Explícito Creencias quebradas [Colección]

Tema en 'Mesa de Fanfics' iniciado por Kaisa Morinachi, 10 Enero 2021.

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    Kaisa Morinachi

    Kaisa Morinachi Crazy goat

    Tauro
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    Escritora
    Título:
    Creencias quebradas [Colección]
    Clasificación:
    Para adolescentes maduros. 16 años y mayores
    Género:
    Drama
    Total de capítulos:
    3
     
    Palabras:
    142
    Aclaraciones.

    Nada pos, como se los expliqué/comenté tanto a Insane como Yugen ; ante la ahora ausencia de todos los personajes de la primera dentro de Gakkuo, pues he decidido crear esta colección donde, pues bueno; explaye todo lo que se me ocurra tanto de los personajes de Yugen, como los de Insane, porque en realidad siento que son asombrosas y super pasionales, creando personajes que se me hacen únicos y que siento, tienen el derecho de ser profundizados lo más que se pueda uwu

    Estará basado en el mundo de Gakkuo, pero bueno; ya sabré que se me ocurre para justificar de alguna manera la ausencia de los de Insane en al escuela, pero nada que no este a mi alcance.

    Sin mucho más que agregar; disfruten de la lectura.
     
    • Fangirl Fangirl x 2
    • Adorable Adorable x 1
  2. Threadmarks: Kaijin (Fantasma) [Ichirou]
     
    Kaisa Morinachi

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    Creencias quebradas [Colección]
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    Género:
    Drama
    Total de capítulos:
    3
     
    Palabras:
    2239
    Advertencia: Violencia explicita.
    También mencionar que los personajes Natsu Gotho y Violet Balaam pertenecen a Insane .
    Y eso, ahí me dices sí logré captarlos bien uwu


    Kaijin
    Ichirou

    Miedo, paz e intolerancia.
    Caminaba por las calles frías de Tokyo, por aquellas calles ambivalente, que por un lado tenían una luz atractiva y por el otro una oscuridad abrumadora; vida, muerte; oportunidad, desgracia; alivio, peligro. Regresaba a paso calmado, estoico, ambivalente otra vez; porque nunca dejaba mi dualidad de lado, aunque fuera lo que más deseara de ella, se había integrado en mí y en un momento ya fui incapaz de darle forma para sacármela de dentro. Como una bacteria que te invade, enferma, pero después te ayuda a combatir las más adversas que se avecinan luego; como una especie de milagro nada piadoso, un ser inmortal creado a partir de veneno tras veneno.

    La serpiente me hincó los dientes, me paralizó y por un momento pensé que sería de por vida, pero ya me había abandonado; no volvería a incordiarme jamás, aunque siempre seguiría viviendo con el temor de que volviera a atormentarme.

    En eso estaba divagando otra vez, cuando sin percatarme cómo terminé ahí; demasiado concentrado en guiarme por mis pasos instintivos, mientras me desconectaba de mí raciocinio para vagar, vagar y vagar; sentir de una vez por todas que tenía algo de tranquilidad entre todo el ruido blanco por el cual vivía rodeado. Fue... extraño, impropio de mí; de esas veces en que sentía que en verdad era algo que no encajaba en ningún lado, en ningún esquema humano; que era más un animal salvaje, o un yokai de leyenda: la conclusión era, que no me sentía con ningún derecho a ser tratado de la misma manera que un ser humano, metiendo al saco los deberes y derechos que estos poseían también.

    Toda el pasaje era oscuro, pero la contaminación lumínica de la gran ciudad de Tokyo nunca dejaba a las bestias de la noche sin privacidad total. Fue una imagen que me llegó como un choque eléctrico que me congeló el cuerpo aún más de lo frío que se mantenía de por sí, paralizándome, desconectándome completamente de mi pensar racional...

    Para dar paso a la veloz y ágil víbora que era realmente. A la que tanto temía ser.

