Cocina

Tema en 'Planta Baja' iniciado por Gigi Blanche, 22 Febrero 2021.

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    Gigi Blanche

    Gigi Blanche Equipo administrativo Game Master

    Piscis
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    Fabricada y revestida principalmente en madera y mármol negro, este espacio de la mansión posee un estilo más moderno que sus dependencias aledañas. Posee artefactos de última tecnología y a través de las ventanas se aprecia el patio trasero.

    Es la única vía de entrada al comedor.


    Junto a la isla hay una señorita de pie, callada y bastante inmóvil, que parece pertenecer al servicio doméstico de la mansión. ¿Qué hará allí?


    Cocina.png

    Conecta con: Pasillo (Planta Baja)
    Conecta con: Salón
    Conecta con: Comedor
    Conecta con: Patio trasero
     
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    Hygge

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    Quizás una de las cosas que me habían permitido desenvolverme de manera decente con Laila era su propia personalidad; la capacidad de dejar correr mis aparentes nervios y dedicarme una sonrisa como si nada. Me enderecé cuando me tomó del brazo, bastante de improvisto, pero le dejé hacer porque, ¿quién era yo para siquiera apartarla por mas huraño que fuese?

    —¿Eh? —Su pregunta me llegó algo lejana. Había girado el rostro al notar que Rachel se había quedado algo atrás, charlando con alguien extraño, pero aparentemente Shawn redujo la marcha para esperarla dejándonos vía libre para explorar. Volví a encontrar sus ojos y asentí levemente—. Claro, vamos. Tenemos un anfitrión que encontrar, ¿no?

    Solo tenía tres horas y una mansión enorme por explorar, mejor comenzar cuanto antes. Comenzamos así a avanzar por los pasillos, evadiendo un poco a la gente sin tener idea de qué puerta conducía a qué lugar. Prácticamente eran idénticas. Noté que me dejó un poco la batuta para elegir lugar aún si fuera al azar así que no calculé demasiado mis pasos por una vez: escogí la puerta al fondo y la abrí lo suficiente para dejarle pasar.

    Al parecer se trataba de la cocina. Aguardé en la puerta, echándole un vistazo a la habitación y no tardé en notar a una mujer, aparentemente del servicio doméstico, aguardar de pie sin mediar palabra alguna. Intercambié miradas con Laila, extrañado, y bajé la voz con cierta complicidad, de modo que solo ella me escuchase.

    —¿No te da como muy mala espina?

    Hitori Me siento como si estuviese jugando al cluedo en vivo y me encanta (??)
     
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  3. Threadmarks: Juego: Carrera de chupitos.
     
    Zireael

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    Al ver a los dos jóvenes entrar la mujer se puso en movimiento, hizo una reverencia modesta allí junto a la isla y quizás tardaron demasiado en darse cuenta, pero tiene un bigote falso, rizado en las puntas; antes de hacer mucho más jugueteó con el bigote con aire distraído.

    —Bienvenidos a la residencia Akaisa, jóvenes —dijo mientras sacaba de la alacena una botella de tequila blanco, acto seguido sacó también una de crema de tequila y las puso una junto a la otra sobre la isla para luego—. Esta noche yo estaré a su servicio, según órdenes de la señorita. Es este sector de la casa, además de haber bocadillos.

    Señaló las encimeras, habían toda clase de bocadillos finos, ciertamente.

    >>Tenemos una carrera de chupitos disponible para aquellos que deseen jugar. Tenemos tequila blanco y, para la gente que prefiere algo más dulce, tenemos también crema de tequila.

    Antes de siquiera dejarlos contestar colocó una fila de cinco vasos pequeños, rellenó dos con el tequila blanco y tres con la crema de tequila. Era, si se quiere, la prueba. Podían beber si querían, al menos esos cinco, sin necesidad de que fuese una competencia.

    La mujer observó a la chica, dado que parecía la mayor, y notó que parecía dudar de todo el asunto pero tampoco se retiró ni soltó el brazo del muchacho con el que había llegado.

    —Bueno, Yule, vaya manera de inaugurarnos en la fiesta, ¿no crees? —soltó con cierta diversión en la voz.

    —También pueden beber solo uno si gustan, son libres de ello. En el comedor también hay más comida disponible y otra actividad.


    Carrera de chupitos

    Habrá un mujer encargada de rellenar los chupitos siempre que se quiera jugar. Son competencias individuales, 1vs1, donde el primero que se acaba los cinco chupitos de tequila alineados gana.

    Los participantes deberán lanzar un dado de cinco caras, y quien consiga el número más alto será el ganador. En caso de empate, pueden decidir dejarlo así o jugar otra ronda. El ganador, si desea seguir jugando, contará con la ventaja de tener que beber un chupito menos que su contrincante.

    En breve la mecánica será añadida al índice de mecánicas de juego.
     
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    Hygge

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    Todo se volvió aún más extraño cuando la señorita se dirigió a nosotros y noté que llevaba un bigote falso, pero no comenté nada. Quizás era una costumbre rara de las fiestas de ese nivel o qué se yo, no es como si tuviese referencia alguna para empezar.

    Nos sacó dos botellas de tequila aparentemente, según pude leer en la etiqueta, y dispuso varios vasos pequeños sobre nosotros. Me veía venir por dónde iban a ir los tiros hacía rato y le dirigí una mirada fugaz a Laila, pero pese a todo la chica no se separó de mi brazo. De hecho hasta su comentario sonaba divertido.

    No había probado el alcohol nunca y tampoco es que tuviese mucho interés en ello. Al menos conocía mi lugar y sabía que un crío de quince años no debería hacerlo por norma general, pero el hecho de que fuese un juego y que Laila fuese mi contrincante lo hacía... no sé, ¿distinto? ¿Me vería como un aburrido si simplemente me negaba? No quería que lo hiciese.

