One-shot Consejo [Mimi & Liza | Pokémon Rol]

Tema en 'Mesa de Fanfics' iniciado por Hygge, 3 Octubre 2020.

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    Hygge

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    Consejo [Mimi & Liza | Pokémon Rol]
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    Para adolescentes. 13 años y mayores
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    Amistad
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    Tbh iba a esperar a que te desocupases para no contribuir a cargarte de más etiquetas, pero luego recordé que andabas plof así que bueno, ¿quizás esto kinda ayude? Dunno, pero fue lindo de escribir igual uwu Yugen




    El eco de sus pasos a través del ostentoso pasillo se fundió con el clamor del gentío y le arrancó una ligera sonrisa de los labios. El flash de las cámaras y las pancartas de colores le llegaron como pequeñas luces a través de las ventanas, tintineando en la distancia y recordándole que estaban ahí por y para ella. Casi podía sentir el mismo cosquilleo que le invadió al adentrarse en el primer gimnasio de la región, presa de una mezcla de nervios y emoción genuinas; era una oleada tan cálida y vigorizante que nunca se acostumbraría a ella.

    Cada uno de sus movimientos reflejaba una naturalidad y fluidez innatas; ser criada en las altas esferas de la sociedad tenía ciertas ventajas, y saber portar un traje de gala era una de ellas. Las convenciones sociales estaban a la orden del día, y aquella ocasión no era más que un mero trámite para ella. La cascada de sol se mecía con cada sutil movimiento y el traje que lucía con orgullo, compuesto por una chaqueta y una estrecha falda del mismo color de sus labios, le devolvió su imagen a través del espejo. Las facciones delicadas, la piel clara y tersa, los vivaces ojos azules, realzados con un poco de maquillaje.

    Una pequeña parte de sí había extrañado todo eso. El lujo, la fama, el reconocimiento que alguna vez tuvo. Y aun así, a pesar de tenerlos al alcance de su mano, era incapaz de disfrutarlos como se debía. Al menos, no aquella noche.

    Detuvo sus pasos cuando localizó la habitación que buscaba. La 212, apenas a unos metros de distancia de donde dormía Lucas. Era increíble cómo habían pasado de dormir en centros pokémon a descansar en hoteles de lujo, ofrecidos por el comité del campeonato de Gérie. Revisó la hora, inquieta. Tenía más de cuatro llamadas perdidas de Roxy y era más que consciente que el resto de patrocinados debían estar esperando en el hall de entrada, impacientes, pero no se perdonaría el irse sin ella. La castaña solía ser puntual y responsable para ese tipo de situaciones, sobre todo en un evento tan importante para su imagen como lo era una sesión de firmas. Era extraño que no estuviese fuera.

    Apretó los labios en una fina línea mientras llamaba a la puerta, en vista de que no respondía sus mensajes.

    —Liz, ¿estás lista? —la llamó, jugando con un mechón dorado para aplacar su evidente nerviosismo. No había una sola alma en el corredor más que ella misma y eso solo incrementaba su tensión—. No sé si eres consciente, pero te recuerdo que nos están esperando.

    Las palabras se le atoraron en la garganta al ver que la puerta se abría contra todo pronóstico. Le recibieron los orbes cielo de Liza, tremendamente aliviados con su llegada. Estaba por reprocharle su desaparición cuando la luz del pasillo recorrió su figura, descubriendo que iba únicamente ataviada en su ropa interior oscura.

    —¿¡Ah!? —exclamó, revisando ambos lados del pasillo para comprobar que ningún degenerado pasase por allí, cubriéndola con su cuerpo casi por reflejo—. ¿Qué se supone que estás haciendo, White? ¿Ahora eres exhibicionista?

    —Ahora no, Mimi, necesito tu ayuda —Ignorando su comentario y antes siquiera de dejarle reaccionar había cerrado sus dedos en torno a su muñeca, tirando de ella hacia el interior de la habitación.