    Le agarré el cuello al quien, parecía, intentaba asaltar una pareja de jovenes. No era de pelear, en realidad, y seguramente tenía una fuerza casi nula; pero en ese instante mi memoria archivadora empezó a traspasarle todos los conocimientos médicos que tenía integrados en ese momento a mi sistema. Sin control alguno sobre mi persona, había entrado en un modo automático, y solo me queda confiar en que seguiría siendo el tipo piadoso de siempre.

    Apreté su garganta de adán con la mayor fuerza que tuve, y con una patada intenté que flexionara una de sus rodillas a la fuerza, buscaba desestabilizarlo; para mi fortuna, el chico que acompañaba a la extraña individua de cabellos blanquecinos no era nada un despistado, y tenía todas las pintas de duplicarme la fuerza. Se integró a mi repentina aparición casi como sí lo hubiéramos planeado, pues en un instante estaba arriba del delincuente intentando contenerlo con una cara que expresaba toda mi furia y frustración, a pesar de que por dentro siguiera tan yermo y gélido como siempre.

    Lo escuché, ni siquiera tuvo que alzar la voz; el tipo habló con una calma y, al mismo tiempo, furia contenida que simplemente un escalofrío me recorrió todo el cuerpo. Me congelé, totalmente: "Tranquila, no te pasará nada"

    Estaba aterrado.

    Y en otro pestañeo ahora yo era el que estaba bajo las manos de delincuentes; anonadado, choqueado, incapaz siquiera de cambiar mi expresión. Me había entumecido y por dentro tenía unas ganas de botar todas las lágrimas que me ahogaban por dentro constantemente, pero lo que ocurría me era tan sencillo que sabía, sería incapaz siquiera de reaccionar hasta que el hombre tan solo me noqueara y quién sabe dioses lo que me ocurriera después.

    Tal vez por eso mismo terminé estudiando para ser medico cirujano, para atender gente de ayuda urgente; me dolía pensar que algún día estaría en problemas, y no habría nada a lo que aferrarme para sobrevivir. Esperar, y huir; esperar, y golpear; esperar, y resistirse; esperar, y sufrir; esperar, y morir.

    Era incapaz de salir de mi estado de choque, así que las siguientes imagines traspasaron mis ojos y subconsciente como una película muda, de tonalidades azules de distintos tipos; con un atisbo de ámbar eléctrico.

    El de sus ojos... fríos, como los míos en avellana.

    Básicamente lo apaleó con sus puños, mientras la chica seguía temblando respaldada contra la pared; temblando de miedo y preocupación, de seguro su angustia también era inmensa: Y yo seguía ahí, con el cuerpo completamente temblando, ahora que muy poco a poco empezaba a sentarme sobre el suelo, volviendo de la disociación repentina.

    Era el punto medio entre ese completo negro, de ojos color sol; y la albina, que cubría su vista con una cinta negra, seguramente ciega. Vaya, una sonrisa cínica y atormentada me hubiera cubierto toda mi expresión, con una sonora carcajada, sí no estuviera cagado de miedo hasta las patas.

    Apenas me di cuenta cuando ya no había asaltante alguno, pero sí que tenía claro quien era el verdadero peligro; el chiquillo de cabellos azabaches. Bueno, en este caso se salvaba por tal agresión física, porque había sido en defensa propia y podía justificarlo; escuché el siseo de la navaja del delincuente, justo en el momento en que estaba sobre mí. Ahora iba entendiendo, con mucha lentitud aún, qué me había echo disociar como mecanismo de defensa: Una simple y mortal navaja.

    Otra vez, apenas había sido consciente de cómo terminé como terminé; estaba echo una bola gelatinosa, con una respiración que casi parecía, me daría un corte respiratorio o similar; las lágrimas calientes tampoco dejaban de escurrir por mis mejillas. Dios, le temía tanto, tanto a la muerte.