    En el transcurso de mi reflexión varias personas pasaron por la cocina; no conocía a ninguna pero no parecía ser ese el caso de la chica. Cuando la última de ellas terminó por marcharse solté un pequeño suspiro, con movimientos un tanto rígidos, y alcancé con mi brazo libre uno de los vasitos para pasárselo.

    Aún tenía cierta duda en la mirada cuando me giré hacia ella.

    —Supongo que un pequeño juego no le hace daño a nadie, ¿no? —No es que se me notase muy seguro, pero bueno. Desvié la mirada y sostuve otro de los vasos, el que parecía más dulce, echándole un vistazo de cerca—. Así que... ¿A la de tres?

    Los dados cuando no lo necesito: toma tu 1
    Los dados cuando lo quiero: pues no mi ciela

    Uy, pero si me han hecho caso xDDD
     
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    Zireael

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    No era que lo estuviera incitando a beber ni nada, pero ni en broma, si me quedé era porque una parte de mí tampoco se lo iba a arrastrar de la cocina como una madre loca ni nada y si iba a beber, lo cierto es que prefería que fuese conmigo que con otra persona. Aunque en sí yo tampoco era lo que se dice una gran bebedora, si acaso había comenzado a beber algo de vino o champaña en las fiestas, y en un perdido Richard me pasaba una cerveza un fin de semana al mes para que conversáramos un rato.

    Le tomó un rato decidirse e incluso cuando lo hizo parecía bastante rígido, me pasó uno de los vasitos y lo tomé sin complicación, para la gracia era también uno de los de crema así que todo bien.

    —A la de tres —respondí y en efecto, nos bajamos el trago.

    Lo cierto es que dado que no tenía el sabor fuerte del tequila, de hecho tenía toques de café y chocolate, no tardé nada en tomarlo y dejé el vasito sobre la isla. Sabía que no era muy buena idea, pero tomé el otro de crema que quedaba y me lo tomé también, dudé visiblemente con el tequila blanco, eso sí. Levanté el vaso, lo olí y en sí no tenía un aroma tan fuerte como otros tipos de tequila que había visto a Richard beber de vez en cuando.

    Supongo que probar no mató a nadie.

    Le di un trago en lugar de bajarlo de golpe, alcancé a beber la mitad y lo dejé en la superficie. Seguía siendo más fuerte de lo que me gustaba, así que lo dejé estar.

    —No estuvo tan mal, ¿cierto~? —le pregunté, dedicándole una sonrisa.

    Deslicé la vista hacia la puerta que conectaba con el salón, tenía unos detalles en cristal que permitían ver lo que pasaba al otro lado y fue en ese momento en que lo detallé, al otro lado de la puerta, junto a una chica que asumí era Kurosawa por el color de sus ojos.

    La máscara dorada recordaba a una mariposa, de alguna manera.

    —¡Yule! —Lo llamé y señalé hacia el salón—. Creo que lo encontré, ya sabes. Al anfitrión.


    Tiré el dado de Laila en el post de arriba solo por la gracia y para ponerla a tragar alcohol como pelotuda? sí (???
     
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    Gigi Blanche

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    Anna.png

    Justo llegué a aceptar la cerveza que Cayden me había traído cuando sentí el móvil vibrándome en el bolsillo del vestido. Le eché un vistazo antes de retirarme porque, bueno, quizá no fuera del todo importante. El caso es que una sonrisa enorme me decoró el rostro y apenas logré contener la emoción al avisarle a los chicos que me perdonaran un rato. No lo pensé mucho, me lancé a la otra puerta del salón y acabé en la cocina. Allí estaba Laila junto a un muchacho que no ubicaba realmente, además de la tía extraña del bigote. Me limité a dedicarle una sonrisa a la chica mientras atendía la llamada.

    —¡Che! —me quejé en español con un enfado impostado, relajando las caderas en una encimera relativamente lejana a los demás—. ¿Le parece que son horas de llamar, señorito?

    Papá soltó una carcajada fresca al otro lado de la línea.

    —Eh, perdone usted, señorita. Es que la situación lo amerita.

    —¿Ah, sí? ¿Y de qué situación estamos hablando?

    —Bueno... —Lo oí empezar a caminar, al parecer estaba en la calle o algo similar, los autos iban y venían en el fondo—. ¿Querés la verdad?

    Me reí, dándole un trago a la cerveza.

    —No, quiero que elabores la mejor mentira que se te ocurra en tres segundos.

    —Ah, en ese caso te llamaba porque unos libaneses secuestraron mi camión y me obligaron a trabajar para ellos durante tres semanas exportando carne de mantarraya a Barbados, pero logré escapar con la ayuda de un carpintero que era tío abuelo del abogado que habló con Eduardo para liberarme la aduana y ahora estoy varado en Tokyo porque mi camión se cagó y el mecánico certificado por la empresa más cercano estaba acá. ¡Sorpresa!

    —¿Estás acá? —exclamé emocionada—. Es verdad, ¿no? ¿No me estás jodiendo?

    —Chiquita, acabo de contarte cómo los libaneses me secuestraron. ¿Qué te hace pensar que podría mentirte?

    —¿Hasta cuándo te quedás?

    —Eh, no, esta noche. Tengo un pedido muy importante pendiente y ya esto me está retrasando un huevo y medio. Bueno, igual tengo un rato hasta que lo arreglen pero... —Se interrumpió, lo oí sonreír y juraría que hasta lo vi meneando la cabeza—. ¿Eso que escucho son violines en el fondo? ¿Qué carajo andás haciendo?

    Bajé la vista a mis pies, molesta, y al hablar soné como una cría encaprichada.

    —Estoy en una fiesta. ¿En serio tenés que irte esta noche?

    —Sí, Annita.