    Para el horror de la oriunda de Sinnoh, que empezaba a hacerse una idea de lo que sucedía, la habitación de Liza era un completo desastre. Los armarios, abiertos de par en par, dejaban caer la ropa en tropel. Varias prendas inundaban la cama de la castaña, y algunas habían terminado en el suelo, lo cual era una grave ofensa a su amor por la ropa. Se frotó la muñeca cuando la soltó por inercia, turbada, sin atreverse a dar un solo paso más en el interior de esa habitación del averno.

    —Por Arceus, Liza, ¿acaso pasó el huracán Katrina por tu habitación? —chasqueó la lengua con disgusto, viéndola dirigirse de un lado al otro de manera errática. De repente parecía que tenía a su cuidado a una chiquilla que no estaba por la labor de escucharla—. ¿Y cómo se te ocurre abrirme la puerta en ropa interior? Podía haber venido con alguien.

    La castaña le dio la espalda, recogiendo un par de prendas de la cama con visible agitación.

    —Nadie se va a morir por un poco de piel descubierta, Mims —Le restó importancia con simpleza, despreocupada como ella sola. Mimi arqueó una ceja desde su lugar, y estuvo por añadir algo más cuando al fin se volvió hacia ella, con un conjunto en cada brazo—. Llevo toda la tarde pensando qué ponerme para la primera sesión de firmas. Vi el conjunto de Enya y el mío en comparación es muy cutre, Mimi, y yo no sé de ropa.

    —No tienes que jurármelo —concordó, cruzándose de brazos con una ligera sonrisa burlona.

    Liza le dirigió una mirada de circunstancias, haciendo un esfuerzo por ignorar el comentario.

    —Ya sabes que hará todo lo posible por quitarme el puesto de la favorita de Lion. La conozco, y estoy segura de que se aprovechará de esta noche para ganar una buena imagen —alzó ambos brazos, mostrándole sus opciones con cierta mirada cargada de súplica—. Y ahí es donde entras tú. ¿Cuál ves mejor?

    El silencio que siguió a su pregunta tensó sus músculos, expectante por una respuesta. La vio recorrer con la mirada ambas prendas, juzgándolas en silencio sin acercarse un solo paso, hasta que se llevó las manos a la cintura, negando suavemente con la cabeza.

    —Ninguno —La respuesta, sencilla pero contundente, cayó como un balde de agua fría sobre la castaña. Parpadeó, sin dejar de mirarla a los ojos, como si aún no perdiese la esperanza de que fuera una broma bastante inoportuna. Pero iba totalmente en serio; Mimi nunca bromeaba cuando de ropa se trataba—. Con esos colores vas a parecer un semáforo, mientras que el otro conjunto no combina en absoluto. ¿Y de dónde has sacado ese pantalón? Pasó de moda hace dos años como mínimo.

    No pudo evitar dejar caer los hombros ante la descomunal sentencia, derrotada. Se sentó sobre el colchón, sintiendo que el alma se le caía a los pies. De repente no tenía ganas de salir ahí fuera, aun cuando llevaba días esperándolo con emoción.

    Apoyó los brazos sobre sus rodillas, abatida.

    —Te he pedido ayuda, Mimi, no que me hundas aún más.

    —¿Ah? —murmuró, cruzándose de brazos con cierta indignación—. Me has pedido que sea sincera, Liza. Aclárate, ¿quieres?

    Pero no pudo aguantar mucho en aquella postura, pues el tono de voz quejumbroso y el desánimo en su rostro removió algo en la rubia, quien soltó un suspiro y dejó caer los brazos a los costados de su cuerpo. No tenía caso, ¿cierto? Estaba hundida en el fango con ella, y su orgullo le impediría marcharse sin arrastrarla antes consigo. Es lo que habría hecho Liza en su lugar, lo sabía bien.

    Aunque estuviesen literalmente hasta el cuello.

