Día de san valentín

Tema en 'Relatos' iniciado por George Asai, 26 Enero 2015.

  1.  
    George Asai

    George Asai Maestro del moe

    Aries
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    Título:
    Día de san valentín
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    Hola, sé que debería estar terminando Flores, pero no pude evitarlo así que les dejo este One-shot AU de mi propio escrito xDD espero les guste :333



    Día de San Valentín

    La mayoría de las chicas esperaba el día de San Valentín con mucho entusiasmo, pues así plasmarían sus sentimientos con un objeto en particular: Chocolate, sin embargo eran los chicos quienes tenían el día más tenso.

    “¿Recibiré algún chocolate hoy?”, “¿estará ella pensando en mí?” y demás preguntas que podías encontrar en cualquier drama barato. Pero bueno, quizá yo era la excepción a la regla, porque nunca había recibido un chocolate. No es que me importara realmente, no era de esos muchachos acomplejados que buscaban llamar la atención de los demás.

    Simplemente no entendía el concepto detrás de ese chocolate hecho a mano, por más animes que veía la sola idea de confesar sentimientos con regalos no se me hacía para nada interesante. En fin, este día escolar iba a ser bastante movido para los demás compañeros.

    Entré al edificio escolar a las siete en punto, desde temprano varias chicas cargaban consigo globos con forma de corazón, algunos regalos y por supuesto, chocolate casero. No era el objeto lo importante, sino el tiempo y el esfuerzo puestos por la chica para entregar el dulce a la persona que les gustaba.

    —Veo que no te quedaste dormido, Pablo. —Mi amigo Carlos estaba caminando por los pasillos, en sus manos cargaba ya varios chocolates y demás detallitos como postales y cartas. El tipo era más frío que un iceberg, pero por algún motivo recibía muchos regalos de chicas anónimas, ellas seguramente tenían la falsa esperanza de que Carlos devolviese sus sentimientos o al menos notara que existían.

    En realidad, ese sujeto era un bastardo que solo se comía los chocolates por diversión. Sin embargo no lo culpaba del todo, él no pidió esos regalos y sería descortés rechazarlos, pues ellas pusieron empeño y dedicación en hacerlos o al menos comprarlos.

    —No me gusta llegar tarde, solo por dos o tres veces que me dormí no significa que lo haga todos los días. —Tras charlar un poco los dos nos metimos al aula, ahí yacían dos compañeros revisando sus apuntes para la clase y otra chica checando su celular, la escena mañanera que se repetía diariamente, un ciclo redundante que pronto llegaría a su final.

    —Ah, me dieron demasiados chocolates muy temprano, ni siquiera recuerdo las caras de esas chicas, ¿no quieres uno?, necesito espacio para poner mis cosas —comentó Carlos con cierta molestia en su rostro.

    —¿Acaso piensas qué soy una especie de basurero?, son tus chocolates deberías comértelos todos —respondí casi bostezando, Carlos me miró con fastidio y tras acomodar sus útiles metió los chocolates en una bolsa secundaria de su mochila. Afortunadamente hoy no hacía mucho calor, por lo tanto no había riesgo de que se derritieran y causaran una batición con sus utensilios escolares.

    —Oye, oye, ¿a quién le entregarás ese chocolate?

    —Anda, ¡dime!

    Conforme fue pasando el tiempo los demás compañeros se hicieron presentes en el aula y claro, los intercambios no se hicieron esperar. Las chicas de la clase se pararon para darle chocolates a los chicos, la mayoría era por obligación o por un simple pacto de amistad, incluso las mismas chicas intercambiaban sus dulces entre ellas como símbolo de camaradería.

    Fue una escena muy bonita desde mi punto de vista, si bien no me interesaba formar parte de un grupo tampoco me gustaba la idea de estar en una zona poco amistosa. La mayoría del salón sonreía, se decían bromas y por supuesto expresaban sus sentimientos con cartas, fue tanta la alegría del intercambio que muchos sacaron sus celulares y empezaron a tomarle fotos a las cajas, posiblemente en las redes sociales aparecerían post como: “Aquí con mi regalo, gracias hermanita” o “Estoy feliz de haberle entregado el chocolate…” y demás cursilerías agradables.

