Long-fic Contigo y sin ti

Tema en 'Fanfics sobre Videojuegos y Visual Novels' iniciado por Hakuno, 21 Septiembre 2021.

  1.  
    Hakuno

    Hakuno Entusiasta

    Aries
    Miembro desde:
    15 Octubre 2006
    Mensajes:
    159
    Pluma de
    Escritor
    Título:
    Contigo y sin ti
    Clasificación:
    Para adolescentes. 13 años y mayores
    Género:
    Romance/Amor
    Total de capítulos:
    7
     
    Palabras:
    2528
    ¡Hola! Espero que estén bien. Ya que regresé al foro, me puse a escribir mi primer fanfic en español en diez años. De todo corazón espero que les guste. Se aceptan críticas, comentarios varios, premios de literatura o un simple "Ey".

    Ya están escritos todos los capítulos. Los estaré publicando a diario (a distintas horas, por los jajas), así que estén pendientes.

    Sin más preámbulos, aquí se los dejo.

    Contigo y sin ti

    Capítulo 1. El “hubiera”, al parecer, sí que existe.

    La Agencia Sigmund de Generación de Vida desarrolló una tecnología muy particular. Al conectarse al sistema límbico del cerebro, se es capaz de acceder a todos los recuerdos de una persona y, mediante el uso de un programa ultra avanzado, estos pueden modificarse y hacer que una persona, en su cabeza, recuerde una vida completamente distinta a la que en verdad vivió.

    El único problema del proceso es que los nuevos recuerdos entran en conflicto con aquellos a los que están reemplazando, lo que ocasiona un severo shock en el cerebro del sujeto y eventualmente termina en su muerte. Por este motivo, la Agencia Sigmund utiliza este sistema únicamente en pacientes en su lecho de muerte. Se les cumple un deseo, una oportunidad de vivir la vida que siempre desearon.

    Es así que la doctora Eva Rosalene y el doctor Neil Watts llegaron a la casa de su siguiente cliente.

    —Demonios, Neil, eres un idiota —dijo Eva sin separar los dientes. Sus oídos retumbaban aún por el chirrido de los neumáticos, y sentía que su desayuno iba a terminar saliendo por la vía incorrecta.

    —Realmente eres tú la culpable —repuso Neil con el ceño fruncido,— te pedí claramente que me avisaras con antelación cuándo debía detenerme. Si me avisas a tan sólo cinco millones de nanómetros del domicilio, es normal que tenga que frenar de golpe.

    Eva cerró los ojos e inspiró profundamente. Era en momentos como este que de verdad se arrepentía de haber ayudado a Watts a pasar las pruebas. Era un doctor excepcional y podía ser muy profesional si la situación así lo requería, pero como colega dejaba mucho que desear.

    —En fin, es tu turno de llevar el equipo. Yo me adelantaré.

    —¡Espera un momento! —exclamó Neil—. ¿Qué es eso de que es mi turno? ¡Tú nunca llevas el equipo!

    —El día en que no nos casi mates al llegar con un paciente llevaré yo el equipo —dijo Eva mientras se quitaba el cinturón de seguridad.

    Aunque claro, Eva aún tenía contadas dos o tres ocasiones más, fuera de arribos casi desastrosos, que hacían que Neil le debiera favores. Y ella definitivamente iba a usar todos esos favores para nunca llevar el equipo. Después de todo, si alguien se merecía partirse la espalda, ese era Neil.

    Eva salió del auto y observó la casa de su cliente. No era precisamente lo que uno llamaría lujoso, con sólo un piso de alto y un jardín ciertamente descuidado. La fachada se veía vacía, de un simple color naranja claro, casi rosa. La doctora Winters habría argumentado que era color salmón. No había nada más en la fachada que la oscura puerta de madera y las ventanas. Eva podía vislumbrar un poco del interior a través de ellas.

    —¿Vas a tocar la puerta hoy? —preguntó Neil mientras abría el maletero del auto—. ¿O tal vez estás esperando a que caiga la noche? Está bien que te guste amanecerte trabajando, pero habemos algunos que queremos llegar a cenar a casa.

    Eva suspiró con fuerza. Aún no era ni medio día, pero era cierto que podían haber complicaciones. Ella tampoco quería pasar otra noche en vela, así que decidió no contestar y caminó hacia la entrada. El timbre era una grabación de dos tonos simples. Al cabo de un rato, abrió la puerta una mujer de mediana edad.

    —¿Puedo… ayudarle?

    —Sí —respondió Eva—. Soy la doctora Eva Rosalene de la Agencia Sigmund. Hemos-

    —Ah, es cierto —dijo la mujer—. Por favor, pase.

    La mujer se hizo a un lado y Eva entró a la casa. Por los ruidos detrás de ella, Neil ya estaba llegando con el equipo en los brazos.

    La casa era tan simple por dentro como lo era por fuera. Paredes blancas sin fotos ni cuadros. Los muebles eran bonitos, eso sí, y estaban bien cuidados. La mujer guió a Eva y a Watts por la casa. A juzgar por los pantalones verdosos de aspecto clínico, debía ser médico de algún tipo.

    —Me llamo Sarah —dijo la mujer—, soy la enfermera de Dan.

    —¿Sólo está usted aquí?

    —Bueno, no. Su amigo acaba de salir a comprar algunas cosas. Debería regresar en cualquier momento.

    No hubo mención de ningún familiar. Claro, el archivo decía que Dan, su cliente, no había tenido hijos. Aunque era tristemente común que la gente que solicitara los servicios de Sigmund no tuviera familiares cerca, Eva siempre se sorprendía un poco.

    Llegaron a la habitación del fondo, que, como era usual en esta línea de negocio, se había adaptado con equipo médico cuyo único objetivo era alargar la vida del paciente unos cuantos días más. Había un par de cómodas sillas y un pequeño sofá en la habitación. O Dan tenía un gusto particular en la decoración que nadie había decidido corregir al adaptar la habitación, o la enfermera y el amigo se habían adelantado a las necesidades de los empleados de Sigmund. Dan se encontraba profundamente dormido mientras el monitor cardiaco pitaba perezosamente a su lado.

    Mientras Neil colocaba la enorme caja en el suelo y comenzaba a sacar el equipo, la puerta delantera se abrió, y poco tiempo después entró a la habitación un hombre mayor, probablemente en sus setentas, con una postura muy erguida y unos brazos que todavía recibían un saludable ejercicio.

    —Sí, supuse que el auto de afuera era de Sigmund —dijo el hombre—. Me llamo Luke.

    Eva estrechó su gruesa y sorprendentemente fuerte mano.

    —Un gusto. Soy la doctora Eva Rosaline, y él es mi compañero, el doctor Neil Watts. —Luke asintió y se sentó en la silla más cercana a Dan—. Muy bien. Mientras mi colega instala nuestro equipo, les haré algunas preguntas. Para empezar, ¿saben ustedes cuál es el deseo de Dan?

    Luke alzó una ceja.

    —¿No deberían ya saberlo ustedes?

    —Básicamente —respondió Neil antes de que Eva pudiera abrir la boca—, la mitad de los viejales no nos dicen su deseo hasta que comenzamos el proceso. Algunos piensan que es muy vergonzoso, otros de verdad que lo son.

    Luke miró a Neil con el usual desconcierto que mostraba cualquier persona que pasara menos de cinco años con él. Sin embargo, Luke se recuperó rápidamente. Había que darle crédito.

    —Ya, supongo que sí. El deseo de Dan es no tener ningún remordimiento.

    —… ¿Puede ser más específico? —preguntó Eva.

    —Podría, pero estoy seguro que hay muchas cosas de las que se arrepiente que no me dijo ni a mi. Dan siempre se guardaba muchas cosas.

    Neil suspiró audiblemente.

    —Así que, en resumen, tendremos que averiguarlo nosotros mismos. Otra vez.

    Luke frunció el ceño.

    —Si no te gusta tu trabajo...

    —No, no —repuso Neil—. Me encanta mi trabajo. Sólo pienso que muchas personas lo hacen innecesariamente más duradero. El que nos digan el deseo de antemano normalmente nos regala uno o dos minutos extra que podemos usar para el proceso.

    —Cállate ya, Neil —dijo Eva, sintiendo otra jaqueca aproximarse—. Bueno, lo descubriremos en cuanto todo esté listo. De momento, ¿Dan tenía algún diario donde anotase sus pensamientos?

    —No que yo sepa.

    —¿Cuándo fue la última vez que Dan estuvo plenamente consciente?

    Luke giró la cabeza hacia la enfermera, quien dio un respingo al darse cuenta que era su turno de hablar.

    —Diría que hace una semana. Desde entonces, cuando está despierto apenas está consciente. Honestamente, me es más fácil alimentarlo cuando está dormido.

    —La máquina está lista, Eva —dijo Neil mientras la triple pantalla del equipo se iluminaba.

    —Perfecto. Bueno, entonces, comenzaremos, si no les molesta.

    Luke y Sarah asintieron sin decir más.

    El silencio era otra cosa común en el trabajo de Eva. Después de todo, una vez terminado el trabajo, el paciente habría fallecido. Era prácticamente eutanasia, después de todo.

    Eva tomó el casco 00 de la caja y lo colocó con mucho cuidado en la cabeza de Dan, sujetando bien la correa en la barbilla. Eva de verdad estaba agradecida de los nuevos modelos. Los primeros diseños requerían conexiones más invasivas y ciertamente desagradables.

    Una vez hecho eso, se sentó junto a Neil y se colocó a sí misma el casco 02.

    —He leído —dijo Luke con tono dubitativo—, que permiten a otros ver la vida de sus pacientes cuando se cumple su deseo. ¿Yo también puedo verlo?

    —Seguro —respondió Neil—. Después de todo, legalmente no puedes enojarte con nosotros si no te gusta el resultado del deseo.

    —¿Qué quieres decir con-

    —Bueno, ¡allá vamos! —gritó Neil, ya con su casco puesto, y apretó el botón de inicio.

    El mundo se tornó blanco para Eva mientras su consciencia era transportada al mundo virtual creado a partir de los recuerdos de Dan. Durante su primer año en Sigmund, el proceso le había provocado náuseas. Ahora la transición era tan suave que no sentía más que un simple cabeceo.

    El ambiente blanco rápidamente cambió cuando el mundo comenzó a cobrar vida. El suelo y el cielo fueron lo primero que aparecieron, luego los edificios se levantaron como ilustraciones de libros 3D. Finalmente, el equipo cargó los recuerdos de personas, quienes, en su mayoría, aparecían como sombras borrosas negras o blancas.

    Aparentemente, el recuerdo lúcido más reciente de Dan era en exteriores.

    Neil apareció a su lado como un borrón y la miró.

    —¿Por qué siempre te activas mientras se carga el recuerdo?

    —¿Por qué siempre usas tu bata al revés?

    —¿Por qué nuestro jefe no nos aumenta el sueldo?

    Eva decidió no continuar dando cuerda a Neil. En su lugar, miró a su alrededor. Se encontraban justo fuera de la casa de Dan. Ahí, en el jardín, estaban Dan y Sarah, sentados en unas sillas que Eva no había visto antes. Había una barata mesa de plástico entre los dos con una manta y una jarra de lo que parecía ser vino con frutas.

    —¿Dan?

    Dan, que había tenido la cabeza gacha por estar leyendo, se giró para verla.

    —¿Sí?

    —Buen día. Soy la doctora Eva Rosaline. ¿Conoce la Agencia Sigmund de Generación de Vida?

    Dan abrió más los ojos en sorpresa y dejó su tableta en la mesa.

    —Vaya. Pensaba que vendrían cuando estuviera demasiado mal para recibirlos.

    —De hecho, eso ya pasó —intervino Neil—. Sarah aquí presente dice que es más fácil alimentarlo cuando está inconsciente.

    —¿Qué? —dijo Sarah, levantándose de golpe.

    Eva levantó una mano y un menú que sólo ella podía ver apareció. Con la destreza de años de experiencia, rápidamente congeló la imagen de Sarah. Eso hizo que Dan se tensara. Pero, sorprendentemente, se relajó casi de inmediato.

    —Entiendo —dijo él. Tomó la jarra y se sirvió un poco en su vaso—. ¿Quieren un poco? Seguro que pueden crear vasos para ustedes mismos.

    —Ah, adoro cuando lo entienden de inmediato —dijo Neil con una gran sonrisa y, dicho y hecho, creó un vaso y dejó que Dan le sirviera algo de ese vino.

    Eva suspiró, pero hizo lo mismo, generando un vaso a partir de los archivos de uso público. Olió un poco el vino, que no era muy fuerte, y le dio un sorbo. Estaba muy bueno.

    Dan dejó la jarra sobre la mesa y se reclinó en su silla, dando un largo trago a su vaso.

    —¿Y bien? ¿Qué procede ahora?

    —Necesitamos saber su deseo —dijo Eva rápidamente, antes de que Neil pensara en pedir algún postre—. Luego, viajaremos por sus recuerdos hasta llegar a los más tempranos, donde instalaremos ese deseo en su yo más joven. A partir de ahí, tanto usted como nuestro programa trabajarán juntos para recrear su vida y hacerlo realidad.

    —Así de fácil… —musitó Dan, mirando hacia el cielo por un momento—. Dígame, ¿estaba Luke conmigo cuando llegaron?

    —Sí.

    —Y supongo que, a pesar de que le dejé mis notas, no les dijo mucho.

    —Correcto.

    Dan gruñó y se terminó el vino de un trago.

    —Ni porque me estoy muriendo, carajo —dijo mientras buscaba algo dentro de su abrigo—. Bueno, ni modo. Mi deseo, doctora, es que me hagan cambiar varias decisiones que tomé a lo largo de mi vida. Aquí están todas, en orden cronológico, aunque no pude ser muy específico con las fechas más antiguas.

    Dan sacó un sobre algo arrugado y se lo entregó a Eva, quien inmediatamente lo abrió para descubrir unas cuantas hojas llenas de texto. Neil silbó al ver la inmensa cantidad de texto impreso en ellas. Eva lo acompañó en el sentimiento.

    —¿Está consciente de que sólo podemos cumplir un deseo? —preguntó Neil—. Porque aquí hay como que muchos de ellos.

    —Bueno, todo el punto de su compañía es que vivamos la vida que siempre quisimos, ¿no? Entonces, esto debería ser fácil.

    —Me temo, Dan, que no es así como funciona —dijo Eva—. La única forma de que podamos cumplir su deseo es convenciendo a su yo del pasado que tome la ruta que lo llevará a eso. Si instalamos más de una instrucción, es posible que ni siquiera llegue a experimentar su nueva vida.

    Dan pareció perder color ante eso, y de pronto se veía incluso más frágil que conectado al equipo médico.

    —Aunque —dijo Eva mientras se le ocurría una idea—, de todas formas, usted es quien debe convencer a su yo del pasado. Si le da esta lista y le dice que la siga al pie de la letra, quizá funcione.

    Eso hizo que le regresara el color en el rostro a Dan.

    —Bueno, sí. Sí, eso podría funcionar. Puedo… Claro, estoy seguro que mi yo del pasado me creerá si le digo que soy su yo del futuro.

    —Lo cual, coincidentemente, resulta que es cierto —dijo Neil con una risita.

    —Bien. Ahora, si tiene algún memento que nos pueda dar, algo que nos conecte con su pasado, se lo vamos a agradecer —dijo Eva.

    Dan asintió y se quitó el collar que llevaba puesto. Era una cadena muy fina de aluminio con un pequeño colgante circular que tenía un símbolo que Eva no reconoció.

    —Este debería servir —dijo Dan mientras gentilmente cerraba la mano de Eva alrededor del collar—. Es muy preciado para mí.

    Eva no pudo evitar sonreír.

    —Claro, esto es perfecto.

    —Bien, pues —dijo Neil— Comencemos.

    Eva asintió y usó su menú para seleccionar el collar. Efectivamente, el programa lo reconoció inmediatamente como un memento, uno bastante fuerte, por lo que pudo prepararlo rápida y fácilmente.

    —Doctora Rosalene —dijo Dan antes de que ella pudiera activar el memento—. Yo… Bueno, tengo una última petición.

    —Claro, dígame.

    —Si resulta imposible que todos los cambios de mi lista se hagan, entonces me conformaré con uno sólo. Quiero morir antes que Caroline.

    Eva lo miró por un momento, sin saber cómo responder a eso. Entonces, simplemente asintió y activó el memento.

    El mundo de nuevo se tornó blanco.
     
