ir contigo — respondía Jennifer haciendo lo mismo — Damien y Hernán no me necesitan aquí, y yo quiero estar a tu lado en todo momento.

    — En realidad, nos vendría bien tu ayuda — decía Hernán.

    — Necesitamos que tú vigiles el lugar mientras yo me voy a explorar la zona — decía Damien — Podríamos tener una horda delante, y te necesitamos aquí.

    — No te preocupes por mí — decía Ariel — Estaré bien. Robert liderará esta expedición, y Gared viene con nosotros.

    — Cuídate — respondió Jennifer dándole un beso a Ariel.

    El chico se despidió de su novia y empezó a caminar junto a Robert y Gared hacia la base militar. Damien tomó una pistola y se la dio a Jennifer. Luego de eso, tomó sus cadenas y su rifle y empezó a caminar para rastrear la zona.

    […]

    Jonás iba con su perro a su lado, mientras que Lucas lo seguía desde atrás. La guía de turismo no estaba demasiado lejos de donde se encontraban y llegarían en unos minutos. Jonás se daba vuelta para observar a Lucas, y podía ver en su mirada como estaba concentrado en la misión.

    — Hice lo correcto permitiendo que te quedes con nosotros — decía Jonás — Has aprendido de tus errores y ahora estás haciendo algo por el bien del grupo.

    — Así es — contestaba Lucas — Sé que lo que hice estuvo mal. Nunca debí haberlo hecho, pero al menos tú me diste otra oportunidad. Escuché que Hernán quería matarme, y que Damien me quiso expulsar. Pero no lo hiciste.

    — Exactamente, te di otra oportunidad — respondía Jonás — La estás usando muy bien.

    Tras unos minutos, los dos llegaron a la guía turística, el cual era un edificio pequeño, pero tenía a un zombi atado al picaporte de la puerta. Lucas se acercó a él y lo atacó con su cuchillo, matándolo de un golpe. Luego usó el cuchillo para cortar la cuerda y poder abrir la puerta del lugar. Al abrirla, salieron dos zombis desde adentro. Lucas cayó al piso por el susto, y los dos zombis se acercaban. Cóndor corrió hacia uno de ellos y lo empujó hacia adentro del edificio con sus patas delanteras. Jonás mató al segundo golpeándolo con su pala. Luego entró al edificio y acabó con el segundo de la misma forma.

    — Gracias, Cóndor — decía Lucas mientras acariciaba al perro — Eres un salvador.

    — Vamos, tomemos los mapas y volvamos con el grupo — decía Jonás muy feliz de ver a Lucas junto a su perro.

    […]

    Mientras Hernán vigilaba en la parte de atrás de los autos estando atento de que no viniera ningún invitado inesperado, Jennifer vigilaba el frente. Cada cierto tiempo, ella miraba al lugar donde Ariel se fue esperando que volvieran a salvo. Wendy fue a hablar con ella.

    — ¿Extrañas a Ariel? — preguntaba la niña.

    — No es que lo extrañe, solo quiero que no le pase nada — respondía Jennifer algo pensativa.

    — Yo tampoco, él me salvó de ser secuestrada por el líder de las serpientes — decía Wendy — Él me salvó a mí. Estoy seguro de que haría lo mismo por sus hijos. Dime, Jennifer, ¿te gustaría tener hijos con Ariel?

    — Es algo que me encantaría — respondía Jennifer — Pero no podemos en un momento como este. Quiero mucho a Ariel, y me encantaría que ambos pudiéramos ser padres.

    — Mi mamá dijo que Ariel es un buen chico, y que sería un buen padre — respondió Wendy — Y mamá nunca se equivoca.

    — Claro que no — respondía Jennifer — Las madres nunca se equivocan.

    Jennifer se agachó y abrazó a Wendy, quien también estaba esperando que Ariel regresara. Melanny miraba esa escena y se ponía muy feliz. Ella decidió ir a hablar con Hernán.

    — Todos en el grupo han tratado muy bien a Wendy — decía Melanny acercándose a su esposo — Estoy segura de que llegaremos a Bahía Luminosa muy pronto.

    — Wendy necesita jugar con otros niños — decía Hernán — No lo necesita, más bien lo merece. Ella está viviendo una experiencia que es muy dura. Tenemos que asegurarnos de llevarla allá sea como sea.

    Hernán se dio la vuelta y veía como Jennifer estaba abrazando a su hija. Esto lo hizo sonreír.

    — Encontrar a este grupo fue lo mejor que nos pudo pasar — decía Hernán — Wendy está a salvo con todos nosotros aquí.

    Un par de gruñidos interrumpieron las palabras de Hernán. Este se dio vuelta y veía como un zombi se acercaba a él y a Melanny. Decidió correr hasta él y le dio un golpe en la cabeza para tirarlo al piso. Luego lo golpeó hasta matarlo.

    — Espero que los demás regresen pronto — decía Hernán mirando al zombi muerto en frente suyo.

    […]

    Damien se encontraba caminando por la zona con su rifle de francotirador en sus manos. Estaba muy atento ante la aparición de una horda o de algún desconocido. Lo único que veía por las calles eran cadáveres de zombis. Decidió que lo mejor sería moverlos de la carretera para que a los vehículos no les resultara difícil el paso.

    Una vez que los movió, decidió seguir caminando por unos diez minutos para después volver al grupo.

    Llegó un momento en el que se podía ver una arboleda en frente. Aparentemente, era una arboleda muy grande.

    — Será mejor que me asegure de que no hay zombis entre esos árboles — pensaba Damien para sí mismo.

    Damien se acercó hasta la arboleda y empezó a agitar sus cadenas, haciendo todo el ruido posible para llamar la atención de los zombis que pudieran estar cerca. Los minutos pasaron y no se acercó ninguno, por lo que decidió seguir caminando.

    Mientras caminaba, pudo ver como a lo lejos había un cartel, que estaba tapado con un pedazo de mantel blanco, y tenía unas palabras escritas. Damien se acercó para leer lo que ahí decía. Se puso enfrente del cartel, sin embargo, el mantel estaba doblado, así que tuvo que sacarlo de ahí para poder leerlo bien. Damien bajó el mantel y lo extendió para poder leer bien lo que decía. Estaba escrito con pintura negra.

    “Precaución: Se está acercando a un punto sin retorno”

    […]

    Robert estaba frente a la base militar junto a Gared y Ariel. En el interior se podía ver a varios zombis con uniformes paseando, y había otros sin uniformes también. La puerta estaba abierta, lo que significaba que habían sido invadidos.

    — Recuerden que solo entramos, tomamos las armas y nos vamos — decía Robert — Nada de andar paseando.

    — ¿Qué tan lejos crees que quede la armería? — preguntaba Ariel.

    — Probablemente en el fondo — decía Gared — Si tienes algo muy valioso en un complejo, nunca lo pones cerca de la entrada.

    — A mi señal — decía Robert preparándose para entrar — ¡Ahora!

    Los tres entraron a la base corriendo con sus armas cuerpo a cuerpo. Gared corrió al frente con su machete, se acercó a un zombi y le cortó la cabeza de un solo golpe. Ariel y Robert le clavaban sus cuchillos a los zombis que estuvieran cerca de ellos. Gared no peleaba solamente con su arma, sino que también daba patadas y puñetazos a los zombis para tirarlos al suelo y que sea más fácil matarlos. Ariel simplemente enterraba el cuchillo en el cráneo y luego lo retiraba para matar al siguiente. Robert les daba rodillazos para hacer que sea más fácil matarlos. Una vez que el frente estaba limpio, empezaron a correr hacia la armería.

    Había varios zombis caminando en solitario avanzando por la base, los cuales veían a los tres corriendo y se acercaban a ellos.

    — Ignórenlos, solo tenemos que ir a la armería — decía Robert corriendo.

    Gared no le hacía caso y mientras corría, se acercaba a los zombis que estuvieran a una distancia accesible y los mataba dando saltos y clavando el machete en sus cabezas.

    — Hey, ¿no escuchaste a Robert? — preguntaba Ariel.

    — Cada zombi que dejemos con vida ahora será uno más al que tenemos que matar después — respondía Gared — Deberías hacer lo mismo.

    Ariel no escuchaba a Gared y simplemente avanzaba corriendo. Cuando llegaron a la armería, Robert le dio un gran golpe a la puerta para abrirla. Dentro de esta, había cinco zombis devorando a tres personas, quienes ya estaban sin vida cuando el grupo llegó. Robert y Ariel se acercaron a los zombis, quienes no dejaban de comer y los mataron con facilidad clavando sus cuchillos en las nucas de estos.

    — ¿Quiénes habrán sido estas personas? — preguntaba Ariel.

    — No lo sé, pero ahora no importa — decía Robert empezando a revisar las armas.

    Gared y Ariel empezaron a chequear la armería junto a Robert.

    — No podemos llevar demasiado peso, llevemos solamente las armas que el grupo sepa usar y municiones para estas — decía Robert guardando las armas en una bolsa.

    — Kelly y Pablo nos podrían haber ayudado a aprender a usar cosas como esta — decía Ariel mientras tomaba unas pistolas y las guardaba en otra bolsa.

    — ¿Quiénes son ellos? — preguntaba Gared mientras buscaba armas pesadas.

    — Eran unos militares que murieron hace varios días — respondió Ariel — Han pasado muchas cosas antes de conocerte y no tuvimos tiempo para contártelo todo.

    Finalmente, las dos bolsas estaban llenas, Robert y Ariel las tomaron pero Gared les dijo que no tenían que irse todavía.

    — Escuchen, cuando era niño decían que esta base tenía las armas más modernas del país — decía Gared — Podríamos buscarlas y llevar algunas con nosotros.

    — Ninguno de nosotros sabe cómo usarlas — decía Robert — No serviría de nada.

    — Escuchen, estoy seguro que están en el otro depósito — decía Gared saliendo de la armería.

    Ariel y Robert lo siguieron y trataron de convencerlo de que tenían que irse.

    — ¡Gared, ya basta, tenemos que irnos! — decía Robert.

    — Solo déjenme abrir esta puerta y sacar un arma pesada — decía Gared forcejeando para abrir la puerta.

    Luego de no poder abrirla, Gared decidió usar el machete para darle varios golpes a la puerta hasta que la abrió. Esto hizo que una alarma sonara, y que todos los zombis de la base militar se acercaran a ellos. Gared se adentró en la armería y luego de un minuto, salió con un arma muy pesada, y una caja de granadas.

    — Esto es un lanzagranadas — decía Gared — No es de los más modernos, pero tiene capacidad para dos granadas. En esta caja hay seis.

    — Mira lo que pasó por esperarte con eso — decía Ariel señalando hacia la salida.

    Varios zombis se estaban acercando a ellos. Gared le sacó la bolsa de armas a Ariel y le dio el lanzagranadas con las 6 granadas de la caja.

    — Yo despejo el camino, ustedes corran — decía Gared.

    Los tres empezaron a correr hacia la salida, evitando el contacto con los zombis, hasta que finalmente, se vieron rodeados. No había forma de salir de ahí.

    — ¿Qué haremos? — preguntaba Ariel.

    — Saldremos a los tiros — respondió Robert.

    — No es necesario, abriré un camino — dijo Gared empezando a correr hacia el frente.

    El enfermero llegó hasta el frente de esos zombis y los empezó a decapitar con su machete. Una vez que arrancaba las cabezas, tiraba el cuerpo en contra de los que se acercaban provocando que cayeran al piso. Gared seguía peleando contra ellos hasta que finalmente se pudo abrir un pequeño hueco entre todos ellos. Ariel y Robert decidieron pasar rápido por ahí. Robert salió, pero Ariel fue atrapado por uno de ellos, y al estar cargando el lanzagranadas, no podía alcanzar ni su pistola ni su cuchillo. Ariel ponía el cañón del lanzagranadas en la boca del zombi para que no pudiera morderlo, pero el zombi se soltaría pronto. Gared vio esto y corrió hacia Ariel, clavándole su machete en la sien, de esta forma, Ariel pudo salir. Gared quería sacar su machete del cráneo del zombi, pero lo había atravesado totalmente. Antes de poder sacarlo, varios zombis tomaron a Gared por detrás, lo tiraron en su dirección y empezaron a morderlo en el cuello. Gared dio un grito de dolor muy horroroso mientras que los zombis lo tiraban al piso para devorarlo.

    Ariel y Robert vieron esa escena con mucho impacto, ya que había pasado mucho desde que vieron algo parecido. No pudieron quedarse por mucho tiempo ahí, puesto que varios zombis se empezaban a acercar a ellos.

    — ¡Corre hacia la puerta! — gritaba Robert.

    Robert le dio a Ariel la bolsa con armas para poder tomar el lanzagranadas por su cuenta. La otra bolsa con armas la habían perdido puesto a que Gared aún la tenía. Cuando ambos llegaron a la puerta, Robert hizo que Ariel saliera del lugar. Luego de que él también salió, cerró la puerta de la base para asegurarse de que los zombis se quedaran ahí.

    — Tenemos que llegar con los demás antes de que algo nos pase a nosotros — decía Ariel aún con la imagen de la muerte de Gared en la cabeza.

    — Espero que este lanzagranadas valga la pena — decía Robert mirándolo atentamente — Porque le costó la vida a uno de nosotros.
     
  15. Threadmarks: Día 45-46 Parte 1
     
    Agus estresado

    Agus estresado Equipo administrativo Comentarista empedernido

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    Día 45:

    El grupo seguía su viaje hacia Bahía Luminosa, aunque ahora todos iban en la camioneta. Gared tenía las llaves de su auto encima cuando fue devorado por los zombis. El grupo incluso regresó a la base para tomar la bolsa de armas y las llaves, pero solo consiguieron llevarse la primera.

    Ahora que tenían los mapas, el camino para llegar hacia su destino era más fácil. Los caminos tenían una gran cantidad de curvas, y tenían que ir evitando varios lugares llenos de zombis, pero en casi tres días ya estaban solamente a un poco más de 1000 kilómetros.

    Jonás conducía con Damien en el asiento del conductor. Hernán y Melanny iban detrás con Wendy, mientras que Cóndor iba sentado en el suelo. En la parte trasera, Lucas, Robert, Jennifer, y Ariel viajaban en la parte de atrás.

    La carretera en la que estaban pasaba cerca de una ciudad costera. No había varios zombis cerca, y los que estaban eran atropellados por Jonás. El atardecer había empezado. Tras conducir un momento más, pasaron por un cartel que decía “Precaución: Se está acercando a un punto sin retorno”.

    — ¿Otro más? — preguntaba Damien algo molesto — ¡Es el cuarto cartel que veo con el mismo mensaje! ¡¿Qué mierda quiere decir?!

    — No estoy seguro — respondía Jonás — Tal vez sea una advertencia de que hay una horda por delante de nosotros.

    — No creo que alguien vaya fijando carteles cada 100 kilómetros indicando que hay una horda delante — respondió Hernán.

    — Sea como sea, estoy segura de que no significa nada — agregó Melanny — Quizá solo intente confundirnos o distraernos, como las serpientes poniendo todos esos autos en fila.

    — Ese nombre me sigue causando risa — decía Damien — Con todo respeto quiero decir. Sé que mataron a algunos de los suyos.

    La conversación en la parte de atrás era distinta.

    — ¿Qué creen que signifiquen esos carteles? — preguntaba Jennifer.

    — Probablemente Bahía Luminosa haya caído, y tratan de advertirle a la gente que se aleje — respondía Lucas.

    — O probablemente no cayó, pero ponen esos carteles para hacer que la gente se aleje porque ya no quieren tener más visitas ahí — respondía Ariel.

    — O quizá no tenga nada que ver con Bahía Luminosa — respondió Robert — De todas formas, en tres días logramos hacer 500 kilómetros. La semana que viene estaremos ahí.

    Ya estaba anocheciendo y el grupo tendría que buscar una casa nuevamente para pasar cómodamente la noche. No les costó trabajo encontrar una. Era un vecindario lleno de casas grandes. El grupo buscó y encontró una casa que tenía su puerta abierta. Todos entraron y vieron a dos zombis en el interior.

    — Míos — decía Damien.

    Damien sacó sus cadenas y empezó a moverlas para darle en la cabeza a los zombis. Las criaturas murieron con el primer golpe que recibieron.

