Corazones invencibles

Tema en 'Relatos' iniciado por Fénix Kazeblade, 18 Noviembre 2014.

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    Fénix Kazeblade

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    Escritor
    Título:
    Corazones invencibles
    Clasificación:
    Para niños. 9 años y mayores
    Género:
    Romance/Amor
    Total de capítulos:
    1
     
    Palabras:
    2709


    Parte 1: Sentidos


    Era el cuarto día de invierno, el más frío en los últimos años, el enorme parque Every se encontraba engalanado por una suave y sutil capa de nieve, la tarde caía, todo se encontraba envuelto en una enorme quietud, un pequeño copo de nieve se fue a posar sobre una olvidada estatua de metal que hacia alución a un reconocido general de la guerra pasada, la obra era algo burda. El trabajo había sido encargado a un escultor novato y al parecer poco talentoso, pues el parecido con el hombre era por decir mucho imperceptible y aunque el efigie era apuesto con un traje militar rojo y azul adornado con cuatro botones a los lados y un cinturón con un sable colgando, a pocos les había agradado. Por si fuera poco los elementos que lo conformaban como el casco, fusil y otros aditamentos se habían ido desprendiendo y ahora la maltrecha escultura yacía en un rincón del parque poco transitado y en su lugar habían puesto otra “mejor”.

    Una fuerte ventisca ocurrió en ese momento, el monolito humano sintió que un fuerte escalofrió le recorría desde el inicio de la espalda hasta su nuca, la escena se repitió unas cuantas ocasiones más en los próximos segundos, abrió los ojos, un sin fin de sensaciones le llegaron de golpe y una especie de grito ahogado surgió desde su pecho y creyó emitir, para su sorpresa se encontraba vivo.


    —¿Dónde estoy? ¿Quién soy?, ¿Cómo es que llegue aquí?... —se cuestionaba.


    Inhaló con fuerza no precisamente por que necesitara hacerlo, ya que pocos segundos después el aire se escapó por varios orificios en la unión de su cuello, el frío se acrecentó e instintivamente busco crujir del viento su cuerpo de metal, pero no ocurrió nada, al parecer los ojos era lo único que podía mover.


    Un tenue sollozo se escuchó entre los susurros del viento invernal, poco a poco se fue haciendo más y más intenso, hasta que el hombre metálico observó que provenía de una banca cercana, acurrucada en uno de sus extremos se encontraba una hermosa jovencita que tendría a los mucho unos 16 años. Vestía con un uniforme escolar color azul y su pelo se encontraba recogido en dos coletas, la estatua se esforzó para mirar mejor, unas manos delgadas y finas cubría su rostro, mientras sus dulces ojos redondos emitían con angustia un llanto efímero, sus labios pequeños se veían reducidos a una línea recta a causa del lamento y la piel de sus mejillas rojas por el frío reflejaba la inhospitalidad del invierno.


    Por unos segundos levanto el rostro, dio un suspiro y presionó sus ojos en acongojado gesto, una lagrima resbalo hasta desembocar en sus labios, la estatua la observaba fijamente confundido por este nuevo sentir que era nuevo para él.

    —¿Qué te sucede? — preguntó la escultura en voz baja como manteniendo distancia—¿te encuentras bien?

    La chica cesó de golpe su llanto y volteo hacia los lados, habría jurado que alguien le había hablado pero a su alrededor no había nadie, se enjugó la última lagrima y se levantó, se disponía a tomar su mochila y marcharse cuando al girar la cabeza su mirada quedo fija en el hombre de hierro justo a los ojos, en ese momento la estatua sintió una especie presión en su estómago de cobre y aunque seguía sin moverse sentía que le temblaban las manos inmensamente.


    La adolescente se acercó un poco más y entonces esbozó una leve sonrisa en su aspecto. Se inclinó un poco y con su mano derecha retiró la nieve de la placa que estaba colocaba en el pedestal donde se encontraba postrado el modelo.


    — Así que te llamas Daniel—afirmó— es curioso, pues no pareces uno, es decir ese nombre no te queda.


    —¡Me estas hablado! — se entusiasmó el monolito—Emmm, ¿Daniel?, pues no lo sé, ni siquiera sabía que tenía un nombre.