    Última edición: 21 Septiembre 2021
    • Me gusta Me gusta x 1
  2.  
    Hakuno

    Hakuno Entusiasta

    Aries
    Miembro desde:
    15 Octubre 2006
    Mensajes:
    159
    Pluma de
    Escritor
    Título:
    Contigo y sin ti
    Clasificación:
    Para adolescentes. 13 años y mayores
    Género:
    Romance/Amor
    Total de capítulos:
    7
     
    Palabras:
    2465
    Ey.

    Disfruten. O no. Me conformo con un ey.

    Capítulo 2. Siempre estuviste a mi lado, incluso cuando te era inconveniente.

    El mundo se construyó mucho más rápido que antes.

    Eva y Neil aparecieron en el salón principal de Dan. Neil inmediatamente los volvió invisibles a los dos, pues Dan y Luke se encontraban sentados en los sillones, de frente, y parecían estar teniendo una conversación.

    —… Entiendo cómo te sientes, Dan, pero…

    —Pero, ¿qué? —dijo Dan. Tanto él como Luke tenían puestos elegantes pantalones negros y camisas blancas. Sus corbatas y chaquetas negras estaban amontonadas en el suelo. Dan tenía el collar que le había dado a Eva en una mano y estaba dándole vueltas una y otra vez.

    —Dan… Aún estoy yo, ¿no? Y Vero también. Ella también te quiere.

    Dan dejó de juguetear con el collar y dejó su cabeza caer con un fuerte suspiro.

    —Esta vez no, Luke… Esta vez no funcionará...

    —Dan…

    —No —dijo Dan con fuerza, y Luke no protestó más—. Esto me supera. Demasiado. Ya no puedo seguir adelante, amigo. Ya no puedo.

    Los dos amigos se quedaron en silencio, y Neil aprovechó para recorrer el salón. Claro, habían entrado a los recuerdos de Dan antes de siquiera echar un vistazo a su casa. Eva hizo lo mismo sin dejar de prestar atención a los hombres sentados. Se acercó a una encimera al fondo de la habitación. Estaba repleta de libros, muchos de los cuales tenían los títulos borrosos, aunque Eva aún podía leer algunos de ellos. Parecían ser todos de fantasía.

    —¿Qué tenemos aquí? —dijo Neil, deteniéndose junto a Eva.

    Al parecer, ella había pasado por alto una pequeña caja de madera rojiza. En ella había una fotografía de una mujer de avanzada edad. Debajo de la fotografía había una pequeña placa que rezaba “Caroline First. 1992 - 2076”.

    —Una urna funeraria —murmuró Eva. Alzó la mano para abrir su menú. Abrió el bloc de notas y escribió: Caroline. Alguien cercana a Dan. Él desea no haber vivido más que ella.

    —¿Su esposa?

    —Dan no estaba casado —dijo Eva—. ¿Es que nunca lees el perfil de nuestros clientes?

    —Ya sabes que sólo leo cosas importantes, como blogs de cine o recetas de cocina —respondió Neil con ese insufrible aire de importancia.

    Eva respiró hondo. Ojalá hubiera tomado más de ese vino, aunque no tuviera efecto en su cuerpo real.

    —Así que, ¿cuál crees que sea el memento esta vez? —preguntó Neil.

    —El collar —dijo Eva, viendo cómo Dan seguía dándole vueltas entre los dedos—. Es un memento fuerte. Con algo de suerte daremos un salto grande.

    Neil se acercó a Dan, pero antes de poder hacer algo, Dan suspiró con pesadez y se incorporó un poco.

    —Lo siento, Luke. Sé que no es justo…

    —La vida no es justa, amigo. Pero es lo que hay. Simplemente me gustaría que lo pensaras un poco más. Vete de viaje, si quieres.

    Dan negó con la cabeza y apretó el collar en su mano.

    —Lo llevo pensando años, Luke. Desde que le dieron el diagnóstico final… Deberías saberlo ya… Yo… —su voz temblaba más conforme hablaba—. He estado viviendo por ella… Para no dejarla sola… Y ahora…

    Luke estiró un brazo y colocó su mano en el hombro de Dan.

    —Lo entiendo.

    —No lo soporto, Luke… Pensé que podría… Pero ya no…

    —Lo sé.

    —… Llamaré a los de Sigmund… Cuando me calme…

    —Tardarán en llegar. Lo sabes, ¿verdad?

    Dan liberó la tensión de su puño para poder volver a ver el collar. Este refulgió bajo la luz de la bombilla, ocultando aquél bonito símbolo con su reflejo.

    —Supongo… —dijo Dan, mirando el collar con expresión vacía—. Supongo que puedo esperar un poco más...

    El recuerdo pareció finalmente llegar a su fin, pues ninguno de los amigos volvió a hablar o a moverse.

    —Dan se comunicó a la agencia hace un mes —dijo Eva mientras intentaba vislumbrar nuevamente el símbolo del collar.

    —Lo que significa que su condición se deterioró a pasos agigantados en poco tiempo —concluyó Neil, mostrando su poco habitual sentido de la empatía—. Supongo que eso pasa cuando se pierde la voluntad de vivir.

    —Está bastante bien documentado —dijo Eva mientras seleccionaba nuevamente el collar en su menú—. En matrimonios que duran arriba de cuarenta o cincuenta años, cuando fallece uno de ellos, el otro usualmente le sigue al poco tiempo.

    —¿No dijiste que Dan no estaba casado?

    —No lo estaba. Pero es fácil deducir que tuvo una relación muy fuerte e íntima con Caroline.

    Neil se ajustó los lentes mientras dejaba salir un suspiro por su nariz.

    —¿Por qué siempre se trata de mujeres? ¿Por qué un hombre no puede arrepentirse de otras cosas, como un videojuego que nunca terminó o una secuela que nunca llegó?

    —¿Por qué te molesta tanto? Hasta pareciera que tienes celos.

    —No, sólo pienso que más le vale a mi abuelo no arrepentirse de algo referente a una mujer. Espero, de hecho, que se arrepienta de no comprarme ese telescopio cuando tenía trece años.

    Eva puso los ojos en blanco y preparó el memento. Al activarlo, el mundo se volvió blanco y rápidamente aparecieron en una habitación de hospital. Ahí estaba Dan, sentado al lado de quien sólo podía ser Caroline, acostada en la cama y conectada a un monitor cardiaco y a una intravenosa. También tenía una cánula de oxígeno en la nariz.

    —No estés triste —dijo Caroline con un susurro. Eva supuso que no tenía ya energía para hablar en alto.

    —Me estás pidiendo algo imposible, Cary —dijo Dan, quien sujetaba la mano de Caroline—. No puedo no estar triste.

    —No triste —repitió Caroline con una sonrisa—. Por fin podré descansar. Ya era hora.

    Dan gimió mientras se formaban lágrimas en sus ojos.

    —Hasta el final… Seguirás diciendo esas cosas, ¿verdad? ¿No puedes decirme algo bonito, aunque sea hoy?

    Caroline lo miró con su débil sonrisa por varios segundos antes de contestar.

    —No tengo miedo, Danny —dijo ella—. La mayor parte de mi vida fue muy divertida, gracias a ti. Me voy feliz, así que tú también deberías estar feliz —la respiración de Dan se entrecortó, y Caroline simplemente siguió sonriéndole—. Danny, creo que nunca te lo dije apropiadamente, pero te lo agradezco de todo corazón.

    Mientras Dan sollozaba, Caroline se giró un poco para tomar algo del mueble a su izquierda. Con mucho esfuerzo, se giró nuevamente para ver un poco a Dan y le tendió algo con su otra mano. Era el collar del símbolo raro. Dan palideció al verlo.

    —No…

    —Quiero que te lo quedes —dijo Caroline—. A mí ya no me hará falta.

    Dan siguió llorando mientras tomaba el collar con su mano libre. La mano ahora libre de Caroline cayó sobre su estómago, y Dan la sujetó.

    —… Bueno, parece que el memento no nos dará ningún salto significativo —dijo Neil tan de pronto que Eva dio un respingo—. ¿Deberíamos salir a buscar otro?

    —Maldición, Neil. Ten un poco de tacto.

    —¿Contigo o con ellos? Ellos no pueden oírnos, y tú no tienes nada que ver con esto.

    Eva se sujetó el puente de la nariz y cerró los ojos. De verdad, ¿en qué momento le pareció que Neil podía ser un humano decente? Lamentablemente, no había tiempo de arrepentirse de sus elecciones en amistades, así que abrió su menú y seleccionó el memento. Según los datos, apenas era suficientemente fuerte para activarse por sí solo.

    —Bien —dijo Neil con un suspiro—. Espero ya no ver escenas tan dramáticas.

    —¿Volviéndote sentimental, Neil?

    —No, sólo soy algo alérgico al llanto ajeno.

    —Ajá.

    Eva volteó a ver otra vez a Caroline, quien respiraba muy suavemente, esperando con paciencia a que Dan recobrara la compostura. No parecía que fuera a ser pronto, así que Eva activó el memento, y nuevamente se vio en el espacio de carga.

    Otra vez aparecieron en el salón de la casa de Dan. Parecía ser mediodía, aunque era difícil saberlo sin relojes a la vista. Dan y Caroline estaban sentados en uno de los sillones. Dan estaba haciendo algo con el collar que Eva no podía ver, pues sus dedos lo cubrían bastante. El detalle, sin embargo, que sorprendió a Eva, fue que ambos se veían bastante más jóvenes. Si tenía que adivinar, diría que estarían en sus sesentas. El cabello de Dan no era totalmente blanco, y Caroline parecía llena de energía, incluso para su edad.

    —Bueno, parece que al mundo le encanta llevarme la contraria —comentó Neil.

    —Ya deberías haber aprendido a simplemente cerrar el pico —dijo Eva.

    Antes de que Neil pudiera responder, Dan soltó una risa victoriosa mientras sujetaba el collar a lo alto desde la cadena. Luego se lo colocó a Caroline.

    —¡Gracias! Pensé que ya no podría llevarlo.

    —Sólo era cosa de cambiar la argolla, Cary —respondió Dan—. Podrías haberlo mandado a arreglar.

    —No —dijo Caroline, sujetando el collar con un ademán defensivo—. Antes le pongo un hilo que dárselo a un extraño.

    Dan se rió y le apartó un mechón de pelo del rostro a Caroline.

    El recuerdo parecía haber terminado, así que Eva comprobó el collar. Para variar, esta vez no actuaba como memento, aunque sí que le dio un enlace de recuerdo.

    —Toca explorar —anunció Eva mientras miraba alrededor. Los detalles estaban casi tan lúcidos como la última vez. Aunque ahora sólo veía una vaga luz blanquecina en las ventanas en lugar de un paisaje.

    Neil se acercó a la encimera, y Eva no pudo evitar buscar la urna, aunque sabía que no estaría ahí. En su lugar, encontró una fotografía enmarcada. Eran Dan y Caroline, muchísimo más jóvenes, probablemente en sus treintas, con árboles rosas de fondo. Neil silbó con tono apreciativo.

    —Esta Cary sí que era guapa de joven.

    —No es el momento, Neil.

    —Dicen que el amor es ciego, pero Dan definitivamente tenía buena vista.

    —Cállate.

    —¿Por qué crees tú que no se casaron? Se les ve felices en esta foto.

    —Quizá lo descubramos si seguimos trabajando.

    —Que aguatrabajos eres.

    Eva contuvo un suspiro y caminó hacia la entrada del salón. Una vez en el corredor, se topó con Dan, quien estaba abriendo la puerta principal para dejar entrar a Caroline. Se recibieron con un fuerte abrazo, y eso le dio un enlace de recuerdo. Al girarse, Eva notó que la puerta que daba a la cocina estaba bloqueada con una sombra negruzca, por lo que la ignoró y fue directamente a la habitación de Dan. La puerta estaba abierta, así que se asomó.

    Era básicamente un estudio. Una cama individual estaba recostada en una esquina, y en la opuesta estaba un escritorio sobre el cual descansaba una enorme computadora y dos monitores. Eva no sabía mucho de esas cosas, pero parecía bastante cara. En la esquina derecha cerca de la entrada había un pequeño librero, y en la esquina opuesta había un armario.

    Dan se encontraba sentado en la costosa silla de escritorio, leyendo un grueso libro sin cubierta ni título visible. La computadora estaba encendida, aunque sólo había una luz blanca. Por lo demás, estaba bastante ordenado. Incluso la papelera al costado del escritorio sólo tenía unos cuantos folios arrugados dentro.

    —Ciertamente se ve mejor ahora que con todo ese equipo médico —dijo Neil detrás de Eva. Ella se hizo a un lado y él entró como si fuera dueño del lugar—. Ah, un enlace por entrar. Maravilloso.

    Eva miró su menú, y efectivamente tenía un tercer enlace. Bueno, supuso que no debía quejarse si avanzaban rápido. El timbre sonó, y Dan dejó el libro sobre el escritorio y salió de la habitación.

    —Qué anticuado, la verdad —dijo Neil mientras tomaba uno de los libros para hojearlo—. ¿Para qué quieres estos bichos ocupando espacio cuando puedes tenerlos todos en tu kindle?

    —Tú aún vas al cine, en lugar de ver los estrenos en la comodidad de tu casa como la gente normal.

    —¿Perdona? Yo soy un connaisances. Esto sólo acumula polvo.

    —Me parece que así no se pronuncia esa palabra —dijo Eva, luego se dirigió hacia el libro sin cubierta que había estado leyendo Dan. Parecía más una especie de borrador que un libro propiamente dicho. Había algo escrito en la primera hoja, algo que había estado oculto por las manos de Dan—. “Aliento del Alma. Confines de la Eternidad.”

    Como un rayo, Neil estaba de pronto a su lado, haciendo que Eva soltara un pequeño grito de sorpresa. Afortunadamente, Neil estaba más concentrado en el libro que en ella. Desafortunadamente, Neil estaba más concentrado en el libro.

    —Esto… No puede ser…

    —Si me das un sermón de una hora —advirtió Eva—, te prometo que te arrojaré del próximo sitio alto que vea.

    —Deja tus pétreas amenazas para otro momento, Eva. ¡Este es el descubrimiento del siglo! ¡Es casi tan grande como el microondas!

    —¿Me lo dirás hoy o hasta que nos amanezcamos aquí?

    Neil cerró el libro y le mostró la portada a Eva como respuesta. Al ver que ella seguía sin entender, Neil puso los ojos en blanco y decidió explicar.

    —¡Dan es en realidad el famoso escritor Daniel L. Vine!

    —Estoy segura que se llama Dan Thinn, búho estúpido.

    Neil gruñó y dejó el pesado libro sobre el escritorio.

    —Es su nombre artístico, cabeza de chorlito. Además, en su perfil decía claramente que era escritor retirado. Y la edad coincide también.

    —Pensaba que no leías los perfiles de los clientes.

    —¡Eva! ¡Ahora no es el momento para minucias! ¡Acabo de descubrir que compartí vino con el autor de Aliento del Alma! ¡Ahora puedo morir en paz!

    Eva suspiró y seleccionó el libro con su menú. Efectivamente, era el memento que necesitaban para saltar.

    —Bueno, felicidades, conocerás toda la vida y traumas de tu ídolo.

    —Un momento. ¿No sabes nada de Aliento del Alma?

    —Sé que me arrepentiré, pero no.

    —¡¿Cómo es eso posible?! —Neil gritó, sujetando a Eva por los hombros—. Puedo entender que no te guste ir al cine. Te perdono que no veas casi películas ni series en internet. ¡Pero no concibo que ni siquiera te suene ese nombre!

    Eva frunció el ceño.

    —Bueno, perdóname por concentrarme en mi trabajo. Algunos queremos un ascenso.

    —¡Esto va más allá del trabajo! Aliento del Alma es la serie más famosa de hace diez años. De verdad, ¿es que vives bajo rocas?

    —¿Diez años, Neil? Estaba incluso más ocupada entonces, terminando mi doctorado.

    Neil la miró y dejó salir un pesado suspiro.

    —De verdad, no entiendo cómo es que somos amigos.

    Eva preparó el memento y comenzó a activar los enlaces de recuerdo. De verdad, habían pasado tantos años que ya no recordaba cómo es que le había empezado a hablar a Neil, mucho menos cómo es que llegaron al punto de ser colegas en la misma empresa.

    —Un misterio eterno —dijo, y luego activó el memento.
     
    • Me gusta Me gusta x 1
  3.  
    Hakuno

    Hakuno Entusiasta

    Aries
    Miembro desde:
    15 Octubre 2006
    Mensajes:
    159
    Pluma de
    Escritor
    Título:
    Contigo y sin ti
    Clasificación:
    Para adolescentes. 13 años y mayores
    Género:
    Romance/Amor
    Total de capítulos:
    7
     
    Palabras:
    3669
    Ey.