    —Pareces bastante feliz hoy. —Carlos se acercó a mí con una mirada despreocupada, el tipo cargaba dos cajitas con dulces dentro y por supuesto un globo rojo.

    —¿Acaso piensas qué soy un amargado?, es el día del amor y la amistad, al menos debo estar alegre.

    —Pero casi no tienes amigos y no vas a recibir nada. —A pesar de su actitud fría y tajante Carlos era un buen chico, pues nunca lastimaba los sentimientos de los demás y trataba de llevar una relación normal con el resto de los compañeros. A diferencia mía que solamente sabía hacerme odiar.

    —Oye, que la amistad no se mide con regalos, sino con acciones, además yo mismo me gané la enemistad del grupo. Cosechas lo que siembras, ¿no? —A decir verdad fui yo quien se alejó de los demás, mi personalidad podía considerarse un poco grosera, por lo tanto preferí evitar problemas con los demás cortando casi todos los lazos personales con ellos. No obstante, todavía mantenía relaciones laborales con mis compañeros, ya que en el mundo real alguien sin conexiones no era diferente a un vagabundo.

    —Creo que eres la persona menos indicada para decir eso. —Luego de ese comentario los dos reímos un poco, en verdad apreciaba la amistad de Carlos, gracias a él no me sentía solo dentro de clases.

    La segunda parte del día comenzó con una aburrida lección de física, odiaba los números y todo lo relacionado a ello, por ende fijé mis ojos en la ventana y aprecié el cielo azul que hoy había.

    —Que aburrido —susurré, posteriormente la lección llegó a su fin, dándome así una hora libre para descansar.

    —¿A dónde irás, Pablo? —cuestionó mi amigo.

    —Vagaré por el instituto un rato, ¿vienes?

    —No tengo nada mejor que hacer. —Carlos y yo caminamos por los pasillos para buscar algo qué hacer, no obstante solo nos encontramos con parejitas tomadas de la mano y cargando ostentosos regalos consigo. Dios, ¿cómo podían comprar esos malditos osos de peluche gigantes?, el solo verlos provocaba dolor en mi cartera.

    Algunos chicos compraban flores para sus novias, otros traían boletos de cena o algún detalle menor. A pesar de ello, eran las chicas y los chocolates el atractivo principal de este evento.

    —¡Al fin te encuentro! —Una chica rubia y de ojos cafés nos interceptó a medio pasillo, vestía el uniforme escolar femenino correspondiente (falda roja y blusa negra con el logo escolar) y por supuesto, traía en mano un chocolate con forma de corazón —. Te he estado buscando por todas partes, Carlos, ¿no me digas qué ya recibiste chocolates? —Esa jovencita era Wendy, una amiga nuestra que obviamente estaba enamorada de Carlos.

    —He perdido la cuenta —respondió Carlos con un suspiro pesado.

    —No importa, ¡este chocolate será el mejor qué recibas en todo el día!, lo juro por mi nombre y record en FIFA. —Wendy le entregó a Carlos su regalo, éste sonrió mientras veía como la chica se pavoneaba por el cometido.

    —Oye, he visto esos chocolates en el súper mercado, ¿no me digas qué eres pésima cocinando y no pudiste hacerle uno a mano? —Una sonrisa maléfica se dibujó en mi rostro, la chica enrojeció como un tómate y posteriormente se dio la vuelta.

    —¡Tiene algo de malo!, estamos en el siglo XXI, ¿para qué hacer algo qué puedo comprar?, además no es que cocinar sea un habilidad que todas las mujeres debamos tener, pensar así va en contra de la liberación femenina y…

    —No tienes remedio —interrumpí con resignación, Carlos soltó una ligera carcajada mientras colocaba su mano diestra sobre la cabeza de Wendy.

    —Aún si no tienes talento para cocinar o eres medio bruta te lo agradezco, eres una chica amable, Wendy. —Tras esas palabras la chica se sonrojó todavía más, fue una escena bastante divertida digna de fotografiarse.

    —Gra-Gracias, lo he comprado con mis ahorros… —susurró —. Ya debo irme a clases, hablamos después.

    Wendy se retiró rápidamente, ella en verdad era una tsundere al momento del amor, pero eso no importaba. Después de todo, sus sentimientos hacia mi amigo eran puros.

    —Con esto ya van quince —comentó Carlos.

    —¿No habías perdido la cuenta?

