Cuentos ABC

Tema en 'Novelas Terminadas' iniciado por Kikuz-sama, 22 Julio 2015.

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    Kikuz-sama

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    Cuentos ABC
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    6
     
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    Integrándome un poco tarde a la actividad "Días de Abecedario". Lo que les presentare seran cuentos que no tiene relación unos con otros. Será un pequeño experimento entre géneros y el uso de los narradores. Espero que sean de su agrado.

    Sin más, el prime cuento :D



    ACABÓSE



    El silencio y la calma siempre vienen antes de que la tormenta sea desatada. Sentada sobre una silla se halla una mujer joven de cabello rojo. Ella se encontraba mirando la fotografía que estaba en el portarretratos que sostenía. En la foto se podía apreciar a una joven pareja, que despreocupada le sonreía a la cámara. Había pasado tanto tiempo desde la última vez que sonrió así que parecían haber pasado siglos. El sonido de la puerta al abrirse rompió su concentración y el portazo con el que se cerró hizo que le diera un vuelco el corazón. Él había llegado, ese era su usual anuncio. Ana se tensó ante el peligro. Estaba asustada y ya no podía seguirse engañando. La existencia que tenía ya no podía ser llamada vida.



    –¿Cómo es que hemos llegado a este punto? –Preguntó al ser presa de la desesperación.



    –¿A qué te refieres? –Inquirió Francesco mientras caminaba hacia ella. Se detuvo detrás de la silla al mismo tiempo que posaba una mano sobre su hombro.



    –¿Cómo es que dejaste de entender mis palabras?, ¿cómo es que los golpes se convirtieron en nuestro único medio de comunicación? –Musitó con voz lastimera al tiempo que en su mente escuchaba una voz que le decía que corriera.



    –¿Acaso te has preguntado tú, que es lo que siento yo al ver a esa cosa? –Gritó furioso, apretando su mano sobre el delicado hombro de ella.



    Hizo una mueca de dolor e intentó apartarse, pero él no se lo permitió; la obligó a permanecer sentada en la silla. En sus labios apareció una ladina sonrisa al ver como las lágrimas resbalaban sobra la blanca piel de su esposa. Parecía que disfrutaba del dolor que le causaba.



    –¡Es tu hijo!, ¿cómo es que aún no puedes creerlo? –Susurró con la voz rota.



    Él giró lentamente la silla y Ana supo lo que a continuación vendría. Intentó alejarse pero Francesco nuevamente la mantuvo quieta en la silla. Cuando frente a frente se encontraron, se pudo ver el terror en el rostro de ella y la locura y los celos reflejados en los ojos de Francesco. Él le propinó una bofetada que la mandó directo al suelo. La sangre escurrió por su mentón de Ana y él la tomó por el cabello mientras la arrastra hacia el otro lado de la habitación.


    –Esa cosa no es mía. –Repitió furioso. –¿Qué tanto te divertiste burlándote del amor que te tenía?, ¿qué tan gracioso te pareció mi rostro al encontrar su ropa en mi closet?, ¿y aún con estas irrefutables pruebas esperas que te crea?



    –Escúchame, sabes que las cosas no son así…



    –¡Cállate! –Le gritó mientras la lanza al suelo.



    Ella lo miró a los ojos y en ese momento lo entendió; nada ni nadie podrán detener su infame mano. Y cuando él se lanzó sobre ella y le propinó una de las tan acostumbradas golpizas, cerró los ojos e intentó luchar pero eso sólo hizo que la tortura empeorara aún más. Y mientras los golpes extinguían esa vida, tal como lo hace el viento al apagar el fuego de una vela; un pequeño niño miraba por la rendija de la puerta, como la mujer que le dio la vida poco a poco moría bajo la fiera mano del que alguna vez creyó que su héroe sería.
     
    Última edición: 22 Julio 2015
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    Tratando de ponerme al corriente xD Aquí esta la segunda letra :D


    Bella


    Ella hacía que el destino sucediera.