    Una vez mis acciones y pensamientos volvieron a fusionarse, y mi consciencia volvió de su turbulento y veloz viaje a todos mis instintos, fue que me percaté que no estaba solo en mí ataque de pánico. Una mano cálida, acompañada de unos abrazos suaves a pesar del frío que sentía, me arrullaron casi como a un niño. Y otra vez me moví por instinto, aferrándome a ella en silencio mientras mis lágrimas seguían fluyendo y me sobre esforzaba por no dejar de respirar. Era... como la madre que perdí hace ya bastantes años, pero con una templanza helada que me hacía sentir sosegado; bueno, era lo ideal, me aterraba y rehuía también de todo lo mínimamente vinculado al calor y el fuego; a la luz. Vamos, hasta me había arrullado y todo, con cosas así de; "Ya pasó, estamos bien, estas bien" y similares.


    —¿Te encuentras mejor? —preguntó, sin enfocar nada en específico por su falta de visión, pero aún así nuestros rostros estaban ubicados paralelamente uno ante el otro. Lo prefería así; que no me vieran, que no supieran de mí y todas las cosas con las que cargaba y odiaba.

    —S-si, gracias —respondí con mi voz grave, como la de cualquier hombre; pero suave de por sí, casi por genética y tal; mientras, aun me sostenía de sus hombros y ella de los míos, yo aún con miedo de soltar a la que me había transmitido paz, y ella incapaz de dejarme ir en ese estado tan caótico y helado. Tenía toda pinta de ser extranjera o algo, direccioné mis ojos hacia los ámbar del otro, con mi mirada nuevamente vacía y muerta, aun intentando recuperar toda mi habilidad para respirar. Después volví a enfocar a la chica, era ciega y todo, pero igual se me hacía irrespetuoso no hacerlo; aprovecharme de su carencia.

    >>Ya estoy mejor, me puedo mover y todo; no deben seguir preocupándose por mí —hablé con la formalidad conocida de los japoneses, aunque mi voz sonaba otra vez carente de emociones y mi rostro, otra vez, de muerto viviente no ayudaba de nada. Por lo menos, la chica parecía ser igual de perceptiva que yo, pues me sonrió y, entre enternecido y agradecido, le devolví el gesto. Me acarició mis cabellos y todo, haciendo que esta vez sí rehuyera de su rostro, sumamente avergonzado. Me empezaba a sentir ansioso.

    Así que me aparté con cuidado, también le ayudé a levantarse y todo, tomándonos ambas manos. Estaba manteniendo una cordialidad y suavidad impropias de mi mal humor constante, pero es que la tipa había sido como un vaso de agua helada en todo el calor de miedo gélido que me invadió, así que me era inevitable no tratarla como quién trata a su salvador de la muerte segura.

    —¿A dónde te diriges?, ¿vas a la estación?—. Le solté una mano y con la otra la guíe hasta que nos posicionáramos al lado del chico de ojos ámbar, quien había presenciado todo como sí de la noche misma se tratara, luego de que el delincuente se marchara; como sí fuera algún ser sobrenatural que está en el cielo, mimetizado con las sombras, y te salta encima sí tocas a los que cuida; sus ojos serían las estrellas, y era mejor guardar las distancias e ir con cuidado a su alrededor.

    No demoré mucho en darme cuenta de todo eso, tan solo en ese encuentro; con mis pensamientos tan vertiginosos, a esas alturas ya me era costumbre.

    —Sí, a la estación que... estará a dos cuadras, más o menos, tras esta salida que lleva a una de las calles principales —hablé con calma, relajado, aliviado y, sinceramente, feliz de seguir vivo. El tipo a nuestro costado tan solo nos siguió el paso, en silencio y estoico, sin soltar palabra.

    —¡Ah, creo que nosotros también vamos para allá! —hablaba la chica, parecía que siempre con una alegría y entusiasmo que casi podías pecar de infantiles o inocentes, pero era un soplo de aire fresco cuando la vida te tenía estresado todos los días y el ruido nunca se callaba por las noches.

    —Bueno, entonces supongo que vamos a seguir juntos por un tiempo más —agregué, ya por fin relajado de la reciente experiencia, a pesar de que todos esos eventos violentos nunca se me borrarían de mi memoria, no de la inconsciente al menos. Lo sabía; almacenaba absolutamente todo, que pudiera acceder a ellos cuando quería o necesitaba simplemente no dependía de mis deceso, eran acaparados por mis necesidades.