    —Obvio no, pero decirle a Wendy: “Recibí catorce chocolates antes que el tuyo” se vería inapropiado.

    —¿Entonces no era mejor decirle que no habías recibido ninguno?

    —Hacerlo sería descartar los sentimientos de las otras catorce chicas, ellas pusieron su empeño en hacer estos regalos y yo como hombre debo aceptar la responsabilidad de confirmar o rechazar esas emociones. Deberías saberlo mejor que nadie, cuestión de honor. —Carlos estaba en lo correcto, no decir nada ante ese tipo de afectos podía mal interpretarse y también lastimar sentimentalmente a las mujeres. Como dije antes, Carlos era un buen chico a pesar de su lengua filosa y carácter reservado.

    —Que flojera lidiar con eso. Por cierto, ¿dónde estará Esmeralda? —cuestioné, nuestra otra amiga siempre andaba con Wendy, pero ahora vino sola y no teníamos rastro de ella.

    —¿Quién sabe?, a lo mejor está haciendo un chocolate para ti en estos momentos. —Se burló Carlos, Esmeralda era una chica dulce y amable, pero tampoco solía entregar regalos a nadie, ni siquiera cuando estábamos en la primaria.

    —No creo que ella haga eso, además sería un desperdicio entregarme chocolate cuando ni siquiera me gustan. —El sabor del chocolate era demasiado empalagoso para mi gusto, pues toda la sensación “dulzosa” quedaba en mis mejillas y luego me costaba volver a recuperar mi aliento. Podía tomar leche con chocolate o agregar dicho dulce como condimento de betún en algunos pasteles, de todas formas prefería no comerlo en barras o directamente de la fuente original.

    —Eres bastante raro. —Tras decir eso volvimos al salón de clases y ahí nos mantuvimos durante un rato.

    ¡Hasta los profesores recibieron chocolates!, el docente de turno cargaba consigo un regalo que la clase anterior debió darle. Eso provocó que varias chicas se pusieran a hablar con el maestro para ver si tenía alguna admiradora secreta por ahí, de hecho el licenciado era bastante joven, seguramente unos veinticinco o treinta años.

    Los compañeros pasaban de mí como si fuese un fantasma, no me volteaban a ver, tampoco me prestaban atención pues difícilmente iba a darles una respuesta agradable.

    —Oye, ¿podrías pasarme las copias del capítulo 1?, no llegué ese día y las necesito para exponer al rato. —Un chico de lentes y algo fornido me habló desde atrás, su tono de voz era formal, como si estuviese hablándole a un desconocido que no debería estar aquí.

    —Claro, ve a la papelería y tómale un juego de copias, me las regresas cuando termines —respondí.

    —Gracias. —Tras esa pequeña conversación el muchacho se retiró, en verdad me sentía tranquilo con este tipo de relación formal, hace tiempo ellos me odiaban y tuve muchas peleas con chicos de esta misma clase. ¿Las razones?, borradores manchados, comentarios innecesarios y demás cosas relacionadas a mi pasado.

    Al ver que el docente dio por libre la hora decidí salir del salón y caminar solo por los terrenos de la escuela. Tener a tantas parejitas rondando por la zona me resultó incomodo, por lo tanto decidí irme a casa tan pronto acabaron mis horas de clase.

    El camino resultó un poco tedioso, varios negocios estaban adornados con corazones y querubines de papelería. En verdad esta fecha se había convertido en todo un éxito comercial, ninguna empresa podía desaprovechar esta enorme oportunidad de sacar fondos extra para el fin de mes, ¡incluso la tienda de abarrotes ofrecía descuentos a parejas!, muy bien, ya había visto suficiente por hoy.

    Llegué a mi vivienda veinte minutos más tarde, no había nadie para recibirme en casa, la misma escena solitaria de siempre. Por desgracia mis padres murieron bajo circunstancias especiales cuando yo tenía un año de edad, explicar qué pasó me tomaría mucho tiempo, además no tenía ganas de recordar el pasado. Simplemente arrojé mis cosas en la sala y me recosté sobre el primer sofá que vi.

    Esta pocilga no debería llamarse hogar, la basura estaba acumulada en el suelo, envolturas de comida rápida, botellas de refrescos y cucarachas muertas yacían regadas por toda la sala. Lo mismo ocurría con la cocina, todos los vasos estaban sucios y los platos andaban repletos de hormigas.