    Capítulo 3. Si te hubiera tenido conmigo, de verdad conmigo, me habría esforzado más.

    El salto los llevó a un pequeño cubículo dentro de una oficina amplia. Sombras blancas y negras caminaban de aquí a allá, representando un gran flujo de actividad. Dentro del cubículo estaba Dan, sin diferencia física del recuerdo anterior, y otro hombre cuyos rasgos estaban un poco emborronados, aunque aún se le notaba la expresión compungida.

    —… Sé que puedes lograrlo, Dan —decía el hombre. El libro sin cubierta era ahora sólo una página, colocada en la pequeña mesita entre los dos—. Con el estreno de la segunda temporada de Aliento del Alma, la gente está comenzando a ponerse nerviosa porque aún no hay material para la última temporada. ¿No crees que tus fans se merecen un final apropiado?

    —Yo también lo quiero —dijo Dan mientras observaba el folio—. Es sólo que… Bueno, no consigo hilar bien las escenas en mi cabeza.

    El otro hombre golpeteó la mesa con un dedo. Al cabo de un rato, metió la mano en el maletín que tenía al lado y sacó de él un libro que colocó encima de la hoja. El título rezaba “Aliento del Alma. La Guerra Infinita”.

    —El primer libro de la saga —comentó Neil con extraña fascinación.

    —Mira, Dan. Es gracias a ti que pude afianzarme en la editorial —dijo el hombre—. Te debo una. Así que haré lo posible por impedir que la productora se invente un final. Mientras tanto, vuelve a leer tus libros. Quizá te ayude.

    Dan se quedó viendo el libro por un rato largo.

    —Sí… Sí, me esforzaré. Gracias, Mike.

    Con el recuerdo ya terminado, Eva observó un poco mejor sus alrededores. Todas las paredes de la oficina estaban vacías, y también lo estaban los escritorios de las decenas de sombras que habitaban el lugar. O Dan no prestaba atención cuando iba a la editorial, o iba muy pocas veces.

    Neil se acercó al libro que había sacado Mike.

    —Este es nuestro memento —dijo, e inmediatamente se colocó en una pose extraña.

    —Neil…

    —Esta es mi única oportunidad —dijo Neil con aire dramático—. Si no la aprovecho, estaré traicionando a todos los fans de Aliento del Alma. ¡Es ahora o nunca! ¡Shasharah!

    Con un movimiento que sorprendió a Eva por lo complicado que parecía, Neil movió las manos alrededor del libro, como si estuviera dibujando un domo, y luego dio una vuelta e hizo ademán de golpear su domo imaginario. Y con eso, el memento estaba preparado.

    Neil sonrió de oreja a oreja.

    —Bien —dijo—, todas esas horas de práctica rindieron sus frutos.

    Eva decidió que lo mejor era no preguntar al respecto, por lo que activó el memento.

    La siguiente escena era, nuevamente, en casa de Dan. La diferencia era que había bastante más gente. Y no sólo eso, en cuanto el sistema terminó de cargar el recuerdo, Eva se dio cuenta que Dan parecía haber rejuvenecido unos diez años. Su cabello apenas comenzaba a encanecer, y su barba completa -que lo hacía ver muy diferente a su yo del presente, completamente afeitado- tenía dos líneas blancas en la barbilla, mientras que el resto era negra.

    Dan estaba sentado en el sofá de un asiento. A su derecha estaba Caroline, cuyo cabello era de un hermoso negro azabache, y su piel estaba más bronceada y cuidada. En el salón estaba también Luke, que tenía un porte mucho más recto y atlético, y a su lado había una mujer de cabello rojo. En el otro sillón estaba un hombre que parecía la viva imagen de Dan, aunque varias décadas mayor. Su padre, probablemente. Después estaban otros dos hombres, uno de edad parecida a la de Dan, y el otro unos veinte años más joven.

    Al fondo de la habitación había otras tres mujeres de edades muy dispares platicando.

    —¿Una fiesta? —preguntó Eva.

    Como para responder a su pregunta, Dan se levantó y llamó la atención de todos los presentes. Definitivamente se le veía mucho más joven, lleno de energía.

    —Gracias por venir a esta pequeña fiesta —dijo Dan mientras miraba a todos a los ojos—. Realmente no pensaba que mi primer libro llegaría a estar entre los más vendidos. Pero aquí estamos. La verdad es que se lo debo a todos ustedes que siempre me apoyaron. —Levantó una copa llena champagne, lo que instó a los demás a hacer lo mismo—. ¡Salud!

    —¡Salud!

    La fiesta siguió un curso más calmado, con conversaciones y risas por aquí y por allá. Había un tenue ritmo de fondo, probablemente música, aunque el programa no había podido recuperarlo del todo.

    —Bueno, ¿Y ahora qué? —preguntó Neil.

    Eva miró al libro que había sido el memento, colocado en la mesita del centro. El menú no lo detectaba como memento, aunque sí que le dio un enlace de recuerdo.

    —Toca explorar otra vez —dijo Eva.

    —Pero no lo entiendo —dijo Neil mientras revisaba la encimera—. No parece que Dan haya tenido una mala vida. Es un escritor famoso, tiene una casa bastante bonita y todo.

    —Hasta parece que eres nuevo en este trabajo —respondió Eva, tratando de escuchar la conversación que estaban teniendo Dan y Luke, aunque el audio estaba muy entrecortado.

    —Si vas a decir que quería haberse casado con Caroline, puedes olvidarlo.

    Eva decidió que no iba a poder escuchar nada relevante, así que se giró hacia el corredor.

    —Algo me dice que hay más.

    —Claro, por supuesto. Siempre hay más —se quejó Neil—. Nunca, ningún cliente, puede ser simple. No señor.

    Eva salió al corredor y notó que la luz de la cocina estaba encendida, por lo que se dirigió en esa dirección. Dentro estaba Caroline sentada en la mesa mientras Dan preparaba algo en la alacena. La iluminación también era diferente. Parecía ser de noche, pues la luz de la bombilla provocaba sombras más oscuras y definidas.

    Dan se dio la vuelta, con una taza en cada mano y se sentó al lado de Caroline, ofreciéndole una de las tazas. Caroline la aceptó, le sopló un poco y luego dio un sorbo.

    —Eso fue agotador —dijo Dan mientras se sentaba con un gruñido—. Recuérdame decirle a Jack que no vuelva a traer a su esposa.

    Caroline soltó una risita.

    —Qué malo eres.

    —¡No soy malo! Esa mujer es veneno con patas y todo el mundo lo sabe. Todos menos Jack.

    —Yo creo que sí lo sabe. Pero sigue con ella por sus hijos.

    Dan soltó un fuerte suspiro.

    —Eso es peor, y lo sabes.

    Caroline no dijo más, y Dan pareció apreciar el silencio mientras bebían lo que parecía ser chocolate caliente. Al cabo de un rato, Dan dejó su taza sobre la mesa y se acomodó en su asiento. Esto hizo que Caroline titubeara un poco.

    —Y… —dijo Dan. Caroline no respondió—. Sobre lo que hablamos…

    Caroline dejó su taza sobre la mesa y se le quedó viendo por varios segundos.

    —Danny, yo… Tú sabes que te quiero mucho. Me has ayudado demasiado… —Esbozó una débil sonrisa—. Sin ti, yo me habría ido hace mucho…

    —Deja de decir esas cosas.

    —Pero es verdad, Danny —respondió Caroline—. Tú has sido mi apoyo durante todos estos años… Y de verdad que quisiera ser el tuyo… Pero…

    Caroline dejó de hablar, y Dan tampoco parecía que quería añadir nada más. El silencio entre los dos se alargó durante casi un minuto, y Eva estuvo a punto de rebobinar el recuerdo por si se había quedado congelado, hasta que Dan soltó una pequeña carcajada.

    —Bueno, pues ni modo —dijo con una sonrisa que a Eva se le antojó forzada—. No todo se puede en este mundo. Aposté y perdí.

    —Lo siento…

    —Nada de eso —dijo Dan, tomándole la mano con gentileza—. No hay nada que se pueda hacer al respecto. Vamos, se hace tarde.

    Dan ayudó a Caroline a ponerse de pie, y ésta inmediatamente lo atrapó en un fuerte abrazo.

    —Lo siento mucho, Danny… De verdad que lo siento…

    Dan correspondió el abrazo y enterró su rostro en el cabello de Caroline. Estuvieron así otro rato, con ella disculpándose y él calmándola. Finalmente, cuando se calmó, Caroline terminó el abrazo y reconoció que ya era bastante tarde. Ella y Dan entonces salieron de la cocina. Eva los siguió, sin embargo, en lugar de verlos prepararse para salir, lo que vio fue a Dan entrar a la casa y cerrar la puerta detrás de sí mismo.

    Aparentemente, el recuerdo se había saltado por completo toda la secuencia de él llevando a Caroline a su casa.

    —¿Encontraste algo? —preguntó Neil al asomarse desde el salón.

    —Calla —dijo Eva.

    Dan se quitó el abrigo y lo dejó caer al suelo, luego se dirigió directamente hacia su habitación. Eva y Neil lo siguieron con cuidado, como si hacer cualquier ruido fuera a desmoronar el recuerdo.

    Tras entrar a su habitación, Dan tomó una pequeña cajita que estaba al lado de su computadora y la abrió. De ella sacó algo que parecía ser una bolsita plana de color rojo con un bordado muy bonito de flores, atada con un cordón blanco. Dan observó la pequeña bolsita por un momento y entonces, de pronto, la lanzó hacia el corredor, haciendo a Neil dar un pequeño grito de susto.

    Tras su exabrupto, Dan prácticamente colapsó, cayendo al suelo con la espalda hacia la pared. Entonces se acercó las rodillas al pecho, escondió el rostro en ellas y comenzó a llorar.

    —¿De qué me perdí? —preguntó Neil mientras recogía la bolsita del suelo.

    —No estoy segura —respondió Eva—. Pero creo que Caroline lo rechazó.

    —¿No está muy mayor para reaccionar así por un rechazo? —dijo Neil, jugueteando con la bolsita entre los dedos.

    Eva le arrebató la bolsita y la seleccionó con su menú. No fue sorprendente descubrir que era su siguiente memento.

    Ciertamente era extraño ese comportamiento en un hombre ya entrado en sus cincuentas. Y de todas formas, si Caroline lo había rechazado, ¿cómo es que habían seguido siendo tan cercanos literalmente hasta sus últimos días? ¿Habría sido otra cosa?

    —Supongo que lo sabremos pronto.

    Una vez activado el memento, el mundo se desvaneció al blanco de nuevo. Esta vez, el sistema tardó bastante en cargar el recuerdo.

    Para sorpresa de Eva, ya no estaba en casa de Dan. En su lugar, apareció en una especie de amplio parque rodeado de hermosos árboles de hojas rosas y blancas. Había muchísimas sombras ahí que hablaban en cientos de conversaciones que se perdían en un murmullo general apenas audible.

    Al mirar un poco a su alrededor, Eva encontró a Dan, muchísimo más joven, al lado de un igualmente rejuvenecido Luke. Ambos estaban viendo un pequeño estante que contenía cientos de bolsitas similares a la del memento, pero de distintos colores y diseños. El templo que se alzaba detrás era también muy bonito. Había un cartel enorme sobrepuesto en la entrada en japonés. Eva activó el traductor y las letras cambiaron a español para felicitar a los visitantes por la llegada de la primavera, en el año 2030.

    Lo que ponía a Dan aproximadamente en sus treinta y siete años.

    —Este sí que fue un buen salto —dijo Neil.

    Eva iba a concordar, pero entonces notó que Neil ya no tenía su bata, sino una especie de kimono verde oscuro.

    —Santa avellana, Neil, ¿qué demonios estás vistiendo?

    —Estamos en Japón, mujer. Es prácticamente un delito no vestir un yukata cuando se viene de vacaciones.

    No estamos de verdad en Japón, zoquete.

    Neil se encogió de hombros y tomó una cajita de un puesto cercano que contenía unas bolas café. Empezó a comérselas sin mediar otra palabra.

    Eva puso los ojos en blanco y se acercó a Dan, quien definitivamente parecía volverse más atractivo entre más joven era. Los años definitivamente lo habían tratado mal.

    —¿Son una especie de talismanes? —preguntó cuando Dan tomó aquél que había servido de memento.

    —Amuletos de la buena suerte —dijo Neil—. Ese es un enmusubi. Un talismán para encontrar el amor o para el amor duradero.

    Eva alzó una ceja.

    —¿Desde cuándo sabes tanto de talismanes orientales?

    —Desde que lo leí en ese cartel de allá —respondió Neil, señalando el cartel escrito en conveniente inglés al lado del estante de talismanes.

    Ciertamente, Eva se sintió bastante torpe, así que decidió actuar como si no hubiera pasado nada. En su lugar, se acercó más a Dan y a Luke para poder escuchar su conversación.

    —Esto es ridículo —dijo Luke.

    —Lo sé.

    —Es muy ridículo. Es casi tan ridículo como aquella vez que intentaste enseñarle a Vero a bailar.

    —Lo sé.

    —Si te lo digo es porque parece que no lo sabes —insistió Luke—. En serio, Dan. Simplemente ve y pídele matrimonio.

    Dan no respondió inmediatamente, dándole vueltas al talismán entre los dedos.

    —Eso es precisamente lo que planeo hacer —dijo por fin.

    —Es… —Luke detuvo su respuesta al oír eso—. ¿De verdad? —Dan asintió—. Entonces, ¿para qué quieres el talismán? Tú y yo sabemos que te dirá que sí.

    —A veces siento que no escuchas lo que te digo —repuso Dan.

    —Sí te escucho, Dan —dijo Luke—. Pero eso fue hace años, y las circunstancias tampoco eran las mejores.

    Dan siguió dando vueltas al talismán con los dedos.

    —No puedo, sinceramente, fingir que no me afecta —dijo Dan—. Pero tampoco quiero darme por vencido…

    —Y sin embargo, aquí estás, comprando un talismán de amor.

    —Y sin embargo, aquí estoy —dijo Dan con un fuerte suspiro—. Tienes razón, esto es estúpido.

    Dan dejó el talismán de vuelta en el estante y se dio la vuelta hacia donde estaban Caroline y la mujer llamada Vero. Las dos parecían estar disfrutando de unos bollos rellenos de crema.

    —Pues al final parece que sí que es sobre una mujer —dijo Neil, quien ahora tenía un enorme sombrero de paja y, sí, eso atado a su cintura era una katana.

    Eva canturreó dubitativa. El anterior recuerdo y el actual debían tener por lo menos diez años de diferencia. Era demasiado tiempo de espera entre una propuesta y un rechazo. ¿Qué habría pasado durante todo ese tiempo?

    —De cualquier forma, parece que tenemos un problema —dijo, echando un vistazo a las borrosas sombras en forma de personas.

    —Cierto, si consigo otra katana, no podré sentarme correctamente.

    —Eso no, tonto. Estamos en un recuerdo cerrado. Tenemos que buscar un memento.

    Neil se frotó la barbilla en un ademán pensativo, aunque según la experiencia de Eva, seguramente estaba pensando en alguna otra idiotez que hacer para sacarla de quicio.

    Eva caminó hacia Dan, quien estaba ahora platicando con Caroline y Vero. Luke no estaba en ningún sitio. Era una sensación extraña, estar en un espacio tan abierto y al mismo tiempo saber que estaba atrapada ahí. ¿Habría algún memento cerca?

    Pero, este lugar daba una vibra muy extraña. Los recuerdos solían volverse cada vez más borrosos entre más lejos del presente estaban. Había pacientes que incluso habían olvidado sus propios rostros. Si aquel cartel de felicitación era correcto, este recuerdo estaba más de cuarenta y cinco años en el pasado de Dan, y sin embargo, aunque la gente aparecía como sombras borrosas, todo lo demás se veía demasiado bien. Incluso los árboles se movían con un suave vaivén en el viento.

    Eso sólo podía significar que este era un lugar muy especial para Dan. Aún si era un recuerdo cerrado, podía ser una excelente fuente de información.

    —Siento interrumpir —dijo la voz de Luke, que de pronto apareció al lado de Eva, haciéndola soltar un gritito—. Necesito hablar con Vero sobre algo.

    Vero sonrió e inmediatamente fue con Luke. Por la mirada que estos compartieron, Eva concluyó que estaban dejando a Dan y a Caroline solos para que hablaran.

    En ese momento, Eva cometió el error de ver a Neil. El maldito la estaba mirando con una sonrisa siniestra. ¡Rábanos! Luke la había asustado, no era justo que eso le diera un arma a Neil para molestarla.