    La chica también me trasmitía una calma similar a mí hermana pequeña, pero se notaba que no se estaba cargada con el mal humor que ella y yo compartíamos.

    >>Bueno —comenté, sosegado, calmado y suave; aún sin perder mi constante mirada fría y ya sería imposible deshacerme del olor a muerto que cargaba; pero sentía que, de momento, era la mejor actitud que podía llegar a tener, y la albina la sacaba afuera sin esfuerzo ni brusquedad alguna—, soy Akiyama Ichirou, ¿y ustedes?

    —Gotho —soltó con su voz más varonil que la mía, algo más áspera y ronca, pero de todas formas la confianza y templanza que transmitían lograban generarme seguridad hacia su persona. La jovencita fue la siguiente, con las mismas energías que se cargaba desde que todos estuvimos fuera de peligro.

    —Balaam Violet, un gusto, Akiyama-kun —soltó suave, como sí nunca dejara de serlo, y eso solo podía dejarme una sonrisa incapaz de borrar; como sí agradeciera al mundo por bajar ese ángel del cielo, o sí mi corazón tuviera un peso menos al enterarme de que personas como ella seguían existiendo.

    —Igualmente —respondí a sus presentaciones; no mentía, sí hubieran sido otros los asaltados, tal vez más de uno hubiera terminado en urgencias en el mejor de los casos. La imagen mental me hizo soltar un suspiro claramente abatido, pero mi expresión calma y serena, como sí imitara a la chica a mi costado, no cambió. Y no entendía por qué temía que cambiara frente a la joven, a sabiendas de que era ciega, pero hace tiempo que acepté que viviría con miedo siempre; así que solo lo dejaba fluir y buscar las mejores formas de canalizarlo.

    Y así nos fuimos, como la chica siempre mantuvo un tema de conversación a flote, simplemente flui con ella; era agradable, de todas maneras, y no me ponía ansioso como con otras personas. Seguramente sí hubiera sido solo Gotho, no me hubiera esforzado por mantenerme siquiera a su lado; como mínimo, asegurarme de que estaría bien, hasta que llegara a una zona más segura y tal. Cosa que no hubiera sido tan difícil luego de la paliza arrolladora que le dio al otro tipo, es más; sería más lógico que él me hiciera esas preguntas a mí, pero presentía que no las hubiera hecho sí la situación nos hubiera involucrado solo a nosotros dos.

    ... Pero también tenía el presentimiento que me hubiera terminado acompañando hasta la estación... o... no sé; me hubiera apegado a él hasta llegar allá, en busca de un poco de cobijo, para sacarme el pánico post-enfrentamiento y esas cosas.

    No parecían malos jóvenes, después de todo.

    Ella y tú.
     
    Última edición: 10 Enero 2021
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  3. Threadmarks: Akumas en la ciudad; Ruta Hiro
     
    Kaisa Morinachi

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    2200
    Bueno, bueno, Insane ; Como acá estoy ya para dejar todos mis delirios relacionados a tus niños y a los mios, luego intentaré meter a juego los de Yugen, pues nada. Tendré que dividirlo en dos secciones, para que se me haga lógica la inclusión de Hiro y tu bebo de D.O.Z XD

    Voy a publicar antes que nada ese fic que te compartí hace un tiempo en MP, porque sería básicamente parte de la historia importante de Hiro, y sus inicios de lo que marcaría su personalidad fuertemente desde ese punto en adelante (?)
    Así que nada, lo dejó por acá y ya después tu sabrás sí me comentas algo, o sí quieres hablar cositas por MP para organizar, no sé, ¿este universo alterno? jsjsjjsjs

    (Me robo lo de usar Rutas como Hygge XD)
    Advertencia: Violencia explicita (?)


    Akumas en la ciudad

    —¡¿Te quedó claro, maldita escoria?!