    ¿Cuándo fue la última vez qué hice limpieza en este sitio?

    ¿1 mes?, ¿2 meses?, ¿o acaso un año?

    —Día del amor y la amistad, puras patrañas —susurré, ver este panorama tan desolador me llenaba de amargura. Quería salir corriendo de aquí hacia cualquier lado, no importaba donde, deseaba olvidar este sucio panorama que tanto daño le provocaba a mi alma.

    Pero no valía la pena, incluso si escapo de casa el monstruo de la soledad no pararía de atacarme, después de todo no tenía un hogar a dónde regresar. Sin familiares y con pocos amigos, mi vida era una basura llena de inmundicia, en lo personal me consideraba una persona talentosa, era bueno en las peleas, estudios y tampoco se me daban mal los deportes.

    Sin embargo, ¿de qué me servían esas habilidades si a nadie le importaba?, el mundo no cambiará si hago algo, por lo tanto no vale la pena esforzarme en retos que no me darán ninguna ganancia.

    —Que estupidez más grande. —Las únicas cosas que estaban ordenadas eran la computadora y consola respectivamente, traté de jugar un poco para animarme y así olvidar todos estos deprimentes sentimientos. Siempre he sido así, desde pequeño me sumergía en estas realidades virtuales para relajarme, de no ser por estos solitarios pasatiempos me habría convertido en un delincuente desde hace tiempo.

    El reloj marcó las siete de la noche, para este momento el sol se estaba ocultando bajo el horizonte y las estrellas poco a poco hacían acto de presencia.

    Mi estómago pidió comida, por lo tanto caminé hacia la cocina en búsqueda de algún bocadillo para aguantar hasta la cena. Desgraciadamente lo único que encontré fueron huevecillos de cucaracha y un insecto raro que se arrastraba por el lavamanos. Quería encargarme de él rápido, pero el condenado corrió rápidamente hacia una ranura del azulejo.

    —Genial, no tengo comida, supongo que iré a comprarla…

    Mi mente evocó las imágenes de esta mañana por pura casualidad, en verdad mis compañeros tenían una relación maravillosa entre sí. Todos parecían felices y despreocupados, incluso el bastardo de Carlos lucía contento con todos esos regalos.

    ¿En qué momento dejé de relacionarme con las personas?

    Ya ni siquiera me acordaba, desde niño siempre estuve solo, nadie me escogía para jugar fútbol, mucho menos me invitaban a las fiestas infantiles. En un principio creí que esto era natural, pues normalmente los pequeños solo invitaban familiares cercanos a sus reuniones. No obstante, cuando los escuchaba hablar de lo bien que pasaron en dichos convivios me sentí excluido.

    Nunca dije nada, de todas maneras aunque lo hubiese hecho no habría cambiado nada en lo absoluto. Con el tiempo me volví arrogante y despreciable, si ellos no querían nada conmigo entonces no había motivo para insistir. Bah, ¿a quién deseaba engañar?, incluso ahora me sentía solo.

    Me hubiese gustado recibir aunque sea un chocolate por compromiso, saber que le importo a alguien o tan siquiera que se acuerden de mi existencia. Por algo era el día del amor y la amistad…

    —Maldita sea… —Inconscientemente empecé a llorar, mis orbes lentamente se fueron llenando de lágrimas amargas —. Ayuda, por favor, que alguien me salve de esta terrible situación. —Nadie acudió a mi llamado, por más que susurré esas palabras la casa quedó en silencio, lo único que pude escuchar fue el triste eco de mis lamentaciones.

    Siempre me he considerado un héroe de la justicia, mantengo mi palabra con honor y pasión, incluso en la soledad he tratado de ayudar a los pocos amigos que tengo con todo corazón. Era el guerrero que protegía sus almas, blandiendo una espada valerosa sin temor, pero… ¿Quién protegía al caballero?

    ¿Quién me brindaba a mí la seguridad qué tanto necesitaba?

    —Mejor me voy de compras antes de seguir llorando como un bebé. —Limpié mis lágrimas con un pañuelo sucio que encontré tirado, ni siquiera me importó haberme manchado un poco la cara de tierra. Justo cuando iba a retirarme el sonido del timbre me sacó de balance —. ¿Uh?, ¿se habrán equivocado de casa?, iré a ver.