    —Cary —dijo Dan, y Eva agradeció la distracción—. Quiero hablar contigo de algo.

    Caroline lo miró con una expresión de feliz ignorancia que no debía tener ninguna mujer que ya estaba rascando los cuarenta años.

    —Claro. ¿Qué pasa?

    —Cary, te amo.

    Eso hizo que Eva alzara una ceja. Bueno, ciertamente no se podía decir que Dan no era directo. Caroline sonrió y soltó una risita.

    —Yo también te-

    —No —la interrumpió Dan—. Por favor, déjame terminar —Caroline guardó silencio, y Dan tomó una gran bocanada de aire—. Cary, sé que lo haces prácticamente de manera inconsciente… Olvidas esto porque tienes miedo, lo sé. Creo que ya te lo he dicho antes, pero te entiendo mucho más de lo que crees que lo hago… Pero no puedo seguir pretendiendo contigo… No quiero seguir haciéndolo… Y quisiera que tú también dejaras de pretender…

    Mientras Dan hablaba, Caroline bajaba cada vez más la mirada. Eva no podía ver su expresión, y supuso que Dan tampoco habría podido verla desde ese ángulo.

    —Cary, cuando te digo que te quiero, sabes que no viene desde un simple sentimiento de amistad. Desde siempre me he sentido así por ti… Así que, sí, te mentí. Pero no me disculparé, pues tú también mentiste… Nos mentimos para protegernos, pero al final, esas mentiras sólo nos condujeron hasta este punto.

    Dan cerró los ojos un momento.

    —¿Recuerda que te he dicho muchas veces que siempre estaré a tu lado? —preguntó y esperó hasta que Caroline asintiera levemente—. Después de lo que voy a decirte, sin importar tu respuesta, eso sigue en pie. Creo que… Creo que eso debería estar más que claro, después de lo que pasó con Lily.

    Hubo un momento de silencio. Dan alzó la mirada para observar su alrededor, y el recuerdo de pronto se volvió un poco más colorido. Eva incluso empezó a distinguir palabras provenientes de la multitud.

    —… Siempre estaré a tu lado, Cary, sin importar lo que pase —dijo Dan, casi en un susurro—. Porque te amo. Y porque te amo, y porque soy un bastardo egoísta, es que no puedo seguir pretendiendo que no es así, y no quiero que sigas pretendiendo haberlo olvidado… Te amo, y estaré siempre contigo. Por eso quiero que seas mi esposa.

    Caroline no respondió de inmediato. Desafortunadamente, Neil decidió que era el mejor momento para comentar.

    —Esta debe ser la propuesta de matrimonio más larga de la historia.

    —Cállate.

    —A estas alturas —continuó diciendo Dan—, el único cambio sería una firma en un papel.

    —… No lo sería —dijo Caroline con una voz tan baja que Eva casi no la escuchó.

    Dan la volteó a ver.

    —Supongo que tienes razón —dijo.

    Caroline se irguió, pero mantuvo la cabeza gacha y la expresión sombría.

    —Está bien —dijo Dan—. Puedes rechazarme. Sé que es muy abrupto de mi parte. No pasa nada. Sólo quiero que lo tengas presente…

    De pronto, el recuerdo se emborronó, aunque sólo durante un instante. Sin embargo, Dan y Caroline ya no estaban sentados en la pequeña banca. En su lugar, se encontraban unos pasos a la izquierda, cerca de un enorme cerezo. Vestían ropa distinta. Un rápido vistazo al cartel le dijo a Eva que era ahora el año 2038.

    —No importa cuántas veces me rechaces…

    El recuerdo cambió otra vez, y Dan y Caroline se encontraban ahora más cerca del templo. Caroline ahora vestía un hermoso kimono azul. El cartel indicaba el año 2034.

    —No importa cuántas veces tenga que intentarlo…

    Otro cambio. Dan y Caroline ahora estaban más al centro de la pequeña explanada. Año 2035.

    —Seguiré pidiéndote que te cases conmigo…

    Otro cambio. Dan y Caroline aparecieron cerca del estante de talismanes. Año 2031.

    —Lo seguiré intentando, una y otra vez…

    Dan sujetó a Caroline de los hombros, y sus atuendos cambiaron otra vez. Ahora era el año 2037.

    —Porque, aún si nunca me dices que sí…

    Caroline alzó la mirada con expresión compungida. Su cabello de pronto era más corto y su ropa más abrigada. Año 2033.

    —De todas formas, seguiré estando contigo, y tú conmigo…

    Sus ropas cambiaron otra vez, y un segundo Dan, con un cuerpo más transparente, se separó del original para comprar un talismán para la buena suerte en el amor.

    —No me rendiré, porque lo que siento por ti nunca cambiará…

    Con un último borrón, Dan y Caroline regresaron a estar en la misma banca del recuerdo original, con la misma ropa. El cartel efectivamente mostraba el año 2030 otra vez.

    —… Así que no te preocupes por nada más. Se honesta conmigo y contigo misma —dijo Dan mientras tomaba la mano de Caroline, haciéndola levantar la mirada hacia él—. Entonces… ¿Te casarías conmigo?

    Caroline cerró los ojos llenos de lágrimas y volvió a mirar al suelo. Un único “lo siento” salió de su boca, y Dan le soltó la mano, pero no dijo más.

    —De acuerdo —dijo Eva al cabo de un rato—. Tendré que ir en contra de mis principios y admitir que tenías razón, Neil. Esta es la propuesta de matrimonio más larga de la historia.

    —¡Ja! Yo siempre tengo razón.

    —Y… ya me arrepentí.

    Eva no sabía cómo sentirse al respecto sobre esta situación. En su larga carrera había visto muchos corazones rotos, desamores y demás. Un hombre que no recordaba conocer a su esposa, otro que sin saberlo quería recordar a su mejor amiga… Y, claro, muchos otros que habían vivido sus vidas enamorados de alguien, pero se habían casado y tenido familias con otra persona. Pero Dan parecía diferente. Nunca se había casado ni había tenido hijos. Y aparentemente, tampoco lo había hecho Caroline.

    Entonces… ¿Por qué ella lo había rechazado tantas veces? Desde el punto de vista de Eva, Caroline también había tenido sentimientos románticos por Dan…

    Eva sacudió la cabeza para borrar esas preguntas de su cabeza. Era inútil pensar en ello. Era imposible saber lo que Caroline había pensado, así que lo único que quedaba por hacer era seguir adelante y cumplir el deseo de Dan.

    Uno de sus arrepentimientos, pues, era jamás haberse podido casar con Caroline.


     
    Última edición: 23 Septiembre 2021
    • Me gusta Me gusta x 1
  4.  
    Hakuno

    Hakuno Entusiasta

    Aries
    Miembro desde:
    15 Octubre 2006
    Mensajes:
    159
    Pluma de
    Escritor
    Título:
    Contigo y sin ti
    Clasificación:
    Para adolescentes. 13 años y mayores
    Género:
    Romance/Amor
    Total de capítulos:
    7
     
    Palabras:
    2205
    Ey.

    Capítulo 4. Nunca te merecí, pero eso nunca te importó.

    —Bueno, toca buscar algún memento, ¿no? —dijo Neil. Aparentemente, había decidido por fin deshacerse de su ridículo disfraz y volver a su más profesional bata.

    Eva suspiró. Aquella superposición de recuerdos había sido bastante desconcertante.

    —Aún están las sombras de los Dans de otros recuerdos —dijo Eva, viendo a su alrededor—. Tal vez podamos forzar los mementos hasta salir de este recuerdo cerrado.

    —O podríamos quedarnos aquí —refutó Neil—. Siempre he querido visitar Japón.

    Eva decidió ignorarlo y se puso a buscar a su alrededor. Las sombras de los recuerdos superpuestos habían dejado de moverse, pero conservaban los rasgos bien definidos. Extrañamente, Luke y Vero sólo aparecían una vez. Tal vez sólo habían ido a ese viaje en grupo una vez.

    Honestamente, tener que forzar un memento era siempre un fastidio. Los mementos normales permitían saltos de un promedio de siete años en la memoria del cliente. A veces se encontraban los que daban saltos de décadas, y los menos usuales eran los que saltaban un año o menos. Los mementos forzados usualmente tenían ese último efecto.

    Pero, en fin, tampoco habían muchas más posibilidades. Y de todas formas necesitaban salir de ese recuerdo pronto si querían terminar antes de la hora de cenar.

    Ahora, ¿cuál podría ser un buen objeto para forzar el memento?

    —¿Por qué no usamos a la propia Caroline? —sugirió Neil.

    Eva estuvo a punto de decirle lo estúpido que estaba siendo, pero se detuvo. Los mementos sólo podían ser objetos de valor, pero claro, ¿qué tenía Caroline que podía ayudarles a dar un salto?

    —Bueno, pues al final resulta que sí que piensas —dijo ella, acercándose a la sombra de Caroline más cercana al centro del parque. Con cuidado de no estropear la sombra, Eva tomó el collar del símbolo raro y se lo quitó—. Anda, ayúdame a recolectar los collares.

    —Sabes, a veces puedes llegar a ser muy hiriente —dijo Neil mientras se ponía a trabajar.

    —Tú eres siempre un bufón y no me ves quejándome todo el tiempo.

    —Pues de hecho sí, sí que te quejas. Y eso que mi actuación es de cinco estrellas.

    Sólo les tomó un par de minutos recolectar unos ocho collares. Todos eran tan nítidos que no parecían recuerdos de más de cuarenta años.

    Eva los seleccionó todos desde su menú y comenzó el proceso de preparación. Afortunadamente, al ser ocho fragmentos de un mismo recuerdo, y objetos de memento anteriores, el sistema los preparó rápidamente. Una vez preparado, Eva activó el memento, esperando tener suerte y dar un salto grande.

    El mundo se tornó blanco nuevamente. La construcción del recuerdo tomó casi cinco minutos de reloj, que era todo un récord para los mementos forzados.

    Eva apareció en el salón de una casa que no reconoció. Parecía estar amaneciendo por la tenue luz blanquecina que se colaba por las ventanas. Los muebles eran bastante simples, y en las paredes habían ilustraciones varias de personas que Eva no conocía.

    —Vaya, esto sí que es interesante —dijo Neil, quien miraba hacia un sillón con aire analítico.

    Eva siguió la mirada de Neil. E inmediatamente sintió sonrojarse.

    Dan y Caroline estaban ahí acostados en completo silencio, con sólo una manta para resguardar sus cuerpos desnudos del frío. Caroline respiraba tranquilamente mientras yacía dormida sobre Dan, quien le acariciaba gentilmente el hombro.

    —Uno pensaría que habrían hecho esto después de las propuestas de matrimonio.

    Eva se giró un momento y notó que, encima de la mesita de centro, había una botella de vino vacía y un par de copas. Al lado del sillón estaba amontonada la ropa de ambos.

    —No me parece a mí que esto fuera algo regular —observó Eva.

    Entonces vió algo destellar por el rabillo del ojo y se giró de vuelta hacia la pareja. Dan tenía el collar de Caroline en la mano y lo estaba observando mientras seguía acariciándola con la otra mano.

    Eva seleccionó el collar y, de pronto, el recuerdo se desvaneció por un segundo y se volvió a construir. El escenario no cambió, excepto que ahora era de noche, y Dan estaba apenas sirviendo lo que Eva supuso serían sus primeros tragos.

    —¿Y bien? —preguntó Caroline cuando Dan le tendió su copa.

    —Es… Algo complicado de decir —dijo Dan, dándole un pequeño sorbo a su copa—. Sinceramente, no estoy seguro de por dónde empezar.

    —Por el principio, claro —dijo Caroline.

    Dan suspiró y dejó su copa en la mesa. Entonces hurgó un poco en su chaqueta y de un bolsillo sacó un brazalete plateado. Eso hizo que Caroline jadeara sorprendida.

    —Danny, eso es…

    —Sí —dijo él—. Lily terminó conmigo.

    —Pero, ¿por qué? No sabía que habían estado teniendo problemas.

    —Supongo que simplemente se cansó de mí —dijo Dan mientras guardaba el brazalete de vuelta en su chaqueta—. Aunque, siendo honesto, una parte de mí ya lo veía venir.

    —Danny…

    Dan se inclinó hacia adelante y descansó las manos en su regazo.

    —¿Y no intentaste hacer que se quedara? Seguro que si le pides que no se vaya…

    —Sabes que no soy así, Cary —respondió Dan—. Ella tomó su decisión, y yo la respetaré. Además, creo que es lo mejor. Estos últimos meses habían sido muy tensos sin motivo alguno. O ella explotaba de la nada, o lo hacía yo.

    Un silencio sepulcral cayó entre ellos, y sólo se podía escuchar el sonido de la lluvia golpetear en las ventanas.

    —… Y… ¿No te dijo nada sobre mí? —preguntó Caroline al cabo de un rato.

    Dan pareció no haberla escuchado, pues su expresión ni siquiera se alteró un poco. Sin embargo, contestó tras unos segundos.

    —Eso no importa.

    —¿Cómo que no? Tienes que ir con ella ahora mismo. Si esto pasó por mi culpa, entonces…

    —Eres mi mejor amiga, Cary —la interrumpió Dan—. Si Lily no puede concebir que seas parte de mi vida, entonces no hay nada más que hablar.

    —Pero…

    Dan sacudió la cabeza y tomó su copa para dar otro trago de vino.

    —Es mejor así. No puedo imaginarme una vida llena de tensión e incomodidad con alguien a quien no amo.

    Caroline suspiró y también sorbió un poco.

    —Y yo que quería sobrinos.

    Dan soltó una carcajada, sin embargo, desde el punto de vista de Eva, su expresión carecía por completo de esa jovialidad que intentaba aparentar. Le tomó un par de segundos poder formar una expresión medianamente feliz en el rostro antes de girarse hacia Caroline.

    —Tal vez adopte un perro.

    Caroline pareció sonreír.

    —Uno chiquito, para que lo pueda cargar siempre.

    —Los Schnauzer miniatura son mis favoritos, de todas formas —dijo él.

    Ambos rieron, aunque no parecía haber ni una pizca de alegría. El resto de la conversación se emborronó un poco, por lo que Neil decidió hablar.

    —Así que salía con otra —dijo Neil, acercándose a la mesita—, a pesar de estar enamorado de Caroline.

    —Quizá sólo intentaba olvidar a Caroline —dijo Eva—. Lo hemos visto muchas veces con otros clientes.

    —¡Cállate! —dijo Caroline, y por un momento Eva pensó que de alguna forma la había escuchado. Pero la risita con la que lo dijo dejaba claro que no era así.

    —¡Es verdad! —dijo Dan tras darle un largo trago a su copa—. ¡La fachada entera! ¡Pum! Adiós. Y luego van y dicen que le cayó un rayo al edificio. Como si fuéramos idiotas.

    Rieron, y Dan sirvió un poco más de vino en la copa de Caroline. Aparentemente, el recuerdo se había saltado el tiempo suficiente como para que ya casi no quedara nada en la botella.

    —Maldición —dijo Eva—. Otro recuerdo cerrado.

    —¿Intentamos de nuevo con el collar? —preguntó Neil—. Seguro que lo lleva puesto.

    Eva lo consideró. Precisamente por esto odiaba forzar mementos. Pero, en fin, tampoco es que tuvieran más opciones. Sin embargo, antes de que pudiera pausar el recuerdo, Dan sacó el brazalete de antes y comenzó a inspeccionarlo.

    —Lo siento —dijo Caroline, perdiendo por completo su sonrisa—. Por tí y por Lily.

    Dan dejó el brazalete sobre la mesa y se empinó el resto de su vino de un trago.

    —Da igual.

    —Danny… ¿La amabas?

    —No.

    —¿De verdad? ¿Nunca la amaste?

    —… No lo sé —admitió Dan—. La quería, y me gustaba pasar tiempo con ella, pero… No… No lo sé...

    Caroline dejó escapar un suspiro por la nariz y puso su copa en la mesa.

    —Pero, ¿por qué no?

    Dan volteó a ver a Caroline, sorprendido. Su tono había sonido casi triste, culposo. Dan movió la boca un poco, como intentando encontrar la respuesta, pero no musitó nada. Frunció el ceño y se sirvió lo último que quedaba de vino, luego se lo bebió todo de golpe.

    Entonces, con la torpeza y el coraje característicos del alcohol, Dan tomó a Caroline de detrás de la cabeza y le plantó un beso en la boca. Caroline, sorprendida, intentó alejarse, pero el agarre de Dan era engañosamente fuerte. Sin embargo, al cabo de unos segundos, ella también lo abrazó y le devolvió el beso.