    —Pero no te veo hace un montón. ¿Cuándo vas a volver?

    Caminó un poco antes de responder, oí el ruido de unos papeles.

    —Según la bonita planilla que tengo acá, la semana que viene. Pero ya sabés que estos tipos...

    —Te tienen en ese baile hace meses, sí, ya sé. —Bufé, girando la botella entre mis dedos, y empecé a golpetear el taco de un zapato contra el suelo—. Son unos hijos de puta.

    Papá sólo estaba siendo políticamente correcto, si tanto él como yo sabíamos que toda la culpa recaía sobre Jun, el hermano de mamá. Era un cabronazo de cuidado, la jodida basura jamás le perdonó a mamá lo que hizo y ahora se la estaba cobrando con papá, aprovechándose de tenerlos agarrados de los huevos. ¿Qué mierda planeaba? ¿Tenerlo trabajando como esclavo, lejos de casa, hasta que se separaran? ¿Quería destrozar nuestra familia?

    Y encima se estaba acercando a mamá.

    Ni siquiera necesitaba preguntarle a papá si sabía al respecto, era obvio que no. Tampoco quería caerle con una noticia tan negra de un momento al otro, y encima por teléfono. Lo escuché soltar una risa liviana al otro lado de la línea y su voz se suavizó.

    —Tranquila, chiquita. Ya voy a volver a casa.

    Arrugué el ceño, apretando los labios, y chasqueé la lengua. Mejor me enojaba porque prefería eso antes que las lágrimas ardiendo tras mis ojos.

    —Te extraño, pa.

    —Yo también, corazón. Las extraño a las dos. No sabés las ganas que tengo de comer tus milanesas quemadas con la ensalada sin aceite ni vinagre.

    —¡Eh, estuve mejorando en eso! Ahora no se me queman.

    —¿No?

    —Bueno, no siempre.

    Los dos soltamos una risa floja y le di otro trago a la cerveza, suspirando para renovar los ánimos y sacarme el peso del pecho. Bueno, igual me alegraba un montón hablar con él.

    —Ah, el mecánico me está llamando. Después hablamos, ¿dale? Ojo con lo que tomás en esa fiesta, eh.

    Se me aflojó una carcajada fresca y alcé el porrón antes de empinármelo, como si papá estuviera frente a mí.

    —Sí, obvio, pa. Nada excepto juguito hecho con leche de soja.

    —Me alegra que nos entendamos. Bueno, chau, chiquita. Te quiero.

    —Yo también, pa. Suerte.

    Corté la llamada y me quedé mirando la pantalla un par de segundos antes de regresarme el aparato al bolsillo. Suspiré, bebí otro trago de cerveza y recorrí la cocina con la vista. Bueno... era lo que había, ¿no? Al menos había hablado con él un rato.
     
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    Amane

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    Aceleré bastante el paso una vez me levanté del sofá. O, bueno, todo lo que los tacones y el alcohol me permitieron acelerar, claro. Y una vez estuve bastante alejada del chico, me llevé las manos a las mejillas para intentar bajar el sonrojo que me había asolado de repente.

    No me quería realmente imaginar la clase de mirada que me tenía que haber echado Katrina al entrar para haberle permitido a Cayden imaginarse el "rollo" que decía imaginarse. Y que seguramente estaba en lo correcto, todo sea dicho de paso. ¿Me molestaba? No, definitivamente no era molestia lo que sentía, pero ahora sí que me daba más vergüenza buscarla. Además, ¿no había empezado a hablar con el tipo rubio aquel? Seguro se molestaba si la interrumpía, y como que era lo último que quería.

    Me dirigí a la cocina con intenciones de buscar a Anna, pero acabé tan hundida en mis pensamientos y sentí una necesidad tan urgente de beber agua fría, que prácticamente me olvidé al instante de mi objetivo principal y acabé chocando de lleno con la espalda de la chica.

    —Eek, perdón... Ah, ¡Annie! —me llevé las manos a la cintura en cuanto distinguí su figura, inflando las mejillas y, de nuevo, olvidando por completo todo lo que me había estado comiendo la cabeza hacía apenas unos segundos—. ¿Estabas intentando escapar de mí, señorita?

    Quiero una novia para llevar uwu
     
    Última edición: 19 Marzo 2021
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    Gigi Blanche

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    Lo cierto es que di un respingo bastante pronunciado cuando Emi me llevó en banda, porque había topado con una canasta llena de castañas de cajú ¡y no pude evitarlo! De repente éramos sólo yo, mi cervecita y las castañas de cajú en el mundo, y nada ni nadie podía mejorarlo.

    De cualquier forma una pequeña, pequeñísima parte de mí temía ser atrapada y regañada con las manos en la masa, de ahí que saltara como un resorte y soltara una exclamación aguda al sentir el empujón por detrás.

    —¡Emi! —mi expresión se iluminó de repente al verla y sonreí con una mezcla de diversión y picardía—. Eh~ ¿Yo? ¿Escapando de ti? ¿En qué mundo horrible ocurriría eso? Oye.

    Agarré un puñado de castañas y, tras dejar el porrón en la encimera, acuné su rostro con la mano libre. Luego la insté a separar los labios y con toda la delicadeza del mundo le puse una castaña en la boca. Mi sonrisa se ensanchó, divertida, y regresé la espalda a la encimera para darle un buen trago a mi cerveza.

    —Estos ricos —reflexioné, masticando una también—. ¿Sabes lo que cuestan estas mierdas? Y ellos las dejan aquí, en la cocina, en medio de una puta fiesta. ¡Yo ni cereales dejaría!

    Meneé la cabeza, recuperando la alegría inicial, y la piqué en el costado de la cintura, apremiante.