    ¿Masuyo...?—​
    Volteé con rapidez mi cabeza para clavar mis ojos en quién se atrevía a pronunciar mi nombre, desconcertada de que me sonara algo familiar. Mis orbes no demoraron en demostrar la sorpresa que mi cara tensa no logró, inmutable en esos instantes, pero ya sentía en el fluir de mi sangre que pronto la habilidad camaleónica haría aunque fuera un poco de presencia. Una vez superada la impresión, mi gesto volvió a relajarse en una seriedad absoluta.

    —¿Qué diablos haces acá, Gotho Natsu? —alcé un poco la voz, solo para que me escuchara bien mientras se acercaba con el estoicismo y falsa apatía de siempre, sabiendo que ninguno tenía ganas de captar la atención de extraños. Mis hermanos no demoraron en intentar adelantarse a mi silueta, a mi sombra invisible, a lo que yo respondí mirando con frialdad a Kimura mientras cruzaba con firmeza mi brazo delante de Hiro, ambos se detuvieron al seco con esas dos simples acciones. El mayor me sostuvo la mirada con la misma intensidad gélida, a pesar que ambos teníamos un par de soles por ojos; Hiro soltó un gruñido, de seguro se debía a la frustración e impotencia que tenía por no dejarlo actuar como quería, mi respuesta a eso también fue gruñir, aunque algo más suave y sin quitarle la vista de encima a Kimura. Cuando sentí que ya no se meterían a lo loco con Natsu solté un suspiro pesado, cabizbaja, guardando las manos en los bolsillos de mi sudadera gigante, para mirar a mi reflejo apático y masculino a los ojos; directo al alma, como éramos.

    Recién pasado todo eso, sin que el ahora hombre mostrara mayor cosa que dureza en su expresión, fue que habló, con su apatía y frialdad de siempre, a pesar de que el crudo invierno acá era yo.

    ¿Cuántos años tienen los mocosos? —soltó solemne, pero en sus ojos entornados veía su desaprobación a tener a esos dos en aquella situación.
    ¿Su voz?
    No expresan emoción alguna.
    Hiro en respuesta gruñó como un perro otra vez, a pesar de que Natsu le sacaba como 15 centímetros mínimo. Kimura, por su parte y tras comprobarlo mirándolo por sobre mi hombro, se concentraba en comprobar que el tipo tirado en el suelo siguiera vivo, y aunque yo me fiaba de que sí, el niño de cabello castaños era el más compasivo de los tres; le sería imperdonable haberle causado un daño irreversible a la escoria con patas. Devolví mi atención a Natsu, de brazos cruzados, firme y estoica al igual que él, a pesar de que me sentía en bastante desventaja, sin considerar a mis hermanos en la "partida", porque simple y llanamente no los metería a palear o discutir con alguien como Natsu Gotho. Ni en mis más loca epifanía.

    —No hago esto por mí, Gotho Natsu, que te quede claro; hago esto por ellos, porque son mis hermanos y los conozco como sí uno fuera mi mano derecha y el otro mi pierna izquierda. Sí no les enseño como cuidarse ahora, cuando empiecen a meterse en mierdas en verdad peligrosas por puro romanticismo idiota, se los comerán vivos, vivos Natsu.

    Gotho soltó con calma y pesadez el aire por la nariz de manera prolongada, logrando que me tensara aún más, porque aquello solo podía significar que su enojo o impaciencia estaba aumentando, igual que aumentaban en mí; listos ambos para atacar a la yugular u órganos blandos. Y aún así, no hizo más que golpearme la frente con un preciso y conciso "ataque" de su dedo índice. Hiro soltó un grito ahogado que con suerte se escuchó, retrocediendo un paso mientras se cubría con su brazo derecho el torso, listo para huir más que atacar, como sí estuviera esperando una bomba atómica o algo; esa pequeña reacción provocó que Kimura, siempre atento a su alrededor, volviera a ponerse de pie y fulminara a Natsu con la mirada.

    ¿Y yo?
    Yo sentía que volvía a mis 13 años, dioses, Natsu siempre lograba desestabilizarme con facilidad: un gruñido gutural que pecaba de varonil salió casi de mis entrañas, podía jurar que se me erizó el pelo como un condenado gato y mis puños se tensaron igual de fuerte que el sonrojo en mi cara.