    —De igual manera no está nada mal, a decir verdad es bastante bueno, yo me llamo Valeria ¿Qué opinas? —dijo la muchacha colocando un gesto interrogativo.


    —Valeria no está mal tampoco—dijo buscando devolver el cumplido, era la primera ocasión que lo intentaba.


    —Pues gracias, espero que lo digas en serio, porque yo si estoy siendo honesta—le ofreció otra sonrisa.


    Esto desconcertó mucho al hombre metálico.


    —¿De verdad me ha escuchado? —se cuestionó de nuevo, jamás le había pasado por la mente—espero que así lo sea, tal vez yo pueda ayudarla—pensó para sus adentros. Contemplando esto último más como un añoro pues aún no estaba seguro de que fuera así.


    —Seguro me viste hace un rato—suspiró— ¿Me dejarías contarte por qué lloraba?


    La estatua buscó asistir con la cabeza pero recordó que no podía moverse, pero antes de que siquiera dijera algo la chica fingió que le había dado una respuesta. Él comprendió que en realidad no lo oía, aunque desilusionado luego resolvió que tal vez no necesitaba hacerlo si no por el contrario ser escuchada aunque fuera por él.


    La chica se recargo en el pedestal y comenzó su relato.


    —Me siento muy sola, creo que eso es algo que tal vez tú puedas entender, los árboles, las bancas y los pájaros están siempre cerca pero sin embargo nadie te habla, bueno así estoy yo—Hizo una pausa y busco cercar más su suéter para cubrirse el pecho del frío.—A mis padres, no les importo, mamá esta todo el día fuera en los juzgados y aunque mi padre está siempre en casa me ignora casi todo el tiempo por estar haciendo esos malditos modelos, claro si hago algo “mal” están sobre de mí retándome, mi hermana y sus amigas me desprecian pues dicen que soy muy boba, porque no me gusta estar cantando esas canciones tan absurdas que ella o ir de compras , a veces las acompaño pero solo es para hacerles favores, “¿podrías darme el rizador?, mira Andy está pasando afuera de la casa ve con él y dale este recado por mí, ¿podrías decirle a mama que me deje salir?”. ¡Estoy harta!, en la escuela es igual, ¿Por qué nadie le importa lo que pienso?, siempre hay algo más importante…

    Diciendo esto volvía a llorar, la estatua la observaba sin palabras, lamentando no poder consolarla.

    Pasaron unas cuantas horas y la muchacha le contó muchas cosas más, le habló sobre su canción favorita. Como una ocasión sin ninguna razón aparente le dio por reír en la calle y la gente se le quedó viendo, sobre cuanto extrañaba a su mejor amiga Emma desde que se había mudado, sus viajes a la playa.

    Contar cada anécdota sirvió para que la fuerte capa de tristeza que la envolvía fuera cesando paulatinamente, al recordar viejos y anhelados tiempos mejores donde su vida había sido mejor. Sin percibirlo la noche había caído y a la luz amarilla y tenue de una farola la chica se despidió de su singular confidente agradecida por haber sido escuchada y prometiendo volver, Daniel como ahora le había llamado Valeria a la estatua en esos momentos conocía por primera vez la felicidad.


    Parte 2: Amor


    Daniel el monolito humano dirigió su vista hacia el sendero que llevaba hacia la banca, donde el día anterior había conocido a Valeria, una joven, dulce y sencilla que tal vez no era la responsable por haberle otorgado la vida pero si de que esta adquiriera algún sentido, pues él no hacia otra cosa que desear con todo el corazón que llegara el momento de verla de nuevo. Un leve presentimiento le llevaba a penar que era más o menos la misma hora en la que ayer apareció y no se equivocaba, por el sendero a lo lejos se comenzó a dibujar la tenue figura de la chica que se dirigía corriendo a hacia a él a toda velocidad.


    —¡Hola Daniel!... me alegro de verte…¿Cómo estás? —La muchacha hablaba entre cortado a causa de la agitación.


    — Hoy una paloma se paró sobre mí, pensé que podría hablarle para que así ambos tuviéramos un nuevo amigo, pero solo expulso de su parte trasera una cosa blanca de un mal olor y se fue.