    Todos los días se levantaba aún si se encontraba cansada o enferma. No importaba si llovía o relampagueaba, ella nunca me abandonaba y eso era por lo que más la amaba. Si me encontraba deprimido solo tenía que ir hasta ella y dejar que me mirara, porque cuando ella lo hacía me sentía como el hombre más poderoso del mundo. Ella me veía como realmente era, no había pretensiones ni esa imperiosa necesidad de impresionar pues ella sabía lo que yo era y a pesar de mis virtudes y más aún por mis defectos, ella me quería.


    Cada día hacia que me sintiera especial. Con solo una de sus sonrisas hacia que cualquier dolor que sintiera, remitiera y que a su vez, a mis labios acudiera una sonrisa que respondía a la de ella. Pero hoy quería hace su día tan maravilloso como el que ella hacía para mi, así que me levante temprano y me adentré en los dominios desconocidos del mundo de la cocina para llevarle el desayuno a la cama.


    Hice lo mejor que pude pero realmente no podía competir con ella a la hora de cocinar. Suspirando con resignación puse todo en la charola y me encaminé hacia su cuarto. Abrí con cuidado la puerta y sonreí al ver que aún seguía dormida. Dejé lo que traía en las manos en la mesa que estaba cerca de su cama y me incliné para darle un beso en la mejilla.


    Cuando abrió los ojos y me miró, sentí que el corazón me saltaba por la emoción.


    –Buenos días, mamá. –Exclamé al mismo tiempo que ponía la charola en la cama para que ella pusiera ver lo que había preparado.


    –Muchas gracias.


    Sonreí y la vi comer. A pesar de los años pasados y de las dificultades que enfrentamos por el abandono de mi padre, mi madre jamás se dio por vencido y me saco adelante. Había dejado pasar los mejores años de su vida al cuidarme y cada día estaba agradecido por ello. Recuerdo que una vez en el instituto, en el día de las madres me preguntaron qué es lo que veía en mi madre, al principio no había sabido que contestar pues todos hablaban de aquello que su madre hacia para ganarse la vida pero yo no podía pensar en nada más que en lo bella que era.


    Era innegablemente bella en sus años mozos, impacientemente bella cuando pedía que hiciera algo que no podía esperar, aceleradamente bella al salir corriendo todas las mañanas para traer pan a la mesa, pero sobre todo imperfectamente bella.
     
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    Tercera letra :D



    CIRCULO VICIOSO
    .​


    Estamos frente a frente. Aprietas los labios como si quisieras decir algo y la barrera que hay entre nosotros te lo impidiera. Te miró, esperando que me digas lo que necesito escuchar, es tan fácil aceptarlo y terminar con esto. Sin embargo, ambos hemos hecho una tormenta en un vaso de agua.


    –Te quiero.


    Esa sentencia me hace sentir que he caído. Lo nuestro se acabo, tú mismo me dijiste adiós, pero ahora aceptas frente a mí que esto fue un error. Cierro los ojos y aprieto los puños; me siento usada, ultrajada…


    –¿Quién diablos te crees? –Te preguntó al mismo tiempo que doy un paso al frente –¿Qué diablos esperas de esto?


    Mi voz se quebró por el dolor. Me lancé contra ti y golpeé tu pecho, deseando que sintieras un poco de lo que yo, de este dolor, de esta daga que con saña clavaste en mi pecho y que herida me deja imposibilitada de seguir. ¿Cómo pudiste jugar con mi corazón? Quiero gritarte que te odio pero al mismo tiempo se que si lo hago, tendré que aceptar que aún con todo te sigo amando. Lágrimas amargas corren por mis mejillas al darme cuenta de la situación, ¿cómo hemos llegado a este círculo vicioso en el que terminamos y me buscas; regresamos, me das nuevas alas y cuando te aburres me las quitas?


    Esto no puede seguir así. Te quiero pero hacerlo daña; te odio pero albergar este oscuro sentimiento hacia ti no ayuda en nada. Debo seguir pero me aterra hacerlo sin ti, no quiero caer pero la gravedad me arrastra, deseó respirar pero duele hacerlo. Me siento como un marinero al que le han quitado la estrella a la que sigue y ahora está perdido.


    –Vuelve conmigo. –Me pides con dulzura. Aquella dulzura que en antaño me persuadía pero que hoy solo me deja un amargo sabor en la boca.


    –¿Para qué?


    –Te quiero. –Repites como si eso lo explicara todo, como si esa simple oración fuera una razón de peso. Como si esas palabras lo borraran todo.