    —Bien, como sea —masculló entre dientes, resignada. El teléfono volvió a vibrar en su bolso de cuero pero lo ignoró deliberadamente. Tenía que pensar en algo, y rápido. La recorrió con la mirada en silencio, discreta, y su rostro se iluminó con el principio de una idea. Chasqueó los dedos, captando su atención al momento—. Creo que tengo algo que podría quedarte bien. Tenemos más o menos la misma talla, ¿cierto? —La vio asentir en silencio, dudosa—. Entonces quizá podría servir. Espérame aquí, no tardo. Y alegra esa cara, anda.

    Liza la siguió con la mirada, hasta que se detuvo junto a la puerta, de espaldas a ella. Volvió el rostro parcialmente, con cierto tono jocoso en la voz.

    >>Ah, y White, hazme un favor. Recoge esta pocilga en lo que regreso, ¿bien?

    Su figura se deslizó con rapidez a pesar de la presencia de los tacones y cerró la puerta tras de sí, antes de que la almohada de Liza llegase a impactar contra ella, impregnada con toda su furia. Se sonrió, victoriosa, comenzando a dirigirse hacia su habitación, mientras la castaña se dejaba caer de espaldas contra la cama en señal de derrota.


    ***​

    No iba a admitirlo, pero estaba disfrutando de aquello como una niña. Siempre había deseado poder compartir su gusto por la moda con alguien más y ahora estaba allí, vistiendo y aconsejando a Liza en base a sus grandes conocimientos en el tema. No necesitaba prendas excesivamente llamativas para potenciar sus atributos femeninos; era alta, esbelta y delgada, y una gran parte de sus curvas, que no eran pocas, pasaban desapercibidas la mayor parte del tiempo por la ropa holgada que solía llevar encima. El brillo labial y el maquillaje, sencillo y discreto, perfilaron su rostro y le hicieron ver más madura de lo que aparentaba a simple vista. La sintió tensarse cuando ajustó la falda en torno a su cintura, quizás porque no estaba acostumbrada a usar algo tan estrecho, pero se dejó hacer con una sumisión poco usual en ella. Ya no quedaba rastro de la chica terca y tozuda, quizás porque dependía de ella más de lo que le gustaría admitir.

    Mimi no pudo reprimir la sombra de una sonrisa. Que se dejase hacer solo demostraba la confianza que tenía puesta en ella. Se sentía extrañamente cálido.

    Mientras Liza abotonaba la camisa blanca con cierta reticencia, demasiado ceñida al cuerpo para su gusto, Mimi acercó una silla frente al espejo de su habitación. Decenas de pintauñas se desperdigaban por el escritorio y el olor a esmalte llegó hasta la castaña, haciéndole arrugar la nariz por inercia.

    —No entiendo la necesidad de vestir algo tan apretado e incómodo como esto —ladeó la cabeza, el cabello castaño meciéndose a la par de sus movimientos al buscarla con la mirada—. ¿La gente como tú es así de masoquista?

    —A veces "la gente como yo" ve necesario pagar un precio por verse bien —apoyó sus manos en el respaldo de la silla, haciéndole un suave gesto con la cabeza para que se acercase. Liza obedeció al cabo de unos segundos, enfrascada en su lucha contra la maldita corbata—. No pretenderás ir con coleta a un evento así, ¿cierto?

    Aquello pareció hacerle saltar las alarmas.

    —¿Qué tiene de malo mi coleta? —protestó, tomando asiento mientras entornaba la mirada hacia ella—. Es mi toque personal.

    —Sí, lo he notado. La llevas siempre —comentó con cierta ironía. Pasó los dedos por su cabello con movimientos suaves, mirándola a través del espejo—. Esto es un evento de etiqueta, Liz. ¿No querías impresionar a tus fans? Ahí tienes la solución.