    Antes de que Eva pudiera reaccionar, Dan tenía a Caroline acostada en el sillón, sus labios bebiendo de los de ella, sus manos recorriendo su cuerpo, desvistiéndola.

    El recuerdo se pausó justo antes de que la escena pudiera llegar a generar problemas legales con la agencia.

    —Lamento arruinar la diversión —dijo Neil con ese tono burlón que Eva tanto odiaba—, pero creo que tenemos nuestro memento.

    Eva finalmente apartó la mirada de la ebria pareja y se giró hacia el brazalete que Dan había dejado sobre la mesa… Que ahora estaba en el suelo. ¿En qué momento…?

    —Ese no, señorita voyeur.

    —No me llames así.

    Neil señaló, y Eva siguió esa dirección hacia Caroline. O mejor dicho, hacia su collar, que se había salido del collar de su blusa y colgaba del sillón.

    —Al final sí que es el collar otra vez —dijo Neil felizmente mientras preparaba el memento.

    Eva nunca lo iba a reconocer, pero se alegraba de que Neil siempre tuviera la cabeza fría y reaccionara debidamente ante estas situaciones. De otra forma, probablemente ya habría sido despedida y demandada. Muchas veces.

    Neil activó el memento con otro grito sacado de algún videojuego y la escena se desvaneció.

    Esta vez, el recuerdo los llevó a un aeropuerto. Nuevamente, el edificio estaba demasiado vívido para tener tanto tiempo. Un enorme reloj digital en una columna incluso mostraba, muy nítida, la fecha y hora. Octubre de 2023. Unos siete años antes del recuerdo superpuesto de Japón.

    Habían muchas sombras de personas por todos lados, tantas que Eva casi no vio a Dan, que recién terminaba de bajar unas escaleras mecánicas. En cuanto su maleta pudo rodar por el suelo, Dan salió corriendo hacia la multitud con una enorme sonrisa. Pasó por delante de Eva y Neil y prácticamente chocó contra Caroline. Dan soltó su maleta y cargó a Caroline por los aires durante un par de vueltas.

    Por algún motivo, ambos estaban llorando.

    —Hasta parece que no se han visto en años —dijo Neil.

    —Puede que…

    —Que… ¿Qué?

    Eva se acercó un poco a Dan y a Caroline, que ignoraban a la muchedumbre alrededor.

    —¿Estás pensando lo mismo que yo? —insistió Neil.

    —Estoy completamente segura de que no.

    —Creo que esta es una reconciliación después de una fuerte pelea.

    Pues sí, Eva estaba pensando eso, pero no pretendía darle la razón a Neil, así que no dijo nada.

    Finalmente, Dan terminó el abrazo y ambos se secaron las lágrimas.

    —No sabes lo feliz que estoy ahora mismo —dijo Dan—. Después de tanto tiempo…

    —Yo también —dijo Caroline mientras terminaba de secarse las lágrimas con las mangas de su sweater.

    —Ah, cierto, antes de que se me olvide —dijo Dan. Entonces procedió a abrir la otra pequeña maleta que llevaba colgada del brazo y sacó una pequeña cajita de plástico. Se la tendió a Caroline—. Feliz cumpleaños.

    Los ojos de Caroline parecieron brillar. Aceptó la caja y la abrió. Ahí dentro estaba el collar del símbolo extraño.

    —¡Qué bonito!

    Dan tomó el collar y procedió a ponérselo a Caroline, quien sonreía de oreja a oreja. Cuando Dan terminó, Caroline sujetó el collar y nuevas lágrimas aparecieron en sus ojos.

    —Siempre me estás dando cosas…

    —No las suficientes —dijo Dan—. Pero me alegro que te guste.

    —Ay, pero ¿cómo no me va a gustar? Si es el símbolo de mi esposo Aloran.

    Dan rió un poco.

    —Sí, ya. Por eso es que te lo mandé hacer.

    Caroline cerró los ojos un momento y volvió a abrazar a Dan.

    —Pero, aún así, poder abrazarte es el mejor regalo de cumpleaños.

    Dan le correspondió el abrazo.

    —Eso también me alegra.

    Neil se inclinó un poco hacia Eva con las manos en la cintura.

    —Esto no parece una reconciliación —dijo él.

    —Excelente deducción, Sherlock —musitó Eva mientras observaba el abrazo—. ¿Sabes algo de ese tal Aloran?

    —Para empezar, dudo mucho que sea una persona real.

    —¿Algún personaje de una serie o película?

    —Eso creo.

    Eva supuso que esa era una deducción tan buena como cualquiera. Aunque ciertamente le sorprendía que tuviera tanto valor sentimental para Dan como para fungir como memento en tantas ocasiones.

    Sin embargo, no le sorprendió descubrir que el collar era, nuevamente, el memento para saltar.
     
    • Me gusta Me gusta x 1
  5.  
    Dark RS

    Dark RS Caballero De Sheccid Comentarista empedernido

    Capricornio
    Miembro desde:
    20 Marzo 2012
    Mensajes:
    1,641
    Pluma de
    Escritor
    Saludos.

    Comienzo diciendo que ni yo mismo sé por qué razón me dio por leer esta historia. Creí era un original e iba a comentar conforme, luego vi la sección en la que está y me di cuenta de mi error.

    No conozco Finding Paradise ni To The Moon, y me da flojera averiguar sobre ellos, pero puedo suponer de qué van por esta historia.

    Honestamente me va gustando mucho. La parte de viajar entre los recuerdos de las personas para darles un final feliz, por decirlo así, es bastante llamativo, imagino de eso van los juegos y es la historia de Dan lo original.

    Solo puedo suponer un final emotivo. Y espero sea del tipo que casi lo hace llorar a uno.

    Leeré los restantes capítulos (los que se añadirán desde mañana, supongo) probablemente días después de publicados.

    Vale la pena leer la historia. No se necesita conocer nada de los juegos, ¿o será solo un juego?, para entender el mundo, los personajes están claramente desarrollados, solo que no puedo dar fe que sean fieles a la obra original, la tecnología es algo que ya se ha visto antes, digamos una especie de Matrix, por lo que es fácil entenderla.

    Quiero ver la razón de Caroline para siempre rechazar la propuesta. Es el misterio que engancha en la historia.

    Ten un ey por capítulo. Ey, ey, ey, ey.
     
  6.  
    Hakuno

    Hakuno Entusiasta

    Aries
    Miembro desde:
    15 Octubre 2006
    Mensajes:
    159
    Pluma de
    Escritor
    ¡Gracias por tu comentario (y por los Ey)!

    Así como dices, To the moon y Finding Paradise tratan de los doctores Eva y Neil atendiendo pacientes diferentes en cada juego (el 30 de este mes sale el tercer juego). Así que, sí, esta historia de Dan es original mía. Traté de darles a Eva y a Neil las personalidades que tienen en los juegos, así que no debería salirme mucho de lo establecido. Decidí utilizar estos juegos como base precisamente por esta facilidad que tienen de crear tus propias ideas y aún así poder tratarlas casi dentro del canon. Sólo es un cliente más, después de todo.

    ¡Espero que te guste el final!

    Saludos.
     
    • Adorable Adorable x 1
  7.  
    Hakuno

    Hakuno Entusiasta

    Aries
    Miembro desde:
    15 Octubre 2006
    Mensajes:
    159
    Pluma de
    Escritor
    Título:
    Contigo y sin ti
    Clasificación:
    Para adolescentes. 13 años y mayores
    Género:
    Romance/Amor
    Total de capítulos:
    7
     
    Palabras:
    3198
    Ey.

    Capítulo 5. Si aquella vez hubiera resultado en más, podría haber tenido la excusa perfecta para hacerte feliz.

    El nuevo lugar era una habitación desconocida y extremadamente pequeña. Las paredes eran blancas, pero sin decoración alguna en ellas. La cama y el escritorio ocupaban la mayor parte del diminuto espacio, con un closet de pared que abarcaba uno de los lados.

    Dan estaba sentado en la silla de escritorio, mientras que su amigo Luke estaba en la cama. A Eva le pareció que Luke se veía mucho más joven y en forma que Dan en este recuerdo.

    —¿Cuándo dices que vas? —preguntó Luke.

    —El avión despega el viernes por la mañana. Si todo sale bien, debería aterrizar poco después del mediodía.

    Luke levantó la caja de plástico que tenía en el regazo. En ella estaba el collar que Dan había comprado para Caroline.

    —¿Y cuánto te costó esto?

    —Se dice el pecado, no la penitencia.

    Luke puso los ojos en blanco y cerró la caja para después ponerla sobre la mesita de noche.

    —Mira, Dan. Sé que estás emocionado, pero como tu amigo, tengo que pedirte que no vayas muy esperanzado.

    Dan arrojó la cabeza hacia atrás y dejó salir un fuerte suspiro.

    —¡Pero qué fastidio! ¡Que ya lo sé!

    —No necesitas enojarte.

    —Luke, ponte un momento en mis zapatos. Tú y todo mundo llevan años jodiendo con el tema —dijo Dan—. Pero me molesta más que tú me digas nada. Haces parecer que se te olvidó cómo nos conocimos.

    —Ya, pero nosotros siempre vivimos en la misma ciudad —respondió Luke—. Nos conocimos al año, y eso sólo porque yo estaba de vacaciones. Con Caroline es distinto —dijo, y luego se pasó una mano por el pelo—. Mira, confío en tí, y hasta cierto punto, también en ella. Pero lo que no quiero es que te lleves la decepción de tu vida.

    —Bueno —dijo Dan con una risita—, eso es imposible, siendo que ya me la llevé hace años.

    Luke bufó y se sujetó el puente de la nariz por un momento.

    —Te lo dije entonces, y te lo repito ahora. Eso fue simple mala suerte. Un mal momento, vaya.

    Dan se encorvó en su silla mientras sacudía la cabeza.

    —No puede ser mala suerte si toda mi vida está llena de malos momentos —dijo—. Mira, de cualquier forma, el que creas que no he considerado el peor escenario posible me hace replantearme lo mucho que dices conocerme.

    —De acuerdo, está bien —dijo Luke—. Igual sabes que te deseo lo mejor. Por mí que te acompañe a tu hotel y se acuesten esa misma noche.

    Dan esbozó una sonrisa.

    —¡Ja! Y tú diciendo que no pensabas en eso.

    —Eres un idiota —dijo Dan, pero siguió sonriendo a su amigo.

    Con eso, el recuerdo finalmente llegó a su fin, pues ambos jóvenes dejaron de moverse. Eva canturreó para sí, pues algo en la conversación la estaba molestando.

    —Buenas noticias —dijo Neil, quien se había acercado a inspeccionar el escritorio—. La computadora esta parece ser el siguiente memento.

    —Genial —respondió Eva—. Si nos apuramos, quizá terminemos antes de las seis.

    Neil preparó el memento con otra floritura de movimientos. Eva simplemente sacudió la cabeza. De verdad que era imposible que ese hombre actuara como adulto. Lo verdaderamente sorprendente, sin embargo, era que cada vez gritaba un ataque o un movimiento distinto. Esta vez había sido un expelliarmus. Eva había decidido que, mientras Neil hiciera su trabajo, podía jugar con los mementos todo lo que quisiera.

    El salto los llevó a exactamente la misma diminuta habitación. Luke ya no estaba, y Dan estaba sentado frente a su computadora, con los audífonos puestos.

    —En fin —dijo Dan. Eva entonces se dio cuenta que en la pantalla del monitor estaba Caroline—. ¿Ya te estás acostumbrando?

    —Sí, bueno. Más o menos —dijo Caroline. Su voz tenía un dejo de nerviosismo, aunque era difícil saberlo, pues el programa estaba interpretando su voz con bastante estática—. Mi prima me está ayudando mucho, y ya sabes que no me gusta ser una molestia. Y todavía no he encontrado empleo.

    —Ya lo encontrarás, ten paciencia —dijo Dan—. Por cierto, yo te tengo una sorpresa.

    —¿Ya salió el último libro de Tormentas de Guerra?

    Dan rió un poco.

    —No, sale en Febrero, ya te dije —respondió Dan y se irguió un poco más en su asiento—. Tenía esto planeado desde hace mucho, pero ya sabes, las circunstancias y tal… En fin, que anoche compré lo necesario para ir a verte este viernes.

    Caroline se quedó paralizada por un par de segundos, y su rostro no parecía decidirse por una sola expresión. Al cabo de un rato, finalmente soltó un grito de júbilo que hasta hizo retroceder un poco a Eva.

    —¡¿De verdad?! —preguntó Caroline con la voz temblorosa.

    —Sip —respondió Dan con una gran sonrisa—. Quería comprar el boleto antes, pero entre tantas cosas se me fue olvidando, y...

    —Está bien —dijo Caroline, y Eva notó que tenía los ojos enrojecidos y… sí, esas eran lágrimas—. No pasa nada. Estoy muy contenta… Danny, yo… No sé qué decir…

    —Sólo di que me recibirás en el aeropuerto —dijo Dan—. Y, como te vengo diciendo desde hace años, no esperes ni que te diga hola. Te voy a dar un abrazo de oso así de esos que te levanto y te doy vueltas.

    Caroline rió con eso y comenzó a secarse las lágrimas con un pañuelo.

    —Sí —dijo al cabo de un rato—. Estaré ahí desde el jueves si hace falta.

    —No hagas locuras. Sólo necesitas estar ahí para el mediodía.

    El recuerdo terminó, así que Eva decidió echar un vistazo a la habitación. Encontró la cajita de plástico donde estaba el collar en la mesita de noche. Dan parecía haberla comprado antes de conseguir el boleto de avión. ¿Lo había hecho a propósito?

    —Aloran Zathan, diecinueve años —dijo Neil de pronto. Eva se giró hacia él y vio que estaba leyendo su menú—. Portador del Viento, comandante del ejército unido del honor. Luchó en la gran guerra de los reinos, matando a doce Infernales y diezmando él sólo al ejército de Raythen.

    —¿De qué demonios estás hablando, Neil?

    —Tormentas de Guerra —respondió Neil. En ese momento, Eva recibió una nota en su menú. Era un enlace de internet—. El libro del que hablaron aquí. Al parecer, ese collar tan especial tiene el símbolo de este Aloran, el protagonista.

    Eva volteó a ver de nuevo la cajita.

    —¿Por qué es tan importante para ellos? Es sólo un personaje en un libro.

    —Eva, Eva, Eva. Cómo se nota tu desinterés en el alma humana.

    eres el menos indicado para hablar sobre eso.

    —Bueno, yo puedo entenderlos. Y más aún, teniendo en cuenta estos últimos recuerdos.

    Eva lo pensó un momento.

    —¿Crees que se conocieron en un club de lectura?

    —Me parece que tiene más que ver con las circunstancias de Dan que en el lugar —dijo Neil.

    —¿Y el libro? ¿Otra de las obras de Dan?

    —Tormentas de Guerra fue publicado en 1998 —respondió Neil con una risita—. Así que, a menos que Dan haya sido un niño de cinco años prodigio, dudo mucho que ese sea el caso. Además, claro, está el hecho de que el autor de Tormentas de Guerra era un hombre en sus treintas.

    Eva canturreó pensativa. Bueno, no era como que pudieran encontrar respuestas quedándose quietos.

    No fue una sorpresa ver que la computadora seguía siendo el memento. Afortunadamente para Eva, con simplemente asomarse un poco pudo ver la fecha. Eso le ayudaría a determinar mejor el tiempo del salto. Con un poco de preparación, el memento estaba listo, así que lo activó sin decir más.

    Eva ya se había esperado aparecer en exactamente la misma habitación, así que rápidamente inspeccionó su entorno antes de que Neil llegara. Por supuesto, el único cambio notable estaba en la ropa que llevaba Dan.

    —Me pregunto cuántas veces tendremos que ver esta habitación —dijo Neil.

    Eva estuvo a punto de reprenderlo, pero se calló cuando escuchó un sollozo. Se giró para ver a Dan, quien nuevamente estaba hablando con Caroline. Un vistazo la ubicó en el 2021, aproximadamente dos años antes del recuerdo anterior.

    —¡Ya no lo soporto! —dijo Caroline con las manos cubriendo su rostro—. ¡Odio este país!

    —Lo sé, Cary —dijo Dan.

    —Todos los días, Danny. Todos los días pasa algo. Todos los días tengo que soportar que me roben y me traten como si les debiera un favor. ¡Ya estoy harta!

    —Lo sé.

    —¡Ya me quiero ir! —dijo Caroline con un sollozo.

    —Y lo harás. Sé que lo harás.

    —¿Cuándo? —preguntó Caroline, y su tono parecía de súplica—. Los aeropuertos siguen cerrados y no hay fin para ese cochino virus… Yo lo que quiero es morirme.