    — ¿Ya no te aseguras de quitarles los dientes antes de matarlos? — preguntaba Ariel.

    — No es necesario, me volví más fuerte y preciso con el paso del tiempo — respondía Damien — Puedo matarlos de un golpe.

    El grupo comenzó a explorar el resto de la casa para asegurarse de que no se encontraran con una sorpresa. La casa tenía planta baja y primer piso. En la planta baja estaban la sala, los baños y la cocina. Las habitaciones estaban en el primer piso. Eran un total de tres. Una con cama matrimonial y un enorme armario y otras dos que tenían las puertas cerradas con llave.

    Robert intentaba abrir ambas puertas con Hernán mientras el resto del grupo se acomodaba.

    — Tendremos que romper la cerradura — decía Robert.

    El ex convicto tomó un cuchillo mientras que Hernán tomó su llave mecánica.

    — A la cuenta de tres, yo rompo la cerradura y tú matas a todos los zombis que haya ahí dentro — decía Hernán — Uno, dos, tres.

    Hernán le dio un gran golpe a la cerradura, causando que esta se rompiera. Robert entró en la habitación y se encontró un escenario muy deprimente. Había dos zombis en la habitación. El primero era una niña que por su apariencia no debía tener más de diez años, y el segundo era un niño muy pequeño cuya edad no superaría los 5 años. Ambos zombis se acercaron a Robert, pero este no se sintió con fuerza para matarlos, así que simplemente les dio una patada a cada uno para tirarlos hacia atrás. Ambos zombis se levantaban y seguían atacando, mientras que Robert simplemente les daba una patada para hacerlos retroceder.

    Hernán entró a la habitación y vio que había una nota en la cama. Decidió leerla.

    — Es el quinto día desde que esto comenzó — decía Hernán leyendo esa carta en voz alta — Mis dos ángeles fueron mordidos mientras jugaban con otros niños en un lugar que parecía seguro. Los he encerrado aquí con la esperanza de traerlos de regreso si encuentran una cura para lo que sea que sea esto. Es probable que yo y mi esposa no consigamos resistir por mucho tiempo. Si estás leyendo esto, quiere decir que ya acabaste conmigo y con mi esposa. Te pido por favor que no le hagas daño a mis hijos. Déjalos así como están. La puerta de la habitación solo se puede abrir hacia el lado de adentro, así que estarás a salvo por más que la puerta ya no tenga cerradura.

    A Robert se le hizo muy deprimente haber escuchado lo que decía esa carta. El hombre seguía pateando a los niños zombi a medida que estos se acercaban a él. Pero ya no podía seguir haciendo esto.

    — Sus padres ya no están — decía Robert acercándose a ellos— No tiene caso dejarlos así.

    Robert tomó su cuchillo y eliminó a los dos niños algo adolorido por tener que hacer eso.

    — Deberíamos sacarlos de aquí antes de que Wendy los vea — decía Hernán.

    — Estoy de acuerdo — decía Robert tomando a uno de los cadáveres.

    Cada uno de ellos tomó a uno de los niños y empezaban a bajar las escaleras.

    — ¡Melanny, lleva a Wendy lejos de la puerta! — gritaba Hernán mientras bajaban por las escaleras.

    Melanny llevó a su hija Wendy a la cocina. Jennifer fue con ella para hacerle compañía. Cuando Ariel y Jonás vieron lo que Robert y Hernán hacían decidieron darles una mano.

    — Pobres chicos — decía Ariel ayudando a Hernán a cargar al chico muerto.

    Una vez que los chicos habían sido puestos en la calle con los cadáveres de sus padres, todo el grupo entró a la casa para dormir.

    En la noche, Hernán estaba acostado despierto pensando en las cosas que había visto hasta ahora. Melanny estaba dormida, mientras que Wendy se despertó en el medio de la noche. Ella vio cómo su papá estaba despierto.

    — Papá, ¿qué pasa? ¿está todo bien? — preguntaba la niña algo preocupada al ver despierto a su papá.

    — Estoy bien, pequeña — decía Hernán abrazando a su hija mientras pensaba en los otros dos niños — Mientras te tenga a ti, estaré bien. Tratemos de dormir un poco.


    Día 46 – Parte 1:

    Era mediodía. El grupo ya había comido y estaban de vuelta en el camino hacia su destino. La carretera se veía limpia del todo y no habían visto un zombi en todo el día. El grupo finalmente estaba relajado por esto.

    Como era costumbre desde hace días, vieron otro cartel que decía “Precaución: Se está acercando a un punto sin retorno”. Al grupo ya le estaba empezando a parecer muy molesto el ver esos carteles todos los días.

    — Esto ya parece una estupidez — decía Jonás algo enojado — Encontramos uno de esos cada día.

    — Estoy de acuerdo — respondía Hernán — Se trata de un tipo haciendo una broma.

    Al cabo de unos minutos, llegó el momento en el que la carretera hacía una subida. Jonás condujo y llegó hasta la parte alta, y fue ahí cuando todos en el grupo terminaron sorprendidos.

    En la parte de abajo se podía ver varios autos calcinados formando una barricada en contra de una gran horda de zombis que intentaban pasar a través de estos. Los zombis hacían fuerza con los brazos para intentar empujar los autos y continuar avanzando, pero no podían moverlos ni un solo centímetro. Justo antes del montón de autos, había un camino que iba hacia la derecha.

    El grupo no sabía que pensar sobre ese camino.

    — ¿Por qué alguien haría eso? — preguntaba Ariel.

    — Supongo que ya sabemos lo que es el punto sin retorno — contestó Lucas.

    — ¿Qué vamos a hacer? — preguntaba Jennifer viendo uno de los mapas — Ese camino no figura aquí.

    — Solo hay dos opciones — decía Robert — Ir por allá o retroceder.

    — ¿Qué tan lejos está la próxima salida hacia Bahía Luminosa, Damien? — preguntaba Jonás en el interior del auto.

    — No llegaríamos a ella antes de que oscurezca — respondió Damien — Tendrás que ir por ese camino.

    — Tomaré mi arma — decía Hernán.

    — Buena idea, todos excepto Melanny, Wendy y Jonás tomarán un arma y permanecerán alerta — respondió Damien.

    Damien se bajó de la camioneta y le entregó un arma de fuego a sus compañeros que iban en la parte de atrás.

    — Estén alerta en todo momento — decía Damien repartiendo las armas.

    — Lo estaremos — respondió Jennifer.

    Una vez que todos tenían un arma, Jonás bajó la carretera y dio un giro hacia la derecha, observando como todos esos zombis gemían y forcejeaban intentando pasar la barricada de autos. Al grupo no le estaba gustando esta situación. Todos iban con un arma apuntando hacia afuera de la camioneta mientras observaban atentamente que no se apareciera nadie.

    Luego de una media hora conduciendo así, el grupo se encontró con la entrada a un bosque y con algo más. Había un cartel muy grande que llevaba escrito “Precaución: Está a punto de entrar a un punto sin retorno”.

    — Este es diferente — decía Melanny — Este cambió la frase “se está acercando” por “está por entrar”.

    — ¿Qué diablos es el punto sin retorno? — preguntaba Jonás.

    — Solo hay una forma de averiguarlo — decía Damien abriendo la puerta.

    Todo el grupo se bajó de la camioneta y se reunieron alrededor de esta.

    — Muy bien, voy a entrar al bosque y ver de qué se trata todo esto — decía Damien — Volveré y les diré que es lo que encontré. Estaré bien. He ido a cazar con mi padre muchas veces. Sé cómo moverme en un bosque.

    — ¿Qué pasará si no regresas? — preguntaba Lucas.

    — Si tardo más de media hora en regresar, salgan de aquí lo más rápido que puedan — decía Damien.

    — No tienes por qué ir solo — decía Robert — Puedo acompañarte.

    — No — respondió Damien — Si algo pasa ahí adentro, el grupo se quedará sin dos personas. Hora de ver de qué se trata.

    Damien se adentró en el bosque. Melanny tomó un arma para cubrir la ausencia de Damien, mientras que todos estaban subidos a la parte de atrás de la camioneta. Jonás se sentó en el asiento del conductor con Cóndor en el del acompañante. Todos esperaban atentos para ver si Damien salía del bosque, o si alguien más vivo o muerto, también lo hiciera.

    Veinte minutos después, aproximadamente, Damien había vuelto. El grupo estaba interesado en ver que era lo que encontró.

    — ¿Y bien? — preguntaba Jonás.

    — Hay una comunidad ahí dentro — respondió Damien — Tienen un muro muy grande, y había dos personas con armas de asalto patrullando sobre él. Usé la mira de mi rifle para observarlos sin que me vieran, pero no pude ver más.

    — ¿Un lugar seguro? — preguntaba Hernán — ¿Qué estamos esperando? Es nuestra oportunidad.

    — No, ese no es el plan — respondió Ariel — Bahía Luminosa es el plan. Por algo el oficial Martinez me habló de Bahía Luminosa y no de este lugar.

    — Eso fue porque Bahía Luminosa era un plan de emergencia preparado para esto — respondió Robert — Ya existía desde antes del apocalipsis. En cambio este lugar, de seguro nació en pleno apocalipsis. Por eso no lo mencionó.

    — Es la mejor oportunidad que tenemos — respondió Melanny — Nadie puede confirmarnos si Bahía Luminosa sigue en pie. En cambio este lugar sí. No tenemos por qué quedarnos en la carretera corriendo riesgos, gastando comida y muriéndonos de frío si hay otro lugar aquí cerca.

    — Es que no estoy seguro — respondió Ariel — Esta no era la idea original.

    — Estás siendo egoísta — dijo Lucas — La mayoría estamos cansados de ver carretera y zombis. Ir hacia ese lugar significaría poder decirle adiós a todo eso.

    — Podríamos ir allá y ver como es — agregó Damien — Si no te gusta, puedes irte y seguir hacia Bahía Luminosa.

    — ¿Están diciendo que me dejarán solo? — preguntaba Ariel.

    — No —respondió Jonás — Escucha Ariel, esta es una gran oportunidad que no podemos desaprovechar. No es lo que tú quieres y lo entiendo. Pero mi primo podría estar ahí dentro. Si no lo encuentro, Cóndor y yo te acompañaremos hacia Bahía Luminosa. Si mi primo está ahí dentro y me dice que es un buen lugar no iré contigo. Pero te daré mi camioneta para que sigas tu camino.

    — Pues, yo y mi familia nos quedamos ahí dentro si es seguro — decía Hernán — No vamos a seguir arriesgando nuestras vidas dirigiéndonos a un lugar más lejano si tenemos un lugar seguro aquí.

    — Yo solo quiero estar seguro — agregó Damien — Si este lugar es seguro por dentro de la misma forma en que se ve seguro por fuera, me quedo.

    — Ariel, tú sabes lo que siento por ti — dijo Jennifer — Toda mi familia ha muerto. Eres lo único que me queda y no te dejaré. Si te quedas, yo me quedo. Y si te vas, yo me voy.

    — Si tú te vas, yo iré con ustedes — respondió Lucas.

    — Lucas — decía Robert regañando al joven.

    — Escucha, Robert, tú no eres mi padre — respondió el joven muy enojado — Yo te saqué de esa celda y ahora eres libre. Déjame ser libre a mí también.

    — Si tú te vas, yo iré contigo — decía el ex convicto — Tengo que asegurarme de que no hagas nada estúpido.

    — Creo que ya todos tomamos nuestra decisión — decía Melanny — ¿Qué opinan si nos ponemos en marcha?

    — No, primero tenemos que esconder la camioneta — decía Damien — No podemos dejarla aquí donde la encuentren. Si resulta ser una trampa, no tendremos un vehículo de escape. Nos llevaremos la camioneta a un lugar donde no la encuentren y dejaremos las armas de fuego ahí.

    — Es buena idea — respondió Jonás — Si nos sacan lo que tenemos, nos quedará una reserva.

    El grupo decidió llevarse la camioneta lo suficientemente lejos para que no pueda ser encontrada por los que vivían ahí, y lo suficientemente cerca para que, en caso de tener que escapar, pudieran llegar hasta ella.

    Metieron la camioneta en un túnel y guardaron todas las pistolas, el rifle de Damien, la escopeta de Jonás y el lanzagranadas debajo de los asientos. Jonás cerró la camioneta y se quedó con las llaves. Una vez terminaron con eso, el grupo, que ahora solo portaba armas de cuerpo a cuerpo empezaron a caminar hacia esa comunidad.

    Damien iba al frente mostrándole el camino al grupo. Todos iban alertas en caso de que se encontraran con algún zombi en el bosque. Finalmente, pudieron llegar hasta las paredes de esa comunidad. Uno de los guardias los vio.

    — ¡Ustedes, quédense donde están! — gritaba aquel hombre apuntando su arma contra el grupo — Tengo munición suficiente para hacerles un agujero en la cabeza a cada uno de ustedes. Así que al menos que quieran uno, les recomiendo quedarse quietos.

    — Escuchen, solo háganle caso a mi compañero y ninguno de ustedes resultará herido — decía el otro imitando la acción de su compañero.

    — Estamos sin un lugar a donde ir — decía Jonás a esos hombres sin ánimos de provocarlos — Por favor, déjennos entrar.

    — Ja, yo no le abro la puerta a cualquier extraño que venga — dijo el primero de los que habló.

    — Tranquilo, Rodrigo — decía su compañero — Llama a Patrick y que sea él quien se encargue de esto.

    Rodrigo se bajó del muro y desapareció de la vista del grupo, mientras que su compañero se quedó encima con su arma apuntando a Jonás quien era el que estaba al frente ahora. El grupo estaba esperando impaciente para que los dejaran entrar al interior de la comunidad y ver si el lugar era seguro o no. En un momento, Rodrigo volvió a subir acompañado por otro hombre. Era alto y musculoso. Rodrigo y su compañero tenían una estatura normal y poca musculatura al lado de él hombre que llegó.

    — Hola — dijo el hombre presentándose — Me llamo Patrick. Por lo que veo ustedes ya conocieron a Rodrigo y a Ignatius. ¿De dónde vienen?

    — Desde muy lejos — respondió Jonás — Ya no tenemos a donde ir. Por favor, deja que entremos.

    — Tú eres el líder — dijo Patrick señalando a Jonás con el dedo — Tu nombre.

    — Jonás — respondió el muchacho — Ellos son mis compañeros. Damien, Robert, Hernán, Melanny, Wendy, Lucas, Ariel, Jennifer. Y este es mi perro Cóndor.

    — No me gustan los perros — dijo Patrick mirando seriamente a Jonás — Probablemente no puedan entrar aquí.

    El grupo empezó a preocuparse por lo que el hombre estaba diciendo. Todos pusieron una cara muy alarmante. Uno segundos después, Patrick, Rodrigo e Ignatius empezaron a reírse.

    — Solo era una joda — dijo Patrick riéndose de las caras que todos pusieron — Claro que ustedes pueden entrar. Mientras más gente tengamos aquí será mejor.

    Patrick se bajó del muro mientras que sus compañeros permanecieron ahí arriba.

    — Alan, abre la puerta a nuestros invitados — se escuchaba como Patrick hablaba con otro hombre.

    La puerta del lugar fue abierta por un hombre de estatura mediana/baja, el cual les hizo una seña al grupo para que entraran. Todos decidieron cruzar por esa puerta y entrar a la comunidad. Una vez que todos estaban dentro, Alan cerró la puerta. Patrick estaba en frente de ellos.

    — Acompáñenme, los llevaré con Víctor — decía Patrick a los miembros del grupo.

    Patrick empezó a caminar mientras les hacía una seña a todos los integrantes del grupo para que lo siguieran. Jonás fue el primero en seguirlo. Damien, Hernán, Melany y Wendy iban detrás de él. Robert, Lucas y Jennifer empezaron a seguir a sus compañeros, mientras que Ariel se dio vuelta para ver como Alan se paraba de espaldas a la puerta para vigilarla. Luego de eso, se dio vuelta y acompañó a sus compañeros.

    Ya estaba por anochecer, lo que indicaba que iban a pasar lo que quedaba del día en ese mismo lugar.
     
  16. Threadmarks: Día 46 Parte 2 - 47 Parte 1
     
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    Día 46 – Parte 2:

    Todo el grupo caminaba siguiendo a Patrick, Rodrigo e Ignatius, quienes los estaban guiando hacia el interior de la comunidad para conocer a alguien llamado Víctor. Había unos pocos metros donde solo había camino pero más atrás se veían casas. Todo estaba rodeado por un muro.