    Cuando abrí la puerta vi a Esmeralda, ella traía consigo una caja de regalo decorada con moños y corazones, su rostro yacía ligeramente colorado mientras miraba al suelo. Por un momento me quedé sin palabras, ¿por qué ella cargaba consigo los regalos qué recibió?, ¿acaso quería ayuda para llevarlos a casa?, sin embargo su hogar estaba más cerca de la escuela, por lo tanto resultaba ilógico caminar hasta acá solo para mostrarlos.

    Esmeralda de la Luz era una de mis pocas amigas, sus ojos esmeraldas (como su nombre) brillaban a pleno crepúsculo, ella tenía la piel clara y cabello largo, además de una figura relativamente bonita, no obstante vestía una falda larga que cubría todos sus atributos femeninos. Hubo un detalle que me llamó mucho la atención: Las manos de la chica estaban manchadas con chocolate, lo mismo pasaba con su cabello y partes de su vestido blanco, de hecho se veía bastante chistosa al estar repleta de manchas.

    —Por fin te encuentro, Pablo —comentó casi jadeando, a juzgar por la expresión de su rostro estuvo corriendo todo el camino, Esmeralda no era una persona atlética, por ello me sorprendió mucho verla de esta forma.

    —¿Qué necesitas? —cuestioné cortantemente.

    —Bueno, yo, verás… Lo que deseo es… —Mi amiga siempre fue bastante tímida, desde que la conocí tuvo problemas para expresar sus deseos y debido a ello fui capaz de entenderla mejor. En un principio solía regañarla o desesperarme por su indecisión, pero poco a poco me fui acostumbrando a su dulce personalidad, a pesar de ello, Esmeralda poseía una determinación inquebrantable —. ¡Feliz día de San Valentín! —exclamó con todas sus fuerzas, tras decir eso la chica me entregó la caja medianamente decorada.

    —¿Eh?, ¿para mí? —Mis orbes no podían creer lo que estaban viendo, me quedé sin aliento un segundo, pues no esperé un detalle tan grande de su parte.

    —Por supuesto, tú me has ayudado mucho con mi timidez y además eres un amigo muy preciado para mí. —Esmeralda volteó hacia otro lado cuando recitó aquellas palabras, su voz lentamente se iba quebrando por la vergüenza del momento, aunque nunca perdió la fuerza ni la convicción de querer hacerme feliz.

    —Muchas gracias. —No sabía cómo agradecerle, mi cerebro funcionaba en modo automático por el shock inicial, lentamente abrí la caja y vi lo que tenía adentro. Era un pastel de chocolate hecho a mano, carecía de tres leches, además tampoco había una cantidad exagerada de betún, solo lo necesario para darle una textura esponjosa. Sí, aquí definitivamente no había error alguno…

    Esmeralda hizo este pastel de acuerdo a todos mis gustos y exigencias, este tipo de platillos normalmente no se hacían en ninguna pastelería o restaurante, ya que requería indicaciones muy específicas para completarlo. Ella se esforzó mucho por mi bien, no le importó manchar su vestido o cabello con tal de prepararme el único pastel que podía comer.

    —Ya que no te gustan los dulces decidí hacerte un pastel, vi como saboreabas uno el otro día cuando salimos de compras y de inmediato supe que debías comerlo. T-Te confieso que es la primera vez que horneo un pastel, s-sin embargo lo hice pensando en ti… ¡Y qué estoy diciendo! —exclamó un poco sonrojada, sonreí silenciosamente mientras apreciaba todos sus gestos.

    Tomé el cubierto de plástico que venía dentro de la caja, posteriormente probé un pedazo para juzgar su sabor. Lo que sentí fue increíble, nunca antes había comido un bocado tan delicioso, a pesar de tener chocolate consigo no hubo ninguna sensación desagradable que molestara mi paladar, lo mismo ocurrió con su textura, pues no se quedó impregnado en mi boca o dentadura.

    —Oye, está bastante bueno. —Quería decirle muchas cosas, una parte de mí deseaba abrazarla e incluso darle un beso en la mejilla. ¿Por qué me sentía de esta manera?, en el pasado jamás me importó recibir el cariño de alguien y ahora no podía resistir las ganas de abrazar a esta inocente jovencita.