    —Caroline, por favor, deja de decir esas cosas —pidió Dan—. Sé que es difícil. Pero también sé que pronto podrás emigrar. Tu prima ya tiene todo listo, ¿no? Sólo es cosa de estar pendientes. En cualquier momento se abrirán y tendrás que tener tus maletas listas.

    Caroline se secó las pocas lágrimas que habían salido de su exabrupto y tomó una profunda bocanada de aire.

    —De verdad… —dijo Caroline casi en un susurro—. ¿En qué momento pensé que era buena idea seguir a mi mamá acá?

    —No fue culpa tuya. No tenías manera de elegir quedarte.

    Caroline bajó las manos hacia su escritorio y soltó un fuerte suspiro.

    —Míralo de esta forma —prosiguió Dan—. En cuanto regreses y te establezcas, por fin podremos conocernos.

    —Supongo que sí… —dijo Caroline, y esbozó una leve sonrisa—. Sí… Eso será maravilloso… Sí…

    Mientras el recuerdo llegaba a su fin, Eva escuchó a Neil canturrear.

    —Pues esto lo confirma —dijo—. Ese abrazo en el aeropuerto no era de reconciliación.

    —Eres todo un detective, Neil.

    —Guarda tus comentarios sarcásticos para los inseguros.

    Eva seleccionó la computadora y el programa no tardó en detectarla como memento. Bueno, Eva supuso que, con lo que ahora sabía, este memento iba a aparecer mucho más, quizá tanto o más que el collar.

    El único cambio tras saltar de nuevo fue que era de noche, aunque, afortunadamente, Dan era de los que mantenían las luces encendidas. Eva odiaba tener que aumentar artificialmente la iluminación de un recuerdo.

    Esta vez, la computadora mostraba el año 2017. Había sido un salto significativo, para un memento de esta índole.

    Dan estaba, otra vez, sentado en su silla. Excepto que estaba completamente encorvado hacia adelante y con la cabeza gacha. En la pantalla no estaba Caroline, sino Luke, cuyo aspecto juvenil era bastante más apuesto que el de Dan.

    —Creo yo —estaba diciendo Luke—, que el problema fue que lo hiciste en un muy mal momento.

    —Siempre es un mal momento conmigo —musitó Dan, y había algo extraño en su voz. Parecía rasposa.

    —Hablo en serio, Dan. No sabes con exactitud lo que está pasando en su vida. Quizá tuvo algo con alguien y no lo sabes. O tal vez simplemente está teniendo una semana de mierda.

    —Ya, claro. No es como que no haya escuchado eso antes.

    —Mira, Dan. Inténtalo de nuevo en un mes. O espera a su cumpleaños, regálale algo bonito, y…

    —No.

    Luke suspiró.

    —Dan…

    —No, Luke —dijo Dan con firmeza mientras levantaba la mirada. Fue entonces que Eva pudo ver sus ojos y mejillas rojas—. Le prometí que esto no cambiaría las cosas. Ya bastante tuve con una vez.

    —Dan, escúchame. Confía en mí. Sólo necesitas intentarlo un poco más. Seguro que te dice que sí esta vez.

    —Buenas noches, Luke —dijo Dan, y entonces terminó la llamada en medio de las protestas de su amigo.

    Hecho eso, Dan se recostó completamente en el respaldo y echó la cabeza hacia atrás con un suspiro de varios segundos. Luego dejó de moverse, habiendo terminado el recuerdo.

    —Así que Caroline ya lo había rechazado antes —dijo Neil, poniendo una mano intangible en el hombro de Dan—. Mi más sentido pésame, soldado caído.

    —¿Ahora te importa que lo rechazara?

    —No espero que entiendas las complejas maquinaciones del cerebro masculino, Eva.

    Eva puso los ojos en blanco y seleccionó la computadora, sabiendo que sería su próximo memento.

    Mientras lo preparaba, trataba de imaginar lo que fue la vida de Dan. Enamorado de una misma mujer durante décadas, sabiendo que ella no le correspondía, habiendo intentado olvidarla y fracasado, y aún así haber estado a su lado hasta el final. No, Eva no podía entenderlo. Y, sinceramente, esperaba nunca hacerlo.

    El recuerdo nuevamente fue en esa misma habitación. Sinceramente, no era raro que un mismo lugar apareciera muchas veces a lo largo de los recuerdos de un cliente, pero sí que fuera exactamente el mismo memento.

    Lo verdaderamente sorprendente, sin embargo, fue que, al revisar la fecha, Eva se dio cuenta de que estaban exactamente en la noche anterior. Esto sí que debía ser un récord en toda la agencia. Un salto de un día era algo inusitado.

    —Entonces —dijo la imagen de Caroline en el monitor—, ¿de verdad se acabó?

    Dan asintió mientras levantaba un pequeño colgante plateado con forma de corazón para que Caroline lo viera.

    —Ya sabía yo que nunca le gusté de esa forma —dijo con un tono que a Eva se le antojó resignado—. Sólo quería divertirse un poco. Así que, en cuanto le enseñé el collar, su rostro me dijo que iba a rechazarme —suspiró, algo desairado, casi como si fuera una pequeña molestia nada más—. Pero bueno, ¿y qué tal tu día?

    —No, no, Danny —dijo Caroline—. No estés así. No es tu culpa que te hayas topado con una arpía así.

    Dan simplemente se encogió de hombros y lanzó el colgante a la basura.

    —Sinceramente me da igual, Cary —dijo Dan con un suspiro—. Así ha sido toda mi vida. Dudo mucho que cambie.

    —Auch —dijo Neil.

    —¡No digas eso! —dijo Caroline—. Seguro que algún día encontrarás una chica que te sepa apreciar y te haga feliz.

    —La única que me hace feliz no me ama.

    —¿Qué?

    Dan se paralizó, dándose cuenta que lo había dicho en voz alta. Caroline sonrió y se acercó a su cámara.

    —¿Dices que hay otra chica? ¡Cuenta! ¡Cuenta!

    —Ah, eh… No, no dije eso.

    —¡Ay, vamos! —dijo Caroline—. No te pongas así. Cuéntame sobre ella, así tal vez te pueda dar unos súper consejos. ¡Esta vez no se te escapará!

    Dan se pasó la mano por el pelo y boqueó por un momento.

    —Cary, de verdad…

    —¡Nada de eso! —lo interrumpió Caroline—. Si me tienes de tu lado, estoy segura de que podrás enamorar a esta chica.

    Hubo un momento de silencio, y Eva pudo ver el conflicto en los ojos de Dan. Por supuesto, ya sabía lo que iba a pasar, pero aun así era interesante ver a Dan reunir todo su coraje.

    —No puedes ayudarme, Cary.

    —¡No lo sabré hasta que me cuentes de ella! De acuerdo, si es así como muy diva, entonces no, porque no sé de esas cosas. Pero no creo que te gusten de esa forma, así que realmente no pierdes nada.

    Dan se rascó un poco el cuello y, al cabo de un rato, soltó un bufido de derrota.

    —La verdad, Cary, es que no quiero decirle nada a… a esta chica.

    —¿Por qué no?

    —Porque es muy buena amiga mía.

    Caroline soltó una risita.

    —¡Eso no tiene nada que ver! Tú mismo lo has dicho antes. El amor es sólo amistad llevada al siguiente nivel. Si eres honesto, estoy segura de que ella se enamorará de ti.

    —Ay, Caroline —murmuró Neil—. No soy Dan, y aun así me duele lo que estás diciendo.

    —Es como ver descarrilarse un tren —concordó Eva.

    —Sinceramente lo dudo —respondió Dan—. Verás, como yo lo veo, sólo hay tres resultados posibles de que yo le diga cómo me siento. El primero, el menos probable, que me corresponda.

    —¡Y es lo que sucederá!

    —El segundo —continuó Dan—, es que me rechace, y que luego no quiera volver a hablarme. Esto ya me ha pasado antes, Cary. Más de una vez. Y, sinceramente, no podría soportar perder esta amistad.

    —Bueno, si de verdad es tu amiga, dudo mucho que deje de hablarte.

    —Al menos eso resultó ser cierto —dijo Neil, y Eva le dió un golpe en el hombro para que se callara.

    —El tercero… Es el que más me aterra que suceda —dijo Dan, y tomó una temblorosa bocanada de aire antes de continuar—. Y es que ella, por no querer herirme, me diga que sí. Eso no la haría feliz a ella, y tampoco me haría feliz a mí. Y al final, eso sólo traerá problemas y… Bueno, creo que no necesito decir más.

    —Ya veo —dijo Caroline—. Entiendo lo que me dices. Pero, ¿no es peor guardarte lo que sientes? ¿Y si ella siente lo mismo por ti y también tiene esos temores?

    En ese instante, Eva vio un destello en los ojos de Dan, y pudo fácilmente imaginarse la conclusión a la que estaba llegando.

    Una conclusión completamente errada.

    —Yo… No lo sé, Cary. ¿Y si no es así?

    —No lo sabrás hasta que lo intentes —dijo Caroline con una sonrisa de ánimo—. Vamos, no es muy noche. Llámala y dile lo que sientes… O mándale un mensaje, no sé.

    Dan respiró hondo, pero no consiguió calmar sus manos y piernas, que temblaban tan visiblemente que parecía estar teniendo un ataque.

    —Yo… no puedo llamarla.

    —¿Por qué no?

    —… Porque ya estoy en llamada con ella.

    —¿De verdad? ¿Entonces por… qué…?

    Dan no respondió, simplemente se le quedó viendo a la cámara. Sus piernas de verdad parecían que estaban a punto de salir volando. El rostro de Caroline cambió lentamente, dejando su jovialidad y su preocupación atrás y reemplazándolas con una seriedad sepulcral.

    —¿Qué? —susurró Caroline, aunque su voz fue perfectamente audible—. Yo… Ya veo… Entiendo…

    El silencio que prosiguió fue tan denso que incluso Eva comenzó a sentirse agobiada. Le tomó un minuto completo a Dan romperlo.

    —Ja… Ja ja… ¿V-Ves lo que te dije? Si le dijera eso, podría reaccionar de esa manera. Mejor no lo hago, ¿no?

    Caroline no respondió inmediatamente, y su mirada estaba hacia abajo.

    —¿Y… bien? ¿Qué tal te fue hoy?

    —Dan —dijo Caroline sin levantar la mirada—. Yo…

    —No lo digas —boqueó Dan.

    —Lo siento.

    De pronto, Eva sintió un fuerte tirón mientras el recuerdo se tornaba rojo. Neil logró tomarla del brazo antes de caer al suelo. El recuerdo siguió temblando, como si de un terremoto se tratara, y Eva y Neil no pudieron hacer más que esperar a que terminara.

    Al cabo de un rato, el recuerdo regresó a la normalidad, y Eva recibió una notificación en su menú. Dan, el real, había tenido una pequeña taquicardia.

    —Será mejor que nos apresuremos —dijo Eva.

    —Copiado y entendido —respondió Neil, y luego se agachó al bote de basura.

    —¿Qué estás haciendo?

    Neil sacó el colgante en forma de corazón y lo sostuvo en alto.

    —Nuestro memento.

    En efecto, el programa reconoció el pequeño colgante. Eva no pudo evitar soltar un bufido de exasperación.

    —Algo me dice que vamos a estar dando saltos pequeños durante un buen tiempo.

    —Esperemos que no —respondió Neil y activó el memento.
     
    • Me gusta Me gusta x 1
  8.  
    Hakuno

    Hakuno Entusiasta

    Aries
    Miembro desde:
    15 Octubre 2006
    Mensajes:
    159
    Pluma de
    Escritor
    Título:
    Contigo y sin ti
    Clasificación:
    Para adolescentes. 13 años y mayores
    Género:
    Romance/Amor
    Total de capítulos:
    7
     
    Palabras:
    3921
    Ey.

    Capítulo 6. Fue mi cobardía la que me impidió ayudar a sanar tus heridas.

    El salto los dejó en la misma habitación. Aunque, para darle variedad al asunto, esta vez Dan apareció acostado en la cama, aunque tenía el torso desnudo. Eva escuchó un ruido detrás, y, al darse la vuelta, vio a una mujer muy bonita en la puerta. Su esbelto cuerpo estaba cubierto únicamente por su ropa interior. Bueno, mejor eso que nada, supuso Eva. Así no tendrían que dar explicaciones a la agencia.

    Desafortunadamente, Eva se vio obligada a desactivar el simulador de olores.

    La mujer entró a la habitación, haciendo que Eva y Neil se apartaran. Y Eva le dio un golpe en la cabeza para que dejara de mirar a la chica, quien se subió a la cama y gateó hasta Dan para darle un apasionado beso en la boca.

    Al separarse, la recién llegada se dejó caer al lado de Dan y se desperezó.

    —Bueno, tengo hambre —dijo ella—. ¿Vamos por alitas?

    Dan soltó una carcajada.

    —Tú siempre quieres alitas.

    —¿Y qué? ¿Tienes una mejor idea?

    Como respuesta, Dan se giró y se puso encima de la chica.

    —¿Por qué alitas cuando tengo aquí el mejor platillo?

    Neil hizo sonidos de arcadas, y Eva le soltó otro golpe en la cabeza.

    —¿Puedes otra vez? —dijo la chica con una risita.

    —Puedo intentarlo.

    La chica rió, pero terminó por empujar gentilmente a Dan. Luego se sentó al borde de la cama.

    —Pues creo que prefiero alitas —dijo ella.

    Dan la acompañó con una carcajada. Se levantó, tomó su camisa del suelo y se la puso. Luego caminó alrededor de la cama, forzando a Eva a hacerse a un lado, y se inclinó para darle un beso a la chica.

    —Mira —dijo Dan, y se giró para tomar una pequeña cajita rosa del cajón de su mesita de noche. Entonces se sentó junto a la chica y se la tendió—, te compré esto.

    La chica tomó la cajita y la abrió. Ahí estaba el colgante con forma de corazón. Su expresión se tornó seria.

    —Estaba pensando —prosiguió Dan—, que hemos estado saliendo por un par de meses, y ha sido muy divertido y todo. Pero me gustaría ir más allá. Me gustaría que seamos oficialmente novios.

    La chica ni siquiera hizo el amago de tomar el colgante. En lugar de eso, dejó la cajita sobre la mesa y se levantó de la cama. Luego comenzó a recoger su ropa del suelo.

    —Tienes razón —dijo mientras se ponía sus pantalones—. Ha sido muy divertido. Pero, vamos, te dije desde el principio que no quería nada serio.

    —Y yo te dije que, a la larga, yo sí —replicó Dan, aunque no había ni pizca de enojo en su voz, aunque sí algo de cansancio.

    —Bueno, pues entonces será mejor terminar aquí, antes de que sea demasiado largo —dijo ella mientras se acomodaba la blusa—. Eres un chico estupendo, pero no estoy lista para una relación seria.

    Sin mediar otra palabra más, la chica terminó de vestirse y se fue. Cuando se escuchó el sonido de la puerta principal cerrándose, Dan dejó salir el aliento que había estado conteniendo. Tomó la caja y la lanzó hacia la mesita de noche, luego se recostó sobre la cama con los brazos bajo la cabeza. El recuerdo terminó con él mirando el techo.

    —¿Soy yo, o toda esta escena tuvo un aire fatalista de resignación? —preguntó Neil.

    —Diría que la segunda —dijo Eva mientras seleccionaba el colgante en su menú.

    —Que una chica como esa te rechace de una forma como esta… Bueno, me imagino que debería incitar una reacción más visceral.

    Eva se sorprendió al ver que el colgante no servía como memento esta vez.

    —Hablas como si nunca te hubieran rechazado.

    —Nunca lo han hecho —dijo Neil con aire despreocupado—. Es lo que tiene ser tan asombroso como yo.

    Eva puso los ojos en blanco e intentó analizar la computadora nuevamente. Se sorprendió incluso más al ver que tampoco era el memento. Así que, por primera vez desde que llegó a esa pequeña habitación, se puso a investigar. Dan era una persona ordenada, pero sólo porque no parecía tener muchas cosas. Algunos libros aquí y allá, un poco de ropa amontonada en un rincón, y poco más. Quizá iba siendo hora de que exploraran el resto de la casa.

    Entonces Eva notó algo que había pasado por alto. En la pared, encima de la cabecera de la cama, había un cuadro rectangular. Al inspeccionarlo de cerca, se dio cuenta que era una fotografía de graduación. Unas cincuenta personas estaban posando en la fotografía central, y una plaquita abajo rezaba: “Escuela de Estudios Superiores. Generación 2009-2012”

    —Pensaba que tomaban estas sólo cuando terminaba la universidad —dijo Neil.