    Cuando llegaron a la zona de las casas vieron como más gente los estaba mirando al entrar. Todos se sentían algo incómodos por estar frente a desconocidos, y algunos tenían miedo de cómo podrían reaccionar.

    Las casas estaban muy poco separadas una de la otra y no eran demasiado grandes. A medida que avanzaban, más gente los miraba.

    — Me siento algo rara — decía Melanny.

    — Se acostumbrarán — respondía Patrick — Yo también fui nuevo aquí una vez.

    El grupo seguía avanzando, y la gente los seguía mirando. Uno de los que observaba desde lejos prestó atención al grupo y luego se les acercó.

    — No lo puedo creer — decía uno de los hombres acercándose al grupo — Jonás.

    — ¿Román? — preguntaba el joven mientras miraba a aquel hombre.

    Ambos primos se miraron fijamente y se abrazaron felices de haberse reencontrado, dado a que ese era su plan original. Al grupo le pareció una escena conmovedora.

    — Creí que los tipos que asaltaban las granjas te habían matado — decía Román a su primo – Estuve esperando en el lugar donde te indiqué hasta que una horda se apareció y tuve que marcharme. Pensé que no lo habías logrado.

    — Pues aquí estoy, primo — respondía Jonás — ¿Cuánto hace que estás aquí?

    — Muy poco, llegué hace cinco días — decía Román — Tuve la compañía de dos personas más, a quienes me gustaría que conozcas después de conocer a Víctor.

    — ¿Cómo es ese tal Víctor? — preguntaba Jonás.

    — Por lo que vi estos días es muy bueno — dijo Román — Los acompañaré hasta él.

    Román se unía al grupo en la caminata hasta el encuentro con Víctor. Le echó un vistazo a las personas que acompañaban a su primo.

    — ¿Amigos tuyos? — preguntaba Román.

    — Jonás nos habló muy bien de ti — respondió Hernán — Es un gusto conocerte por fin, me llamo Hernán y ellas son mi esposa Melanny y mi hija Wendy.

    — Es un gusto — respondió Román — ¿Cómo conocieron a mi primo?

    — Eso lo dejarán para otro momento — decía Patrick — Hemos llegado.

    Estaban frente a una casa, la cual era la última de la comunidad. Su tamaño era más grande que las otras, y por lo que sabían, Víctor estaba ahí dentro.

    — Mi hermano es quien maneja las cosas aquí — dijo Patrick — Él tendrá una charla para conocerlos mejor a ustedes. Ignatius y Rodrigo, ustedes volverán a sus puestos de guardia.

    — Hasta luego, Patrick — dijo Rodrigo retirándose.

    — Supongo que tenemos que entrar — decía Ariel.

    Patrick le abrió la puerta a todo el grupo, para que pudieran entrar. Román decidió acompañarlos.

    La casa era muy grande y tenía varias habitaciones. El grupo fue llevado hasta una sala de estar, donde había un escritorio que parecía el de un abogado, y tenía varios cajones detrás. Atrás de ese escritorio se encontraba un hombre musculoso de una estatura menor que Patrick. Este hombre se puso de pie para hablar con el grupo.

    — Hola — dijo aquel hombre levantando su mano – Me llamo Víctor.

    — Mi nombre es Jonás — decía el líder del grupo — Estas personas son mis compañeros, excepto Román, que llegó aquí antes que yo.

    — Debo decir que te estaba esperando, Jonás — respondió Víctor mientras sacaba una hoja que llevaba como título el nombre de Jonás.

    — ¿Cómo supieron eso? — preguntó Damien algo intrigado.

    — Digamos que esto es un registro — respondió Víctor — Hago uno con todas las personas que llegan a mi comunidad. Es para llevar un control de quienes viven aquí.

    — Escuche, hemos estado en la carretera casi desde que inició esto — dijo Robert — Queremos que nos permita quedarnos aquí, así tener una vida tranquila y sin preocuparnos por los zombis.

    — Eso será mi decisión, pero primero voy a tener una charla con uno de ustedes — decía Víctor — Patrick, llévate a todos menos a Jonás afuera, y cuida que el perro no cague mi alfombra.

    Todo el grupo fue llevado fuera de la sala de estar, en la cual solo quedaron Jonás y Víctor. Víctor tomó una lapicera y el papel con el título de Jonás.

    — Así que, Jonás — decía Víctor — Cuando Román me contó sobre ti, te imaginé entrando por las puertas de mi comunidad sano y a salvo liderando un grupo de gente, pero no imaginé que sería tan grande.

    — Víctor, deja los juegos por ahora, yo sé que quieres algo de mí — interrumpió Jonás — ¿Qué es?

    — Como líder de tu grupo imagino que conoces bien a toda tu gente, los cuales, ahora que están dentro de mis muros, se convertirán en mi gente — decía Víctor mientras se preparaba para escribir — Y por lo tanto, necesito tu ayuda para conocerlos mejor. Empecemos desde el principio, sus nombres.

    — El hombre más grande de nuestro grupo es Hernán, su esposa se llama Melanny y es la única mujer del grupo. Tienen una hija, Wendy — respondió Jonás mientras Víctor anotaba — El hombre de piel morena es Robert. El otro hombre es Damien. La chica es Jennifer, y los dos chicos son Lucas y Ariel. El perro se llama Cóndor y es mi mejor amigo.

    — Muy bien, es un comienzo, ahora dime, ¿desde cuando estás con ellos? — preguntó Víctor — Un grupo tan grande no surge así desde el principio.

    — Al principio estaba yo solo junto a mi perro — respondió Jonás — Mi objetivo era llegar a la casa de Román, en el campo, donde haríamos lo posible para sobrevivir. En los primeros días, vi como Hernán y su familia estaban en peligro y fui a ayudar. Ellos decidieron acompañarme a la casa de mi primo porque no sabían a donde ir. En la carretera encontramos a Ariel y a Kelly.

    — Es raro que no mencionaras a esta chica Kelly cuando pregunté sobre tu grupo — interrumpió Víctor — ¿Dónde está?

    — Muerta — respondió Jonás — Fue asesinada junto a otro miembro de nuestro grupo llamado Emmanuel por unos tipos que nos emboscaron en la carretera.

    — Ya veo — respondía Víctor mientras anotaba todo — ¿Qué pasó después de que conociste a Ariel y a Kelly?

    — Ariel nos dijo que estaban en camino a Bahía Luminosa, una ciudad preparada para sobrevivir a una catástrofe como esta — respondió Jonás — Sin otro lugar al que ir, eso nos dio un rayo de esperanza y decidimos dirigirnos allí. Mientras buscábamos suministros nos encontramos con Lucas, Jennifer, Robert y Emmanuel. Todos se unieron a nosotros.

    Jonás se tomó un respiro antes de continuar.

    — Camino a la casa de mi primo fuimos atacados por un grupo de gente que intentó quitarnos todo lo que teníamos — decía Jonás — Asesinaron a Kelly y a Emmanuel, y casi matan a Hernán y a Cóndor. Un día después conocimos a Damien, que empezó a viajar con nosotros luego de que nos aseguráramos de que era buena persona. Hoy a la mañana fuimos atacados por un grupo de zombis y perdimos todas nuestras provisiones y armas. Pero pudimos encontrar tu comunidad. Por favor, necesitamos que nos dejes permanecer aquí.

    — Es una historia interesante — decía Víctor mientras terminaba de anotar — Debo decirte que no tenemos muchas casas vacías, así que tendré que dividirlos para que puedan quedarse.

    — No hay problema — respondió Jonás — Es mejor que quedarse ahí afuera.

    — Vamos, es hora de las asignaciones.

    Victor salió de la sala de estar y le dijo a todos los miembros del grupo que podrían quedarse, pero que deberían estar divididos para poder quedarse. Victor revisó una lista que tenía donde aparecía el número de las casas y la cantidad de habitaciones disponibles.

    La casa a la que fueron fue la casa 6.

    — Esta casa es para cuatro personas, y tiene cama matrimonial — decía Víctor — Hernán y su familia podrán quedarse aquí, y uno de ustedes tendrá que entrar también.

    — Yo me quedo con ellos — decía Robert — Estoy cansado y será una forma de asegurarse de que estén a salvo.

    Hernán, Melanny, Wendy y Robert entraron a esa casa, la cual sería su vivienda desde ese momento. Víctor y Patrick se llevaron al grupo a la casa 9, la cual era una casa con tres habitaciones. Román estaba viviendo solo ahí, dado a que Víctor estuvo guardando esa casa esperando que Jonás llegara.

    — Supongo que tú y alguno más podrá compartir la casa con tu primo — decía Víctor.

    — Yo los acompañaré — respondió Damien — Sé que Román no tendrá problema en que me quede con ellos.

    — Por supuesto que no — respondió Román — Claro que puedes quedarte…emm.

    — Damien — dijo el hombre presentándose.

    — Muy bien, entonces esta casa es para ustedes — decía Víctor.

    A partir de ahora, Jonás, Cóndor y Damien se quedarían en la casa 9.

    — Patrick, ve a casa y prepara algo para comer — decía Víctor a su hermano.

    — Como quieras — respondió Patrick retirándose.

    — Ustedes se quedarán en la casa 10 que está justo enfrente de la 9. Tiene cuatro habitaciones, pero en algún momento asignaré a alguien para que se quede con ustedes — decía Víctor.

    — Perdona, pero tal vez no haga falta — respondió Ariel — Yo no me quedaré mucho tiempo. Tengo un destino al cual dirigirme.

    — Lamento tener que contradecirte, chico — le contestó Víctor algo serio — Pero una vez que entran aquí no podemos permitir que salgan. Pusimos esos carteles del punto sin retorno por algo. Si no querías tener que quedarte aquí, no debiste haber entrado en primer lugar.

    — Ariel, tranquilo, este lugar parece agradable — decía Jennifer mientras hacía que Ariel se fuera con ella a la casa para alejarlo de Víctor.

    Víctor veía como la pareja entraba a la casa que les había asignado, pero Lucas no fue con ellos, sino que se quedó a su lado.

    — Créeme lo que te digo — dijo Lucas — Ariel traerá problemas. Lo he dicho varias veces, pero Jonás nunca me escuchó. Sería bueno que le pongas un ojo encima.

    — Todos ustedes tienen un ojo encima — respondió Víctor — Lo tendré vigilado y a ti, y a Jennifer y a Jonás. Incluso el perro tendrá vigilancia. Ahora vete a dormir.

    Víctor se retiró del lugar para dirigirse a la casa que compartía con su hermano Patrick. Lucas decidió entrar en la casa que le fue asignada. No era lo que él quería, pero no tenía otra opción aparentemente. Cuando estaba entrando, Ariel estaba saliendo y se fue sin decir nada. A Lucas le pareció raro y decidió entrar a la casa para descansar.

    Día 47 – Parte 1:

    Medianoche y unos segundos posteriores. Lucas veía a Jennifer sentada sobre una de las camas.

    — ¿A dónde fue Ariel? — preguntaba Lucas.

    — Fue a ver algo que le llamó la atención, pero no intentará escapar — dijo Jennifer.

    — Qué bueno que se fue — expresó Lucas algo aliviado — Quería hablar contigo, pero no quería que el grupo lo escuchara. Esta es la oportunidad para aclarar las cosas.

    — ¿De qué quieres hablar? — preguntaba Jennifer.

    Lucas se acercó al lado de Jennifer, la abrazó y le susurró algo al oído.

    — Todavía estoy enamorado de ti — decía Lucas hablando bajo y calmado — No creas que estar atado a una columna me lo haya hecho olvidar. Solo lo escondía para evitar problemas con Jonás.

    — ¡¿Qué?! — preguntaba Jennifer mientras apartaba a Lucas — Tú estás totalmente loco. ¿Crees que yo te amaría después de lo que hiciste?

    — Jennifer, Ariel no es lo que necesitas — dijo Lucas tomando a Jennifer de las manos — Es un cobarde. Kelly era su amiga y él no hizo nada para evitar que Snake la matara. Si hubieras sido tú, te aseguro que habría hecho lo mismo. Ariel dice que te ama, pero solo quiere aprovecharse de ti. No estará dispuesto a matar por ti. Yo sí lo estoy, y lo has visto.

    — ¡Basta, has llegado muy lejos! — gritaba Jennifer empujando a Lucas — ¡Tú crees que soy tuya solo porque me conociste antes de que Ariel lo hiciera! ¡Eres un estúpido, y un tipo peligroso!

    — Te equivocas — decía Lucas besando a Jennifer — Soy la clase de persona que necesitas a tu lado. Créeme que no voy a matar a Ariel, ni tampoco a amenazarte. Quiero que te des cuenta de que estás cometiendo un error eligiendo a Ariel. Espero que lo hagas antes de que sea tarde.

    Lucas se retiró del lugar para dirigirse a su habitación. Jennifer no podía creer lo que había hecho, y se lo iba a contar a Ariel en el momento en el que regresara.

    Ariel estaba caminando de vuelta a la entrada a la comunidad. Logró llegar a la puerta y vio como Rodrigo y su compañero Ignatius se bajaban del muro mientras Alan subía al muro. Ariel decidió que lo mejor sería esconderse en la oscuridad para evitar ser visto.

    — Bueno Alan, es tu turno de vigilar el lugar — decía Rodrigo a su compañero — Patrick te estará vigilando para asegurarse de que no cometas un error esta vez. ¿Entendiste?

    — Sí, lo entendí — contestó Alan con un tono algo deprimido.

    Ignatius y Rodrigo se retiraron del lugar y dejaron a Alan haciendo su trabajo. Ariel intentó acercarse lo más que pudo para ver si había alguna oportunidad para escapar, no ahora, sino para cuando el muro quedara sin vigilancia. Al acercarse vio como Alan empezó a llorar de la nada.

    Ariel no lo entendía. Si bien no escuchó el resto de la conversación, pero sabía que Rodrigo no le había dicho nada malo como para que tuviera esa reacción. No entendía lo que pasaba, pero sabía que no podía preguntarle qué pasaba así como así, sabiendo que Víctor le dijo que no le permitiría marcharse y que podría llamar la atención si lo hacía. Decidió regresar a su casa antes de que Patrick volviera.

    Mientras caminaba en el pedazo de tierra que no tenía casas, escuchaba los gruñidos de los muertos golpeando los muros. Aunque no estaba cómodo con el lugar, estaba feliz de saber que los zombis no serían capaces de lastimarlo ahí dentro.

    Al regresar a su casa, encontró a Jennifer en la puerta, quien le explicó lo que había pasado mientras él no estaba. Ariel se enojó cuando escuchó lo que hizo Lucas y decidió confrontarlo en su habitación.

    — ¡Lucas! — dijo Ariel entrando a la habitación de Lucas golpeado la puerta — ¡Ya estoy empezando a hartarme de ti!

    — Tranquilo, amigo, estoy seguro de que Jennifer no te dijo que en realidad disfrutó mi beso mucho más que cualquiera de los tuyos — respondía Lucas sonriente parándose en frente de Ariel.

    — ¡Voy a tener problemas por esto, pero no importa! — gritaba Ariel — ¡Voy a terminar contigo ahora!

    — Adelante, golpéame — decía Lucas en un tono incitante — Ambos sabemos que lo quieres.

    — ¡¿Crees que no puedo ganar una pelea contra ti?! — preguntaba Ariel.

    — Sé que ganarás, porque yo no voy a pelear — respondió Lucas.

    — ¿Por qué no? Es lo que quieres — preguntaba Ariel calmándose mientras esperaba un ataque de Lucas.

    — Porque si te toco, Jonás me matará — contestó Lucas — O tal vez Robert lo haga. O tal vez Hernán, o Damien, incluso Víctor podría matarme si te toco. Así que voy a dejar que me golpees para que todos te vean de la misma forma que yo te veo. Como una amenaza. Una amenaza mentirosa.

    — No voy a caer en tu juego — respondió Ariel comprendiendo el porqué de las acciones de Lucas — Pero esto no se quedará así. Jonás sabrá de esto.

    — Jonás ya no es el líder — contestó Lucas — Víctor lo es. Y estoy seguro de que le caíste bien cuando le pediste que te dejara ir.