    —¡Me alegro!, tenía miedo de que no te gustara porque tú eres muy honesto con tus sentimientos, si algo no te agrada lo dices y ya. —Esmeralda me conocía muy bien, en su mirada no existía malicia alguna, tampoco una segunda intención oculta entre sus acciones. La gente que conocí a lo largo de mi vida siempre mostraba una doble cara, una coartada perfecta para no mostrar sus verdaderas personalidades.

    Pero Esmeralda era diferente…

    —Oye, tampoco soy un ogro para rechazar el pastel casero de una chica. —Contra todo pronóstico pude mantener la compostura, un galón de lágrimas se estaban acumulando en mi garganta e incluso mis ojos lentamente se estaban tornando rojos. ¡Debía remediar este problema!, no podía darme el lujo de llorar frente a Esmeralda.

    —Solo bromeaba, yo sé que eres un chico muy amable, Pablo. Aún así, me siento aliviada, pues yo quería hacerte feliz en este día de San Valentín, sé que no te llevas bien con mucha gente y que no tienes a nadie en casa. Por eso me esforcé mucho, quería verte sonreír como todos los demás, porque tú también lo mereces. —No pude soportarlo más, dejé el pastelito en un estante de madera viejo y de inmediato corrí al pasillo —. ¿Eh?, ¿qué pasa? —cuestionó preocupada —. ¿A dónde vas?

    —¡Al baño! —exclamé, mi amiga no se dio cuenta de lo que ocurrió, por lo tanto se quedó paradita en la puerta —. Uh, que vergüenza… —Me miré al espejo para revisar mi condición, tenía los ojos rojos y mis mejillas yacían repletas de lágrimas, nunca antes había llorado de esta forma. En el pasado lo hice por tristeza y soledad, pero jamás lloré de felicidad en ningún momento —. Uh, l-le importo, yo le importo… —susurré, sin previo aviso la puerta del baño se abrió, Esmeralda vio mis ojos manchados y rápidamente me vi forzado a limpiarme con un papel higiénico.

    Desgraciadamente esa precaución no funcionó, cuando vi su adorable rostro volví a llorar, esta vez más fuerte que antes.

    —¿Pablo, qué sucede, por qué lloras? —preguntó con una voz casi angelical, la dulzura de sus palabras me hacía temblar, no podía expresar este sentimiento con ninguna frase, simplemente estaba ahí parado, estupefacto frente a estas nuevas emociones.

    —No estoy llorando. —Ok, esa fue la mentira del siglo, mis orbes derramaban lágrimas como si fuesen gotas de lluvia y mi garganta no me dejaba hablar bien.

    —Siempre fuiste un pésimo mentiroso. —Esmeralda acarició mi cabeza, normalmente era yo quien hacía eso para animarla o subirle la autoestima, aunque en esta ocasión nuestros papeles se invirtieron.

    —Uh, es que nunca antes había recibido un regalo en San Valentín, siempre pasaba solo estas fechas y hasta ahora nadie se preocupaba por mis gustos o sentimientos. Verte parada en la puerta de mi casa fue el mejor gesto que alguien ha hecho por mí, después de todo nadie me visita y seguramente no le intereso a nadie… Yo… —Justo cuando iba a desahogarme más mi adorable amiga me dio un abrazo, inconscientemente correspondí al suyo con un enorme rubor en mis mejillas.

    —No digas eso, tú eres muy fuerte por haber soportado todo ese dolor, t-t-te aprecio mucho y no volverás a pasar un día de San Valentín en la oscuridad de tu casa. —Esmeralda limpió mis lágrimas con sus dedos, posteriormente me mostró la sonrisa más hermosa que jamás le había visto —. Es una promesa, mientras vivas no volverás a sentirte solo nunca más.

    —Gracias… —Fue todo lo que pude contestarle, mi garganta se negaba a cooperar conmigo y en vez de ello se la pasó atorada con bastantes lágrimas ahogadas que lentamente salían de mis ojos. No supe cuanto tiempo estuvimos así, descargué toda mi tristeza en ese instante de debilidad.

    —¿Te sientes mejor? —Veinte minutos más tarde logré tranquilizarme, estaba avergonzado por lo sucedido pero decidí no darle más importancia.