    —Quizá les pareció divertido hacerlo —dijo Eva. Sin pensarlo, seleccionó la fotografía y, efectivamente, era el memento. Ella gruñó.

    —No es para tanto, mi compungida colega.

    Excepto que sí lo era. Los mementos a partir de fotografías solían llevar a una corriente de memoria. Estas podían llegar a ser muy caóticas, y, en la experiencia de Eva, aquellas relacionadas con la época estudiantil eran las peores. Su lado bueno, sin embargo, era que usualmente terminaban retrocediendo muchos años.

    Bueno, no había más que se pudiera hacer. Eva preparó y activó el memento, y entonces se preparó.

    El recuerdo pareció plegarse sobre sí mismo, y Eva y Neil fueron absorbidos por un torbellino de imágenes borrosas que cambiaban a cada segundo. El estómago de Eva dio un vuelco, amenazando con expulsar su desayuno, cuando sintió dar vueltas de cabeza.

    Me siento inútil, amigo, decía la voz de Dan desde todas las direcciones. Estoy harto de no progresar, pero no sé cómo…

    ¡¿Otra vez, Dan?! Gritó una voz que Eva no pudo reconocer. ¡Esta es la tercera universidad que abandonas! ¡¿Cuándo piensas madurar?!

    Una gran voluta de humo se atravesó frente a Eva, y por un momento pensó que veía a Dan, aunque la imagen estaba demasiado distorsionada.

    Necesito tiempo para ordenar mis ideas… Necesito encontrarme a mí mismo…

    ¡Oye, Dan! dijo una voz proveniente de otra nube de humo. ¡Tenemos cálculo en veinte minutos! ¿No vas a venir?

    Lo lamento, no me siento con ánimo.

    Las nubes se deshicieron, y en su lugar aparecieron otras, un poco más nítidas.

    ¡Felicidades por graduarte! Ahora sólo queda la universidad. ¡Ya es lo último!

    Sí… Ya casi…

    Las nuevas nubes se expandieron, y en ellas apareció la visión de un enorme parque, detrás del cual había lo que parecía ser una gran biblioteca. Dan, vestido con la misma ropa de la fotografía, estaba rodeado de muchas sombras, que parecían estar festejando.

    Es nuestro último día todos juntos. ¡Deberíamos salir a festejar!

    Dan, ¿no vienes?

    Lo siento, tengo que llegar pronto a casa. Mi papá…

    ¡EXCUSAS!

    La imagen se deformó como pintura en el agua y se reconstruyó, más nítida, en la entrada de una escuela. Dan estaba junto a dos personas cuyos rasgos estaban tan emborronados que parecían sombras completas.

    Gracias otra vez por presentarme a Mary, Dan, dijo una de las sombras, un chico. Somos muy felices.

    —Seguro, amigo —dijo Dan, y de él salían volutas de humo verdes y rojas.

    ¡No pretendía que empezaran a salir!

    La imagen se borró de nuevo, y ahora estaba Dan en un salón de clases. Estaba solo salvo por otra sombra.

    —Me gustas mucho, de verdad —dijo él—. Me gustaría que fueras mi novia.

    Lo siento, pero sólo te veo como un amigo.

    ¡Como si no hubiera escuchado eso antes!

    Eva sintió girar por completo sobre sí misma, y el escenario había cambiado. Ahora estaba fuera de una discoteca, de noche. Habían muchas sombras negras, pero sólo una blanca frente a él.

    —No te lo había querido decir antes porque recién habías terminado con tu ex —explicaba Dan—. Por eso esperé una semana más. Pero, me gustas mucho.

    Tú también me gusta… bas. Lo siento. Justo ayer volví con él.

    —No pasa nada…

    Mentirosa.

    La imagen explotó como una nube de humo y se reconstruyó de nuevo en una casa desconocida.

    Creo que lo mejor es terminar.

    —¿Por qué?

    Ya no es lo mismo.

    Mentirosa.

    La siguiente imagen se armó como aceite expandiéndose en el agua. Era más nítida, así que Eva pudo ver a Dan vistiendo un uniforme escolar. Probablemente de secundaria.

    —¡Me gustas mucho! Tenía que decírtelo. No quiero que nos dejemos de ver después de graduarnos. ¿Quieres ser mi novia?

    Yo… Lo siento. Ahora mismo no estoy buscando novio…

    ¡Mentirosa!

    ¡Dejen de mentir! ¡Sólo digan lo que de verdad piensan!

    La imagen de pronto se volvió tan clara como cualquier recuerdo. Eva y Neil se encontraron en un parquecito con un pequeño puente sobre un río que podía cruzarse de una zancada. Dan y una chica, ambos de aproximadamente unos catorce años, estaban de pie, frente a frente, en lo alto del puente.

    —Quiero terminar contigo —dijo la chica.

    —¿Por qué? Si fue algo que hice…

    —No —lo interrumpió ella—. La verdad es que sólo salía contigo por lástima.

    La chica se fue, y Dan no hizo más que verla desaparecer en la lejanía.

    La imagen se despedazó en millones de trozos, dando espacio a un nuevo escenario. El patio principal de una escuela. Habían muchos chicos uniformados, aunque sus rostros eran simples sombras.

    Los aproximadamente diez estudiantes estaban empujando a Dan hacia los otros, mientras este intentaba desesperadamente recuperar el equilibrio. Uno de ellos finalmente se hizo a un lado y le puso el pie, haciendo que Dan cayera al suelo con un sonido seco. El grupo de bravucones comenzó a darle patadas en el costado, y uno de ellos incluso le escupió.

    Parecían estar divirtiéndose.

    Basta…

    De pronto, Eva se halló en lo alto de unas escaleras. Parecía ser dentro del edificio de la escuela. Dan estaba subiendo con la mirada gacha, cuando se topó de pronto con otro chico, quien estaba en el último escalón. Aquel chico le sacaba más de una cabeza de altura, por lo que Dan tuvo que mirar hacia arriba sólo para verle el rostro.

    Y entonces el otro chico lo empujó, y Dan golpeó el suelo al final de la escalera.

    Por favor…

    Tras parpadear, Eva se encontró detrás de un edificio. Los arbustos estaban muy descuidados, por lo que ocultaban perfectamente a un golpeado Dan, quien hacía lo posible por no moverse.

    —¡Deja de esconderte, marica!

    —¡Sal si tienes huevos!

    Ya basta…

    De vuelta en la escuela, dentro de un salón de clase, Dan estaba corriendo de un lado a otro mientras dos sombras se lanzaban mutuamente un libro mientras reían.

    —¡Devuélvanmelo! —gritaba Dan mientras intentaba recuperar el libro—. ¡Por favor!

    Una de las sombras finalmente arrojó el libro al suelo, y procedió a pisotearlo hasta arruinar por completo la cubierta y decenas de hojas. Dan intentó recuperarlo, pero la segunda sombra lo sujetó por detrás mientras seguía riendo.

    ¿Qué les hice para merecer esto?

    Dentro del salón de clase, Dan y las sombras desaparecieron por sólo un instante, y luego reaparecieron junto con otras treinta sombras. Dan estaba ahora sentado sin mirar a nadie.

    —¿Cómo te llamas?

    —John, ¿y tú?

    —Phil.

    —¿Y tú?

    Dan no miró a quien le preguntó, tensando un poco los hombros.

    —Uhm… Bueno, yo...

    —¿Y bien? ¿Cómo te llamas?

    Dan no respondió, hundiendo la cabeza entre sus brazos.

    —Qué maleducado, la verdad.

    —Seguro que se cree mejor que tú.

    No… Lo siento… Sólo soy tímido…

    —Apuesto a que es gay. ¡Ey! ¿Eres gay?

    Por favor, sólo denme un momento…

    —¡Ah! ¡Lo tocaste! ¡Te pegará lo gay!

    —¡Corre!

    Lo siento…

    El recuerdo cambió otra vez, y Dan, de unos doce años, estaba sentado frente a una computadora de aspecto antiguo. Estaba en el salón de una casa completamente distinta a las otras que Eva había visto hasta ahora.

    Dan escribía asiduamente en el teclado. Tenía un enorme moretón en el ojo izquierdo, y el derecho lo tenía enrojecido.

    Eva se asomó a ver el monitor y, al darse cuenta que era un chat de texto, activó la pantalla compartida desde su menú. Así, ella y Neil pudieron leer lo que estaba escribiendo.

    Soytupadre_: Te pegan porque se los permites! Tienes que devolverles el golpe!
    DanDan93: Si hago eso me matarán! Seguro que se terminarán aburriendo.
    Soytupadre_: En serio, si fuera a tu misma escuela te pegaría yo sólo por dejarte.
    Soytupadre_: Por cierto, el próximo fin de semana vamos a regresar a la ciudad. Si quieres podemos quedar y sirve que nos conocemos.
    DanDan93: Si! Estará genial! Le diré a mi mamá. Ella también quiere conocerte.
    Soytupadre_: Bien, entonces quedamos en la bolera para demostrarte que soy mejor.
    DanDan93: Limpiaré el piso contigo!

    Dan minimizó esa pantalla para visualizar otra que parecía ser una especie de foro de discusión. Tras ver un poco mientras Dan navegaba por él, Eva se dio cuenta que era un lugar para hablar de libros. Antes de que pudiera sacar más conclusiones, Dan se dio cuenta que tenía una notificación, así que dio clic y dio paso a un mensaje privado.

    De: Cary Zathan
    Asunto: Sobre Aloran

    Hola! Me gustó mucho el comentario que hiciste sobre Aloran! Yo también pienso que no es ningún gary stu, porque se explica claramente que obtuvo su poder por las maquinaciones del propio Raythen. Si quieres podemos seguir hablando de eso! Agrégame como amiga.


    Dan sonrió y dio clic en responder.

    Por supuesto! Realmente fue Raythen quien se venció a sí mismo! Ya te agregué como amiga.

    P.D. Escribí un fanfic sobre su hermano Tenphal. Si te interesa, me gustaría saber qué opinas!


    Y entonces, finalmente, el recuerdo terminó.

    Eva tuvo que sentarse en uno de los sillones.

    —Eso fue… —dijo Neil, sentándose a su lado.

    —Sí…

    —La próxima vez forcemos un memento antes de usar uno de fotografía.

    —Cien por cien de acuerdo.

    Se quedaron en silencio por un momento. Eva cerró los ojos para pensar en lo que había acabado de ver. El memento no sólo había dado un enorme salto de doce años, sino que también había expuesto todo lo negativo que Dan vivió en su época escolar. Aún con todas las protecciones mentales de los cascos, Eva podía sentir un eco de esos sentimientos. Angustia, dolor, rencor, miedo…

    Y entonces, esto… Un recuerdo que, a pesar de lo lejano en el pasado, era tan nítido como un video y colorido como una pintura.

    Alivio, seguridad, confianza, cariño…

    El día en que conoció al amor de su vida. Un día que atesoró en lo más profundo de su corazón.

    Y lo peor de todo era que aún les quedaban unos años que recorrer antes de llegar a los recuerdos más tempranos. Eva esperaba, de verdad, que sólo fueran un par de años más, o que por lo menos dejasen de estar tan plagados de drama.

    Neil tomó algo del sillón contiguo y comenzó a inspeccionarlo. Era un tigre de peluche.

    —Memento —dijo al cabo de un rato.

    —Bueno, al menos ya no es un collar o una computadora —suspiró Eva.

    —O una fotografía.

    —Cállate y actívalo. Quiero terminar ya y tomarme unas vacaciones.

    —Secundo la moción.

    El torbellino de memorias debió afectar a Neil mucho más que a Eva, pues activó el memento sin ninguna floritura ni frase ni nada.

    Aparecieron en los asientos traseros de un automóvil en movimiento, aunque no se podía ver absolutamente nada desde las ventanas. Dan, de quizá unos diez años, estaba en el asiento del copiloto, aferrado al tigre de peluche como si su vida dependiera de ellos. Sus ojos estaban rojos y su rostro lleno de lágrimas.

    —… ¿Ya no me vas a hablar? —dijo el hombre que estaba conduciendo. Su padre era idéntico a Dan, o bueno, Dan a su padre.

    Dan no estaba sollozando. Simplemente abrazaba a su tigre en silencio. El padre de Dan siguió conduciendo durante un tiempo más.

    —Mira hijo, sé que estás triste, pero tienes un nuevo amigo. Seguro que a tu tigre también le gusta estar contigo.

    Dan no dijo nada.

    —… Escucha. Siento no haberte creído… Tenías razón. Pero tienes que entender que no puedo ir a buscar tus peluches al basurero…

    Dan no respondió.

    —… Entonces, ¿ya no me vas a dirigir la palabra? —el padre de Dan suspiró cuando no obtuvo respuesta—. Bien… De acuerdo…

    Al cabo de un rato, Dan estiró el brazo y se agarró de la manga de la camisa de su padre, quien lo volteó a ver con una leve sonrisa.

    —Genial —dijo Eva en cuanto terminó el recuerdo—. Más drama.

    —A estas alturas creo que será mejor simplemente seguir adelante —dijo Neil, quien se había volteado para rebuscar en el maletero del auto. Entonces tomó una caja y la llevó consigo al asiento trasero para que Eva la viera. Era el paquete de un juego de vasos de vidrio.

    —¿Vasos? —preguntó Eva—. ¿Qué crees que veamos en el siguiente recuerdo?

    —Sólo hay una forma de averiguarlo —respondió Neil y activó el memento.

    Saltaron, y llegaron al comedor de una casa de aspecto rústico. Las paredes estaban decoradas con pinturas de frutas, y los muebles tenían un aspecto antiguo incluso para la época del recuerdo.

    Un sollozo distrajo la inspección de Eva, y ella se giró para encontrar a un Dan aún más joven, quizá de unos ocho años, acurrucado contra uno de los muebles y con la espalda en la pared. Su padre estaba también ahí, aunque la furia en sus ojos acalló cualquier duda que Eva pudiera tener. Sobre todo cuando se terminó de acomodar el cinturón del pantalón.

    El padre de Dan miró a su hijo con una expresión que Eva no pudo reconocer debido a lo borroso. Sólo había esa furia que intentaba quemarla viva. El hombre se pasó una mano por la cara y tomó el único vaso de vidrio que había sobre la mesa, que estaba al lado de un plato con comida fría y a medio terminar.

    —¿Quieres agua? —preguntó el hombre, y a Eva le pareció un tono demasiado golpeado como para provenir de una simple pregunta. Cuando Dan asintió, su padre le arrojó el agua a la cara y regresó el vaso a la mesa—. Estás castigado por un mes.

    Entonces, el hombre se fue, dejando a Dan solo, mojado y golpeado. Al poco tiempo, Dan se metió un par de dedos a la boca y se sacó un bocado de comida que luego enrolló en una servilleta.

    Y el recuerdo terminó.

    —¿Qué demonios es lo que acaba de pasar? —preguntó Neil.

    Como respuesta, Eva decidió ir por donde el padre había desaparecido.

    Al salir al corredor, Eva notó que la cocina era lo más cercano, así que fue allí. En la mesa circular estaba Dan con el mismo plato de comida, pero con un bocado de más. También estaba una mujer rubia que lo miraba con disgusto. Unos segundos después, la puerta principal de la casa se abrió y se cerró, haciendo a Dan temblar, y su padre entró a la cocina dando zancadas.

    —¿Otra vez, Dan? —preguntó con voz imperiosa.

    —Simplemente no quiere comer, cariño —dijo la mujer, y su voz tenía un tono de preocupación que traicionaba la mirada que le había estado dando a Dan—. Intenté quedarme con él, pero también tengo que cuidar a mis hijos. Cuando regresé había tirado sus verduras a la basura.

    El padre de Dan respiró muy pesadamente y tomó el plato y el vaso de la mesa.

    —Sígueme —le ordenó a Dan y, sin asegurarse de que lo obedeciera, se dirigió hacia el comedor. Dan, por supuesto, lo siguió sin mediar palabra.

    —¿Quién es esta mujer? —preguntó Neil—. No es su madre. No se parece en nada a la mujer de aquella fiesta.

    —Le dijo “cariño” a su padre, así que supongo que su madrastra.

    —Entonces, ¿es cierto eso de las madrastras malvadas? Qué bueno que nunca tuve una de esas.

    —Sigamos investigando —dijo Eva—. Ya casi terminamos.

    La casa era rústica, con marcos de madera oscura en las puertas y unas escaleras que chillaban en cada escalón. El segundo piso tenía cuatro puertas cerradas. Eva y Neil entraron a cada una de ellas.

