Microrrelato Como un juego de niños [Resident Evil: Code Verónica X]

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Este relato está inspirado en el universo de Resident Evil: Code Verónica X y forma parte del regalo de los amigos secretos más tardío de la historia, que es para wasabi. Espero que lo disfrutes.

Estaba oscuro, muy oscuro y él no sabía dónde se encontraba. Había estado bebiendo la noche anterior, quizás hasta caer inconsciente. Pero no recordaba haber bebido tanto. Aunque quizás de eso se tratase. En la oscuridad pudo ver de pronto una luz tintineante, era un insecto que volaba de un lado a otro, majestuoso. Era una libélula. Siempre le habían encantado las libélulas. Se quedó embelesado pensando en lo hermosa que era aquella libélula. Sus alas parecían dar luz a la inmensa oscuridad.
De pronto, una mano se alzó de entre la oscuridad y agarró a la libélula. El insecto se batía entre los dedos que le habían atrapado, pero sin lograr desasirse de ellos.
Él trató de hablar para instigar al insecto a que se resistiese de aquella mano, pero no fue capaz de pronunciar ninguna palabra. Cuando vio que otra mano se alzaba y se posaba en una de las alas de la libélula, sintió una especie de estremecimiento. De repente sintió un inusitado calor. No sabía exactamente lo que le pasaba, pero parecía como si todo se fuese aclarar de repente. Allí apareció el rostro de Alexia más joven, que tenía una sonrisa deformada que parecía expresar que estaba disfrutando. Tiraba y a la vez no tiraba de aquella ala que tenía pillada. Disfrutando del sufrimiento de aquel insecto. Sintiéndose una diosa tal vez, al tener en sus manos la vida de aquella pequeña criatura.
Entonces se vio a sí mismo, a sí mismo también de joven. Se vio caminar acercándose a Alexia, que ahora se veía todavía más clara y mirarla de forma cálida. De pronto todo le pareció un recuerdo. Vio como se acercaba a su hermana y juntaban sus labios, fusionándose en un beso y al mismo tiempo, fusionando sus cuerpos. Hasta ser uno solo. Aquella entidad que formaron, le perturbó. Y le permitió abrir los ojos.
Alexander había despertado de aquel sueño que se le antojó terrible, estaba sudando. Se levantó del sillón en el que se encontraba, efectivamente había estado bebiendo y fue a tumbos hacia el baño. Se acercó al espejo y se echó agua en la cara. Allí estaba su cara. Ahora aquella era su cara. Se acomodó la peluca y se quedó viendo, aquel rostro que compartiría con su hermana por un tiempo. Su cara. La cara de ellos.
—Nunca has dejado de jugar conmigo Alexia —musitó Alexander.
—Efectivamente, querido —le respondió Alexia.