    "Baka-yashi" había soltado,​
    hace tiempo que no escuchaba eso de manera tan apática.​


    Y a pesar de todo no pude hacerle nada, porque Natsu Gotho era de esa gente a la que estimaba y respetaba mucho, por ende les solía dejar caminar sobre mi. Por esa razón logró pasar con ambivalencia y sin estorbos por mi costado, acucliyándose bajo la mirada juzgadora y silenciosa de Kimura, siendo en este momento Gotho el más experto en analizar cuerpos; ahora tanto vivos como muertos. Hiro tampoco demoró en explotar, porque el único que controlaba sus impulsos o no era impulsivo de por sí, era Kimura.

    —¡Masuyo! ¿Qué diablos? —exclamó algo fuerte, tan desconcertado que su tono de voz infantil de puberto se coló en su fachada de niño malo, mientras extendía sus brazos a los costados; vulnerable, esperando que le respondiera con todo—. ¿Por qué diablos no le haces nada? —soltó esta vez en algo más similar a un murmuro, pero seguía sonando igual de alterado y podría ser que asustado, aparte de nervioso. Aunque lo de nervioso lo teníamos todos en común.

    Aún de brazos cruzados, sin siquiera girarme para ver qué hacían Kimura y Natsu a mis espaldas, observé a Hiro de manera severa.

    —Primero, Hiro: No grites de noche, no te alteres en las calles y no cuestiones a tus superiores, ¿te quedó claro, o quieres que te llame mocoso como lo acaba de hacer el señor Gotho?— Apretó sus puños con frustración, mirándome con rabia e impotencia. No demoró en desviar la vista y hundir sus manos en su propio abrigo. Abrumado, me rompía el corazón ver a mis niños así, por lo que el suspiro agotado no demoró en aparecer. Relajé mis facciones severas para mirarlo con más compasión, empatía y una leve pena por verlo pasar por ese caos de emociones que yo ya había dejado atrás... creo.

    >>Vamos, mi niño —intenté animarlo, mientras acariciaba el costado derecho de su cabeza, mimándolo con gestos suaves e incesantes; una mezcla como de acariciar a un gato arisco, pero que en el fondo solo era un cachorro mimoso: Ese tipo de humano era, a ciencia básica, mi hermano menor—. Lo has hecho bien hoy día—. Esta vez sí miré de reojo a Natsu, mientras acunaba las mejillas de mi hermano pequeño. No pude discernir nada aparte de falsa apatía, por lo que volví a prestarle atención al más pequeño de todos, pegando mi frente con la suya, sin dejar de acariciar su cabeza. Sí hasta había ladeado su rostro un poco mientras acompasaba su respiración al silencio de la noche, la imagen se me sentó simplemente tierna—. No te frustres, ¿vale? Eso no te llevará a nada —agregué con una leve sonrisa, antes de desprenderme de él y voltearme a ver a Natsu, con seriedad absoluta.

    Me volví a cruzar de brazos, pues al ver que tenía su atención seguramente iba a decir algo, eso o seguiría en absoluto silencio. Ambivalente, le echó un último vistazo a Kimura, quién levantaba con sumo cuidado al tipo que habíamos apaleado sin mayores dificultades. Parece que fue tras comprobar eso que pudo centrarse completamente en mí.

    —Esta lejos de estar muerto y la mayoría de las contusiones, después de unas semanas... o puede que redondeando el mes, no dejarán mayor rastro—. Soltó con su voz apática, grave y precisa de médico cirujano despiadado, cuando yo entendía que era de todo menos despiadado; Natsu Gotho era más piadoso que yo, aunque a primera vista pareciera lo contrario. El tipo alzó un poco más el mentón, mostrando su superioridad sobre mí, a lo que yo respondí imitándolo, fingiendo que jugábamos a niveles iguales: su mirada ardía, cuando seguramente era un tempano de hielo por dentro; la mía era gélida, cuando siempre que me metía en estás estupideces la sangre caliente hervía con más energía, eso provocó que soltara un leve gruñido anticipando sus palabras, ambos entornando nuestra mirada ámbar.