    —Está buena, ¿verdad? ¿A que sí? ¿Quieres otra? —Le mostré la cesta y me reí, como si hubiera encontrado el puto tesoro del Dorado—. ¡Podemos alimentar medio África! O, bueno, también podemos llenarnos los bolsillos. ¡O apostarlas!

    Debería relajar el culo, pero ya era sabido que no tenía idea cómo hacerlo cuando estaba contenta, ¡mucho menos en una jodida fiesta!

    —Por cierto, ¿qué haces aquí? —Una idea entre disparatada y acertada me cruzó la mente nublada por el alcohol de repente y la señalé, exclamando bien fuerte—: ¡Ah, señorita! ¡No me diga que está huyendo de Lady Akaisa!

    No, si a mí el cerebro mejor me funcionaba cuando más idiota estaba.

    Gabi: LAS NOVIAS
    Belu: nyoooom
     
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    Amane

    Amane Equipo administrativo Comentarista destacado fifteen k. gakkouer

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    Relajé mi postura por completo en cuanto recibí su mirada, porque a decir verdad en ningún momento tuve ninguna intención de parecer realmente molesta con ella o algo así. Volví a sonrojarme ligeramente cuando me acunó la mejilla y todo el rollo, pero más por pura costumbre de mi cuerpo que otra cosa, porque no me aparté ni me tensé en ningún momento.

    Me comí el fruto seco mientras escuchaba a Anna, riendo sin poder aguantarlo con cada ocurrencia que soltaba. Por otro lado, tenía razón, seguramente a los Akaisa no podría importarles menos que se le acabasen las castañas aquellas porque podrían comprar en cualquier momento medio almacén si querían.

    Cogí otra de la cesta que me extendió antes de acercarme al frigorífico para poder servirme algo de agua fría. Estaba, de hecho, a punto de llevarme el vaso ya lleno a los labios cuando Anna me señaló para gritar lo que gritó. Menos mal que en aquella ocasión me había pillado justo antes de beber o acabaría muriendo de verdad, y no de la mejor manera.

    —Shhh.

    Me acerqué a ella de nuevo, llevándome un dedo índice a los labios, y fruncí ligeramente el ceño. No es por nada, pero es que había dado un poco en el clavo y, a decir verdad, un poquito de miedo me daba de que se diese cuenta y, no sé, ¿se le cruzasen los cables?

    Aunque me vendría bien la ayuda, no iba a engañarme tampoco.

    >>Nada de eso. Solo estaba preocupada porque estabas tardando mucho, cielo.


    ¿Nosotras? ¿Biased con las novias? No, hombre, como crees
     
    Última edición: 19 Marzo 2021
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    Gigi Blanche

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    La reacción de Emily fue como, no lo sé, ¿música para mis oídos? Su apuro por callarme le confirmó a mi cerebro mononeuronal que había dado en el clavo y solté una risa breve, juntando las manos a un costado de mi rostro mientras me mecía suavemente de lado a lado.

    —Ah, pobre Emi~ ¡El amor! ¡El amor lo vuelve todo tan difícil!

    Me había puesto a gesticular como una imbécil en medio de una obra de Shakespeare o similar, y no me di cuenta que había empezado a retroceder hasta que choqué contra una puerta misteriosa. La cerradura cedió apenas y, al echar un vistazo dentro de lo que parecía ser el comedor, se me ocurrió una idea.

    Ya estábamos de acuerdo en que no reflexionaba ni dos segundos mis ideas, ¿verdad? Pues bien.

    —¡Beer pong! —exclamé, emocionada como crío en Navidad, y miré a Emily con toda esa ilusión de lleno antes de corretear hacia la otra puerta, la que estaba abierta y daba al salón—. ¡Beer pong!

    Me detuve bajo el umbral, colocándome de puntillas sobre mis tacones, y busqué y busqué hasta dar con mi objetivo. Quizás Emi me odiara un rato después de esto, pero a la larga sabía que me lo iba a agradecer~ Me cargué los pulmones de aire y alcé el brazo en alto.

    —¡Akaisa! —la llamé, dándome básicamente igual si captaba la atención de media fiesta—. Y... ¡y tú, el rubio con pintas de chico malo junto a ella! ¿Juegan un beer pong?

    Hitori Amane me estoy meando idk someone pls stop her
     
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    Zireael

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    Arata.png
    Me había tirado una buena parte del rollo pero en sí lo que más gracia me hacía era ver al idiota con el club de la lejía o alguna mierda así, sobre todo con la de cabello corto que había tenido que lanzarse a la piscina también; si es que parecían un grupo de fantasmas y un pedazo de carbón.

    Noté a la chica de las mechas rojas acercarse a tirarse el rollo también y la escuché soltar una risa baja, aunque cuando la miré de refilón se le notaba la diversión en toda la puta cara, incluso con la máscara. No sé por qué pensé en ella como si no la conociera si era mi compañera de clase, pero caí de repente que era la dueña de casa y toda la mierda, aunque la verdad me dio bastante igual.

    —Tienes que publicar esas fotos, gang boy —dijo mientras golpeteaba el cristal de su copa con las uñas. Por las heridas en los dedos intuían que eran falsas—. Ya que ha sido lo más interesante que ha pasado hasta ahora.

    Le pegué un trago a lo que quedaba del whisky que en buena teoría había pedido para Dunn en lo que me regresaba el móvil al bolsillo y le tiré una sonrisa encima, de las de siempre cargadas de una soberbia que ni sabía por qué poseía si no era más que un pobre diablo. Ella la reflejó con una facilidad estúpida.

    —Cuenta con ello —resolví.

    Como tal no había conversación que hacer y de todas maneras antes de que siquiera me molestara en intentarlo la voz del tanuki de antes volvió a alzarse, la hizo girar el rostro rápidamente, no tardó en llamar también me atención y alcé las cejas. Bueno la niña no tenía mucha retentiva, ciertamente, que había escuchado mi apellido de boca de Dunn antes pero aún así era solo el rubio con pintas de chico malo.