    Ariel decidió salir de la habitación antes de terminar perdiendo el control y hacer que lo expulsen, que parece lo que Lucas quería.

    — No te quiero ver cerca de Jennifer — dijo Ariel — Si lo haces de nuevo, te mataré sin importar lo que me pase.

    — Tranquilo, ella descubrirá la verdad por sí misma — respondió Lucas.

    Ariel se fue de la habitación de Lucas aún más enojado de lo que entró. Fue a su habitación, donde había una ventana. Ariel miró a través de ella y pudo observar como Patrick caminaba hacia la entrada cargando un arma, tal y como Rodrigo lo había dicho.

    Era obvio que las cosas serían incómodas para Ariel en la comunidad. Y apenas llevaba un par de horas ahí dentro.
     
  17. Threadmarks: Día 47 Parte 2
     
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    Día 47 – Parte 2:

    Ya había salido el sol. Jonás se levantó de su cama y fue a la cocina de la casa en la que vivía. Allí vio que su primo estaba desayunando solo.

    — ¿Dónde está Damien? — preguntaba Jonás algo preocupado de no ver a su amigo en la casa.

    — Se levantó temprano y se fue a dar una vuelta — respondió Román — Me dijo algo de que se había vuelto una costumbre para él tener que levantarse temprano y que no estaba acostumbrado a no hacerlo. Pronto volverá. Te prepararé el desayuno.

    Jonás se sentó sobre la mesa que había en la sala. Era una sensación placentera. Ya no tenía que seguir durmiendo en la camioneta, y ya no tenía que racionar la comida que tenían. Finalmente estaba a salvo, y no solo él sino también el resto de sus compañeros. Esto lo llenó de satisfacción, haciéndole pensar que se las arregló muy bien para mantener a su grupo a salvo todo el tiempo.

    Román llegó con un par de rebanadas de pan y algo de mermelada para que Jonás pudiera desayunar.

    — ¿De dónde sacaron todo esto? — preguntaba Jonás.

    — Hay gente que trabaja aquí, haciendo cosas como esta — respondió Román.

    — ¿En dónde? — Jonás hizo una segunda pregunta — Yo no vi ningún terreno para cultivo.

    — Aún no has visto todo, seguro Víctor te lo mostrará — respondió Román.

    Damien, quien se encontraba afuera, estaba regresando a la casa. Se encontró con un hombre adulto un poco mayor que Hernán. El hombre caminaba con la cabeza baja. Damien decidió saludarlo.

    — Buenos días — dijo Damien presentándose — Soy Damien.

    Pero el hombre no le devolvió el saludo, ni siquiera levantó la cabeza. Es como si hubiera hecho que no pasó nada. A Damien le pareció algo muy rara la actitud de aquel hombre. Finalmente entró a la casa.

    — La gente aquí tiene muy malos modales — dijo Damien sentándose en la mesa — Saludé a un hombre afuera y no me respondió.

    — Hay varias personas así aquí — dijo Román — Yo también lo he notado.

    — ¿A dónde fuiste? — preguntó Jonás a su compañero.

    — Fui a darme un paseo por el lugar, y poder conocerlo mejor — respondió Damien — Si necesitáramos escapar, será mejor tener un conocimiento de la zona.

    — ¿Escapar? — preguntó Román — ¿De qué hablan?

    — Hemos decidido entrar aquí para ver si este lugar es seguro o no — respondió Jonás a su primo — Algunos pensaban en quedarse, otros en irse. Yo finalmente te encontré, y a parte de Cóndor, eres la última familia que me queda. No me marcharé de aquí.

    — Ninguno de ustedes lo hará — dijo Román — ¿Víctor no te lo dijo? Una vez que entran, no pueden salir.

    — ¿Qué? — preguntaba Damien algo confundido — ¿Se trata de una dictadura o algo así?

    — Esas son las reglas del lugar — contestó Román — Dijeron que cualquiera que entra tiene prohibido irse, al menos que salga en una expedición.

    — Esto me preocupa — dijo Jonás — Ariel dijo que no le gustaba la idea de entrar aquí. Sé que el intentará marcharse. Tengo que encontrarlo y decirle sobre esto antes de que Víctor se entere.

    Jonás fue a buscar a Cóndor, que se había quedado dormido bajo la cama y salió de la casa acompañado de Damien y de Román. Afortunadamente, la casa donde Ariel vivía era la de enfrente, por lo que no había que caminar mucho.

    Jonás tocó la puerta esperando recibir una respuesta de Ariel.

    El joven abrió la puerta algo confundido por encontrarse a Jonás y a Damien en su casa.

    — ¿Qué están haciendo? — preguntó Ariel.

    — Ariel, sé que estás pensando en marcharte — respondió Jonás — Pero no puedes porque…

    — Víctor lo prohíbe — dijo Ariel interrumpiendo a Jonás — Él me lo dijo ayer. Puedes tranquilizarte, no intentaré irme de aquí. Al menos no por ahora.

    — Es un alivio — respondió Jonás luego de escuchar esto.

    — Ya que estamos, ¿podría hablar algo contigo? — preguntó Ariel — Es sobre Lucas.

    En la casa número 6, Hernán se estaba levantando de la cama. Melanny estaba en la mesa de la cocina preparando un desayuno con las cosas que había en la casa. Wendy estaba en la mesa esperando el desayuno.

    — Hola papá — decía la niña mientras abrazaba a Hernán.

    — Es la primera vez que te veo tranquilo desde que esto empezó — decía Melanny alcanzándole algo de comer a Hernán.

    — Es la primera vez que puedo dormir sabiendo que estamos totalmente a salvo de los zombis — dijo Hernán — Voy a comer algo y luego a hablar un poco con Jonás sobre este lugar.

    Mientras la familia estaba comiendo, Robert se acercaba a ellos. Apenas se levantaba y tenía una mirada muy cansada en el rostro. Él fue directo a la mesa y saludó a sus compañeros.

    — Buenos días — dijo Robert a la familia — Y ahora son buenos en verdad.

    — Es un buen cambio para todos — decía Melanny alcanzándole algo para comer — Principalmente para Wendy.

    En ese momento sintieron como alguien estaba golpeando la puerta. Hernán, que había terminado de comer, se levantó y fue a ver quién era. Abrió la puerta y encontró a Patrick.

    — Hola, Patrick, ¿qué ocurre? — preguntaba Hernán algo extrañado de verlo en la puerta.

    — Mi hermano quiere tener una charla con ustedes — dijo Patrick — Los estará esperando en su casa. Le avisaré al resto de su grupo.

    Patrick se retiró así nada más sin explicar que era lo que Víctor quería.

    — Este tipo tiene algo raro — decía Robert — Lo peor de todo es que es alto y tiene musculatura. Será difícil de vencer si lo tenemos que enfrentar.

    — Además dejamos las armas de fuego en el túnel — decía Hernán.

    — Intenten no hablar de eso ahora — decía Melanny — Alguien podría escucharnos, y esas armas son nuestra esperanza si este lugar no es lo que parece.

    Los cuatro se preparaban para una charla que Víctor iba a darles.

    Cuando llegó el momento, todo el grupo estaba reunido afuera de la casa de Víctor esperando que este saliera. Román no estaba con ellos. Finalmente, Víctor salió de la casa.

    — ¿Qué es lo que querías decirnos? — preguntó Jennifer.

    — Vengan conmigo — decía Víctor.

    El líder de la comunidad empezó a caminar hacia la parte de atrás de la casa, hasta que el muro llegó a su fin.

    — Sé que ustedes se preguntaran cómo hemos resistido tanto tiempo — decía el líder — Sobre todo porque no han visto más que solo casas en este lugar. Bueno, la respuesta está detrás de este muro.

    Víctor empezó a caminar hacia la derecha de donde estaban parados siendo seguidos por el resto del grupo. En el límite marcado por una esquina había una puerta metálica que parecía ser del vagón de un tren. Víctor deslizó la puerta hacia la izquierda. Detrás de esa puerta se podían ver 3 edificios y un terreno muy amplio. Esta zona no estaba cubierta por un muro como el resto de la comunidad, sino por unas cercas gruesas y algunos contenedores de basura. Había zombis afuera que intentaban entrar, pero sus esfuerzos eran inútiles.

    — ¿Qué es esto? — preguntó Jonás algo asombrado por lo que veía.

    — Es la zona no residencial de la comunidad — respondió Víctor — Aquí es donde la gente trabaja para ayudar a que nuestra comunidad se mantenga en pie. El primer edificio es un comedor muy grande, donde tenemos una proveeduría y una pequeña farmacia. Toda la comunidad se reúne para comer aquí.

    — ¿Y los otros dos? — preguntaba Robert.

    — El segundo es muy pequeño — respondió Víctor — Lo usamos de guardería donde le enseñamos a los niños tareas básicas. Nuestro tercer edificio no tiene ningún uso más que guardar algunas cosas.

    — ¿Por qué nadie vive aquí? — preguntaba Damien.

    — Los muros no protegen esta zona, lo cual quiere decir que los zombis y la gente podrían entrar muy fácilmente — respondió Víctor — Durante el día tenemos guardias patrullando el lugar. Durante la noche, esta zona se cierra por seguridad.

    — ¿Por qué nos estás mostrando esto? — preguntaba Melanny.

    — Porque es aquí donde van a trabajar — respondió Víctor — Todos tendrán una tarea y nos ayudarán según qué trabajo le toque a cada uno. Si uno de ustedes no trabaja, no se le servirá nada de comida. Es por eso que hago que todos coman en el comedor, para controlar que nadie que no merezca la comida esté comiendo.

    — ¿Qué trabajo nos toca a cada uno? — preguntó Jonás.

    — Bueno, la familia estará en la guardería donde aprenderán a como tienen que trabajar junto a la niña — decía Víctor — El resto puede elegir los cultivos, cocina, vigilancia o construcción. Las tareas de patrullar por el lugar están reservadas para mis hombres de confianza. Cuando llegue el resto de la gente empezará el trabajo.

    Tal y como Víctor lo había dicho, la gente empezó a llegar. Cada uno iba tomando un trabajo, y una vez que todos estaban acomodados, los miembros del grupo decidieron a donde ir.

    Jennifer, Ariel, Román y Jonás fueron a trabajar en los cultivos. Román sabía algunas cosas sobre eso ya que vivió en el campo, por lo que Jonás decidió que lo mejor sería trabajar junto a él. Cóndor era muy útil dado a que lo hacían excavar para ver qué tal estaba la tierra. Robert y Lucas se unieron al grupo de los constructores, aunque ese nombre no aplicaba mucho a lo que hacían, dado a que solo movían los contenedores y ampliaban la zona cercada con alambre.

    Damien y un grupo de gente armada salieron de la zona cuando los alambrados eran movidos. Damien estaba encargado de la vigilancia. Le dieron unos binoculares y le encargaron que avisara en caso de ver algo sospechoso a los que se encargaban de la patrulla. Mientras el vigilaba, los guardias de la patrulla mataban a los zombis que se acercaban al lugar utilizando armas blancas. Tenían armas de fuego, pero no querían usarlas para no atraer a los zombis. Damien veía lo que esos hombres hacían y se dio cuenta de que sería mejor no dejar sus hábitos de pelea atrás, dado a que podría ser atacado en cualquier momento.

    Hernán, Melanny y Wendy estaban en la guardería, donde había varias mujeres enseñando tareas que los chicos podían realizar en compañía de sus padres.

    El trabajo duró desde que todas las personas llegaron hasta que se hizo el mediodía. La gente fue llevada al comedor para poder tener el almuerzo.

    Dado a que el grupo no llevaba ni un día en la comunidad, no conocían a mucha gente más que a Román y a Víctor. Todos se sentaron juntos pensando que sería lo mejor para compartir el almuerzo.

    Un grupo donde había un chico y tres chicas jóvenes, de casi la misma edad de Ariel y Jennifer se acercaron a ellos.

    — Hola — dijo una de las chicas — Hace tiempo que no veíamos a otros chicos de nuestra edad aquí. ¿Les gustaría comer con nosotros?

    — Pueden ir si quieren — dijo Jonás — No se sientan obligados a quedarse junto a nosotros. Entiendo que los chicos de su edad necesitan interactuar con chicos de su edad.

    Lucas, Ariel y Jennifer se fueron con el resto de los chicos jóvenes, dejando a los adultos y a Wendy en una mesa.

    — Aquí están — decía Román mientras levantaba su mano haciendo un gesto — Estas dos personas que vienen ahora son los que me han ayudado a llegar hasta aquí.

    Un hombre y una mujer, que aparentemente estaban casados habían llegado a la mesa donde Román y el resto de los adultos estaban sentados.

    — Ellos son Luciano y Sandra — decía Román presentándolos ante el grupo.

    — Hola — decía la pareja al mismo tiempo.

    — Tú debes ser Jonás — decía Luciano esta vez hablando él solo — Eres exactamente igual a como Román te ha descrito.

    — Gracias, supongo — decía Jonás — Estos son mis amigos. Robert, Damien, Hernán, Melanny y Wendy.

    — Es una niña muy bonita — decía Sandra miranado a Wendy — Es igual a su madre.

    — Gracias — respondió Melanny — Es nuestro tesoro más preciado.

    — ¿Ustedes no tienen hijos? — preguntó Hernán.

    — Nunca pudimos tener uno — respondió Luciano — Queríamos, pero nunca llegó a nosotros.

    Mientras tanto, en la mesa donde estaban los chicos, la conversación era algo distinta.

    — Yo soy Clara — dijo la chica que fue la primera en hablar — Mis amigas son Martina, Belén, y nuestro amigo es Esteban.

    — Soy Lucas — dijo el chico mientras le echaba un vistazo a las tres chicas.

    — Soy Jennifer.

    — Yo Ariel — cada uno de ellos se presentó individualmente — Jennifer y yo somos novios.

    — ¿Desde cuándo? — preguntó Martina algo curiosa.

    — Un largo tiempo, perdí la cuenta de los días — respondió Jennifer — ¿Alguna de ustedes sale con Esteban?

    — Yo quise, pero él me rechazó — dijo Belén.

    — Es que me lo preguntaste muy repentinamente — contestó Esteban.

    Los siete chicos jóvenes empezaron a reír por la charla. Ariel, Jennifer y Lucas se sentían mejor ahora que estaban teniendo momentos que solían tener antes del apocalipsis. Ariel miraba a Lucas para mantener un ojo sobre él después de lo que pasó en la madrugada, pero después de ver como él miraba a las chicas supo que no tendría que preocuparse por él.

    Cuando la comida llegó, todas las conversaciones habían muerto, y no había nadie que no se centrara en comer. Aparentemente, todos habían hecho algún trabajo el día de hoy, puesto a que no había nadie al que le faltara la comida.

    En una media hora, todos los platos ya estaban vacíos. Víctor les dijo a todos que trabajarían unas horas más y que después de que el trabajo se termine, la zona volvería a cerrarse.

    Los constructores ya no tenían por qué seguir trabajando, dado a que no iban a volver a abrir las cercas hasta mañana, por lo que se les encargó de llevarse varias de las cosas que las cocineras habían preparado hacia las casas. A todas las casas les tocaba una ración equitativa, por lo que nadie podría robar nada.

    Una vez que llegó la hora de que el trabajo terminara, todos se retiraron de la zona de trabajo, y Víctor los hizo salir para poder cerrar la puerta metálica que conectaba ambas zonas.

    Cada grupo se fue a la casa en las que habían sido asignados. Román se fue a dormir apenas llegó. Jonás estaba a punto de hacer lo mismo cuando Damien lo interrumpió.

    — ¿Qué es lo que quieres? — preguntó Jonás.

    — He observado bien la zona no residencial — respondió Damien — Si alguna vez tenemos que escapar, tenemos más posibilidades de escapar por ahí que por la puerta de enfrente.

    — Yo no voy a escapar de aquí, Damien — dijo Jonás — Me siento bien aquí.

    — Solo lo mencionaba — dijo Damien — Por el momento no pienso escapar, pero no está de más ir teniendo opciones.

    En la casa de los chicos, había una conversación diferente. Lucas estaba en su habitación pensando en lo tranquilo que había sido todo. Era la primera vez desde que inició el apocalipsis que él no sentía miedo de lo que pasaría al día siguiente.

