Cree

Tema en 'Relatos' iniciado por VanWell, 4 Julio 2013.

  1.  
    VanWell

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    Cree
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    Tenía la mirada perdida, su rostro no reflejaba emoción alguna. No había motivación que sirviera de ayuda para su desaliento. No tenía idea alguna de cómo comenzar. Debía realizar la obra maestra que definiría su futuro y no sabía siquiera la primera frase, palabra o letra que escribiría.

    Tras unos parpadeos dirigió la vista hacia el desastre que había formado a lo largo del departamento. Sintió repugnancia de sí mismo, mas intentó restarle importancia.

    La prioridad era tener una idea de lo que fuera que plasmaría en el monitor que iluminaba su rostro. Quiso resistirse ante la tentación de cerrar la computadora y apartarla para poder aclarar sus ideas, pero no puedo evitarlo.

    Nada le parecía sencillo sin él brindándole inspiración, su sola ausencia era lo que hacia falta para sentirse miserable e inútil. Avergonzado se sí mismo, de en lo que se había convertido. Jamás había notado lo importante que era en su vida hasta aquél mismo instante. Lo único que poseía para mantenerse compuesto eran los recuerdos sobrevalorados, pensamientos de que tal vez era todo real y no producto de una fe cegadora.

    ¿Por qué lo había dejado? Sostenía la idea de que, en el Universo, todo ocurría por una razón. Entonces, ¿por qué todavía no hallaba una para justificar su rechazo hacia aquel dios que una vez hubo tenido tanto sentido en su vida?

    —Quiero creer.

    Desde aquel día algo dentro de sí se había endurecido y provocado un peso de tal intensidad que le resultó imposible no caer ante el dolor. Se había vuelto débil. Y lo cierto era que solo él le había mantenido estable, aunque jamás le hubiera notado o considerado real.

    —Siempre quise creer en ti.

    Cerró los ojos fuertemente, su mente atacada por el conocimiento de soledad que sabía le inundaba. Dentro suyo era consciente de que él mismo había creado a su dios, aquél poseedor de todas las cualidades que idolatraba, aquél capaz de proveerle de todo el cariño del que carecía, aquél que era el eje de su existencia. El haberle rechazado —creyéndolo inexistente— sólo le hacía sentirse sucio, un desgraciado.

    Sucumbir en la depresión parecía una rutina, eran los únicos instantes en los que el vacío se llenaba con algo que no fueran toxinas en su cuerpo. No podía superarlo a pesar del tiempo que transcurriera, era más difícil de lo que hubiera podido imaginar. Ya no podía seguir engañándose al intentar hacer real algo en lo que no creería jamás.

    — ¿Por qué es tan difícil creer en ti?

    Bajó del sofá hasta quedar de rodillas entre el desorden, su respiración sonaba agitada en un intento por contener las lágrimas. Pero ése era el punto en el que la situación empeoraba y se sentía impotente. La desesperación terminaba por sofocar sus sentidos. Sus dedos se enredándose entre el cabello y las lágrimas corriendo por su rostro, seguidas por el frenético sollozo, para el cual solo encontraba una solución.

    Estiró el brazo derecho en búsqueda de un frasco diminuto. Tras unos intentos fallidos lo intentó nuevamente, con ambas manos y violencia. Al haber hallado dicho objeto su angustia incrementó: Una sola pastilla residía dentro del recipiente. La tragó en un simple movimiento para luego girarse hacia el otro extremo de la habitación. Allí residía una chaqueta que días atrás había arrojado al suelo. Penetró en los bolsillos. Éstos contenían aún más recipientes vacíos. Arrojó la prenda contra una pared marcada por la humedad; los frascos contra la otra, vestida de pintura desgastada. Súbitamente se dirigió en dirección a la cocina, pues recordaba haber guardado algo de alcohol anteriormente. Bebió con desesperación, soltando la botella en una ocasión con el fin de liberar un llanto entrecortado que se abría paso por su garganta. Lento, pero con intensidad. Las manos le temblaban. Apoyó la botella en la mesa, suavemente. No se preocupaba por que las lágrimas empaparan su rostro. Volvió a caer de rodillas, dirigiéndose a abrir un cajón de madera. Retiró un reluciente cuchillo —único objeto que se había percatado de mantener bajo buen cuidado—.

    A pesar del intento esa noche tampoco le fue posible creer en su dios.
     

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