    El brillo de las bestias nocturnas.

    >>Sabes que puedes ir presa ahora, ¿no, Baka-yashi? —soltó solemne, yo no gruñí, pero Hiro quién parecía esconderse tras mi espalda como un cachorro desconfiado, pero que aún así se atrevía a alegar sí lo hizo. Yo solté toda mi pesadez en un suspiro, relajando mi semblante duro en una cara de desinterés increíble, pero seguro Gotho notaba que no era otra cosa más que abatimiento.


    —Lo sé —respondí plana, ambivalente, pero mi tono de voz femenino había vuelto; significaba que estaba en confianza, me sentía fuera de peligro, y estaba entre relajada y cansada; cosas que Natsu notaba con facilidad. Me direccioné hasta el lado de Kimura y como sí fuéramos un solo mar, los tres hombres me siguieron, a pesar de que Kimura tuviera ánimos de adolescente emo y Hiro hormonas de pre-puberto que me hacían verlo aún como a un niño.

    >>¿Te pudo pedir un favor? —agregué como la Masuyo "de siempre": la que iba a estudiar, trabajaba por las tardes y convivía cariñosamente con sus dos padres. A pesar de que cada día buscaba hacerme más independiente de ellos, no meterlos en mis líos y en los futuros problemas que, sabía, se acarrearían mis hermanos. Parecían aceptar esa idea a regañadientes—. ¿Puedes llevarte a este estúpido saco de huesos a un hospital? Ya veré como te lo pago—. Busqué su mirada de reojo, pero solo encontré los orbes oscuro de Hiro, eso me decía que el muy tonto debía estar al lado de Kimura cuestionándose sí en verdad no tenía problemas cargando a un tipo que le doblaba el tamaño—. Diles que lo encontraste en la calle o que sé yo, la basura que se te ocurra —intentaba mantener un lenguaje correcto y formal, a pesar de tener suma confianza con el hombre, solo por que me tomaba muy a pecho mi "labor" de "buen ejemplo" para mis hermanos menores. A pesar de que ese mismo ejemplo fue los que les llevó a seguir mis malos pasos, pero al menos me encargaría que ellos aprendieran a pisar bien y a darse cuenta a qué ecosistema se estaban metiendo antes de siquiera hacer algo.

    Caminar, observar, pensar, caminar, observar, actuar: el actuar debía ser lo más versátil en la estrategia.

    —No te preocupes, yo me encargo Baka-yashi

    —Deja de tratarla así, grandísimo estúpido —soltó Hiro, a pesar de parecer más un enano quejica que un gigante intimidante como lo era Gotho. Casi pude ver la sonrisa de altanería de Natsu y la mirada castigadora de Kimura en mi mente, logrando que me sacarán una fuerte risa; fresca y alegre, provocando que me tapara la boca con el dorso de mi mano.

    Hiro ante mi reacción tan solo se encogió más en sí mismo, hundiéndose en su sudadera morado oscuro, cohibido y mascullándo cosas indescifrables, con eso solo logró que sonriera a labios cerrados con aún más compasión y ternura. Escuché la minúscula risa de sorna que soltó Natsu al suspirar, camuflada con el propio suspiro agotado de Kimura, quién de seguro quería que la tierra le tragara.

    De tal forma, unas dos cuadras más adelante le dejamos oficialmente encargado a Natsu al tipo inconsciente, era su labor como doctor, ¿no? Tendría que haber hecho eso con o sin nosotros, era su deber cuidar, curar y supervisar la salud ajena.

    Como mi deber era cuidar de mis hermanos.

    Como el de Kimura ser un hijo ejemplar.

    Y el de Hiro disfrutar de nuestros padres y de su vida.


    A pesar que todos éramos unos akumas cuando caminábamos por
    las solitarias y frías calles de la gran Tokyo.
     
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