    Te miró a los ojos y sé que lo que dices es cierto; tan cierto como las últimas veces que lo has dicho. Comienzo a reír como histérica y me separo de ti. Esas palabras pronunciadas por tus labios dejan de tener el mismo valor.


    –Eso ya no es suficiente.


    Me doy la vuelta y tomó la vereda. Me encuentro en camino distinto e incierto pero mucho mejor que el anterior que estaba lleno de baches, de hoyos y de dolor. Debo seguir y esos es exactamente lo que haré y esta vez sin ti.
     
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    Cuarta letra :D



    Deseo


    Él estaba frente a mí. Mi mano escocía por tocarle. Mis dedos se movían nerviosamente sobre el mantel mientras inútilmente trataba de refrenar el fiero impulso de enredar los dedos en ese sedoso cabello. Mi boca se secaba constantemente al mirar esa sonrisa y al quedar atrapada en esa mirada que me dedicaban esos enigmáticos y profundos ojos dorados. Y mi piel reaccionaba al sentir el calor y la intensidad de esos abrasadores soles.


    Quería correr y tocarlo. Deseaba con desesperación esa mezcla de alientos y ese temblor en las rodillas ocasionado por ello. Pero ese deseo seguía insatisfecho. Cada día me quemaba, me ahogaba en la desesperación y me sumía en la miseria. Aún podía verlo, él estaba tan cerca y al mismo tiempo tan lejos. E irónicamente eso es lo que lo hacía perfecto.


    Estiré la mano e intenté tocarlo pero como era de esperar, mi mano lo atravesó. Mi palma no podía tocarlo, mi piel jamás podría recibir su calor otra vez pues él se había ido. Por ello yo me encontraba muerta en vida y él vivo y perfecto en mis recuerdos, aunque su cuerpo se hallase en el frío suelo.


    Y fiel a mi masoquismo, mi mente lo evocaba en todo momento, mostrándome su sonrisa y haciendo que el viento me trajera un débil eco de su voz. Eso sólo hacía que este deseo se avivara y me arrastrara al infierno, a esta tortura de la cual no tenía salvación.


    Mi castigo era desearlo y no tenerlo jamás.
     
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    Quita letra :D

    Error



    Era jueves y la práctica había concluido, lo cual hacia que las próximas dos horas fueran completamente aburridas. Suspiré, los lunes y martes entraba a las dos, los miércoles, jueves y viernes hasta las cuatro, lo que me dejaba con tiempo libre… pero hoy eso no era lo mejor. No quería ver a Héctor y menos con Anna. Ella venía cada día temprano para verlo lo cual hacia que su visión se convirtiera en una tortura para mí. Podía pasar tiempo con mi masoquista pero él se fue temprano ya que debía comprar unas cosas para su madre.



    Kevin y Hugo habían ido a la sala de computación a terminar un trabajo y eso me dejaba como al principio, sola. Gabriel también tenía tiempo libre pero ahora estaba siendo tan cobarde que terminando las prácticas salía huyendo, estaba temiéndole y no porque fuera más grosero de la habitual o más amable. Las cosas seguían casi igual, la única diferencia consistían en la forma en la que me miraba. Ya no era de la misma manera. Hace veinte días aún me veía como si fuera la persona a la que más detestara pero ahora, seguía siendo la persona a la que más detestaba pero a la que se alegraba genuinamente de ver.



    Eso me confundía de sobremanera, era mi peor enemigo, por verlo de forma extremista, y ahora ¿qué era? Moví la cabeza, no tenía sentido pensar en eso, aunque encontrara la solución a este enigma, las cosas no cambiarían y no debían hacerlo. Un dilema amoroso sólo vendría a complicarlo todo. Además Gabriel no se fijaría en alguien como yo, era obvio que a él le gustaba que le rogaran y eso jamás lo haría, ya había cometido el error de entregarle al equivocado mi corazón y no estaba dispuesta a entregárselo de nuevo a alguien que no sabría cuidar algo tan delicado.