    Jennifer entró a la habitación de Ariel, que estaba acostado y a punto de dormirse.

    — ¿Qué pasa, Jennifer? — preguntó Ariel a su novia.

    — Quería preguntarte algo — decía Jennifer recostándose al lado de Ariel.

    — ¿Qué es? — preguntó el chico.

    — Es algo que quise preguntarte en la mansión, pero con todo lo que pasó pensé que lo mejor sería dejarlo para cuando estuviéramos en Bahía Luminosa — dijo Jennifer — Pero ya no hace falta seguir esperando.

    Jennifer le susurró algo al oído a Ariel.

    — ¿Qué opinas? — preguntó la chica — ¿Te parece buena idea?

    — Claro que sí — respondió Ariel abrazando a Jennifer — Pero no tengo idea de cómo empezar.

    — Yo he visto en las películas que se empieza quitándole la ropa a tu pareja — decía Jennifer — Podríamos empezar por ahí.

    Ariel hizo caso a lo que su novia dijo y empezó por quitarle la camisa que llevaba puesta. Ahora era el turno de Jennifer, que decidió quitarle a su novio la misma prenda de ropa que él le había quitado. En otra de las habitaciones, Lucas escuchaba seriamente como sus dos compañeros estaban pasando un buen momento.

    En la casa de Robert y Hernán, ambos seguían despiertos mientras que Melanny y Wendy se habían ido a dormir. Robert se estaba preparando para salir de la casa.

    — ¿A dónde vas? — preguntaba Hernán.

    — ¿No te pareció raro que Patrick no apareciera? — preguntó Robert — ¿Por qué no estaba trabajando como nosotros?

    — Probablemente porque él trabaja de guardia de la zona residencial — respondió Hernán — Que tengamos muros no quiere decir que deban estar sin vigilancia.

    — Aun así me parece raro que Víctor no quiera tener a su hermano a su lado — decía Robert — Voy a ver si puedo tener una charla con él. Y con Patrick.

    — Trata de no meterte en problemas — dijo Hernán mientras se iba a dormir.

    Robert se limitó a simplemente asentir con la cabeza. Salió de su casa y se dirigía a la casa de Víctor y Patrick. Cuando estaba por llegar, vio que la puerta de esa casa se abría, y que Víctor y Patrick salieron de ahí. Patrick cargaba una mochila y tenía un papel grande en su mano. Robert tuvo que esconderse detrás de las casas que estaban cerca para no ser visto y poder escuchar la conversación.

    — ¿Seguro que no te olvidas nada? — preguntó Víctor caminando junto a su hermano.

    — Claro que no — respondió Patrick — Será mejor que vaya cuanto antes a la casa de Rodrigo, así podremos empezar mañana por la mañana.

    Víctor y su hermano se habían alejado mucho de Robert, y cada vez estaban hablando en un tono más bajo, por lo que Robert no pudo escuchar nada. El vio como ambos hermanos se saludaron. Patrick se dirigía a la casa de Rodrigo mientras Víctor se dirigía a su casa.
     
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    Todos los miembros del grupo se habían levantado, y tomaron el desayuno en sus respectivas casas. Una vez que terminaron, se dirigieron a la zona no residencial, donde tendrían otra jornada de trabajo. Lucas caminaba junto a Ariel y Jennifer hacia la zona de trabajo, cuando Clara apareció desde atrás de una de las casas.

    — Hola, chicos — decía la chica saludando a sus nuevos compañeros.

    — Hola, ¿qué pasa? — preguntaba Jennifer pensando que algo andaba mal.

    — Quería preguntarles si podríamos pasar la tarde juntos, los cuatro — respondió Clara.

    — Pero tenemos que trabajar — dijo Ariel.

    — Veo que Víctor todavía no se los explicó — decía Clara — No todos los días tienen la misma cantidad de horas de trabajo. Un día se trabaja solo durante la mañana, al día siguiente se trabaja hasta que anochece, y al otro día, se trabaja hasta la tarde. Hoy estaremos libres después del mediodía.

    — Es raro que Víctor no lo haya mencionado ayer — decía Lucas — Pero, ¿qué pasa con los otros chicos?

    — Son aburridos, estuve saliendo con ellos desde el principio — decía Clara — Esta es mi oportunidad para conocer gente nueva. Entonces, ¿quieren que pasemos la tarde juntos?

    — No veo por qué no — respondía Ariel.

    — Me parece bien — respondió Jennifer.

    — Muy bien, los iré a buscar luego del almuerzo — respondió Clara entrando a otra de las casas.

    Cuando los chicos llegaron junto al resto del grupo encontraron a Robert hablando con Jonás. Hernán, Melanny, Wendy, Damien, Román, Luciano y Sandra estaban alejados, y Cóndor no estaba. Ariel y Jennifer se fueron con la mayoría de su grupo, mientras que Lucas se acercó para ver de qué estaban hablando Jonás y Robert.

    — ¿No pudiste escuchar más? — preguntó Jonás.

    — Se alejaron de mí y me verían si me acercaba más — respondió Robert.

    — ¿De qué hablan? — preguntó Lucas entrando a la conversación.

    — Robert vio que Patrick se iba con una mochila — respondió Jonás — No deberías estar aquí. Le pedí al grupo que no escucharan nuestra conversación. De lo contrario, podríamos levantar sospechas.

    Víctor finalmente llegó al límite que separaba las dos zonas de la comunidad, y abrió la puerta para que todos entren.

    — Como todos saben, hoy nos toca trabajar hasta el mediodía — decía Víctor — Trabajen bien, y tendrán la tarde libre.

    Todos estaban entrando a la zona de trabajo, excepto por Jonás y Robert, que querían hablar con Víctor.

    — Víctor, ¿Dónde está Patrick? — preguntó Robert.

    — Tu amigo — decía Víctor haciendo referencia a Jonás — Me dijo que una horda los atacó y perdieron todas las provisiones que tenían. Patrick fue junto a Rodrigo en una expedición para encontrarlas. Si resultan ser muchas provisiones, puede que nos ahorremos unos días de trabajo.

    Luego de esto, Víctor entró y se puso a trabajar. Jonás se fue a la zona de los cultivos, en donde trabajaba. Robert decidió no ir a trabajar con los constructores, para hablar con Jonás.

    — ¿Qué es eso de los suministros y la horda? — preguntó Robert.

    — Una mentira que le dije a Víctor — respondió Jonás — Aparecimos en sus puertas sin tener nada, no iba a creer que estuvimos tanto tiempo sin alimentos. Y no quería que se enterara de la camioneta con las armas. Pero nunca pensé que iban a enviar gente a buscar las provisiones falsas.

    — ¿Qué haremos si encuentran nuestra camioneta? — preguntó Robert — Perderemos nuestras armas y nuestra comida, y si nos equivocamos respecto a este lugar, ya no podremos salir de aquí.

    — Habrá que rezar por qué no la encuentren — dijo Jonás.

    Dado a que Robert estaba trabajando con los cultivos, unos patrulleros le encargaron a Damien que ayudara con la construcción, que al igual que el día anterior, solamente era mover cercas de un lugar a otro.

    — ¿Escuchaste la conversación que tuvieron? — preguntó Damien.

    — Será mejor si no te digo nada, Jonás me dijo que podría levantar sospechas — respondió Lucas.

    — Estoy seguro de que aquí pasa algo raro — dijo Damien — Este asunto de no permitir que te vayas seguro trae algo malo. Pero podría equivocarme.

    — No, es bueno que sospeches — respondió Lucas — Cuando estábamos en ese cementerio de autos, yo sospechaba que iba a pasar algo malo. Y fue ahí cuando nos atacaron las serpientes. Estas personas podrían ser peores que ellos.

    — Pero si nos quisieran muertos, ya lo estaríamos — contestó Damien — Podrían habernos matado mientras dormíamos.

    — Tal vez nos necesiten — respondió Lucas — El líder de las serpientes estuvo dispuesto a dejarnos con vida, solamente porque nos necesitaba después de que matamos a sus hombres.

    — Pero si a ellos les sobra algo es gente — respondió Damien — Puede que nos estemos equivocando, o puede que no. De todas formas, voy a echar un vistazo.

    — Hey, cierren la boca y muevan esas cosas — dijo uno de los vigilantes interrumpiendo la charla.

    Dentro de la guardería, un hombre estaba enseñándole a todas las parejas con hijos, que eran solamente cinco, como debía ser el regado de los cultivos y la construcción de las cercas, para que los chicos y sus padres trabajaran juntos algún día.

    — Recuerden que lo que yo les enseño a ustedes, ustedes deben enseñárselo a sus hijos — decía aquel hombre — Ya casi es hora de comer. Pueden ir al comedor. Yo iré cuando termine la limpieza.

    Melanny llevó a Wendy al comedor mientras que Hernán fue a ayudar a ese hombre con la limpieza, y de paso lo conocería mejor.

    — Aún no me has dicho tu nombre — decía Hernán ayudando al que dirigía la guardería.

    — Soy Carlos — respondió el hombre — Puedo ver que tienes una buena relación con tu hija. Está claro que los has mantenido con vida en todo este tiempo.

    — Tuve ayuda de mis compañeros, principalmente de Jonás — respondió Hernán — ¿Tienes algún hijo?

    — Sí — respondió Carlos — Esteban, el que comió ayer con los chicos de tu grupo. Él ayuda a Víctor con el inventario. Sin dudas salió a su madre.

    — ¿Dónde está ella? — preguntó Hernán.

    — Ella ha muerto, pero fue mucho antes que esto — respondió Carlos — No ha sido fácil para Esteban y para mí. Pero seguimos de pie.

    — Yo estuve a punto de morir en las primeras semanas — dijo Hernán — No quiero imaginarme lo que les habría pasado si yo no estuviera ahí. Afortunadamente, sé que mis compañeros darían la vida por ellas.

    — Es bueno que tu hija crezca con un padre así — respondió Carlos — Es lo que necesitamos.

    La charla terminó cuando Víctor anunció que todos debían ir a comer. A diferencia de ayer, todo el grupo estaba reunido, y además contaban con la compañía de Román, Luciano y Sandra.

    — Lamento que hayan perdido su futuro por culpa de este apocalipsis — decía Sandra a Ariel, Jennifer y Lucas — Sus amigos me dijeron que todos estaban estudiando para convertirse en trabajadores.

    — Lamentablemente, es la vida que el apocalipsis nos quitó — decía Jennifer — Ahora solo nos queda esta vida que nos trajo.

    — Tu chica sí que ha madurado — decía Luciano en un tono burlón a Ariel — ¿Se conocían antes de todo esto?

    — No, y si no fuera por esto, nunca la habría conocido — respondió Ariel — Mi familia no se preocupaba mucho por mí desde que cumplí 18. El apocalipsis le dio un giro bueno, de alguna forma a mi vida, a pesar de todo.

    — Tal vez para ti, pero muchos han perdido sus vidas — dijo Melanny.

    — Es un pensamiento algo egoísta — dijo Román — Yo y desde luego todos nosotros, perdimos nuestras casas por esto.

    — Por eso dije “en mi vida” — contestó Ariel algo molesto porque hayan malentendido su idea.

    El grupo continuaba su debate sobre la vida antes y del apocalipsis mientras comían. Una vez terminaron, Víctor se acercó a ellos para darles un aviso.

    — Quiero que todos ustedes se queden en el comedor conmigo — dijo Víctor — No los mantendré aquí toda la tarde, simplemente quiero aclarar algunas cosas.

    El grupo estaba algo extrañado por las palabras del líder de la comunidad, pero creyeron que Víctor podría decirles algo importante. Como veían que todos, incluyendo la gente de Víctor se iba del lugar, sabían que no tenían nada de qué preocuparse. Tomando eso como una buena señal, el grupo se quedó en el comedor esperando escuchar lo que Víctor les iba a decir. Una vez que todos se fueron, Víctor apareció para hablarles. Clara, que estaba buscando a Lucas, Ariel y Jennifer entró al lugar, llamando la atención del líder.

    — ¿Qué estás haciendo aquí, Clara? — preguntó Víctor — La charla se supone que era con los nuevos.

    — Vine a buscar a mis amigos, no creo que eso moleste, ¿o sí? — preguntó la chica.

    — No, pero no oirás nada que no sepas — respondió Víctor — Puede que te aburras.

    — Deja que se quede si es lo que quiere — habló Lucas.

    — De acuerdo, escuchen atentamente — dijo Víctor.

    Todos en el grupo estaban atentos a lo que el líder les iba a decir.

    — No hace mucho que llegaron, y me imagino que tienen varias preguntas sobre este lugar — empezó a hablar el líder — Uno de mis hombres escuchó hoy que Damien tenía varias preguntas. Las iba a responder más adelante, pero como veo que están impacientes, lo haré ahora mismo. Hagan todas las preguntas que quieran.

    — ¿Cómo fue que este lugar comenzó? — preguntó Luciano — No aparece en ningún mapa.

    — Este lugar iba a ser un barrio privado — respondió Víctor — Un lugar con todos los lujos donde gente adinerada vendría a vacacionar aquí. Yo, mi hermano, y varios de los que están aquí trabajábamos en la construcción de este lugar. Cuando todo esto empezó, estábamos terminando los muros. No tuvimos otra alternativa más que refugiarnos aquí dentro. Luego, cuando vimos todos los materiales de construcción, decidimos ampliar el área y tomar los tres edificios que están en la zona no residencial. Lamentablemente, era muy inseguro, así que tuvimos que dividir las dos zonas. Una vez que construyamos un muro que pueda proteger las dos zonas, quitaremos el límite y seguiremos construyendo casas en la zona no residencial.

    — ¿Tú fuiste el líder desde el principio? — preguntó Robert.

    — No, el líder era un tipo llamado Darío — respondió Víctor — Él fue nuestro líder durante los primeros veinte días.

    — ¿Y qué pasó con él? — preguntó Jonás pensando seriamente.

    — Uno de los que residía aquí intentó tener relaciones con mi esposa — respondió Víctor — Ella no quiso, y él la asesinó. Era muy amigo de Darío, por lo que él nunca lo castigó. Yo estaba furioso, y convencí a la gente de que Darío no servía como líder. Hubo algunos que me apoyaron a mí, y otros que lo apoyaron a él. Como yo recibí más apoyo, me convertí en el nuevo líder de este lugar.

    — ¿La razón por la que no dejas que nadie se vaya tiene que ver con Darío? — preguntó Ariel.

    — Lamentablemente — respondió Víctor — Ellos no aceptaron ser liderados por alguien que no fuera Darío, así que los dejé marchar. Era mejor quedarme con la gente que me apoyara, y eso fue lo que hice. Lamentablemente, un día ellos regresaron y nos atacaron. Mataron a varios de los nuestros, y la razón por la cual los derrotamos fue porque teníamos los muros para protegernos. Terminé asesinando a Darío yo mismo. Desde entonces comprendí que había mucho peligro en dejar que la gente se vaya. Por eso fuimos dejando esos carteles del punto sin retorno en las rutas. Para que la gente diera vuelta, y si no lo hacía, para que supieran lo que iba a pasar.

    — ¿Por qué simplemente no avisaron que se trataba de una comunidad? — preguntó Jennifer.

    — Haciendo eso estaríamos revelando todo lo que teníamos aquí a lo que podría ser gente malvada — respondió Víctor — Gente que podría planear un ataque si supieran lo que hay aquí. Por eso el misterio. Para que la gente no tenga tiempo de planear nada. Escuchen, mi intención no es retenerlos aquí contra su voluntad. Solamente quiero que sepan que no puedo dejar que se marchen. Ahora más que nunca sabiendo que más gente está muriendo y convirtiéndose en cosas como esa. Es por nuestra seguridad y por la de ustedes.

    — Ahora ya lo entiendo todo — decía Hernán.

    — Yo también, todo tiene sentido ahora — agregó Sandra.

    — Espero que ustedes disfruten de quedarse aquí con nosotros — dijo Víctor listo para cerrar el límite — En estos tiempos, nos necesitamos entre todos para sobrevivir.

    Todos se retiraron y se fueron de la zona no residencial. Víctor cerró el límite y les dio a todos la tarde libre para que hicieran lo que quisieran. Hernán, Melanny y Wendy se fueron a su casa, donde pasarían el resto del día tratando de que Wendy no olvide lo que Carlos les enseñó.

