—Venga, ¡venga! ¡No podemos rendirnos, aunque sólo tengamos un mísero y descuartizado tanque! Mis palabras resuenan como un profundo eco en este ambiente neblino y áspero. Un paisaje desolador y poco nítido observo por mis pupilas desgastadas de horrores ya vistos. Mierda, mierda, mierda. ¡No! Mi orgullo me impide correr a refugiarme como un conejo a su madriguera, asustado. ¡Malditos Alemanes, venir a por mí! ¡Acabaré con vosotros! —¿Dónde quedó la motivación, el deber, nuestro objetivo? ¿Dónde, muchachos? Sus caras son una mezcla de indecisión y miedo. ¿Dónde quedaron mis hombres, valientes? —¡Joder! ¡Hacer lo que os de la puta gana! Yo me quedo aquí, a defender mi honor. El más novato, lentamente, se coloca a mi izquierda, mirando a su espalda. Pisando barro líquido del estrecho camino por el que aparecerán los nazis, se acerca. Tiene la mirada borrosa, su primer mata o muere serio. Se nota nerviosismo por sus venas, las cuales se notan debajo de su árida piel, aprieta los puños manchados de tierra con fuerza, sin importar el autodaño. Ahora sí lo reconocía, un novato con agallas y determinación. —Tiene razón, ¡estamos aquí para cumplir una misión, no para huir! Vaya, este chico me sorprende cada día más. Hace unas semanas era un cobardica de alta categoría, ahora está hecho un hombre. Los demás, al ver esta acción, se incorporan en sí y vuelven suspirando, pero más decididos a nuestro lado. ¡Estos sí son mis camaradas, mi equipo! —Esto será un ataque sorpresa. Colocar explosivos por los alrededores, nos defenderemos con lo que tenemos. Disponemos de un límite de munición, recordarlo. Después, adentraros en el tanque y hasta que no se vea ese ejército de cabrones, no quiero ni un tiro. Reaccionan enseguida, ese es el entusiasmo antes de sobrevivir o morir con honor. Subo al tanque en dos saltos ágiles, abro la capilla fuertemente cerrada y me meto en él. —Malditos Alemanes. Venir, os espero. —Pronuncio secamente, descorchando una cerveza. Empiezo a beber como si nunca más fuese a tragar algo. Cojo un cigarro y lo enciendo. Espiro, el grisáceo humo sale de mi boca, flotando en el aire y subiendo hasta la capilla superior de tanque. Al rato, entran los demás. Cada uno coje una botella y empieza a beber y fumar. Para qué reparos, puede ser nuestro último día. —Vendrán en cualquier momento, os quiero preparados, aunque estemos borrachos. ¿Oís? Asienten. Sí, están más borrachos que yo. Cantamos estupideces, reímos como imbéciles. Se alcanzan a oír cientos de pasos a la lejanía. Alertados, cada uno se coloca en su posición. —Aún no. Acercaros más, malditos. Solo un poco más. A los minutos de inspeccionar nuestro escondrijo rodeándolo, se acercaron a los explosivos camuflados. —¡Ahora! Las primeras filas de soldados nazis, vuelan por los aires. Fuego y humo se dispersan, se provoca una cadena de explosiones. Sangre mancha el terreno de batalla, sangre roja y brillante del enemigo. Estos empiezan a disparar, pero nosotros también. Salgo del tanque y comienzo a disparar desde arriba. Si morimos, moriremos con honor.
Ya lleva escrito mucho tiempo y me sorprende ser el primero. Sin ser adulador, aquí hay una inmensa cantidad de virtudes. Una historia contada ágilmente, es trepidante y sin detenerse siquiera para dar un respiro. Aun así es amable con el lector porque narras justo lo necesario, y con una calidad sobresaliente en las descripciones. Los diálogos están un poco desfasados por momentos, pero nada más, la mayoría bastante correctos. ¿Lo “negativo”? Su corta duración. En conclusión, un gran texto cortó. Casi perfecto. Sin más. Buenas noches, y buena suerte.