    En el amplio baño había una tenue imagen de Dan, arrodillado frente a la taza del váter mientras su padre le acariciaba la espalda. Se desvaneció tan pronto como apareció y le dio a Eva un enlace de recuerdo. La siguiente habitación tenía una cama matrimonial. En ella estaba Dan acostado junto a su padre. Veían la televisión, aunque Eva no pudo ver qué programa era.

    La tercera habitación era la de un niño, con juguetes por todos lados. Dan y un niño de su edad estaban jugando con una consola de videojuegos. Un enlace de recuerdo después, Eva y Neil salieron para ir a la última habitación. Ésta, sin embargo, estaba cerrada a cal y canto. Eso significaba que, o Dan jamás había entrado, o lo había hecho tan poco que era imposible recordarla.

    —Bueno, ¿ahora qué? —preguntó Neil.

    Eva se giró y notó que había otra puerta. La habían pasado por alto porque estaba hecha de metal con amplios vidrios, lo que la había hecho parecer una ventana. Eva la abrió y salió hacia un angosto espacio con una escalera metálica de caracol que subía desde la cocina hasta el techo.

    Teniendo pocas alternativas, Eva y Neil subieron un piso más y llegaron al techo de la casa. Ahí estaba Dan, recargado en el borde que le llegaba al pecho. Miraba hacia abajo, y Eva se asomó para ver un pequeño patio donde decenas de sombras del tamaño de niños jugaban y corrían.

    No parecía que Dan fuese a moverse pronto, así que Eva echó un vistazo al techo. No había mucho que ver salvo por un pequeño cubículo de cemento con una puerta y una ventana. Eva entró y, confirmando sus sospechas, vio que era una habitación.

    Era minúscula. La litera ocupaba más de la mitad del espacio. Había un armario en el fondo y una televisión sobre una mesita. Dan estaba sentado al borde de la cama de abajo, moviendo los pies en el aire mientras veía la televisión. Había otro niño, unos tres años mayor, sobre la cama de arriba, quien estaba tranquilamente escuchando música con unos audífonos.

    —¿Qué les pasa con las habitaciones minúsculas? —preguntó Neil.

    Eva lo ignoró y echó un vistazo alrededor. Las paredes estaban cubiertas con posters varios de cantantes y grupos musicales. Había una pila de discos en una esquina, y otra más de cajas de videojuegos al lado. En la cama de arriba había varias prendas de ropa tiradas de cualquier manera, mientras que la cama de abajo tenía un pequeño ejército de peluches. El tigre de recuerdos anteriores no estaba en ningún lado.

    Eva los seleccionó uno por uno, y el memento estaba en un peluche con forma de dálmata. Comenzó a prepararlo para el salto.

    —Así que —continuó Neil—. Dan y su hermano dormían en una habitación que más parece un almacén en el techo de su casa.

    —Hemos visto cosas peores —dijo Eva—. Aunque te acompaño en el sentimiento.

    —¿Qué sentimiento? Sólo estoy diciendo hechos.

    De verdad, Eva no aprendía que Neil era un completo patán. Suspiró y activó el memento.
     
    • Me gusta Me gusta x 1
  9.  
    Hakuno

    Hakuno Entusiasta

    Aries
    Miembro desde:
    15 Octubre 2006
    Mensajes:
    159
    Pluma de
    Escritor
    Título:
    Contigo y sin ti
    Clasificación:
    Para adolescentes. 13 años y mayores
    Género:
    Romance/Amor
    Total de capítulos:
    7
     
    Palabras:
    1754
    Ey.

    Último capítulo. Espero que les haya gustado. Me encantaría leer sus opiniones y tal. :3

    Capítulo 7. Viviste por mí. Ahora te toca vivir por tí.

    El mundo se desvaneció a la blancura infinita y se reconstruyó otra vez. Apareció un suelo alfombrado y unas paredes blancas. Era el salón de otra casa distinta. Dan, de ahora unos seis años, su hermano y sus padres estaban ahí.

    El padre estaba sentado en un extremo del sillón, mientras que la madre estaba en el extremo opuesto. Dan y su hermano estaban en el sillón opuesto. Dan estaba abrazando a su dálmata de peluche.

    —Así que… —estaba diciendo su padre—. Bueno, su mamá y yo hemos estado hablando, y decidimos que vamos a separarnos.

    Dan miraba a su padre con un aire solemne, pero no respondió. Su hermano tampoco lo hizo.

    —Yo tendré la custodia total —continuó su padre—. Vivirán conmigo y podrán visitar a su mamá todos los fines de semana… ¿Entienden lo que les estamos diciendo?

    Dan y su hermano asintieron, pero no respondieron.

    El recuerdo perdió un poco de color, y Eva notaba una especie de borrón blanco a su alrededor. Finalmente habían llegado a los recuerdos tempranos. Podían seguir retrocediendo, claro, pero, a menos que sucediera algo extraordinario, ya no era necesario.

    —Bueno, podemos decir que aquí empezó todo —dijo Neil—. Como efecto dominó.

    —Tenemos la ruta —dijo Eva, anotando las coordenadas en su menú—. Conectemos los mementos y terminemos de una vez.

    —¿Por qué las prisas? Apenas son las dos de la tarde.

    Eva miró a Dan por un momento.

    —Precisamente. Ya tengo hambre.

    Activó el programa de enlace, y ella y Neil comenzaron a unir memento por memento, generando una ruta por la cual el Dan de ochenta y tres años podría comunicarse con su yo de seis años para convencerse a sí mismo de cumplir su deseo. O deseos, en este caso.

    —Y, en fin, ¿qué tanto había en ese sobre que te mostró Dan? —preguntó Neil—. No alcancé a leer mucho.

    Eva navegó por su menú rápidamente y generó una copia del sobre que Dan le había mostrado. Luego se la tendió a Neil para que la leyera. Eva no había visto mucho tampoco, pero, tras conocer su historia y su personalidad, supuso que todo se cumpliría, así que de todas formas lo iba a saber.

    —”1999. Finales de Otoño” —comenzó a leer Neil. Mientras tanto, los mementos se habían enlazado ya, y el recuerdo comenzaba a desvanecerse, dejando sólo el vacío espacio blanco del mundo de carga.




    Cuando mis padres se divorciaron, no me enorgullece admitir que tuve una reacción muy negativa. Dejé de trabajar en la escuela, de hacer tarea. Daba problemas a todos mis maestros. Ni siquiera escribía mi nombre en los exámenes. No tengo ni idea de cómo es que lograba avanzar de curso.

    Al revivir mis recuerdos, al rehacerlos, quisiera haber reaccionado de otra forma. En lugar de ser un niño rebelde, debí esforzarme por corregir los problemas que ya tenía, como mi desorden alimenticio.


    Dan apareció en el comedor de una casa que Eva no reconoció. Su padre y su hermano estaban ahí también, comiendo. Dan tomó su tenedor y, haciendo un rostro de disgusto total, se forzó a comer el bocado de verduras. Su padre lo miró atónito, y luego le sonrió de oreja a oreja, dándole una palmada de alegría en la espalda.

    Si hubiera cambiado para bien, comiendo apropiadamente y siendo diligente en la escuela, habría podido vivir una infancia tranquila cuando mi padre se casó de nuevo.

    Los recuerdos de ser acusado falsamente de travesuras, de ser golpeado, de sentirse solo, se desvanecieron, y en su lugar aparecía Dan junto con su hermano, jugando juntos, hablando y riendo.

    Aquella tranquilidad que añoraba. Aquella paz. Eso me habría ayudado a ser más social, a tener más confianza en mí mismo, a hacer amigos cuando más los necesitaba.

    Apareció Dan con su uniforme de la secundaria, rodeado de cinco amigos, con quienes bromeaba y reía. Uno de ellos, Eva notó, era Luke. No era sorpresa, claro, que Dan quisiera haberlo tenido cerca también en esa época.

    Lo extraño era que Caroline no aparecía por ningún lado.

    La confianza y la disciplina me habrían permitido mantenerme enfocado en mis estudios. Y al terminar la educación básica habría tenido una transición sin inconvenientes a la universidad.

    Dan creció, y se había por fin graduado ya de la universidad. Sostenía orgulloso su título de literatura mientras Luke lo felicitaba con un abrazo lateral y una cerveza en mano. Sus padres y sus hermanos estaban ahí con él, esperando para llevarlo a su segunda o tercera fiesta de celebración.

    Al terminar la universidad inmediatamente después de la educación básica, habría comenzado a publicar libros y novelas. Tal vez habría conseguido un segundo trabajo. Algo que me ayudara a conseguir dinero…

    La imagen que se generó fue dentro de un salón de clases universitario. Dan estaba al frente, dando una cátedra sobre escritura creativa. Sobre su escritorio había una copia de Aliento del Alma, su primer libro publicado. En el recuerdo simulado se había vuelto un récord de ventas en muy poco tiempo.

    Con ese dinero, habría podido conocer a Caroline mucho antes.

    Caroline se lanzó a los brazos de Dan, quien la recibió en el aeropuerto con una enorme sonrisa. El recuerdo rápidamente cambió a la que terminó siendo la casa de Caroline en el futuro. Dan la estaba ayudando a meter y acomodar muebles recién comprados.

    De haber tenido la confianza que siempre desee, habría sido más asertivo… Habría luchado más por lo que más anhelé en la vida. Por quien más amé.

    Una vez que la casa de Caroline estaba perfectamente decorada, Dan la tomó de las manos. Al principio, Caroline sacudía la cabeza y miraba al suelo, pero Dan seguía hablando, hasta que ella finalmente levantó la cabeza y Dan aprovechó la oportunidad para robarle un beso.

    La imagen se deshizo como arena en el viento y dio lugar a una iglesia. Dan, con un elegante traje negro, y Caroline, con un precioso vestido blanco, compartieron sus votos antes de sellar su compromiso con un beso. La gente en el público aplaudió de pie. Luke, su mejor amigo, y su familia estaban todos ahí. Las campanas sonaron por ellos, alegres de los juramentos hechos.

    La siguiente escena se construyó en la casa de Dan, o tal vez la de Caroline. Lo importante era que Dan estaba jugando con un niño de unos cuatro años, tirándolo con cuidado sobre un sillón y luego atacándolo con cosquillas. Caroline estaba sentada en el sillón de enfrente, en su último mes de embarazo, leyendo un libro. De pronto, Caroline dejó caer el libro al suelo y se irguió, tensa. Dan inmediatamente tomó su celular, y mientras ayudaba a Caroline a respirar, llamaba a la ambulancia.

    El recuerdo que se generó después fue en Japón, en aquél parque del templo rodeado de hermosos cerezos. Dan tenía a su hija de unos cinco años en un brazo, mientras Caroline sujetaba la mano de su hijo mayor. Los cuatro estaban posando para una foto. Con la mano que les quedaba libre, Dan y Caroline sujetaban cada uno un talismán de amor duradero.

    Esa escena también se difuminó y dió paso a otra donde Dan enseñaba a su hijo mayor a cargar a su recién nacido hermanito. Su hija parecía estar riéndose de que su hermano mayor no pudiera hacer algo tan simple. Caroline entonces llegó por detrás de Dan y le dio un afectuoso beso. Vestía un elegante traje, ya que tenía que regresar a la planta petrolera para evitar que los idiotas de sus subordinados quemaran el lugar hasta los cimientos.

    El sol brilló por encima, y en un parpadeo el recuerdo se transformó, mostrando la enorme piscina de un hotel elegante. Caroline, Dan, Luke y Vero estaban sentados en una mesa mientras el pequeño ejército de nueve niños jugaba alegremente en el agua. Tres hijos de Dan, dos de Luke y Vero, dos más de su hermano mayor, y dos más del hermano menor de Dan, Jack. Los últimos dos estaban en el agua con los niños, intentando por todos los medios que dejaran de golpearse con los flotadores.

    Un cuarto bebé llegó a la feliz familia de Dan. Otra niña. A pesar de la infinita alegría que les traían sus hijos, decidieron que cuatro eran ya más que suficientes. Además, Dan tenía cada vez menos tiempo, entre sus cátedras en la universidad, escribir sus libros, firmas de autógrafos, su podcast… Hacer todo eso mientras educaba a sus cuatro hijos iba a ser todo un reto.

    Uno que estaba más que feliz de afrontar.




    Eva se quitó el casco y suspiró, sintiendo una gota de sudor caer por el costado de su rostro. Se secó con un pañuelo antes de abrir los ojos.

    El regreso a la realidad se sentía siempre irreal. Como si estuviera soñando despierta. La luz que se filtraba por las delgadas cortinas de la ventana creaban sombras que se le antojaban burlonas. Tuvo que parpadear varias veces para que sus ojos se aclimataran a la realidad. Sus oídos escuchaban un pitido incesante. Durante sus primeros casos, Eva pensaba que aquél sonido tenía que ver con alguna cuestión del balance o la consciencia.

    Aprendió rápido que no era sino el monitor cardiaco, indicando que, para bien o para mal, había hecho su trabajo.

    —Hora de muerte —dijo Sarah, la enfermera—, 14:37 horas.

    Luke, a quien Eva le costó trabajo reconciliar el rostro envejecido y cansado con sus recuerdos de juventud, soltó un fuerte sollozo.

    —¿Puedo verlo? —preguntó él—. ¿Su deseo hecho realidad?

    —Puede —dijo Neil. Se levantó con otro casco y se lo colocó a Luke. Entonces regresó a su asiento y activó el recuerdo, que se había grabado ya.

    Mientras Luke veía la nueva vida de Dan, Eva se desperezó, deseando tener una taza de café. Ni siquiera sentía hambre por el desapego que estaba experimentando. Un gaje del oficio, pero parte de él, al fin y al cabo.

    —Por cierto —dijo Sarah—. El señor Luke me dijo que le diera esto.

    Era una hoja de papel doblada. Eva la tomó con una ceja levantada.

    —Aparentemente —continuó—, llegó en el correo hace dos semanas. El señor Luke la descubrió hace rato, mientras ustedes estaban… trabajando. Dijo que podían leerla, si querían.

    Eva asintió y comenzó a leer.

    Fin
     
    Última edición: 27 Septiembre 2021
    • Ganador Ganador x 1
  10.  
    Dark RS

    Dark RS Caballero De Sheccid Comentarista empedernido

    Capricornio
    Miembro desde:
    20 Marzo 2012
    Mensajes:
    1,641
    Pluma de
    Escritor
    Saludos.

    Cuando creí no obtendría la respuesta de los rechazos, vas y pones la carta de Caroline.

    No estoy seguro de cómo funciona lo de los recuerdos falsos, espero que muy al estilo de Matrix con segundos sintiéndose como horas y Dan cumpliera todo lo que pidió.

    La inseguridad en Dan y la de Coraline les arruinó lo que pudo ser una vida feliz. Aunque estuvieron el uno para el otro todas sus vidas.

    Cuatro hijos es demasiado, xD

    Casi lograste conmoverme con la carta. Para mí, espcíficamente mi persona, le faltó para romperme el corazón. Porque estaba listo para derramar lágrimas por la pareja.

    Ey, ey.
     
  11.  
    Hakuno

    Hakuno Entusiasta

    Aries
    Miembro desde:
    15 Octubre 2006
    Mensajes:
    159
    Pluma de
    Escritor
    ¡Ey!

    Bueno, realmente no estaba apuntando a un final rompe kokoros xD aunque el casi conmoverte lo considero una victoria.

    Por la estructura de la historia y la limitación de estar únicamente en los recuerdos de Dan, tenía que buscar la forma de explicar un poco lo de Caroline, de ahí la carta. Tampoco planeaba entrar demasiado en profundidad o me habría arriesgado a explicar en demasía y arruinar la narrativa. Ciertamente tengo más experiencia escribiendo romance que drama y cosas tristes xD Pero oye, me alegra que se entendiera el por qué Dan y Caroline nunca dieron ese último paso. Temía no haberlo dejado claro ^^

    El tema de los "nuevos" recuerdos funciona más o menos como lo explicas. Para Dan, es como si hubiera revivido toda su vida con esos nuevos recuerdos en unos momentos. El programa y el equipo de la agencia grabaron lo que pudieron, básicamente los flashes de recuerdos importantes para Dan. Es un poco difícil de explicar, la verdad, ya que incluso en los juegos no ahondan demasiado en el tema.

    Cuatro hijos es mucho, sí. Yo personalmente me conformaría con 2.

    ¡Saludos!
     
    • Ganador Ganador x 1

Comparte esta página

  1. This site uses cookies to help personalise content, tailor your experience and to keep you logged in if you register.
    By continuing to use this site, you are consenting to our use of cookies.
    Descartar aviso