    Al menos era fiel a la realidad.

    La chica se puso en marcha, sus tacones hicieron eco contra el suelo y se detuvo en la mesa de bebidas para que le rellenaran la copa, le seguí los pasos para volver a llenarme el vaso y ambos pasamos a su lado en dirección a la cocina, noté que Cayden salía prácticamente detrás. Me dio un golpe en el hombro, fue bastante liviano y estiré la mano sabiendo lo que significaba, de forma que alcancé a tomar la hierba y guardarla en el bolsillo.

    —¿Cuánto te debo?

    —Es el pago por haberte tenido que transferir a esa escuela en el culo de Tokyo a última hora. La casa invita —dijo antes de seguir su camino hacia el patio trasero, lo vi encender un porro apenas salió por la puerta.

    —Bueno, aquí tienes a tus jugadores —solté entonces para la del cabello teñido—. Se va a poner divertido.

    Akaisa no tardó prácticamente nada en posar la vista en la de ojos violeta, le sonrió con evidente doble intención.

    —Es bueno verte en mi fiesta, Emi-chan~




    Altan 2.png
    Ya desde que el loro embarrado de mierda que parecía ser el pelirrojo había llegado con Sasha no me sonaba a mí que aquello tuviera pinta de terminar muy bien, pero quién era para inventarme posibles desenlaces de una conversación de la que ni siquiera era partícipe como si fuera un loco paranoico, aunque tampoco me faltaba mucho para serlo.

    El ruido de los filtros de la piscina, la música y toda la cosa, apartando que estaba genuinamente distraído, no me dejaron escuchar el grito que había pegado Anna en el salón, aunque seguro en un día normal en ese casa habría hecho eco hasta afuera, así que seguía ignorante de que de hecho la tonta había llegado hace un rato. De todas formas con el rollo de la piscina no era que tuviera oportunidad de haberme dado cuenta de nada.

    Le di la última calada al cigarrillo, me acerqué a la mesa en la que habíamos jugado y dejé caer la colilla en uno de los vasos. Tomé un limpio para servirme cerveza como había hecho Jez, mientras estaba en eso me llegó el aroma a hierba y noté una silueta acercarse, era Dunn.

    —¿Estuvo bueno el chapuzón? —preguntó, asumí que se había tirado el rollo pero en realidad solo lo sacó por verme el cabello húmedo.

    —En realidad no estuvo mal —respondí luego de darle un trago al vaso.

    Soltó una risa bastante condescendiente que me dejó saber que, para variar, ya debían haberle tocado bastante los huevos como para que estuviera de un humor raro. No era que me interesara como tal, así que solo lo dejé correr, me despedí con un movimiento de mano y eché a andar hacia el interior de la casa, no me molesté en mirar hacia adentro, me había sacado el móvil del bolsillo para echarle un vistazo y al entrar lo primero que escuché fue la voz de Arata.

    —¿Disfrutaste el espectáculo, Shimizu? ¿Qué vas a jugar ahora que pareces haberte aburrido de la botella del salón? —solté mientras me guardaba el móvil y alzaba la vista por fin.

    Fue ahí donde se me chamuscaron las neuronas, una tras otra quedaron en la mierda en el segundo en que el rosa chicle del cabello de Anna palpitó como una llama viva y me quedé clavado en mi lugar, con la mano en el bolsillo y tratando de conectar alguna idea más o menos coherente. Lo cierto es que no tuve demasiado éxito, casi pude escuchar a Shimizu soltar la risa pero sorprendentemente se contuvo.

    —Beer pong —dijo sin más—. ¿Vienes de arbitro o algo, para vigilar que no nos matemos entre nosotros?

    Fue hasta que lo escuché al estúpido que caí en que había estado recorriendo a Anna con la vista sin mucho disimulo, a pesar de tener el cerebro entrampado en intentar hilar una sola idea coherente pero de repente me di cuenta que había más gente de la que me gustaría tener cerca, ellos cuatro más Meyer y el chiquillo que la acompañaba, y solté el aire despacio antes de bajarme algo más de cerveza. Akaisa también parecía a punto de descojonarse, la verdad.

    —Si me dejan apostar.

    —¿Te van los juegos de azar de repente? Bien, ¿a quién le apuestas entonces?

    —A la princesa del vestido iridiscente —dije regresando la vista a Anna.

    Not a surprise at all —soltó Akaisa, sin disimular ni una gota de la diversión de su voz.


    no pretendía soltar este tochaco pero no pude controlar a ninguno de estos tres estúpidos sos ni a mis delirios iM SOWWY MOM
     
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  12.  
    Amane

    Amane Equipo administrativo Comentarista destacado fifteen k. gakkouer

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    Solté un suspiro pesado dejando caer la cabeza hacia delante, en un gesto que acabó siendo más cómico que otra cosa. Simplemente no tenía sentido intentar convencer a Anna de cualquier cosa, menos en aquel estado, así que simplemente decidí dejarlo pasar mientras me tomaba finalmente al agua que me había preparado.

    Seguí el recorrido de la chica con la mirada, sin poder esconder del todo la sonrisa enternecida al ver su emoción cuando pareció que había descubierto el beer pong, pero... lo sentí, tuve el terrible presentimiento de que la ternura me duraría poco cuando se asomó por la puerta del salón.

    Efectivamente.

    Me congelé en el sitio y, de verdad, si las miradas matasen Anna habría caído fulminada en ese mismo instante, ahí bajo el umbral de la puerta. Pero no lo hacían, así que ahí estaba ella tan contenta tras haberme sentenciado como si nada. Encima beer pong, ¡si no había jugado en mi vida! Y no es que mi puntería fuese muy buena, y menos con la cantidad de alcohol que ya llevaba en la sangre.