    Clara se fue con Jennifer, Lucas y Ariel a pasear por la comunidad como habían acordado. Luciano y Sandra invitaron al resto a jugar a las cartas a su casa. Robert y Román aceptaron ir, pero Jonás y Damien decidieron dejarlo pasar.

    Todos estaban haciendo sus respectivas actividades.

    — Dime hija — decía Melanny — ¿Estás prestando atención a lo que Carlos explica?

    — Claro mami — respondía la niña muy alegre — Gracias por traerme aquí. Es el mejor lugar en el que estuvimos desde que salimos de casa.

    — Sabes que yo haría todo con tal de que estuvieras bien — decía Hernán — Ahora, ¿Qué tal si jugamos a algún juego los tres?

    — Me parece bien, hace tiempo que no lo hacemos — respondía la niña.

    Jonás y Damien fueron a su casa, donde luego de abrir la puerta, Cóndor los recibió alegremente como cualquier perro.

    — ¿Por qué lo dejaste aquí? — preguntaba Damien — Él es bueno cavando, nos sería de mucha utilidad.

    — Quería asegurarme de que ninguno de los hombres de Víctor entra en nuestras casas mientras estamos trabajando — respondía Jonás — Ahora sé que no hay nada de qué preocuparme.

    — Dime, Jonás — decía Damien algo serio — Nos hemos conocido hace un mes, así que creo que puedes confiar en mí. ¿De qué estabas hablando con Robert esta mañana?

    Mientras tanto, Clara estaba junto a Ariel, Jennifer y Lucas en la casa de ellos. Los cuatro chicos estaban hablando acerca de su pasado.

    — ¿Una mansión? — preguntaba Clara algo sorprendida — Ustedes pudieron darse una buena vida aún en el apocalipsis.

    — En la vida real, no habríamos podido tener una vida como esa — contestaba Jennifer — Igualmente no fue nuestro mejor momento.

    Cada uno de los grupos pasó la tarde en conjunto, hablando sobre sus vidas antes del apocalipsis, sus vidas durante el apocalipsis y sus nuevas vidas dentro de la comunidad. Ahora ninguno de los miembros del grupo tenía la intención de marcharse del lugar. Todos estaban felices de estar ahí, y como Víctor les había dicho, cada vez, la gente muere y se convierte en zombis. Ya no le veían sentido a continuar su camino hacia el sur, cuando tenían un lugar seguro para ellos. Solo debían trabajar para ayudar a que la comunidad siga en pie, y poder disfrutar de una vida tranquila.

    Era de noche. En la casa de los chicos, Clara había salido para avisar en su casa que pasaría la noche con sus nuevos compañeros y que si se lo pasaba bien, se quedaría con ellos. Cuando regresó, vio que no había nadie en la sala, así que fue a las habitaciones. Fue primero a la de Lucas, donde lo encontró a él recostado muy seriamente.

    — ¿Qué pasa? — preguntó Clara — ¿Dónde están Ariel y Jennifer?

    — Están en la otra habitación — contestó Lucas — Guarda silencio y los escucharás.

    Clara se sentó junto a Lucas y pudo escuchar a Ariel y a Jennifer en la otra habitación.

    — Es algo molesto — decía Lucas algo frustrado.

    — Entonces será mejor que no nos quedemos atrás — decía Clara.

    Clara se quitó la camisa y luego de eso le dio un beso a Lucas. El chico estaba muy sorprendido por la reacción de su nueva amiga.

    — Clara…— decía Lucas mientras Clara se recostaba sobre él.

    — Ahora es tu turno — decía Clara — Quítate la camisa y empecemos.

    Damien estaba fuera durante la noche. Había ido a dar una caminata, pero a diferencia de Robert, Damien decidió dirigirse hacia la puerta. Allí vio a dos hombres montando guardia. Decidió acercarse para ver si podía escucharlos cuando hablaban.

    — ¿Te das cuenta ahora, Alan? — preguntó Ignatius.

    Damien notó que Alan no respondió a la pregunta que Ignatius le hizo, lo cual le pareció algo raro. Para intentar darse cuenta de lo que pasaba, decidió hablar con ellos.

    — ¡Hey, Ignatius! — gritaba Damien — ¡¿Dónde está Rodrigo?! ¡¿No se supone que él es tu compañero?!

    — ¡Será mejor que te vayas! — respondió Ignatius — Mañana es la jornada de trabajo hasta el anochecer y necesitarás descansar. Tú conoces las reglas, el que no trabaja, no come.

    Damien sabía que Ignatius no iba a decirle nada, y Alan mucho menos. Había olvidado por completo que al día siguiente tenía jornada completa, así que decidió retirarse. Unos segundos después, un zombi se presentó en las puertas de la comunidad. Llegó gruñendo al igual que todos, y al encontrarse con la puerta, comenzó a golpear intentando entrar. Ignatius se bajó del muro junto a Alan.

    — Qué bueno que ese imbécil se fue — dijo Ignatius preparándose para abrir la puerta — Ahora no tendremos que matar al zombi. Ya sabes qué hacer con él.

    Ignatius abrió la puerta, lo cual llamó la atención del zombi. Este se abalanzó sobre Alan, que usando su arma, con unos dos culatazos fue capaz de derribarlo.
     
  19. Threadmarks: Día 49
     
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    Día 49:

    La mañana vino acompañada de una gran lluvia, la cual estaba dando una buena limpieza al suelo de la comunidad. No había truenos ni relámpagos, solo el ruido de la lluvia y las nubes grises.

    Jonás estaba junto a Cóndor en su casa, preparándose su desayuno. En un momento, Cóndor se puso a ladrar como si algo lo molestara. Unos segundos después, se escuchaba que alguien tocaba la puerta. Sin saber de qué se trataba, Jonás decidió abrir. Detrás de esa puerta se encontraban Patrick y Rodrigo.

    — Buenos días — decía Jonás — ¿Necesitan algo?

    — ¿Dónde están tus compañeros? — preguntaba Rodrigo sin responder al saludo de Jonás.

    — Damien sigue dormido, aparentemente, ayer se desveló — respondió Jonás — Román se despertó, y cuando vio la lluvia, me dijo que el trabajo quedaba suspendido, así que volvió a dormir.

    — Es bueno oír eso — respondió Patrick — Víctor quiere tener una charla contigo.

    — ¿Sobre qué trata? — preguntó Jonás intentando descubrirlo.

    — Repito, Víctor quiere tener una charla contigo — contestó Patrick algo serio — No quiere que yo tenga una charla contigo. Andando.

    Jonás salió de su casa, y luego de eso, Rodrigo entró y se aseguró de que Cóndor no pueda salir. Después cerró la puerta quedándose en la casa. Patrick empezaba a caminar con Jonás.

    En la casa de enfrente, Jennifer estaba desayunando, cuando Clara se levantó. Jennifer decidió prepararle el desayuno a su nueva compañera.

    — Buenos días — decía Jennifer mientras le daba unas tostadas a Clara.

    — Hola, Jennifer — respondía su compañera sentándose a comer.

    Las dos chicas desayunaron casi en silencio. Clara le explicó a Jennifer que por el día de lluvia, se cancelaba la jornada de trabajo. Luego de eso, decidió hablar con ella sobre otra cosa.

    — Dime, Jennifer — decía Clara — ¿Hace cuánto que conoces a Lucas?

    — Si no me equivoco, desde la primera semana desde que empezó esto — contestó Jennifer tratando de recordar.

    — Eso sí fue mucho tiempo — respondió la chica — Dime, ¿alguna vez lo hiciste con él?

    — ¡¿Qué?! — preguntó Jennifer algo sorprendida por la pregunta — ¡No!

    — No sabes de lo que te perdiste — respondió Clara.

    En la casa de Hernán, Melanny, Wendy y Robert; la niña se levantó mucho antes que sus padres y cuando fue al comedor, vio como Robert estaba mirando por una de las ventanas de la casa.

    — ¿Qué estás viendo? — preguntó la niña algo curiosa.

    — Estoy pensando — respondió Robert — Hemos estado aquí durante tres noches, y ningún zombi ha podido entrar. Ya no tenemos que recolectar nada de comida, ni buscar combustible para la camioneta, ni siquiera tenemos que preocuparnos por ser atacados. Este lugar definitivamente le dio un cambio a nuestras vidas.

    La niña se acercó al criminal para sentarse al lado de él y mirar juntos la ventana.

    — Robert, ¿tú no tenías hijos? — preguntó Wendy.

    — Me gustaría haber tenido una familia como la que tiene Hernán — reflexionaba Robert — Pero no todos tenemos esa suerte. En mi familia, pasaron muchas cosas que me afectaron y no me dejaron tener una vida feliz como yo lo hubiera querido. Tengo miedo de que eso te pase a ti también.

    — ¿A mí? — preguntaba Wendy algo confundida.

    — Así es — respondió Robert — Aún mucho antes que los zombis, yo pasaba miedo. Toda mi familia pasaba miedo. Y eso fue lo que me llevó a cometer una de las peores cosas que pueden pasar. En el mundo como está ahora, se están dando todas las circunstancias para que eso te pase a ti. Pero créeme, que no voy a dejar que pase. Tienes la familia amorosa que yo siempre quise tener y nunca pude, así que voy a asegurarme de que puedas disfrutar de tenerlos a salvo.

    Ambos miraban como las gotas de lluvia chocaban en contra de la ventana.

    En la casa de Víctor, este estaba esperando a Jonás con una taza de café. Jonás se sentó en frente de Víctor, mientras que Patrick se mantenía de pie detrás de Jonás. El líder del grupo no tenía idea de por qué había sido llamado por el líder de la comunidad, pero sentía que pronto lo iba a averiguar. Víctor esperó pacientemente a que Jonás terminara su café para poder hablar con él.

    — ¿Qué era lo que me querías decir, Víctor? — preguntaba Jonás.

    — Tiene que ver con lo que dijiste en el momento que llegaste — respondió Víctor — Tú me dijiste que en el camino aquí, una horda los ataco y perdieron todas las provisiones que traían consigo. Bueno, resulta que envié a Patrick y a Rodrigo para que buscaran esas provisiones y las trajeran aquí para sacar algo de provecho, pero no encontraron nada.

    — No había ni provisiones ni horda — respondió Patrick dándole un golpe en la cara a Jonás.

    El joven hizo un gesto de dolor y emitió una queja por el golpe.

    — Disculpa a mi hermano — respondió Víctor — Aunque tengo que reconocer que tiene razón. Tú nos mentiste. Lo envié ahí afuera a buscar suministros falsos. Lo envié ahí afuera donde pudo haber muerto.

    — Tal vez alguien más los encontró primero y se los llevó — respondió Jonás intentando seguir con su mentira.

    — No hay probabilidades de eso — respondió Patrick — La horda, la cual también era falsa, los debió haber detenido.

    — Quiero que entiendas que esta mentira pudo haberle costado la vida a Patrick o a Rodrigo — agregó Víctor — ¿Cómo te sentirías si yo enviara a Román a buscar a una persona que no existe?

    — No entiendo a qué quieres llegar con esto — dijo Jonás — Si quisieras, podrías castigarme por haber mentido.

    — Primero hay un asunto que tengo que arreglar — respondió Víctor — La historia de tu grupo. Tengo que saber si verdaderamente son confiables o no.

    — ¿Cómo lo vas a hacer? — preguntó Jonás.

    — Simple, hablaré con todos los miembros de tu grupo, uno a uno y chequearé las historias — respondió Víctor — Si todas coinciden con lo que tú me vas a contar ahora, sabré que tu grupo es de fiar. Si no coinciden, eso quiere decir que no se puede confiar en ellos, y tendré que encargarme de ustedes. Así que será mejor que lo cuentes todo desde el principio. No omitas ningún detalle.

    — Está bien — respondió Jonás sabiendo que su mentira había terminado — En los primeros días, Román me llamó y me dijo que me encontrara con él en su granja. Él creyó que sería seguro estar en una zona rural. Cuando iba de camino hacia allá, encontré a Hernán y a su familia. Unos días después me encontré con Ariel y Kelly. Y luego de eso, me encontré a Robert, Lucas, Jennifer y Emmanuel. Cuando llegamos a la casa de Román, él nos dejó un aviso de que había gente saqueando las granjas, y que debíamos salir de ahí. Un día después nos encontramos con esos saqueadores, que intentaron robarnos todas sus cosas y matarnos. Excepto por Emmanuel y Kelly, todos logramos escapar de la muerte. Al día siguiente conocimos a Damien, el cual se iba a unir temporalmente a nosotros, pero lo convencimos de que se quedara. Estuvimos vagando por la carretera hasta que conocimos a un enfermero llamado Gared, el cual se unió a nosotros. Desafortunadamente, murió un par de días antes de que llegáramos aquí. Cuando nos encontramos este lugar, ya no nos quedaba nada, pero pensando que podrían no ser buena gente, decidí cambiar algunos detalles de mi historia. Eso es todo lo que pasó.

    — Muy bien — respondió Víctor anotándolo todo — Eso es lo que necesitaba. Ahora voy a ver si el resto de las historias coinciden.

    — Si no te molesta, me iré a mi casa — decía Jonás poniéndose de pie.

    Un segundo después de levantarse de la silla, Patrick tomó a Jonás por los brazos. El joven estaba confundido.

    — ¡¿Qué haces?! — preguntaba Jonás sin saber que pasaba.

    — No podemos permitir que te encuentres con tus compañeros — respondió Patrick.

    — Él tiene razón, si les dices lo que deben decir, esto que estoy haciendo no servirá de nada — respondió Víctor — Te dejaré en la zona no residencial hasta que termine de hablar con todos.

    — ¡Pero está lloviendo! — protestó Jonás.

    — Si nos hubieras dicho la verdad desde el principio esto no sería necesario — respondió Patrick.

    — Jonás, estoy seguro de saber qué es lo que te pasa — dijo Víctor — Sé que has estado un largo tiempo ahí afuera siendo el líder de un grupo. Diciéndoles que es lo que deben hacer y esperar obediencia a tus órdenes. Pero desde que llegaste aquí, eso terminó. A partir de ahora tú harás lo que yo digo. Tienes que entenderlo, y tu grupo también. Ya puedes llevártelo.

    Patrick sacó a Jonás de la casa de Víctor y se lo llevó consigo hasta la zona no residencial de la comunidad. Abrió la puerta de metal, le dio un empujón a Jonás para meterlo dentro de esa zona y luego cerró la puerta.

    — Descuida, tus amigos vendrán a hacerte compañía — decía Patrick desde el otro lado de la puerta.

    Víctor hizo que Patrick, Rodrigo e Ignatius trajeran al resto de los miembros del grupo de Jonás para poder interrogarlos uno por uno sin que ninguno sospechara lo que estuviera pasando con ellos.

    El primero en ser traído fue Damien, el cual explicó tuvo que darle explicaciones a Víctor sin saber por qué lo hacía.

    — Habrán pasado veinte días desde el inicio cuando los conocí — decía Damien — Parecían buena gente, pero eran cuidadosos. Al principio, les pedí que me dejaran en el Parque de Hielo. Pensé que sería el lugar más seguro que iba a encontrar. Luego me convencieron de ir con ellos hacia Bahía Luminosa. Supuestamente, ahí hay una comunidad militar preparada para esto. Unos días después desde que me uní, Lucas intentó asesinar a Ariel. Me sorprendí mucho cuando Jonás decidió no matarlo ni tampoco expulsarlo, sino darle un escarmiento para que aprenda. Aunque debo decir que funcionó. Luego de varios días vagando por ahí pasando cada noche en una casa diferente, dimos con este lugar.

    — Jonás tiene un cierto parecido con Darío — decía Víctor mientras anotaba la información en una hoja — Lo cual no es algo muy alentador. Puedes llevártelo Patrick.

    Luego de que Damien fue retirado, Jennifer tuvo su turno para hablar.

    — Mi hermano, Emmanuel y yo perdimos a nuestros padres el primer día — contaba Jennifer — Él me cuidó en sus ausencias. Al poco tiempo desde que todo inició, conocimos a Robert y a Lucas. Una semana después habremos conocido al resto del grupo. Cuando fuimos en busca de Román, un grupo de gente nos atacó. Mataron a mi hermano y a la líder de nuestro grupo. Jonás tomó el mando desde entonces. Ariel me ayudó a superar la muerte de mi hermano, y unos días después, Lucas estuvo a punto de matarlo. Luego de eso, conocimos a Damien, y unos días después a un tipo llamado Gared, el cual murió al poco tiempo. Pasamos varios días en la carretera hasta que llegamos hasta aquí.