    Empeñado en que Valeria pudiera escucharlo decidió continuar hablándole, porque no, tal vez en alguna ocasión de la misma manera que obtuvo vida aprendería a hablar.


    —Hoy traje un regalo para ti—Decía la niña mientras buscaba en el interior de la mochila—te tocare una melodía con mi flauta ¿te parece?


    —¿Flauta?, seria genial escucharlo sea lo que sea.


    —Espera ¿qué es eso?, fue una paloma ¿verdad?, lamento lo haberlo visto antes, ahora lo limpio.


    La chica de tomó de uno de los pies de la estatua y con un impulso estuvo frente a él, Daniel volvía a sentir esa sensación en su estómago y sus manos al percibir el suave y tierno aliento de Valeria, un intenso calor abordo sus mejillas y después todo su rostro cuando la chica tomo una servilleta de su bolsillo y limpio para después acaricia su mejilla, sonreírle y bajar de un salto.


    —Listo, ahora sí.


    Daniel vio tomar a Valeria un cilindro delgado y color hueso de su mochila y acércalo a su labios, posesionó cada uno de sus dedos en varios orificios de este, de pronto de manera mágica y angelical comenzó a emitir un suave y hermoso sonido, que se agudizaba y agravaba con majestuosa simetría, era enérgico y sutil a la vez, evocaba a él agradables recuerdos que desconocía tener, después el frío a su alrededor parecía volverse más cálido. Si fuera como ella, pensó, seguramente habría llorado pero no de tristeza si no de felicidad.


    Pasaron los días y esa singular pero profunda relación donde con el corazón se hablaba creció. Cada vez deseaba llegar a su lado y posarse junto a él, sentirse segura y tranquila ante aquel paladín metálico que emana la luz que había buscado por tanto tiempo, él de la misma manera verla correr hacia él, verla reír, escucharla, soñar juntos, era feliz y probablemente más vivo que muchos humanos. Largos fueron los momentos en que al mirarse a los ojos se hablaron al corazón y se volvían uno, almas de una naturaleza muy distinta se palpaban y se volvían una.

    Era entonces el día 24 diciembre y a Daniel le había sucedido algo sorprendente la noche anterior mientras dormía. Por primera vez en su vida había soñado; figuras difusas fueron llegando poco a poco a su mente cuando de pronto se vio situado en su lugar habitual, pero el entorno a su alrededor era muy distinto, el hielo que cubría el parque sea había desvanecido y en su lugar se encontraba una hermosa pradera verde con flores por doquier, frente a él luciendo un vestido color blanco se encontraba su anhelada musa Valeria extendiendo su mano hacia él.


    —Vamos acompáñame. —le decía la muchacha.

    Maravillosamente veía que su mano se extendía hacia ella y la estrechaba y ambos salían corriendo, sus pies se movían tan rápido casi tanto como su corazón que no cabía en la alegría al verse libre. Llegaban hasta un lago donde el agua apenas les llegaba a las rodillas, frente a este había un enorme puente arqueado hecho de piedra, mientras lo contemplaba ella reía pícaramente y lo arrojaba al lago donde quedaba empapado, entonces se ponían a juguetear arrojándose agua, entre juego y juego los dos quedaban abrazados y se miraban con amor.


    La luz de la lámpara lo devolvía a la realidad, para darse cuenta que ya había pasado la hora en que ella llegaba. Buscó por todos lados que su limitaba vista le permitía observar, espero inquieto durante hora pero ella no aparecía, ya muy entrada la noche dormitando la vio venir, se dirigía hacia el de la misma manera que lo había hecho todos esos días con tanto esmero, su corazón de cobre se llenó de gozo y alegría al ver a su joven amada, pero pronto notó que algo era diferente algo estaba mal, lloraba nuevamente todavía de manera más intensa que aquel día, un llanto más devastador y trágico. Estaba lastimada, su mejilla comúnmente sonrojada estaba casi morada. Corría desesperada y arrastrando los pies, lucía completamente desaliñada, se detuvo frente a él como lo había hecho siempre, mantenía su miraba baja.