    Katrina y el "rubio con pintas de chico malo" aparecieron no mucho después y, contrario a todo lo que pudiera esperar, no me tensé para nada cuando la muchacha me habló. Mira si el vodka me había hecho más efecto del que creía y todo, qué gracia.

    —No podría perdérmelo, senpai —respondí, con una sonrisa ligera, llevándome las manos tras la espalda—. Felicidades, por cierto. Te he traído un regalo, l-luego te lo doy...

    Bueno, primer paso dado, suponía. Igual un poquito de vergüenza sí me dio admitir lo del regalo así que me giré rápidamente hacia Anna y me enganché de su mano, tirando con algo de más de fuerza de la que hubiese esperado.

    >>¿Vamos, entonces?

    heyo, is this CHAOS?
     
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  13.  
    Kaisa Morinachi

    Kaisa Morinachi Crazy goat

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    Mis pasos me terminaron por llevar a la cocina debido a que descarté la otras opciones sin siquiera meditarlo o llegarme a posar frente a las puertas, a diferencia de lo que hice en el segundo piso, aquello de revisar puerta por puerta. Tal vez el hecho de que todas las habitaciones fueran tan grandes con cosas tan acaparadoras me intimidaba.

    Sí, podía ser eso; el constante miedo de estropearlo todo, de que sí algo salía mal, no sería responsabilidad mía, sí no que de Lily. Negué con la cabeza, demasiado preocupada de repente, rozando lo angustiada. Inhale ondo volviendo a alzar el rostro, para luego exhalar despacio, siempre a ojos cerrados.

    ¡Vamos, Margarita, que habías venido a pasarla bien! No podía... sería demasiado vergonzoso fallar en algo así. Volver a cometer los mismos errores una y otra vez, ya estaba bastante aburrida de eso, hastiada y puede que incluso desesperada por encontrar alguna salida de esa circunstancia que siempre parecía perseguirme.

    Con mi mirada crítica y sería, terminé por pozarla en la señorita... a cargo de la sala, supongo. Volví a exhalar, esta vez desinfle el pecho botando con suavidad el aire por la nariz. Me acerqué a paso monócorde, pero mi expresión no demoró en tornarse en una tímida e insegura, a pesar de eso, hice lo que pude por mantenerme estable, convincente, que no pareciera un animalillo asustado.

    Pero vamos, nunca convencía a nadie, pocos eran los que me creían... ¿Cuántos tendrían real fe en mí?
    —Di-diculpe, señorita... —empecé con suavidad, entrelazando mis dedos sobre mi regazo con clara tensión, desviando la mirada a los costados en un movimiento ansioso, incapaz de mirarla a la cara.

    Puta vergüenza que das, niña. Tras mirarla furtivamente a los ojos, me centré en mis manos estirándose así mismas, tensándolas de más.
    >>¿Ha... hay un lugar para descansar un rato o...— Cabizbaja, la miré a los ojos, con una sonrisa firme, pero no por ello menos apenada— algún lugar dónde poder disfrutar un té?

    Vamos, que era la única forma, de la que se me ocurría, podía ayudarme a escapar un rato...

    ¿De qué exactamente? No lo sé, la existencia misma, supongo.
     
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  14.  
    Zireael

    Zireael Equipo administrativo Comentarista empedernido

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    La mujer que estaba a cargo de la cocina —con su bigote falso, que no se olviden de eso— reparó en Margarita mientras limpiaba los vasitos de shot que los otros dos jóvenes habían desocupado. Notó su tensión y toda la cuestión, pero no le habían pagado para solucionarle las tensiones a un montón de adolescentes.

    ¿Un lugar para descansar? Era raro por demás, siendo que bueno... Era una fiesta de proporciones bastante importantes.

    ¿Disfrutar un té? Eso no estaba mejorando ciertamente, si ya la cosa de encontrar un lugar tranquilo estaba complicada lo otro solo lo dificultaba más. La mujer acomodó los vasitos pensándolo un rato.

    —Las jardines frontales, hay una mesa allí con ese fin —respondió—. El balcón de arriba, si no hubiera nadie, o la terraza del patio trasero.

    Señaló el patio con un movimiento de cabeza, aunque parecía haber cuatro chicos allí. No tenía muchas opciones, siendo que obviamente no la iba a mandar a las habitaciones ni nada.
     
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  15.  
    Insane

    Insane Maestre Comentarista empedernido

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    Por el ruido de las personas terminé desplazándome hacia una de las puertas cercanas en donde hubiese una mayor cantidad de silencio, para poder responder sin tener que alzar la voz o esforzar de más el oído de mi madre, porque bueno, ninguna de las dos opciones las consideraba siquiera. Terminé entonces deslizando los orbes de forma superficial por el lugar a medida que hablaba, visualizando a la señorita que estaba de pie. Asentí entonces con la cabeza en forma de saludo para no pasarla por alto, mucho menos con el bigote falso.

    Si algo consideraba tener eran modales.

    <<Sí madre, aterrizamos bien. ¿Ahora? Estamos en alguna clase de celebración. Sí, Zeld y Zold están conmigo, y el docente de japonés nos ha estado instruyendo al menos para lograr conversaciones intermedias, supongo que en un par de meses lo hablaremos con fluidez>>


    La escuché entonces responderme con aquella tonalidad autoritaria sobre las notas que debía mantener para poder permanecer en el intercambio y no regresarme a Canadá, sin embargo sus advertencias no me perturbaban en lo más mínimo, ya estaba acostumbrada a destacar en cosas como esas. Fue entonces que la voz de mi padre al fondo le estaba llamando para que salieran a desayunar al tener una diferencia horaria tan amplia con japón. Me despedí presionando luego el botón rojo de la pantalla táctil, sosteniéndolo en mi mano al no tener bolsillo alguno en mi vestido, y mucho menos un bolso.

