Cuando cabalgan las valquirias (Mitología escandinava)

Tema en 'Otros Fanfiction' iniciado por Dororo, 13 Enero 2012.

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    Dororo

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    Cuando cabalgan las valquirias (Mitología escandinava)
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    (Mitología escandinava)

    Cuando cabalgan las valquirias

    Tras meses infructuosa lucha, el enemigo ha logrado romper nuestras líneas de defensa y llegado hasta aquí por lo que ya nada puede evitar la batalla y cientos de hombres nos agolpamos a las puertas de la fortaleza esperando el momento de entrar en combate. Apenas soy consciente de lo que sucede alrededor, sólo del frío de estas tierras altas y húmedas que cala hasta los huesos y me hace tiritar.

    A lo lejos, entre las voces, escucho el estallido de los truenos y levanto los ojos al cielo, la niebla de la madrugada se ha disipado dejando un manto plomizo salpicado de nubarrones negros que ocultan el sol y preceden la tormenta.

    La confusión impera en las almenas donde los arqueros tratan con desesperación de contener las hordas de soldados que se afanan en llegar a la muralla. Muchos son alcanzados por los dardos enemigos y se precipitan entre gritos al patio cubierto de escarcha. Uno cae justo a mis pies, boca arriba, con una flecha atravesando la coraza. Aún lleva el horror tatuado en el rostro y en sus pupilas apagadas se adivina la muerte como un presagio aciago de lo que nos espera.

    Unos dedos abrazan firmemente mi hombro y pestañeo, volviendo a la realidad. Volteo la cabeza para observar la mano fuerte de palma tosca y callosa, habituada al astil del hacha y la espada, antes de levantar la mirada, enfocándola en Gardar que esboza una parca sonrisa.

    —Esta noche brindarán con hidromiel en Valhalla afirma serio, refiriéndose a los cuerpos que yacen sin vida en el suelo y estrecha su agarre un instante para infundirme valor.

    De improviso, el bramido grave y prolongado de un cuerno se eleva en medio del caos reinante y un ensordecedor grito de guerra brota al unísono de todas las gargantas.

    —¡Que Odín te guíe en el combate y Freyja no se cruce en tu camino! —exclama, devolviendo la vista al frente. Casi puedo oír el excitado castañeo de sus dientes y el latido anhelante con que espera la inminente batalla. Está listo para matar. Expectante, mi corazón se desboca dentro del pecho y los dedos se crispan impacientes en torno a la manija del escudo y la empuñadura mientras el portón se va abriendo en lo que parece una eternidad.

    Bajo una lluvia de saetas, cientos de guerreros aúllan y corren cual jauría humana a mi lado enarbolando amenazantes sus espadas, mazas y afiladas hachas ávidas de sangre. Es el instinto quién guía mis pasos y me empuja a través de una pradera regada de cadáveres.

    El primer choque es feroz y prende la ira. La locura se desata. Dejo escapar un rugido y giro violentamente sobre mí mismo, sesgando el aire con la hoja de la espada que asesta un tajo mortal a la altura del vientre a mi primer adversario. Su sangre impacta en mi peto de cuero y gotea sobre la hierba, llenando los pulmones del hedor de la muerte y encendiendo la mía que fluye como lava incandescente por las venas, arrasando a su paso la poca cordura que encuentra.

    En el fragor de la lucha, los alaridos de dolor y rabia se entreveran con el furioso chasquido del metal contra metal. Sin importar la luz cenicienta que nos rodea, un velo escarlata cubre por completo la vista y ningún pensamiento me ocupa la mente mientras blando la espada en una danza macabra que detiene, uno por uno, los envites desesperados de aquellos que se cruzan en mi camino. Es algo innato e incontrolable. La furia de Odín, su llamada, vencer o morir no hay nada más.

    Las primeras gotas de lluvia empiezan a caer. Paro una estocada a la altura del hombro, “eso ha estado cerca”, y me inclino atrás, estirando el brazo para atravesar la garganta de mi atacante que deja escapar la vida con un gutural gemido. A poca distancia de donde me encuentro, vislumbro la colosal figura de Gardar que esgrime con ambas manos la espada de un lado a otro dejando un reguero de sangre y miembros cercenados alrededor. Concentrado, con los músculos de la cara contraídos por la rabia y el odio, sus embestidas parecen no tener fin.

