Es muy triste que ya no nos veamos como antes, nuestros cuellos se han vuelto tan gordos, que las cadenas del tiempo solo pueden restringirnos. Voces suicidas empaquetadas en recuerdos gratos de cuando solíamos correr al viento y sonreír, eso es lo único que queda en medio de aquel prado estéril. Romperemos bolsas de nostalgia tratando de encontrar un tesoro perdido en aquellas lagunas infames de noches eternas, sin luna y axfisiantes. Aullaremos pidiendo a gritos la luz de la continuidad invariable de cada ciclo, que a pesar de odiar, nos hace sentir seguros. Y al final, en la intermitente línea entre la vida y la muerte, caeremos innegablemente como perros viejos y de patas cortas, con el peso del amor, la desdicha y la infamia de luchar por ser felices.
Lindo relato de nostalgia. Ambos envejecieron tratando de encontrar la felicidad en aquel pasado compartido, aparentemente sin haberlo conseguido jamás.