    Cada miembro del grupo tuvo su oportunidad para contar su propia versión de los hechos. Y en cada caso, las historias eran diferentes.

    — Luego de que el oficial Martínez murió, intenté reunir gente para que me acompañaran a Bahía Luminosa — relataba Ariel — Kelly y Pablo fueron los primeros que encontré, pero Pablo murió al poco tiempo. En parte fue mi culpa. Conocimos a Jonás y a la familia de Hernán unos días después, y a la otra semana, a Jennifer, Robert, Emmanuel y Lucas. Luego de las muertes de Kelly y Emmanuel, Jonás tomó el mando del grupo. Lucas estuvo a punto de matarme, luego de que yo empezara una relación con Jennifer. Gared murió un tiempo después desde que lo conocimos y luego llegamos aquí con las manos vacías.

    Luego de que todos hablaran con Víctor, él ya tenía en un papel todas las historias que los nuevos miembros les habían contado. No había dos historias iguales, y todas variaban en varios detalles. Esto hizo que el líder se preocupara un poco, así que decidió reunir a todo el grupo en frente de su casa. Patrick estaba acompañándolo.

    — ¿Por qué nos reuniste aquí? — preguntaba Hernán que aún no entendía lo que pasaba.

    — Quise tener una charla con cada uno de ustedes para saber más acerca de cómo fue que se conocieron y como se armaron como grupo — respondió Víctor — Y déjenme decir, que ustedes me decepcionan. Cada uno de ustedes me contó una historia diferente.

    — ¿A qué te refieres? — preguntó Damien.

    — Buena pregunta — contestó Patrick — Te va a encantar la respuesta. Varios de tus compañeros le cambiaron el orden a tu llegada al grupo. Algunos dicen que te uniste en las primeras semanas, otros mencionan que te conocieron hace poco tiempo. Lo cual no cuadra.

    — Yo no recuerdo bien el orden en que pasaron las cosas — decía Melanny intentando justificar su mentira.

    — ¿Y qué hay de Lucas? — preguntó Víctor — Tú, Jonás, y el mismo Lucas no mencionaron nada sobre cuando casi mata a Ariel.

    — Dios, lo olvidé — respondió Jonás a los dichos de Víctor.

    — Es muy conveniente, ¿no crees? — preguntó Patrick — Lo mismo que las serpientes. El único que nos mencionó su nombre fue Robert. El resto solo los nombró como saqueadores o ni siquiera los nombró.

    — No puedes esperar a que recordemos tantas cosas — decía Lucas.

    — ¡Suficiente! — gritó Víctor — ¡Ya me cansé de las excusas! ¡Ustedes me mintieron! ¡A mí, a Patrick, y a todos nosotros! ¡Confiamos en ustedes, y cuando les pedimos la verdad, nos mienten! — luego de esos gritos, empezó a calmarse — Me han demostrado que no se puede confiar en ustedes. Es por eso que he tomado una decisión.

    — ¿Cuál? — preguntó Damien.

    — A partir de hoy, todos ustedes van a pasar la noche en casas separadas — respondió Víctor — Ustedes llegaron aquí con mentiras, y no es bueno tener a los mentirosos viviendo juntos. Así que ahora mismo voy a hacer algunos movimientos de personas para asegurarme de que ustedes ya no se vean más hasta que yo lo decida. También tienen prohibido salir de las casas sin supervisión. No podrán trabajar juntos ni tampoco comer juntos en el almuerzo. Es simplemente una medida de precaución. Por el momento no confío en ninguno de ustedes, así que no permitiré que ustedes hablen entre sí. Si me demuestran que realmente son de fiar, algo que hoy no hicieron, les permitiré reunirse nuevamente. Hasta entonces, ustedes se separarán. ¡Patrick!

    — Muy bien, tienen unos diez minutos para ir a sus casas y buscar todas sus cosas — decía Patrick — Si no vuelven aquí para entonces, los iré a buscar yo mismo y me encargaré de las mudanzas. El perro se quedará con Jonás y la niña se quedará con Melanny.

    — ¡Esto es una mierda! — gritó Hernán — ¡No vine aquí a que me separaran de mi hija!

    — ¡Tampoco viniste aquí a mentirnos! — respondió Patrick algo agresivo — Tú desconfiaste de Damien en el momento en que lo viste por primera vez. Nosotros nos sentimos de la misma forma. Y lo vamos a manejar a nuestra manera. ¡Ve a buscar tus cosas y vuelve aquí cuando termines!

    Al grupo no le quedó otra opción más que obedecer esta orden. Todos fueron a sus casas a buscar sus cosas, las tomaron y en unos diez minutos ya estaban todos reunidos frente a la casa de Víctor. Aún les parecía increíble lo que estaba pasando, luego de todo lo que habían pasado juntos, ahora no tendrían más opción que separarse.

    Víctor iba a asignarles las casas por su cuenta cuando varios de sus hombres aparecieron corriendo.

    — ¡Victor, hay diez zombis intentando entrar por la puerta del frente! — decía exaltado uno de ellos.

    — Iré con ustedes para ayudarlos a encargarse de esta situación — respondió Víctor dándole una hoja a Patrick — Llévalos a cada uno de ellos al lugar asignado.

    Patrick empezó a caminar hacia las casas llevándose a todos con él. Todos estaban algo preocupados e incómodos respecto al cambio de casa, pero no tenían otra opción más que aceptarlo y demostrarle a Víctor que de verdad son gente de fiar.

    Patrick se detuvo en una de las casas y abrió la puerta.

    — Muy bien Robert, esta casa es para ti — decía Patrick — Él hombre que habita esta también se llama Robert, así que esperamos que te lleves bien con tu compañero del mismo nombre que tú.

    Una vez que Robert entró a la casa, se dio vuelta para mirar a sus compañeros, y luego de eso, Patrick cerró la puerta de un portazo. Ahora todos se dirigieron a la casa que estaba justo enfrente.

    — Aquí vas a vivir tú, Jennifer — dijo Patrick mientras abría la puerta.

    — Jennifer…— decía Ariel mientras veía como su novia entraba en la casa.

    — Ariel… — Jennifer intentó hablarle, pero no pudo dado a que Patrick volvió a cerrar la puerta de un portazo de la misma forma que lo hizo la otra vez.

    Jennifer entró a la casa para ver a quienes tendría como compañeros. Al entrar pudo ver que Carlos y su hijo Esteban estaban comiendo algo en el comedor.

    — Bienvenida, Jennifer — dijo Carlos — Víctor me explicó la situación.

    El siguiente al que le fue asignada una casa fue Hernán. El hombre les dio un abrazo a su esposa y a su hija y entró a la casa que se le había asignado a él. Era algo difícil estar separado de su esposa y de su hija, pero tendría que enfrentarlo. Hernán compartía casa con Alan, el guardia que le abrió la puerta al grupo al entrar.

    — Hola — dijo Hernán saludando a su nuevo compañero — ¿Tu eres Alan, verdad?

    Pero el muchacho no hizo nada más que mirar a Hernán e ignorar completamente su saludo.

    En la siguiente casa, Lucas fue dejado con un hombre con el que trabajó en la construcción, aunque se sorprendió de ver que el hombre estaba empacando.

    — ¿A dónde vas? — preguntó Lucas.

    — Alguien se ofreció a cambiar mi casa por la suya — dijo el hombre saliendo — Tu compañera llegará en cualquier momento.

    Lucas estaba algo confundido por esto. Pensó que el objetivo de todo esto era convivir con otras personas para que Víctor pudiera mantenerlos a todos vigilados.

    El hombre esperó a que Patrick y el resto del grupo se alejaran lo suficiente y luego abandonó la casa.

    Lucas estuvo esperando a que su nuevo compañero llegara, y se llevó una sorpresa cuando Clara pasó por la puerta.

    — ¿Qué estás haciendo aquí? — preguntó Lucas a la chica.

    — Cuando descubrí que te iban a cambiar de casa, decidí averiguar en cual ibas a estar — respondió Clara — Cuando me enteré de que ibas a estar con John, decidí que sería lo mejor que intercambiáramos casas. ¿Te sientes cómodo conmigo aquí? Porque si no es así, puedo irme.

    — Claro que me siento cómodo — respondió Lucas besando a su compañera — Prefiero estar contigo mil veces antes que estar con John.

    — Me alegra que te sientas de esa forma — respondió Clara devolviendo el beso.

    Patrick siguió llevando a todos a sus nuevas ubicaciones.

    A Damien se le asignó vivir junto a Ignatius y Rodrigo, que estaban esperando su llegada. Melanny y Wendy se quedaron en la casa que estaba enfrente a la de Damien. Ahí vivía una de las familias que estaba con ellas en la guardería, lo cual alegró a la mujer sabiendo que al menos estaría en compañía de una cara conocida.

    Ya estaban a punto de llegar al principio de la comunidad. Ariel entró a la casa que Víctor le había asignado. Ahí dentro había unos dos hombres, uno adulto y otro mayor de edad. Ariel los saludó a ambos, pero estos no le respondieron. Finalmente, solo quedaban Jonás y Cóndor. Patrick los llevó a la casa, que era la que más cerca estaba de la puerta de la comunidad.

    El muchacho y el perro entraron y luego Patrick cerró la puerta dando un portazo, de la misma forma que hizo con el resto de las casas. Jonás y Cóndor entraron a la casa y la encontraron vacía. Jonás empezó a pensar que tendría toda una casa solo para él y su perro, hasta que se abrió la puerta. Una mujer joven, de la misma edad de Jonás entró por la puerta y se sorprendió cuando encontró a sus nuevos compañeros.

    — Hola — decía la mujer — Soy Romina. Tú debes ser Jonás.

    — Así es — contestó el joven algo sonrojado — Este es mi perro, Cóndor.

    — Es muy bonito — dijo Romina mientras lo acariciaba — Supongo que ustedes serán mis nuevos compañeros.

    — Así parece — respondió Jonás mientras miraba a su nueva compañera — ¿Cómo llegaste aquí?

    — Es una historia algo larga — contestó Romina — Ve a acomodar tus cosas. Yo prepararé algo de comer y luego hablaremos.

    Una vez que ya todos estaban dentro de sus casas, Patrick fue a hablar con Víctor. El líder y sus hombres ya se habían hecho cargo de todos los zombis, y no tenían ni una sola gota de sangre encima.

    — Ya todos están en sus casas — dijo Patrick a su hermano.

    — Bien — contestó Víctor — Lo último que necesitamos es que se repita la situación de Darío.

    — Ahora estamos seguros de que no va a pasar — respondió Patrick — ¿Tuvieron problemas con los zombis?

    — No — respondió Víctor — Logramos encargarnos de ellos.

    Luego de la charla, ambos hermanos se dirigían hacia su casa, mientras que el resto de los hombres que acompañaba a Víctor tomaron los puestos de vigilancia.
     
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    Día tras día
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    Día 50:

    La mañana se hacía ver por las ventanas de las casas. Lucas estaba de pie vistiéndose, mientras que Clara estaba despertándose y observando como su novio se vestía lentamente. Una vez que Lucas terminó, ella empezó a vestirse, recibiendo algo de ayuda de su novio.

    — Dime, no es que no disfrute de tu compañía, pero, ¿por qué cambiaste de casa solo para estar conmigo? — preguntó Lucas mientras ayudaba a su novia a vestirse.

    — Después de que se fueron del comedor el primer día me puse a hablar con las otras chicas — respondió Clara — A todas les pareces un chico lindo, y no quiero perder mi oportunidad.

    — Me siento halagado — respondió Lucas que luego de ayudar a su novia le dio un beso.

    — Será mejor que vayamos a comer algo — decía Clara — Víctor nos hará tener la jornada de trabajo larga el día de hoy para compensar que la lluvia interrumpió el trabajo de ayer.

    En otra de las casas, Robert se encontraba desayunando junto a su compañero. Al ex convicto no le hacía mucha gracia hablar con él, y fue por eso que su compañero tuvo que tomar la iniciativa.

    — Tú también te llamas Robert, ¿verdad? — preguntó el hombre.

    — Así es — respondió Robert algo serio — Parece que compartimos casa y nombre.

    — ¿Por qué la seriedad? — preguntó el otro Robert.

    — Ayer le hice una promesa a una niña — contestó Robert — Víctor me prohibió verla tanto a ella como a mis compañeros. No puedo cumplir esa promesa si estoy aquí.

    — Lo lamento mucho — respondió el otro Robert — Pero si le demuestras a Víctor que eres un hombre confiable te dejará volver con ellos. Si todos lo demuestran también.

    Ambos hombres detuvieron la charla y se concentraron en tomar el desayuno y prepararse para la jornada laboral. En otra de las casas, Ariel se había levantado algo tarde y cuando fue a la mesa vio a sus dos compañeros con una gran seriedad. Él había intentado hablar con ellos el día anterior pero no le habían respondido. Ya estaba harto de esa actitud y decidió preguntarles que era lo que pasaba.

    — Díganme, he notado que nunca cambian sus caras, y he visto a más gente de la comunidad que se comporta como ustedes — decía Ariel — ¿Qué es lo que tienen? Pueden hablar conmigo.

    — No… no podemos…no vuelvas a preguntarnos, por favor — respondió el hombre más joven — No quiero ni pensar en eso.

    Ariel se quedó muy pensativo tras esa respuesta. Pero si ellos no querían hablar con él, no había nada que pudiera hacer. Simplemente evitar el contacto con ellos lo más que fuera posible.

    Jennifer, por su parte estaba desayunando junto a Carlos y su hijo Esteban. Ellos sí eran personas con las que se podía hablar.

    — Dime, Jennifer — preguntaba Carlos — ¿Qué era lo que estabas haciendo antes de que esto pasara? ¿Estudiabas algo?

    — Claro — respondió la chica — Mi sueño era ser gerenta de una empresa, o gerente, o como se diga. Siempre me ha gustado lo relacionado a las oficinas.

    — Yo opté por la medicina — respondió Esteban — Iba por mi tercer año cuando todo esto pasó. No aprendí mucho, pero al menos puedo ayudar cuando alguien aquí tiene un leve resfriado.

    — Es una lástima que esto haya tenido que pasar — decía Carlos — Ustedes dos habrían sido un buen futuro para el país. ¿Tenías familia?

    — Mis padres y mi hermano mayor — respondió la chica — Lamentablemente ellos no lo lograron. Pero afortunadamente tengo a mis amigos que no me dejarán sola.

    — Mientras estés aquí nadie estará solo — respondió Esteban levantándose de la mesa — Yo voy a ducharme antes de ir al trabajo.

    Jonás, quien ya había desayunado estaba saliendo de su casa en compañía de su perro Cóndor y empezó a caminar hacia la casa de Víctor. Quería tener una charla con él antes de que empezara el trabajo, cuando su compañera apareció detrás de él.

    — ¿Por qué no me esperaste? — preguntó Romina.

    — Quiero tener una charla con Víctor — respondió Jonás — Y pensé que nunca saldrías del baño.

    — Pues, nunca ya se terminó — respondía la chica acariciando a Cóndor — Lo has cuidado bien.

    — No siempre, estuve a punto de perderlo una vez — contestaba Jonás recordando cuando Snake casi lo mata en la carretera.

    — ¿Cómo? — preguntó Romina queriendo saber más.

    — Un loco le disparó a mi perro, y estuvo a punto de matarme a mí también — contestaba Jonás — De no haber sido por un amigo mío, no lo habría logrado.

    — Ahí afuera hay gente muy loca — contestaba Romina mientras caminaba junto a Jonás — Estando aquí estaremos seguros.

    — Eres una buena chica, Romina — decía Jonás — Me gustaría que pudieras conocer al resto de mi grupo. Sé que te amarían.

    — Y a mí me hubiera gustado que hubieras conocido al mío — respondió la chica pensando en el pasado — Eran buenas personas. Pero no lo lograron. Los zombis los asesinaron. Me dejaron sola.

    — Ellos no decidieron dejarte — respondió Jonás — Estoy seguro de que no quisieron hacerlo. Así como yo tampoco quise dejar a Cóndor.