    En la vorágine del combate, aullando como un lobo salvaje, un gigante de pelo naranja y feroces rasgos que descarga su maza de hierro en letales movimientos se precipita sobre él, asestándole un terrible golpe en la cabeza que hace saltar por los aires parte del casco. El pánico forma un apretado nudo en la boca del estómago, cortando mi respiración y deteniendo el momento. Mi hermano, se tambalea desorientado e intenta defenderse dando un par de titubeantes pasos al frente para contraatacar. Un delgado hilo de sangre recorre desde la sien la expresión perpleja de su rostro. El segundo mazazo le fractura el cráneo y cae de bruces hacia delante.

    Algo despierta en mi interior. Ignorando el peligro que supone, intento llegar hasta él entre los vehementes intercambios de golpes y el restallido incesante de las armas que siembran la llanura de cuerpos desmembrados, imposibles de reconocer.

    Un brillo acerado corta el aire a mi paso y siento la quemazón de la piel al abrirse, es tan sólo una fracción de segundo pero el tiempo ralentiza el roce de la punta que rasga la carne desnuda, hundiéndose con facilidad. De repente, todo parece haberse silenciado alrededor. Con el corazón latiendo en los oídos y las pupilas dilatadas, encaro estupefacto al hombre plantado frente a mí y bajo confuso la mirada a la hoja de su espada, enterrada en mi abdomen hasta la mitad.

    Un dolor sordo y palpitante llena el vacío que deja el acero en las entrañas y, sin fuerzas para sostenerla, mi mano se abre dejando escapar la empuñadura.

    Mientras caigo de rodillas levanto los ojos al sol. Entre las nubes, sobre corceles alados de crines alborotadas al viento, galopan las doncellas de Urd. Las hebras doradas de sus cabellos ondean atrás, atrapando la luz alrededor de sus níveos rostros y el rojo de los bruñidos coseletes pinta con los colores del ocaso un cielo que no deja de llorar sobre la pradera.

    El martillo de Thor sacude la bóveda celeste y ésta cruje como si fuera a desplomarse en cualquier momento, la tormenta arrecia y los relámpagos centellean en los escudos áureos y las afiladas puntas de las lanzas, que las hijas de Odín alzan al cielo cuando se abaten en picado sobre nosotros.

    En torno a mi la lucha continúa. Altas columnas de humo negro se levantan tras las murallas y las almas de aquellos que han derramado valor, sudor y sangre por la gloria de Odín atraviesan veloces la llanura. Víctimas y verdugos, vikingos guiados por Freyja que cabalgan unidos hacia Valhalla.

    Una punzada ardiente recorre desde el vientre mi pecho. El dolor es intenso y mi cuerpo se derrumba. Intento levantarme una y otra vez, pero no puedo. Es desesperante. Las extremidades hormiguean y mis músculos se aflojan. Impotente, aprieto los párpados un segundo. La lluvia acaricia mi mejilla, huele a tierra mojada y a hierba fresca.

    Vuelvo a tener frío y no dejo de temblar. En los oídos, el alto pasto amortigua el repicar brioso de sus monturas que hacen vibrar el suelo a su paso.

    Todo se vuelve negro, impreciso. Una mano de mujer, etérea como un rayo de luna, recoge al galope mi cuerpo extenuado de guerrero, dejándolo descansar en su regazo. Gardar, me sonríe orgulloso desde su montura. Cierro los ojos, abandonándome al calor tibio de su abrazo y exhalo dichoso mi último hálito de vida para recibirla. Pues no hay que temer a la muerte en la batalla, cuando es algo tan hermoso como ver cabalgar a las valquirias.



    Bajo el mando de Freyja, las valquirias recogían a los guerreros valerosos caídos en combate para llevarlos al Valhalla donde algún día lucharían junto Odín en la batalla del fin del mundo. Aunque he usado la versión más romántica y moderna de este mito en que las valquirias cabalgan sobre corceles alados, es probable que lo hicieran sobre lobos y su aspecto resultara bastante feroz.
    Gracias por leer.
     
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    ShinyWish

    ShinyWish Iniciado

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    Hola, me entretuvo bastante.
    Tu narrativa es bastante completa y además fluida, lo que permite una lectura más disfrutable.
    Lo único que no me convenció mucho fue la parte de la muerte del protagonista, en lo personal me pareció algo breve; pero de todas formas en general estuvo muy bien.
    Un gusto enorme leerte.

    Bye.
     
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    Sheccid

    Sheccid Usuario común

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    Oye, esta interesante lo de la batalla del fin del mundo, ademas de que no es nada común un mito vikingo, pero me encanta saber de estos temas:D
     
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