    Estrechó los ojos, visiblemente ofendida por cuestionar su imagen de esa forma. No quería decirlo en voz alta, pero en el fondo sabía que tenía razón. Enya al menos lo hacía. Suspiró, resignada, y se llevó las manos al cabello para soltar la goma. Su largo cabello castaño cayó sobre sus hombros, en una serie de rizos naturales que le enmarcaron el rostro. Mimi se colocó a su espalda, frente al espejo, y pasó los dedos por su sedoso cabello, retocándolo con movimientos suaves mientras repasaba sus facciones. Apenas había tenido ocasión de ver cómo lucía realmente, pero consideraba que no le quedaba nada mal.

    “Ah, qué desperdicio”

    Recogió entre sus dedos algunos mechones castaños, cepillándolos con delicadeza una vez tras otra.

    —Recuérdame que cuando volvamos a Galeia te lleve de compras —comentó, incapaz de esconder cierta ilusión en su voz, sin apartar la atención de su trabajo. Soltó una risa nasal al verla hacer una ligera mueca—. En cuanto te descuides voy a tirarte todo el armario, y lo sabes. Luego no digas que no te avisé.

    Liza jugueteó con sus uñas, recién pintadas de carmín, reflexionando en silencio. La enternecía verla tan animada con algo por una vez y en el fondo no le importaba acompañarla, pero no podía evitar sentirse algo incómoda aún con todo eso. Tan fuera de lugar.

    Ella era una chica simple, ¿no? Quizás no encajaba realmente en todo eso.

    —No es necesario —murmuró, plana. Apartó la mirada del espejo—, estoy bien así.

    —¿Ah? No hablarás en serio —Mimi frunció el ceño, indignada. Era tan injusta. No se daba cuenta de que lo que decía de verdad tenía el poder de remover algo en los demás, de cambiar su forma de ver las cosas, como había sucedido con ella. Pero cuando las tornas cambiaban no se dejaba alcanzar por las palabras de nadie. Sus labios se movieron solos, dejando escapar un murmullo extraño. Ni siquiera supo por qué dijo eso—. Deberías empezar a aplicarte tus propios consejos, ¿sabes?

    Liza parpadeó, confusa, sin comprender bien a qué se refería. La observó recoger su cabello en una trenza, con las mejillas ligeramente enrojecidas, y sus propias palabras acudieron a su mente con contundencia, arrancándole una sonrisa de los labios. Se inclinó sobre el respaldo, buscando su mirada azul desde abajo, sugerente. ¿A qué había venido eso?

    —¿Qué es lo que escucho? ¿Mimiko Honda acaba de hacerme un cumplido en persona? Qué honor.

    Lo único que sacó de aquella burla fue que incrementase la fuerza con el cepillo, arrancándole un quejido lastimero más que merecido. La sintió colocarle la cabeza recta frente al espejo, obviando el tema por completo.

    —Si quieres que acabemos deberías dejar de moverte.

    —Sí, sí~.

    El resto del peinado fue llevadero y Mimi retrocedió unos pasos, satisfecha, llevándose las manos a la cintura para ver el acabado con orgullo. Había entrelazado sus mechones tras la cabeza con una trenza sutil, dándole más claridad y libertad a su rostro, siempre parcialmente oculto tras su cabello. Liza se levantó con cierta dificultad, probándose los tacones nuevos con visible incomodidad.

    —Vaya diferencia. Sabía que debía dedicarme al mundo de la moda —Apenas pudo vanagloriarse cuando vio a la chica tambalearse hacia delante y la sujetó con rapidez de los hombros, desconcertada. Parte de su poca paciencia se esfumó al comprender lo que pasaba, dirigiéndole una mirada de circunstancias—. No me lo digas, no sabes ir en tacones, ¿verdad?

    —¿Quieres que te diga la verdad o lo que quieres oír? —inquirió, conteniendo una especie de risa.

    Dios, ¿acaso podía ponérselo aún más difícil? Agitó la cabeza, incrédula, dándole un ligero golpecito en la frente.