    Me puse en pie, enfadada conmigo misma por ser tan estúpida y estar dándole vueltas a esta idea tan absurda. Fui hasta los vestidores y caminé directo a las regaderas; abrí la llave, sin siguiera calar el agua y me metí bajo el chorro frío. Necesitaba deshacerme de todas estas tonterías que nublaban mi mente y la única forma de hacerlo era con las cuchillas del agua helada. Al principio tuve el impulso de salir corriendo e incluso de abrir la otra llave pero me contuve, aunque con este comportamiento parecía masoquista yo sabía que era necesario para mi salud mental.



    Terminé de bañarme y salí de ahí. Fui a mi casillero y saqué una blusa morada y unos jeans. Me vestí con lentitud, con más de la necesaria, y me tomé mi tiempo para acomodar mis cosas; al fin y al cabo en ese momento eso era lo que me sobraba. Agarré mi bolso y fui a la salida. Observé que la puerta del gimnasio estaba cerrada y me pareció extraño, esta siempre estaba abierta pues los chicos de la mañana también venían a entrenar. Corrí hasta ella, con el corazón latiéndome furiosamente en el centro del pecho pues tenía un muy mal presentimiento sobre esto.



    Dejé caer mis cosas al suelo y tiré de la manija para abrir la puerta pero esta no cedió ni un solo centímetro a la fuerza que le aplicaba. Comencé a jalarla más fuerte, como si con ello, por arte de magia, esta fuera a abrirse. Pasaron varios segundos y nada pasaba por lo que pegué la oreja a la puerta esperando oír algo pero ningún sonido llego hasta mi; ni balones botando, ni risas tontas y mucho menos conversaciones ruidosas. En ese momento detesté que el gimnasio se encontrara tan lejos de los edificios, eso dificultaba que se escuchara si alguien tenía problemas.



    –¿Qué has hecho?



    Salté asustada al oír esa voz, lo único que me faltaba, estar encerrada con el idiota más grande del universo. Giré para encararlo y me sorprendió ver el aspecto que tenía. El cabello aun lo llevaba húmedo y todo desordenado y eso ocasionaba que se le viera mucho más oscuro de lo habitual, y a él mucho más pálido. Pensé distraídamente que se veía bastante guapo. Detuve en seco ese pensamiento, abriendo al instante los ojos como plato, ¿fue mía esa idea? Me sonrojé furiosamente y desvié la mirada. Miré mis manos y luego estallé en un ataque de risa.



    –¿Estás loca?



    –Debó estarlo. –Admití recogiendo mis cosas.



    –¿Qué crees que haces?



    –Me voy a sentar. –Le contesté como algo obvio.



    –¿Por qué no te vas?



    –La puerta está cerrada, esperaré al bromista que pensó sería divertido dejarme encerrada contigo.



    Él dejó de mirarme y fue a comprobar si lo que decía era cierto. Tiró de la puerta, la pateó y para colmo se puso a gritar como un completo lunático. Tal parecía que estuvieran matándolo o a punto de hacerlo. Sonreí con burla, realmente ese chico era un exagerado.



    –¡Esto ha sido obra tuya!



    Clavé mis ojos en él, Gabriel estaba más alterado de lo normal, casi parecía… asustado. Endurecí la mirada y me acerqué a él, ¿cómo se atrevía a culparme a mí?, ¿qué creía, que era muy feliz estando en su compañía?



    –¡¿Dime, para qué diablos querría quedarme aquí a solas contigo?! No seas arrogante, puede que seas el centro del universo de muchas pero no del mío.



    –Claro, ese es Héctor.



    Me reí aunque la alegría no llegó a mi rostro, que él mencionara su nombre hizo que una nueva ola de dolor me golpeara. ¿Hasta cuándo sería esto?, ¿cuánto tiempo necesitaría para poder pensar en él sin sentir que me desmoronaba en mil pedazos? Cerré los ojos con fuerza y mis manos inconscientes viajaron para abrazarme, necesitaba mantenerme en una sola pieza, no podía ni quería derrumbarme. Abrí los ojos y lo miré fijamente, sentía que las lágrimas pugnaban por salir pero no lo permitiría, ni una sola derramaría.



    –Eso duele, ¿sabes? –Gabriel permaneció impasible, y esa sonrisa petulante que surcó sus labios desapareció. –¿Acaso te diviertes martirizando a la gente?



    –No.



    –¿Entonces que te he hecho yo?