    Por eso Zold lo traía consigo en su pantalón.

    Regresé la vista a la mujer presente, saludando educadamente ahora de forma verbal:

    —Buenas noches.
     
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  16. Threadmarks: Evento: Problemas de sustancia.
     
    Gigi Blanche

    Gigi Blanche Equipo administrativo Game Master

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    Jamás había sido una persona particularmente emocional. Uno podría decir que no sentía demasiado las cosas, que no me implicaba ni entrometía debido a mi desapego general con el mundo. Vivía a mi bola, me movía al ritmo de mis propios vientos, que francamente no reparaban en mayores problemas si por razones espontáneas debían acompasarse bajo una melodía ajena. Era la tranquilidad que sólo podía surgir de la más pura y genuina libertad, exenta de ataduras, responsabilidades o preocupaciones, de correas, de corazones pesados o emociones fuertes. Era tan libre como lo sería cualquiera incapaz de sentir, o al menos eso veían los demás.

    ¿Era cierto?

    Generalmente estaba bien con mi forma de ser, a veces me agobiaba un poco y otras, las más esporádicas, caía en la lisa y llana obligación de preguntarme qué carajo estaba haciendo con mi vida. ¿Por qué parecía vivir en piloto automático? ¿Adónde se habían ido todas esas emociones perdidas? ¿Por qué no podía sentir como lo hacían otros? Como sentía Anna, como había sentido Chiasa. ¿Estaba bien? ¿Estaba mal?

    ¿Debía dar más de mí?

    ¿Era egoísta?

    Cayden era un poco más alto que yo y aún así lucía tan pequeño y vulnerable. Su respuesta no me requirió nada más allá de la sonrisa de siempre y pude notar, otra vez, que al menos algo de tensión se había evaporado. De cualquier forma era evidente que lo mejor para él sería largarse de allí, de cualquier espacio donde potencialmente pudieran caerle encima. ¿Estaba bien conmigo? Parecía ser que sí, no lo entendía del todo pero era algo que me ocurría con bastante frecuencia. La gente tendía a relajarse a mi lado, como si fueran capaces de oír el susurro de mis vientos dispuestos a otorgarles un par de facultades.

    Liviandad.

    Silencio.

    Transparencia.

    Cuando aceptó mi propuesta ensanché la sonrisa y lo arrastré a paso lento hasta la cocina, donde me detuve y le quité el brazo de encima para servirle otro vaso de agua. La chica de servicio estaba ocupada, así que sin mayor complicación me puse a revisar las alacenas hasta dar con algunos frascos de galletas. La del bigote no me dijo nada y francamente tampoco me importaba, a veces era un descarado de cuidado. Se limitó a mirarme un par de segundos mientras hacía y cuando lo noté le concedí una sonrisa, enseñándole la comida.

    —No se preocupe, los devolveré sanos y salvos, aunque probablemente vacíos.

    Me giré hacia Cayden entonces, con un frasco en cada mano, y le indiqué hacia el pasillo con un movimiento de cabeza.

    —Bueno, Cay Cay, podemos abrir puertas hasta dar con algo que nos convenza, ¿qué dices?

    La mujer de servicio aún permanecía recta y silente en una de las esquinas de la cocina, a la espera de que alguien requiriera sus servicios. Parecía un auténtico granadero. Cuando Génesis se dirigió a ella, le concedió una sonrisa cordial y asintió apenas con la cabeza.

    —Buenas noches, señorita. ¿Se le ofrece algo?

    De milagro pudo acabar la frase cuando uno de los chicos presentes en la cocina, metido en un extraño libro bastante antiguo, lo estampó sobre la isla y soltó una exclamación de auténtica frustración, elevando el rostro al techo.

    —¡Ah, por Zeus! —bramó, presionando el índice sobre su libro repetidas veces—. ¡¿Qué está mal contigo?!

    Parecía bastante enfrascado en su drama personal, pero de repente le brindó excesiva importancia a la presencia de Génesis y una sonrisa de absoluta esperanza decoró su rostro. Carraspeó, modificando su actitud en un parpadeo, y tras cerrar su libro polvoriento y engancharlo debajo de su brazo caminó hasta la chica. Había una nota elegante y sumamente teatral en su andar.

    —¡Tú, bella dama! ¡Tú puedes ayudarme! —Se llevó una mano al rostro, quitándose el flequillo rubio de un movimiento de muñeca, y le concedió a Génesis una sonrisa encantadora—. ¿Qué dices? ¿Asistirías a este pobre y humilde sirviente?

    Un nuevo evento ha dado inicio: Problemas de sustancia.

    Por las dudas aviso que más de una persona puede participar de los eventos y que no necesariamente tienen que estar desde el inicio.

    Amane Hitori Hygge Mori Nekita Insane Rojo FireRed Reual Nathan Onyrian madarauchiha
     
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  17.  
    Insane

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    Mis labios se entreabrieron para negar a la pregunta de la mujer, sin embargo el cierre abrupto del libro me irrumpió de lleno al hacerme drigir mi atención hacia el chico, pestañeando con parsimonía pese a verlo acercarse a mí.

    Parecía tener algún tipo de problema... Aún así aquello no tenía que ver conmigo, no hasta que se nombró a sí mismo como un sirviente humilde sin dejar de mirarme; ¿eso significaba que podían echarlo si no resolvía aquella cuestión que hace poco parecía tenerlo tan ofuscado? Mantuve mis pupilas viólaceas imperturbables tras el antifaz pese al sentirme contrariada por un instante, hablando luego de salir de mi ensimismamiento sobre la variedad de consecuencias que podían atormentarlo.

    No era mi problema pero...

    Solo por esta vez podría...

    —Supongo que puedo hacerlo —susurré en respuesta sin soltar el móvil, aligerando el agarre sobre éste.
     