    —Sí, lamento que hayas visto eso, nada más no le digas a nadie lo que pasó, mi imagen de chico duro se iría al retrete si lo hicieras.

    —Venga, no tienes de que preocuparte, esto se queda entre nosotros, ¿vale? —Esmeralda cerró el tema con voz pausada, en seguida me tomó del brazo y jaló hacia la puerta —. Aún falta para que sea de noche, ¿por qué no vienes a cenar conmigo a casa?, d-digo, es 14 de febrero y lo mejor sería pasar el rato con tus amigos, ¿no crees? —Esas últimas palabras las dijo con un enorme rubor en sus mejillas, sonreí ante tal hecho, pues incluso bajo estas circunstancias ella seguía manteniendo su personalidad pacífica y tímida.

    —Claro, no está mal cenar fuera de vez en cuando, además ya ni tengo platos limpios para comer.

    Antes de salir le eché un último vistazo a mi casa, las paredes desarregladas y el olor a podrido me deprimían un poco, saber que volveré a esta pocilga más noche no era la mejor cosa que podía pensar. Aún así, Esmeralda me sacó de ese círculo de soledad tan triste, aunque sea por un momento disfruté la emoción de importarle a alguien.

    Si, definitivamente no había error alguno…

    Yo, Pablo Casanova…

    Realmente disfrutaba el día de San Valentín.

    Fin.


    Eso ha sido todo, ¿qué les pareció el escrito?, dejen comentarios awesome acá abajo >w<
     
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    Cáncer
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    ¡Oh por Dios! Me ha gustado mucho ;-; me dejó un sabor agridulce en el pecho (?) Es triste como hay personas tan solas en este mundo, viviendo en condiciones tan abandonadas. Quisiera pensar que pasó algo más entre ellos y que Pablo tan siquiera organizó un poco su casa, y su vida. Me gusta porque deja un final... ¿abierto se podría decir? Te deja con ganas de más, pero a la vez no quedó incompleto, cumpliste con la idea, no quedaron cabos sueltos y el desarrollo de la historia fue fluido.

    ¿Qué decirte de la gramática, ortografía y estructura? No hubo nada que resaltara mucho, y la verdad tampoco me paré a detallarlo detenidamente, estuvo bien estructurado, tal vez te saltaste algunas tildes, pero no es algo que tenga mayor relevancia, pudo ser tal vez un descuido. Aunque no está de más que releas antes de publicar, eso siempre lo recomiendo ya que nos ayuda a ver cosas que no vimos antes.

    Wow, eso me tocó. Me pareció una parte muy interesante y linda. Porque es cierto, tal vez hasta nos pase en lo cotidiano, siempre podemos tener un amigo que esté ahí para nosotros incondicionalmente, que siempre nos defienda y sea nuestro paño de lágrimas, ¿pero quién es el paño de lágrimas de esta persona? Me encanta, enserio.
    Siento que amo a Esmeralda, tan bella. Ojalá las personas como ella abundaran como granos de arena. Necesitamos más inocencia y pureza, personas transparentes que puedan ser amigos sin esperar nada a cambio.

    Para finalizar, déjame decirte que sí estuvo largo ¬¬ pero valió la pena, porque si no hubiera sido así no tendría la misma magia que causó. Sigue escribiendo, lo haces genial.

    Saludos<3
     
  3.  
    Leid

    Leid ¡Bu! ♡.

    Libra
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    Te repito, ¿dónde está el botón de maravilloso? <33.
    Me ha encantado demasiado, en serio. La manera en la que escribes también, todo muy dulce, directo, ligero, sin llenar tanto la obra con muchas palabras pero llegando muy bien al corazón. Me ha gustado cómo alguien que siempre vive con una fachada fuerte, dura, inquebrantable, da un giro completamente, a una persona frágil, tierna y con sentimientos, me gusta mucho eso, que Pablito haya derramado esas lindas lágrimas delante de Esmeralda, y aww <33.
    Qué lástima que muchas personas vean San Valentín como una fecha en la que las compañías sacan provecho, que son fechas para gente con amigos o pareja, que son sólo un día más sin importancia. Cuando es un día tan bello y adorable, lleno de alegría y cariño mutuo^^.
    Qué mensaje tan bonito has dado George... mi más grande, moe, y tiernucha felicitación(? <3.
     
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