    Gabriel no dijo nada y se dio la vuelta, yo me quedé ahí de pie, intentando recuperar el aplomo, tratando de volver a ser dueña de mi misma. Todos los recuerdos cayeron de golpe otra vez sobre mí y esta vez fui incapaz de soportarlos, caí bajo su peso. La fría superficie de la duela me recibió con los brazos abiertos. No intenté levantarme, en ese momento no tenía fuerzas para hacerlo.



    –Akire, levántate.



    Fue hasta ese momento que me di cuenta de que había cerrado los ojos. Al abrirlos frente a mi encontré el rostro de Gabriel. Él estaba extraordinariamente serio y tenía una mano alrededor de mi cintura, proporcionándome el apoyo que mis piernas se negaban a darme. Suspiré e intenté ayudarle. Me llevó arrastrando hasta el lugar en el que anteriormente me senté y con sumo cuidado me dejó recargada en la pared. Segundos después él tomó asiento a mi lado.



    –Lo siento. –Me disculpé. –Se que estoy haciendo el ridículo y que me estoy tirando mucho al drama.



    Él no dijo nada, sólo se limitó a observarme detenidamente. Yo se lo permití pero desvié la mirada. Miré inexpresiva mis manos, pensando que debería comenzar a acostumbrarme a esto; el dolor siempre llegaba de forma tan intensa y devastadora cuando estaba sola. Era hora de aceptar el adiós, de ponerle punto y aparte a este capítulo de mi vida. ¿Pero cómo despedirte de algo que aún quieres? Nuevos espasmos recorrieron mi cuerpo y luché por permanecer quieta.



    –¿Qué fue lo que te hizo?



    –¿Héctor?



    Asintió y me miró, en sus orbes verdes siempre se reflejaba burla pero esta vez sólo había compasión. Me sentí enferma, esa era la forma en la que me habían estado mirando todos los últimos dos meses, como si esperasen que en cualquier momento cayera y me rompiera. Suspiré frustrada y abrí la boca para reprocharle pero me detuve ¿cómo podía culparlos de mirarme así cuando yo misma les daba motivos para pensar eso?



    –Nada. –Respiré hondo y miré inexpresiva mis manos, ¿estaba lista para recorrer mi historia con Héctor y contársela a un extraño? Incluso con Iván era difícil hacerlo, ¿que podía esperarme estando con Gabriel?



    –Nadie se pone así por nada.



    –¿Cómo sabes?, tú mismo lo has dicho, estoy loca.



    –Lo admito, eres un poco rara.



    Desvié la mirada hacia él y por primera vez vi en sus labios una sonrisa diferente a la que acostumbraba, esta era cálida, sincera y le confería una apariencia nueva. Si no lo conociese podría haber apostado a que él era amable. Suspiré y volví a clavar los ojos en la duela.


    –No soy rara, tú eres demasiado común. –Guardé silencio y Gabriel espero paciente, sin hacer ningún comentario, tampoco realizó ningún movimiento. –Héctor casi imperceptiblemente se metió en cada aspecto de mi vida, comenzó como compañero, como amigo, como confidente y al final terminó adueñándose de mi corazón. Él estuvo ahí cuando estaba confundida sobre lo que sentía por uno de nuestros amigos.



    –¿Esta en la selección?



    –Por supuesto, es Axel. –Suspiré y al clavar de nueva cuenta la mirada en él, me di cuenta de que estaba sentado muy cerca de mí. De alguna manera esa cercanía me puso nerviosa. Tarde un poco en volver al asunto anterior. –Las cosas con él no fueron tan difíciles, Axel tardó muy poco en desilusionarme. Como amigo es fantástico pero como algo más tiende a ser un patán. Tal parece que tengo tendencia a fijarme en el equivocado.



    –En el corazón no se manda, ¿no?



    –Ese me parece un pretexto inútil.



    –¿Y lo dices tú?