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  18.  
    Gigi Blanche

    Gigi Blanche Equipo administrativo Game Master

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    Probablemente a Tohru Okimura le habría dado un síncope de saber que en el imaginario de cualquier mortal él aparecía como un mero sirviente, Génesis debería agradecerle a la providencia haber contado con la fortuna de no mencionar nada al respecto. Normal que no lo conociera, además, siendo que aún no había puesto un pie en la Academia, pues ciertamente el presidente del club de teatro era un personaje en sí mismo. Su frac violeta oscuro, similar a una auténtica tormenta, los zapatos en punta y la ostentosa máscara negra daban unas cuantas pistas.

    Alguien como Tohru debería regodearse en un evento como una mascarada, pero algo parecía causarle problemas. ¿Qué era ese libro, además?

    Se mantuvo harto expectante a la respuesta de Génesis y un relámpago de absoluta alegría chispeó en su semblante al oír que aceptaba. No tardó en opacarlo, sin embargo, debajo de su eterna elegancia.

    —¡Oh, muchas gracias, bella Helena! —Estiró el brazo libre y luego lo retrajo al ejecutar una muy pulcra y pronunciada reverencia; su cabello bicolor se meció al erguirse y le dedicó una sonrisa encantadora, profundizando su voz—. Descuida, no preguntaré por tu nombre, ¡estamos en una mascarada, después de todo! Mi única condición es que tampoco pidas por el mío.

    Estaba haciendo puro teatro, ya que según él toda la Academia lo conocía, pero bueno. Justo había topado con una excepción.

    Regresó el libro a la isla y apoyó las yemas sobre su tapa. Poseía un encuadernado antiguo de cuero terroso, se notaba algo ajado y seco, y su título no estaba escrito en japonés sino en un... idioma extraño.

    велика енциклопедија пића.

    —Hermosa forastera, ¿por esos casuales de la vida comprendes este idioma?
     
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  19.  
    Kaisa Morinachi

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    Numéria Russo.

    No tenía idea de con quién estaría hablando, pero se veía de momento tranquila e ensimismada, tanto que me pasó por alto a la hora de ingresar a la cocina. Mi posición me permitía seguir observando lo que ocurría afuera, pero me resguardaba un poco del frío estando respaldada en un punto medio. Seguí un par de veces con la vista a la chica, para luego centrarme en cualquier tontería que me ofreciera mi propio teléfono, esperando a que se desocupara antes de acercarme a ella, no queriendo presionarla ni nada con mi presencia.

    Eso sí, fue inevitable que el grito exagerado de uno de los presentes llamara mi atención, por lo cual no demoré en dirigir mi mirada seria al chico que había exclamado recién de manera tan fuerte. Su actuar no demoró en desconcertarme un poco, pareciéndome de lo más... extrovertido y sincero, aparte de algo estrafalario. Sentía que eran bastantes días desde que no presenciaba a una persona de tales características, por lo que a pesar de que la ceja enarcada se mantuvo, una sonrisa algo torcida cubrió mi rostro, tan extrañada, como curiosa y divertida.

    Tal vez valdría la pena acercarse. Aparte, parecía que la señorita Allen tenía problemas con su teléfono. ¿Pobre y humilde sirviente, había dicho? Vaya, a pesar de su apariencia me hizo dudar en un inicio, su habilidad con el idioma me confirmaba de a poco las altas probabilidades de que fuera japonés.

    —¿Te guardo tu teléfono, linda? —hablé yo misma con el japonés básico que ya podía controlar con cierta facilidad, posando una mano con suavidad sobre el hombro de Génesis, brindándole una sonrisa calma en la misma vibra. Alcé un poco la cartera que llevaba, para demostrarle que espacio para ello tenía.

    Y bueno, sí que hablaba uno que otro idioma bastante bien, pero el japonés era de los más recientes, por lo que con este no podía hacer lujo de una buena pronunciación ni extenso vocabulario, al menos esperaba que se me entendiera con claridad. De no ser el caso, habría que saber valerse de otros medios.
    —Buenas noches —me dirigí entonces al chico presentes, con una sonrisa sobria y amable a ojos cerrados, para luego fijar mi vista en el libro sobre el mesón.

    Vaya, ¿qué se traería entre manos? Me daba bastante curiosidad, pero no interrumpiría el intento de Génesis de ayudar a alguien, yo solo me acerqué para brindarle algo más de compañía y de paso quitarle de encima la preocupación de no saber dónde dejar su teléfono...

    Y que yo misma no sabía a dónde ir o qué hacer en el caso de quedarme totalmente sola, era un dar y recibir, o eso creo.
     
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  20.  
    Insane

    Insane Maestre Comentarista empedernido

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    Asentí ligeramente ante su agradecimiento, creyendo que la reverencia tan solo acentuaba aún más que trabajase en dicho hogar, denotando el cabello bicolor que no me causó curiosidad ni mucho menos. Le escuché hablar entonces sobre lo de los nombres.

    Eso estaba bien.

    Seguí sus movimientos de forma meticulosa, deparando en el libro que me trajo a colación a los gemelos al ser su idioma natal, aislando su pregunta que de forma inconsciente respondí al leerlo en voz alta.

    —Una gran enciclopedia de bebidas —elevé mis orbes hasta los suyos—. Es serbio... Lo comprendo.

    Fue entonces que el tacto de Numéria me hizo girar parcialmente el rostro, volviendo mi atención sobre el teléfono que sostenía en la mano, pensando en la posibilidad de dárselo... Pero y si luego olvidaba pedirlo sería todo un caos con mi madre.

    —Así está bien, pero gracias —le susurré en respuesta.

    Volví hacia el chico con parsimonía.

    Dicho idioma lo conocía hace años.

    Al parecer si podía ayudarlo.
     
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