Microrrelato Cuatro y veinticinco

Tema en 'Nano y Microrrelatos' iniciado por Lionflute, 14 Septiembre 2014.

  1.  
    Lionflute

    Lionflute Usuario popular Comentarista empedernido

    Aries
    Miembro desde:
    4 Marzo 2006
    Mensajes:
    682
    Pluma de
    Escritor
    Título:
    Cuatro y veinticinco
    Clasificación:
    Para adolescentes. 13 años y mayores
    Género:
    Misterio/Suspenso
    Total de capítulos:
    1
     
    Palabras:
    494
    Llegó el día. Lo esperaba con ansias. Desde hace ya 5 años que esta ahí mirando todos los días puntual a las cuatro y veinticinco de la tarde. Me he llegado a acostumbrar a su presencia ya que, desde que murió Lorena, ha sido mi única y silenciosa compañía.

    Aún recuerdo el primer día que llegó: Estábamos con Lorena en el living, como de costumbre para una tarde de otoño como aquella. Ella tejiendo un par de medias para el invierno y yo preocupado de lo que había en la televisión, sin hablar demasiado. Fue entonces cuando lo noté afuera. No lo pude ver, no le pude distinguir, sin embargo, a las cuatro y veinticinco de aquel día, supe que estaba ahí afuera, observando.

    Pasaron al rededor de 8 meses antes de que actuara. Eran las cuatro y veinticinco y ésta vez no lo noté observánonos a Lorena y a mí. Había intentado advertirle a ella de su presencia, pero simplemente no me hacía caso... me llamaba paranoico y tal vez estaba en lo cierto, pero cuando tienes a alguien que todos los días y a las cuatro y veinticinco te observa sin que lo puedas ver, me parece que es para estar un poco paranoico. Ese día me tenía un poco inquieto su ausencia, me daba miedo que tal vez quisiera hacer algo y a medida que el reloj avanzaba más inquieto me ponía.

    -¿Adonde vas?- Me preguntó Lorena al ver que me levantaba del sillón y apagaba la televisión
    -Al patio... hoy no nos observa y quiero saber por qué-
    -Ya saliste nuevamente con eso... olvida la paranoia viejito y quédate aquí conmigo-

    Y hubiera sido eso lo mejor, sin embargo, no le hice caso y decidí salir por la puerta de la cocina que da hacia el patio trasero. Al abrirla no noté nada raro en él, salvo su ausencia que ya empezaba a desesperarme. Le busqué por cada rincón y no pude encontrar pista alguna de su existencia y fue entonces cuando se me heló la sangre con un grito ahogado desde la casa. Me devolví raudo al living y ahí la encontre. La pobre Lorena con la cara en el piso y su tejido ensangrentado bajo su cuerpo. No había rastros. Por un momento pensé y llegué a una conclusión: No pudo ser otro sino él.

    Desde entonces me acompaña sigiloso, todos los días a las cuatro y veinticinco, observándome, vigilándome. Pero este día es diferente. Hoy son las cuatro veinticinco y no se ha asomado siquiera, el aire esta tranquilo. Llegó el día. Miré hacia afuera esperando sentir su presencia, pero al darme cuenta de que no se había presentado decidí apagar el televisor. Me levanté del sillón y me encendí una pipa. Me paré en mitad del living y comencé a mirar el reloj. Cuatro veintiseis, cuatro veintisiete... un murmullo... cuatro veintiocho, pasos en la cocina... cuatro veintinueve, qué sabroso tabaco... cuatro y treinta... cuatro y treinta.
     
    Última edición: 14 Septiembre 2014
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  2.  
    Marina

    Marina Usuario VIP Comentarista Top

    Tauro
    Miembro desde:
    10 Diciembre 2010
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    Pluma de
    Escritora
    Uy, que susto. Supongo que ese personaje que se presentaba a las cuatro y veinticinco era el mensajero de la muerte, o la misma muerte en persona. Qué angustia a de ser vivir con el sentimiento de que algo a alguien te acecha, terminar por perder a la persona amada y después enfrentar el final, porque el último conteo después del cuatro y veinticinco, me indicó que había llegado su final, o yo quise darle ese sentido. Tal como le sucedió a Lorena.

    Saludos.
     

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