    Me reí, descubriendo que con él era fácil hacerlo, había algo fluyendo entre nosotros era una comprensión silenciosa, como si supiese exactamente cómo es que me siento, como si Alcántara ya lo hubiese experimentado. Desvié la mirada, abrumada por esta confianza que surgió, por esta confesión y lo que me hacía sentir; podía notar que el dolor disminuía y cada bocanada de aire requería menos esfuerzo. Tal vez lo que necesitaba era hablar con alguien que no estuviera de mi lado ni del de Héctor, que comprendiera, que fuera objetivo, ni que lo odiara ni que me pusiera a mí como la víctima. Lo que necesitaba era ser escuchada y desde que terminamos Héctor y yo, todos, a toda costa evitaban que ese tema fuera tocado.



    –Sí, lo digo yo. –Él se rió.



    –Me hubiese gustado conocerte antes de esto, antes de esta tristeza.



    –Repentinamente surgen chispas de lo que era. –Cerré las manos en puños. –El tiempo hace milagros o eso es lo que dicen, tal vez si eres paciente logres verlo.



    –¿Cómo es…?



    –¿Que iniciamos una relación? Fue extraño, él quería que lo intentáramos pero yo no estaba segura, tenía miedo. Estaba asustada con la expectativa de quererlo más que a los otros chicos con los que salí, él me conocía desde antes y tenía más de la mitad de mi corazón ganado. –Guardé silencio y sin poder hacer nada rememoré los viejos tiempo. Eso hizo que el hueco en mi pecho doliera.



    –¿Por qué lo aceptaste?



    –Nunca he sido una cobarde, quise intentarlo pero olvide tomar mis precauciones. La relación fue muy buena mientras duro, aprendí mucho sobre el amor, cosas que no conocía y que no se si sienta otra vez. –Me reí sin una pizca de alegría. –Y otra vez estoy tirándome al drama… Cuando terminó no sentí que el mundo se acabara pero sí que algo importante se iba, el color, la alegría… Es algo de lo que aún no salgo y que, desgraciadamente aún no entiendo.



    –¿Pero por qué fue que terminaron?



    –El concluyó el instituto, dijo que no nos veríamos más. Eso pude manejarlo pero el dolor llego con fuerza cuando él me aseguro que fue un error, que sólo me veía como una amiga…



    –¿Cómo pudo hacerte eso?



    –No toda la culpa es suya. Una relación es de dos así que siempre hay dos partes de culpa. Héctor fue un patán y yo una ilusa tonta. No tomé mis precauciones, no considere que todo inicio tiene un fin. Además la vida es una escuela, venimos a caernos, a levantarnos, a aprender y a seguir adelante.



    Ambos guardamos silencio, dejamos que muriera la conversación. Gabriel parecía meditar las cosas, era como si estuviera analizando cada una de mis palabras y yo sin pensarlo, sonreí. Me sentía mucho mejor. Al hablarlo, aunque haya sido él quien me escuchó, fue bueno, casi como quitarse una gran piedra de la espalda.



    En ese momento las luces se apagaron por lo que saqué el móvil de mi bolso y encendí la linterna. Gabriel estaba a mi lado inexpresivo, viendo la duela, parecía triste, perdido en sus recuerdos. Suspiré, tal parecía que tenía un talento especial haciendo infeliz a la gente, era demasiado absurdo que se contagiaran de mi precario estado de ánimo.



    –¿Vas a hablar con alguien más sobre esta conversación?



    –En lo absoluto, los caballeros no tienen memoria.



    Estuve a punto de debatir, pero lo pensé mejor, en esta ocasión él tenía razón fue todo un caballero. No se burló de mi dolor, me escuchó e incluso intento comprenderme.



    –Muchas gracias.



    Me puse en cuclillas y me incliné para besarlo en la mejilla. Cuando mis labios tocaron su piel, esta adquirió el color de un tomate maduro. Se giró a mirarme y en ese momento se me paso por la mente que esto era un error. Mi cuerpo se tensó y antes de que pudiera alejarme, Gabriel me tomó entre sus brazos. Insegura, descanse mi cabeza en su pecho y deje que el acompasado latido de su corazón me calmara.


    En mi mente seguía gritándome una voz que estaba cometiendo un error, que Gabriel era un chico caprichoso. Me pasó uno a uno los recuerdos de él siendo un patán conmigo pero estando ahí y sintiendo la dulce caricia de su mano en mi cabello, me di cuenta de que su actitud era una máscara para alejar a la gente. Yo había estado en un error, Gabriel no era un patán, sólo era alguien que estaba asustado al igual que yo.