    — Aun así me dejaron — respondió Romina algo triste — Estuve a punto de irme yo también. Por mi cuenta. Entonces encontré este lugar. Las personas de aquí me hicieron sentir que ya no estaría sola. Es por eso que quiero estar contigo Jonás. Cuando te vi en mi casa y me contaron que estarías lejos de tu grupo pude ver que te sentías solo. Quiero ayudarte a ver que no lo estás.

    — Gracias — respondió el joven — Es algo que valoro mucho.

    Jonás, Romina y Cóndor iban caminando hacia la casa de Víctor para que Jonás pudiera hablar con él. En el camino, vieron a Damien junto a Rodrigo e Ignatius. El joven quiso hablar con su compañero, pero los dos hombres no se lo permitieron. Aparentemente, Víctor les tenía prohibido verse, hablarse y estar en el mismo lugar.

    Cuando finalmente llegaron a la casa de Víctor, vieron como el hombre salió de la casa junto a su hermano Patrick. Ambos estaban hablando sobre los zombis que habían atacado ayer, pero cuando vieron a Jonás cambiaron el tema. Romina decidió retirarse para que Jonás pudiera hablar tranquilo con esos dos hombres.

    — ¿Qué tal estás llevando la convivencia ahora? — preguntó Víctor.

    — No quiero cuestionarte, Víctor, pero creo que exageras demasiado al no permitir que mis amigos y yo nos encontremos siquiera — respondió Jonás.

    — Es lo que consiguen por mentirosos — contestó Patrick rápidamente a la respuesta del líder — Si tú y los de tu grupo nos hubieran dicho la verdad, no sería necesario hacer esto.

    — Quiero tener una charla contigo, Víctor — respondió Jonás no haciendo caso a lo que Patrick decía.

    — No es tiempo de charlar, Jonás — contestó el líder — Es tiempo de demostrar. Es por eso que los separé. Como no puedo creer en sus palabras, no tengo más opción que creer en sus acciones.

    Víctor se fue hacia la puerta, donde había varias personas esperando para poder entrar a trabajar. Jonás se quedó con la cabeza baja. Por alguna razón no le gustaba lo que estaba pasando. Patrick, que se quedó junto a Jonás decidió decirle algo.

    — Mi hermano cree que te pareces mucho a Darío — respondió Patrick — El antiguo líder de este lugar. Y créeme, eso no es algo bueno. Será mejor que tú y tus amigos nos demuestren lo contrario de lo que pensamos.

    Y tras decir esas palabras, Patrick se retiró para ir a acompañar a su hermano.

    En unos minutos, casi toda la gente de la comunidad estaba trabajando. Todos en el grupo estaban separados a una distancia considerable unos de los otros. Querían hablarse pero no lo tenían permitido. Lo máximo que podían hacer era mirarse las caras entre ellos. Se dice que las miradas pueden llegar a decirlo todo, y ellos estaban intentándolo.

    La mañana se pasó muy lenta para ellos, y cuando llegó el almuerzo, Víctor los separó lo más que pudo. Se aseguró de que no pudieran hablarse entre sí. Todos se sentían raros. Habían estado juntos ahí afuera por mucho tiempo, y ahora no podían siquiera hablarse. Las cosas no eran como querían que fueran. Aunque, a pesar de todo, estaban felices de estar seguros al menos.

    Cuando terminó el almuerzo, llegó el turno de seguir trabajando. Nuevamente, Víctor y sus hombres se aseguraron de que no se acercaran mucho y de que no pudieran decirse nada. Todos reanudaron sus actividades.

    A pesar de la separación, todo estaba tranquilo hasta que un grupo de zombis se acercó a la cerca donde estaban todos los que estaban trabajando con los cultivos. La gente que estaba trabajando salió de allí, y varios guardias se acercaron con sus armas, aunque no dispararon. Estaban esperando las órdenes de su líder antes de hacer cualquier cosa.

    — ¿Qué hacemos, Víctor? — preguntó uno de los hombres armados.

    — Ya tenemos suficientes zombis con los que llegaron ayer — decía Víctor algo enojado — Ya no quiero seguir viéndolos. Mátenlos y llévense sus cadáveres a donde no molesten.

    Los zombis que intentaban en vano tirar la cerca abajo eran eliminados uno a uno por los hombres que estaban disparando. Algunos podían matarlos de un tiro, mientras que otros necesitaban dos o tres para poder darles en la cabeza. Damien se acercó y pidió una de las armas.

    — Déjame intentarlo — dijo Damien mientras le pedía a Ignatius que le diera el arma.

    — Está bien — respondió el hombre — Mátalo.

    Damien tomó el arma de Ignatius y de un disparo logró eliminar al zombi. Había otros dos al lado de su primer blanco, y a esos dos también los pudo matar de un solo disparo. Varios hombres, incluido Víctor quedaron impresionados con la buena puntería del hombre.

    — Eres bueno — dijo Víctor mientras le quitaba el arma a Damien — Te estamos desperdiciando al tenerte en la construcción. Serías un buen guardia, y te dejaría ayudarnos, cuando mi evaluación con ustedes termine.

    — Bueno, no sé qué decir — respondió Damien.

    — No digas nada todavía — dijo Víctor volviendo a sus actividades.

    Finalmente, la jornada había terminado. Todos regresaron a sus casas demasiado cansados, principalmente los del grupo, era la primera vez que trabajaban todo un día y no estaban acostumbrados a eso.

    Al llegar a sus casas todos se durmieron muy rápido. Dado a esto, nadie pudo ver como Víctor iba en compañía de Patrick caminando por la zona residencial hasta encontrarse con varios de sus hombres, que se encontraban escondidos.

    — ¿Qué consiguieron? — preguntó Víctor.

    — Esto es lo que había — dijo uno de los hombres acercándole una bolsa a Víctor — Cada uno de ellos tenía una en sus habitaciones.



    Día 51:

    La noche le había servido de descanso a todo el grupo. En la casa de Hernán, Alan estaba preparándose para salir a hacer su turno de guardia, pero tenía que esperar a que vinieran a buscarlo.

    — ¿Por qué no vas tú a buscarlos a ellos? — preguntó Hernán viendo como Alan esperaba.

    Alan no dio ninguna respuesta a la pregunta de Hernán. En estos días que Hernán compartía casa con él, no lo había escuchado emitir ningún sonido. Hernán estaba harto de esto y decidió darle a su compañero un pellizco en el brazo. Eso hizo que reaccionara algo agitado.

    — ¡Auch! — exclamó el hombre — ¿Qué demonios te pasa, idiota?

    — Pensé que no hablabas — decía Hernán — Pero ahora que sé que no eres mudo déjame decirte que eres un maleducado. He intentado hablar contigo desde que llegué, pero no me dices nada.

    — No tengo nada que hablar contigo — respondió Alan — Ni contigo ni con nadie más. Víctor me ordenó que solo hable con él y con Rodrigo e Ignatius.

    — Un placer haberte conocido, entonces — respondió Hernán — Al menos si muero no me quedaré con la duda de saber cómo era tu voz.

    Ignatius abrió la puerta de la casa y encontró a Alan hablando con Hernán.

    — Alan, ¿qué fue lo que te dijo Víctor hace dos semanas? — preguntó Ignatius entrando a la casa como si fuera suya.

    — Que solo hable contigo, y con él — respondió Alan bajando la cabeza — Lo lamento, Hernán insistió.

    — Me importa un submarino con prostitutas en Canadá que él haya insistido — contestó Ignatius algo enojado — Patrick se enterará de esto. Pero ahora tenemos que ir a trabajar.

    A Hernán le dio algo de risa el comentario que Ignatius había dicho y no pudo evitar reírse luego de que Ignatius y Alan se fueran de la casa. Al menos podía reírse un poco.

    Pero la situación no era la misma en otra de las casas. Melanny estaba intentando hacer que Wendy desayunara, pero la niña no quería hacerlo.

    — ¿Por qué no comes nada? — preguntó Melanny pensando que a su hija le pasaba algo.

    — Hace dos noches que no veo a papá — respondió Wendy algo entristecida — Quiero verlo. Es mi papá. Víctor no puede prohibirme verlo.

    — Lo sé hija, yo también quisiera poder tener a papá aquí — respondió Melanny — Pero he visto que Jonás hablaba con Víctor y sé que lo convencerá de terminar esto pronto. Ahora come algo, por favor.

    — No tengo hambre — respondió la niña yendo al baño.

    Melanny estaba muy preocupada por la actitud de su hija. Era comprensible que extrañara tener a su padre, pero no había razón para no comer nada.

    — ¿Niña de papá? — preguntó la mujer que compartía su casa con Melanny, Wendy y su familia.

    — Es difícil para ella — respondió Melanny — Tú hija probablemente tendría la misma reacción si la separaran de ti o de tu esposo.

    — Es por eso que Carlos maneja la guardería — respondió la mujer — Él quiere que los chicos sean independientes. Si esto no se resuelve, nuestras hijas heredarán la comunidad.

    Luego de esta charla, Melanny siguió tomando su desayuno y cuando terminó, guardó lo que había sobrado en caso de que Wendy tuviera hambre más tarde.

    Como el día anterior, y el resto de los días, la jornada dio inicio, aunque en el día de hoy, solo se trabajaría hasta el atardecer.

    Todos se encontraban trabajando en la zona no residencial, en sus respectivos puestos. Ninguno de los miembros del grupo estaba conforme con la situación, y el trabajo estaba siendo realizado muy lento. Patrick vio esto y no le estaba gustando, así que decidió acercarse a los miembros del grupo y hablarles.

    — Si no te gusta estar lejos de tu grupo no deberías haber mentido — dijo Patrick por separado a todos los miembros del grupo que había llegado hace poco — Te voy a recordar algo: si no trabajas bien, no recibirás una buena comida en el almuerzo.

    Luego de escuchar esas palabras, todos empezaban a trabajar más rápido, incluidas las personas que vivían dentro de la comunidad.

    Ariel veía a Luciano y a Sandra cerca de él y se acercó a ellos pensando que nadie se lo impediría, ya que ellos no formaban parte de su grupo.

    — Díganme, ¿en dónde viven ustedes ahora? — preguntó Ariel.

    — Vivimos en la casa donde Román vivía con Jonás y Damien — respondió Luciano.

    — Nos asignaron esa casa junto a Román — contestó Sandra — ¿Por qué preguntas?

    — Quiero que vayan a la casa de Jennifer y le digan que la extraño mucho — respondió Ariel — No puedo decírselo yo, pero ustedes pueden.

    — Como quieras, Romeo — contestó Luciano riéndose pero tomando en serio lo que dijo el chico.

    Jonás trabajó un poco con los cultivos, y luego fue enviado a la cocina, a trabajar junto con Romina. Al joven le parecía raro que le hayan cambiado el trabajo, pero no le importaba mucho como para ponerse a reflexionar al respecto.

    — ¿Sabes cocinar? — preguntó Romina riéndose.

    — Claro que sé — respondió Jonás tomando los cubiertos — Cuando vives solo tienes que aprender a cocinar. Pregúntale a mi perro y que él te responda.

    — Me gustaría que me cocinaras algo algún día — contestó la joven — Así podría juzgar tus habilidades.

    — ¿Qué tal en la cena de esta noche? — preguntó Jonás.

    — Es una cita — dijo Romina besando en la mejilla a Jonás.

    A Jonás le asombró la forma en la que Romina se portaba con él. Desde que se conocieron, ella había sido buena con él, y él quería mostrarle su gratitud, y lo haría en la cena de esa noche. Lo cierto es que Jonás estaba muy distraído pensando en la cena que le costó demasiado concentrarse con su tarea en la cocina. Esto provocó que el almuerzo se sirviera un poco más tarde.

    En el almuerzo, Wendy seguía sin comer y Melanny no sabía qué hacer. Sandra se acercó a ambas y les dio un mensaje de Hernán.

    — Tu padre me dijo que quiere que sepas que te extraña mucho — dijo Sandra a la niña — Y que cuando este tiempo termine, ya no se separará más de ti.

    — ¿Eso dijo? — preguntó la niña algo ilusionada.

    — Así es — respondió Sandra — No es el único. Ariel quiere que le entregue un mensaje a Jennifer. Supongo que eso me convertirá en la mensajera hasta que estos momentos terminen.

    — Gracias — contestó Melanny a Sandra — ¿Ahora vas a comer?

    — Sí, mamá — respondió la niña tranquilizándose un poco más al saber que su padre ya no iba a separarse de ella, lo cual le hacía la espera algo más llevadera.

    Una vez terminado el almuerzo, todos regresaron al trabajo, pero no duraría mucho ese día.

    Faltando poco para el término de la jornada, unos tres zombis se aparecieron en las vallas de la comunidad e intentaron entrar nuevamente. Damien quiso ejercitar su puntería igual que el día anterior, pero Rodrigo se encargó de eliminar a los tres zombis antes de que pudiera decir algo.

    Finalmente, la jornada se terminó y todos se estaban yendo. Jonás salió de la zona residencial junto a Romina y estaba listo para irse hasta que Patrick lo detuvo.

    — ¡Alto ahí, Jonás! — gritó Patrick — Víctor quiere una charla contigo.

    — Lo siento, pero tengo un compromiso — respondió Jonás empezando a caminar junto a Romina.

    Patrick se les adelantó y se puso en frente de ambos. No le gustó mucho la forma en la que Jonás respondió.

    — No era una pregunta — respondió Patrick seriamente — Víctor quiere hablar contigo, y va a hablar contigo.

    — Está bien, Jonás — respondió Romina viendo la forma en la que Patrick se ponía — No hace falta que sea hoy. Puede ser otro día.

    — De acuerdo — respondió Jonás — Llévate a Cóndor a casa.

    Romina y Cóndor se alejaron caminando del lugar. Mientras tanto, Patrick llevó a Jonás a la casa de Víctor.

    Al entrar a la sala, Patrick le dio un empujón y después lo sentó en la silla del escritorio de forma muy brusca.

    — ¿Qué te pasa? — preguntó Jonás algo molesto con Patrick.

    — Parece que lo hiciste enojar — respondió Víctor.

    — Él cree que todavía se encuentra ahí afuera, que todos nosotros somos su grupo, y que él sigue siendo el líder — respondió Patrick — Solo le estoy mostrando que se equivoca.

    — Bueno, no tenemos tiempo para eso, pasemos a lo importante — dijo Víctor.

    — ¿Qué es lo importante? — preguntó Jonás — Creí que no teníamos nada de qué hablar.

    Víctor le hizo una seña con las manos a Patrick y este se retiró de la sala. Unos segundos después vino con una bolsa y la tiró sobre el escritorio.

    — Ábrela — le dijo Víctor.

    Jonás abrió la bolsa y se llevó una sorpresa al ver que todas las armas que habían traído con ellos estaban ahí. Los cuchillos, los martillos, la cadena con el candado de Damien y la llave de Hernán.

    — ¿De dónde sacaste esto? — preguntó Jonás asombrado al ver que Víctor lo tenía todo.

    — A veces envío a mis hombres por las casas para asegurarme de que no tengan nada raro ahí dentro — respondió Víctor — Y ayer encontraron esto. Ustedes las tenían escondidas. Una cada uno.

    — Es lo último que nos quedó después de tanto tiempo ahí afuera — respondió Jonás — Las usábamos para defendernos.

    — Bueno, aquí dentro no pueden entrar los zombis — contestó Víctor — Tú ya lo has visto. Y en caso de que pudieran, tenemos hombres capacitados para poder defender este lugar. Así que ya no las necesitan. Y no quiero que las tengan. A partir de ahora yo me quedaré con todas estas armas.

    — ¿Nos las vas a devolver? — preguntó Jonás.

    — Ya no las necesitan — respondió Víctor — Así que no. No voy a devolvérselas. Te llamé para avisarte nada más. También le voy a avisar al resto de tu grupo. Ya puedes retirarte.

    Patrick tomó la bolsa y se la llevó mientras que Víctor acompañó a Jonás hasta la puerta de la casa. Luego de que Jonás salió, Víctor cerró la puerta.

    Ahora Jonás estaba aún más preocupado que antes. Ya no tenían nada con que defenderse ahora que Víctor les había sacado sus armas. Se dio cuenta que dejar su camioneta con las armas de fuego lejos de la comunidad fue una buena idea después de todo.
     
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