    —Arceus, quién iba a decir que podías llegar a ser así de torpe —No había rastro de burla en su voz, si no pura condescendencia maternal. Casi parecían haberse intercambiado los papeles, lo supo cuando la vio sujetarse a su brazo derrochando inseguridad por cada poro de su piel—. No te sueltes de mí, ¿bien? Te acabarás acostumbrando, o eso espero.

    —Sabes que si caigo yo caerás conmigo, ¿cierto? —bromeó, quizás producto de los nervios y de la reciente cercanía entre ambas. Percibió el olor de su perfume sin apenas darse cuenta. Ahora que se veía bien al espejo, caminando a su lado... Quizás no le molestaba volver a repetir algo así—. Oye, Mimi...

    La notó detenerse frente a la puerta, volviéndose hacia ella. De repente se sintió algo avergonzada.

    >>Gracias. Por ayudarme y todo eso. No sé qué habría hecho sin ti.

    Aquel repentino agradecimiento pareció desarmarla, y fue incapaz de sostenerle la mirada por mucho tiempo. ¿De verdad le habían ayudado sus consejos superficiales? No era tan buena en eso como ella, que parecía tener las palabras adecuadas en el momento adecuado siempre. Era mucho más brusca pero su intención no dejaba de ser honesta. Que le hubiese servido hacía que mereciese la pena todo el esfuerzo.

    Enredó un dedo en su mechón dorado, sin saber muy bien qué decir.

    —No tienes que agradecerme nada —le aseguró, y su voz perdió algo de la firmeza inicial al añadir algo más, más bien para sí misma—. Tú habrías hecho lo mismo, ¿no?

    Liza inclinó la cabeza, abriendo la puerta de la habitación en el proceso.

    —¿Uhm? ¿Has dicho algo?

    Caminaba con evidente inexperiencia y se tambaleaba de una forma algo cómica, pero se aseguraría de que aprendiese. Y ella nunca incumplía sus promesas.

    Palabra de Honda.

    —Hm-hm —negó con la cabeza, suave, y una ligera sonrisa se dibujó en sus labios. Afianzó el agarre de su brazo, volviendo su vista al frente—. Que te vas a tropezar.

    Tonta
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    Yugen

    Yugen D e p r e s s e d | m e s s

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    Holi holi~
    Imagino que andas de exámenes y como no consigo escribir nada decente con estas dos, decidí al menos pasar a comentarte <3

    En primer lugar tengo que decir que me encanta esta pareja. Se me hace tan natural, desinteresada y sobre todo— que es lo que le da nombre a la ship—, super supportive la una con la otra. Es un cambio bastante grande si lo comparamos con las relaciones tóxicas en las que Mimi ha andado metida en el sentido de que igual si hay cierta atracción física pero no sentimientos románticos por parte de ninguna. A parte el hecho de que se la pasen bromeando con la otra y lanzándose puyitas bien gays se me hace bastante entrañable (?) Sad que no me salga escribir nada y no pueda explotar más esto en el rol pero en fin, al grano.

    Me ha encantado el fic Andy <33
    Cuando me comentaste que escribirías algo con ellas me imaginé de todo y me vine muy arriba porque al ser una ship relativamente reciente no hay apenas contenido. Ver algo de ellas y además tuyo me subía como a mil la moral. Además es tan accurate y tan soft. Tan desinteresamente dulce. Definitivamente Mimi la ayudaria no solo porque el tema le encanta, si no porque la quiere y disfruta pasando tiempo con ella. Es algo que veo sucediendo in rol like... cuando Niko y Liz tengan una cita, me veo a esta última pidiéndole consejo a Mimi. Lo mismo cuando vaya a cortarse el cabello y... shit, eso me acaba de dar una idea (?

    En definitiva me ha resultado un escrito muy dulce, muy soft, que nos presenta una escena bastante rutinaria pero teniendo en cuenta los personajes y su relación se hace bastante amena y disfrutable. Lo amé y la verdad es que me encantaría ver más cositas así, ays.
     
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