    Así que sonriendo y dejándome llevar por este momento, le contesté a esa voz en mi cabeza:


    “Puede que esto sea un error, pero hasta hoy es el error más bonito que he tenido.”


    Y dicho esto, cerré los ojos y disfruté de este pequeño remanso de paz.
     
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    1449
    Sexta letra :D

    Fecha inolvidable.


    El sacerdote le cedió la palabra. Frida sonrió con nerviosismo antes de aclararse la garganta un par de veces. No es que se estuviera arrepintiendo es sólo que acababa de olvidar lo que seguía. Cerró los ojos y respiró profundamente. Antes de abrirlos escuchó los cuchicheos de los presentes en la iglesia y al abrirlos tuvo el fuerte impulso de dirigir su mirada a ellos y gritarles que se callaran, pero al hacerlo quedó enganchada en un par de ojos del color del chocolate, que al mirarla con dulzura y con cierto toque de burla, lograron que las rodillas le temblaran.


    Sonrió sintiendo una ráfaga de placer recorriéndole todo el cuerpo y en ese momento todo lo demás paso a segundo plano. Nada más importaba, salvo él. Así que tragándose su nerviosismo tomo el anillo que le ofrecía la madrina y lo colocó en su dedo mientras le recitaba lo que preparó durante el mes pasado.


    –Cuando yo era niña, mi mamá me leía todas las noches cuentos en los que los protagonistas eran las princesas, los príncipes y los héroes. Cuando me hice mayor y me adentré en el confuso mundo del amor tenía la idea de que el hombre ideal era ese estereotipo de hombre perfecto, ya saben, alguien intachable, bueno con los niños, amante de los animales, defensor de las causas nobles, elocuente y sin un atisbo de violencia en el cuerpo. Nunca encontré a alguien así.


    <<En cambio, después de salir de una relación en la que mataron cada gramo de autorrespeto y autoestima que me tenía, llegué a la conclusión de que los cuentos de hadas no existían. Y como es de esperarse y aunque no estoy muy orgullosa de ello, he de decir que comencé a odiar a todos los hombres. Fue una mala época. Estaba enferma de odio y no solo la pasaba mal yo, sino todos los que estaban a mí alrededor.>>


    <<Y cuando las cosas estaban llegando a su peor punto y pensé que todo estaba perdido fue cuando lo conocí. Él era todo lo que creía detestar del sexo opuesto. Alguien chapado a la escuela antigua. Posesivo, un macho Alfa. Con un genio que te podía explotar en la cara y una apariencia que realmente daba miedo. Al verlo podías sentir en cada célula del cuerpo que estarías en problemas y aún así era, te era imposible refrenar esa atracción que te tiraba hacia él.>>


    <<Y realmente sin ser Fabián el culpable, termino convirtiéndose en el blanco de toda esta frustración y dolor que me consumía. Nunca era agradable con él y aún así él nunca me trato mal. De la manara más extraña, esa combinación de sarcasmo y buen humor fueron lo que terminaron demostrándome que él no era mi enemigo. Realmente aún no confiaba pero me di cuenta de que si el trataba de ser simpático, lo menos que podía hacer era ser amable.>>


    <<Y así se fue dando nuestra relación. Fue difícil, tuvimos tiempos muy duros, tanto para él como para mí. Él soporto tantas cosas que en varias ocasiones tuve la tentación de condecorarlo por soportarme. Y después de que nos contamos todo, de que sorteamos los obstáculos y acepté que lo quería y que deseaba asumir este riesgo con él; me di cuenta de que estaba completa.>>


    <<Fabián me había devuelto al camino y se convirtió en la estrella que guía mi camino, en el sol que ilumina mi día y en la luna que aleja las tinieblas en las noches. Fue en ese momento cuando supe exactamente que si bien, él no era el aire que respiraba, sin él sentía que me asfixiaba. Ese conocimiento me asustó pero justo cuando la idea de huir se me paso por la mente, llegué a una conclusión: Yo era capaz de ser feliz sin él pero no podía resignarme a ello. Lo quería conmigo para siempre, deseaba ver todas las mañanas sus encantadores sonrisas, derretirme bajo esos cálidos ojos y caer bajo un coma diabético cada que la dulzura de sus acciones me sobrepasara.>>


    Sonrío y acarició la mejilla de Fabián mientras él la miraba con una intensidad que hacía que mariposas revolotearan en su estomago y las rodillas le flaquearan aun más.