    —Me odian…—susurro— ¡me odian!¡todos me odian!—lo grito a los cuatro vientos—…Una chica de mi salón, tiene serios problemas conmigo, no soy como ella, por esa razón lo hizo…arruinó mi vida. Llegó a mi casa por la tarde, decía que tenía pruebas que en el último examen de la escuela, yo…estaba embarazada….¡Nunca he estado con nadie!. Ella es una extraña, le creyeron a ella…mi padre entre insultos me sacó de la casa, mi madre hizo esto—señaló su mejilla—me odia…— La chica dirigió una mirada suplicante a la estatua, él hubiera dado su vida apenas concebida en ese momento por consolarla, por abrazarla y decirle que también la amaba, pero no pudo.


    —¿Cómo puedo amarte a ti? — dijo la chica enjugándose las lágrimas— ¡tu ni siquiera estas vivo¡¡Respóndeme!¡Respóndeme!, por favor.


    Daniel sentía un fuerte dolor en el pecho como nunca lo había sentido, sentía ahogarse a pesar de no poder respirar. Sufría, sufría y él no podía hacer nada.


    —Adiós—dijo la chica en voz queda— ya que a nadie le importo, me quitare la vida…


    Acarició con su mano temblorosa levemente el brazo de la estatua y salió corriendo.


    Daniel se sintió morir, la chica a la amaba, aquella que le había hecho conocer este sentimiento se arrancaría la vida sin que él pudiera hacer nada, se maldijo, maldijo su vida, maldijo su impotencia, su cólera, sus sueños, su sentir. Con la mayor intensidad de todas surgió desde lo más profundo de su ser un grito ahogado que retumbo en todo el solitario parque.


    —¡Noooooooooo!


    Sus manos se encontraban empuñadas y cabeza dirigida hacia el cielo, se miró a si mismo con detenimiento, impresionado pudo darse cuenta. Era humano.


    Sin pensarlo ni un momento corrió con todas sus fuerza en busca de Valeria. La buscó por todas partes sin obtener ningún resultado, entre callejones, avenidas, casas, calles, senderos, no había nada, una tormenta de nieve que recién comenzaba nublaba por completo su vista y probablemente había borrado todo rastro de ella, imprevisto el recuerdo de su sueño volvió a él, el puente el lago, allí no había buscado, debía estar allí. Ciegamente enamorado repuso su marcha incesante por los arbustos hacia donde le dictaba su corazón, por breves segundos la tormenta había cesado y le permitió ver a lo lejos la silueta del puente.


    Valeria observaba desde la cima de la construcción barroca, el triste lago congelado, pensando en que eso sería la última imagen que vería al dejar este mundo, mientras se obligaba a olvidar recuerdo que hace unas horas soñaba con mantener por siempre, una lagrima cayó al vacío mientras se tomaba de uno de los pilares para trepar hacia el borde, apenas estuvo arriba se arrojó sin pensarlo dejando todo atrás, sintió el aire frío mezclado con temor, sintió tristeza, remordimiento y melancolía mientras observaba a los copos de nieve caer, después creyó ya no sentir nada…


    Poco un copo de nieve descendía ante su rostro y una fuerte ventisca le hizo sentir un escalofrío en todo el cuerpo, un rostro familiar se encontraba allí, más conocido e íntimo que cualquier otro y más sin embargo el ultimo que esperaba verle sonriendo, vestía con un uniforme roji-azul estilo militar adornado con botones dorados, lucía como un soldado aunque su casco y fusil se habían perdido hace tiempo, no es como que realmente lo fuera.


    —¿Tu? —Dijo la chica con extrañeza pero al mismo tiempo con una gran emoción, lagrimas caían de sus ojos a causa de una inmensa felicidad, se acurrucó en su pecho.


    —Ahora puedo responderte y te digo que también te amo.


    Diciendo esto la pareja se fundió en un beso, lejanos quedaron los problemas de ella y los complejos de él, como todos desconocían su futuro y lo que este les preparaba, por el momento se amaban y eso bastaba después de todo para ellos, el amor había logrado imposibles.


    Fin.
     
    Última edición: 24 Marzo 2016
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