    –Por ello hoy, yo, Frida Crosslin te aceptó a ti, Fabián Croff como mi legitimo esposo para amarte y respetarte en la salud y en la enfermedad aún y a pesar de que la muerte nos separe porque no imaginó a nadie más aparte de ti para pasar el resto de mi vida. No eres el hombre que imaginé para mí pero me hiciste volver a creer en los cuentos de hadas y se, que a pesar de que no eres un hombre perfecto, te volviste mi héroe. Gracias por ser mi héroe, por ser mi amigo y mi amante, y sobretodo por arriesgarte a compartir tu vida conmigo. Te amo más allá de todo lo que con palabras pueda expresar…


    Y antes de que ella pudiera decir algo más, Fabián acalló sus palabras con un beso tan intenso que hizo que el mundo se sacudiera debajo de sus pies. Vagamente fue consciente de que el sacerdote lo reñía por besarla antes de que él diera su consentimiento, pero no le importó y sonrió. Para continuar con la ceremonia, él dio un paso hacia atrás y tomó el anillo que le ofrecía la madrina. Lo colocó sobre el de compromiso y beso sus manos, antes de recitar lo que él había preparado.


    –No soy tan elocuente y ahora mismo me encantaría haber leído el diccionario completo para poder decirte todo lo que una mujer tan maravillosa como tú, ha logrado en mi. Has hecho que me sienta un hombre más valiente y que deje de odiar mi existencia. Te convertiste en la luz que ahuyentaba la oscuridad. Me diste algo hermoso en lo que fijarme y te doy gracias por ello. Gracias por ser tan paciente cuando te toco constantemente para asegurarme de que sigues aquí y por reírte cuando me encuentras hablando con mis “amigos imaginarios”.


    <<Se que debe ser difícil para ti pues nunca es fácil tratar a un esquizofrénico. Pierdo el control y a veces sufro de paranoia pero contigo, todo se hace más soportable. Te convertiste en la razón por la que me levantaba todas las mañanas, por la que aún lo hago. Me siento como si me hubiera ganado la lotería, porque cada que te veo me siento como el hombre más afortunado del universo y todos los días se que de mi brazo viene una mujer que desciende de las estrellas.>>


    <<Gracias por permitirme amarte, por no huir a pesar de estar asustada y de asumir este riesgo conmigo. Prometo tratar de dejar que de vez en cuanto pagues la cuenta, pues se cuanto amas la idea de tu independencia; salir contigo a correr más a menudo por las mañanas aunque yo no sea una persona mañanera, cocinar contigo a pesar de ser más un estorbo que una ayuda y bailar contigo al amanecer aún y cuando odie hacerlo.>>


    <<Te amo y no hay nada que no hiciera por ti. Por ello hoy, yo, Fabián Coff te aceptó a ti, Frida Crosslin para amarte y respetarte todos y cada uno de los días de mi vida. Protegerte y asegurar tu bienestar, así como poner una sonrisa en tus labios cada que la tristeza acuda a ellos. Y serte fiel en cada día por el resto de mis días. Sé que no soy perfecto y estoy roto en más trozos de los que puedas contar pero quiero que sepas que con cada uno de ellos haré lo posible por hacerte feliz y borrar esas terribles huellas que el paso dejo en ti y si no puedo, construiré cada día para ti, tantos recuerdos buenos que tendrás más ganas de sonreír que de llorar y si lo haces, solo será por felicidad.>>


    Frida tenía lágrimas corriendo por sus mejillas y el corazón acelerado y lleno de felicidad. Sin pensarlo se lanzó a los brazos de Fabián y lo besó. Los presentes estallaron en aplausos y el sacerdote entre malhumorado y conmovido dijo que al final ya no importaba lo que él dijera y que ya no lo necesitaban, al fin y al cabo ya eran marido y mujer.


    Unas risas se escucharon en el interior del recinto y a pesar de que los esposos trataban de serguir besándose, se interrumpían entre risas.
     

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